Ageo

Con AGEO comienza el último período profético, el de la época posterior al exilio en Babilonia. Durante este período, el gran tema de los Profetas fue la restauración de Judá, así como el anuncio del castigo divino había sido el tema predominante de los Profetas anteriores al exilio y la consolación de los deportados el de los que ejercieron su actividad profética durante el destierro. Es probable que Ageo, cuyo nombre se menciona junto con el de Zacarías en Esd. 5. 1; 6. 14, perteneciera al grupo de los profetas "cultuales", es decir, vinculados al servicio litúrgico. Su ministerio comenzó unos quince años después de la colocación de los cimientos del Templo y sin duda no duró mucho tiempo. Todos sus oráculos llevan la fecha correspondiente, y estas fechas van desde agosto a diciembre del 520 a. C.

El libro de Ageo, lo mismo que el de Malaquías, nos ofrece valiosas informaciones sobre la penuria material y espiritual de la comunidad judía a la vuelta del exilio. Pero su mensaje está centrado en la reconstrucción de la Casa del Señor, que había quedado interrumpida. "Hay que construir para el Señor una Morada digna de su Nombre y todo cambiará", es la consigna que el profeta repite una y otra vez. La "gloria" del segundo Templo será mayor que la del primero, no por el esplendor material del edificio, sino porque hacia él acudirán todos los pueblos con sus riquezas (2. 6-9). Así, Ageo aparece como el continuador de Ezequiel, que veía en el Templo restaurado la fuente de todas las bendiciones mesiánicas. La predicación de Ageo, apoyada por la de Zacarías, impulsó a proseguir con renovado entusiasmo la obra de la reconstrucción, que culminó cinco años más tarde con la fiesta de la Dedicación (Esd. 6. 13-18).

Los oráculos de Ageo concluyen con una promesa hecha a Zorobabel, el alto comisionado del gobierno persa para la provincia de Judá (2. 20-23). Esta promesa, de claro contenido mesiánico, pone bien en evidencia las esperanzas que había suscitado entre sus compatriotas la presencia de aquel descendiente de David, gran promotor de la restauración civil de la comunidad judía, junto con el sacerdote Josué, el animador de la restauración religiosa.

Título

1 1 En el segundo año del rey Darío, el primer día del sexto mes, la palabra del Señor fue dirigida, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, en estos términos:

El reproche del Señor a su Pueblo

2 Así habla el Señor de los ejércitos: Este pueblo dice: "Todavía no ha llegado el momento de reconstruir la Casa del Señor". 3 Y la palabra del Señor llegó, por medio del profeta Ageo, en estos términos: 4 ¿Es este acaso el momento de que ustedes vivan en sus casas revestidas de madera, mientras esta Casa está en ruinas? 5 Ahora bien, así habla el Señor de los ejércitos: ¡Consideren la situación en que se encuentran! 6 Ustedes han sembrado mucho, pero han cosechado poco; han comido, pero no se han saciado; han bebido, pero no han apagado su sed; se han vestido, pero no se han abrigado; y el asalariado ha puesto su jornal en saco roto.

7a Así habla el Señor de los ejércitos: 8 Suban a la montaña traigan madera y reconstruyan la Casa; yo la aceptaré gustoso y manifestaré mi gloria, dice el Señor.

7b ¡Consideren la situación en que se encuentran! 9 Ustedes esperaban mucho y la cosecha fue escasa. Y yo aventé lo que ustedes habían llevado a su casa. ¿Por qué? –oráculo del Señor de los ejércitos–. A causa de mi Casa, que está en ruinas, mientras cada uno de ustedes se preocupa por la suya propia. 10 Por eso, por culpa de ustedes, el cielo ha retenido el rocío y la tierra ha rehusado sus frutos. 11 Yo he llamado a la sequía sobre la tierra y sobre las montañas, sobre el trigo, el vino nuevo, el aceite fresco y sobre todo lo que produce el suelo, sobre los hombres y los animales, y sobre todo el trabajo de sus manos.

La reconstrucción del Templo

12 Entonces Zorobabel, hijo de Sealtiel, Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, y todo el resto del pueblo escucharon la voz del Señor, su Dios, y las palabras del profeta Ageo, según la misión que el Señor, su Dios, le había encomendado. Y el pueblo sintió temor en la presencia del Señor. 13 Ageo, el mensajero del Señor, habló al pueblo conforme al mensaje del Señor, diciendo: "Yo estoy con ustedes –oráculo del Señor–". 14 Entonces el Señor despertó el espíritu de Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, el de Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo: ellos fueron y se pusieron a trabajar en el Templo de su Dios, el Señor de los ejércitos. 15 Era el día veinticuatro del sexto mes, del segundo año del rey Darío.

La gloria del nuevo Templo

2 1 El día veintiuno del séptimo mes, la palabra del Señor llegó, por medio del profeta Ageo, en estos términos: 2 Di a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, y al resto del pueblo: 3 ¿Queda alguien entre ustedes que haya visto esta Casa en su antiguo esplendor? ¿Y qué es lo que ven ahora? ¿No es como nada ante sus ojos? 4 ¡Ánimo, Zorobabel! –oráculo del Señor–. ¡Ánimo, Josué, hijo de Iehosadac, Sumo Sacerdote! ¡Ánimo, todo el pueblo del país! –oráculo del Señor–. ¡Manos a la obra! Porque yo estoy con ustedes –oráculo del Señor de los ejércitos– 5 según el compromiso que contraje con ustedes cuando salieron de Egipto, y mi espíritu permanece en medio de ustedes. ¡No teman! 6 Porque así habla el Señor de los ejércitos: Dentro de poco tiempo, yo haré estremecer el cielo y la tierra, el mar y el suelo firme. 7 Haré estremecer a todas las naciones: entonces afluirán los tesoros de todas las naciones y llenaré de gloria esta Casa, dice el Señor de los ejércitos.

8 ¡Son míos el oro y la plata! –oráculo del Señor de los ejércitos–. 9 La gloria última de esta Casa será más grande que la primera, dice el Señor de los ejércitos, y en este lugar yo daré la paz –oráculo del Señor de los ejércitos–.

Consulta a los sacerdotes

10 El día veinticuatro del noveno mes, el segundo año de Darío, la palabra del Señor llegó al profeta Ageo, en estos términos: 11 Así habla el Señor de los ejércitos: Consulta a los sacerdotes sobre el caso siguiente: 12 "Si alguien lleva en los pliegues de su ropa carne ofrecida en sacrificio y toca con ellos pan, caldo, vino, aceite o cualquier clase de alimentos, ¿todo esto quedará consagrado?". Los sacerdotes respondieron: "¡No!". 13 Ageo prosiguió: "Si alguien, contaminado por un cadáver, toca alguna de estas cosas, ¿quedarán impuras?". Los sacerdotes respondieron: "¡Si, quedarán impuras!". 14 Entonces Ageo tomó la palabra y dijo: "¡Así es este pueblo! ¡Así es esta nación delante de mí! –oráculo del Señor–. ¡Así es toda la obra de sus manos! ¡Y lo que ellos ofrecen aquí es impuro!".

Promesa de prosperidad

15 Y ahora, reflexionen desde hoy en adelante. Antes de poner piedra sobre piedra en el Templo del Señor, 16 ¿qué les pasaba a ustedes? Alguien iba a pesar un montón de grano estimado en veinte medidas, y no había más que diez; iba al lagar para sacar cincuenta medidas, y no había más que veinte. 17 Yo los castigué con la sequía, el pulgón y el granizo en toda la obra de sus manos, ¡pero ustedes no han vuelto a mi! –oráculo del Señor–.

18 Reflexionen desde hoy en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, en que se pusieron los cimientos del Templo del Señor. Reflexionen: 19 ¿Queda aún semilla en el granero? ¿Todavía no han dado nada la vid, la higuera, el granado y el olivo? A partir de este día, yo daré mi bendición.

Promesa a Zorobabel

20 La palabra del Señor llegó por segunda vez a Ageo, el día veinticuatro del mismo mes, en estos términos: 21 Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, y dile: Yo haré estremecer el cielo y la tierra, 22 derribaré el trono de los reinos y destruiré el poder de los reinos de las naciones; derribaré los carros y sus conductores, los caballos y sus jinetes caerán abatidos, cada uno bajo la espada de su hermano. 23 Aquel día –oráculo del Señor de los ejércitos– yo te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, mi servidor –oráculo del Señor– y haré de ti un anillo para sellar, porque yo te he elegido –oráculo del Señor de los ejércitos–.

 

1 1. Según esta indicación cronológica, Ageo comenzó a profetizar a fines de agosto de 520 a. C. En el "primer día" del mes, los israelitas celebraban la fiesta del novilunio (1 Sam. 20. 5; Is. 1. 13-14; 66. 23; Ez. 46. 1; Am. 8. 5), porque el comienzo de cada mes coincidía con la luna nueva. Ese día, además del sacrificio cotidiano, se ofrecían sacrificios especiales (Lev. 23. 23-25; Núm. 10. 10). El profeta aprovecha la afluencia de gente en ocasión de la fiesta para dirigir su exhortación a la comunidad.

2. "No ha llegado el momento": la reconstrucción del Templo comenzó poco después que los primeros repatriados regresaron a Jerusalén (Esd. 5. 14-16). Pero las penurias materiales y la hostilidad de los samaritanos obligaron a la comunidad a interrumpir los trabajos (Esd. 4 - 5).

14. "Despertó el espírítu": esta misma expresión se vuelve a encontrar en varios otros textos bíblicos más o menos contemporáneos de Ageo (Esd. 1. 1; 2 Crón. 36. 22; Jer. 51. 11). Siempre se refiere a un impulso casi irresistible del Señor, que mueve a los hombres a ponerse al servicio de los planes divinos.

2 1. El "día veintiuno del séptimo mes" concluía la celebración de la fiesta de las Chozas (Lev. 23. 34-36; Deut. 16. 13-15). Esta fecha corresponde a mediados de octubre del 520 a.C.

3. Ver Esd. 3. 12-13.

4. Ver Zac. 8. 9.

5. Para hacer más apremiante su exhortación, el profeta apela al "compromiso" que el Señor contrajo con su Pueblo desde los tiempos del Éxodo y del Sinaí. El Señor no sólo liberó a Israel de la esclavitud, sino que se ligó a él personalmente, comprometiendo en ello su fidelidad (Deut. 7. 7-8; 10. 14-15). En virtud de ese "compromiso", su "espíritu" está presente en la comunidad de los repatriados, como antes la presencia divina se había manifestado en la nube que guió a los israelitas por el desierto (Éx. 13. 21-22; 14. 19).

6-7. A la muerte de Cambises, en el 522 a.C., violentos conflictos internos sacudieron al Imperio persa. Esta atmósfera de inestabilidad política renovó las esperanzas mesiánicas de la comunidad judía, que veía en esos acontecimientos el preludio de su próxima liberación. La conmoción del Imperio era el presagio que anunciaba la conmoción universal de la que debía surgir un mundo nuevo. Ver Heb. 12. 26-27.

9. El profeta Ezequiel ya había establecido una estrecha vinculación entre el nuevo Templo y la instauración de los tiempos mesiánicos (Ez. 47. 1 - 12). Ageo retoma esta idea y le añade una nota universalista. El nuevo Templo será el centro cultual y el polo de atracción de todos los pueblos (Is. 2. 2-5; 60. 7-11; Miq. 4. 1-4). El cúmulo de las bendiciones mesiánicas se resume en la palabra "paz" (Is. 11. 6-9).

10. La fecha corresponde a mediados de diciembre del 520 a. C.

11. "Consulta a los sacerdotes": cuando surgía una duda relativa a la aplicación de la Ley, los sacerdotes eran los encargados de resolver el caso propuesto (Lev. 10. 11; Deut. 17. 8-13; 33. 10; Zac. 7. 3; Mal. 2. 7).

12-14. Para Ageo, el Templo en ruinas era una especia de "cadáver" que contaminaba toda la vida del pueblo, inlcuidos sus sacrificios.

20-23. Este pasaje final tine un contenido eminenetemente mesiánico. Ageo saluda a Zorobabel como el elegido del Señor. Las promesas hechas a la dinastía davídica se concentran ahora en él (2 Sam. 7. 12-16). La comparación con el "anillo" grabado con un sello que servía para autenticar los documentos escritos (1 Rey. 21. 8) y era custodiado celosamente por su propietario (Gn. 38. 18, describe a Zorobabel como el representante del Señor, investido de una autoridad divina.