AD PETRI CATHEDRAM



La verdad del Evangelio conduce a la vida eterna

Se trata, como es evidente, de una cuestión gravísima, estrechamente ligada a nuestra salvación eterna. Los que, como dice el Apóstol de las gentes, "siempre están aprendiendo, sin lograr jamás llegar al conocimiento de la verdad", (5) los que niegan a la humana razón la posibilidad de llegar al conocimiento de cualquier verdad cierta y segura, y repudian aun las verdades reveladas por Dios, necesarias para la salvación eterna, se alejan sin duda miserablemente de la doctrina de Cristo y del pensamiento del mismo Apóstol de la gentes, el cual nos exhorta: "...Hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios ... para que ya no seamos niños, que fluctúan y se dejan llevar de todo viento de doctrina por el engaño de los hombres, que para engañar emplean astutamente los artificios del error, sino que, al contrario, abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a aquel que es nuestra cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo, trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren para la operación propia de cada miembro, crece y se perfecciona en la caridad". (6)

Los deberes de la prensa en orden a la verdad

Los que empero de propósito y temerariamente impugnan la verdad conocida, y con la palabra, la pluma o la obra, usan las armas de la mentira para ganarse la aprobación del pueblo sencillo, y modelar, según su doctrina, las mentes inexpertas y blandas de los adolescentes, esos tales cometen sin duda un abuso contra la ignorancia y la inocencia ajenas y llevan a cabo una obra absolutamente reprobable.

No podemos, pues, menos de exhortar a presentar la verdad con diligencia, cautela y prudencia a todos los que principalmente a través de los libros, revistas y diarios, hoy tan abundantes, ejercen marcado influjo en la mente de los lectores, sobre todo de los jóvenes, y en la formación de sus opiniones y costumbres. Por su misma profesión tienen ellos el deber gravísimo de propagar no la mentira, el error, la obscenidad, sino solamente lo verdadero y todo lo que principalmente conduce, no al vicio, sino a la práctica del bien y a la virtud.

Con gran tristeza vemos, como ya deploraba Nuestro Predecesor León XIII, de feliz memoria, "serpentear audazmente la mentira ... en gruesos volúmenes y en pequeños libros, en las páginas de los diarios y en la publicidad teatral" (7); vemos "libros y revistas que se imprimen para ridiculizar la virtud y cohonestar el vicio". (8)

La radio, el cine y la televisión

A todo esto tenemos hoy que añadir, como Vosotros bien lo sabéis, Venerables Hermanos y queridos hijos, las audiciones radiofónicas y las funciones de cine y de televisión --espectáculos estos últimos que fácilmente se tienen en casa--. Todos estos medios pueden servir de invitación y estímulo para el bien, la honestidad y aun la práctica de las virtudes cristianas; sin embargo, no raras veces, por desgracia, sirven, principalmente a los jóvenes, de incentivo a las malas constumbres, al error y a una vida viciosa.

Para neutralizar por tanto con todo empeño y diligencia este gran mal, que se difunde cada día más, es necesario oponer a estas armas nocivas, las armas de la verdad y honestidad. A la prensa mala y mentirosa se debe resistir con la prensa recta y sincera; a las audiciones de radio y a los espectáculos de cine y televisión que fomentan el error y el vicio, hay que oponer otros que defiendan la verdad y guarden incólume la integridad de las costumbres. Así, estos recientes inventos, que tanto pueden para fomentar el mal, se convertirán para el hombre en instrumentos de bien y salvación, y al mismo tiempo en medios de honesto esparcimiento, con lo que vendrá el remedio de la misma fuente de donde frecuentemente brota el veneno.



NOTAS

<VALIGN=TOP5

II Tim. III, 7.

<VALIGN=TOP6

Eph. IV, 13-16.

<VALIGN=TOP7

Epist. Saepenumero considerantes; A. L. vol. III, 1983. p. 262.

<VALIGN=TOP8

Epist. Exeunte iam anno; A. L. vol. VIII, 1988, p. 398.



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