APERTURA DEL AÑO SACERDOTAL

 

 

            Queridos Sacerdotes:

 

            Un hecho extraordinario, bajo el soplo del Espíritu Santo, lleno de esperanza, de gozo y de caridad pastoral, ha sido la Apertura del Año Sacerdotal, con el Santo Padre Benedicto XVI, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, durante la celebración de las Vísperas en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el pasado 19 de junio. La Basílica se estaba llena. Han participado a la ceremonia 32 Cardenales, muchos Obispos, Prelados, pero sobre todo una grandísima muchedumbre de Sacerdotes y tantos Religiosos, Religiosas y Fieles. El clima era de intensa devoción, de piedad y de escucha al Señor. Al final de las Vísperas ha tenido lugar la bendición eucarística, precedida de un expresivo momento de adoración silenciosa. Fue un momento profundamente conmovedor en el que se palpaba la presencia de Cristo, Buen Pastor, que confirma a sus Sacerdotes y a toda la Iglesia.

 

            Poco antes de la Vísperas, fue procesionalmente acompañada, por el interior de la Basílica, la reliquia del corazón de San Juan María Vianney, traída desde Ars. El Santo Padre, al llegar para la celebración de la ceremonia, se detuvo delante de la reliquia, dirigiendo una fervorosa oración al Santo Cura de Ars in favor de los sacerdotes.

 

            En la homilía de las Vísperas, el Santo Padre ha hablado del fuerte nexo entre el Sagrado Corazón de Jesús, los sacerdotes y el Santo Cura de Ars, señalándolo como “modelo y protector de todos nosotros sacerdotes y en particular modo de los párrocos”. Se veía que el Santo Padre estaba muy contento y con el rostro iluminado. Todos sus movimientos eran de una continua voluntad de acoger toda la asamblea, pero, al mismo tiempo, traspiraban una profunda centralidad en el grande misterio de Dios. Comentando un párrafo del profeta Oseas dijo: “El corazón de Dios tiembla de compasión. En la hodierna solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia ofrece a nuestra contemplación este grande misterio, el misterio de un corazón de un Dios, que se conmueve y que desborda todo su amor hacia la humanidad”. En manera similar, el corazón de cada sacerdote debe ser un corazón que se conmueve delante de las heridas y de los sufrimientos espirituales, morales y corporales de los seres humanos, de cada hombre o mujer, y, por eso, un corazón que desborda todo su amor sobre la humanidad, a ejemplo de Jesús, Buen Pastor. El Santo Cura de Ars, en su vida sacerdotal, se movía por esa conmoción y por ese amor. Continuó el Papa: “El Corazón divino llama ahora a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos, a abandonar nuestras humanas seguridades para fiarnos de El y, siguiendo su ejemplo, hace de nosotros mismos un don de amor sin reservas”, siguiendo a Jesús como discípulos muy cercanos a El, confiados y prontos a seguirlo donde nos conduzca, deseosos de ser semejantes a nuestro Señor. En este “sin reservas” se sitúa también la vida célibe. En este contexto, el Papa ha dicho; “Si es verdad que la invitación de Jesús a “permanecer en su amor” (cfr. Ju. 15,9) es para cada bautizado, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús – Jornada de santificación sacerdotal – tal invitación resuena con mayo fuerza a favor de nosotros sacerdotes, particularmente en esta tarde, solemne comienzo del Año Sacerdotal, querido por Mi en ocasión del 150 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars”.

 

            El Santo Padre se refirió a los tristes hechos, realizados por sacerdotes no fieles y, en algunos casos, en situaciones de delitos muy graves. Ha afirmado: “¿Cómo olvidar que nada hace sufrir tanto a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, cuanto los pecados de sus pastores, sobre todo de aquellos que se cambian y llegan a ser “ladrones de ovejas” o porque les engañan con sus doctrinas privadas o porque las atenazan con lazos de pecado y de muerte?  También para nosotros, queridos sacerdotes, vale la llamada a la conversión y al recurso a la Divina Misericordia, e igualmente debemos humildemente pedir al Corazón de Jesús que nos preserve del terrible riesgo de estropear a quienes debemos salvar”.

 

            Concluyendo la homilía, el Papa nos dio aliento para caminar por la vía de la santidad: “La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes santos; de ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean tenaces testigos” y una vez más, con grande amor, volvió a hablar a nuestro corazón sacerdotal de la conmoción con la que vibra el corazón de Dios, que nos ama e que quiere salvarnos, una conmoción que debe llenar nuestro corazón de sacerdotes: “Cultivemos, queridos hermanos, esta conmoción; pidamos al Señor que inflame el corazón de cada presbítero de aquella “caridad pastoral”, capaz de asimilar el ‘yo’ personal a aquel de Jesús Sacerdote, con el fin de poder imitarlo en la completa autodonación”.

 

            Queridos hermanos sacerdotes, acojamos con alegría y con determinación este Año Sacerdotal y demos gracias al Señor, que nos ofrece este tiempo especial de gracia. A todos vosotros mi augurio personal y que Dios os bendiga mucho y siempre. En este Año especial me he propuesto escribiros cada mes, como he hecho hoy. Gracias.

 

 

Cardenal Cláudio Hummes

Arzobispo Emérito de San Pablo

Prefecto de la Congregación para el Clero