Excelencia Reverendísima:
Son realmente muchas las cosas por hacer para el verdadero
bien del Clero y para la fecundidad del ministerio pastoral en las actuales
circunstancias pero justamente por esto, aún con el firme propósito de afrontar
tales desafíos sin eludir dificultades y fatigas, con la conciencia que el
actuar es consecuencia del ser y que el alma de cada apostolado es la intimidad
divina, se quiere partir de un movimiento espiritual que, haciendo tomar cada
vez más conciencia del vínculo ontológica entre Eucaristía y Sacerdocio y de la
especial maternidad de María hacia todos los Sacerdotes, haga nacer una cadena de
adoración perpetua, para la reparación de las faltas y para la santificación de
los clérigos y un inicio de compromiso de las almas femeninas consagradas para
que, sobre la tipología de la Santísima Virgen María, Madre del Sumo y Eterno
Sacerdote y Socia de su obra de Redención, quieran adoptar espiritualmente a
sacerdotes para ayudarlos con la ofrenda de sí, la oración y la penitencia.
Según el dato constante de la Tradición, el misterio y
la realidad de la Iglesia no se reducen a la estructura jerárquica, a la
liturgia, a los sacramentos y a los ordenamientos jurídicos. En efecto, la
naturaleza íntima de la Iglesia y el origen primario de su eficacia
santificadora, hay que buscarlos en la mística unión con Cristo.
Según la doctrina y la propia estructura de la
constitución dogmática Lumen Gentium, tal unión no puede imaginarse separada de
la Madre del Verbo Encarnado, que Jesús ha querido unida íntimamente a Sí para
la salvación de todo el género humano.
Entonces no es casual que el mismo día en el que fue
promulgada la constitución dogmática sobre la Iglesia - 21 de noviembre de 1964
-, Pablo VI proclamó a María "Madre de la Iglesia”, es decir, madre de
todos los fieles y de todos los pastores.
Y el Concilio Vaticano II - refiriéndose a la Santísima
Virgen - así se expresa: “…Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo,
presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras Él moría
en la Cruz, cooperó en la obra del Salvador en forma del todo singular, por la
obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad en la restauración de la
vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de
la gracia. “(LG n. 61).
Sin añadir nada o sacar la única mediación de Cristo, la
siempre Virgen es reconocida e invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada,
Auxiliadora, Socorro, Mediadora; Ella es el modelo del amor materno, que debe
animar a quienes cooperan, a través de la misión apostólica de la Iglesia, en
la regeneración de toda la humanidad (Cf. LG n. 65).
A la luz de estas enseñanzas que forman parte de la
eclesiología del Concilio Vaticano II, los fieles, dirigiendo la mirada a María
- ejemplo fúlgido de cada virtud – están llamados a imitar a la primera
discípula, la madre, a quien en Juan - a los pies de la cruz (Cf. Jn 19, 25-27)
- fue confiado cada discípulo, y así, convirtiéndose en sus hijos, aprenden de Ella
el verdadero sentido de la vida en Cristo.
De tal modo - justamente a partir del lugar ocupado y
del rol desarrollado por la Santísima Virgen en la historia de la salvación -
se entiende, de modo todo particular, confiarle a María, la Madre del Sumo y
Eterno Sacerdote, todos los Sacerdotes, suscitando en la Iglesia un movimiento
de oración, que ponga al centro la adoración eucarística continuada durante las
veinticuatro horas, de modo tal que en cada rincón de la tierra siempre se
eleve a Dios, incesantemente, una oración de adoración, agradecimiento,
alabanza, plegaria y reparación, con el objetivo principal de suscitar un
número suficiente de santas vocaciones al estado sacerdotal y, al mismo tiempo,
acompañar espiritualmente - a nivel del Cuerpo Místico - con una especie de
maternidad espiritual, a quienes ya han sido llamados al sacerdocio ministerial
y están ontológicamente conformados al único Sumo y Eterno Sacerdote, para que sirvan
siempre mejor a Él y a los hermanos como a quienes que, al mismo tiempo, están
"en" la Iglesia pero, también, "al frente" de la Iglesia
teniendo las funciones de Cristo y, representándolo como cabeza, pastor y esposo
de la Iglesia (Cf. PdV n. 16)
Por tanto y de modo particular, se solicita a todos
los Ordinarios diocesanos, que adviertan la especificidad y la insustituibilidad
del ministerio ordenado en la vida de la Iglesia, junto a la urgencia de una
acción común en favor del sacerdocio ministerial; que sean parte activa y promuevan
- en los diferentes sectores del pueblo de Dios confiados a ellos - verdaderos cenáculos
en los cuales clérigos, religiosos y laicos, se dediquen, unidos entre ellos, y
con espíritu de verdadera comunión, a la oración bajo forma de adoración
eucarística continuada, como también en espíritu de genuina y real reparación y
purificación. Se adjunta con esta finalidad un librito con la intención de comprender mejor
la índole de la iniciativa y un módulo, que pedimos cortésmente se envíe
nuevamente a esta Congregación, debidamente rellenado si ustedes desean - como esperamos - adherirse en espíritu de fe
al proyecto aquí presentado.
¡Que María, Madre del Unico, Eterno y Sumo Sacerdote,
bendiga esta iniciativa e interceda, delante de Dios, pidiendo una auténtica
renovación de la vida sacerdotal a partir del único modelo posible: Jesucristo,
Buen Pastor!
Reitero cordialmente mi afecto en el Vínculo de la
communio eclesial con sentimientos de intensa estima colegial
Cláudio Card.
Hummes
X Mauro
Piacenza
Ciudad del Vaticano, el 8 de diciembre de 2007
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María