CONGREGATIO PRO CLERICIS

 

 

Universalis Presbyterorum Conventus

"Sacerdotes, forjadores de Santos

para el nuevo milenio"

siguiendo las huellas del apóstol Pablo

 

 

 

 

Card. Julio Terrazas

Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra

 

Laudes

21 octubre 2004

 

 

 

 

 

 

Malta

 

 

 

 

Con el rezo de los Laudes, al inicio de este día en el que continuaremos reflexionando sobre el tema: "Sacerdotes forjadores de santos para el nuevo milenio", la palabra de Jesús resuena con renovada urgencia en cada uno de quienes nos hemos reunido en su nombre "Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto" (Mt.5, 48). No es sólo un buen deseo, o consejo del Maestro, es vocación, urgencia y compromiso. Respuesta a vivir con radicalidad y con generosidad el compromiso de nuestro sí a su llamado al sacerdocio.

Nuestra meditación es un aporte a la reflexión de este día que estará iluminada por la vocación a la santidad Eucarística del sacerdote inspirada en la repuesta de María.

Estamos al inicio del tercer milenio y la Iglesia tiene un reto del que ninguno de nosotros puede eludir sus responsabilidades, ser testigos de la santidad, para ser forjadores de santos.

La lectura breve que acabamos de proclamar del profeta Isaías 66, 1-2 nos da una imagen de Dios, pero un Dios que se nos revela; por una parte nos dice que pone su trono en lo alto del cielo y la tierra es estrado de sus pies, por otra un Dios que se deleita en los sencillos, pone sus ojos en los humildes y se enternece por el dolor de quienes se sacian de su palabra.

El hombre del Siglo XXI mira a Dios, lo busca a veces de manera inconsciente, otras por caminos equivocados, pero, si de algo estamos seguros, es de su hambre y necesidad de saciar el corazón vacío. Ese mismo hombre nos mira a nosotros sacerdotes y nos pide ser reflejo de Aquel en quien creemos y ser transparencia de su santidad.

El profeta Isaías nos recalca que, más que construir templos, lugares para el descanso de la divinidad, tenemos que modelar el corazón, llenarlo de santidad; primero el nuestro, para luego santificar el corazón de quienes nos miran.

Hay dos pensamientos que pueden iluminar nuestra reflexión de esta mañana. El tan citado texto de K.Rahner: "El cristiano del siglo XXI o es un místico o no es cristiano" y el otro de San Juan de la Cruz: "Es de saber que si el alma busca a Dios, mucho más le busca su Amado a ella" (LI.3,28)

Estos dos pensamientos nos sugieren en primer lugar:

¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra vida como sacerdotes? Es posible que parezca una pregunta absurda. De hecho no lo es. Lo constatamos todos los días. Si hablamos de santidad sacerdotal como necesidad, no podemos pensar en una realidad abstracta sin descubrir la imagen que tenemos de Dios. Una respuesta a esta pregunta es indispensable si queremos llegar al hombre de nuestro tiempo.

De hecho, el hombre de hoy quiere experiencia de Dios. Al sacerdote y al consagrado se nos pide manifestar y mostrar al mundo el Dios que hemos palpado y experimentado. Los místicos nos dicen que es posible el encuentro con Dios, sentir a Dios, ellos son testigos fidedignos. No hablan de buenos deseos, es preciso tener pasión por Dios para encontrarse con El. " Que cueste algo este Cristo" decía Juan de la Cruz y en Cántico exclamaba "Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas¡ Qué hacéis, en qué os entretenéis. Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos" (CB: 39,7).

¿Para qué estamos llamados? A tener conversación nada menos que con Dios, ser santos, llamados a una vocación divina. La santidad no es una mercadería que se compra a cualquier precio en los nuevos templos de consumismo.

Quiero ahora detenerme en tres dimensiones indispensables a toda espiritualidad sacerdotal y así forjar santos sacerdotes.

Una espiritualidad de experiencia.

Lo que se experimenta se conoce, del conocimiento nace la palabra y sabemos que es palabra que da seguridad.

Para encontrar a Dios es preciso que hagamos un camino de interiorización, porque es un Dios escondido, aunque toda la creación es manifestación de su paso. Es en lo profundo del misterio donde podemos vislumbrar algo de su ser, pues decía San Agustín: "Si lo comprendes, si lo demuestras, ya no es Dios". Las huellas tampoco son Dios, hay que irse más adentro, es todo un proceso de profundización para no banalizar a Dios. "La puerta es la oración" decía Teresa de Jesús.

Es importante tener presente que la oración no cambia el corazón de Dios, El nos conoce en profundidad, la oración cambia el corazón del hombre, nos hace más abiertos para así aceptar más sinceramente su proyecto en nosotros. La oración es un medio para llegar a ser místico, contemplativo, en definitiva santo.

La pregunta siempre es la misma ¿qué es la oración? ¿Cómo ser una persona orante? Es la descripción de una historia que nos relaciona con Dios, el grito de una herida del corazón. Contactar con alguien que nos responde en los momentos de alegría o en los tiempos de monotonía o desesperanza.

Me viene a la mente la tan conocida descripción de Teresa de Jesús: "Tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama" (V.8.5)

El Santo Padre en la Carta Apostólica: "Novo Millennio Ineunte" nos decía que: "Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas "escuelas de oración" donde el encuentro con Cristo no se expresa solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el "arrebato del corazón" (NMI.33). Si esto es para todo cristiano cuando más debe serlo para nosotros sacerdotes. Oración no como huída, sino como viaje a gustar la santidad de Dios.

Una espiritualidad de comunión

Los procesos personalistas son siempre peligrosos. Un cristiano solo, sin comunidad es siempre peligroso, o es un cristiano a medias. Como sacerdotes y animadores de la comunidad tenemos que estar convencidos de esta verdad, todo proceso de fe tiene que ser vivido y confrontado en comunidad.

No sólo comunión afectiva, espiritual, tiene que concretarse en hechos reales, estar en sintonía, buscar tiempo para compartir. Esto implica diálogo, mutuo conocimiento, perder el tiempo, perdón y celebración, compromiso y acción por la instauración del Reino.

La Eucaristía es el resumen de toda comunión " Fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia", tema que será reflexionado más en profundidad en el día de hoy y que nos prepara al próximo Sínodo de los Obispos.

Una espiritualidad de cercanía, "estar con", "en medio de"...

Estar en y con el pueblo de Dios, compartiendo alegrías y esperanzas de que nos hablaba la Gaudium et Spes. Es el lugar privilegiado donde se alimenta nuestra espiritualidad, no somos funcionarios para el pueblo, sino "tomados de entre los hombres, para estar a favor de los hombres"(Hb. 5,1).

Al estilo de Jesús, hacer una opción por los más pobres y más necesitados, una "opción afectiva y efectiva". Es también la exigencia del profeta Isaías en la lectura que acabamos de proclamar. "En quien voy a fijarme? En el humilde, en él se deleita" (Is. 6,2).

Vivir un testimonio de sencillez, lo que supone dejarse leer por el pueblo, transparencia de vida, para ser transparencia de Cristo.

"Si no se hacen como niños no entran en el reino de los cielos" (Mt 18,3) Esto supone un nuevo estilo de vida para una nueva manera de ser Iglesia.

Hermanos sacerdotes, no tengan miedo a ser santos. Lo ha dicho el Santo Padre a lo largo y ancho de su pontificado, se lo ha repetido a los jóvenes, a los matrimonios y sobre todo nos ha presentado el testimonio de santidad de tantos hermanos nuestros que ha elevado a los altares. Nos lo repite hoy a cada uno de nosotros ¡¡¡no tengan miedo de ser santos!!! Amen