Comentario a la aparición del Señor a los discípulos que iban camino de Emaús (Lc 24,13-35)

Alfonso Salmerón, S.I.

El padre Alfonso Salmerón, S.I., es uno de los primeros compañeros de San Ignacio de Loyola. Juntamente con él participa en la oblación de Montmartre (París 1534), considerada como el acto fundacional de lo que luego será la Compañía de Jesús. Nacido en 1515 en las vecindades de Toledo (España), desde los 17 años de edad se vinculó al núcleo parisino que rodeaba a Ignacio. Escribió la obra más vasta de aquellos primeros jesuitas, su comentario al Nuevo Testamento, en 16 volúmenes, que fue publicado póstumamente. Fue convocado a la presencia del Padre en 1585.

El comentario del padre Salmerón a la aparición del Señor a los discípulos de Emaús ha sido tomado de sus Commentarii in Evangelicam Historiam et in Acta Apostolorum, t. XI, Colonia, 1602.

Los números de página indicados corresponden a la edición impresa.

Tratado XIV

Sobre la aparición del Señor Jesús a los dos discípulos que se dirigían hacia la aldea de Emaús, según las palabras de Lucas: "13 Y dos de ellos aquel mismo día iban a una aldea, llamada Emmaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. 14 Y ellos iban conversando entre sí de todas estas cosas, que habían acaecido. 15 Y como fuesen hablando y conferenciando el uno con el otro, se llegó a ellos el mismo Jesús, y caminaba en su compañía; 16 mas los ojos de ellos estaban detenidos, para que no le conociesen. 17 Y les dijo: "¿Qué pláticas son esas, que tratáis entre vosotros caminando, y por qué estáis tristes?". 18 Y respondiendo uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: "¿Tú sólo eres forastero en Jerusalén, y no sabes lo que allí ha pasado estos días?". 19 Él les dijo: "¿Qué cosa?" Y respondieron: "De Jesús Nazareno, que fue un varón profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20 Y cómo le entregaron los sumos sacerdotes y nuestros príncipes a condenación de muerte, y le crucificaron. 21 Mas nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora sobre todo esto hoy es el tercer día, que han acontecido estas cosas. 22 Aunque también unas mujeres de las nuestras nos han espantado, las cuales antes de amanecer fueron al sepulcro, 23 Y no habiendo hallado su cuerpo, volvieron, diciendo que habían visto allí visión de ángeles, los cuales dicen que él vive. 24 Y algunos de los nuestros fueron al sepulcro; y lo hallaron, así como las mujeres lo habían referido, mas a él no lo hallaron"" (Lc 24,13-24).

Por qué se puede entender que, si bien Marcos y Lucas difieren acerca de los dos discípulos que iban a Emaús, a quienes se apareció el Señor en el camino, se trata de una misma historia

En primer lugar notamos que sólo Marcos y Lucas recuerdan esta aparición. Y Marcos lo hace de manera ciertamente breve, diciendo: "12 Mas después de esto se mostró en otra forma a dos de ellos, que iban a una aldea. 13 Y éstos fueron a decirlo a los otros; y tampoco les creyeron" (Mc 16,12-13).

Por el contrario, Lucas narra más ampliamente lo relacionado a esta aparición, como por ejemplo la aparición a María Magdalena sola. Marcos se restringe a pocas palabras, mientras que Juan suele poner muchas. Ahora bien, tanto en Marcos como en Lucas se muestra que eran dos de los discípulos, que iban a una aldea, que Marcos llama en griego y Lucas , y que la mayoría de los traductores han vertido como castellum, mientras que como villam. Muestra también que se apareció con otra forma o vestimenta; pues también aquí se dice que sus ojos les eran retenidos para que no lo reconociesen. Finalmente, está además aquello de: "Y éstos fueron a decirlo a los otros; y tampoco los creyeron". También Lucas narra que éstos regresaron inmediatamente de la aldea a Jerusalén, y que anunciaron que habían visto al Señor en el camino.

 

Se refuta una objeción

Una sola cosa parece no concordar, a saber, que Marcos dice que los discípulos no le creyeron a aquellos dos discípulos, mientras que Lucas recuerda que los discípulos congregados le dijeron a ellos dos que el Señor había resucitado y se había aparecido a Simón. A partir de esta aparente disonancia, Eutimio, en su comentario a Marcos (1), y el hereje Ostander juzgaron que los discípulos de los que habla Marcos no son los mismos que aquellos de los que habla Lucas. Pero ya que esto es una levísima conjetura y los Evangelistas concuerdan en todo lo demás, hemos de decir con San Agustín en su libro De consensu Evangelistarum (2) que hubo algunos de los discípulos que no creyeron, como Tomás y otros, que no lo habían visto y no creían aún. Por otro lado, hubo otros que lo habían visto, como por ejemplo Pedro y Santiago. Y también hubo quienes confiaron en ellos. Y éstos dijeron: "¡Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón!". También Mateo escribe que algunos de los discípulos creyeron y que otros dudaron cuando se dejó ver en Galilea. Pasemos ahora a explicar el texto.

Cristo Pastor vela, cuida y custodia sus ovejas

Ecce duo ex illis. El adverbio Ecce ("he aquí"), indica que esta historia aconteció inmediatamente después del anuncio de los ángeles a las mujeres, y de ellas a los Apóstoles. Y esta historia es ciertamente extraordinaria, edificante y admirable, muy digna de ser conocida y de ser oída, pues en ella Cristo habría de mostrar su singular amor para con los discípulos, amor que congregaba a sus ovejas dispersas. Así pues, cuando dice el Evangelista duo ex illis ("dos de ellos"), has de entender "de los discípulos del Señor", pues antes ha dicho: "fueron a contar todo esto a los once, y a todos los demás" (v. 9). Y has de entender que aquellos dos discípulos partieron después del primer anuncio que hicieron las mujeres a los apóstoles, no después de la segunda, porque en las palabras que dirigieron al Señor recuerdan que unas mujeres antes de amanecer fueron al sepulcro, y no habiendo hallado su cuerpo, volvieron diciendo que habían visto unos ángeles que decían que él vive; pero no narran que las mujeres habían visto al Señor mismo, lo cual era algo más importante, y narran lo que les parecía de mayor importancia, por lo que parece que habían oído el primer anuncio de las mujeres pero no el segundo.

Quién era el segundo de los discípulos que iba a Emaús, compañero de Cleofás

Estos discípulos eran setenta en número. Sobre el segundo consta que se llamaba Cleofás, pero el Evangelista no indica quién era el compañero que iba con él. Esto ha dado lugar a diversas conjeturas y opiniones.

1ra. opinión: Orígenes

Orígenes en su comentario a San Juan (3) afirma dos veces que Simón y Cleopás eran los nombres de los que decían Tu solus peregrinus es in Jerusalem y Nonne cor nostrum ardens erat in nobis, etc. Nuevamente dice lo mismo en su libro contra el filósofo Celso (4). Lo mismo sostiene San Basilio en el cap. 6 de Isaías (5), aproximadamente hacia la mitad. Sin embargo, ya que esta conjetura tan sólo cuenta con la autoridad de éstos y no se sustenta en motivos muy sólidos, no constituye una cosa de suficiente certeza. En efecto, había dos Simones entre los Apóstoles, uno era Simón Pedro, y el otro Simón el Cananeo. Y ninguno de los dos puede ser el que se menciona en este lugar, porque se dice en el texto que al regresar encontraron congregados a los once, así que no puede ser ninguno de ellos.

2da. opinión: Doroteo y Leoncio

Doroteo en su Sinopsis atestigua que Cleopás era llamado Simón. Y así Simón y Cleopás serían la misma persona. Leoncio anota en su comentario a Lucas que el compañero de Cleopás era Simón, no Simón Pedro, ni el cananeo, sino otro del número de los setenta. Pero ni Doroteo en su Sinopsis, ni Hipólito en su opúsculo sobre los Setenta discípulos dicen nada acerca de otro discípulo llamado Simón, por lo que esto no parece tener mucha firmeza.

3ra. opinión: Epifanio

Epifanio al dirigirse a los Satunilianos dice así: "Pero el Evangelista Lucas afirma que el Salvador mismo fue visto en el camino por Natanael y Cleopás, después de su resurrección de entre los muertos, y que les mostró a partir de los Profetas que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día" (6). Pero Epifanio no dice de dónde lo toma. Y si Natanael se refiere a Bartolomé, como hemos dicho en el libro cuarto, el segundo discípulo no podría haber sido Natanael. Y si no, no podría haber sido de los setenta discípulos, pues ni en el catálogo que escribieron Hipólito Mártir ni en la Sinopsis de Doroteo se hace mención de un tal Natanael discípulo de Cristo.

4ta. opinión: Ambrosio

Ambrosio en su comentario a Lucas (7) atestigua que este segundo discípulo era llamado Amaón, hijo de Rusio, con un nombre no del todo distinto del lugar al que se dirigían, que se llamaba Emaús, o Amaús según Josefo (8). Pero ya que quienes hacen el catálogo de los setenta discípulos no lo mencionan, no parece que esta opinión sea consistente.

5ta. opinión

Cierto escritor reciente dice que se trata de Santiago el Justo, de quien el Apóstol da testimonio que a él se la apareció. Pero dos cosas parecen oponerse a esta afirmación: primero, que Pablo habla de una aparición hecha solamente a Santiago (9), mientras que en esta historia no se apareció sólo a uno sino también al otro; y segundo, que Santiago, sea el hermano de Juan, sea el hijo de Alfeo llamado hermano del Señor, debe ser contado entre el número de los once que éstos dos encontraron congregados al regresar.

6ta. opinión, que place al autor

Finalmente, está la opinión más común y probable, de que este segundo discípulo habría sido el Evangelista Lucas. Lo afirman Doroteo en su Sinopsis, en la Vida de Cleofás, Teofilacto Sobre Lucas, Simeón Metafrastes en la Vida de San Lucas, y Nicéforo Calixto en su Historia Eclesiástica (10). De los latinos lo afirma Gregorio en el prólogo a sus Moralia (11). Y afirman esto como lo más probable. Dan como argumento que es usual que el escritor hable de sí mismo en tercera persona. Por eso dice César en sus comentarios: Y César hizo esto, o aquello, como si hablase de otra persona. También Moisés habla frecuentemente de sí en tercera persona. También lo hace con frecuencia Juan, cuando dice "el discípulo a quien Jesús amaba". Y Pablo: "Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años" (1Cor 12). Pero es cierto que no siempre observaban esta costumbre, pues a veces se transmiten a sí mismos, como el mismo Pablo cuando dice: "Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo" (1Cor 15). Pero Lucas por humildad no menciona nunca su nombre. También se conjetura que Lucas habría sido aquél segundo discípulo porque describe las circunstancias de esta aparición tan detallada y copiosamente que más parece que él estuvo allí y no que se lo haya narrado otro.

 

Se resuelven los argumentos en favor de esta opinión

1er argumento

Pero algunas cosas parecen oponerse a esta opinión. En primer lugar, que San Jerónimo en su libro De hebraicis quaestionibus dice que mientras Lucas vivió no fue nunca de los discípulos del Señor, sino del Apóstol Pablo (12). Pero esto parece que se puede resolver fácilmente, pues Doroteo en su Sinopsis, Hipólito en su catálogo de los setenta y dos discípulos, y Epifanio al final del primer tomo y al inicio del cap. 51 In haeresim, cuentan todos ellos a Lucas entre los setenta discípulos del Señor.

2do. argumento

En segundo lugar objetan que Lucas se cuenta a sí mismo entre los que recibieron el Evangelio de aquellos que habían visto y habían sido ministros de la palabra; y que por lo tanto él mismo ni vio ni fue ministro de la palabra; y por consiguiente no habría sido tampoco un discípulo del Señor Jesús. Pero puede decirse que no se contó entre los que habían visto por haber visto muy poco (Lc 1ss). O también por haber sido de los que se escandalizaron al escuchar las palabras del Señor "Si no coméis de la carne del hijo del hombre" (Jn 6). Así lo atestiguan los tres autores que hemos mencionado. Ciertamente podría haber visto algunas de las cosas que escribió en el Evangelio, pero haber recibido la mayoría de quienes las vieron.

Por qué Lucas al inicio de su Evangelio no se cuenta entre los ministros de la palabra

Y el que no se cuente a sí mismo entre los ministros de la palabra es claramente debido a su humildad, por haber querido otorgar este título honorífico tan sólo a los Apóstoles, o por haberse considerado indigno de contarse entre los setenta y dos por haberse escandalizado por las palabras dichas del Señor acerca de su carne y de su sangre.

3er. argumento

En tercer lugar se puede objetar que cuando Pablo enumera las apariciones de Cristo en su primera carta a los Corintios (13), no hace mención de una aparición a Lucas, que fue un acompañante suyo, y no parece verosímil que lo haya omitido si efectivamente se le hubiera aparecido. Pero si se sigue este razonamiento, habría que concluir que tampoco se apareció a Cleofás, quien también parece que transmitió el Evangelio. Más aún, tampoco a José de Arimatea, pues Pablo no lo recuerda y tampoco está contenida en el Evangelio esa insigne aparición de Cristo. Hasta aquí sobre este asunto.

Por qué iban estos discípulos hacia Emaús

Ibant autem, dice, duo ex illis. No se señala la causa por la que iban, pero parece que habían sido enviados por los discípulos, pues los discípulos eran enviados de dos en dos, tal como Cristo los enviaba antes. Es verosímil que se fueran por miedo a los judíos (14), sobre todo porque muerto ya Cristo, convenía que se reuniesen de a dos en el tiempo de la tentación, y estuviesen unidos uno a otro, no sea que se perdiesen estando solos, como Judas. Por eso leemos: "Es mejor estar dos juntos que uno solo, pues les será de provecho su comunión: si uno cae, será ayudado por el otro, pero si van solos y cae uno, no tendrá quien lo levante" (15).

También se puede entender que estos eran dos, es decir, que estaban divididos, no unidos por la unidad de la fe o por la integridad de la mente.

Qué prefiguraban estos dos discípulos

Finalmente, eran dos como tipo de los dos pueblos que abrazaron con una fe ciertísima este tan grande misterio después de un largo debate y vacilación.

Pero al ir ignoraban que estaban en el verdadero Sábado, aquél en que correspondía permanecer en descanso: no había concluido aún el día Domingo, el día que hizo el Señor (16) cuando salió Cristo el Sol. Les parecía algo vergonzoso, pues habían visto a Cristo despertar a Lázaro al cuarto día (17).

Dónde estaba ubicada Emaús y qué significa

In castellum, quod erat in spatio stadiorum sexaginta ab Ierusalem, nomine Emmaus. Ya hemos dicho que la palabra griega significa propiamente pagum ("distrito", "aldea"), pero nuestro traductor suele vertir castellum: así como en aquél lugar: Ite in pagum, qui contra vos est (Mc 11), el traductor dice: Ite in castellum.

Pero Emaús era una villa, si bien antes había sido una ciudad insigne entre todas las ciudades de Palestina, situada junto a Sochot en el Valle del Terebynto, donde David dio muerte al gigante Goliat (18).

Emaús se encontraba situada entre Joppa y Jerusalén. Josefo la llama Ammaus (19), que significa "aguas calientes". En efecto, había allí una fuente en la que se sanaban los males del cuerpo. Y este campamento fue destruido por los Romanos durante el sitio de Jerusalén, pero fue nuevamente instaurado en tiempos de M. Aurelio Antonino, como dice Beda (20), y fue llamado Nicópolis.

Plinio, en su libro de la Historia Natural, incluye a Emaús entre las regiones de Judea (21). Jerónimo, en su libro De Ecclesiasticis Scriptoribus (22) recuerda que Julio el Africano, de cuyos tiempos se conservan cinco volúmenes redactados en tiempo del Emperador M. Aurelio Antonino, que había sucedido a Macrino, recibió un pedido de restauración de la ciudad de Emaús, que fue luego llamada Nicópolis. También escribe así en el Epitaphio Paulae: "Y habiendo encontrado en el camino a Nicópolis, que antes se llamaba Emaús, dedicó como Iglesia la casa de Cleofás, en la que el Señor fue reconocido en la fracción del pan" (23).

 

Por qué los Romanos llamaron después Nicópolis a Emaús

Asimismo, dice la Historia tripartita: "Hay en Palestina una ciudad de nombre Nicópolis. Cuando esta era aún solamente una aldea, es llamada Emaús por el libro de los Evangelios. Después de la devastación de Jerusalén y de la victoria sobre los judíos los Romanos la llamaron Nicópolis en memoria de dicha victoria. En el cruce del camino que se encuentra ante esta ciudad, donde se sabe que Jesús caminó con Cleofás después de la resurrección e hizo un ademán de irse a otro pueblo, hay una fuente sanativa, en la que son limpiadas las enfermedades de los hombres y también son curados de diversas dolencias los animales que allí se detienen. Hay la tradición de que eso sucede porque Cristo fue visto junto a la fuente junto con sus discípulos y se lavó allí los pies, a partir de lo cual el agua cura diversas dolencias" (24). También Josefo recuerda esta ciudad en el libro 17 de sus Antigüedades: "Emaús, dice, fue incendiada por orden de Vario, en venganza por sus soldados que allí cayeron, y la dejó desierta y sin habitantes" (25). Y en el libro 18: "En Emaús no hay ya aguas calientes" (26). Y en su libro De bello Iudaico: "Ammaús, dice, si alguien lo traduce, significa `aguas calientes'. En efecto, hay allí una fuente idónea para sanar los males del cuerpo" (27). Estas palabras de Josefo son citadas por Jerónimo y por la Historia tripartita, que escriben sobre dicha ciudad.

Cómo se escribe Emaús en hebreo

Ahora bien, es correcto traducirlo como "aguas calientes" si se escribe Emmaús con la primera letra Chet, pues Cham significa "caliente", y así significará "aguas calientes" o "consejo cálido". Pero si la primera letra fuese Aleph, podría traducirse "Terror del consejo", por Emah. Ahora bien, si en vez de Em se dice Am, podría traducirse "consejo de la madre", como enseña Santos Pagnino. El Evangelio en siriaco no lo escribe ni con Chet ni con Aleph, sino con Hayn: . Si tuviéramos la versión hebrea del libro primero de los Macabeos, que según atestigua Jerónimo (28) fue escrito en Hebreo, sabríamos en seguida con qué letras se escribe, pues en 1Mac 3 y 4 se hace mención del lugar en que los Macabeos vencieron a Lysias.

Se declina como Cerafus, Cerafuntis, y Cerafuntos; y Trapesus, Trapesuntis, y Trapesuntos. Así también Emaús. Sin embargo, Plinio y Jerónimo inflectan la forma según la segunda declinación. Asimismo, en el libro de los Macabeos Emmaum aparece como indeclinable. Hay alguno que piensa que se trata de lugares diferentes. En efecto, Emaús distaba de Jerusalén sesenta estadios.

De cuántos pasos consta un estadio, según Plinio.
Qué es un estadio y por qué se llama así

Plinio enseña que un estadio contiene 125 pasos (29). Y se dice de stando ("deteniéndose"), pues se dice que los Griegos medían la distancia de los caminos según Hércules. Un estadio es la octava parte de una milla, por lo que sesenta estadios son siete millas y cuatrocientos pasos, que son casi media milla.

Por qué se dice que Emaús distaba de Jerusalén sesenta estadios, según Beda

"Esta distancia del camino --dice Beda-- conviene bien a quienes caminaban con la certeza de la muerte y de la sepultura del Salvador pero dudando de su resurrección. Pues quién dudaría de que el número ocho corresponde a la resurrección, que fue realizada el día siguiente al séptimo del Sábado" (30)

Un error de Josefo es corregido según la verdad evangélica

Pero si distaba sesenta estadios de Jerusalén, es falso lo que dice Josefo acerca de que Emaús distaba treinta estadios de Jerusalén (31).

Et ipsi loquebantur ad invicem de hic omnibus quae acciderant, a saber, acerca de Cristo. Pues aquellas cosas los ocupaban de tal manera que no podían hablar de otra cosa sino de su pasión, de su sepultura, de las señales al momento de su muerte, y de las mujeres que habían visto a los ángeles. Y la conversación en el camino es útil para aliviar el cansancio del esfuerzo.

Qué caracteriza a los que aman

Por eso hablaban sobre él como quien ama a alguien, pues quienes aman a una persona piensan en ella a menudo (32), y sueñan con ella, y de la abundancia del corazón habla la boca. Pero no lo amaban tanto, sino que también dudaban, y por eso andaban juntos, pues como dice Salomón, "el hierro aguza el hierro, y el hombre el rostro de su amigo" (Prov 27).

 

Qué es una fábula, y cuál es su objeto

Et factum est dum fabularentur, et secum quaererent. Fabula significa discurso, y rumor del pueblo, o un asunto divulgado por todo lugar, aunque sea verdadero y sea contado lícitamente. Por eso Jerónimo, cuando Rufino lo calumnió diciendo que había llamado fábulas a las historias de Bel y el dragón que se encuentran en Daniel (33), conservó su palabra y le mostró que en latín no sólo se llama fabulas a cosas falsas sino también igualmente a cosas verdaderas (34). También Plauto usa comúnmente el verbo fabulare. El Griego trae aquí la palabra , de donde viene homilia. Para evitar la ambigüedad de la palabra fabula se podría traducir: Et factum est, dum colloquerentur.

De qué cosas hablaban y discutían los dos discípulos que iban a Emaús

El Evangelista no dice sobre qué conversaban y discutían entre sí. Sin embargo, parece verosímil que hablasen con temor y angustia en el alma sobre lo acontecido a Jesús, que, o los había engañado o se había engañado a sí mismo. Habían pensado que él habría de resucitarse a sí mismo de entre los muertos igual que había resucitado a otros, pero no había ocurrido nada aún, y era ya el tercer día, más aún, el día estaba ya avanzado, y no se había aparecido. No parecía verosímil que se hubiera aparecido a las mujeres antes que a ellos, si efectivamente había resucitado. Más aún, ¿qué honor podría tener resucitar luego de haber sido tan humillantemente maltratado? Nadie seguiría a alguien tan despreciable. Y si efectivamente fuese el Mesías, habría de esperar hasta otro tiempo, es decir, hasta que aquella ignominia se alejase del recuerdo de los hombres.

Cuándo se nos acerca Jesús

Et ipse Jesus appropinquans ibat cum illis. He aquí lo que se suele decir: "Lupus est in fabula". Y Jesús se nos hace presente en la tribulación, así como se hizo presente a los Apóstoles mientras remaban (35). Por eso dice el Profeta: "Si el Señor no estaba con nosotros, diga ahora Israel, si el Señor no estaba con nosotros, nos hubieran cubierto las aguas". Se hace presente también por su promesa: "Donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18). Y lo que entonces cumplió con su presencia corporal, no lo deja de hacer nunca con su presencia espiritual. Se hace presente, en fin, por el diálogo espiritual que tienen: "Cerca está el Señor de quienes lo invocan" (Sal 144), es decir, de quienes hablan de Él.

A qué se asemeja la conversación familiar sobre Cristo

En efecto, la conversación familiar sobre Cristo es como música suave que entra por los oídos, y como el fuego humeante que lleva su luz hacia sí mismo. Así también la conversación santa y espiritual atrae a Cristo, pues lo semejante atrae a lo semejante.

De qué manera se mueve el cuerpo de Cristo resucitado

Observa la verdad del cuerpo resucitado, pues se acercó e iba con ellos, como un tercer peregrino y caminante que hubiese alcanzado a quienes iban delante suyo. El Señor no se aparece rápidamente como un espíritu, sino gradualmente, pues es propio del cuerpo humano el moverse. Y si bien por la resurrección había sido liberado de la enfermedad y de la corrupción, no había perdido su sustancia ni las propiedades del cuerpo humano, pues en la glorificación no desaparecen ni la sustancia ni las propiedades del cuerpo humano, sino solamente los defectos de la naturaleza y la debilidad. Felices aquellos a quienes Cristo se asocia en el camino, porque no podrán nunca errar ni estar en peligro, ya que Cristo es el camino, la verdad y la vida (36).

 

Por qué eran retenidos los ojos de los discípulos para que no lo reconociesen

Oculi autem eorum tenebantur, ne eum agnoscerent. Dos cosas debemos decir. En primer lugar, qué ojos y de qué modo eran retenidos. Y luego, por qué eran retenidos para que no le reconociesen. Sobre lo primero diremos que los ojos externos pueden ser retenidos de tres maneras: 1º. si permaneciendo inalterables tanto los ojos como el objeto externo se imprimía en ellos una imagen distinta que la que se solía imprimir de manera natural; 2º. si se alteraba el sentido mismo con el que se ve; 3º. si el órgano era confundido por luces exteriores. También los ojos espirituales de nuestra alma pueden ser retenidos de un modo peculiar para que no vean, o para que vean algo distinto.

Ahora bien, en primer lugar, en este caso ciertamente no se trata de un cambio en el objeto externo de la visión, pues Cristo era el mismo y no había cambiado. Así pudieron constatarlo cuando les fueron abiertos los ojos. Por eso, lo que dice San Marcos ("Se les manifestó con otra apariencia" - Mc 16) debe entenderse como indicando que Cristo no imprimía en los discípulos su propia imagen, sino una distinta, también unas vestimentas distintas de las acostumbradas, y sin duda alguna un tono de voz distinto. Esta opinión parece probable, y es conforme con las palabras de San Marcos. Eso significaría, según Lucas, que "sus ojos les eran retenidos".

En segundo lugar, en lo referente al medio, no hubo cambio alguno, pues es muy frecuente que nuestros sentidos sean burlados, como cuando ponemos una vara en el agua y nos parece que está rota, o cuando echamos un denario en el agua y al alejarnos lo vemos más grande de lo que es, o cuando ponemos un anillo de oro en un envase de cristal y se ve más grande, debido a la naturaleza de los medios. Este no pudo ser el modo aquí.

Nos queda examinar el tercer modo, el relativo a los ojos mismos. Si estos órganos son afectados por ciertos humores, ven las cosas de un modo distinto. Esto en griego se llama , que se puede traducir como privación de la vista. De esto se valen a menudo algunos magos o prestidigitadores, que hacen públicamente cosas casi increíbles, con una gran rapidez de manos, y a veces afectan de alguna manera los ojos.

Por otro lado, el texto podría referirse a los ojos internos de la mente, como dice Cayetano (37), los cuales después se dice que fueron abiertos. Y consta que no es con los ojos externos sino con los internos con los que se reconoce a Jesús, pues no iban por el camino con los ojos cerrados. Y se dice en griego es decir, carentes de juicio, tal como Pedro cuando fue sacado de la custodia por el ángel no pensaba que estaba caminando sino que estaba viendo una visión. Algo semejante sucede a los hombres que se encuentran pensando y meditan mucho en algo, cuando no se dan cuenta de muchas de las cosas que pasan por sus ojos. Pero su facultad interior de conocer, que incluye el entendimiento y los sentidos internos, no estaba impedida de la aprehensión de las demás cosas, sino solamente de reconocerlo, como dice Eutimio. De la misma manera en una ocasión los ciudadanos de Sodoma, debido a su o a su , fueron golpeados por los ángeles y no pudieron encontrar nunca la puerta de la casa de Lot (38). Y el pretor de Milán, quien mandó cerrar la puerta a Ambrosio cuando éste se dirigía hacia él, y no quiso abrirla a quienes la tocaban, cuando después de pocos días mandó el Emperador que se le apresase y huyó al templo en busca de asilo no pudo nunca encontrar abierta la puerta del templo, tal como lo atestigua el Obispo Paulino en su Vida. Por un motivo semejante, los siervos, o mejor dicho, los ladronzuelos enviados por el Rey Benadab de Siria (39) para capturar a Eliseo, no lo reconocieron al encontrarlo, sino que éste los llevó, golpeados por la ceguera, a la ciudad de Samaria. También Jesús en el Evangelio (40) iba golpeando la ceguera de los judíos y pasando por en medio de ellos. Por lo tanto, esta aorasía, o acrisía, no es un defecto de la virtud pasiva, ni del medio por el que percibimos, sino que es una sujeción del sentido, como ocurre en el sueño, o un impedimento del juicio. Por ello, cuando dice Marcos que se apareció en otra forma, has de entender esto desde el punto de vista de los discípulos, no según la verdad del asunto, pues en el Cuerpo de Cristo no hubo cambio alguno ni del color ni de sus rasgos propios, como pensaron Teofilacto (41) y Beda, y parece que también a ello se inclinaba San Agustín en su carta a Paulino (42). Más bien había un impedimento en sus ojos, los cuales eran retenidos por la sustracción del cambio de los ojos en cuanto a toda disposición del Cuerpo de Cristo. Pero también el mismo San Agustín prueba la opinión contraria con las palabras de Lucas que indica abiertamente que los ojos de los discípulos eran impedidos para que no reconociesen a Jesús: y porque añade luego "abiertos", es decir, removido el impedimento por el que eran detenidos (43).

Por otro lado Jerónimo en su Carta a Pamaquio en contra de Juan de Jerusalén, considera cierto tanto que Cristo se apareció con una forma cambiada de su cuerpo como que a la vez los ojos de los discípulos eran impedidos para que no reconociesen a Cristo en esa forma. Y parece débil y de poca consistencia lo que dice Cayetano (44), a saber, que se está hablando de los ojos interiores porque no iban por el camino con los ojos cerrados. Ya que puede constar suficientemente por San Agustín (45) de qué manera sus ojos externos eran retenidos mediante el mencionado impedimento, y de qué manera fueron abiertos cuando éste fue removido.

Por quién les eran retenidos los ojos para que no reconociesen al Señor

El Evangelista no dice por quién eran retenidos los ojos, pero haz de entender que por Cristo el Señor o por el demonio permitiéndolo Cristo, tal como dice San Agustín en su libro De consensu Evangelistarum (46). Pero lo primero es lo más probable.

Para qué les eran retenidos los ojos de modo que no reconociesen al Señor

A lo segundo respondemos que el Señor quiso aparecer de esa manera por causas honestas. En primer lugar porque Cristo Resucitado no es reconocido con los ojos del cuerpo y la razón humana, sino con la fe y las Escrituras. Luego, porque el cuerpo adornado con la gloria sólo es visto cuando, como, y por quienes quiere. Por eso no se muestra a sí mismo de una manera humana, sino divina y celestial. En tercer lugar para mostrarnos cuán frágiles son nuestros sentidos, que ni los ojos ni los oídos pueden desempeñar sus funciones si no les es dada continuamente desde el cielo dicha facultad. Ciertamente nuestros miembros son enriquecidos con sus dones por la naturaleza, pero para que conste más claramente que nos han sido concedidos precariamente, retuvo en su mano el ejercicio de ellos, para que contemos entre los beneficios que recibimos cotidianamente el hecho mismo de que nuestros ojos vean y nuestros oídos oigan. En cuarto lugar, para que descubriendo ellos su herida a quien se presentaba como un peregrino desconocido, recibieran de Cristo, el mejor médico, las medicinas más convenientes y más saludables. En quinto lugar para mostrarles exteriormente lo que estaba ya en el corazón de ellos. Por eso dice Gregorio en su homilía: "El Señor sacó fuera, ante los ojos del cuerpo, lo que tenían ya ellos en los ojos del corazón. Pues ellos interiormente lo amaban y a la vez dudaban de Él. Y el Señor, estando fuera y presente, no les mostraba quién era. A los que hablaban de sí les mostró su presencia, pero ya que dudaban de su conocimiento les escondió su figura" (47). En sexto lugar, para que después de estar largo tiempo oculto y escondido, fuera luego reconocido más dulcemente. Y así lo hizo cuando fueron abiertos los ojos de ellos.

 

Virtud de la fe y admirable virtud de Cristo

En séptimo lugar eran retenidos sus ojos para que percibiesen sin la perturbación de los sentidos la interpretación de las Escrituras, y fueran conducidos poco a poco a la fe, que abre los ojos, y sin la cual los ojos son retenidos y no reconocen al Señor. Considera en esto la admirable virtud de Cristo: cuando tenía un cuerpo mortal en la tierra, se transformó en presencia de sus discípulos en el monte, y su rostro resplandeció como el Sol; y sus vestidos se hicieron blancos como la nieve (48); mientras que ahora, después de haber asumido por la resurrección un cuerpo glorificado, se ofrece a sí mismo a la vista de los discípulos como un peregrino humilde y vulgar, para que confesemos el poder de quien pudo igualmente asumir una forma inmortal en la carne mortal, y una forma mortal en la vida inmortal.

Por qué Jesús pregunta a los discípulos lo que ya sabía

Et ait ad illos: Qui sunt hi sermones quos confertis ad invicem, ambulantes, et estis tristes? O, como dice el griego, , es decir, con el rostro tétrico y triste. Así como el Señor se mostró a sus discípulos con otra figura por unas causas determinadas, por eso mismo los interroga cual ignorante, si bien conocía todas las cosas, para tomar ocasión de su respuesta para instruirlos y confortarlos. Y caminaban continuamente, pese a que debían estar detenidos, porque estaban en día Sábado. Y estaban con el rostro entristecido, pese a que estaban en el día que hizo el Señor, en el que debían estar alegres y exultantes. La única causa de tristeza para nosotros debería ser la ausencia de Cristo.

Cómo Jesús habla a veces al alma

Algunas veces, más aún, a menudo, Jesús nos habla al alma por sí mismo, o por medio de algunos de sus ministros, o por medio de enfermedades y dolencias, tal como dice el Apóstol: "Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo" (1Cor 11,32). Y sin embargo no lo reconocemos, sino que lo atribuimos al aire, al destino, a algún humor, o al hombre que es de Dios. Y lo que es peor, cuando lo conocemos, no lo obedecemos, por estar atados a las concupiscencias de nuestros defectos.

De dónde viene el nombre de Cleofás, y si es distinto del mencionado en el Evangelio de Juan

Et respondens unus cui nomen Cleophas. Aquí el texto griego dice , que parece ser Galileo, o mejor, como dice Jerónimo (49), Emauntino, y de él se cree que se llama a María la de Cleofás, de la que hace mención Juan. Sin embargo, hay algunos que hacen notar ciertas diferencias, pues el nombre de Cleofás se escribe en Juan con y con acento circunflejo en la última sílaba (50) [], mientras que aquí está con omicron y acento en la penúltima , por lo que parece que se trata de personas distintas.

Qué significa el nombre de Cleopás

Cleopás significa "el que increpa con la boca", ya que amaba en su corazón el que con la boca increpaba a Jesús. En griego significa "gloria completa". Y representa a los que no asumen el sufrimiento de Cristo, en el que está la única gloria verdadera, sino una gloria mezclada con pudor y confusión, y no pueden decir: "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo" (Gál 6,14).

De qué manera se apareció Cristo a los discípulos bajo la apariencia de un peregrino

Dixit ei: Tu solus peregrinus es in Jerusalem, et non cognovisti quae facta sunt in illa, his diebus? En primer lugar se nos explica acá la forma que menciona Marcos de manera general cuando dice que fue visto en otra forma por quienes iban a la aldea. En efecto, se declara que era la forma de un peregrino, o de un extranjero, no que Cristo haya cambiado los rasgos de su rostro o su color, sino tan sólo que se presentó a los discípulos con otra forma. Y en el caso de que por un lado hubiese cambiado sus rasgos o su color, por otro lado no podía cambiar del todo. Así la imagen recibida por los sentidos no representaba el rostro de Jesús tal cual era, según la forma que Él prefería. Pues así como estaba en la potestad de Cristo que su cuerpo no cambiase su poder cuando estuvo resplandeciente, así estaba también en su poder cambiar en algún sentido.

Por qué no reconocieron tampoco la voz de Cristo

Algo semejante se puede decir sobre su extraña voz, pues la voz de Cristo no fue reconocida por los discípulos, sin duda porque el oído de los discípulos no cambiaba según el modo acostumbrado de hablar del Cristo el Señor, y su acento no les era familiar. Sin embargo, podría haber ocurrido también de otra manera, es decir, que Cristo no hubiese usado su modo común de hablar, sino otro, para no ser reconocido. Pero sabía Cleofás tanto por el acento como por el vestido que Jesús era judío. Y le reprocha no que fuese el único que morase en Jerusalén, sino que fuese el único que ignorase lo que todos los moradores sabían. E increpándolo le dijo, como traduce Eutimio: "¿Eres tú el único de los que habitan en Jerusalén que ignoras lo que ha sucedido en ella en estos días?" (51).

 

Otra manera de leer la frase Tu solus peregrinus es, etc.

Pero podría también leerse de manera afirmativa, es decir: "Eres el único peregrino que no conoce estas cosas". Pero mejor es leer de modo interrogativo, con el siguiente sentido: "¿Tan forastero eres, extranjero, que ignoras lo que ha sucedido en Jerusalén en estos días?". O: "¿Sólo a ti te es desconocido lo que ha sucedido en Jerusalén en estos

La palabra peregrino

Has de observar que el sustantivo peregrinus, o el verbo griego , que usa Lucas, puede ser entendido de dos maneras: propiamente o metafóricamente. Pues metafóricamente se dice que peregrina el que estando en su casa o en la ciudad ignora lo que ocurre en su ciudad o en su casa. Por eso dice Cicerón: "Es deshonroso ser un forastero en los asuntos de la ciudad, y vergonzoso peregrinar en la propia patria" (52). Y en su oración en favor de Milón: "Pero, ¿sólo vosotros ignoráis estas señales? ¿Sois forasteros en esta ciudad? ¿Son peregrinos vuestros oídos? ¿Y no conocen este asunto difundido en la ciudad?". Y en Ad Atticum: "También te ruego no ir allí como forastero" (53). Por otro lado se usa propiamente cuando se refiere al que ha dejado su patria y ambula por otros lugares como forastero. De modo que si se tomase en sentido propio, el sentido sería: "Estas cosas son tan conocidas, que todos los forasteros y peregrinos las han podido, salvo que tuviesen que dedicarse tan sólo a sus asuntos y no indagar en los de otros". Cuenta Cicerón de Platón que un peregrino no debe ser curioso en la República (54). Pero también convenía a los peregrinos saber de estos misterios, tanto porque se les había hecho una injuria al crucificar en Jerusalén a Jesús, un peregrino inocente, como porque los peregrinos y los forasteros solían reunirse en las grandes solemnidades para escuchar la predicación de Jesús, como consta de los gentiles mencionados en Jn 12. Por lo tanto, no es el sentido que fuese él el único que peregrinaba en Jerusalén, pues de casi todas las naciones del mundo venían para la Pascua, sino que los otros peregrinos conocían lo sucedido allí y sólo éste lo ignoraba.

Se pondera cada una de estas palabras según el parecer de los Padres

Por ello, aún si no se afirma que en este lugar se apareció Jesús en forma de peregrino, no es fácil rechazar lo que piadosamente filosofan los Padres sobre Cristo peregrino. Para que gustemos algo de lo que dicen, iré palabra por palabra.

Tu, dice, pronombre de segunda persona, así como "yo" de primera, y "él" de tercera, como cuando se dice: "Yo te he engendrado hoy", y "Cuando venga él, el Espíritu de verdad".

Solus: porque está solo el Verbo en el Padre, solo en el cielo sin madre, solo en la tierra sin padre, solo el hijo en la naturaleza, y ha dejado a todos en adopción.

Peregrinus in Jerusalem

Añade Peregrinus in Jerusalem. Esto es, valga la expresión, en la esencia divina, y en la visión beata, porque sólo Él entre las personas divinas se hizo hombre, de modo que puede decir: "Forastero soy ante ti, y peregrino, como todos mis padres" (Sal 38), y también "¿Por qué estarás como forastero en la tierra, y como caminante que se tumba para quedarse en ella?" (Jer 14). Sólo él, asimismo, si bien en cuanto al alma era ya ciudadano y Señor del cielo, era también a la vez caminante y peregrino de la Jerusalén celestial. En tercer lugar, era único peregrino en cuanto a su concepción, pues por ser concebido por obra del Espíritu Santo sin intervención de varón era nuevo y peregrino en la concepción humana (55). En cuarto lugar, era el único peregrino en cuanto a su naturaleza humana, porque por su madre no carecía del pecado de Adán en que todos incurren. En quinto lugar, has de añadir que fue peregrino en su nacimiento (56), pues él Señor del orbe nació mientras su madre peregrinaba en el camino y en la posada, y dejó a su madre íntegra e incorrupta. En sexto lugar, también era peregrino por su doctrina, de la que todos se admiraban, y por los signos que obraba, verdaderamente peregrinos y dignos de toda admiración (57). En séptimo lugar, porque fue abandonado por todos los suyos en el momento de su pasión, como el peregrino arrojado por los colonos que decían: "Aquí está el heredero, venid, matémoslo y tendremos su herencia" (Lc 21). Como peregrino realizó también la obra de morir por nosotros, como atestigua Isaías (58). En octavo lugar, como forastero y peregrino quiso yacer en un sepulcro ajeno (59). En noveno lugar, resucitó como peregrino, porque era del todo desconocida e insólita la resurrección a la inmortalidad. En décimo lugar, pese a que al haber resucitado en cuerpo y alma le era debido el cielo, permaneció como un peregrino de visita en la tierra hasta cuarenta días después de su resurrección (60). En undécimo lugar, porque llevó su carne al cielo consigo, y la puso a la derecha del Padre como peregrina y forastera, pues a la carne, que es tierra, le convenía estar en la tierra. En duodécimo lugar, porque como peregrino en la Eucaristía se ha unido a nosotros como viático para quienes pasamos de este mundo al Padre (61), y para quienes navegamos por este grande y espacioso mar, siendo para nosotros como el pan náutico. Y finalmente, es peregrino en acto pues no tiene dónde reclinar la cabeza (62); y en el afecto, pues nada de lo nuestro se llevó, sino que desnudo vino al mundo y desnudo está entre nosotros pecadores como en Jerusalén, es decir, entre quienes buscan la paz de la carne, quienes no apenas y hemos reconocido a Cristo y lo flagelamos, y a la puerta de cuyos corazones toca Cristo como peregrino buscando que le abramos (63). Quiere también obrar como peregrino en sus Santos y en sus justos, haciéndolos hebreos, y celebrar la Pascua, y pasar de virtud en virtud, y de la contemplación a la acción, y de la vida presente a la futura. Era también peregrino en las almas de los discípulos que no creían aún en su resurrección ni en su divinidad. Y así como el peregrino no permanece mucho tiempo en una posada, también en las almas de los cristianos (que reciben la Eucaristía en la Pascua) se ve Cristo obligado por nuestro pecado a irse pronto, cuando mala cena le preparamos, y duro lecho le disponemos.

Et non cognovisti quae facta sunt in illa his diebus

Añade luego el texto: Et non cognovisti quae facta sunt in illa, his diebus? Aunque él era el único que conocía lo suyo, no le había hecho caso, porque no había condenado su maldad (64) o porque dejó libres a quienes no capturó: "Se ha congregado contra mía, me azotan, y he ignorado" (Sal 34), a saber, su causa. En tercer lugar, porque parece disimular y no conocer que las autoridades (=principes)lo venden y lo crucifican, cuando no castiga los pecados que hay en el alma o en su Iglesia.

 

Sabiduría y bondad de Cristo

Quibus ille dixit: Quae? Pregunta él lo que ya conoce, para que su herida sea puesta al descubierto y pueda ser curada, pues no sana quien no conoce la medicina, y para insinuar que cuando la mujer ha dado a luz no recuerda ya los sufrimientos debido al gozo de que ha nacido un hombre al mundo (65).

Significado de este testimonio sobre Jesús: qui fuit vir Propheta potens opere et sermone coram Deo et omni populo

Et dixerunt: de Iesu Nazareno, qui fuit vir Propheta, potens in opere et in sermone coram Deo, et omni populo. Verdaderamente egregio testimonio sobre Cristo, aunque pronunciado con una fe imperfecta, pues no sólo lo consideran de modo ilustre, en cuanto era digno de su majestad: llaman Jesús a quien no sabían que había salvado al mundo con su muerte en la cruz, y Nazareno, sin saber que había reflorecido por su resurrección, y lo llaman varón, es decir, hombre en uso de razón desde su concepción, según aquello de: "la mujer rodeará al varón" (Jer 31,22), a quien no sólo fue, sino que es varón en su cuerpo resucitado, y lo será. Y sin embargo, no confiesan su divinidad, que con tantos signos había comprobado. Llaman Profeta, es decir, amigo de Dios, y santo, a quien había expuesto los antiguos oráculos de los profetas y había anunciado lo que sería de Él y de su Iglesia. Lo llaman poderoso en obra, por sus admirables signos; poderoso en palabra, pues su palabra no era tenue y suave, sino ardiente y eficaz, no vacua y vana, sino unida a las obras, al punto que los soldados que fueron enviados a apresarlo dijeron: "Nunca ha hablado un hombre igual que éste" (Jn 7). Mira el orden: poderoso, dicen, primero en obra, luego en palabra, pues las buenas palabras cobran su fuerza de una vida santa, y con el ejercicio de las virtudes se llega a la buena doctrina, pues la sabiduría no entrará en un alma mala (66), y no habita en un cuerpo sometido a los pecados, según dice el Profeta: "Enséñame bondad, disciplina y ciencia" (Sal 118).

Quién es el mejor predicador

Y si bien es bueno el que predica con la palabra, mejor es el que pregona con los hechos, y el más grande de todos, el que se vale de ambas (Mt 5), pues el que haga y enseñe será llamado grande en el reino de los cielos.

Cuál debe ser el fin de obrar bien y de predicar bien

Añaden luego: "en presencia de Dios y de todo el pueblo". Enseñan cuál debe ser el fin de obrar bien y de predicar bien, a saber, que sólo se debe buscar la gloria de Dios, y no la propia, como hacen los hipócritas, y que se debe preferir la utilidad pública a la privada, y la ajena a la propia. Y también primero ante Dios que ante los hombres porque quien a Dios agrada, seguramente puede también agradar al pueblo, porque busca agradar al prójimo sólo en lo que es bueno para su edificación, como enseña el Apóstol. Por el contrario, quien a veces agrada a los hombres, no siempre agrada a Dios (67), sobre todo cuando dice el Apóstol: "Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo" (Gál 1,10). Y el Profeta: "Dios ha disipado los huesos de los que agradan a los hombres" (Sal 52).

Breve descripción del oficio episcopal

No obstante, parece que en estas pocas palabras está descrita la vida del buen Obispo, es decir, del pastor, que ha sido puesto para gobernar las almas. Pues en primer lugar debe ser varón tanto por su carácter como por su fortaleza, y no un niño que busca lo tierno y pueril: pues será maldito el niño de cien años (68) y no el anciano torpe y débil. En segundo lugar, ha de ser Profeta, no sólo previendo, sino prediciendo la voluntad de Dios, anunciando la recompensa de la vida eterna, y profetizando el juicio futuro, los suplicios de la gehena, y los pecados, para que no caigan en ellos. En tercer lugar, ha de ser poderoso en obra y en tanta santidad de vida que detenga la ira levantada en Dios contra su pueblo, como Moisés (Ex 32). Ha de ser también poderoso en palabra, para que no sea contado entre los que anuncia el Profeta: "Perros mudos que no pueden ladrar" (Is 56). Ha de ser, finalmente, poderoso en una y otra ante Dios, para que su celo y el anhelo de su gloria lo muevan tanto a predicar como a obrar.

Modo de ser de los mercenarios

Ha de ser también eficaz en una y otra ante el pueblo, para que prefiera el bien y la salud de éste y no su propio beneficio y provecho (69), pues quien eso busca es un mercenario.

Por qué las autoridades judías entregraron a Jesús a la muerte

Et quomodo tradiderunt summi Sacerdotes, et Principes nostri in damnationem mortis, et crucifixerunt eum. Procede el buen Cleofás a narrar la historia de la Pasión del Señor a Cristo mismo (70).

Cuáles son las pestes de las autoridades

Y dice que las autoridades y los sumos sacerdotes lo entregaron, a saber, por envidia, avaricia y ambición, pues estas pestes suelen invadir a las autoridades. No atribuyen culpa alguna a Pilato, que condenó al Señor involuntariamente; ni a los soldados (71), que ejecutaron sin saberlo los mandatos de su superior; ni al pueblo judío, en parte porque Cristo le tenía afecto, y en parte porque fue sobornado por sus autoridades para que pidiese la muerte de Jesús y la liberación de Barrabás (72), y por eso si algún pecado tuvo debe ser atribuido a las autoridades.

Qué Mesías redentor esperaban los judíos

Nos autem sperabamus quia ipse esset redempturus Israel. Cleofás pone al descubierto su herida y la de su compañero, pues esperaba simplemente un Mesías que los liberase del dominio y la tiranía del pueblo romano, del mismo modo que el pueblo alemán, engañado por unos nuevos profetas --Lutero y sus discípulos-- ha querido, tomando el Evangelio como pretexto, sacudir el yugo de sus príncipes, y en lugar de la libertad que soñaba, entrando en la batalla, tocando Lutero el clarín, ha caído vil y miserablemente, y más de cien mil han sido perdidos en esos encuentros.

 

Vanas promesas de un cierto Jerónimo de Ferrara

También Jerónimo de Ferrara, llevado por no sé qué espíritu, prometía diversas prosperidades y felicidades temporales al pueblo de Florencia, y sin embargo dicha ciudad nunca las ha recibido, ni las recibirá, habiendo pasado ya hace mucho tiempo el tiempo por él indicado. Todos estos conocen un Mesías tan sólo según la carne (73), tal como el Apóstol cuando era judío y celoso por la ley (74).

Nos autem sperabamus

Y al decir "esperábamos" dejan ver que se habían apartado de la fe y de la esperanza de la resurrección de Cristo, pensando que se habían llevado su cuerpo, cuando las mujeres habían dicho después de tres días; o no querían confesar nada que en favor de la resurrección de Cristo por miedo a los judíos, en manos de los cuales sospechaban que podían ser acusados por el peregrino.

Et nunc super haec omnia, tertia dies, est hodie quod haec facta sunt. El tercer día, dice, en el que fue prometida la resurrección; pero no había concluido, ni se había prometido que conocerían de la resurrección sino en Galilea (75), y no se había dicho la hora del tercer día en que iba a resucitar o aparecerse. Y aunque se había prometido que sabrían de la resurrección en Galilea, tanto por Cristo en vida, como por los ángeles que hablaron a las mujeres, como atestiguan Mateo (76) y Marcos, debía sin embargo aparecerse ese mismo día tercero en que resucitó, para mostrarles que era verdadero lo que les había dicho, que iba a resucitar al tercer día.

Pedro y Juan fueron los únicos de los Apóstoles que creyeron a las mujeres que anunciaban la resurrección del Señor

Sigue: Sed et mulieres quaedam ex nostris terruerunt nos, quae ante lucem fuerunt ad monumentum. Et non invento corpore, venerunt dicentes se etiam visionem Angelorum vidisse, qui dicunt eum vivere: et abierunt quidam ex nostris ad monumentum, et ita invenerunt sicut mulieres dixerunt; ipsum vero non invenerunt. Estos pasajes son claros. Has de advertir solamente que son Pedro y Juan los que después de oír a las mujeres fueron corriendo al sepulcro. Y aunque Lucas menciona en estos versículos solamente a Pedro, usa sin embargo el plural "algunos de los nuestros" (quidam ex nostris), para incluir a Juan.

Cuánta fue la incredulidad de los dos discípulos que iban a Emaús

Verás entonces que dan testimonio de la resurrección no sólo los ángeles, las mujeres y los guardias enemigos de Cristo, sino también los hombres. Por eso estos discípulos recibieron las duras, y a la vez saludables, reprensiones de Cristo.

Mira luego que dice: "Algunas mujeres de entre nosotros nos han asustado". Ya que eran cristianas, tanto más dignas de crédito. Hay sin embargo dos extremos, ambos viciosos, a saber: creer todo y no creer nada. Por eso se debe guardar la regla Apostólica: "No despreciéis las profecías; examinadlo todo, quedaos con lo bueno" (1Tes 5,20-21). Sobre todo cuando de este mismo modo obra no sólo el Padre sino también el demonio.

Por qué las mujeres creyeron antes que los hombres en que el Señor había resucitado de entre los muertos

Fue muestra de la equidad de Dios que puesto que los hombres fueron incrédulos, sean superados por las mujeres, y que quienes experimentaron más la muerte de Cristo, estando allí presentes, se adelantasen también en la resurrección. Y fue también muestra de su sabiduría que quienes estaban destinados a propagar el Evangelio por el orbe entero llegasen a creer con demora, para que quienes tuvieron finalmente la fe después de una larga vacilación y de haber investigado y descubierto más el asunto, conservasen más firmemente la verdad de la resurrección y luchasen por grabarla en las almas de los hombres.

 

Qué enseñan a las mujeres cristianas aquellas mujeres que anunciaron la resurrección del Señor a los Apóstoles

Estas devotas, piadosas y religiosas mujeres tuvieron que asustar a los hombres profanos y conducirlos de los vicios a las virtudes, de la incredulidad a la fe, del mismo modo que la esposa de Pilato, asustada por el Angel, asustó también a su marido (77). Sin embargo, estas mujeres aprovecharon poco, o nada, al proponer la palabra de la predicación, pues sus palabras parecían un delirio, y no les creyeron (78). En esto puedes ver cómo somos: si se nos cuenta una fábula, la recibimos con brazos abiertos y somos heridos por la mentira; pero si se trata de la verdad, somos lentos y desconfiados, y tememos el riesgo de la osadía.

Qué mujer es muy digna de fe y ha de ser escuchada

Si una mujer fiel aconseja que se huya de los vicios, que se abracen las virtudes y que se limpie la casa de la suciedad de los pecadores, ha de ser escuchada por su marido y por sus hijos, tal como ordenó Dios a Abraham que oyese la voz de Sara, su mujer (79): de manera especial cuando se trata de evitar los escándalos y las ocasiones de pecado. Si así obramos, podremos ofrecernos sin trabas a Jesucristo Nuestro Señor, que con el Padre y el Hijo lleva una vida inmortal y eterna, repleta de todos los bienes, por toda la eternidad. Amén.

Tratado XV

Sobre aquellas palabras: "25Y Jesús les dijo: "¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 Pues qué, ¿no fue menester que el Cristo padeciese estas cosas, y que así entrase en su gloria?". 27 Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, les explicaba todo lo que de él se había dicho en todas las Escrituras. 28 Y se acercaron al castillo a donde iban; y él dio muestras de ir más lejos. 29 Mas lo detuvieron por fuerza, diciendo: "Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y está ya inclinado el día". Y entró con ellos. 30 Y estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, y lo bendijo, y habiéndolo partido, se lo daba. 31 Y fueron abiertos los ojos de ellos, y lo conocieron; y él entonces se desapareció de su vista. 32 Y dijeron uno a otro: "¿Por ventura no ardía nuestro corazón dentro de nosotros, cuando en el camino nos hablaba, y nos explicaba las Escrituras?". 33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén; y hallaron congregados a los once, y a los que estaban con ellos, 34 Que decían: "¡Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón!". 35 Y ellos contaban lo que les había acontecido en el camino; y cómo le habían conocido al partir el pan" (Lc 24,25-35).

Ya que Lucas describe extensamente esta aparición a los discípulos que se dirigían a Emaús, no ha sido posible tratarla por completo y concluirla en el anterior tratado. La concluiremos en este tratado.

Hasta el momento hemos visto cómo los discípulos daban testimonio de los sucedido en Jerusalén, su ciudad, cómo sin fe ni esperanza alguna se alejaban del grupo de los Apóstoles y regresaban a su aldea, y cómo abrieron en el camino las heridas que tenían en sus almas. Se ha aproximado ya el médico, Jesús, quien hasta el momento no ha permitido que lo reconozcan, sino que como un discípulo más docto, Jesús los reprende por su lentitud, diciendo: "Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas".

Por qué Cristo llama a los dos discípulos stultos, et tardos corde ad credendum

No hubo en las palabras de Jesús nada de insultante, pues sus palabras no eran injuriosas y no era ése el motivo por el que los llamaba necios, sino que lo hacía movido por la caridad, para ayudarlos y para amonestarlos fraternamente. En efecto, si a alguien le dices, justo, o santo, o iluminado, o discípulo de Cristo, así como los judíos dijeron al ciego de nacimiento "tu eres uno de sus discípulos" (Jn 9), pero lo haces con una mala intención, sin duda hay aquí algo de insultante. Sin embargo, si le dices fatuo, loco o necio, pero con deseo de corregirlo, movido por el amor, entonces esto no tiene nada que ver con la injuria o el desprecio. El motivo de esto es claro, pues Dios no toma en cuenta tanto las palabras como lo interior del alma, pues no puede un árbol dar frutos buenos, ni un árbol bueno dar frutos malos (80). Por eso Pablo llama insensatos a los Gálatas (81), sin cometer pecado alguno, e incluso con mérito; así también llama a estos discípulos necios y tardos para creer, para que con esta reprensión estén más atentos a lo que les va a decir. Y con razón, como dice Salomón (82), son mejores las heridas con que nos infligen quienes nos aman, que los ósculos engañosos de quienes nos odian.

 

Se explica lo que significa in omnibus quae locuti sunt Prophetae

Y los llama necios y tardos de corazón para entender todo lo que han dicho los profetas, como explica Teofilacto: que habían creído lo correspondiente a su muerte y a su pasión, pero no habían creído el resto, lo que correspondía a su resurrección. También en esto se distingue al hereje del católico, pues mientras que aquél cree lo que quiere, éste lo cree todo y de manera plena.

Es un hebraísmo decir credere in omnibus, como se dice también credere in nomine eius, en vez de decir simplemente omnibus o omnia.

Por qué se dice que estos dos discípulos eran necios y tardos en el corazón para creer

En efecto, estos discípulos tenían fácilmente fe en lo que habían predicho los profetas en relación a la gloria y a la majestad, pero les era muy difícil relacionado a su humillación y a su pasión. Por eso sigue diciendo: "¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera...?".

Y los llama necios, en griego , es decir, insensatos, sin mente, y poco dóciles para entender las Escrituras, porque, aún si habían creído y confesado que Jesús era un profeta, no creían el resto, a pesar de haber recibido el testimonio de los ángeles y de los Apóstoles. Es un tipo de necedad el querer medir lo divino con medios humanos.

De dónde proviene la lentitud del corazón

La lentitud nace de la dureza del afecto. Y quienes son necios y tardos para creer a los profetas, suelen ser más bien fáciles y prontos para creer a los pseudo-profetas. También nosotros somos tardos para reconocer los beneficios de Dios, hasta que los perdemos.

Por qué merecieron oír la verdad de la resurrección

Observa también el buen carácter y la paciencia de estos dos discípulos para aceptar las reprensiones de este incógnito peregrino. Por eso merecieron finalmente escuchar y aprehender la verdad de la resurrección.

Nonne haec oportuit pati Christum? Como si dijese: Nada de nuevo ha ocurrido en Cristo que no hubieran predicho ya antes los profetas, quienes habían vaticinado que por medio de su muerto instauraría la vida, que por medio de la ignominia de la cruz afianzaría su reino, y que por la tolerancia de los males entraría en su gloria sin fin, que no consiste en vacíos escudos, ni en vanos títulos de nobleza, ni en lo magnificente o fastuoso, como la gloria humana.

Cómo debía padecer Cristo

Sí, era necesario que padeciera, debido al pecado, sin el cual no hubiera hecho falta la muerte y la sangre de Cristo, pues no necesitan de medicina los que están sanos y bien (83). También en vistas a nuestra salvación, para que tuviéramos un camino para alcanzar la justicia, y el más excelente motivo para adquirirla. Y también desde el punto de vista de los oráculos y vaticinios divinos, que habían predicho que habría de morir para extinguir nuestros delitos, y darnos un ejemplo a imitar.

Cómo se adquiere la gloria del mundo

Por eso era necesario que padeciera, tan dura, vil e ignominiosamente, y que entrara así en su gloria, que es distinta a la gloria del mundo, pues mientras que ésta se adquiere con las riquezas y las armas, aquélla, la de Cristo, no se adquiere sino con el desprecio del mundo y de su gloria. Porque la gloria sigue a los que huyen de ella, y huye de quienes la siguen, como se dice de la sombra.

Cristo tuvo su gloria por doble derecho

La llamó "su" gloria, porque le pertenecía por doble derecho. Primero, por su filiación natural; y segundo, pues la obtuvo con la lucha y la milicia, conservando el primero para sí, y otorgándonos el segundo. Sin embargo, también tenemos nosotros esa gloria por dos motivos: primero, porque "si somos hijos, también somos herederos" (Rom 8); y también, porque si luchamos legítimamente y vencemos a los enemigos, somos dignos de la corona.

Et incipiens a Moyse et omnibus Prophetis interpretabatur illis in omnibus Scripturis quae de ipso eran. ¡Oh bienaventurados discípulos de Cristo, a quienes os fue dado oír y transmitir las verdaderas palabras de Cristo, según lo dicho por el profeta: "Feliz el hombre a quien instruyes, Señor, lo educarás en tu ley" (Sal 93).

Cómo enseña el hombre y cómo enseña Dios

Pues si bien recibe directamente la luz y el calor, comunicará sólo la luz, y de manera refleja; de modo que quien es instruido por los hombres recibe la luz por un rayo reflejo, mientras que quien es instruido por el Señor no sólo percibe la luz, sino que en él se suscita el ardor del amor. Por lo tanto, no les enseñaba sólo exteriormente, sino sobre todo interiormente, los alentaba, los inflamaba, y los llevaba a donde quería. Éstos, por su parte, se detenían muy atentos, en suspenso. ¡Buen Dios, cuán breve debe haber sido para ellos este camino que a paso lento recorrían! Y quizás --pensarían-- es este peregrino parecido a nuestro maestro, por su doctrina, por la dulce modulación de su voz, por la eficacia de sus argumentos; en efecto, nos deja en suspenso, nos lleva por doquier, y transforma nuestras almas. Pero es otra persona, no es el mismo, porque tiene el vestido y el rostro de un peregrino. En ellos se cumplió lo que se dice: "Un compañero locuaz aligera el camino".

 

Por qué San Lucas, si estuvo presente en este divino sermón, no puso por escrito los lugares de las Escrituras que el Señor expuso

Pero por qué San Lucas, a quien le fue concedido el don divino de estar presente en estas palabras de Cristo, no consignó los pasajes de la Escritura que Cristo mencionó y explicó? Porque en asunto tan admirable nos podría haber consolado y reconfortado. Respondemos que ello se debe a la divina sabiduría de Cristo, para que quienes habían conocido a los Apóstoles, es decir, los Evangelistas, escribiesen tan sólo lo que Cristo les dictase y el Espíritu Santo les inspirase (84). Es probable que el mismo Señor haya enseñado estas mismas cosas, y mejor, a los Apóstoles, pues no quería que los Apóstoles aprendieran las divinas Escrituras de estos dos discípulos. Tal vez fue mejor para nosotros que no fueran escritas, para que las escrutemos con mayor diligencia y, al meditar en ellas, ejercitemos nuestro entendimiento. O tal vez para que nos fuese más dulce el encontrarlas con nuestro propio esfuerzo, y estuviéramos por ello siempre con el deseo abierto a una mayor investigación. O tal vez porque Cristo mismo iba a abrirles el sentido a los Apóstoles, para que entendiesen las Escrituras, y transmitieran toda la verdad que les enseñara el Espíritu Santo que permanece eternamente en nosotros. O tal vez, finalmente, porque quería que le insistiéramos a Él, que es nuestro Maestro, y que da sabiduría a todos los que se la piden sin desesperar (85). Por lo tanto, vemos que no es casualidad que dichas palabras hayan sido omitidas. Pero no por eso se perdió la explicación que Cristo hizo, pues ha llegado de mano en mano hasta nosotros mediante la tradición viva, que debemos creer que nos ha llegado, si no íntegra, al menos parcialmente.

Cuáles fueron los pasajes de la Escritura que el Señor explicó a los discípulos que iban a Emaús

Ya que muchos han querido explicar, movidos por la fe o por la sabiduría, lo que contenía esta predicación de Cristo, diré yo también lo que desde mi fragilidad y pobreza siento. El Señor reflexionó principalmente en los pasajes concernientes a su muerte y a su resurrección, pues dijo: ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera y que entrara así en su gloria? Y el Espíritu de Cristo, conforme al testimonio de San Pedro, es el que predice las futuras pasiones y glorias de Cristo (86). Por lo tanto, empezó desde Moisés, es decir, desde lo que él escribió, pues Moisés fue el primero que escribió abierta y literalmente acerca del Él, y también en un sentido místico oculto. Por eso dijo el Señor: "Si creyerais a Moisés, tal vez me creeríais, pues él escribió acerca de mí" (Jn 5).

1er. pasaje

Tal vez les explicó cómo cuando Adán dormía fue formada Eva de su costado, es decir, la Iglesia de Cristo muerto, quien despertándose del sueño, es decir, resucitando, dijo: "Esto es ahora huesos de mis huesos, y carne de mi carne" (Gén 2), es decir, "He aquí que estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo" (Mt 28). Y entonces el Esposo permitió que la esposa lo toque, cuando dijo: "Tocad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos" (Lc 24).

2do. pasaje

A continuación fueron proclamadas, en los mismos escritos de Moisés, enemistades entre el linaje de la serpiente y el linaje de la mujer (87).

El linaje de la serpiente son los judíos incrédulos, y homicidas, a quienes el Señor dijo: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, queréis hacer los deseos de vuestro padre" (Jn 8).

El linaje solamente de la mujer, y no de varón, es Cristo, pues si bien se dice que Cristo proviene del linaje de Abraham según la carne (88), esto es así en razón de su madre, cuyo único fruto fue Cristo, su linaje, en quien serán bendecidas todas las naciones (89). Pero este linaje, como el grano de trigo que ha muerto, ha dado mucho fruto (90), cuando resucitó por la multitud de los que creen.

3er. pasaje

En tercer lugar expuso lo que significa que Caín mató a su hermano Abel en el campo (91), es decir, que los judíos llevaron a Jesús fuera de la ciudad; pero en vez de Abel, es decir, en vez de la pena, vino Set (92), es decir, la resurrección.

4to. pasaje

En cuarto lugar, les mostraba por qué motivo Noé se quedó dormido ebrio, y desnudo fue causa de risa para Cam, padre de Canaan (93). Pues Cristo fue desnudado en el tabernáculo, y fue vejado por los judíos con amargos insultos (94). Y cuando Noé despertó del sueño, prefiguró la resurrección de Cristo, y el rechazo de los judíos. Y así como fue vaticinado a Cam la esclavitud y la maldición, así también a los judíos.

5to. pasaje

En quinto lugar explicó cómo después del diluvio de las aguas descansó el arca en los montes de Armenia (95). Pues después del diluvio de los padecimientos de la humanidad de Cristo, que es la verdadera arca de la santificación y de la liberación, se habría de dar el descanso por medio de la resurrección. Y así como no se salvaron sino aquellos que habían entrado al arca (96), así tampoco no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por el que debamos salvarnos (97). De este descanso escribió David: "Levántate, Señor, en tu descanso, como arca de tu santificación" (Sal 131).

6to. pasaje

En sexto lugar, explicó también por qué no sólo fue liberado Isaac de la mano de Ismael, que jugaba con él (98), sino también de la espada de su padre que quería inmolarlo, y que sacrificó en lugar suyo el carnero que encontró entre los arbustos, dejando a Isaac regresar vivo del monte (99). Así también sólo la humanidad de Cristo, que fue coronada con espinas como un carnero, fue inmolada a Dios; pero por el poder de su divinidad, en nada sujeta a la pasión y a la muerte, regresó como Isaac viva al tercer día. Y así como una vez habló Dios desde la zarza y anunció que habría de liberar a los Israelitas de Egipto, así también el Hijo de Dios descendió a la humanidad coronada de espinas, para arrancarnos del verdadero Egipto del pecado y del diablo, verdadero Faraón.

7mo. pasaje

En séptimo lugar, les mostraba por qué motivo el Patriarca Jacob escapó de la mano de Esaú (100), y luego regresó con dos tropas a Mesopotamia (101), prefigurando la resurrección de Cristo.

8vo. pasaje

En octavo lugar, el misterio de José, que no quiso consentir al pecado y vivía recluido en la cárcel (102); y cómo fue conducido fuera de ella luego de afeitar sus cabellos y adornarse con vestidos (103), y fue liberado del infierno, al punto de decir de sí mismo: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra" (104).

9no. pasaje

En noveno lugar, les explicaba que Moisés fue echado en las aguas y abandonado a la muerte (105), pero que fue luego educado por la hija del Faraón y fue hecho Señor y Príncipe de Egipto, y sacó al pueblo de Dios de Egipto (106). Por el mismo motivo el Señor Jesús fue primeramente reprobado, y condenado a muerte; pero fue luego sacado de las aguas de la pasión y hecho príncipe para sacar del limbo a los santos Padres. En consecuencia, dado que reprobaron a Moisés y a los Profetas, y después reciben como canónicos los libros de aquellos a quienes dieron muerte, era necesario que hubiese mayor luto por este Cristo, y que hubiese mayor temor, para que sea considerado mayor que ellos. Pero, dirás, los judíos no recibieron los escritos de Jesús. Más bien, has de ver que los verdaderos judíos, los que se convirtieron a Cristo, sí los reciben; no así los judíos carnales, quienes como estaba escrito los han rechazado. Los buenos judíos, por el contrario, reciben ampliamente los testimonios de la Escritura, y son así confirmados en su fe en Cristo, a diferencias de los otros, que no reciben esta fe porque llevan sobre sí la ira de Dios como testimonio ante nosotros.

10mo. pasaje

En décimo lugar, les explicaba cómo Sansón, estando atado a las puertas de la ciudad, y considerado cautivo, las removió a media noche (107), y cómo también con su típico proverbio: "Del que come salió alimento, y del fuerte salió dulzura" (Jue 14) prefiguró que el Mesías no habría de permanecer en la muerte. Pues si bien la muerte come y consume, de ella salió Jesús, el alimento de la vida, por medio de la resurrección; y Él, que es nuestra dulzura, salió del fuerte, pese a la oposición del demonio, y fue finalmente levantado a la vida.

11mo. pasaje

En undécimo lugar, narraba cómo David, asediado por los emisarios de Saúl, escapó de su casa por la ventana burlando a los guardias, salvó la vida y reinó. Así también el Mesías escapó del sepulcro sellado y cuidado por guardias, a quienes burló, para reinar en el cielo y en la tierra.

12mo. pasaje

En duodécimo lugar, cómo Job fue golpeado y oprimido por Satanás hasta la muerte (108), y cómo Dios no le negó su gracia, sino que con su poder le devolvió la salud y le restituyó el doble de sus bienes (109). Así también fue golpeado Jesús, y le fue dado luego un cuerpo inmortal y glorioso, y se le restituyó todo lo suyo con crecer, pues si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto (110).

13er. pasaje

En decimotercer lugar, cómo los profetas Elías y Eliseo llamaron nuevamente a la vida a los hijos de las viudas de Sarepta y de Sunam (111), como figura del gran Profeta y Mesías, que volvió para consolar a su propia madre viuda.

14to. pasaje

En decimocuarto lugar, cómo el profeta Jonás fue tragado por una ballena, y cómo al cabo de tres días fue arrojado vivo a la orilla, para predicar la conversión a los Ninivitas (112). Así también el Señor Jesús fue tragado por la muerte y al cabo de tres días fue vuelto a la vida para enviar a sus Apóstoles a predicar en su nombre la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos (113).

15to. pasaje

En decimoquinto lugar, cómo Jeremías fue echado en una pozo profundo para acabar miserablemente con su vida, y cómo luego, por gracia y bendición de Dios fue sacado del pozo (114) prefigurando a Aquél que dijo por medio del Profeta: "Me han echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas y en sombras de muerte" (Sal 87), y por eso emergió vivo por gracia de Dios.

16to. pasaje

En decimosexto lugar, cómo Daniel fue echado en la fosa de los leones hambrientos, para que lo devorasen, y cómo después de algunos días, para gran estupor del Rey que lo había mandado echar, fue sacado vivo y fueron arrojados a los leones todos sus enemigos (115). Nada diferente le sucedió al Señor Jesús, que venció la potencia de los demonios, como leones, y salió vivo para gran admiración de sus opositores y del mundo entero, mientras que sus enemigos fueron dados a los demonios como alimento.

17mo. pasaje

En decimoséptimo lugar, les explicaba cómo Mardoqueo, después del luto, fue exaltado con el vestido que llevaba puesto adonde la reina de Asuero (116), y fue colgado Amán en el patíbulo que le había preparado. Así también el Señor, después de la cruz y de la muerte fue exaltado a la diestra de Dios y fue hecho sublime, al punto de decir: "Me ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra" (Mt 28); y su cruz fue adorada por todo el orbe, mientras que fueron atormentados los demonios y los judíos que la hicieron.

18vo. pasaje

En decimoctavo lugar, cómo el sacerdote Josué (en lat. Jesus) iba vestido con ropas sucias, y luego le fueron puestas unas vestiduras de fiesta y fue liberado del fuego de la tribulación (117), como figura del verdadero Jesús, quien por la muerte se vistió las ropas sucias de la mortalidad, y fue luego revestido con los preciosos trajes de la inmortalidad, cuando el Señor lo revistió con la fortaleza y lo ciñó de poder (118).

19no. pasaje

En decimonoveno lugar, cómo en tiempos de David, Benaías descendió a una cisterna un día de nieve y, encontrando allí un león, lo mató y salió vivo (119), indicando en ello que el Señor habría de descender al infierno y de debilitar las fuerzas de Satán, y habría de salir vivo de allí.

20mo. pasaje

En vigésimo lugar, cómo el templo del Señor fue devastado y destruido por los caldeos (120), y cómo luego fue reedificado con la ayuda de Dios (121), lo que sin duda contenía el misterio de Cristo, sobre lo cual dijo el Señor: "Derrumbad este templo, y en tres días lo reconstruiré" (Jn 2), y según lo que había sido predicho por Zacarías: "He aquí un hombre cuyo nombre es Germen: debajo de él habrá germinación, y él edificará el templo al Señor. Él construirá el Templo al Señor", etc. Por eso Cristo, habiendo tenido el templo de su cuerpo destructible edificado por el Espíritu Santo, se edificó por la resurrección un cuerpo indestructible. Y construyó al Señor el templo de la Iglesia, para hacer la paz entre los dos pueblos.

21er. pasaje

En vigesimoprimer lugar, les habló sobre la paloma que partió del arca de Noé y que regresó por la tarde con el ramo de la paz (122), pues la santa alma del Mesías regresó al arca de su cuerpo, trayendo en su boca un ramo de olivo, cuando dijo: "Paz a vosotros" (Jn 20).

22do. pasaje

En vigesimosegundo lugar, la vara de Aarón, que estuvo seca (123) y luego refloreció, como atestigua Epifanio en Ancorato, representa la carne de Cristo que fue elevada por encima de toda posibilidad de la naturaleza, y de la que dijo el Profeta: "Mi carne de nuevo ha florecido, lo confesaré de todo corazón" (Sal 27).

23er. pasaje

La piedra que fue desechada por los arquitectos, es decir, por los sacerdotes, los ancianos y los fariseos, es ahora la piedra angular (124), que une no sólo al alma con el cuerpo, sino también a los ángeles con los hombres, y reconcilia a todos con Dios.

24to. pasaje

En vigesimocuarto y último lugar, cómo en esta resurrección el águila fue renovada desde su juventud (125), la serpiente fue exaltada en la cruz (126), rejuveneció luego de dejar su anterior piel, el ave fénix muerta resucitó a la vida, el gusano de seda vuelve a la vida después de la muerte, y el ciervo recupera sus cuernos perdidos. Y en el Nuevo Testamento vemos que el niño Jesús fue perdido y al cabo de tres días fue hallado glorioso en el templo (127), en la ciudad de Naím el hijo de la viuda de Naím regresó a su madre (128), y así también el Hijo Jesús resucitado volvió a su Virgen Madre.

Así pues, los atentos discípulos se admiraban con estos y otros sermones semejantes, y decían: "¿Quién es éste a quien le son evidentes todas las Escrituras, y que conoce la vida, la muerte y todo lo realizado por el Cristo? Nunca lo vimos entre los discípulos, y sin embargo no ha pasado por alto nada". Et appropinquaverunt castello quo ibant. Emáus se encontraba en el lugar que la Historia tripartita llama "Trivium" (129).

 

De qué manera Cristo fingió ir más lejos

Et ipse se finxit longius ire. Parecería que Cristo, que es la verdad (130), no podría haber realizado una ficción o simulación, pues esto correspondería al ámbito de la mentira. Por eso, algunos defensores de la mentira han aducido como defensa este pasaje, diciendo que no toda mentira es pecado. Así lo muestra por ejemplo San Agustín en su libro contra la mentira dirigido a Consentio (131).

Hay dos tipos de ficción

Pero debemos advertir que hay dos tipos de ficción: una mala, con la que se busca engañar a uno mismo o a otros, como por ejemplo cuando los hipócritas fingen la santidad, para parecer santos y recibir alabanzas por su virtud; y otra, que es buena y útil para enseñar algo, como lo atestigua el mismo San Agustín, cerca del final de su libro Quaest. Evangel. (132) , donde enseña que este tipo de ficción no pertenece al campo de la mentira o del engaño, por ejemplo cuando el Señor inventa (finxit) algunas parábolas con el fin de enseñar alguna verdad, sin intención alguna de engañar.

Ejemplo de una ficción alejada de la mentira

Es el mismo tipo de ficción que se da cuando un niño le pide una espada a su madre y ésta, escondiéndola, le dice que no lo encuentra. O también cuando un maestro pregunta algo que sabe que un alumno ha aprendido bien, fingiendo ignorar la situación, para probarlo en presencia de los demás. Así pues, sin pecado alguno fingió ir más allá, porque quería ocultar el modo de su partida. Así pues, con esta ficción no engañó a sus discípulos, sino más bien los tuvo en suspenso por un breve momento, hasta que fuese el momento oportuno de manifestárseles abiertamente.

Qué es la mentira, según Agustín

Pues si, como dice San Agustín (133), para que haya mentira ha de haber tanto una frase falsa como deseo de engañar, entonces donde no hay este deseo de engañar no hay tampoco mentira, como cuando alguien dice algo conscientemente ambiguo no con intención de engañar sino tan sólo de ocultar oportunamente alguna verdad.

Ficción no sólo no mala sino incluso buena y saludable

Análogamente, un gesto ficticio no es malo, sino bueno y saludable, cuando alguien hace algo que sabe que otro entenderá de modo errado pero lo hace buscando algún bien. Así por ejemplo, Pablo aparentaba observar la ley, cuando circuncidó a Timoteo (134), y se hizo judío como los judíos, ante quienes estaban abajo la ley, como si estuviese bajo la ley (135). En efecto, Pablo sabía que observando las prescripciones legales los judíos pensarían que era súbdito de la ley; pero no los engañó, porque no pretendía eso al engañarlos, sino que, ocultando lo que pensaba hasta un momento oportuno, quería evitar que los judíos se alejasen de Cristo.

Cristo, al fingir ir más lejos, nos enseña tres cosas

Así también el Señor fingió acá irse más lejos, moviéndose y haciendo un ademán de partir, para mover a los discípulos a que le pidan que se quede con ellos esa noche. Con esta ficción quiso el Señor enseñarnos algunas cosas. En primer lugar, que Cristo no necesitaba verdaderamente de un alimento corpóreo, si bien su cuerpo espiritual y glorioso no era en absoluto indigno de comer o de beber. En segundo lugar, que estaba lejos del corazón de quienes no lo reconocían y pensaban que era un peregrino. En tercer lugar quiso dar ocasión de que lo inviten, y tácitamente suscitó en ellos el deseo y la sed de su presencia, y de reconocer su rostro. Por eso según Marcos se apareció Cristo (136), y parecía ser un fantasma, y quería pasarles de largo. Fingió para que le pidan que entrase en la barca. Análogamente aquí, si bien primero adoptó la forma de un peregrino, les mostró luego la imagen de alguien que quería alejarse de ellos. Quería que le insistiesen y que le rogasen que se quede con ellos. Así, en esta otra ocasión, se ve que también se realizó lo que pidieron en su oración. Como esa leemos muchas otras ficciones en la Escritura. Por ejemplo, el Señor simuló ir más allá con el Patriarca Jacob, cuando le dijo: "Déjame ir, pues ya se levanta la aurora" (Gén 32). Pero fue detenido por Jacob, quien le dijo: "No te dejaré ir hasta que me bendigas" (allí mismo). Simuló el Señor irse y dejar a los israelitas, y decía: "Déjame ir, para que se levante mi cólera contra ellos y los destruya, y de ti haré una nación grande" (Ex 32). Pero Moisés lo detuvo con sus oraciones para que se reconcilie con Israel. Fingía Cristo irse y dejar a la mujer Cananea, diciendo: "No es bueno tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros" (Mt 15). Pero fue retenido por la fe y la prudencia de aquella mujer. Por eso, si bien Cristo es todopoderoso e invencible, se ha obligado a ser detenido y cumplir con nuestras súplicas y sus promesas.

Por qué estos dos discípulos obligaron a Jesús a que se quede con ellos

Et coegerunt illum, dicentes: Mane nobiscum, quoniam advesperascit, inclinata est iam dies. Le pedían que no los abandonasen, le imploraban, le rogaban y con sus súplicas lo obligaban a quedarse, y tal vez lo tomaban del vestido, para que se quede aún con ellos, y le decían "Señor", aunque esta palabra no esté en los códices griegos ni en los más correctos de los códices latinos. No porque hayan reconocido ya a Jesús, sino porque habían reconocido en su admirable doctrina y compañía que no era un caminante cualquiera. Así pues, le decían: "Señor, sé para nosotros un agradable huésped, ¿por qué quieres proseguir en el camino? Ya está cerca la tarde, y el sol yace en el ocaso".

Quiénes odian la noche y las tinieblas
Por qué Cristo quiere que le rueguen para hacer lo que Él mismo hace voluntariamente

Con razón odian la noche quienes aman a Jesús, quien es la Luz. Por otro lado, Cristo ama que le pidan y que lo obliguen; que le pidan, para hacer lo que gustosamente hace: dar a los que son dignos y lo merecen; y que lo obliguen, para enseñarnos con cuánto esfuerzo debemos hacer el bien al prójimo, porque hay más felicidad en dar que en recibir (137). Cristo quiere que lo obliguen, y es obligado por nuestra tribulación, y por nuestra humilde súplica. "No hay --dice-- quien invoque tu nombre, quien se despierte y se sostenga en ti" (Is 64,6). Abraham y Lot obligaban a los huéspedes a que se quedasen con ellos (138), pero pocos son los que detengan a Cristo al recibirlo en la Eucaristía o cuando pide limosna en la persona de los pobres. Mira cómo invitan a la cena a quien los ha reprendido.

 

Se explica aquello de que ya cae la tarde y el día está ya inclinado

Están en lo cierto cuando le dicen que está atardeciendo, pero no saben lo que están diciendo. Atardece de verdad cuando Jesús no está con nosotros, pues Él es el día y la luz del mundo. Y con el atardecer llega la tentación y la tribulación. Así también en la Cuaresma se aleja la luz de la palabra de Dios, y después de Pascua ingresan las tinieblas de Satanás. Dicen que está cayendo el día porque el Sol sube hasta el mediodía, y después empieza a caer hacia el Ocaso. Por eso pasado el meridiano se dice que el día está cayendo. Así pudieron regresar el mismo día a Jerusalén después de haber reconocido a Cristo, recorriendo siete millas en menos de dos horas.

Cuán útil y saludable es acoger a Jesús como huésped

Et intravit cum illis. Cristo se alegra por haberse dejado vencer. Es mayor el gusto con el que entra que el gusto con que lo reciben, y más es lo que les va a obsequiar que lo que va a recibir. Incluso si se presentase con las manos vacías, también entonces les da.

Cristo vivo, Rey del cielo y de la tierra, resucitado de entre los muertos, se hace nuestro servidor

El Evangelista describe finalmente lo último que sucedió allí. Et factum est, dum recumberet cum eis, accepit panem, benedixit, ac fregit, porrigebat illis. El Evangelista describe cuatro acciones que realiza Jesús: 1°. tomar el pan; 2°. bendecirlo, es decir, santificarlo y dar gracias al Padre según solía hacerlo; 3°. partir el pan; 4°. dar el pan partido y dividido. De este modo, Cristo ejerce el servicio entre sus discípulos no sólo en vida, sino también luego de resucitado.

Cómo fueron abiertos los ojos de los discípulos al reconocer al Señor que desapareció de su vista

Et aperti sunt oculi eorum, cognoverunt eum: ipse evanuit ex oculis eorum. No se piense que los discípulos habían caminado desde Jerusalén hasta Emaús con los ojos cerrados y ciegos. Más bien, en la fracción de pan lo reconocieron al quitársele de los ojos el impedimento que nos les dejaba verlo o reconocerlo. Por eso continúa diciendo: "Y lo reconocieron", que es casi como una explicación de la apertura de sus ojos, del mismo modo que cuando antes dijo "sus ojos estaban retenidos" explicó el modo en que eran retenidos añadiendo: "para que no lo reconociesen".

Por qué fueron abiertos los ojos de nuestros primeros padres

Por eso, cuando se dice en la Escritura que se abrieron los ojos de nuestros primeros padres (139), no es que antes hayan estado ciegos y privados de la luz, sino que sus ojos se abrieron de modo que conocieran su pecado y su pena, es decir, su desnudez. Por eso continúa diciendo: "Al ver que estaban desnudos", etc.

Por el contrario, los ojos de los discípulos fueron abiertos para que reconozcan a Jesús y su Evangelio, que no podían ser conocidos de un modo meramente natural. Y así como antes por el engaño de la serpiente (nuestros primeros padres) comieron el fruto de la serpiente y vieron su desnudez, así ahora al comer el fruto prescrito por la serpiente exaltada en la Cruz los discípulos reconocieron a Jesús y la salvación que obtuvo con su resurrección (140).

Qué fue esta fracción del pan en la que fue reconocido Cristo

1ra. opinión

No es fácil determinar qué fue esta fracción del pan en la que reconocieron a Cristo, más aún cuando sobre este punto hay diversas opiniones entre los Padres. Algunos creen que se trata de una fracción del pan y un banquete según la costumbre hebrea, como se menciona en los Hechos: "partían los panes en las casas y tomaban el alimento con alegría y simplicidad de corazón" (Hech 2); o como dice Isaías: "Parte tu pan al hambriento, y lleva contigo a los necesitados y a los vagabundos" (Is 58). Pues a ellos se les ha prometido como recompensa el conocimiento de Dios, como dice el Profeta: "Entonces irrumpirá tu luz como de mañana, y se levantará velozmente tu salvación". Sin embargo, a decir verdad, en esta ocasión Cristo es el invitado, no el que invita. Además, con el peregrino se realiza una obra santa y agradable a Dios mediante la hospitalidad y la caridad. Sin embargo, no es Él quien recibe, sino que es recibido por Cleofás.

A menudo Cristo es reconocido en las obras piadosas

No negamos con esto que a Jesús se le puede reconocer en la hospitalidad y en las obras de caridad, a veces incluso más que en la oración y en las Escrituras, como enseñan Gregorio y Agustín (141).

Se refuta un vanísimo comentario sobre Lucas

Pero es ridículo creer que ya que Lucas era médico haya recorrido aquella ciudad visitando a los enfermos para algún dinero con el cual atender más honrosamente a Cristo, más aún cuando sabemos que Cleofás vivía en Emaús, tal como lo atestigua Jerónimo (142), y estaba recibiendo al Señor en su propia casa, en la que luego se erigiría un templo de Cristo.

2da. opinión, que también se rechaza

Hay también quienes afirman (a partir de la palabra fractio) que el Señor solía partir el pan con sus manos de una manera milagrosa, como si lo cortase con un cuchillo, de modo que no cayese miga alguna en la tierra, y que debido a este acostumbrado modo de partir el pan fue reconocido por sus discípulos.

Entre ellos se encuentran Cayetano, Santo Tomás y otros muchos (143). Pero hay dos motivos que nos llevan a rechazar esta opinión. En primer lugar, que en muchos otros lugares de la Escritura se parte (frangere) el pan sin que se de un milagro semejante, como por ejemplo en el caso de los jerosolimitanos que se mencionan en los Hechos y en la primera carta a los Corintios (144). Y no decimos que hayan partido el pan con sus manos como si hubieran usado una espada. En consecuencia, la palabra no significa necesariamente eso. Y en segundo lugar, tampoco es verosímil que, como afirman algunos hombres doctos --entre otros, Ubertino de Casaliis (145)-- que Cristo haya usado ese signo al cortar el pan, tanto porque no aparece en ningún lugar de la Escritura como porque Cristo solía hacer signos sólo cuando era necesario o útil, y no entiendo por qué Cristo habría de querer realizar frecuentemente tan inusitado milagro.

3ra. opinión, que es la que sigue el autor

En tercer lugar, es más correcto y congruente con las Sagradas Escrituras entender esta fracción del pan como el Sacramento de la Eucaristía. En primer lugar porque Lucas en los Hechos la llama simplemente "fracción del pan", cuando dice: "perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión de la fracción del pan" (Hech 2), es decir, del pan partido. La palabra que Lucas usa aquí, es usada por Dionisio (146) para referirse a la Eucaristía. Pablo es aún más claro: "El pan que partimos, ¿no es participación del cuerpo de Cristo?" (1Cor 10). En segundo lugar, porque aquí encontramos todas las características que hubo en la cena del Señor: tomó el pan, lo bendijo, lo partió, y lo repartió. Solamente faltan las palabras: "Esto es mi cuerpo" (Mt 26), porque no hacían falta, o porque se deben sobreentender las palabras del Señor en la cena, ya que al bendecir dijo algunas palabras, o porque como dice Inocencio III consagró el pan no con esas palabras sino con su virtud interior, usando otras palabras. Y en este pasaje no se indicaron las palabras porque no debíamos consagrar con ellas sino con las pronunciadas en la cena del Señor. En tercer lugar, porque cada vez que en el Evangelio se menciona que el Señor bendijo el pan sigue siempre algún signo: la multiplicación (147), o la santificación y la consagración, como en la cena. Y dado que aquí no hubo multiplicación, tiene que haber habido consagración. En cuarto lugar, porque así lo creen diversos Padres que refieren este pasaje: Crisóstomo in Mattheum (148), Teofilacto (149)[], Tito Bostrense (150), Agustín en su libro De consensu evangelistarum (151) e In canonicam Ioannis (152), Beda en su libro Commentariorum in Lucam (153), y Pedro Damiano en su libro De divinis officiis, y muchos otros. Finalmente, porque podemos concluirlo a partir del efecto producido, es decir, reconocer espiritualmente a Jesús, tal como afirman Agustín y Teofilacto. Ese conocimiento es un efecto propio del Sacramento de la Eucaristía, no de un pan corriente.

 

Se absuelve las objeciones contrarias

Las objeciones en contra de esto son frívolas y de poca importancia, a saber, que eran incrédulos, y no tenían fe, y que habrían comulgado en pecado. Porque por la reprensión y las palabras de Cristo ya estaban debidamente contritos, y el Espíritu Santo había obrado el ardor en sus corazones. Tampoco es obstáculo que hayan comulgado sin confesarse previamente, porque tampoco en la cena se confesaron previamente los Apóstoles (154), y el Señor no podía exigírsela ni a éstos ni a aquellos ya que aún no la había instituido, sino que la instituyó por la noche cuando se apareció a los diez Apóstoles congregados y les dijo: "A quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados" (Jn 20,23). Tampoco vale la objeción de que habrían comulgado por sí mismo con sus propias manos, pues también los Apóstoles lo hicieron así en la cena, y porque ése fue el uso por varios siglos (155) hasta que fue derogado. Tampoco obsta que dado que no estuvieron en la cena del Señor no hayan sabido lo que era la comunión, tanto porque podrían haberlo aprendido de los Apóstoles como porque en la fracción del pan les fueron iluminados los ojos, reconocieron el pan sagrado y lo recibieron reverentemente, igual que a los Apóstoles les fue dada la Eucaristía en la cena sin que lo esperasen. Tampoco obsta que el Señor les haya dado de comulgar al principio mientras que en la cena lo había hecho al final, pues aquí el principio era también el fin, ya que inmediatamente desapareció. Y, como dice Pedro Damiano en su sermón sobre la cena del Señor, el Señor instituyó la comunión bajo ambas especies, que fue acostumbrada en la Iglesia en una época, y después la comunión sólo en una especie, tal como le corresponde a los laicos, de modo que Cristo nos dio ejemplo de ambas. Y no se puede decir que se trate de una sinécdoque, es decir, que se tome la parte por el todo, pues el Señor desapareció apenas fue reconocido en la fracción del pan. Y finalmente, no obstan tampoco las palabras del Señor: "No beberé del fruto de la vid hasta el día en que beba de vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre" (Mt 26). Pues Cristo resucitado estaba ya en su reino, y por la noche comió pescado asado y miel (156). Hasta aquí sobre este pasaje, pues lo hemos comentado ya en otro lugar.

Qué significa evanescere

Sigue diciendo: Et ipse evanuit ex oculis eorum. Es decir, ocultó la agradable presencia de su cuerpo mediante la cualidad llamada sutilidad. La palabra griega que corresponde a evanuit significa "desapareció" (disparuit). Pero en latín está bien dicho evanescere, pues fue apartado de sus ojos.

Por qué Cristo desapareció de los ojos de los discípulos

El Señor desapareció porque la fragilidad humana no correspondía a la majestad del cuerpo resucitado, y para mostrar que su cuerpo resucitado no necesita de alimento corpóreo o sensible. También para que se acostumbren a no ver su cuerpo, que luego sería apartado de ellos. Asimismo para que ya no estando presente regresen pronto a anunciar a los Apóstoles lo sucedido, así como por el mismo motivo (no) quiso que la Magdalena lo tocase y lo detuviese (157). Igualmente para que amasen en espíritu al que, si bien ha apartado la presencia de su carne, permanece en el alma, que puede verlo con los ojos de la fe mejor que con los ojos del cuerpo. Por eso les estaban retenidos los ojos, porque no creían.

Cuándo es verdaderamente reconocido el Señor y cuándo se aleja de nuestros ojos y desaparece

Y reconocen al Señor cuando desaparece, es decir, cuando lo descubren inmenso e incomprensible; mientras que el Señor desaparece de nosotros debido a nuestro pecado, cuando nos aferramos más al don que al donante. Es frecuente que quienes reciben el pan en la prosperidad no lo reconozcan hasta que le urge el hambre, como el hijo menor que se marchó a una región lejana (158).

Efectos de una buena predicación

Et dixerunt ad invicem, Nonne cor nostrum ardens erat in nobis, dum loqueretur in via, aperiret nobis Scripturas? "En nosotros", dicen, no "fuera de nosotros". En efecto, una buena predicación hace arder interiormente el corazón, mediante la contrición por los pecados o mediante el deseo de la virtud y la vida eterna. Después de la partida de Jesús, estos buenos hombres no cesaban de hablar entre ellos, y se decían: "¿Qué ha sucedido? ¿Por qué lo hemos reconocido tan tarde? El sueño se había apoderado de nuestras almas, y la oscuridad oprimía nuestros ojos".

 

Poder de las palabras de Cristo

Las palabras de Jesús herían y hacían arder sus almas, las cautivaban y dejaban en ellas agujas y espinas. Y si su corazón ardía tanto mientras el Señor les hablaba en el camino, ¿cómo será en la patria celestial?

Caridad de estos discípulos para con sus hermanos

Et surgentes, eadem hora regressi sunt in Jerusalem. Tomando las alas del amor, e impacientes por el gozo, se les tornó aquella tarde en día, y se pusieron de pie al momento para compartir con los otros este inmenso gozo y para confirmar su fe en el diálogo mutuo. Pues así quiso el Señor propagar sus dones entre los hombres, para que sirviéndose mutuamente se acreciente su caridad y aumenten los méritos que habrá de recompensar.

Según qué ley nos son concedidos los dones divinos

Estos dos discípulos decían lo mismo que los leprosos que estaban en las puertas de Samaria: "Hoy es el día de la buena nueva. Si nos quedamos callados y no la anunciamos hasta la mañana, seremos culpables de un delito" (159). Por eso no los detuvo el cansancio del recorrido anterior, ni la distancia del viaje, ni la oscuridad de la noche.

Cómo los discípulos anunciaron la resurrección del Señor a los doce, y cómo Tomás no creyó y se fue

1ra. solución

Et invenerunt congregatos undecim, eos qui cum illis erant. Los había abandonado Judas, interrumpiendo así el sagrado número doce. Y recibieron el buen anuncio no divididos, ni separados. Es verosímil que los dos discípulos llegaran desde Emaús, encontraran a los once Apóstoles, incluido Tomás, pero que este último no haya creído lo que les decían y, por alguna causa urgente, se haya ido antes que el Señor se les apareciese a puertas cerradas (160). No habría entonces por qué maravillarse de que Tomás no haya estado en esa aparición.

2da. solución

Sin embargo, también se puede decir que los discípulos que regresaron de Emaús encontraron a los once, pues después de la traición de Judas éste era el nombre peculiar del conjunto de los Apóstoles, con lo que podrían habido incluso más de once, por ejemplo si habían otros con ellos.

Dicentes quod surrexit Dominus vere, apparuit Simoni. La palabra dicentes se encuentra en caso acusativo, en griego , así que se refiere a los Apóstoles, no a los peregrinos.

Mérito de la hospitalidad

Y de este modo la piadosa diligencia de los peregrinos mereció oír que el Señor se había aparecido a Simón, de tal manera que también fueron confirmados quienes venían a confirmar a otro. "El Señor ha resucitado verdaderamente y se ha aparecido a Simón". "Y" está haciendo las veces de "porque". Efectivamente, la afirmación del sucesor de Pedro es un argumento firme en favor de la verdad, pues los demás le creen y lo siguen en su afirmación.

Por qué el Señor se apareció a Simón después de resucitar

A Pedro le confió (el Señor) su gracia, y en él encuentran todos los pecadores penitentes un consuelo, pues el Señor se apareció a Pedro antes que a los otros Apóstoles, para que donde abundó el delito, sobreabundara la gracia (161). También por eso las mujeres fueron enviadas a anunciar la resurrección de Cristo particularmente a Pedro.

Aprendamos del ejemplo de estos discípulos a mantener en nuestra memoria los beneficios recibidos: conversemos sobre Jesús, e insistámosle para que venga a nosotros. Meditemos en las Sagradas Escrituras, si queremos vernos encendidos con el fuego del Espíritu Santo. Acerquémonos a los divinos Sacramentos, para que se aleje la tristeza y la tentación, y se nos de fuerza para regresar de este destierro a la Jerusalén celestial, donde Cristo nunca más desaparecerá.

Lección que podemos aprender de los discípulos de Cristo

Siguiendo el ejemplo de los dos discípulos, adhirámonos a lo bueno y huyamos de las malas compañías, esperando llegar a gozar de la presencia perpetua de Jesucristo Nuestro Señor, que con el Padre y el Espíritu Santo recibe eternamente la gloria, la alabanza y el honor por todos los siglos. Amén.

Notas

1. Eutim., c. 84, in Marc. [Regresar]

2. Aug., lib. 3 de cons. evang., cap. 25, com. 4. [Regresar]

3. Orígenes, tom. I, in Joan., no lejos del principio. [Regresar]

4. Orígenes, lib. 2 contra Celso. [Regresar]

5. Basil., último tomo. [Regresar]

6. Epiphan. in haeresin 23, cerca al final. [Regresar]

7. Amb. lib. 10 in Luc., cap.ul. [Regresar]

8. Joseph., libr. 18, Antiq. cap. 4. [Regresar]

9. Cf. 1Cor 15. [Regresar]

10. Niceph. libr. I, cap. 34, al inicio. [Regresar]

11. Gregor., in prolog. Moral., c. 2, tomo I. [Regresar]

12. S. Jerónimo, 10,1. [Regresar]

13. Cf. 1Cor 15; 2Cor 8. [Regresar]

14. Cf. Lc 10. [Regresar]

15. Mt 27; Ecles 4. [Regresar]

16. Cf. Sal 17. [Regresar]

17. Cf. Jn 11. [Regresar]

18. Cf. 1Re 17. [Regresar]

19. Joseph. libr. 18 Antiq., c. 2; lib. 4 de bello Iudaic., c. 1. [Regresar]

20. Beda in Luc. c. 24, tom. 5. [Regresar]

21. Plinio, lib. 5, c. 14. [Regresar]

22. Jerón., tom. 1, Julio Africano. [Regresar]

23. Jerón., tom. 1 [Regresar]

24. Hist. eccl. tripar., lib. 6,c.24. [Regresar]

25. Joseph., lib. 17, Antiq., c. 16. [Regresar]

26. Joseph., lib. 18, cap. 4. [Regresar]

27. Joseph. lib. de bel. Iud. cap. 1, cerca del inicio. [Regresar]

28. Jerón. en su prefacio a 1Re, t. 4. [Regresar]

29. Plinio, lib. 2, c. 3. [Regresar]

30. Beda, in Luc, tom. 5. [Regresar]

31. Joseph. lib. 7, cap. 26 de bel. iud., hacia el final. [Regresar]

32. Cf. Mt 12. [Regresar]

33. Cf. Dn 14; Rufino, lib. in Hieron. [Regresar]

34. Jer. lib. 2 contra Rufino, al final del tomo 2. [Regresar]

35. Cf. Mt 8 y 14. [Regresar]

36. Cf. Jn 14. [Regresar]

37. Caiet. ientaculo. 7. [Regresar]

38. Cf. Gén 19. [Regresar]

39. 2Re 6. [Regresar]

40. Lc 4. [Regresar]

41. Teofilacto, in Luc., último cap. [Regresar]

42. Aug. epist. 59, en la solución a la octava cuestión, tom. 2. [Regresar]

43. Aug. lib. 3 de Consensu Evang., cap. 25, tomo 4. [Regresar]

44. Cayet., lug. cit. [Regresar]

45. Aug., allí mismo. [Regresar]

46. Aug., allí mismo. [Regresar]

47. Greg., hom. 23 in Evang., 10, 2. [Regresar]

48. Cf. Mt 17. [Regresar]

49. Jerónimo, en su Epis. a la madre Paula, poco después del inicio. [Regresar]

50. Jn 19. [Regresar]

51. Eutimio, c. 89, al inicio de Lucas. [Regresar]

52. Cic. libr. 1 de Offic. [Regresar]

53. Cic. lib. 4. Epist. ad Attic, epist. 12. [Regresar]

54. Cic. lib. 1 de Offic. Plato libr. 14 de legibus. [Regresar]

55. Cf. Mt 1; Is 7. [Regresar]

56. Cf. Lc 2. [Regresar]

57. Cf. Mt 13; Jn 7; Mt 26. [Regresar]

58. Cf. Is 28. [Regresar]

59. Cf. Lc 23. [Regresar]

60. Cf. Hech 1. [Regresar]

61. Cf. Sal 103. [Regresar]

62. Cf. Lc 9. [Regresar]

63. Cf. Ap 3,20. [Regresar]

64. Cf. Sal 68. [Regresar]

65. Cf. Jn 16. [Regresar]

66. Cf. Sab 1. [Regresar]

67. Cf. Rom 15 [Regresar]

68. Cf. Is 65. [Regresar]

69. Cf. Jn 10. [Regresar]

70. Cf. Mt 27. [Regresar]

71. Cf. Lc 23. [Regresar]

72. Cf. Mt 27. [Regresar]

73. Cf. 1Cor 5. [Regresar]

74. Cf. Gál 1. [Regresar]

75. Cf. Mt 17 y 26. [Regresar]

76. Cf. Mt 28. [Regresar]

77. Cf. Mt 27. [Regresar]

78. Cf. Lc 24. [Regresar]

79. Cf. Gén 24. [Regresar]

80. Cf. Mt 7. [Regresar]

81. Cf. Gál 3. [Regresar]

82. Cf. Prov 27. [Regresar]

83. Cf. Mt 9. [Regresar]

84. Cf. Jn 16; Lc 14. [Regresar]

85. Cf. Stgo 1. [Regresar]

86. Cf. 1Pe 1. [Regresar]

87. Lc 3. [Regresar]

88. Cf. Rom 1. [Regresar]

89. Cf. Gén 12 y 26. [Regresar]

90. Cf. Jn 12. [Regresar]

91. Cf. Gén 4. [Regresar]

92. Cf. Gén 5. [Regresar]

93. Cf. Gén 9. [Regresar]

94. Cf. Mt 27. [Regresar]

95. Cf. Gén 8. [Regresar]

96. 1Pe 3; Gén 6. [Regresar]

97. Cf. Hech 4. [Regresar]

98. Cf. Gén 21,8ss. [Regresar]

99. Cf. Gén 22. [Regresar]

100. Cf. Gén 27. [Regresar]

101. Cf. Gén 32. [Regresar]

102. Cf. Gén 39. [Regresar]

103. Cf. Gén 41. [Regresar]

104. Cf. Mt 28. [Regresar]

105. Cf. Ex 2. [Regresar]

106. Cf. Gén 14. [Regresar]

107. Cf. Jue 16. [Regresar]

108. Cf. Job 1ss. [Regresar]

109. Cf. Job 14. [Regresar]

110. Cf. Jn 12. [Regresar]

111. Cf. 1Re 17; 2Re 4. [Regresar]

112. Jonás 2. [Regresar]

113. Mt 12; 16; Jn 3; Lc 24. [Regresar]

114. Cf. Jer 37. [Regresar]

115. Cf. Dan 14. [Regresar]

116. Cf. Ester 4. [Regresar]

117. Cf. Zac 3. [Regresar]

118. Cf. Sal 92. [Regresar]

119. Cf. 1Cro 11. [Regresar]

120. Cf. 2Re 25. [Regresar]

121. Cf. 1Esd y ss. [Regresar]

122. Cf. Gén 8. [Regresar]

123. Núm 17. [Regresar]

124. Sal 117. [Regresar]

125. Cf. Sal 102. [Regresar]

126. Cf. Núm 21; Jn 3 y 8. [Regresar]

127. Cf. Lc 2. [Regresar]

128. Cf. Lc 7. [Regresar]

129. Hist. trip., lib. 6, cap. 42. [Regresar]

130. Cf. Jn 14,16. [Regresar]

131. Aug., lib. contra mendac., cap. 3, tom. 4. [Regresar]

132. Aug., allí mismo, y en el lib. 2, qq. Evangel., q. 51, en el mismo tomo. [Regresar]

133. Aug., lib. I de mendacio, ad Consentium, c. 3. [Regresar]

134. Hech 16. [Regresar]

135. Cf. 1Cor 9. [Regresar]

136. Cf. Mc 6. [Regresar]

137. Cf. Hech 20,35. [Regresar]

138. Cf. Gén 18 y 19. [Regresar]

139. Cf. Gén 3. [Regresar]

140. Jn 6; 3; 8. [Regresar]

141. Grego. Hom. 23 in Evang., 10,2; Aug. serm. 1 ser. 2 Paschae, tom. 10 [Regresar]

142. Jerónimo, in epitaphio paulae 10,2 [Regresar]

143. Cayetano, in Luc.; Santo Tomás, in 3 sent. dist. 21, quaest. 4, ad 1. [Regresar]

144. Cf. Hech 2; 1Cor 10; Hech 20. [Regresar]

145. Cf. Ubertino de Casaliis, lib. 4, c. 29. [Regresar]

146. Dionis., de Ecclesi. hierarch. [Regresar]

147. Cf. Jn 6; Mt 14. [Regresar]

148. Crisóstomo, hom 17 in Matth., tomo 2. [Regresar]

149. Teofilacto, in Luc 24. [Regresar]

150. Citado en la catena de Santo Tomás sobre Lucas [Regresar]

151. Aug., lib. 3 de cons. evang., c. 25, tom. 4. [Regresar]

152. Aug., trat. 2 in canonic. joan., tom. 9. Y fer. 1 feriae 2 Paschae, tom. 10. [Regresar]

153. Beda, lib. 6 in Luc., cap. 96 hacia el final, tomo 5. [Regresar]

154. Lc 22. [Regresar]

155. Vetus in Ecclefia ritus communicandi. IV.ratio. [Regresar]

156. Lc 24. [Regresar]

157. Jn 20. [Regresar]

158. Lc 15. [Regresar]

159. 2Re 7. [Regresar]

160. Cf. Jn 20. [Regresar]

161. Cf. Rom 5. [Regresar]