Aquino: I Corintios 68

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1Co 15,35-38)

Lección 5: 1Co 15,35-38

Por la semejanza de las semillas se prueba la resurrección de los muertos y se manifiesta la manera de ser de los resucitados.

35. Pero dira alguno: ¿Como resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendran?
36. Necio, lo que tu siembras no se vivifica si primero no : muere.
37. ¿Y qué siembras? No siembras el cuerpo que va a ser, sino un simple grano, como por ejemplo de trigo o algún otro.
38. Mas Dios le da cuerpo así como El quiso, y a cada .semilla substancia propia.

Arriba probo el Apóstol la resurrección de los muertos. Aquí enseña la calidad y modo de ser de los resucitados. Y para esto hace dos cosas. Primeramente plantea la cuestión acerca de la calidad de los resucitados; en segundo lugar la resuelve: Necio, lo que tu siembras, etc.

Dos errores hubo acerca de la resurrección. En efecto, algunos negaban totalmente la futura resurrección de los muertos. No considerando sino las leyes de la naturaleza y lo posible, y viendo que según las leyes de la naturaleza y lo posible nadie puede volver de la muerte a la vida, ni el ciego recuperar la vista, negaron de manera total la resurrección, uno de cuyos representantes dice en Sg 2,5: Paso de una sombra es -el tiempo que vivimos, etc. Y allí mismo (2,2): Por azar llegamos a la existencia y luego seremos como si nunca hubiéramos sido. Job 14,14: ¿Acaso crees que el hombre muerto otra vez viva?

Otros dijeron que si se efectuaria la futura resurrección de los muertos, pero que resucitarian al mismo modo de vida y a los mismos actos. Y esto mismo sostenian algunos filosofos, diciendo: después de muchos anos resurgira Platon con sus hechos todavía, y tendra en Atenas los mismos discipulos que tuvo una vez. Esto mismo aseveraban los fariseos de la mujer de los siete esposos, por lo cual decian: En la resurrección ¿de cual de los siete sera mujer? (Mt 22,28). También los sarracenos se imaginan que después de la resurrección tendrán mujeres, y placeres y delicias corporales. Ya no vera los arroyos de aceite, los torrentes de miel y de cuajada (Job 20,17). Contra quienes dice San Matea (22,30) que serán como angeles de Dios en el cielo.

Así es que estas dos cuestiones plantea aquí el Apóstol: la primera cuando dice: ¿Como resucitarán los muertos? ¿Como es posible que los muertos que son ceniza puedan resucitar? Y la segunda, diciendo: ¿Con qué cuerpo vendran? Como si dijera: ¿Acaso resucitarán con el mismo cuerpo con el que solamente existimos?

Estas dos cuestiones las resuelve diciendo: Necio, lo que tu siembras no se vivifica si primero no muere. Primeramente resuelve la segunda, y luego la primera, así: He aquí que os digo un misterio, etc. (1Co 15,51-52). Mas para el entendimiento de lo que el Apóstol pone en la primera parte, se debe investigar qué es lo que intenta el Apóstol. Ahora bien, en esta primera parte él intenta mostrar que los muertos resucitan y que sera con la misma substancia. Aquí primeramente usa de una semejanza; luego la aplica: Así también en la resurrección de los muertos, etc. (1Co 15,42); en tercer lugar lo demuestra: Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual, etc. (1Co 15,44). Para lo primero hace dos cosas. Primeramente propone la semejanza en un solo caso particular, y luego en diversos casos: No toda carne es igual, sino que una es la carne de los hombres, otra ia de los animales, otra la de las aves, etc. (1Co 15,39). En cuanto a lo primero es de saberse que en un solo y el mismo caso vemos que una cosa fen proceso de generación tiene diversas cualidades y formas: como el grano, que tiene una forma y cualidad cuando se siembra, otra cuando germina, otra cuando ya es planta. Y por eso con esta semejanza el Apóstol trata de mostrar la-manera de ser de los resucitados. De aquí que para esto hace tres cosas. Primeramente confronta el orden de la siembra con la germinación; luego, muestra la diferencia del modo de ser en la siembra y en la germinación: Tu no siembras el cuerpo que va a ser, sino un simple grano, etc.; y en tercer lugar, la causa del modo de ser en la germinación: Mas Dios !e da un cuerpo así como El quiso, etc. Así es que dice: Necio, lo que tu siembras, etc.

Objeción:-En contra dice Mateo 5,22: Quien dijere a su hermano: "raca", etc.

Respondo:-Que el Señor prohibe que al hermano se le diga "raca" por ira, no por corrección. Mas la causa por la que dice necio es que esta objeción contra la resurrección procede de principios de la humana sabiduría, que en tanto es sabiduría en cuanto se sujeta a Ja divina sabiduría; mas cuando se aparta de Dios cae entonces en la insania; por lo cual, como contradice a la divina sabiduría la llama necedad. Como si dijera: Necio, ¿acaso no experimentas a diario tu, que lo que siembras en la tierra no se vivifica, esto es, no germina si primeramente no muere, es decir, si no se pudre? Si el grano de trigo arrojado en tierra no muere, etc. (Jn 12,24). Véase que aquí saca el Apóstol la comparación de que cuando el cuerpo del hombre es puesto en el sepulcro bajo tierra, entonces es como una siembra; y cuando resucita es cierta vivificación. De aquí que algunos opinen que la resurrección de los muertos es natural por comparar aquí el Apóstol la resurrección con la germinación de la semilla, germinación que es natural. Pues opinan que en los dispersos polvos en los que se deshacen los cuerpos humanos, hay ciertas virtudes seminales activas para la resurrección de los cuerpos. Pero se ve que esto no es verdad. En efecto, la descomposición del cuerpo humano en sus elementos se efectua como la de los demás cuerpos mixtos, por lo cual los polvos en los que se desatan los cuerpos humanos no tienen mas virtud activa que los demás polvos, en los que consta que no hay otra virtud activa para la constitución del cuerpo humano, sino tan solo en el semen del hombre. Mas los polvos en los que se reducen los cuerpos humanos difieren de otros polvos unicamente en cuanto a la divina ordenación, en cuanto tales polvos están ordenados por la divina sabiduría para que con ellos se reintegren de nuevo los cuerpos humanos. Así es que solamente Dios sera la causa activa de la resurrección, aunque para esto use del ministerio de los angeles, en cuanto a la reunión de los polvos. Por lo cual, al explicar el Apóstol mas abajo el modo de la resurrección, lo atribuye al sonido de la trompeta, y arriba lo atribuyo a Cristo resucitado, pero no a alguna virtud activa en los polvos. Así es que no trata aquí el Apóstol de probar que la resurrección sea natural por el hecho de que la semilla naturalmente germine, sino que con un ejemplo quiere enseñar que no es el mismo modo de ser el de los cuerpos que resucitan y el de los cuerpos al morir, y primeramente por no ser la misma la manera de ser de la semilla y la de ia germinación, como se vera claramente por lo que sigue. Porque consecuentemente cuando dice: lo que tu siembras, etc., muestra que el modo de ser de la semilla es diferente del modo de ser de la germinación: No siembras el cuerpo que va a ser, es decir, no lo siembras tal como es el que va a ser. Explicandolo añade: sino un simple grano, como por ejemplo de trigo o algún otro, porque se siembra el puro grano, pero germina una bella planta, y con espigas, y linduras semejantes. Y de manera semejante, el cuerpo humano tendra en la resurrección un modo de ser distinto al que ahora tiene, como adelante se vera. Sin embargo, la diferencia es entre la resurrección del cuerpo humano y la germinación de la semilla; porque surgira el mismo cuerpo numéricamente, pero tendra otro modo de ser, como adelante dice el Apóstol que este cuerpo corruptible se tendra que revestir de incorrupción. Y Job 19,27: Yo, si, yo mismo lo veré, lo mirarán mis ojos, no los de otro. En cambio, en la germinación ni hay el mismo modo de ser, ni es el mismo cuerpo numéricamente, sino tan solo la misma especie. Y por eso, hablando de la germinación, claramente dijo el Apóstol: No siembras el cuerpo que va a ser, dando a entender que no es el mismo numéricamente. Y en esto la obra de la naturaleza es inferior a la obra de Dios. Porque la virtud de la naturaleza reproduce la misma especie, pero no lo mismo numéricamente; y en cambio el poder de Dios puede reconstruir también el mismo ser numéricamente. Y así también de esto que aquí se dice se puede tomar la prueba de que la realización de la futura re-surreción no es imposible, como objetan los necios; porque si de algo que esta muerto puede la naturaleza reproducir la misma especie, mucho mejor podra Dios rehacer el mismo ser numéricamente, porque aun lo mismo que la naturaleza hace obra de Dios es. Pues de Dios tiene la naturaleza el poder hacer eso. Y por lo mismo, consecuentemente, explicando el modo de ser la germinación, la atribuye el Apóstol primeramente a Dios, en segundo lugar a la disposición de la naturaleza. Mas dice primeramente: Mas Dios le da un cuerpo así como El quiso, porque de la ordenación de la divina voluntad procede que de una determinada semilla se produzca, determinada planta, planta que ciertamente es como el cuerpo de la semilla. Pues el mas acabado fruto de la planta es la semilla. Y por eso lo atribuye a la divina operación, porque toda operación de la naturaleza es operación de Dios, según aquello: Pero es el mismo Dios que obra todo en todos (1Co 12,6). Y esto se puede considerar así.

Es evidente, en efecto, que las cosas naturales aunque sin conocimiento obrán con un fin determinado; y aunque no siempre, pero en mayor parte, conseguirán el mismo fin. También es claro que ninguna cosa que carece de conocimiento no tiende a un fin cierto sino dirigida por otro que conozca, así como la saeta se dirige a determinado objeto dirigida por el arquero. De manera que si alguien ve que una saeta se dirige directamente a determinado objeto, aun cuando no vea al arquero, al punto se da cuenta de que es dirigida por un arquero. Así también, cuando vemos que las cosas naturales aunque carentes de conocimiento tienden a determinados fines, podemos conocer con certeza que obrán por la voluntad de algún dirigente, a quien llamamos Dios. Y así dice el Apóstol que Dios da substancia a la semilla, o sea, que de la semilla se produzca la planta como El quiera. Pero, volviendo a lo anterior, para que nadie crea que tales efectos naturales provienen de la sola voluntad de Dios, sin operación y disposición de la naturaleza, agrega: y a cada semilla substancia propia, de modo que de la semilla del olivo sé genera el olivo, y de la semilla del trigo el trigo. De aquí que diga el Génesis (I,2): Brote la tierra verdes plantas que den semilla según su género. Así también en la resurrección el modo de ser del cuerpo resucitado sera en proporción a los méritos del que murio.

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1Co 15,39-44)

Lección 6: 1Co 15,39-44

Los diversos modos de ser de los cuerpos de los resucitados se ponen de manifiesto por la diversidad de los cuerpos, ya de los animales, ya de los globos celestes.

39. No toda carne es la misma carne, sino que una es de hombre, otra de ganados, otra dé volatiles y otra de peces.
40. Hay también cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el esplendor de los celestes, y otro el de los terrestres.
41. Uno es el esplendor del sol, otro el esplendor de la luna, y otro el esplendor de las estrellas; pues en esplendor se diferencia estrella de estrella.
42. Así también en la resurrección de los muertos: se siembra en corrupción, se resucita en incorrupción.
43. Sembrado en ignominia, resucita en gloria. Sembrado en debilidad, resucita en fortaleza.
44. Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual.

Con las diversas especies pone aquí el Apóstol un ejemplo de la diversidad de modos de ser del cuerpo resucitado. Y primeramente comparando los celestiales con los terrenos; en segundo lugar los terrenos con los celestiales; en tercer lugar los cuerpos celestiales entre si: Uno es el esplendor del sol, etc. Como podria alguien decir: ¿Como es posible que los muertos recobren cuerpo y carne, si no tienen el mismo modo de ser del cuerpo?, para excluir esto, presenta diversos modos de ser del cuerpo y de la carne, para poner de manifiesto que no importa que no sean del mismo modo de ser para que recobren el mismo cuerpo o la misma carne.

Así es que primeramente dice que no toda carne es la misma carne, en cuanto a la forma, sino que una es de hombre, otra de peces, otra de ganados, otra de volatiles, etc. Y así de manera semejante, una es la carne del que muere y otra la del que resucita; mas así como el ejemplo arriba tomado de la semilla y la germinación no era suficiente porque en la siembra y la germinación no hay lo mismo numéricamente, ni los mismos modos de ser, así también estos ejemplos son insuficientes porque en ellos no hay ni la misma especie ni el mismo modo de ser; y la carne del hombre resucitado es la misma según la especie que la carne del que muere, mas sera distinta según el modo de ser.

En efecto, sera de la misma naturaleza, pero de distinta honra, como dice San Gregorio sobre el cuerpo de Cristo: porque si lo que se ha dicho quiere alguien referirlo al diverso estado de los resucitados, podria decir que por hombres se entienden bienes vivientes según cuenta y razón, conforme a Ezequiel 34,31: Mas vosotras, ovejas mias, ovejas de mi pascua, hombres sois. Por ganados se entienden los lujuriosos, según el texto de 2 Pedro 2,12: Pero éstos, como animales irracionales, etc. Por volatiles, los soberbios; por peces, los codiciosos, según el Salmo 8,9: y las aves del cielo y los peces del mar. Para lo mismo presenta la diversidad de los cuerpos celestes y terrestres, cuando agrega: Hay cuerpos celestes, como el sol y la luna, y otros semejantes, y hay cuerpos terrestres, como el fuego, el agua, etc. Pero uno es el esplendor, esto es, la belleza y el ornato de los cuerpos celestes, y otro el de los terrestres (Hermosura del cielo es la gloria de las estrellas,Si 43,10). Y por cuerpos celestiales se pueden entender los contemplativos. La ciudadanía nuestra es en los cielos (Ph 3,20). Por terrestres se pueden entender los activos que se ocupan en las cosas terrenales, por lo cual se le dijo a Marta: Te agitas por muchas cosas (Lc 10,41). Y con el mismo fin habla luego de la diversa manera de ser de los cuerpos celestes, cuando dice: Uno es el esplendor del sol, otro el esplendor de la luna, etc. De modo semejante hay diferencia entre las estrellas: Pues en esplendor se diferencia estrella de estrella. Y se puede entender por el sol a Cristo. Pero para vosotros los que teméis mi nombre saldra ei sol de justicia (Malaq. 4,2). Por la luna, la Santisima Virgen Maria, de la cual dice el Cantar de los Cantares (6,10): Bella como la luna. Por las estrellas, entre si ordenadas, los demás santos: Desde el cielo lucharon las estrellas, etc. (Jueces 5,20).

Consecuentemente, cuando dice: Así sera la resurrección de los muertos, aplica los predichos ejemplos a la resurrección de los muertos. Pero en cuanto a la exposición literal no se debe entender que el Apóstol diga esto para señalar en los que resuciten diversidad de género, por lo que antes dijera: Se diferencia estrella de estrella. Sino que esto se refiere a todo lo precedente, para Racer ver, por todas las premisas, que así como en las cosas se encuentrán diversos modos de ser de los cuerpos, así sera diverso el modo de ser de los resucitados respecto del modo de ser de los que mueren. De aquí se sigue: Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Aquí muestra principalmente el Apóstol que uno es el modo de ser del cuerpo al morir y otro el del cuerpo al resucitar. Y aquí trata del cuerpo que resucita glorioso, cuyos modos de ser propios se dice que son los dotes del cuerpo glorioso. Los cuales son cuatro, que aquí toca el Apóstol.

En efecto, primeramente menciona el don de impasibilidad cuando dice: Se siembra corrupción, resucita incorrupción. Y aunque la siembra se podria tomar por el primer origen del cuerpo, en cuanto se genera del semen, sin embargo es mas conveniente, conforme a la intención del Apóstol, que la siembra se refiera a la muerte y la sepultura, para que corresponda a lo dicho arriba: Lo que tu siembras no revive si no muere (1Co 15,36). Mas se le llama siembra a la muerte y descomposición, no porque en el cuerpo muerto o en sus cenizas dispersas haya alguna fuerza para la resurrección, así como hay una fuerza activa en el semen para la generación; sino porque tal disposición es dada por

Dios para que de nuevo se rehaga el cuerpo humano. Así, pues, el cuerpo humano, cuando se siembra, esto es, cuando muere, se siembra en corrupción, o sea, conforme a su propiedad y sujeto a la corrupción, según Rm 8,10; Pues el cuerpo murio a causa del pecado.-Pero resucita en incorrupción. Pero aquí se habla de incorrupción no solo para excluir la separación del alma respecto del cuerpo, porque esta incorrupción también la tendrán los cuerpos de los condenados, sino para excluir tanto la muerte como cualquier danosa perturbación, ya del interior, ya del exterior. Y en cuanto a esto se entiende la impasibilidad del cuerpo glorioso, según aquello del Apocalipsis: Ya no tendrán hambre ni sed (7,16).

En segundo término habla del dote de claridad, diciendo: Sembrado en ignominia, esto es, un cuerpo que antes de la muerte y en la muerte esta sujeto a muchas tealdades y miserias, según aquello de Job 14,1: E! hombre, nacido de mujer, etc. Pero resucitara en gloria, la cual significa claridad, como dice San Agustín comentando a San Juan. En efecto, los cuerpos de los santos serán claros y luminosos, según aquello de Mateo i3,43: Los justos brillarán como el sol, etc.

En tercer término toca el dote de agilidad, diciendo: Sembrado en debilidad, esto es, cuerpo animal, que antes de la muerte es débil y tardo, y que no puede ser movido facilmente por el alma, según Sabiduría 9,13: Un cuerpo corruptible hace pesada el alma. Pero resucita en fortaleza, porque sucedera que con tan gran fortaleza podra ser movido por el alma que ninguna dificultad opondra al movimiento que pertenezca al dote de agilidad. En efecto, tanta sera su ligereza cuanta su felicidad, como dice San Agustín. Por lo cual dice la Sabiduría (3,7) acerca de los justos: Fulgirán los justos y como en centellas en canaveral se propagaran. E Is 40,31: Los que esperán en el Señor tendrán fortaleza, alas como de aguila, etc.

En cuarto lugar toca el dote de sútileza cuando dice: Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Algunos pretenden que esto se refiere a que a los cuerpos gloriosos les corresponda conforme a este dote el poder estar al mismo tiempo con un cuerpo no glorioso en el mismo lugar. Lo cual ciertamente se podria sostener si conforme al estado presente le correspondiera al cuerpo el no poder estar al mismo tiempo con otro cuerpo en el mismo lugar según algo que se le pudiera quitar al mismo cuerpo. Pero en realidad, si diligentemente se considera que según esto a ningun otro cuerpo le corresponde eso sino en cuanto tiene dimensiones corporales, se desprende que los cuerpos en cuanto sútiles no sufren consigo otros cuerpos, como es patente en el aire y en el fuego; y en ultimo caso si hubiese cuerpos distintos completamente, a excepción de la materia como algunos pretendieron, no podrian estar simultaneamente con cuerpos naturales en los mismos lugares, como dice el Filosofo. Así es que permaneciendo en sus dimensiones, en cualquier cuerpo es contra su naturaleza el estar con otro cuerpo en el mismo lugar. De aquí que si esto ocurre alguna vez sera por milagro. Por lo cual San Gregorio y San Agustín atribuyen a milagro que el Cuerpo de Cristo haya entrado con las puertas cerradas a donde estaban los discipulos. En efecto, ninguna fuerza limitada puede hacer milagros, porque esto es solo de Dios. Así es que se debe afirmar que el estar simultaneamente con otro cuerpo en el mismo lugar no puede ser en virtud de un dote o en virtud de una cualidad del cuerpo glorioso. Sin embargo, no se debe negar que todo cuerpo glorioso puede estar simultaneamente con otro cuerpo en el mismo lugar, porque después de la resurrección entro a donde estaban los discipulos con las puertas cerradas el cuerpo de Cristo, al cual esperamos que nuestro cuerpo se conforme en la resurrección; pero como el cuerpo de Cristo tuvo tal cosa no por propiedad del cuerpo sino en virtud de la divinidad unida, así también el cuerpo de cualquier otro santo tendra eso mismo no como dote sino en virtud de la divinidad que habitara en él. Por esta misma razón el cuerpo de Pedro podia sanar con su sombra a los enfermos, no por alguna propiedad de él mismo.

Así es que se debe decir que al dote de sútileza pertenece lo que aquí toca el Apóstol diciendo: Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Lo cual algunos entendieron mal, diciendo que en la resurrección el cuerpo se vuelve Espíritu y que sera semejante al aire o al viento, que se dice que es espiritu. Lo cual se excluye principalmente por lo que les dijo Cristo a los Apostoles: Palpadme y ved que un Espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo" (Lc 24,39). Por lo cual tampoco aquí dice el Apóstol que el cuerpo resucite espiritu, sino cuerpo espiritual. Así es que en la resurrección el cuerpo sera espiritual, no espiritu, así como ahora es animal, animado, no alma (animale, non anima). Para conocer la diferencia de estas cosas se debe considerar que en nosotros una sola cosa y lo mismo es lo que se llama tanto alma como espiritu; pero se le llama alma en cuanto se le debe la realización y acabado del cuerpo, y Espíritu propiamente en cuanto es la mente, según la cual nos asimilamos a las substancias espirituales, conforme a Efesios 4,23: Renovaos en el Espíritu de vuestra mente. Débese considerar también que es triple la diferencia de las potencias en el alma: en efecto, unas potencias son aquellas cuyas operaciones se ordenan al bien del cuerpo, como la generativa, la nutritiva y la de crecimiento. Hay otras que ciertamente usan de los organos corporeos, como todas las correspondientes a la potencia sensitiva; pero su actividad no se ordena directamente al cuerpo, sino mas bien a la perfección del alma. Hay en verdad unas potencias que ni usan de los organos corporales ni se ordenan directamente al bien del cuerpo, sino mas bien para provecho del alma, como las que pertenecen a la parte intelectiva. Así es que las primeras potencias pertenecen al alma en cuanto anima al cuerpo; las segúndas principalmente pertenecen al alma en cuanto es espiritu; las terceras están en una posición central entre unas y otras; pero como la apreciación de cualquier potencia mas bien se debe tomar del objeto y del fin que del instrumento, por eso las segúndas potencias mas se ligan con las terceras que con las primeras.

Débese considerar ademas que como cada cosa se explica por su operación propia, el cuerpo se logra por el alma para estar sujeto a las operaciones del alma. Actualmente, en el presente estado nuestro cuerpo esta sujeto a operaciones que pertenecen al alma en cuanto es alma, según es engendrado y engendra, se nutre, crece y decrece.

Mas en cuanto a las operaciones espirituales del alma, el cuerpo, aun cuando de cierta manera esta a sus ordenes, sin embargo le presenta muchos estorbos porque el cuerpo, que es corruptible, hace pesada el alma, como se dice en Sabiduría 9,15. Pero en el estado de resurrección cesarán las operaciones animales del cuerpo, porque no habra generación, ni aumento o nutrimento, sino que el cuerpo sin ningun impedimento ni fatiga incesantemente servira al alma para sus operaciones espirituales, según dice el Salmo 83,5: Dichosos los que morán en tu casa, Señor. Por lo tanto, así como ahora nuestro cuerpo es animal, entonces sera en verdad espiritual.

Mas algunos atribuyen la causa de tales propiedades a la luz, la cual dicen que es por naturaleza de quinta esencia y que entrara en la composición del cuerpo humano; pero como esto es frivolo y fantasioso, siguiendo a San Agustín decimos que proceden de la virtud del alma glorificada. En efecto, dice San Agustín en la Epistola a Dioscoro: De tan poderosa naturaleza hizo Dios al alma que su plenisima bienaventuranza, que se les promete a los santos para el final de los tiempos, redundara aun en la naturaleza inferior que es el cuerpo, no la bienaventuranza, que es propia de la fruición, sino plenitud de salud, o sea, el vigor de la incorrupción.

Cuatro son las cosas que provienen del alma para el cuerpo, y tanto mas perfectamente cuanto mas virtuosa sea el alma. En efecto, primeramente le da el ser; por lo cual cuando esté en la suma perfección le dara el ser espiritual. En segundo lugar lo preserva de la corrupción; y así vemos que cuanto son mas fuertes de naturaleza los hombres menos padecen por el calor y el frio. Pero como el alma sera perfectisima conservara al cuerpo totalmente impasible. En tercer lugar le da belleza y claridad: en efecto, los enfermos y los muertos, por la debilidad de la operación del alma en el

cuerpo se ponen descoloridos, pero cuando ella esté en la suma perfección hara claro y resplandeciente al cuerpo. En cuarto lugar, le da movimiento, y tanto mas facil cuanto mas fuerte sea el poder del alma sobre el cuerpo. Y por eso cuando esté en su ultima perfección le dara al cuerpo la agilidad.

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1Co 15,45-50)

Lección 7: 1Co 15,45-50

Prueba que hay cuerpo espiritual, de donde infiere que el cuerpo animal sembrado resucitara cuerpo espiritual.

Si hay cuerpo animal también lo hay espiritual, como esta escrito:

45. El primer hombre, Adan, fue hecho alma viviente; el postrer hombre, Adan, Espíritu vivificante.
46. Mas no fue antes lo espiritual, sino lo natural, y después lo espiritual.
47. El primer hombre, hecho de tierra, es terrenal; el segundo hombre, del cielo, es celestial.
48. Cual es el terreno, tales son los terrenales, y cual el celestial tales son los celestiales.
49. Y así como hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos la imagen del celestial.
50. Lo que digo, hermanos, es, pues, esto: que la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios, ni la corrupción puede poseer la incorruptibilidad.

Aquí muestra el Apóstol la razón de la diferencia entre el modo de ser de los cuerpos al morir y el de los cuerpos al resucitar, diferencia que arriba mostro con ejemplos. Y para esto hace dos cosas.

En efecto, primeramente antepone lo que intenta probar; y luego lo prueba: Como esta escrito, etc. Así es que en primer término dice: Dije que lo que se siembra natural resucita espiritual, y que esto es verdadero, esto es, que haya un cuerpo espiritual lo demuestro porque si hay un cuerpo natural lo hay también espiritual; y no trata el Apóstol de a partir de esto argüir a favor de su tema, sino que lo pospone, tratando de probar esto mismo que dice: Si hay un cuerpo animal también lo hay espiritual. Eccli. 33,15: Fijate en todas las obras del Altisimo: dos frente a dos, una frente a una. Como esta escrito, etc. Aquí prueba su tesis. Esta es su prueba. Dos son los principios del género humano: el uno según la vida de la naturaleza, o sea, Adan; y el otro según la vida de la gracia, o sea, Cristo; pero la animalidad se deriva a todos los hombres del primer principio, esto es, de Adan; luego es claro que mucho mas cabalmente, del segundo principio, esto es, de Cristo, se deriva la espiritualidad a todos los hombres. Primeramente prueba la primera diversidad de los principios de tal consideración; en segundo lugar la intermedia, esto es, la determinación de la semejanza tomada de uno y otro principio: Cual es el terreno, tales son los terrenales, y cual el celestial tales son los celestiales.

En cuanto a lo primero hace tres cosas. Primeramente muestra la diferencia de los principios; en segundo lugar, el orden de los principios entre si: Mas no fue antes lo espiritual sino lo natural, y después lo espiritual; en tercer lugar muestra el orden del proceso: El primer hombre, hecho de tierra, es terrenal; el segundo hombre, del cielo, es celestial.

Así es que primeramente presenta la condición del primer principio según la vida de la naturaleza, tomando la autoridad de Génesis 2,7: Por lo cual dice: Como esta escrito, el primer hombre, Adan, fue hecho alma viviente, esto es, con vida animal, tal cual el alma la pueda dar, por haber insuflado Dios en su rostro un aliento de vida (Gn 2,7). En efecto, la forma humana se llama tanto alma como espiritu. Pues en cuanto procura el cuidado del cuerpo, o sea, la vida vegetativa, la nutritiva, la generativa, se le llama alma; en cuanto tiende al conocimiento, o sea, a entender, querer y cosas: semejantes, se le llama espiritu. De aquí que cuando-dice: El primer hombre, Adan, fue hecho alma viviente,, trata el Apóstol de la vida con la que el alma se dedica-al cuerpo, no del Espíritu Santo, como algunos imaginan por lo que precede: E insuflo en su rostro un aliento de vida, como si esto fuese el Espíritu Santo.

En segundo lugar presenta la condición del segundo principio, diciendo: El postrer hombre Adan, esto es, Cristo; y se dice que es postrero, porque Adan introdujo un cierto estado, ésto es, el de la culpa; y Cristo el de la gloria y la vida. De aquí que como después del presente estado ningun otro se sigue en esta vida, se le llama postrero. Lo vimos despreciable y el ultimo de los hombres (Is 53,2-3). Y en otra parte: Soy yo, el primero y el ultimo (Ap 1,17). Y también: Yo soy el Alfa y la Omega, etc. (Ap 1,8). Mas dice que el postrer hombre es Adan, porque de su naturaleza Adan fue hecho Espíritu viviente. Y de aquí, vistas las condiciones de los principios, se desprende su diversidad, porque el primer hombre fue hecho alma, y el postrero fue hecho espiritu. Aquel, alma viviente tam solo; este otro, ciertamente, Espíritu viviente y vivificante. La razón de ello es que así como Adan obtuvo Ja perfección de su ser por el alma, así también Cristo la perfección de su ser, en cuanto hombre, por el Espíritu Santo. Y por lo mismo, como el alma no puede vivificar sino su propio cuerpo, por eso Adan fue hecho alma, no vivificante sino tan solo viviente; pero Cristo fue. hecho Espíritu viviente y vivificante, y por eso Cristo tiene el poder de vivificar. De su plenitud hemos recibido todos (Jn 1,16). Y también: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Y dice el Simbolo: Y en el Espíritu Santo vivificante.

Pero no diga alguien: Si Cristo fue hecho Espíritu vivificante ¿por qué se le llama postrero? Es que consecuentemente, cuando dice el Apóstol: Mas no fue antees lo espiritual sino lo natural, y después lo espiritual, enseña el orden de los principios. En efecto, en la naturaleza vemos que en una sola y misma cosa primerameate ^es lo imperfecto que lo perfecto. De aquí que como 1.a espiritualidad se relaciona con la animalidad como lo perfecto con lo imperfecto, per eso en la humana natura-Jeza no debe ser primero lo espiritual, que es lo perfecto, sino que, para guardar el orden, primero debe ser lo imperfecto, o sea, lo animal, y después lo perfecto, o sea, lo que es espiritual. Cuando venga lo perfecto desaparecera lo imperfecto (1Co 13,10). Como dice San Agustín: La señal de ello es que los primogénitos antiguamente solian ser animales, como Cain que nacio antes que Abel; 1smael antes que 1saac, y Esau antes que Jacob. Y da la razón de tal diversidad diciendo: El primer hombre, Adan, fue hecho alma viviente; como si dijera: Verdaderamente el primer hombre fue hecho animal viviente, porque fue hecho de tierra (Formo Dios al hombre del polvo de la tierra,Gn 2,7); y por eso se dice que el hombre es terrenal, esto es, animal. El segundo hombre, del cielo, es celestial. Cristo fue hecho Espíritu vivificante porque es del cielo; porque la divina naturaleza que fue unida a esta naturaleza es del cielo. Y por eso tiene que ser celestial, esto es, debe tener tal perfección cual conviene a lo que del cielo viene, o sea, la perfección espiritual. El que del cielo viene esta por encima de todos (Jn 3,31).

Ahora bien, se dice que el hombre es de tierra, según el modo corriente de hablar, pues se dice que una cosa es de aquello de lo que se hace su primera parte; y así se dice que un cortaplumas es de acero porque lo primero de lo que se hace el cortaplumas es de acero. Y como la primera parte de que fue hecho Adan fue tierra, se dice que es de tierra. Y se dice que el segundo hombre es del cielo, habiéndose tomado de la tierra, o sea, del cuerpo de la Santisima Virgen, porque la divinidad (que esta unida a la humana naturaleza) del cielo vino, la cual fue primero que el cuerpo de Cristo. Así es patente la diversidad de los principios, lo cual era la proposición mayor del principal argumento.

Consiguientemente, cuando dice: Cual es el terreno tales son los terrenales, etc., muestra la derivación de la semejanza de los dichos principios, de uno y otro, y primeramente en comun, y luego la divide por partes: Y si como hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos la imagen del celestial. Al decir cual es el terreno, etc. es como si dijera: el primer hombre, por haber sido terreno también fue mortal, de lo cual se deriva que todos fuesen tanto terrenos como mortales.

Y así como en Adan todos murieron. Adan es mi ejemplar desde mi adolescencia (Zac. 13,5). Porque ciertamente el segundo hombre fue celestial, o sea, espiritual e inmortal; y por lo tanto todos seremos inmortales y espirituales. Pues si hemos sido injertados en la seme-|anza de su muerfe, lo seremos también en la de su resurrección (Rm 6,5). Y así como hemos llevado la imagen del hombre terrena!, llevaremos la imagen del celestial. Aquí concluye de qué manera en especial debemos conformarnos al hombre, esto es, al celestial.

Ahora bien, de dos maneras podemos conformarnos al hombre celestial: en vida de la gracia y en vida de la gloria, de las cuales la una es el camino hacia la otra, porque sin la vida de la gracia no se llega a la vida de la gloria; por lo cual dice: Así como hemos llevado, etc., o sea, mientras fuimos pecadores, en nosotros estuvo la semejanza de Adan. Esta es la ley de Adan, Señor Dios (2 Reyes 7,19). Así es que para que podamos ser celestiales, o sea, para llegar a la vida de la gloria, llevemos la imagen del hombre celestial, mediante la vida de la gracia. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestios dei hombre nuevo, etc. (Colos. 3,9-10), esto es, de Cristo. También los predestino a reproducir Ja imagen de su Hijo (Rm 8,29). Así es que debemos conformarnos al hombre celestial con la vida de la gracia, porque de otra manera no llegamos a la vida de la gloria. Lo cual dice así: Lo que digo, hermanos, es, pues, esto: que la carne y la sangre no pueden poseer el Reino de Dios, como si dijera: Si no vivis, e,s decir, con la vida de la gracia, no podréis llegar al Reino de Dios, esto es, a la vida de la gloria, porque la carne y la sangre no pueden poseer el Reino de Dios.

Lo cual, ciertamente, no se debe entender como algunos herejes que dicen que no resucitarán carne y sangre según la substancia, sino que todo el cuerpo o se convertira en Espíritu o en aire, lo cual es herético y falso; porque el Apóstol dice que nuestro cuerpo se conformara con el cuerpo glorioso de Cristo. Así es que, tal como Cristo tuvo después de la resurrección carne y sangre, como dice San Lucas (24,39): Palpadme y ved que un Espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo, es claro que también nosotros tendremos carne y sangre en la resurrección. No se debe entender que la carne y la sangre, o sea, la substancia de la carne y de la sangre, no poseerán el Reino de Dios, sino que los entregados a las obras de la carne y de la sangre, o sea, los hombres dados a los vicios y a los placeres no poseerán el Reino de Dios. Y así es como se entiende la palabra carne, o sea, el hombre que vive carnalmente: Mas vosotros no estáis en la carne (Rm 8,9). O también: Carne y sangre, o sea, las obras de la carne y de la sangre no poseerán el Reino de Dios, lo cual va contra judíos y sarracenos, que imaginan que después de la resurrección tendrán mujeres y rios de miel y de leche. O también: La carne y la sangre, o sea, la corrupción de la carne y de la sangre no poseerán el Reino de Dios, esto es, después de la resurrección el cuerpo no estaré sujeto a la corrupción de carne y sangre, conforme a la cual vive el hombre. Y conforme a esto agrega: Ni la corrupción puede poseer la in-corruptibüidad, esto es, ni la corrupción de la mortalidad, que aquí se expresa con el nombre de carne, poseera la incorrupción, o sea, el reino incorruptible de Dios, porque resucitaremos en gloria. La misma crea-tura sera liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Rm 8,21).


Aquino: I Corintios 68