Em.mo Card. Darío Castrillón Hoyos

Prefecto de la Congregación para el Clero

Palabras de saludo al Santo Padre

Con ocasión de la Concelebración eucarística en la Basílica de San Pedro en el día de su 80° cumpleaños

18 mayo 2000

Santo Padre,

creo que interpreto los sentimientos de una plaza que se dilata desde este magnífico atrio a todos los continentes, diciendo que la veneración, la admiración y la gratitud nos llevarían a tejer un discurso demasiado largo en relación al testimonio de vida y a la obra ministerial de Vuestra Santidad.

Nos sentimos guiados por un Hombre de Dios, que ha conquistado amor y respeto más allá de toda barrera humana. De verdad el Señor ha preparado un atleta para recorrer incansablemente los caminos del orbe: "antes de haberte formado yo en el vientre materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado, yo profeta de las naciones te constituí" (Jr. 1,5).

Vemos en Usted, Beatísimo Padre, el humanista experimentado, el agudo conocedor del pensamiento filosófico, aquel que se ha saciado en las fuentes de la grande espiritualidad y que esta atento a todos los desarrollos del pensamiento contemporáneo y acogemos el modelo del Pastor que todo lo pone al servicio de la "salus animarum", cercano al hombre en el dolor y en la alegría. Su profunda penetración de los ámbitos del pensamiento no lo hace extraño a los escenarios cotidianos del trabajo y de la lucha por la fe y la libertad. Ha sido experto navegador de los mares de varias culturas, por lo que su proximidad al hombre no esta limitada al estrecho espacio de una reducida área antropológica.

Usted, Santidad, habla a un hombre que conoce y así el hombre llega a conocer en Usted al Pastor.

Nosotros Sacerdotes de este arduo y si bien misionero, estimulante tiempo, le estamos agradecidos por tal enseñanza pastoral que es imagen viviente para todos nosotros.

Gracias, Santidad, por ser así tan intensamente cuanto humildemente consciente de su misión de Vicario de Cristo. El punto de partida es siempre la fe en Jesucristo, Hijo de Dios; el horizonte que se abre es la Revelación trinitaria; la meta es el Reino cuyas llaves el Señor ha querido poner en sus manos obedientes; la brújula con la cual es guiada la nave de la Iglesia es exclusivamente el mensaje del divino Maestro, bajo el soplo del Espírito santo.

Como Cristo "Filius datus est nobis", Usted, Santidad, pertenece a nosotros, pertenece al mundo y lo sentimos como un don que la providencia ha querido poner en el horizonte de un mundo con frecuencia cansado y confuso.

Come Cristo, "Filius datus est nobis", Ella, Santità, appartiene a noi, appartiene al mondo e La sentiamo come un dono che la Provvidenza ha elargito ai nostri orizzonti di un mondo talvolta stanco e confuso.

In particolare, a nome dell’Ordo presbiterale, desidero dirLe "grazie" perché, attraverso l’esercizio del ministero sacerdotale, da Sommo Pontefice, ci ha dato una preziosa certezza: che la missione sacerdotale è la massima realizzazione per un uomo, realizzazione altamente umana proprio perché divina.

Grazie, Santità, per averci fatto comprendere, con il vivere quotidiano del "Totus tuus", tutta la portata della consegna compiuta dal Sommo ed Eterno Sacerdote, dal trono della Croce, della SS.ma Madre Maria, in particolare ad ogni Sacerdote. Anche noi vogliamo prenderLa nella nostra casa!

Grazie, Dolce Cristo in terra, per quei capelli bianchi, per la sofferenza, che L’ha resa ancora più cara ai nostri occhi, per i Suoi passi fisicamente stanchi quanto spiritualmente intrepidi, per averci esortato con vigore, 22 anni fa, a spalancare le porte a Cristo, senza paura, e per averci ora aperto la Porta Santa, dischiudendoci gli immensi orizzonti di Cristo Signore della storia, per guidarci all’impresa missionaria di nuova evangelizzazione.

Padre buono, imploriamo l’amore misericordioso di Dio affinché Ella possa guidarci ancora a lungo, esercitando il carisma petrino, che ci fortifica e ci incoraggia.

Ogni voto augurale deponiamo sulla patena nella celebrazione di questo Santo Sacrificio nel quale i Sacerdoti concelebranti sono anche segno di quella profonda, affettiva ed effettiva comunione ecclesiale, che noi tutti intendiamo confermare e rinnovare.