Miércoles 17 de Mayo - LAUDES

HOMILÍA de su Excel. Mons. Guy Gaucher

Obispo Auxiliar de Bayeux e Lisieux

Hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

En este día en el que escucharemos a los santos que hablan de nosotros, sacerdotes de Jesucristo, y particularmente a dos santas, doctores de la Iglesia, retornemos en silencio y gratitud a la profundidad de la llamada, de nuestra vocación. En efecto, hemos sido escogidos en una forma muy especial, llamados a fin de que por medio de nosotros "en todas partes se ofrezca el incienso en mi nombre y una oblación pura" (Ml 1,11) y su Nombre sea adorado hasta el último confín de la tierra.

Una de estas jóvenes santas, Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz, entró en el Carmelo de Lisieux a los quince años para "salvar las almas y, sobre todo, para rezar por los sacerdotes" (Manuscritos autobiográficos A, 49 vº). Va en peregrinaje especial a Roma para pedir al papa León XIII acelerar su ingreso en el Carmelo a fin de poder ser "apóstol de apóstoles".

Durante el peregrinaje vivió cotidianamente con 75 sacerdotes: he aquí sus conclusiones. "Aquí, en Italia, he comprendido mi vocación; no era necesario ir así de lejos para poder encontrar un conocimiento útil... (...) Durante un mes he convivido con muchos santos sacerdotes y he notado que si su sublime dignidad los eleva más allá de los ángeles, sin embargo son hombres débiles y frágiles. (...) Si los santos sacerdotes, a quienes Jesús llama en su Evangelio "la sal de la tierra", muestran con su conducta que tienen necesidad de que se rece por ellos, ¿qué podemos decir de aquellos que son tibios? ¿No ha dicho Jesús que "si la sal se vuelve sosa con qué se le podrá devolver el sabor?

¡Oh Madre mía! ¡Qué hermosa es la vocación que tiene como fin el conservar la sal destinada a las almas! Esta vocación es aquella propia del Carmelo, dado que el único fin de nuestras oraciones y de nuestros sacrificios es la de ser apóstol de apóstoles, rezando por ellos mientras evangelizan las almas con sus palabras y, sobre todo, con sus ejemplos" (Ms A, 56 rº).

Hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, la total aunque breve existencia de esta carmelitana ha sido un ofrecer sus oraciones y su vida por nosotros; una vez ya en la Vida eterna, ella continua a interceder por nosotros.

Que la solicitud fraterna de esta "joven mujer contemplatuva" (Juan Pablo II, Divini amoris scientia) patrona de las misiones, sea para todos nosotros, aquí en Roma, una ayuda potente para revivir el don de Dios, que hemos recibido con la imposición de las manos (2 Tim. 1, 6).

Al igual que a Santa Catalina de Siena, la "Mamma" sea para nosotros una Madre espiritual; ella (Santa Catalina) que ha exaltado la excelencia del ministerio sacerdotal y ha denunciado las debilidades y los pecados de los clérigos. Acojamos humildemente cuanto Jesús le ha dicho: "Hija amadísima, te he dicho todo esto para que tú conozcas mejor la dignidad, que he dado a mis ministros y para que tú sufras más por sus miserias. Ellos son mis consagrados, los llamo "mis cristos", porque les he encargado que entreguen a mí mismo a todos vosotros, y los he colocado como flores ricas de perfume en el Cuerpo Místico de la Santa Iglesia. Esta dignidad no la tienen los ángeles; la he dado al hombre, a cada uno que yo he escogido como mi ministro. A cada alma pido pureza y caridad, amor hacia Mí y hacia el prójimo, pido que se acuerde de las necesidades de los otros. Pero a mis ministros pido un amor y una pureza todavía más grande hacia Mí y hacia el prójimo, y que administren el cuerpo y la sangre de mi Hijo Unigénito con el ardor de la caridad y con la sed de salvar las almas para alabanza y gloria de mi Nombre (Diálogo, CXIII).

Hermanos, que nuestra oración sostenida por aquella de nuestras dos jóvenes santas, que han vivido la apasionada solicitud de la santidad y de la belleza del sacerdocio del único sacerdote Jesucristo, esté presente y llena de confianza para que revivamos la gracia de nuestra ordenación durante este Jubileo y así poder renovar nuestro anuncio del Evangelio "para la gloria de Dios y la salvación del mundo". Amen