Catequesis sobre el Jubileo del Ańo 2000 (1996)

1. Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Seńor.

2. Jesús es el Seńor

3. Sin mí no podéis hacer nada

4. Id también vosotros a mi vińa

UN AÑO DE GRACIA DEL SEÑOR

Primera Catequesis: Torrebaja, 12 de Mayo de 1996

Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

Celebración de la Palabra

Canto de Entrada: SOIS LA SEMILLA

Sois la semilla que ha de crecer,

sois estrella que ha de brillar.

Sois levadura, sois grano de sal,

antorcha que ha de alumbrar.

Sois la mañana que vuelve a nacer,

sois espiga que empieza a granar.

Sois aguijón y caricia a la vez,

testigos que voy a enviar.

ID AMIGOS POR EL MUNDO,

ANUNCIANDO EL AMOR,

MENSAJEROS DE LA VIDA,

DE LA PAZ Y EL PERDON.

SED AMIGOS, LOS TESTIGOS

DE MI RESURRECCION,

ID LLEVANDO MI PRESENCIA,

CON VOSOTROS ESTOY.

Lectura del profeta Isaías (12, 1-6)

Te doy gracias, Señor, porque estabas airado contra mí, pero ha cesado tu ira y me has consolado.

Él es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

Aquel día diréis: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: "Qué grande es en medio de ti el santo de Israel".

Palabra de Dios

Salmo Responsorial 88, 2-38

Las misericordias del Señor sobre la casa de David

Misericordias Domini in aeternum cantabo

Cantaré eternamente

las misericordias del Señor,

anunciaré tu fidelidad

por todas las edades.

Porque dije:

"Tu misericordia es un edificio eterno,

más que el cielo has afianzado tu fidelidad".

Sellé una alianza con mi elegido,

jurando a David, mi siervo:

"te fundaré un linaje perpetuo,

edificaré tu trono para todas las edades".

El cielo proclama tus maravillas, Señor,

y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.

¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?

¿Quién como el Señor entre los seres divinos?

Misericordias Domini in aeternum cantabo

Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;

tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;

tú has creado el norte y el sur,

el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:

caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;

tu nombre es su gozo cada día,

tu justicia es su orgullo.

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán

por mi nombre crecerá su poder:

extenderé su izquierda hasta el mar,

y su derecha hasta el Gran Río.

Misericordias Domini in aeternum cantabo

El me invocará: "Tú eres mi padre,

mi Dios, mi Roca salvadora";

y lo nombraré mi primogénito,

excelso entre los reyes de la tierra.

Le mantendré eternamente mi favor,

y mi alianza con él será estable;

le daré una posteridad perpetua

y un trono duradero como el cielo".

Misericordias Domini in aeternum cantabo

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a Tito (2, 11-14)

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo.

Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (5, 13-16)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo".

Palabra del Señor

Catequesis

Reunión de grupo

Puesta en común

Preces

CANTO FINAL: HOMBRES NUEVOS

Danos un corazón grande para amar.

Danos un corazón fuerte para luchar.

Hombres nuevos, creadores de la historia,

constructores de nueva humanidad.

Hombres nuevos que viven la existencia

como riesgo de un largo caminar.

Hombres nuevos, luchando en esperanza,

caminantes, sedientos de verdad.

Hombres nuevos, sin frenos ni cadenas,

hombres libres que exigen libertad.

Hombres nuevos, amando sin fronteras,

por encima de razas y lugar.

Hombres nuevos, al lado de los pobres,

compartiendo con ellos techo y pan.

Catequesis

El Jubileo se nos ofrece como un año de gracia del Señor.

El Señor nos llama a vivir este tiempo de gracia.

Dios nos ama, nos invita a profundizar en este amor.

Año 2000: la Iglesia nos invita a celebrar el Gran Jubileo.

Itinerario de fe que la Iglesia nos propone hasta el año 2000.

1997: Jesucristo, es el único Señor, el Maestro, el único Salvador.

Virtud de la fe. Sacramento del Bautismo.

Fomentar el deseo de santidad en los fieles.

Presentar a María como modelo de fe vivida.

Realizar en las parroquias Catequesis sistemáticas sobre Jesucristo.

Proponer una vuelta a la Sagrada Escritura.

1998: Espíritu Santo.

Virtud de la esperanza. Sacramento de la Confirmación.

Carismas como acción del Espíritu. Presencia y acción del Espíritu en la Iglesia.

Valor de la unidad. Responsabilidad y obediencia eclesial.

Presentar a María como mujer del silencio que escucha a Dios.

1999: Dios Padre.

Virtud de la caridad. Sacramento de la Penitencia.

Conversión, opción por los pobres. Confrontación con el secularismo.

Presentar a María como modelo de amor.

2000: Gran Jubileo. Año eucarístico.

Situación del hombre de hoy: mucha gente vive insatisfecha, desesperada, frustrada.

Las idolatrías del hombre de hoy son: dinero, poder, placer, prestigio, ambición...

Mucha gente busca falsos salvadadores y se refugia en falsos paraísos: alcohol, droga, sexo...

Cuando el hombre se aleja de Dios, va a la muerte.

En la vida experimentamos huellas, sombras del pecado, por ejemplo: ausencia de Dios, ataques a la dignidad humana, indiferencia religiosa, materialismo, crisis de valores, crisis de la familia, egoísmo, corrupción, individualismo...

También en el interior de la Iglesia, vemos sombras del pecado, un cierto "alejamiento del Señor": fe demasiado teórica, querer un evangelio "a la carta", no ser luz ni sal, no transmitir la vida cristiana en la familia, no formar auténticas comunidades cristianas, querer que las parroquias sean "oficinas de servicios".

El hombre tiene necesidad de la salvación.

Ha aparecido la gracia de Dios: Jesucristo, el Señor.

Gratuidad de la salvación. Grandeza y radicalidad del amor de Dios.

Dios nos ama incondicionalmente. No deja de amarnos nunca.

Necesidad de abrir el oído y el corazón al Señor.

Sólo Él puede salvarnos.

La fe no es una teoría, es una vida, es una historia de amor, como historia de salvación.

Dios nos busca. ¿Qué hemos de hacer?

Trabajo en grupos

Hemos escuchado al Señor que nos ha hablado especialmente por medio de su Palabra. También nos ha hablado a través de las palabras sencillas y humildes del catequista. Ahora es el momento de compartir, de hacer aflorar lo que hay en nuestro corazón, de comunicar y compartir con los demás aquello que el Señor ha suscitado en nosotros, para compartir vivencias y comprometernos en acciones concretas que nos ayuden a llevar a la vida todo lo que el Señor hoy nos regala.

1. ¿Qué es para tí el Jubileo del Año 2000? ¿Crees que es realmente un tiempo de gracia? ¿Va a ser un acontecimiento importante en tu vida? ¿Lo deseas? ¿Qué signos del amor de Dios descubres en tu vida diaria para darle gracias a Dios?

2. ¿Qué signos de insatisfacción descubres en la gente de tu alrededor? ¿Qué idolatrías descubres en ellos?

3. ¿Sientes necesidad de Dios en tu vida? ¿Cómo la sientes? ¿Crees que puedes vivir tú sólo, sin Dios? ¿Qué dificultades encuentras para poder vivir una relación de amor con Dios?

4. ¿Crees que vale la pena acoger y preparar en nuestro arciprestazgo los objetivos y acciones que nos propone la Iglesia para el año 1997? ¿Qué podríamos hacer? ¿Qué acciones concretas podríamos hacer aquí para acoger la Catequesis sobre Jesucristo y la vuelta a la Sagrada Escritura?

Segunda Catequesis: Vallanca, 2 de Junio de 1996

Jesús es el Señor

Lectura del profeta Isaías (42, 1-9)

Así dice el Señor: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas".

Palabra de Dios

Salmo 46

El Señor es rey de todas las cosas

No adoréis a nadie,

a nadie más que a El. (bis)

No adoréis a nadie, a nadie más. (bis)

No adoréis a nadie,

a nadie más que a El. (bis)

Pueblos todos, batid palmas,

aclamad a Dios con gritos de júbilo;

porque el Señor es sublime y terrible,

emperador de toda la tierra.

El nos somete los pueblos

y nos sojuzga las naciones;

El nos escogió por heredad suya:

gloria de Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones;

el Señor, al son de trompetas:

tocad para Dios, tocad,

tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo:

tocad con maestría.

Dios reina sobre las naciones,

Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen

con el pueblo del Dios de Abrahán;

porque de Dios son los grandes de la tierra,

y El es excelso.

No adoréis a nadie,

a nadie más que a El. (bis)

No adoréis a nadie, a nadie más. (bis)

No adoréis a nadie,

a nadie más que a El. (bis)

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos (10, 8-15)

Hermanos: la Escritura dice: la palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás.

Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: nadie que cree en Él quedará defraudado. Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan.

Pues todo el que invoca el nombre del Señor se salvará. Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo si no creen en Él?, ¿cómo van a creer si no oyen hablar de Él?, ¿y cómo van a oír sin alguien que proclame?, ¿y cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: Que hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12)

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Palabra del Señor

Catequesis

- Vale la pena prepararnos para la celebración del Jubileo del 2000, vale la pena aprovechar este tiempo de gracia que el Señor nos regala.

- Hoy estamos aquí para hablar de Jesucristo, el Señor, o mejor, para encontrarnos con Él.

- ¿Quién dicen los hombres que es Jesucristo? ¿Quién dices tú que es Jesucristo? ¿Quién es Él para tí, qué significa en tu vida?

- Jesucristo es el único Señor, el único Maestro, el único Salvador. Él es el más bello de los hombres.

- Jesucristo divide la historia de la humanidad en dos: antes y después de él. ¿Y tu vida? ¿Ha dividido Cristo ya tu vida en dos, antes y después de encontrarte con Él?

- Jesucristo nos muestra a un Dios que nos busca para manifestarnos su amor y vivir la aventura de la fe.

- La fe no es una teoría. La fe es una vida, es una historia de amor, una historia de salvación entre Dios y nosotros.

- Cristo nos anuncia la Buena Noticia: nos anuncia al hombre nuevo, el hombre de las bienaventuranzas.

- El hombre quiere ser feliz. Por los caminos del mundo no encuentra la felicidad. La felicidad sólo la alcanzamos en Dios. Sólo Dios puede llenar nuestro corazón.

- La escala de valores del mundo choca con la escala de valores del Evangelio.

- Encontramos en el mundo de hoy una gran indiferencia religiosa. En parte es porque no somos luz ni sal, porque tenemos una fe demasiado infantil.

- La Buena Noticia es buena ayer, hoy y siempre. Jesucristo nos ha dicho: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".

- Dios es el único que puede darnos la salvación.

- Pobreza de espíritu. Pobre es el que no se basta a sí mismo: el que necesita del otro, de su ayuda. El pobre es y se reconoce limitado, impotente. No tiene asegurado el mañana. Confía, espera, se abre a la misericordia y al amor de Dios, realidades de las que no puede dudar. Sólo los pobres pueden recibir el don de Dios. Porque el Reino es un don gratuito de Dios y sólo los indigentes lo buscan; únicamente los "pobres" piden y acogen la salvación.

- Ser sufridos. Sufridos son los que vencen en sí mismos la ira y la violencia. Los que no creen en la fuerza, ni menos la emplean para imponerse a los demás. Hay una "mansedumbre" que es cobardía e indulgencia con el mal: no es cristiana. Pero hay una mansedumbre que es la renuncia voluntaria a hacer valer su derecho por sus propias fuerzas. Esta es "conocimiento de Dios" y seguridad de que estando todo en sus manos, hará valer su derecho cuando Él quiera. La mención de los "pobres" y de los "sufridos" sugiere una actitud del alma: la paciente humildad interior.

- Tener hambre y sed de justicia. La justicia tiene una enorme resonancia religiosa: no se trata de la justicia de los hombres -tantas veces injusta- sino de la justicia de Dios, de la voluntad de Dios. Hambriento y sediento de justicia está el que desea con ardor que se implante en el mundo el orden querido por Dios, tal como lo revela Jesús. Y hace de él su forma de vida; y lucha para implantarlo a su alrededor.

- Ser misericordioso. Ser misericordioso es ser capaz de sentir como propias las miserias y dificultades del hermano. El misericordioso se compadece, se preocupa por los demás; no se encoge de hombros ante el dolor ajeno.

- Ser limpio de corazón. Ser limpio de corazón es tener rectitud, sencillez, transparencia, dejar pasar la luz de Dios. Tal limpieza brota del interior. Permite distinguir con profundidad a Dios. Y le refleja. Es signo de El. El limpio de corazón ignora los prejuicios contra personas o situaciones. Se abre a la verdad donde ésta se encuentre y la diga quien la diga. El limpio de corazón hace coincidir su obrar con la intención que le mueve a ello. No hay desajuste entre el interior y el exterior.

- Trabajar por la paz. Paz es orden, perfección, acabamiento. Es el don de Dios por excelencia. La verdadera paz sólo la da Dios. Jesús, Mesías humilde, la estableció en la tierra. Pero también el hombre debe trabajar día a día para establecerla. El camino es obrar en derecho y en justicia. Si no hay justicia no puede haber paz verdadera. Y viceversa. Esta bienaventuranza y la de los misericordiosos sitúan al hombre frente al prójimo necesitado de ayuda. Reconciliar a los hombres entre sí es trabajar por la paz. Entre los más necesitados de "reconciliación" no son ciertamente los últimos los esposos y amigos que han reñido. Por eso prestan un inestimable servicio a la comunidad quiénes trabajan por restablecer la unidad y la paz entre ellos.

- Ser perseguido por causa de la justicia. Es ser perseguido por guardar la justicia. Es decir, por observar un tipo de vida caracterizado por la generosidad y fidelidad a la voluntad de Dios. El justo irrita con su proceder al que no lo es. Por eso será atacado y perseguido.

Trabajo en grupos

1º ¿Quién es Jesucristo para tí? ¿Qué significa, que "pinta" en tu vida?

2º ¿Qué "otras voces", de "otros señores", resuenan en el mundo de hoy? ¿Cómo podemos hacer que resuene mejor la voz de Jesucristo?

3º ¿Qué significa para tí "ser discípulo" de Jesucristo? ¿Qué dificultades encuentras a la hora de seguir a Jesús?

4º Comentad las Bienaventuranzas. Comparadlas con la escala de valores del mundo. ¿Cómo pueden ser las Bienaventuranzas una "Buena Noticia"? ¿Se ha hecho realidad concreta esta Buena Noticia alguna vez en tu vida? ¿Sobre qué Bienaventuranzas habría que insistir hoy más en nuestras parroquias?

Tercera Catequesis: Castielfabib, 23 de Junio de 1996

Sin mí no podéis hacer nada

Lectura del profeta Isaías (43, 1-5. 19-20)

Y ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob; el que te formó, Israel: No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo, la corriente no te anegará; cuando pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará. Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador.

Como rescate tuyo entregué a Egipto, a Etiopía y a Sabá a cambio de ti; porque te aprecio y eres valioso y yo te quiero, entregaré hombres a cambio de ti, pueblos a cambio de tu vida: no temas, que contigo estoy yo.

Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo; me glorificarán las fieras salvajes, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi elegido.

Palabra de Dios

Salmo 4

Nada te turbe, nada te espante,

quien a Dios tiene nada le falta.

Nada te turbe, nada te espante,

sólo Dios basta.

Escúchame cuando te invoco,

Dios, defensor mío;

tú que en el aprieto me diste anchura,

ten piedad de mí y escucha mi oración.

Y vosotros,

¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,

amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?

Sabedlo:

el Señor hizo milagros en mi favor,

y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

Temblad y no pequéis, reflexionad

en el silencio de vuestro lecho;

ofreced sacrificios legítimos

y confiad en el Señor.

Hay muchos que dicen:

"¿Quién nos hará ver la dicha,

si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?"

Pero tú, Señor,

has puesto en mi corazón más alegría

que si abundara en trigo y en vino.

En paz me acuesto

y en seguida me duermo,

porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

Nada te turbe, nada te espante,

quien a Dios tiene nada le falta.

Nada te turbe, nada te espante,

sólo Dios basta.

Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios (4, 7-10. 16-18)

Hermanos: Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria es de Dios y no viene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; paseamos continuamente en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se transparente en nuestro cuerpo.

Por esta razón no nos acobardamos; no, aunque nuestro exterior va decayendo, lo interior se renueva de día en día; porque nuestros sufrimientos momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna, una gloria que las sobrepasa desmesuradamente; y nosotros no ponemos la mira en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (15, 1-7)

En aquel tiempo dijo Jesús: Yo soy la vid verdadera, mi Padre es el labrador. Todo sarmiento mío que no da fruto lo corta; los que dan fruto los limpia para que den más. Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado.

Seguid conmigo, que yo seguiré con vosotros. Si un sarmiento no sigue en la vid, no puede dar fruto solo; así tampoco vosotros, si no seguís conmigo. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que sigue conmigo y yo con él es quien da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no sigue conmigo, lo tiran como a un sarmiento y se seca; los recogen, los echan al fuego y los queman. Si seguís conmigo y mis palabras siguen con vosotros, pedid lo que queráis que se cumplirá.

Palabra del Señor

Catequesis

Dios nos ama. Y nos ama más que nadie. Nos ama con locura. La fe es una historia de amor: la historia del amor que Dios nos tiene y de nuestra respuesta a este amor.

La fe no es una teoría, sino una vida. El amor no se "sabe", el amor se vive. Por ello la fe es una vida, una historia de amor entre Dios y nosotros, y una historia que hay que vivir cada día.

La fe, como historia de amor, está llamada a ser historia de salvación. Ello dependerá de la respuesta que le demos a Dios. Pero Él, que nos ama más que nadie, quiere nuestra salvación, quiere nuestra felicidad.

La fe es un camino que finalizará cuando lleguemos a la vida eterna. Nuestra vida no está hecha. La vida está "viva", y, por tanto cada día vamos creciendo, vamos madurando, vamos avanzando en nuestro peregrinar hacia la vida eterna.

En este caminar hacia la vida eterna tenemos conciencia de nuestra debilidad. Tenemos conciencia de que llevamos el tesoro en vasijas de barro. Tenemos conciencia de que somos pecadores, de que nos cuesta mucho permanecer fieles al Señor.

Tenemos conciencia de que sólo con nuestras fuerzas no podemos avanzar en el camino: Necesitamos al Señor. Sin mí no podéis hacer nada, hemos escuchado. Si queremos ser nosotros los "señores" de nuestra vida, estarnos abocados al fracaso. Necesitamos abrirnos al Señor, y dejar que sea Él quien lleve nuestra vida, y el que la lleve por dónde Él quiera llevarla.

Sin embargo, Dios no se escandaliza de nuestros pecados. Dios nos ama como somos. Él ha venido a salvar a los pecadores. Son los enfermos los que necesitan al médico. El Señor ha dado la vida por nosotros, y en el Reino de los Cielos hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que ya están convertidos.

También tenemos conciencia de que no podemos caminar solos. Necesitamos a los demás. Necesitamos a la Iglesia. La Iglesia es el pueblo de Dios, que camina hacia la vida eterna teniendo a Jesucristo como único Señor y único Maestro.

La Iglesia es madre y maestra. Ella nos transmite la fe y la vida de Dios. Ella nos ama, nos educa, nos corrige y nos cuida. Como hace una madre con sus hijos. Por ello, no es tanto la Iglesia la que nos necesita a nosotros como nosotros los que necesitamos a la Iglesia. Como decía San Cipriano de Cartago: "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre".

Y hemos de amar a la Iglesia. Porque es un gran regalo que el Señor nos ha hecho. ¡Dichosos nosotros que la tenemos! ¡Dichosos nosotros que estamos en ella por la gracia de Dios! El demonio nos invita a luchar contra la Iglesia, y muchas veces lo hace fomentando entre nosotros la murmuración, el juicio y la división. Hemos de luchar contra esas tentaciones. Todos somos pecadores. Sólo Dios es santo. Entre nosotros hemos de vivir en la caridad, en la misericordia.

También tenemos conciencia de que el camino es largo y nuestras fuerzas flaquean, y que, por tanto, hemos de cuidarnos y alimentarnos. Tenemos conciencia de que hemos de cuidar ese tesoro que el Señor nos ha dado. Hemos de cuidar nuestra fe, nuestra vida espiritual. Porque el amor, si no se cuida con cariño, poco a poco se va apagando, se va muriendo.

Hoy el Señor nos ha dicho: Sin mi no podéis hacer nada. El Señor nos invita a cuidar la historia de amor entre Él y nosotros, a cuidar nuestra vida espiritual. ¿Cómo hemos de cuidar este tesoro?

Viviendo la presencia y el "señorío" de Dios en nuestra vida. Es decir, viviendo cada día la fe como la fuente de la vida. Teniendo a Dios en el centro de la vida. Tratando de hacer siempre su voluntad. Descubriendo su presencia amorosa en los acontecimientos de cada día, incluso en aquellos que no comprendemos. Dejando que sea Él el Señor de nuestra vida, es decir, el que la lleva por donde quiere. Vivir abandonados en su amor y en su cuidado: Él nos ama más que nadie.

Viviendo una vida de amistad, de intimidad con el Señor. Necesitamos rezar. La oración es fundamental en la vida de fe. Un amor "incomunicado" es un amor destinado a la muerte. Necesitamos una comunicación intensa y fluida con Aquél que sabemos que nos ama. Por ello, para cuidar el tesoro de la fe necesitamos orar. Y necesitamos una oración hecha vida, una oración constante, una oración que se apoya en la presencia amorosa de Dios. Una oración completa, que unas veces pide, otras alaba, otras agradece, otras suplica... pero todas confía y descansa en el amor de Dios.

Tratando de descubrir la voluntad del Señor. Porque también nuestro alimento es hacer la voluntad del Padre. Por ello, para cuidar el tesoro de la fe, necesitamos escuchar y meditar la Palabra de Dios. Porque en el mundo resuenan muchas voces que tratan de confundirnos. Por ello hemos de acudir a escuchar la voz del Señor, para poder seguir con fidelidad al único Maestro: Jesucristo.

Buscando el alimento que perdura. Buscando el alimento que sacia. Tratando de encontrarnos con el Señor en la Eucaristía, el pan de la vida con el que el Señor nos alimenta y fortalece en nuestro caminar hacia la vida eterna. Celebrando en la Iglesia la fiesta del banquete del Señor en el que los que confesamos que Jesús es el Señor nos reunimos en torno a la mesa del Pan y la mesa de la Palabra para encontrarnos con el Señor.

Buscando la reconciliación con el Señor. Acercándonos confiadamente al sacramento de la Penitencia cuando descubrimos la realidad del pecado en nuestra vida. Confiando siempre en la misericordia del Señor, que nos ama en nuestra debilidad, que ha venido a salvar lo que estaba perdido, viviendo siempre en actitud de conversión, viviendo siempre la alegría del perdón.

Viviendo la comunión eclesial. Porque no estamos solos, sino que formamos un pueblo: el pueblo de Dios, pastoreado por el Señor, el Buen Pastor que ha dado la vida por las ovejas. Es fundamental vivir en la comunión eclesial, porque su voluntad es que haya un sólo rebaño y un sólo pastor. Por ello, por encima de las diferencias personales, hemos de buscar la unidad en la caridad, guiados y presididos siempre por los pastores que el Señor nos ha dado como un don. Por ello, hemos de amar a la Iglesia. Y la hemos de amar como es. Porque ella es madre y maestra. En ella recibimos la fe, y en ella el Señor se nos da en la Palabra y en los Sacramentos.

Viviendo como Jesucristo, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. La fe no es una teoría, sino una vida. Y la vida se vive. Y se vive como la vivió Jesucristo, teniéndole a Él como único modelo, viviendo como vivió Él. Siendo para el mundo signos de la Buena Noticia de la salvación. Danto testimonio, en medio de un mundo corruputo y egoísta, de que el amor es posible, y no sólo de que es posible, sino dando testimonio de que la vida según el modelo de Cristo es el camino de la felicidad.

Y viviendo toda la vida con una gran confianza en el amor de Dios. Descansando en ese amor que Él nos tiene. Tratando de vivir cada día la vida nueva de los hijos de Dios, teniendo sus mismos sentimientos y actitudes, hasta que alcancemos la meta de la fe: la vida eterna.

Trabajo en grupos.

1 A lo largo de toda tu vida, ¿has experimentado el crecimiento de tu fe? Tu fe hoy ¿está igual que hace veinticinco años? ¿En qué ha cambiado? ¿Qué diferencias notas? ¿Qué cosas te han ayudado a crecer en la fe? ¿Cuáles te han estorbado? ¿Tratas de buscar cosas que te ayuden a crecer en la fe? ¿Como definirías hoy la situación de tu fe?

2 En tu vida cotidiana, ¿has tenido experencia de la debilidad? ¿Has experimentado que sólo con tus fuerzas no puedes vivir? ¿Has visto en acontecimientos concretos de tu vida como la fuerza del Señor te ha rescatado de la debilidad, te ha hecho fuerte?

3 ¿Es importante la Iglesia en tu vida de fe? ¿Te sientes Iglesia? ¿Has descubierto la necesidad de los sacramentos? ¿Qué dificultades encuentras para vivirlos? ¿Cómo puedes mejorar su vivencia? ¿Cuál es tu experiencia de oración? ¿Qué dificultades encuentras en ella? ¿Qué podrías hacer para mejorar tu vida espiritual? ¿Qué sugieres que hagamos a nivel arciprestal para mejorar nuestra vivencia de la fe?

Cuarta Catequesis: Ademuz, 14 de Julio de 1996

Id también vosotros a mi viña

Lectura del profeta Isaías (61, 1-5)

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, el día del desquite de nuestro Dios, para consolar a los afligidos, los afligidos de Sión; para cambiar su ceniza en corona, su traje de luto en perfume de fiesta, su abatimiento en cánticos. Vosotros os llamaréis "Sacerdotes del Señor", dirán de vosotros: "Ministros de nuestro Dios".

Palabra de Dios

Salmo 77

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,

inclina el oído a las palabras de mi boca:

que voy a abrir mi boca a las sentencias,

para que broten los enigmas del pasado.

Lo que oímos y aprendimos,

lo que nuestros padres nos contaron,

no lo ocultaremos a sus hijos,

lo contaremos a la futura generación:

las alabanzas del Señor, su poder,

las maravillas que realizó;

porque él estableció una norma para Jacob,

dió una ley a Israel.

El mandó a nuestros padres

que lo enseñaran a sus hijos,

para que lo supiera la generación siguiente,

los hijos que nacieran después.

Que surjan y lo cuenten a sus hijos,

para que pongan en Dios su confianza

y no olviden las acciones de Dios,

sino que guarden sus mandamientos;

para que no imiten a sus padres,

generación rebelde y pertinaz;

generación de corazón inconstante,

de espíritu infiel a Dios.

Los arqueros de la tribu de Efraín

volvieron la espalda en la batalla;

no guardaron la alianza de Dios,

se negaron a seguir su ley,

echando en olvido sus acciones,

las maravillas que les había mostrado,

cuando hizo portentos a vista de sus padres,

en el país de Egipto, en el campo de Soán:

hendió el mar para darles paso,

sujetando las aguas como muros;

los guiaba de día con una nube,

la noche con el resplandor del fuego;

hendió la roca en el desierto,

y les dió a beber raudales de agua;

sacó arroyos de la peña,

hizo correr las aguas como ríos.

Lo adulaban con sus bocas,

pero sus lenguas mentían:

su corazón no era sincero con él,

ni eran fieles a su alianza.

El, en cambio, sentía lástima,

perdonaba la culpa y no los destruía:

una y otra vez reprimió su cólera,

y no despertaba todo su furor;

acordándose de que eran de carne,

un aliento fugaz que no torna.

Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo (1, 11-12)

Querido hermano: De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quien me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (20, 1-7)

En aquel tiempo dijo Jesús: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:

Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde y enonctró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña.

Palabra del Señor

Catequesis

- La misión es una invitación personal que el Señor nos hace a todos. Nos llama a ser sus testigos en el mundo, nos llama a ser misioneros.

- Debemos preguntarnos el porqué de esta llamada.

- La Iglesia, o es misionera o no es Iglesia. Nosotros somos pueblo de Dios. Debemos anunciar, testimoniar y proclamar nuestra fe. Si ésta no se comunica, muere. La fe, como la caridad, aumenta en la medida en que se comparte. La misión y la santidad van unidas.

- El misionero es el hombre que realiza un viaje de fe al encuentro del hermano. Por tanto, el misionero debe salir y dejar.

- ¿A dónde debe ir? La viña es inmensa, es el mundo. La realidad de cada día es la que hay que santificar, transformar y vivir desde Cristo. La santidad es vivir la caridad, uniendo la fe y la vida. Hay un terreno inmenso que cultivar: la familia, la educación, la política, la diversión, el trabajo...

- Cada uno está llamado a santificarse en una realidad propia y concreta, pero hay un lugar en la viña que es privilegiado, y al que seguro que todos somos invitados: el mundo de la pobreza y el sufrimiento. Hemos de ser testigos de un Cristo vivo en medio de tanta muerte; ser cristiano es aprender a descubrir el rostro de Cristo en el hermano pobre, abandonado, enfermo, en la cara del que no me saluda, en el rostro de los excluidos.

- Nuestro trabajo como misioneros tiene su fuerza y alimento en la comunión eclesial, en el seno de la Iglesia, y es tarea de todos comprometernos para que nuestras comunidades parroquiales sean signo del Reino de Dios.

- Como seglares, debemos participar en lo que la parroquia nos ofrece para formarnos; debemos vivir la fe y evangelizar; debemos motivar nuestras comunidades, proponer acciones que mantengan dinámica, en marcha, a la Iglesia. La Iglesia no es un refugio cómodo que nos aleja de la realidad, sino que estamos llamados a ser la conciencia del mundo, un signo profético.

- ¿Cómo realizar la misión? A la manera de Cristo. Cuando queremos actuar en nombre propio y proclamarnos a nosotros mismos, fracasamos. Ya en la primera catequesis analizamos el mundo en que vivimos y sabemos que sólo en el nombre de Cristo podemos cambiarlo. No podemos actuar solos, somos enviados por la Iglesia a proclamar la Buena Noticia, a los que están cerca y a los que están lejos.

- Ser misionero es ser un instrumento, ser un siervo inútil. Ser misionero es un regalo y una bendición.