A Los Fieles de la Diócesis de San Nicolás de los Arroyos

San Nicolás de los Arroyos, 17 de febrero de 2002

Queridos Hermanos:

Hemos comenzado el camino cuaresmal. Con la Iglesia queremos recorrerlo en oración, penitencia y solidaridad, para dejarnos purificar por el Espíritu. Renovándonos por Él y en Él, queremos llegar a la Celebración Pascual: la Muerte y la resurrección del Señor Jesús.

1º. Este año lo hacemos en el marco y en el clima de dolor personal y familiar, de incertidumbre social, de tristeza, irritación y desorientación. Con pena experimentamos la verdad de lo que Le decimos a Jesús en la Oración por la Patria: "heridos y agobiados". Se agudiza el miedo por otras pérdidas que se sumarían a las que venimos padeciendo. Como todo viviente ante el peligro queremos reaccionar para superar el peligro: sin embargo, nos desconciertan los obstáculos que siguen o aumentan y las propuestas que o no satisfacen o, algunas, pueden ser temibles. Por momentos, parecen crecer no sólo los reclamos legítimos y pacíficos sino también los violentos, con discursos conducentes a la anarquía y a la sustitución de los canales institucionales de la Sociedad. Aparecen también los que hacen o proponen soluciones "justicieras". Pero, también es preciso pensar que una gran mayoría, sufriendo como todos, no está representada por lo que se presenta en y ante la opinión pública. Lo que sí es cierto que son muchísimos los que están padeciendo angustia, preocupación, zozobra y hasta ahogo.

2º. Como ocurre ante situaciones imprevistas, nos preguntamos: ¿cómo pudo ocurrirnos esto?, ¿cómo nos venimos hundiendo tan estrepitosamente y con tanta profundidad? Generalmente, con rapidez, encontramos y señalamos culpables y responsables. Pero las respuestas rápidas y "obvias", suelen no ser las adecuadas porque son parciales y suelen dejar como inocentes a los que las emiten. Además, explicar una situación no es resolverla. Es muy importante conocer el mal y su raíz. Pero no basta. Es preciso recorrer el camino del remedio y la curación. La Cuaresma es para el creyente ese camino.

3º. Hace 20 siglos, el Libro del Apocalipsis anunciaba "el Señor enjugará las lágrimas de sus ojos" a comunidades cristianas agobiadas por el miedo y la falta de seguridad en su presente y su futuro inmediato. También hoy, la Iglesia está llamada esa misma Palabra de Dios al hombre y al creyente de hoy: "El Señor enjugará las lágrimas de sus ojos". Son las lágrimas provocadas oír las fallas y las faltas que cometimos y cometemos. Y son las lágrimas (dolor, irritación y desamparo) que derramamos por el sufrimiento que otros, también hermanos y amigos nuestros, muchos de ellos, por irresponsabilidad, egoísmo, apasionamiento, ineptitud o corrupción vienen provocando. ¿Nosotros no estamos incluidos en todo esto? Las lágrimas producidas por nuestra responsabilidad piden a nuestra conciencia la conversión y la reparación. Las otras lágrimas, las que sufrimos por obra u omisión de otros, han de hacer brotar el pedido humilde e insistente al Señor: "¡Danos fuerza, Señor! "¡Apiádate, Señor!" "¡Vuelve tu rostro hacia nosotros!" "¡Ilumina la mente y los corazones de los Responsables para que orienten y nos ayuden a recorrer el camino de la justicia en verdad y en solidaridad!". "¡Despierta y acrecienta en todos la Esperanza y la Confianza en Ti!"

Es el Señor quien enjuga las lágrimas con el Perdón y con la Fuerza de su Amor. Es Jesús, el que nos enseña a caminar con esperanza en este valle de lágrimas.

4º. "Levanto mis ojos hacia Ti, Señor". En este tiempo y en este clima estamos llamados y urgidos a elevar la mirada hacia el Señor. ¡Él está! Invisible pero realmente.

Cuando la hermana de Lázaro, desconsolada por la muerte de su hermano, escuchó lo que le decían sus amigos y conocidos: "El Maestro está aquí y te llama", seguramente comenzó a superar el agobio que la oprimía. Esa misma frase se nos vuelve a decir a todos. Y también estamos llamados a decirla a nuestros hermanos: "El Señor está aquí y te llama".

Él está. Sí, lo está: en la Palabra de Dios, en los Sacramentos, en los Hombres (¡tus Hermanos!) que te rodean. Él hace sentir su presencia por los caminos que Él quiere. Pero nos ha dejado estos lugares y estas pistas. Recorrerlas, por la oración y la generosa solidaridad nos abrirá los ojos para verLo. El Señor te quiere y te busca para el perdón. Para curarte para recuperarte, para hacerte Su mensajero. También tú estás llamado a restaurar las relaciones familiares, eclesiales y sociales cuando estén quebradas.

5º. En este camino cuaresmal han de resonar en nuestro oído, las primeras (y permanentes) preguntas que Dios hace al hombre. "¿Por qué has desobedecido a lo que mandé?" "¿Qué has hecho de tu hermano?" Ante Él, las excusas no valen. Nuestra relación con Dios orienta y requiere nuestra relación con el hombre. Cuando se olvida o se abandona a Dios, el hombre pierde el único sostén de su dignidad y la injusticia de mil maneras invade, enturbia y corroe la relación humana, la familiar y la social. Y cuando la relación con Dios no se expresa en una solidaria y autentica justicia, es mentirosa: "Quien dice que ama a Dios a quien no ve y no ama a su prójimo a quien ve, es un mentiroso". Nuestra conciencia, en la oración y en el silencio ante Dios ha de dejar interpelarse por el Señor. Sinceros ante Dios, veremos mejor nuestras conductas y nuestras omisiones que, en distintos modos, han contribuido a lo que estamos viviendo.

6º. El cambio de mentalidad (la "conversión") es lo que el Señor pide al creyente. Vuelven a resonar en los oídos del creyente que reconoce su falta y su pecado las palabras de Jesús a la mujer arrepentida: "¡No lo hagas más!". La nueva conducta es lo que Dios espera en esta Cuaresma. Son conductas pequeñas pero imprescindibles: orar, confiar, ayudar, servir, respetar al niño y al adulto, servirlos, aun con sacrificios. La vida humana está entretejida de pequeños acontecimientos diarios, muchas veces insignificantes. Pero son estos hechos los que hacen los grandes acontecimientos. También resuenan las palabras de Jesús: "El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho". También la sociedad, como los cuerpos, se recuperan y se sanan, en las insignificantes células. Y desde lo pequeño quiso Dios recorrer el camino de la salvación. Cuanta fuerza y coraje se requiere para ser honesto, para ser justo, para no caer en la queja continua que termina siendo estéril y amarga, para estar lúcidos ante la tentación creciente de la violencia. Tal vez pueda parecer poco lo que uno puede hacer. No lo es. Pero si lo fuera, haciéndolo, uno contribuya a que el mal no avance y el bien se sostenga.

¡Cuanta necesidad hay de volver a enseñar la verdad de las cosas mas simples, de educar y enseñar, de dar el ejemplo, aunque cueste y uno pueda parecer ridículo"!. Si la crisis es moral (¡Y lo es!), ¿qué cuota de responsabilidad tenemos los mayores y los educadores? Y no me refiero sólo ni principalmente a los docentes: son educadores los padres, los comunicadores sociales; en la Iglesia y en la Sociedad, lo somos los Sacerdotes, los Consagrados, los que tienen un especial compromiso de Fe. A todos se nos pide humilde y efectiva conversión. El Papa lo viene recordando desde la preparación al Jubileo.

La enseñanza que se nos pide no se realiza principalmente con doctrinas correctas: son necesarias ante el avance de las mentiras que enturbian y oscurecen las mentes y las conductas. Pero no son suficientes: la verdadera y eficaz enseñanza brota de un corazón convertido que asume el estilo de Jesús: hizo y enseñó. La doctrina es convincente cuando el que la formula la vive.

7º. El camino cuaresmal, purificador y exigente, es posible realizarlo porque Jesús lo recorrió y lo recorre junto a nosotros: nunca estamos solos. Y los carriles son los que Él señaló porque Él los recorrió:

Oración y escucha de la Palabra de Dios. En primer lugar, los Sacramentos: en todos ellos celebramos la Palabra y la Acción de Jesús. Y luego las restantes oraciones que intensificadamente contribuyen a acerarnos a Jesús y a acercar a Jesús a nosotros: Celebraciones de la Palabra, Rosarios, Visitas al Santísimo, Via Crucis, etc.

Austeridad: ante la impotencia de sus Apóstoles ante una situación humanamente imposible de resolver, Jesús: "Estos demonios no se expulsan sin oración y ayuno". En todo lo que estamos viviendo hay mentira, división, escándalo, corrupción. Y el padre de la mentira y la división es, según Jesús, el Diablo. Jesús luchó con él con la Palabra, con la oración, con el ayuno. La privación de lo legítimo pero superfluo, la austeridad (no sólo la forzosa sino sobre todo la libre) fueron el camino de Jesús y han de ser nuestro camino hoy.

Solidaridad. La palabra tradicional en la Iglesia, desde la Palabra de Dios, ha sido la de limosna. Culturalmente la hemos ido devaluando hasta convertirla en sinónimo de ayuda humillante e insignificante: ¿no son menores nuestras limosnas que muchas de nuestras propinas que damos a regañadientes o sin mucha convicción? Y sin embargo, limosna significa lo que uno da cuando se compadece de uno que sufre, cuando se desprende aun dolorosamente ante la necesidad del otro. Limosna hizo el Samaritano: lo vio y se conmovió. Y no se quedó en una ayuda simbólica: fue generoso con un desconocido sufriente.

8º. "Gratis han recibido: den gratuitamente". Así nos lo señala el Papa en su Mensaje de Cuaresma. Leerlo, meditarlo y ponerlo en práctica será para todos un camino seguro para que la Cuaresma nos purifique y nos haga crecer en la Fe y en la Esperanza en el Señor Jesús.

También para nosotros siguen muy vigentes las palabras de la Virgen en Caná; Hagan lo que Él les diga. El camino de su vida fue oración, austeridad y solidaridad. Ella lo recorrió y Ella nos impulsa a recorrerlo, con el ejemplo y la Fuerza de la Gracia de su Hijo.

Con mi bendición y mi respeto por todos Ustedes. Para que vivamos en la Esperanza y para que la anunciemos en estos momentos tan difíciles y tan desafiantes para nuestra Fe. Necesitamos de esa Fe y esa Esperanza que nos lleven al Amor. Lo necesitamos para nosotros. Y nuestros hermanos necesitan que una vez lo sigamos anunciando.

 

 

Mario L. B. Maulión

Obispo de San Nicolás de los Arroyos