Bautismo y teología después del Vaticano II
P. David Orr OSB,

Prior de St Benedict's Monastery, Arcadia, NSW (Australia)

El Concilio Vaticano II ha recordado la centralidad del bautismo en casi todas sus reflexiones sobre los problemas pastorales. Se puede presumir que en él estén incluidos todos los sacramentos de la iniciación. Tal perspectiva ha sido motivo de gran entusiasmo para la Iglesia australiana, que se esfuerza por poner en práctica la teología conciliar. Desearía mencionar, en primer lugar, algunos grandes ámbitos en los que ha tenido influencia la teología bautismal del Vaticano II, para hablar, luego, de la respuesta pastoral de la Iglesia australiana en relación a la celebración litúrgica de la iniciación

A. Los ámbitos en los que ha tenido influencia la teología bautismal del Concilio

En la Iglesia australiana, que representa tan sólo un cuarto de la sociedad, la afirmación del Vaticano II de que "El bautismo constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre todos los que han sido regenerados por él" (UR 22) ha producido notables frutos en el trabajo por la unidad de los cristianos: se ha dejado de insistir en lo que divide, para concentrarse en la búsqueda de la "unidad" propugnada por el Concilio.

A partir de la imagen de la Iglesia como Cuerpo de Cristo, el Concilio recuerda que "por medio del bautismo hemos nos identificamos con Cristo" (LG 7). Dicho cuerpo está llamado a ser el Nuevo Pueblo de Dios (LG 9). Este nuevo pueblo de Dios es descrito como "casa espiritual y sacerdocio santo" por medio del bautismo (LG 10). Este sacerdocio exige ser ejercido en la celebración de la liturgia, porque "el pueblo cristiano, "linake escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido", tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo" (SC 14) a esta celebración.

En el contexto australiano, la invitación del Concilio fue acogida con entusiasmo y ha sido muy fecunda para la Iglesia. Como afirma el Resumen de conclusiones del encuentro de 1998 entre un grupo de obispos australianos y miembros de la Curia romana: "El trabajo de renovación de la Iglesia en Australia ha avanzado sobre todo gracias a la renovación de la liturgia y a la participación del pueblo en las celebraciones litúrgicas" (§ 37). Dicha renovación se percibe claramente en muchas parroquias, en la cuidadosa preparación y celebración de la liturgia dominical, en el gran número de ministros litúrgicos que han sido formados para dicho servicio, en el compromiso de muchos feligreses en la vida de la parroquia y la conciencia cada vez más profunda de que la asamblea parroquial es el fundamento de la Iglesia (En algunas parroquias esa conciencia peligra por la falta de celebraciones eucarísticas dominicales, dada la escasez del clero). La Iglesia australiana tiene aún mucho por hacer en su camino para que la liturgia se vuelva "la cumbre a la que tiende toda la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC 10). Entre los problemas que han aparecido recientemente, pueden recordarse la distancia entre la liturgia y las devociones y la insistencia en la piedad individual. En todos los casos, tenemos que repetir siempre la invitación del Vaticano II a respetar la participación de la comunidad en la liturgia como su "derecho y obligación en virtud del bautismo" (SC 14).

Por último, la teología del bautismo del Vaticano II se ha vuelto concreta en la vida de los laicos gracias a su compromiso en el apostolado y la actividad misionera de la Iglesia. "El deber y el derecho de los laicos al apostolado derivan de su misma unión con Cristo cabeza. Incorporados por el bautismo al Cuerpo místico de Cristo y fortalecidos con la fuerza del Espíritu Santo por medio de la confirmación, son destinados al apostolado por el mismo Señor" (AA 3). Estas palabras han sido escuchadas con atención por muchos laicos. Bajo la dirección de sus pastores, los laicos se han comprometido con entusiasmo en la catequesis, en la formación para el matrimonio, en la enseñanza, en la guía de la comunidad y, bajo distintas formas, en el servicio a los pobres. Muchos de estos ministerios derivan de la conciencia bautismal de los laicos. La reciente exhortación apostólica Ecclesia in Oceania (2001) menciona en distintas ocasiones el considerable trabajo apostólico de los laicos en muchas Iglesias de Oceanía "y los Padres Sinodales han subrayado con detrminación la misión de los miembros laicos de la Iglesia" (§ 13), misión que el Vaticano II hace derivar de la nueva vida que "se revistieron con el bautismo" (AG 11).

Por ello, la teología bautismal del Vaticano II ha dado abundantes frutos en la vida de la Iglesia australiana. Los católicos australianos han escuchado la exhortación que hace el Concilio para que vuelvan a asumir el poder que les había sido conferido por las aguas purificadoras del bautismo, fortificados por la potencia del Espíritu en la confirmación y renovados en la celebración de la eucaristía. Su respuesta de fe ha dado vida nueva a la Iglesia. Sin embargo, muchos no han recibido con fe este llamado y no han trascendido la convención social que se conforma con que los niños sean bautizados y, por eso, no son miembros activos de la comunidad. Otros no han entendido plenamente el llamado del Concilio y viven aún añorando el pasado; a menudo su presencia en la Iglesia está marcada por un profundo dolor.

B. La celebración de la iniciación en la vida de la Iglesia

1. La restauración del catecumenado

La restauración del catecumenado es uno de los ámbitos en que el llamado del Vaticano II produjo frutos fecundos. El Concilio escuchó el clamor de sus pastores, disponiendo que "Restáurese el catecumenado de adultos (...) cuya práctica dependerá del ordinario del lugar" (SC 64). Esta disposición ha demorado en su actuación. El nuevo Ritual fue publicado en 1972 y traducido al inglés en 1974. Sólo en 1986 la edición australiana fue publicada en forma de libro utilizable para la celebración litúrgica. Durante este periodo, la mayor parte de los obispos australianos habían comenzado a organizar las estructuras necesarias para su aplicación. El Rito de la iniciación cristiana de los adultos (1984) se utiliza actualmente en toda Australia, aunque algunas parroquias pongan obstáculos a su uso, generalmente en oposición a las directivas del ordinario del lugar. En Australia, se observan diferencias concretas en lo que se refiere al papel del obispo en su celebración: algunos insisten en su papel en la inscripción y en la eucaristía pascual, mientras que otros colocan en el centro a la comunidad parroquial local. La experiencia ha puesto de manifiesto que el rito ha revitalizado la vigilia pascual, al reunir la liturgia y la formación pastoral de los catecúmenos y de la asamblea parroquial.

No obstante, comienzan a aparecer distintos problemas pastorales. Se ha difundido la presencia de cristianos de otras denominaciones en la preparación de la pascua. Aunque, en general, se respeta su bautismo de manera adecuada, su inserción en el RICA es cada vez más objeto de examen. También se ha puesto en discusión el papel de los obispos en el RICA. La dificultades planteadas por los matrimonios irregulares de los candidatos (situación muy difundida en la sociedad autraliana) acarrea problemas pastorales. También se ha hecho necesario dedicar mayor atención a las exigencias específicas de los niños. Aunque los niños participen en general en el RICA, a menudo se descuidan sus exigencias específicas. (Se espera que la futura revisión del rito de iniciación de los niños pueda tomar en consideración este problema).

Por cierto, gracias a la renovación del catecumenado en Australia, la Iglesia ha cobrado nueva vida: de la comunidad han surgido catequistas y ministros comprometidos, la vigilia pascual ha recibido un sentido nuevo y para muchos el catecumenado se ha convertido en una introducción fecunda a la vida de la Iglesia. En Australia, el catecumenado se ha revelado un tesoro, oculto durante mucho tiempo, pero que ahora es centro de la vida parroquial.

La integridad de la celebración de los sacramentos de la iniciación durante la vigilia pascual (puesto que el bautismo, la confirmación y la eucaristía son celebrados en la misma ceremonia) ha impulsado, en muchas diócesis, la revisión de la praxis de la iniciación de los niños. Actualmente, más de la mitad de las diócesis australianas celebran la confirmación antes de la primera comunión (y muchas las celebran en la misma ceremonia); de esta manera respetan el orden tradicional de la celebración de los sacramentos de la iniciación. A pesar de todo, queda mucho por hacer para desarrollar una teología clara de la confirmación cuando es conferida aisladamente en el proceso de iniciación, en particular si tiene lugar después de la primera comunión. Se ha propuesto también que la confirmación sea administrada junto con el bautismo, como hacen las Iglesias orientales.

2. La praxis del bautismo de los niños

"Que el rito del bautismo de los niños sea revisado y adaptado a su condición real" (SC 67). Esta directiva del Concilio ha producido una innovación en la historia de la Iglesia: la redacción, en 1971, de un ritual para los niños. La centralidad de los niños en la celebración del sacramento ha requerido mucha atención. La finalidad del rito era de destacar principalmente la "participación y los deberes de los padres y padrinos" (SC 67). Este ritual ha sido motivo de alegría para muchos padres, que han visto la reafirmación de su papel en la vida de la Iglesia: los padres "serán los primeros maestros de sus hijos en el camino de fe; y podrán ser también sus mejores maestros" (Rito del bautismo de los niños, n° 70).

El Concilio había pedido también "inclúyase en el Misal romano la misa propia "Para la celebración del bautismo"" (SC 66). En 1974, al responder al pedido con la traducción inglesa del Misal romano (p. 756), las parroquias han tenido la oportunidad de incorporar el bautismo de los niños en la misa de los domingos. Este hecho ha contribuido a desarrollar la conciencia de las parroquias de su papel y responsabilidad en la celebración del bautismo. A su vez, ello hecho ha ayudado a que el bautismo, dejara de ser una celebración privada a nivel familiar para convertirse en un acontecimiento parroquial. Además, ha permitido que las parroquias celebren una sola ceremonia bautismal, en general de domingo, a menudo con la participación de la feligresía.

De todos modos, entre los resultados de este desarrollo, podemos recordar una perspectiva nueva sobre la fe de los padres que presentan al niño para que sea bautizado. ¿Están dispuestos a trabajar para la educación católica de su hijo? En este respecto, las parroquias se han esforzado por ayudar a los laicos para que acompañen a los padres en el proceso de formación al bautismo.

También la invitación del Concilio a una renovación de la liturgia del bautismo de los niños ha sido fecunda. Los padres reciben ayuda en su elección de hacer bautizar al niño y la encuentran continuo apoyo en la parroquia. Por cierto, los padres que presentan a un niño para que sea bautizado son exhortados a trascender la mera exigencia de la presión social, que requiere simplemente que los niños sean bautizados, para encaminarse hacia un compromiso en la elección de fe efectuada en el hecho de pedir el bautismo para su hijo. También este trabajo ha sido posible gracias al compromiso generoso de los laicos al servicio de la parroquia en una amplia serie de actividades prepartorias al bautismo.

En pocas palabras, el Vaticano II ha puesto las bases bautismales para la vida cotidiana de la Iglesia. La Iglesia australiana sigue edificando sobre esas bases, porque se esfuerza por vivir "la nueva vida otorgada por el bautismo". Muchas de las discusiones que se refieren al bautismo no derivan directamente de la teología bautismal, sino que nacen en otros ámbitos: por ejemplo, la catequesis, la liturgia, el apostolado, el ministerio. La renovación iniciada por el Vaticano II sigue viva en la Iglesia australiana. Bajo la guía de sus pastores, la Iglesia puede avanzar por este camino, en el que participa a todos su rico tesoro, que es ser el Cuerpo místico de Cristo.