La doctrina social de la Iglesia: la "Magna Charta" de la caridad

Prof. José Vidamor Yu, Manila

 

La misión de la Iglesia consiste en elaborar juicios morales sobre argumentos de la vida política, social, cultural y económica de la sociedad. Es desde del siglo XIX que las doctrinas sociales son la guía y el objeto de las encíclicas papales. Con la era industrial, han nacido nuevas estructuras sociales que favorecen las necesidades de la producción, como las nuevas formas de trabajo y de propiedad y el estado secular, con todos los problemas que derivan de ello, como la dificultad de conseguir y mantener la justicia social. 

 

La dignidad humana 

La Iglesia siempre se ha preocupado por los valores espirituales del hombre. Con el progreso conseguido gracias a los éxitos humanos y al desarrollo de la mente y los talentos del hombre, se ha ido descubriendo y también afirmando el concepto de los derechos y la dignidad de los seres humanos (cfr. GS 41). La Iglesia tiene que ser la protectora de la creación de Dios y la sociedad creada. En virtud del Evangelio confiado por Dios, la Iglesia proclama los derechos del hombre (cfr. GS 41)  

León XIII se oponía a la filosofía atea del comunismo de sus tiempos, pero entendió el atractivo que presentaba para los trabajadores. Se dio cuenta del estado de explotación y pobreza que padecía la masa trabajadora y de la concomitante concentración de privilegios y riqueza en las manos de unos pocos. La encíclica "Rerum Novarum" quiso promover la dignidad de la persona humana, los derechos económicos y políticos fundamentales, el derecho a la propiedad privada, los derechos a los trabajadores respecto al capital y el derecho a asociación por el bien común. La Iglesia se vuelve un instrumento de caridad en un mundo transformado por la moderna era industrial. 

 

Solidaridad 

Los seres humanos viven en comunidad y construyen un futuro común. La existencia del hombre no es concebible fuera de una sociedad. Es un animal social y crece y se desarrolla dentro de una cultura y de una familia. “El hombre debe encontrar al hombre, las naciones se deben encontrar como hermanos y hermanas, como hijos de Dios" (PP 43): es así que Paolo VI habló de solidaridad, "la ayuda que las naciones ricas deben aportar a las naciones que se hallan en vías de desarrollo" (PP 44). Populorum Progressio subraya la preocupación de la Iglesia por la creciente diferencia entre rico y pobres. La Iglesia es la protectora de los pobres y, por este motivo, se empeña por la promoción del principio de solidaridad. 

 

Función "subsidiaria"

La caridad se manifiesta con el respeto de nuestro derecho a la independencia. Una sociedad consta de organizaciones y asociaciones, más allá de la influencia que estas sean capaces de ejercer. El principio de la función "subsidiaria", si es asumido plenamente por una organización social, afirma el derecho de los individuos y grupos sociales de tomar autónomamente decisiones y alcanzar los propios objetivos por su iniciativa e industria, sin interferencias de parte de grupos más potentes. Cuadragésimo Año mide el grado de desarrollo económico de una sociedad en términos de función "subsidiaria": toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos. (QA 79). 

 

El bien común 

La Iglesia se empeña en la promoción del principio del bien común: cada ser humano tiene que poder contribuir y gozar del derecho a participar de él. Gracias al bien común, el hombre logra que sus derechos personales sean respetados y aprobados. Las autoridades civiles saben que el logro del bien común es su única razón de ser (cfr. MM 54). Por  lo tanto, debe ser igualmente claro que el bien común concierne la entera persona humana, alma y cuerpo (vgl. MM 57). Los gobiernos existen para alcanzar y salvaguardar el bien común. Tienen que cerciorarse que todos los seres humanos participen en la construcción de su destino común.