LA MORAL MARIANA

¿POR QUE UNA MORAL MARIANA? (inicio)

Mediante la fe creemos en las verdades que Dios nos ha manifestado. Pero no basta creer, si el cristiano no acomoda la conducta de su vida a la práctica de las verdades que su entendimiento ha captado. Porque el hombre debe tender a Dios con todo su ser, y por tanto, no solamente conociéndolo, sino amámdolo y demostrándole su amor con las buenas obras.

Por lo tanto, es preciso que el cristiano que cree en los misterios de María debe también vivir una vida cristiana conforme a esas verdades: de ahí la razón para que verdaderamente exista una moral mariana.

MARÍA EN LA VIDA CRISTIANA (inicio)

Decimos que Jesucristo Nuestro Señor vino al mundo "para salvarnos y darnos ejemplo".

María, la Madre del Dios redentor, no podía ser ajena a esta doble corriente que hay entre Jesús y nuestras almas. Ella, junto con Jesús y nuestras almas. Ella, junto con Jesús y en dependencia de El, cooperó en nuestra redención y sigue cooperando en el gran misterio de la gracia en su aplicación a nosotros, como medianera y madre espiritual nuestra. Además es nuestro modelo de vida, un espejo de virtudes en el que ha de mirarse quien quiera ser verdadero discípulo del Evangelio.

MARÍA, EJEMPLAR DE VIRTUDES (inicio)

El primero y principal modelo para imitar es Jesucristo Nuestro Señor. Y después de él ninguno está tan al alcance de Dios y de los hombres como su santísima Madre, dechado de toda rectitud. Por eso debemos conocerla y estudiarla, no solamente en sus misterios, como ya lo hemos hecho, sino también en su vida, ya que ella es la traducción visible de esa gracia invisible de Dios en ella. Para conocer la persona y las virtudes de la Virgen, hay que acudir a los datos que de ella nos proporcionan los libros sagrados, de manera especial los evangelistas San Lucas y san Juan, así como también a los escritos de los santos Padres y a las buenas biografías de Nuestra Señora.

VIRTUDES TEOLOGALES DE MARÍA (inicio)

Las virtudes cristianas pueden ser naturales y sobrenaturales; teologales y morales.

Son virtudes teologales la fe, la esperanza y la caridad.

La fe es la primera virtud necesaria para ser cristianos. Solo Dios puede infundirla. Y sin ella no podemos pertenecer a la Iglesia ni agradar a Dios.

La Virgen Santísima nos enseña a creer firme y sumísamente los misterios de Dios. Ella recibió con la más sencilla y profunda fe el mensaje de la Encarnación que, en términos humanamente imposibles, se le proponía para ser realizada en sus purísimas entrañas. Por esta misma fe fue alabada por su prima Isabel en los siguientes términos:

" Bienaventurada la que ha creído que se cumplirán las cosas que se le han dicho de parte del Señor! "

La fe de María la llevó a cumplir fielmente con su excelsa misión, viendo en cada momento de ella, en un humilde niño de familia, al Verbo de Dios encarnado. Mediante esta misma fe "guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2, l9). Por eso la Iglesia en las letanías invoca como "Virgen fiel". La fe profunda, humilde y sencilla de María nos enseña también a nosotros a creer con la sencillez de quien quiere ser enseñado por Dios, y a no penetrar en los misterios que Dios revela, pero cuya comprensión tiene reservada para probar el rendimiento de nuestro entendimiento.

LA ESPERANZA DE MARÍA (inicio)

La esperanza fue una virtud muy propia del pueblo de Israel, que por largos siglos vivió en la expectativa del Mesías.

El gran ejemplo de esperanza de la Virgen lo encontramos, ante todo en el momento de su augusta soledad, después de la muerte del Señor. Ella, segura de las promesas reiteradas de Jesús de que había de resucitar, y segura como nadie del auténtico valor de la Redención, y del mensaje de Jesús, sufrió la amargura de su desolación en medio de la esperanza sobrenatural del triunfo de su Hijo divino sobre la muerte, sobre el pecado y aun sobre la perfidia de los suyos.

La Virgen Madre de Dios invita a todos los cristianos a seguir el ejemplo de su esperanza a las promesas divinas, a pesar de los aparentes fracasos que la vida cristiana, ante la creciente corrupción, pudiera hacer ver. Uno de los más frecuentes motivos de devoción a María es precisamente la esperanza y la inmensa confianza que su valimiento infunde en medio de las dificultades de la vida terrena. Al saludarla en la "Salve" como "Esperanza nuestra", debemos pedirle no solamente que ella sea nuestra esperanza, sino también que nos enseñe a imitar su inquebrantable confianza en las promesas divinas; asimismo en la oración del Avemaría el cristiano pone su esperanza en Ella para que sea su intercesora "ahora y en la hora de nuestra muerte".

LA CARIDAD EN NUESTRA SEÑORA (inicio)

La caridad es la virtud por excelencia del cristianismo. Comprende el amor sobrenatural a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. Sin caridad no existen las demás virtudes y, faltando ella, cualquier obra por buena que pareciese sería de ningún valor.

La caridad resplandece en la vida de Nuestra Señora, compañera inseparable del Señor en el gran misterio del amor, que es la Redención de la humanidad; Ella llena de gracia debía tener la medida más colmada de caridad; la maternidad divina y la maternidad espiritual sobre nosotros, es obra toda de amor así como sus manifestaciones como abogada e intercesora.

Ese amor a la humanidad la llevó a la entrega de su Hijo adorable para que fuese ofrecido en sacrificio, y ella misma, en su íntima participación en el martirio de Jesús, da el supremo testimonio de amor.

La compasión y la misericordia son también manifestaciones del amor, en cuanto se pone en contacto con las miserias de aquellos a quienes ama. Y el ejemplo de compasión y misericordia más admirable que pueda darse, lo tenemos en Nuestra Señora que sufre junto con Jesús al pie de la cruz, así como en el augusto momento de su soledad, por amor a la humanidad caída. La "Madre Amable", "Madre de Misericordia", son expresiones pleonásticas que la confianza filial de los cristianos dirige a Nuestra Señora, para que vuelva a nosotros "sus ojos misericordiosos."

LAS VIRTUDES MORALES DE LA VIRGEN (inicio)

Las virtudes morales se ocupan de ordenar las costumbres. De ellas hay cuatro que, por ser el fundamento y resumen de las demás, son llamadas "cardinales": la PRUDENCIA, la JUSTICIA, la FORTALEZA, y la TEMPLANZA.

La Santísima Virgen tuvo una PRUDENCIA en grado eminente, bien porque en su plenitud de la gracia le fue infundida, junto con los hábitos de las demás virtudes, bien, ante todo, porque ella ordenó todos sus actos y dirigió todo cuanto obró según las normas y leyes de la razón y de la fe, de manera que no se apartó de ellas ni en el más mínimo detalle. Por este motivo la Iglesia la llama "Virgen prudentísima". Ejemplo admirable de la prudencia de la Virgen es su conducta en el misterio de la Anunciación, en el que se dice que "María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo" (Lc l, 29). Prudencia admirable que la llevó a hacer más consciente y libre de toda precipitación la acogida y aceptación del mensaje divino.

La JUSTICIA de María es comparable solamente a la justicia de Jesucristo. Con El y por nosotros, como Compañera del Redentor, ofreció el sacrificio a la divina justicia, por los pecados del mundo, para la redención de los hombres. Consagrada a Dios por religión, que es parte de la justicia, obediente a los designios de Dios, humilde hasta considerase esclava del Señor que la elegía para Madre suya, penitente hasta el martirio sin tener pecados propios que satisfacer, por ello la Iglesia la llama "Espejo de Justicia". En este espejo ha de mirarse el que quiera cumplir fielmente la Ley de Dios y llegar a ser "justo."

La FORTALEZA de la Virgen nos hace admirar su firmeza de ánimo ante las estrecheces y dificultades de la vida pobre que le correspondió en ese mundo. Y sobre todo por la entereza con que se manifiesta acompañando al Señor en la Pasión. La culminación de la fortaleza es el martirio que es al mismo tiempo la máxima manifestación de la caridad divina. Y el martirio de María, aunque no en su cuerpo, sí en su corazón y en su alma, fue de tal suerte, que la Iglesia la llama "Regina Martyrum", "porque padeció más y con mayor generosidad los dolores interiores que los verdaderos mártires sus tormentos exteriores".

La TEMPLANZA de María brilla de manera especialísima en su virginidad, en su modestia, en su sencillez, en su vida mortificada, en fin, en todas aquellas virtudes que rodean su pureza virginal, y que en su vida práctica se traducen en la más recta y admirable moderación de todas sus funciones.

MÉRITOS DE LA VIRGEN MARÍA (inicio)

Para tener un mérito es necesario que la buena acción sea ejecutada conscientemente, en estado de gracia y amistad de Dios, y con rectitud de intención.

La Santísima Virgen María, no solamente vivía en continuo estado de gracia e intimidad con Dios, sino que en ella como ya lo hemos visto, ese estado era de plenitud.

Sus acciones, procedentes de una creatura tan perfecta en cuerpo y alma, libre de las taras del pecado original y de los malos efectos del pecado personal, fueron necesariamente humanas y conscientes en el más fino sentido de la expresión.

La intención de las obras virtuosas de María era siempre la de agradar a Dios y cumplir con su voluntad, de manera que por su mente purísima no podía ser llevado por otra inclinación que por la del más puro amor de Dios, como convenía a su Maternidad Divina, y de los hombres, como convenía a su íntima relación con el Redentor.

De la Virgen debe aprender también el cristiano la rectitud de intención que debe reinar en todas sus actuaciones, si es quiere hacerse merecedor de las recompensas que Dios tiene prometidas a los que de veras lo aman.

EL CULTO DE LA VIRGEN (inicio)

EXISTENCIA DEL CULTO MARIANO (inicio)

A QUIÉN HAY QUE TRIBUTAR HONOR (inicio)

Es natural que las personas superiores bajo cualquier respecto sean merecedoras de especial consideración, por lo menos en el aspecto en que son superiores. Así el cuarto precepto de la Ley Divina, que nos ordena tributar el honor debido a cuantos tienen autoridad, refrenda esa orden de la ley natural impresa en el corazón humano, que lo inclina a tributar el homenaje debido a la autoridad. Por otra parte, la justicia, virtud cardinal que nos lleva a tributar a cada uno el homenaje que le pertenece, nos manda rendir honor, es decir, reconocimiento de la excelencia de quien es superior. El culto viene a ser el honor que se tributa a una persona por razón de su excelencia.

Por consiguiente, serán dignas de culto todas aquellas personas o cosas que tienen en sí alguna excelencia.

ELEMENTOS DEL CULTO (inicio)

a. En primer lugar, un acto del entendimiento, que aprecia la excelencia de la persona honrada.

b. Un acto de la voluntad, que determina someterse y dar señales de esa sumisión y acatamiento.

c. Ejecución o acto de sumisión, que puede ser interno, como la oración, la fe, o también externo, como la genuflexión, la inclinación de cabeza, etc.

APLICACIÓN A NUESTRA SEÑORA (inicio)

Debido a las excelencias de María, Madre de Dios y Madre espiritual de los hombres.

La Iglesia de Cristo, iluminada por la asistencia del Espíritu Santo y vivificada por la palabra de Dios revelada en la Escritura y en la Tradición, presenta desde sus primerísimos tiempos el hecho de un culto muy particular tributado a la Virgen.

LEGITIMIDAD DEL CULTO DE LA IGLESIA A NUESTRA SEÑORA

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María es Madre de Dios. Para preparar su alma a tan altísima misión, fue adornada por el Altísimo con los privilegios más extraordinarios que pudiera soñar una simple creatura. Así es como hemos visto de que manera, predestinada desde el principio de los tiempos para Madre de Dios, fue concebido sin el reto de pecado original ni de sus consecuencias, dotada de plenitud de gracia, de santidad positiva, y adornada con las más hermosas virtudes: que por el mismo hecho de ser la Madre del Señor, se estableció en ella una vinculación muy especial con la Santísima Trinidad, de manera que con razón podemos llamarla "de la familia de Dios"; que, consiguientemente a su maternidad sobre el Cristo - Cabeza, es también, y por expresa disposición de Dios, Madre espiritual del Cuerpo Místico de Cristo, socia o compañera inseparable de El en la obra de nuestra salud, y distribuidora entre nosotros de los bienes que nos procurara la Sangre de Cristo. En fin, que en premio de sus excelentes méritos, recibió el don de la resurrección anticipada y fue llevada en cuerpo y alma a los cielos, en donde fue coronada Reina de los ángeles y de los hombres, y desde donde intercede por nosotros y nos alcanza continuamente la benevolencia divina.

Todo esto nos dice que es digna de un culto apenas inferior al que tributamos a Dios Nuestro Señor. Así lo ha creído y confesado la Iglesia, y así lo practica todo el pueblo cristiano.

ERRORES EN EL CULTO A MARÍA (inicio)

De dos maneras opuestas se ha pretendido deformar o negar el justísimo culto que la Iglesia ha tributado a la Virgen. Por exceso lo deformaban ciertas mujeres árabes en el siglo V, a quienes se designa con el nombre de "coliridianas", las cuales creían que a María había que tributársele culto de adoración, como una "diosa". El error contrario, fuera de los antiguos judíos que blasfemaban de la santidad de Nuestra Señora, no comprendiendo el inefable misterio de la Maternidad Virginal, lo sostienen los protestantes de todos los tiempos, desde la Reforma hasta nuestros días, para quienes es una "idolatría" el honor especial y superior a los demás santos, que la Iglesia ha tributado a la Virgen María.

San Epifanio habla de los "antidicomarianitas" que, según él, "pensaban que debía ser proscrito el culto a la Santísima Virgen".

Los racionalistas y los protestantes liberales modernos siguen impugnando el culto a la Santísima Virgen, tal como lo practica la Iglesia Católica, considerándolo como supersticioso y no fundado en la Revelación, y calificándolo de "mariolatría".

LA DOCTRTINA DE LA IGLESIA RESPECTO A MARÍA (inicio)

Desde sus primeros orígenes. la Iglesia ha brindado culto especialísimo de veneración a Nuestra Señora.

La ESCRITURA nos presenta a Dios mismo tributando respeto a María, en la salutación del Angel:

" Salve, llena de gracia, el Señor es contigo" )Lc. l, 28)

Nuevamente se repite en el respeto dado por Santa Isabel a María, inspirada por el Espíritu Santo (Lc l, 42). Y la misma Virgen, en su sublime cántico del Manificat, anuncia proféticamente que las generaciones la llamarán bienaventurada.

La Virgen Santísima " debe ser amada con amor filial, por haberla proclamado Cristo pública y solemnemente madre nuestra, al morir en la cruz diciendo a su discípulo Juan, y en él a todos los cristianos: " He ahí a tu Madre". Además veneraron a María:

Cristo, cuando, siendo niño, le estaba sometido en todo y cuando, al morir, la encomendó a su discípulo amado este discípulo, al tenerla en su casa todos, al perseverar en la oración con la Madre de Jesús las turbas, de las que se hizo intérprete la mujer, que exclama por instinto natural:

" Dichoso el seno que te llevó, y los pechos que te amamantaron" ( Lc ll, 27)

La TRADICION "manifiesta desde la más remota antigüedad, en distintas partes de la Iglesia, que el honor religioso fue tributado a la Madre de Dios a causa de su unión con Cristo, que fue después en el correr de los siglos, universalmente afirmado, más amplificado, y retenido constante y perpetuamente. Por lo que puede aplicarse la regla por San Agustín" Se cree ciertísimamente que lo que defiende la Iglesia universal, y no sido instituido por los Concilios, pero que siempre se ha conservado, no puede haber sido enseñado más que por la autoridad apostólica".

Esta tradición se nota prácticamente en la Liturgia mariana, que celebraba festividades en honor de la Virgen, tanto en oriente como en occidente. Así es como son dignas de mención entre las liturgias orientales la de Santiago, donde se dice: "Hagamos conmemoración de la Santísima, inmaculada, gloriosísima y bendita Señora nuestra, Madre de Dios y siempre Virgen María"; la de San Cirilo de Alejandría, que se expresa así: " Acuérdate principalmente de la santa gloriosísima Madre de Dios, siempre Virgen, pura e inviolada Santa María"; y la de San Juan Crisóstomo, donde se lee: " Defiende nuestros pasos por los ruegos y súplicas de la gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María."

La RAZON humana nos indica que fuera de la persona divina de Jesucristo no hay ninguna otra persona de excelencia comparable a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios. De donde se deduce que es digna de un culto especialísimo, inferior tan solo al que se rinde a Dios.

La HISTORIA Y EL ARTE nos dan testimonio en los homenajes que las artes de todos los tiempos han tributado a la Virgen María, desde las Catacumbas de Priscila, donde admiramos la sin par y antiquísima representación de Nuestra Señora en la "Capilla Griega", hasta las más caprichosas estilizaciones de nuestros tiempos.

EL CULTO DE MARÍA SANTÍSIMA (inicio)

El culto que se tributa a María, y que suele designarse con el apelativo de "hiperdulía".

DESVIACIONES

Encontramos dos clases de errores o desviaciones, por exceso y por defecto.

Entre los primeros están los coliridianos que veneraban a la Virgen como a una diosa y en su honor ofrecían pequeños panes o tortas con rito idolátrico. Se trataba especialmente de una secta femenina. También se refiere a los monoteístas orientales, llamados "filomarianistas", que adoraban a María.

Por defecto, están en general los protestantes que reprochan a los católicos como " mariólatras " y afirman que estos "rebanan a Cristo, al dar a la creatura lo que es y compete solamente a Dios " (Lutero), o que "en la persuasión pública de los católicos, la Santísima Virgen ha suplantado a Cristo" (Melanchthon).

El auténtico cristiano devoto de la Virgen Santísima, enterado como debe estar de los dogmas referentes a la Celestial Señora, debe conservar su justo límite entre esos extremismos.

MARÍA NO DEBE SER ADORADA (inicio)

Adoración es una manifestación del culto de "latría", que es debido solamente a Dios como tal, es decir, una tributación de honor supremo, como a supremo dueño y autor de todas las cosas. Luego María, que no es Dios, y que no es el supremo hacedor y dueño de las cosas, sino una creatura, no puede ser adorada. Y en este sentido, que es de estricto dogma católico, tienen razón los hermanos separados, cuando se quejan de que los católicos "adoran" a María. Pero también ocurre que aquellos muchas veces entienden también por adoración lo que nosotros, católicos, entendemos por devoción (inclinación de la voluntad hacia determinada persona superior, a quien se profesa amor, veneración y servicio), plegaria u oración, y en ello si que no tienen razón alguna para reprocharnos, pues nada hay tan firme en la fe perenne de la Iglesia católica como la convicción de que la Madre de Dios y los santos pueden y deben ser objeto de nuestras súplicas y peticiones, por razón de sus méritos en la vida y de su bienaventuranza actual en la gloria.

EL CULTO PROPIO DE MARÍA (inicio)

La Virgen no puede ser objeto del culto de adoración o latría. Pero sí puede ser objeto digno del culto de "dulía" o veneración, que se tributa a todas las personas excelentes como son los santos del cielo. Sabemos que la excelencia de la Virgen sobrepasa a la de todos los bienaventurados, por lo que el culto de "dulía" con que se honra a la Virgen debe ser especialísimo y es llamado por la Iglesia como "hiperdulía".

Esta veneración con que se honra a la Santísima Virgen María se le da porque:

l) Como Madre de Dios tiene una dignidad y excelencia que está por encima de todas las dignidades de las creaturas, porque pertenece, en cierto modo, al orden de la unión hipostática, y por esta razón supera a todos los órdenes creados;

2) María ejercitó los oficios nobilísimos de consorte del Redentor, Mediadora, Intercesora de todas las Gracias, y Madre espiritual de todo el género humano, que no competen a ninguna otra creatura.

3) Fue adornada con una plenitud mayor de gracia y gloria que todos los ángeles y santos por lo que fue santísima y purísima de toda mancha, y llena de las más eminentes virtudes y méritos, brilló más que todas las jerarquías celestiales.

UTILIDAD DEL CULTO A LA SANTÍSIMA VIRGEN (inicio)

Al invocarla, Nuestra Señora, nos concede más prontamente las gracias que necesitamos para conseguir nuestra salvación y perfección espiritual.

En cuanto a la Iglesia, el verdadero culto de María ayuda a afianzar mejor los fundamentos de la fe cristiana que, "apoyándose toda esta en el misterio de la Encarnación, que se consumó en la Virgen, de ahí el que por ser venerada la Madre de Dios con un honor especial, se confirme y propague la fe en Cristo, y la verdad de la religión por El fundada. Además de promover la profundidad y aumento de la fe, ayuda al progreso de las buenas costumbres y a la santidad perfecta de las almas, así como a la pureza de los cuerpos.

PRÁCTICA DEL CULTO MARIANO (inicio)

El culto de la Virgen, como quiera que es un honor tributado por seres racionales a una persona viva, establece obviamente entre las dos partes una relación de espíritu a espíritu, una intercomunicación espiritual permanente. La Virgen es Madre de la Iglesia y Mediadora universal en la distribución de las gracias divinas. A nosotros corresponde la manifestación de nuestro culto

El culto, por razón de quien lo rinde puede ser PRIVADO o PUBLICO.

El PRIVADO es el que tributa una persona en particular, como tal, en ejercicio de su devoción, y el PUBLICO es el que se tributa en nombre de la Iglesia, aunque sea una persona en particular quien lo ejerce.

Por razón de quien rinde el culto, puede ser INTERIOR o EXTERIOR.

El primero se atiene a las meras disposiciones del alma y a los actos meramente espirituales, y el segundo va acompañado de manifestaciones externas ("devociones", "oraciones", "ceremonias", etc.) Como bien puede notarse, no hay verdadero culto exterior a la Virgen ni a ninguna otra persona, si no va acompañado de la disposición interna, que viene a ser como el alma del culto externo. De ahí que Santa Teresa reproche tan sabrosamente a las personas de muchos rezos, diciéndoles que no hacen nada por más que meneen los labios.

CULTO PRIVADO A NUESTRA SEÑORA (inicio)

Es el que por propia iniciativa tributa una persona a la Virgen. Comprende todos los homenajes que se puedan rendir a la Virgen Santísima fuera de la Liturgia. Pueden ser desde un sencillo acto interno de devoción, de afecto, hasta las manifestaciones más ruidosas de devoción popular no consagradas por la liturgia.

La forma más fundamental y elemental del culto privado a la Virgen el la DEVOCION, que supone una inclinación de la voluntad a entregarse al servicio de la Virgen. Esta tiene en sí un elemento afectivo, que es el sentimiento o inclinación que se experimenta, y que a su vez nace del conocimiento y aprecio de las excelencias de la Madre de Dios, considerada tanto en sí misma como en relación a nosotros. Otro elemento efectivo o activo , que consiste en manifestar de una manera u otra ese sentimiento que se experimenta para con la Señora, tributándole diversos obsequios exteriores e interiores, actuales o habituales. Y entre estas manifestaciones afectivas de la devoción a Nuestra Señora, es evidente que las más excelentes han de ser las que se traducen en un mejor aprovechamiento en la vida espiritual, y que por consiguiente acercan más a Dios y a María.

La verdadera devoción a María es llevar el servicio de Nuestra Señora en toda nuestra vida.

El culto privado de Nuestra Señora tiene mucho de correspondencia a los favores de ella recibidos por la humanidad a través de los siglos. Es la respuesta de los cristianos a su Madre Celestial que cumple con su misión de Mediadora e Intercesora, y al mismo tiempo distribuidora de todos los beneficios de Cristo para la humanidad necesitada.

ADVOCACIONES DE LA VIRGEN (inicio)

Determinados hechos históricos que señalan la intervención especial relieve que se le atribuye a ciertos misterios de la Virgen en sí, o en relación con Cristo o con nosotros, y, en fin, momentos especiales de su santísima vida, de su muerte y de su glorificación, son la fuente de las "advocaciones" o modalidades diversas de invocar y honrar a la Virgen.

De la preferencia que se pueda sentir por una u otra de estas advocaciones de Nuestra Señora, nace en los fieles la particular "devoción" o consagración de su voluntad a honrar a la Virgen Santísima con correspondientes actos internos y externos en honor de su advocación predilecta.

Existen advocaciones UNIVERSALES, cuando la Santísima Virgen es invocada bajo ese respecto en todo el mundo; y otras que son REGIONALES, que son especialmente las relacionadas con santuarios e imágenes milagrosas, y son de extensión más o menos amplia, según el influjo que llegan a irradiar.

Las advocaciones más universalmente extendidas son, por lo general, aquellas que han sido propagadas por diferentes Institutos Religiosos, y que, ordinariamente, constituyen su más preciado patrimonio. Es imposible establecer en términos absolutos cuál devoción a la Santísima Virgen es más excelente, bástenos con la condición establecida por el Papa Pío XII: Cada uno ha de elegir entre sus advocaciones preferidas de Nuestra Señora, aquella que lo haga más cristiano.

El culto rendido a María es UNICO e indivisible por parte del sujeto a quien se tributa: la persona gloriosa de la Virgen. Puede sin embargo, revestir formas y características múltiples, según las diversas causas o títulos en que se inspira. Las devociones a la Virgen pueden, por tanto, ser múltiples. Lo que importa es que a través de esa diversidad de aspectos siempre se vea claramente a la UNICA, la MADRE DEL SEÑOR.

La primera entre todas las devociones en orden de tiempo y de dignidad es, indudablemente, la que tiene por objeto y por motivo la excelencia de la Divina Maternidad. La imagen de la Virgen con el Niño en su regazo maternal domina en el arte mariano de todos los siglos.

DEVOCIONES MARIANAS MÁS CONOCIDAS (inicio)

En un empeño natural de "concretizar" la presencia de la Madre de Dios en nuestra vida se reviste a María de una determinada advocación, y se concreta una práctica devocional en algunos actos religiosos que lleven consigo el "signo sensible". Esto se debe a que desde el punto de vista pastoral es muy difícil inculcar entre los fieles, sobre todo entre gente de poca ilustración religiosa, un culto más espiritual, basado en el conocimiento de Nuestra Señora, en el amor que inspira tan excelente grandeza, en el deseo de imitar sus virtudes ejemplares y en una devoción racional que tienda ante todo a conseguir de ella la ayuda para la salvación del alma y para llevar una vida cristiana mejor.

De allí deriva la inmensa popularidad que han lanzado en nuestro ambiente las devociones del ROSARIO, del ESCAPULARIO DEL CARMEN, de la MEDALLA MILAGROSA y en grado un poco menos notorio la de FATIMA, las TRES AVEMARIAS, los DOLORES, EL PERPETUO SOCORRO, las MERCEDES y MARÍA AUXILIADORA. Las dos primeras devociones - advocaciones merecen que brevemente nos detengamos en ellas.

EL SANTO ROSARIO (inicio)

Se le ha llamado también "Salterio mariano" o "breviario mariano" y es una determinada forma de plegaria en la que se reza quince decenas de veces la salutación angélica (el Avemaría) intercalando en cada decena un Padrenuestro, y para cada decena se señala la meditación de un misterio de nuestra redención" Los misterios que han de meditarse están previamente ordenados en tres series: gozosos, dolorosos y gloriosos. Valeroso propagador de él fue el fundador de la Orden Dominicana, que divulgó esta oración por todo el mundo, por primera vez con el nombre del Santo Rosario.

El Papa León XIII dedicó diez encíclicas a propagar esta devoción tan eficaz, que la misma Santísima Virgen en la mayoría de sus apariciones inculca a sus devotos el rezo piadoso del Santo Rosario, así por ejemplo, en Lourdes y en Fátima. El mes de Octubre está dedicado especialmente a esa devoción y la solemnidad anual se celebra el 7 de dicho mes.

EL CARMEN Y SU ESCAPULARIO (inicio)

En esta popularísima advocación se honra la devota tradición según la cual el profeta Elías vislumbró desde el Monte Carmelo, en la visión de la pequeña nube que luego se convirtió en fecundo nubarrón que a su vez derramó abundantes lluvias sobre la tierra reseca de Israel (l Re l8, 42-45), la imagen de la Virgen Madre de Dios, Inmaculada y Fecunda a la vez; también se honra la devoción del Escapulario o Hábito de la Orden del Carmen, al que según tradición propagada por dicha Orden, van adjuntos dos privilegios: uno, el que promete la salvación eterna a quien muera llevando dignamente dicho Escapulario o Hábito, y otro, el llamado "sabatino", que consiste en la pronta liberación del purgatorio para los que, habiendo vivido según el espíritu de la regla del Carmelo y cumplido fielmente con las obligaciones inherentes, murieran vestidos del mismo hábito que, para facilidad de los fieles seglares se reduce a dos pañitos unidos con dos cordones, de manera que uno vaya sobre el pecho y otro sobre la espalda. Los papas, Pío XI, y Pío XII refrendaron esta devoción, tan propagada en todo el mundo, especialmente en el ambiente hispánico y latinoamericano

Para tener el privilegio de la salvación eterna, se necesita llevar devotamente el escapulario, una vez impuesto por un sacerdote facultado para ello. "Devotamente" significa "cristianamente", por lo cual quien presuma que por el único hecho de llevar el escapulario, si a ello no acompaña una vida piadosa, se va a salvar, estará en un error. Para tener el segundo privilegio que es la pronta liberación del purgatorio, se requiere el fiel cumplimiento de los deberes del propio estado - castidad según su estado - y el rezo del Oficio Divino. Esta última práctica suele conmutarse a los seglares por determinadas oraciones vocales, como siete padrenuestros, etc.

Hay otras advocaciones similares que usan también del escapulario, como la de las Mercedes, propagada por la Orden Mercedaria, devoción en la que se honra a Nuestra Señora "por el misericordioso amor, fuente de fuerza y redención hacia los afligidos por la esclavitud del pecado o por la barbarie de los hombres".

LA MILAGROSA (inicio)

Esta devoción está vinculada a la visión que tuviera en l830 Santa Catalina Labouré, del Instituto de San Vicente de Paul. En sus apariciones, la santa vicentina recibió de Nuestra Señora la orden de mandar acuñar la "Medalla Milagrosa", con la inscripción siguiente: "Oh María, concebida sin pecado, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos". Tanto la medalla como la jaculatoria se han propagado por todo el mundo, gracias al empeño de los dos Institutos fundados por San Vicente de Paul, y ha producido efectos saludables de progreso en la vida cristiana y conversiones muy famosas, como la de Federik Faber y la de Alfonso María de Ratisbona.

LAS TRES AVES MARÍAS (inicio)

Esta devoción fue revelada a Santa Matilde (l24l-l248).Una vez que se encontraba rezando a la Santísima Virgen y pedía su maternal asistencia para el trance de la muerte, la Reina celestial se le apareció y le prometió que así lo haría si rezaba todos los días tres Avemarías para das gracias a cada una de las Tres Personas de la Santísima Trinidad por los singulares privilegios que le habían otorgado. Los padres Capuchinos son propagadores de esta devoción que tiende a afianzar la fe y fomentar la vida cristiana.

OTRAS DEVOCIONES COTIDIANAS A LA VIRGEN (inicio)

Una de las más extendidas es la práctica de "angelus", que consiste en saludar a la Virgen con la recitación de tres Avemarías intercaladas con la evocación del misterio de la Anunciación, tres veces al día: al amanecer, al mediodía y al crepúsculo. "Este triple saludo de cada día (que suele ir señalado con el toque de las campanas en los templos) no surgió junto, ni al mismo tiempo ni en el mismo lugar, sino que surgió en varias épocas y en lugares diversos. Primero surgió el saludo vespertino. A él se le añadió el matutino, y más tarde se enlazó con el meridiano. Este proceso evolutivo abraza tres siglos: el XIII, el XV y el XVI.

Otra práctica diaria es el rezo de las "Letanías", serie de cuarenta y nueve invocaciones a Nuestra Señora con diversos títulos entresacados de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres. Letanía viene de la palabra griega "Litaneuo" que significa "yo ruego", que es la respuesta a cada invocación "Ruega por nosotros". La fórmula más aceptada y consagrada en todas partes es la de las llamadas "Letanías lauretanas" o de Loreto, aprobadas definitivamente por el Papa Sixto V en l587.

Otra práctica cotidiana muy extendida es la de concluir el rezo del rosario mariano con la "Salve".

DEVOCIONES SEMANALES: EL SÁBADO MARIANO (inicio)

En el principio del cristianismo el sábado no estaba dedicado a la Virgen, sino a la memoria de la sepultura de Nuestro Señor Jesucristo. Hacía el siglo X empezó a dedicarse este día de manera peculiar a María, quizás por la importancia litúrgica que en ese tiempo gozaba en casi todas partes. La Iglesia asumió desde el siglo XII esa práctica y la consagró oficialmente en la liturgia, con la institución del oficio de la Virgen en los sábados. Se dice que el Papa Urbano II prescribió, o por lo menos recomendó la práctica de rezar el oficio en honor de la Virgen, por el feliz éxito de la Cruzada (lO95).

La vinculación del sábado mariano a la liturgia se debe a la Orden de San Benito. Además del elemento litúrgico, existe gran variedad de prácticas populares muy extendidas en todo el mundo para honrar a la Virgen Santísima en los días sábados.

Merecen especial mención las propagadas por las Ordenes de los Servitas y de los Carmelitas, que consiste en celebrar la tarde sabatina con especiales cultos a Nuestra Señora, especialmente el canto de la "Salve". Los Dominicos inculcan la celebración de los "Quince sábados" anteriores a la festividad del Santísimo Rosario.

DEVOCIONES MENSUALES (inicio)

Una de las más extendidas en Latinoamérica es la de los "primeros sábados", de reparación a la Virgen Santísima, devoción que en sus orígenes se atribuye a San Juan Eudes, pero fue organizada por Sor Dolores Inglese, italiana, de la congregación de las Siervas de María Reparadora. El mayor auge de esta devoción está vinculado a las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, en cuyo celebre mensaje tiene principal cabida la reparación, manifestada en hechos como la comunión de los primeros sábados de cada mes, el rezo del Rosario y la consagración de los padecimientos al Inmaculado Corazón de María. Concretadas estas tres prácticas en la devoción de los " cinco primeros sábados", se ha difundido por todo el mundo, de manera que es escaso el templo católico en donde no se realice con especial fervor esta práctica devocional en honor de la Madre de Dios.

DEVOCIONES ANUALES: MAYO Y OCTUBRE (inicio)

Desde la Edad Media se consagró el mes "de las flores" a la Virgen María para rendir culto a las virtudes y bellezas de la Madre de Dios. Quizá se escogió este mes también como una sustitución cristiana de las solemnidades paganas de ese mes en honor de Flora...

La primera noticia clara que se tiene de la consagración del mes de mayo a la Virgen, viene de Alfonso X, "el Sabio", rey de España, en el siglo XIII. Este rey - Juglar cantaba en sus "Cantigas de Santa María" los loores de mayo en honor de la Virgen Santísima.

Con el florecimiento espiritual del siglo XVI se dio gran impulso a esta hermosa práctica, con especiales ejercicios de piedad durante todos los días, en los que se van considerando diversos misterios, títulos y excelencias de la Madre del Señor. La universalización de esta práctica vino a verificarse en el siglo XIX, cuando fue favorecida y enriquecida con indulgencias por los sumos Pontífices Pío VII y Pío VIII.

En el mes de octubre se honra a Nuestra Señora con el Rosario, práctica que tiene su origen en las apariciones de Lourdes (l858) y ha sido ampliamente difundida por la Orden Dominicana. El papa León XIII enriqueció con indulgencias abundantísimas esta devoción, y la hizo extender a toda la Iglesia.

Entre los orientales griegos el mes dedicado a Nuestra Señora con especialidad, es el de Agosto, por la gran importancia que se le da a la Asunción de la Virgen Santísima en cuerpo y alma a los cielos, celebración que divide en dos partes el mencionado mes: una de preparación, del día primero al catorce, y otra de prolongación, del día l6 al 3l.

ASOCIACIONES MARIANAS (inicio)

El culto a la Virgen Santísima, lo mismo que el culto de Dios, del que depende, como quiera que es una acción de seres racionales, no solamente se ejecuta en manera individual, sino que siendo el hombre naturalmente social, quiere también por naturaleza asociarse a sus semejantes para tributar de una manera más eficaz el honor debido a los seres superiores. Existen por tanto "sociedades" que tienen como características de su vida social la tributación de homenajes a la Madre de Dios. Pueden clasificarse desde el punto de vista canónico y mariológico en: Institutos Religiosos, Ordenes Terceras, Cofradías Marianas y Pías Uniones Marianas.

INSTITUTOS RELIGIOSOS MARIANOS (inicio)

Son las Comunidades Religiosas que llevan como Característica de su vida de perfección una consagración total al servicio del culto de la Madre de Dios. Los hay antiguos y modernos. La característica mariana, más que en su nombre y en algunas prácticas de devoción a la Virgen que puedan hacer los religiosos (lo que, por lo demás es general en todos los institutos de perfección), debe buscarse en el espíritu, en la orientación, en la mentalidad, en el fin del instituto mismo y en su legislación.

Entre los principales podemos mencionar: la Orden del Carmen, la Orden de la Merced, los Siervos de María, los Montfortianos o "Compañía de María", los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Claretianos), la Orden de la Visitación (salesas), la Orden de María (Enseñanza), la Congregación de la Presentación o Terciarias Dominicas de Tours, etc.

ÓRDENES TERCERAS MARIANAS (inicio)

Son Sociedades de seglares que viven los consejos evangélicos según el espíritu de determinada Orden Religiosa, aprobada su Regla por la Santa Sede, practicando sus votos y aquellos puntos de la Regla que se pueden acomodar al estado laical. Las principales Ordenes Terceras estrictamente marianas son tres: la Tercera Orden de los Siervos de María, cuya Regla fue aprobada por Martín V en el año l424, la Orden Tercera Carmelitana, organizada por el Beato Juan Soreth en el siglo XV, con su derivación de la Tercera Orden del Carmelo Teresiano y la Orden Tercera de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, instituida en el siglo XIII por la beata María de Cervellon.

Las Ordenes Terceras y las marianas son el mejor instrumento de que pueden disponer los laicos para su perfección cristiana, ya que estas Instituciones, aprobadas por la autoridad suprema de la Iglesia, y por consiguiente garantizadas por su magisterio infalible, les imponen un régimen de vida el más propicio para ambientar la práctica de las virtudes más delicadas y para caminar a pasos agigantados hacia el ideal propuesto por Jesucristo en el Evangelio para los que quieran ser perfectos.

COFRADIAS MARIANAS (inicio)

Son asociaciones de fieles que se dedican no solamente a una buena obra de piedad o caridad, sino que además incluyen en su finalidad la promoción e incremento del culto público de Dios, de la Virgen o de los Santos. Si esta Asociación tiene facultad para agregarse otras asociaciones similares, se denomina "Archicofradía."

Las Cofradías marianas más conocidas son: la del Rosario, la de la Virgen del Carmen (a la que se ingresa con la recepción ritual del escapulario), la Cofradía del Corazón Inmaculado de María, la Cofradía de la Virgen de la Consolación, la Cofradía de los Dolores, la Cofradía de la Virgen del Perpetuo Socorro, la de María Auxilio de los Cristianos (o María Auxiliadora), la de las Tres Avemarías, etc. Además cada Santuario mariano posee su propia cofradía particular, como, por ejemplo, la Cofradía del Santuario de Nuestra Señora de la Peña en Bogotá, etc.

PÍAS UNIONES MARIANAS (inicio)

Consisten en asociaciones de fieles que se dedican al ejercicio de alguna obra de piedad o de caridad en honor de Nuestra Señora. Son innumerables sus modalidades, pero las más famosas y universales son las "Congregaciones Marianas", tan extendidas por todo el mundo como verdaderos puestos de avanzada de los católicos seglares, fecundas en toda clase de buenas obras y auténticas minas de vocaciones sacerdotales y religiosas. Brillan sobre todo en caridad y asistencia social; la "Pía Unión de Hijas de María", y la "Legión de María", surgida esta última en Dublín el 7 de septiembre de l92l por obra de Francisco Duft. Esta original Asociación merece destacarse por su entusiasmo con que trabaja en honor de la Virgen procurando el bienestar espiritual y material de los hogares sin distinción de idearios, y por su organización magnífica, inspirada en la Legión militar romana, aún en la terminología que usa, así como por su prodigiosa difusión por todo el mundo.

SANTUARIOS MARIANOS (inicio)

Son lugares santificados por algún prodigio de la Santísima Virgen, con la consiguiente construcción de un templo de Dios en el que se honra asimismo el recuerdo de los beneficios de la Virgen. Diseminados por todo el mundo, a ellos acuden los fieles en peregrinación para tributar a la Madre del Señor especiales homenajes, que llevan siempre la característica del sacrificio, si es que verdaderamente quieren ser peregrinaciones y no excursiones turísticas. El primer santuario mariano de que se hace

mención en la tradición inmemorial, es el de Efeso. No menos antiguo parece ser el de la "Santa Casa de Loreto" en el que una tradición, no suficientemente comprobada, venera la casita de Nazaret que habría sido milagrosamente trasladada a ese lugar de la Italia central. Una antiquísima tradición carmelitana hace remontar el santuario del Monte Carmelo a los mismos días post - evangélicos, o por lo menos a tiempo muy anterior a las Cruzadas.

Según Rohault de Fleury, hacia el final del siglo XIII se contaban en todo el mundo diez mil santuarios marianos, metas de peregrinaciones. Hoy día puede decirse que no hay rincón del mundo en donde no exista alguno más o menos importante. Y ello sin incluir en la categoría de Santuarios la infinidad de catedrales, iglesias y oratorios dedicados a María. Cuando en estos santuarios se reúnen determinadas condiciones de magnificencia, de cultos especialísimos, de antigüedad, etc., la Santa Sede suele conferirles el título de "Basílicas", algo así como "casas reales". Entre los templos insignes dedicados a la Virgen Santísima, el más importante del mundo católico es el de Santa María "ad Praesepe" o "Santa María la Mayor" en la ciudad de Roma.

Una de las causas por las que más eficazmente se han propagado los santuarios marianos es la de las apariciones, tan profusas en los últimos siglos, que bien puede decirse que estamos viviendo "la hora de María". Por su parte los Santuarios vienen a ser una fuente inagotable de gracias y milagros, tanto espirituales como temporales, y sobre todo un instrumento maravilloso y providencial de fomento de la vida cristiana, por la frecuencia de los sacramentos de la confesión y eucaristía que en ellos se practica, así como por las maravillosas conversiones que se realizan en los mismos, hasta el punto de que se puede afirmar con certeza que no hay uno solo de los grandes convertidos de los tiempos modernos, en cuyo camino de reencuentro con Dios y su amistad no hay mediado en mucho o en poco un santuario mariano.

En los Santuarios debe evitarse un doble peligro, tanto de parte del Santuario mismo, como de parte de los fieles que acuden en peregrinación: de éstos el peligro está en constituir en centro de su vida religiosa la peregrinación o las manifestaciones externas de su culto, sin cuidarse de lo principal, que es la disposición interior, el prepararse con los Santos Sacramentos de Penitencia y Eucaristía para que su obsequio sea verdaderamente agradable a Dios y a la Madre Santísima. En este caso vendría a cumplirse el reproche del libro de la Imitación de Cristo, de que "poco se santifican los que mucho peregrinan". El devoto peregrino de María debe convencerse de que nada hace en bien de su alma con un cirio ni con una ofrenda, ni aun con cultos que él costea en el Santuario con magnificencia y esplendor, si no se procura ante todo la gloria de Dios y la salvación de su alma. Y por otra parte del Santuario debe a su vez evitarse el peligro de convertirlo en una devota recaudación de ofrendas o en una no menos devota colección de trofeos más o menos auténticos, o, en fin, en un sucederse ininterrumpido de procesiones y funciones más o menos litúrgicas que no dejan mucho tiempo a la meditación y a la confesión. Y también, cómo no decirlo?, el rector del santuario mariano debe evitar convencer a sus devotos de que ir a él es necesario para salvarse.

La mayor gloria que un santuario puede tributar al Señor y a la Virgen Santísima es la de convertirse en un centro de irradiación espiritual, de un mensaje verdadera y profundamente cristiano.

EL CULTO PÚBLICO A NUESTRA SEÑORA: LA LITURGIA (inicio)

NOCIONES. El culto, por más elementos externos, aun notorios y espectaculares o ruidosos que tenga en su aspecto social, será siempre de orden privado si no va vinculado a la oración oficial de la Iglesia, que, en la Liturgia constituye el culto público que ella, como Sociedad, tributa a Dios. Igual, pero derivadamente, a la Virgen. Por eso podemos decir que el culto público a la Virgen es el homenaje oficial que la Iglesia se centra en el Sacrificio de la Misa, en los Sacramentos y en el Oficio Divino. Veamos de manera muy sumaria el honor que a María se reserva la liturgia de la Misa y del Oficio Divino.

MARÍA EN LA LITURGIA DE LA MISA (inicio)

Todos los días, durante la celebración del divino Sacrificio de la Misa, centro y culminación del culto cristiano, se hace mención de María Santísima:

a) En el Canon (desde principios del siglo VI): "Conmemorando ante todo la memoria de la gloriosa y siempre Virgen María, Madre de Dios y Señor Nuestro Jesucristo";

b) En la Confesión o "Yo pecador" ("a la bienaventurada siempre Virgen María");

c) En la llamada "Apología" (Suscipe Sancta Trinitas), oración que antecede al "Orad, hermanos", y que se remonta al siglo XI o XII: "Recibe, oh Santa Trinidad esta ofrenda que te dedicamos en honor de Nuestro Señor Jesucristo, y de la Bienaventurada Virgen María y de todos los Santos, para que a ellos redunde en honor y a nosotros en provecho, etc."

d) En la oración llamada "Embolismo" entre el Padre nuestro y la fracción del pan, en la que se dice: "...y por la intercesión de la santa y gloriosa Madre de Dios, siempre Virgen María... concédenos la paz en nuestros días...". e) Antes de la Reforma del Concilio Vaticano II, se rezaban al pie del altar las "Preces leoninas", en las que, en honor de la Virgen, se repetía tres veces el Ave María y luego se decía la Salve.

El nombre de María se encuentra, pues, en todas las partes de la Misa, tanto en la Liturgia de la Palabra como en la Liturgia de la Eucaristía, y en los momentos más solemnes y esenciales de ella, cuales son el ofertorio, la consagración y la Comunión.

Además de las partes fijas de la Misa, encontramos en las partes variables o "propios" innumerables "misas" en honor de la Virgen Santísima, bien sea en sus festividades universales o particulares, o bien como "misas votivas", entre las cuales la principal es indudablemente la Misa "de Santa María en Sábado".

MARÍA EN EL OFICIO DIVINO (inicio)

El Oficio divino, oración oficial de la Iglesia, consagra al honor de Dios las diferentes horas del día y de la noche con salmos, antífonas, himnos, trozos escriturísticos y oraciones. En estas ocasiones también la Iglesia saluda a Nuestra Señora en su oración oficial, con las antífonas que, según la diversidad de los tiempos, se cantan al culminar la oración del día en "Completas":

a - " Alma Redemptoris " en tiempo de Adviento y Navidad,

b - " Ave Regina Caelorum " en tiempo de cuaresma y pasión,

c - " Regina caeli, laetare ", en tiempo pascual, y

d - " Salve, Regina " en la prolongación del tiempo de Pentecostés.

Además de esto, en la hora de Prima, que se ha rezado desde la Edad Media hasta su reciente supresión parcial (para el rezo de los no obligados al coro) por el Concilio Vaticano II, se dice esta plegaria:

" Santa María y todos los Santos intercedan por nosotros al Señor, para que merezcamos ser ayudados y salvados por El..."

Existen también en el rezo diario de la Iglesia diversas fórmulas que corresponden a las festividades o que se recitan como "oficios votivos". Y aún más, resulta ahora muy significativo que, además de la consagración litúrgica del sábado mariano en el oficio y la Misa en honor de Nuestra Señora, el lugar que la Iglesia concede en su oración pública a la Virgen, si se considera que innumerables Institutos Religiosos y aun personas particulares, congregantes o terciarios, rezan, en lugar del Oficio Divino propio de los clérigos, el llamado "Oficio Parvo", que está compuesto, a semejanza del mayor, de salmos, antífonas, himnos, lecciones y oraciones en honor de Nuestra Señora. Y es digno de notarse que, según la declaración de su santidad Pablo VI, la Iglesia reconoce de una manera expresa a este rezo como parte de su oración oficial.

LAS FIESTAS DE LA VIRGEN. CALENDARIO MARIANO (inicio)

Intimamente relacionadas con el culto público, oficial o litúrgico de la Iglesia en honor de María Santísima, están las "fiestas litúrgicas marianas", días que en el calendario religioso dedica oficialmente la Iglesia a honrar la memoria de la Madre de Dios en sus diversos misterios, advocaciones, privilegios, etc. Así como es antiquísima la costumbre de la Iglesia de honrar con determinados días festivos la memoria de sus mártires, y más tarde la de todos los demás Santos, es también inmemorial la tradición de las fiestas marianas.

La Dormición (recuérdese lo dicho a propósito de la Asunción de Nuestra Señora en la tradición litúrgica) fue indudablemente la fiesta más antigua que se celebró en el mundo cristiano en honor de la Madre de Dios.

Podemos catalogar las fiestas del calendario litúrgico mariano en dos categorías: las fiestas universales y las fiestas particulares de determinadas regiones. Las universales a su vez difieren en solemnidad, generalmente según la dignidad del misterio evocado. He aquí el calendario Mariano Universal:

Mes de Enero: Día l. El significado de esta fiesta es la Maternidad Divina de Nuestra Señora.

Mes de Febrero: Día 2. La Purificación de Nuestra Señora.

Día ll. La Aparición de Nuestra Señora de Lourdes.

Mes de Marzo: Día 25. La Anunciación.

Mes de Mayo: Día 3l. Fiesta de María Reina.

Mes de Julio: Día 2. La Visitación de Nuestra Señora.

Día l6. Conmemoración de Nuestra Señora del Monte Carmelo.

Mes de Agosto: Día 5. Dedicación de Santa María de las Nieves o Santa María la Mayor, o la Virgen Blanca, etc.

Día l5. La Asunción.

Día 22. Inmaculado Corazón de María.

Mes de Septiembre: Día 8. Natividad de Nuestra Señora.

Día l2. Dulcísimo Nombre de María.

Día l5. Nuestra Señora de los Dolores, o "Transfixión. Día 24. Conmemoración de Ntra.

Señora de la Merced.

Mes de Octubre: Día 7. El Santísimo Rosario.

Día ll. Maternidad de Nuestra Señora.

Mes de Diciembre: Día 8. La Inmaculada Concepción.

Otras festividades son:

l 9 de Julio, Nuestra Señora de Chiquinquirá

l2 de octubre, Nuestra Señora del Pilar

l2 de diciembre, Nuestra Señora de Guadalupe.

Si a estas festividades añadimos las que cada Comunidad Religiosa Mariana celebra en su honor, y otras de gran raigambre popular, como la Milagrosa (27 de noviembre), Fátima (l3 de mayo), etc., encontramos que el Año Litúrgico está enriquecido con gran número de días dedicados a celebrar los privilegios de la Virgen Santísima, de manera que también podemos establecer que en la Liturgia Católica hay un auténtico "Año Mariano". Excelente ocasión para que el verdadero devoto de María dedique esos días a pensar en las grandezas de su Madre del cielo, formule sus mejores propósitos para demostrarle su

amor y admiración con una vida cristiana a toda prueba, y le pida fervientemente todas las gracias y auxilios espirituales y materiales que le hacen falta y que seguramente en ese día la Madre de Dios, en un nuevo alarde de su amor maternal, no dejará de alcanzarle.

El Concilio Vaticano II nos ha dado un excelente resumen de los derroteros que ha de asumir el auténtico culto a Nuestra Señora, especialmente recomendando su característica litúrgica:

"El Sacrosanto Sínodo enseña en particular y exhorta al mismo tiempo a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven generosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Bienaventurada Virgen, como también estimen mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella, recomendados en el curso de los siglos por el Magisterio y que observen religiosamente aquellas cosas que en los tiempos pasados fueron decretadas acerca del culto de las imágenes de Cristo, de la Bienaventurada Virgen y de los Santos. Asimismo exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la divina palabra que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración como también de una excesiva estrechez del espíritu, al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios. Cultivando el estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y doctores y de las liturgias de la Iglesia, bajo la dirección del Magisterio, ilustren rectamente los dones y privilegios de la Bienaventurada Virgen, que siempre están referidos a Cristo, origen de todo aquello que sea de palabra, sea de obra, pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualquiera otros acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia".

UN ALTAR MARIANO EN CADA HOGAR (inicio)

María, la Madre de Dios, se merece todo el fervor de nuestro culto interno y externo, privado y público. Bien sea su culto absoluto (a su excelsa persona) o a culto relativo (a sus imágenes, etc.) La Iglesia, contra las exageraciones de uno y otro extremo, nos enseña, por una parte, a venerar debidamente las imágenes de Nuestra Señora, a tributarles el culto de nuestro respeto, que se dirige en todo caso a Ella, y por otra parte nos incita a que nuestro culto de devoción a las imágenes de la Virgen no se convierta en una idolatría ni en una superstición. Para que ello no acaezca, es preciso que el culto a las representaciones de la Virgen sea verdaderamente "relativo", es decir, que sea ante todo a Ella y no a su retrato. Que si bien no son reprochables de ningún modo las devociones a diversas advocaciones, en todo caso, a través de toda su diversidad veamos a Ella, honremos a Ella, a la Madre de Dios. Por eso el altar mariano hogareño debe ser puro, sencillo, sin complicaciones de demasiadas advocaciones que puedan desvirtuar la fe que ante todo debemos tener en la Virgen, para que también pueda entablarse una verdadera relación de servicio y amistad entre un hogar y su reina y Madre. Y por fin, que las imágenes sean verdaderamente devotas, expresivas, bellas, y no ciertas representaciones en serie, coloreteadas, que nada nos dicen de la Virgen, sino de una fábrica que quiere progresar a costa de nuestra sencilla devoción.

EPÍLOGO (inicio)

Debemos ver en la Santísima Virgen María, ante todo, a la Madre de Dios, dignidad y grandeza que encierra en sí el principio y la causa de todas las demás prerrogativas y privilegios de la Virgen, desde su misma predestinación hasta el escalafón de su coronación celeste como Reina del Universo. Ello nos produce un sentimiento profundo de admiración, de fe y devoción, por las excelencias de que Dios la rodeó, y de confianza inmensa en ella por las funciones que ejerce para con nosotros, miembros de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, del que ella también es Madre, signo de esperanza cierta y consuelo para el pueblo de Dios peregrinante.

La ejemplaridad que en María nos ha puesto Dios, para seguir el camino que nos ha sido trazado hacia el Reino, nos señala la Moral mariana; la regla de conducta, según la cual hemos de vivir, mirando de cerca el modelo de virtudes que nos brinda nuestra Madre del cielo, para que, imitándola, nos hagamos más parecidos al modelo supremo, que es Jesucristo. Y, por fin, la superioridad de María nos obliga a tributarle un homenaje de Culto proporcionado a su dignidad. El culto mariano de hiperdulía que nos enseña a practicar la misma Iglesia, nos hace manifestar, exteriorizar y formular de mil maneras nuestra devoción a la Señora de quien todo esperamos.

Conocer, amar y servir a la Virgen, así como primariamente hemos de conocer, amar y servir a Dios, tal es el mejor programa de vida mariana. Estudiar a la Virgen para afianzar nuestra fe en sus misterios. Esforzarse por imitar su vida, y honrarla con un culto que, ante todo, tenga en sí el fondo espiritual, la fe, la esperanza y la caridad, virtudes que han de vivificar todos los demás obsequios externos.

Concluyamos, pues, que la verdadera devoción de Nuestra Señora debe fundamentarse en un conocimiento suficientemente claro de quién es ella, para que así podamos saber qué honor se merece y, por qué no decirlo, qué podemos esperar de ella.