Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atenciónpastoral a las personas homosexuales

Congregaciónpara la Doctrina de la Fe

 

1.El problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos homosexuales se ha convertido cada vez másen objeto de debate público, incluso en ambientes católicos. En esta discusiónfrecuentemente se proponen argumentaciones y se expresan posiciones no conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, que suscitan una justa preocupaciónen todos aquellos que estáncomprometidos en el ministerio pastoral. Por consiguiente, esta Congregaciónha considerado el problema tan grave y difundido, que justifica la presente Carta, dirigida a todos los Obispos de la Iglesia Católica, sobre la AtenciónPastoral a las personas homosexuales.

2.En esta sede, naturalmente, no se puede afrontar un desarrollo exhaustivo de tan complejo problema; la atenciónse concentrará másbien en el contexto específico de la perspectiva moral católica. Esta encuentra apoyo tambiénen seguros resultados de las ciencias humanas, las cuales, a su vez, tienen un objeto y método propio, que gozan de legítima autonomía.

 

La posición de la moral católica está fundada sobre la razónhumana iluminada por la fe y guiada conscientemente por el intento de hacer la voluntad de Dios, nuestro Padre. De este modo la Iglesia está en condiciónno sólo de poder aprender los descubrimientos científicos, sino tambiénde trascender su horizonte; ella está segura que su visiónmáscompleta respeta la compleja realidad de la persona humana que, en sus dimensiones espiritual y corpórea, ha sido creada por Dios y, por la gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna.

Sólo dentro de este contexto, por consiguiente, se puede comprender con claridad en qué sentido el fenómeno de la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y con sus efectos sobre la sociedad y sobre la vida eclesial, es un problema que concierne propiamente a la preocupaciónpastoral de la Iglesia. Por los tanto se requiere de sus ministros un estudio atento, un compromiso concreto y una reflexiónhonesta, teológicamente equilibrada.

3.En la " Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual ",del 29 de diciembre de 1975, la Congregaciónpara la Doctrina de la Fe ya habíatratado explícitamente este problema. En aquella Declaraciónse subrayaba el deber de tratar de comprender la condiciónhomosexual y se observaba cómo la culpabilidad de los actos homosexuales debíaser juzgada con prudencia. Al mismo tiempo la Congregaciónteníaen cuenta la distincióncomúnmente hecha entre condicióno tendencia homosexual y actos homosexuales. Estos últimos venían descritos como actos que estánprivados de su finalidad esencial e indispensable, como " intrínsecamente desordenados " yque en ningúncaso puede recibir aprobación. (cf. n. 8, par. 4).

Sin embargo, en la discusiónque siguió ala publicaciónde la Declaración, se propusieron unas interpretaciones excesivamente benévolas de la condiciónhomosexual misma, hasta el punto que alguno se atrevió adefinirla indiferente o, sin más, buena. Es necesario precisar, por el contrario, que la particular inclinaciónde la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, máso menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinaciónmisma debe ser considerada como objetivamente desordenada.

Quienes se encuentran en esta condicióndeberían, por tanto, ser objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realizaciónde tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opciónmoralmente aceptable.

4.Una de las dimensiones esenciales de una auténtica atenciónpastoral es la identificaciónde las causas que han creado confusiónen relacióncon la enseñanza de la Iglesia. Entre ellas se señala una nueva exégesis de la Sagrada Escritura, segúnla cual la Biblia o no tendríacosa alguna que decir sobre el problema de la homosexualidad, o incluso le daríaen algúnmodo una tácita aprobación, o en fin ofreceríaunas prescripciones morales tan condicionadas cultural e históricamente que ya no podrían ser aplicadas a la vida contemporánea. Tales opiniones, gravemente erróneas y desorientadas, requieren por consiguiente una especial vigilancia.

5. Es cierto que la literatura bíblica debe a las varias épocas en las que fue escrita gran parte de sus modelos de pensamiento y de expresión(cf. Dei Verbum, n. 12). En verdad, la Iglesia de hoy proclama el Evangelio a un mundo diferente al antiguo. Por otra parte el mundo en el que fue escrito el Nuevo Testamento estaba ya notablemente cambiado, por ejemplo, respecto a la situaciónen la que se escribieron o se redactaron las Sagradas Escrituras del pueblo hebreo.

Sin embargo, se debe destacar que, aun en el contexto de esta notable diversidad, existe una evidente coherencia dentro de las Escrituras mismas sobre el comportamiento homosexual. Por consiguiente la doctrina de la Iglesia sobre este punto no se basa solamente en frases aisladas, de las que se puedan sacar discutibles argumentaciones teológicas, sino másbien en el sólido fundamento de un constante testimonio bíblico. La actual comunidad de fe, en ininterrumpida continuidad con las comunidades judías y cristianas dentro de las cuales fueron redactadas las antiguas Escrituras, continúasiendo alimentada por esas mismas Escrituras y por el Espíritu de verdad del cual ellas son Palabra. Asimismo es esencial reconocer que los textos sagrados no son comprendidos realmente cuando se interpretan en un modo que contradice la Tradiciónviva de la Iglesia. La interpretaciónde la Escritura, para ser correcta, debe estar en efectivo acuerdo con esta Tradición.

El Concilio Vaticano II se expresa al respecto de la siguiente manera: " Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, segúnel designio sapientísimo de Dios, estánentrelazados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la accióndel Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvaciónde las almas " (Dei Verbum, n. 10). A la luz de estas afirmaciones se traza ahora brevemente la enseñanza bíblica al respecto.

6. La teología de la creación, presente en el libro del Génesis, suministra el punto de vista fundamental para la comprensiónadecuada de los problemas puestos por la homosexualidad. Dios, en su infinita sabiduríay en su amor omnipotente, llama a la existencia a toda la creacióncomo reflejo de su bondad. Crea al hombrea a su imagen y semejanza como varóny hembra. Los seres humanos, por consiguiente, son creaturas de Dios, llamadas a reflejar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador. Ellos cooperan con Élen la transmisiónde la vida, mediante la recíproca donaciónesponsal.

El capítulo tercero del Génesis muestra cómo esta verdad sobre la persona humana, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado original. De allí se sigue inevitablemente una pérdida de la conciencia del carácter de alianza que teníala uniónde las personas humanas con Dios y entre sí.Aunque el cuerpo humano conserve aúnsu " significado nupcial " éste ahora se encuentra oscurecido por el pecado. Así el deterioro debido al pecado continúadesarrollándose en la historia de los hombres de Sodoma (cf. Génesis 19, 1-11). No puede haber duda acerca del juicio moral expresado allí contra las relaciones homosexuales. En el Levítico 18, 22 y 20, 13, cuando se indican las condiciones necesarias para pertenecer al pueblo elegido, el autor excluye del pueblo de Dios a quienes tienen un comportamiento homosexual.

Teniendo como telónde fondo esta legislaciónteocrática, San Pablo desarrolla una perspectiva escatológica, dentro de la cual propone de nuevo la misma doctrina, catalogando tambiéna quien obra como homosexual entre aquellos que no entraránen el reino de Dios (cf. 1 Cor 6,9). En otro pasaje de su epistolario, fundándose en las tradiciones morales de sus antepasados, pero colocándose en el nuevo contexto de la confrontaciónentre el Cristianismo y la sociedad pagana de su tiempo, presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la ceguera en la que ha caído la humanidad. Suplantando la armoníaentre el Creador y las creaturas, la grave desviaciónde la idolatríaha conducido a toda suerte de excesos en el campo moral. San Pablo encuentra el ejemplo másclaro de esta desavenencia precisamente en las relaciones homosexuales (cf. Rom 1, 18-22). En fin, en continuidad perfecta con la enseñanza bíblica, en el catálogo de aquellos que obran en forma contraria a la sana doctrina, vienen explícitamente mencionados como pecadores aquellos que efectúan actos homosexuales (cf. 1 Tim 1, 10).

7. La Iglesia, obediente al Señor que la ha fundado y la ha enriquecido con el don de la vida sacramental, celebra en el sacramento del matrimonio el designio divino de la unióndel hombre y de la mujer, uniónde amor y capaz de dar vida. Sólo en la relaciónconyugal puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. Por consiguiente, una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente.

Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale a anular el rico simbolismo y significado, para no hablar de fines, del designio del Creador en relacióncon la realidad sexual. La actividad homosexual no expresa una unióncomplementaria, capaz de transmitir la vida, y por lo tanto contradice la vocacióna una existencia vivida en esa forma de auto-donaciónque, segúnel Evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana. Esto no significa que las personas homosexuales no sean a menudo generosas y no se donen a sí mismas, pero cuando se empeñan en una actividad homosexual refuerzan dentro de ellas una inclinaciónsexual desordenada, en sí misma caracterizada por la auto-complacencia.

Como sucede en cualquier otro desorden moral, la actividad homosexual impide la propia realizacióny felicidad porque es contraria a la sabiduríacreadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relacióncon la homosexualidad, no limita sino que másbien defiende la libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico.

8. La enseñanza de la Iglesia de hoy se encuentra, pues, en continuidad orgánica con la visiónde la Sagrada Escritura y con la constante tradición. Aunque si el mundo de hoy desde muchos puntos de vista verdaderamente ha cambiado, la comunidad cristiana es consciente del lazo profundo y duradero que la une a las generaciones que la han precedido " en el signo de la fe ".

Sin embargo, en la actualidad un número cada vez másgrande de personas, aun dentro de la Iglesia, ejercen una fortísima presiónpara llevarla a aceptar la condiciónhomosexual, como si no fuera desordenada, y a legitimar los actos homosexuales. Quienes dentro de la comunidad de fe incitan en esta direccióntienen a menudo estrechos vínculos con los que obran fuera de ella. Ahora bien, estos grupos externos se mueven por una visiónopuesta a la verdad sobre la persona humana, que nos ha sido plenamente revelada en el misterio de Cristo. Aunque no en un modo plenamente consciente, manifiestan una ideologíamaterialista que niega la naturaleza trascendente de la persona humana, como tambiénla vocaciónsobrenatural de todo individuo.

Los ministros de la Iglesia deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por estas opiniones, tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo el riesgo es grande y hay muchos que tratan de crear confusiónen relacióncon la posiciónde la Iglesia y de aprovechar esta confusiónpara sus propios fines.

9. Dentro de la Iglesia se ha formado tambiénuna tendencia, constituida por grupos de presióncon diversos nombres y diversa amplitud, que intenta acreditarse como representante de todas las personas homosexuales que son católicas. Pero el hecho es que sus seguidores, generalmente, son personas que, o ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan subvertirla de alguna manera. Se trata de mantener bajo el amparo del catolicismo a personas homosexuales que no tienen intenciónalguna de abandonar su comportamiento homosexual. Una de las tácticas utilizadas es la de afirmar, en tono de protesta, que cualquier crítica, o reserva en relacióncon las personas homosexuales, con su actividad y con su estilo de vida, constituye simplemente una forma de injusta discriminación.

En algunas naciones se realiza, por consiguiente, un verdadero y propio tentativo de manipular a la Iglesia conquistando el apoyo de sus pastores, frecuentemente de buena fe, en el esfuerzo de cambiar las normas de la legislacióncivil. El fin de tal acciónconsiste en conformar esta legislacióncon la concepciónpropia de estos grupos de presión, para quienes la homosexualidad es, si no totalmente buena, al menos una realidad perfectamente inocua. Aunque la práctica de la homosexualidad amenace seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas, los partidarios de esta tendencia no desisten de sus acciones y se niegan a tomar en consideraciónlas proporciones del riesgo allí implicado.

La Iglesia no puede dejar de preocuparse de todo esto y por consiguiente mantiene firme su clara posiciónal respecto, que no puede ser modificada por la presiónde la legislacióncivil o de la moda del momento. Ella se preocupa sinceramente tambiénde muchísimas personas que no se sienten representadas por los movimientos pro-homosexuales y de aquellos que podrían estar tentados a creer en su engañosa propaganda. La Iglesia es consciente de que la opinión, segúnla cual la actividad homosexual seríaequivalente, o por lo menos igualmente aceptable, cuanto la expresiónsexual del amor conyugal, tiene una incidencia directa sobre la concepciónque la sociedad tiene acerca de la naturaleza y de los derechos de la familia, poniéndolos seriamente en peligro.

10. Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavíaobjeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás, que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones.

Sin embargo, la justa reaccióna las injusticias cometidas contra las personas homosexuales de ningúnmodo puede llevar a la afirmaciónde la condiciónhomosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmaciónes acogida y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como buena, o tambiéncuando se introduce una legislacióncivil para proteger un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si tambiénganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si aumentan los comportamientos irracionales y violentos.

11. Algunos sostienen que la tendencia homosexual, en ciertos casos, no es el resultado de una eleccióndeliberada y que la persona homosexual no tiene alternativa, sino que es forzada a comportarse de una manera homosexual. Como consecuencia se afirma que ella, no siendo verdaderamente libre, obraríasin culpa en estos casos.

Al respecto es necesario volver a referirse a la sabia tradiciónmoral de la Iglesia, la cual pone en guardia contra generalizaciones en el juicio de los casos particulares. De hecho en un caso determinado pueden haber existido en el pasado o pueden todavíasubsistir circunstancias tales que reducen y hasta quitan la culpabilidad del individuo; otras circunstancias, por el contrario, pueden aumentarla. De todos modos se debe evitar la presuncióninfundada y humillante de que el comportamiento homosexual de las personas homosexuales esté siempre y totalmente sujeto a la coaccióny por consiguiente sin culpa. En realidad tambiénen las personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le confiere su particular dignidad. Como en toda conversióndel mal, gracias a esta libertad, el esfuerzo humano, iluminado y sostenido por la gracia de Dios, podrá permitirles evitar la actividad homosexual.

12. ¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual que busca seguir al Señor? Sustancialmente, estas personas estánllamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición. Para el creyente la cruz es un sacrificio fructuoso, puesto que de esa muerte provienen la vida y la redención. Aun sí toda invitacióna llevar la cruz o a entender de este modo el sufrimiento del cristiano será presumiblemente objeto de mofa por parte de alguno, se deberá recordar que ésta es la víade la salvaciónpara todos aquellos que son seguidores de Cristo.

Esto no es otra cosa, en realidad, que la enseñanza del apóstol San Pablo a los Gálatas, cuando dice que el Espíritu produce la vida del creyente: " amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y domino de sí " yaúnmás: " No podéis pertenecer a Cristo sin crucificar la carne con sus pasiones y sus deseos " (Gal 5, 22. 24).

Esta invitación, sin embargo, se interpreta mal cuando se la considera solamente como un inútil esfuerzo de auto-renuncia. La cruz constituye ciertamente una renuncia de sí,pero en el abandono de la voluntad de aquel Dios que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en Élpara que puedan practicar la virtud en cambio del vicio.

El Misterio Pascual se celebra verdaderamente sólo si se deja que empape el tejido de la vida cotidiana. Rechazar el sacrificio de la propia voluntad en la obediencia a la voluntad del Señor constituye de hecho poner un obstáculo a la salvación. Así como la Cruz es el centro de la manifestacióndel amor redentor de Dios por nosotros en Jesús, así la conformidad de la auto-renuncia de los hombres y de las mujeres homosexuales con el sacrificio del Señor constituirá para ellos una fuente de auto-donaciónque los salvará de una forma de vida que amenaza continuamente de destruirlos.

Las personas homosexuales, como los demáscristianos, estánllamados a vivir la castidad. Si se dedican con asiduidad a comprender la naturaleza de la llamada personal de Dios respecto a ellas, estaránen condiciónde celebrar másfielmente el sacramento de la Penitencia y de recibir la gracia del Señor, que se ofrece generosamente en este sacramento para poderse convertir másplenamente caminando en el seguimiento de Cristo.

13. Es evidente, además, que una clara y eficaz transmisiónde la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto depende en gran parte de la correcta enseñanza y de la fidelidad de quien ejercita el ministerio pastoral. Los Obispos tienen la responsabilidad particularmente grave de preocuparse de que sus colaboradores en el ministerio, y sobre todo los sacerdotes, esténrectamente informados y personalmente bien dispuestos para comunicar a todos la doctrina de la Iglesia en su integridad.

Es admirable la particular solicitud y la buena voluntad que demuestran muchos sacerdotes y religiosos a la atenciónpastoral a las personas homosexuales, y esta Congregaciónespera que no disminuirá.Estos celosos ministros deben tener la certeza de que estáncumpliendo fielmente la voluntad del Señor cuando estimulan a la persona homosexual a conducir una vida casta y le recuerdan la dignidad incomparable que Dios ha dado tambiéna ella.

14. Al hacer las anteriores consideraciones, esta Congregaciónquiere pedir a los Obispos que esténparticularmente vigilantes en relacióncon aquellos programas que de hecho intentan ejercer una presiónsobre la Iglesia para que cambie su doctrina, aunque a veces se niegue de palabra que sea así.Un estudio de las declaraciones públicas y de las actividades que promueven esos programas revela una calculada ambigüedad, a travésde la cual buscan confundir a los pastores y a los fieles. Presentan a veces, por ejemplo, la enseñanza del Magisterio, pero sólo como una fuente facultativa en orden de la formaciónde la conciencia, sin reconocer su peculiar autoridad. Algunos grupos suelen incluso calificar como " católicas " asus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio, por el contrario, a veces lo atacan abiertamente. Aunque sus miembros reivindiquen que quieren conformar su vida con la enseñanza de Jesús, de hecho abandonan la enseñanza de la Iglesia. Este comportamiento contradictorio de ninguna manera puede tener el apoyo de los Obispos.

15. Esta Congregación, por consiguiente, anima a los Obispos para que promuevan en sus diócesis una pastoral que, en relacióncon las personas homosexuales, esté plenamente de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia. Ningúnprograma pastoral auténtico podrá incluir organizaciones en las que se asocien entre sí personas homosexuales, sin que se establezca claramente que la actividad homosexual es inmoral. Una actitud verdaderamente pastoral comprenderá la necesidad de evitar las ocasiones próximas de pecado a las personas homosexuales.

Deben ser estimulados aquellos programas en los que se evitan estos peligros. Pero se debe dejar bien en claro que todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, so pretexto de ofrecer un cuidado pastoral, no constituye una forma de auténtica atenciónni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser tambiénpastoral. Cuando no se tiene presente la posiciónde la Iglesia se impide que los hombres y las mujeres homosexuales reciban aquella atenciónque necesitan y a la que tienen derecho.

Un auténtico programa pastoral ayudará alas personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular a travésde la frecuente y sincera confesiónsacramental, mediante la oración, el testimonio, el consejo y la atenciónindividual. De este modo la entera comunidad cristiana puede reconocer su vocacióna asistir a estos hermanos y hermanas, evitándoles ya sea la desilusión, ya sea el aislamiento.

16. De esta aproximacióndiversificada se pueden derivar muchas ventajas, entre las cuales es no menos importante la constataciónde que una persona homosexual, como por lo demástodo ser humano, tiene una profunda exigencia de ser ayudada contemporáneamente a distintos niveles.

La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no puede ser definida de manera adecuada con una referencia reductiva sólo a su orientaciónsexual. Cualquier persona que viva sobre la faz de la tierra tiene problemas y dificultades personales, pero tambiéntiene oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios. La Iglesia ofrece para la atencióna la persona humana, el contexto de lo que hoy se siente una extrema exigencia, precisamente cuando se rechaza el que se considere la persona puramente como un " heterosexual " oa un " homosexual " ycuando subraya que todos tienen la misma identidad fundamental: el ser creatura y, por gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna.

17. Ofreciendo esas clarificaciones y orientaciones pastorales a la atenciónde los Obispos, esta Congregacióndesea contribuir a sus esfuerzos en relacióna asegurar que la enseñanza del Señor y de su Iglesia sobre este importante tema sea transmitida de manera íntegra a todos los fieles.

A la luz de cuanto se ha expuesto hasta ahora, se invita a los Ordinarios del lugar a valorar, en el ámbito de su competencia, la necesidad de particulares intervenciones. Además, si se retiene útil, se podrá recurrir a una ulterior accióncoordinada a nivel de conferencias episcopales nacionales.

En particular, los Obispos deben procurar sostener con los medios a su disposiciónel desarrollo de formas especializadas de atenciónpastoral para las personas homosexuales. Esto podríaincluir la colaboraciónde las ciencias sicológicas, sociológicas y médicas, manteniéndose siempre en plena fidelidad a la doctrina de la Iglesia.

Los Obispos, sobre todo, no dejaránde solicitar la colaboraciónde todos los teólogos católicos para que éstos, enseñando lo que la Iglesia enseñay profundizando con sus reflexiones el significado auténtico de la sexualidad humana y del matrimonio cristiano en el plan divino, como tambiénde las virtudes que éste comporta, puedan ofrecer una válida ayuda en este campo específico de la actividad pastoral.

Particular atencióndeberántener, pues, los Obispos en la selecciónde los ministros encargados de esta delicada tarea, de tal modo que éstos, por su fidelidad al Magisterio y por su elevado grado de madurez espiritual y sicológica, puedan prestar una ayuda efectiva a las personas homosexuales en la consecuciónde su bien integral. Estos ministros deberánrechazar las opiniones teológicas que son contrarias a la enseñanza de la Iglesia y que, por tanto, no pueden servir de normas en el campo pastoral.

Será conveniente ademáspromover programas apropiados de catequesis, fundados sobre la verdad concerniente a la sexualidad humana, en su relacióncon la vida de la familia, tal como es enseñada por la Iglesia. Tales programas, en efecto, suministran un óptimo contexto, dentro del cual se puede tratar tambiénla cuestiónde la homosexualidad.

Esta catequesis podrá ayudar asimismo a aquellas familias, en las que se encuentran personas homosexuales, a afrontar el problema que las toca tan profundamente.

Se deberá retirar todo apoyo a cualquier organizaciónque busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aúnsu apariencia, puede dar origen a graves malentendidos. Una especial atenciónse deberá tener en la práctica de la programaciónde celebraciones religiosas o en el uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos, incluida la posibilidad de disponer de escuelas y de los institutos católicos de estudios superiores. El permiso para hacer uso de una propiedad de la Iglesia les puede parecer a algunos solamente un gesto de justicia y caridad, pero en realidad constituye una contradiccióncon las finalidades mismas para las cuales estas instituciones fueron fundadas y puede ser fuente de malentendidos y de escándalo

Al evaluar eventuales proyectos legislativos, se deberá poner en primer plano el empeñopor defender y promover la vida de la familia.

18. El Señor Jesúsha dicho: " Vosotros conoceréis la verdad y la verdad os hará libres " (Jn 8, 32). La Escritura nos manda realizar la verdad en la caridad (cf. Ef 4, 15). Dios que es a la vez Verdad y Amor llama a la Iglesia a ponerse en servicio de todo hombre, mujer y niñocon la solicitud pastoral del Señor misericordioso. Con este espíritu la Congregaciónpara la Doctrina de la Fe ha dirigido esta Carta a Ustedes, Obispos de la Iglesia, con la esperanza de que les sirva de ayuda en la atenciónpastoral a personas, cuyos sufrimientos pueden ser agravados por doctrinas erróneas y ser aliviados en cambio por la palabra de la verdad.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el transcurso de la Audiencia concedida al suscrito Prefecto, ha aprobado la presente Carta acordada en la reuniónordinaria de esta Congregacióny ha ordenado su publicación.

Roma, desde la sede de la Congregaciónpara la Doctrina de la fe, 1º de octubre de 1986.

 

JOSEPH Card. RATZINGER

Prefecto

+ ALBERTO BOVONE

Arzob. tit. De Cesarea de Numidia

Secretario