Vaticano a 8 de diciembre de 2008

 

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María

 

 

            Reverendos y queridos Hermanos:

 

            En el primer aniversario de la Carta que, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de 2007, presentaba la iniciativa de la Adoración Eucarística a favor de la Santificación de los Sacerdotes y la Maternidad Espiritual, me mueve el gozo de poder nuevamente dirigirme a todos vosotros, que vivís y trabajáis en todas las partes del mundo, con el fin de condividir la alegría de la consolación, que el Señor permite que recibamos mediante su providente Bondad, confirmados en la certeza de nuestra vocación, continuando a esperecer generosamente y a manos llenas la semilla del Evangelio.

 

            Las respuesta a aquella simple, pero eficaz iniciativa, han sido verdaderamente generosas y llenas de coraje: Se ha tenido la impresión – es más, ha confirmado – que el haber indicado de nuevo el “centro” de la cuestión vocacional y sacerdotal en la Eucaristía, en el Señor Resucitado, sacramentalmente (esto es, realmente) presente en el tiempo y en el espacio humano-divino de la Iglesia, por medio de su Espíritu e del Sacerdocio ministerial, haya concretamente respondido a la sed de muchos que, con cordial y cristiana docilidad, han respondido prontamente a las indicaciones ofrecidas.

 

            ¡La “cordada” de oración y de Adoración Eucarística ahora existe!

 

            Donde la oración de Adoración por los Sacerdotes era ya una práctica consolidada, ahora ha sido reforzada y confirmada; donde no existía, se ha dado vida a un verdadero y propio microcosmos, a una red que silenciosa y misteriosamente (y por eso, eficazmente) envuelve y envolverá siempre más a todos los Sacerdotes, acompañándoles en su insustituible ministerio.

 

            La Providencia, que siempre es extraordinariamente generosa con nosotros, sus hijos predilectos, ha dispuesto que el próximo año del Señor 2009, sea el 150º Aniversario del Dies Natalis (nacimiento al cielo) del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, párroco de todos los Párrocos del mundo y maravillosa figura emblemática de cada Sacerdote.

 

            Mirando a este siempre y más actual Hermano Santo, tendremos la alegría de poder celebrar juntos la próxima Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el 19 de junio de 2009, acogiendo en Roma la reliquia del corazón del Santo Sacerdote y orando en una vigilia de Adoración Eucarística en espíritu de comunión eclesial afectiva y efectiva, que nos hará sentir juntos aunque nos encontremos físicamente lejanos.

 

            Esta memoria es también una ocasión propicia para decir – y volver a decir – donde fuera necesario, cuál es la auténtica identidad sacerdotal, sacramental y cristológicamente fundada, que tiene su raíz profunda e inmediata no en una voluntad humana, sino en la positiva e inmutable voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, el cual “llamó a sí a aquellos que quiso” y todavía hoy continua a llamar a hombre que estén dispuestos a ponerse al servicio de Dios e, por eso, al servicio de los hermanos, Sacerdotes capaces de anunciar el Kerigma en manera franca y libre de cualquier condicionamiento humano, de acompañar a los hombres de nuestro tiempo a una auténtica experiencia, personal y comunitaria, del Resucitado. Esto es, recuperando el grande y siempre actual tema de la misión que, bajo cualquier punto, es permanente por la misma identidad de la Iglesia.

 

            La inminente proximidad de la Navidad es el momento propicio para mirar con gozoso estupor todo aquello que el Señor no da,  todo aquello que prepara por nosotros más allá de cuanto esperamos. En realidad es Él a quien esperamos, porque sólo Él responde plenamente a las más profundas exigencias de nuestro ser de hombres, de cristianos e de sacerdotes.

 

            Mientras augurio a cada uno de vosotros un fecundo ministerio, siendo consciente de cómo el sacramento de la Reconciliación es y debe ser celebrado con particularísima disponibilidad y abundancia en este santo tiempo del Adviento, deponiendo cada propósito en el Corazón Inmaculado de María, invito a todos a vivir siempre más fecunda y alegremente la íntima conexión que existe entre la vida espiritual y el ejercicio del ministerio pastoral de cada día.

 

 

 

Claudio Card. Hummes

Prefecto

 

 

X Mauro Piacenza

Arz. Titular de Vittoriana

Secretario