Vaticano a 10 de agosto de 2009
Fiesta de San Lorenzo,
diácono y mártir
Queridos
Diáconos Permanentes:
Cada vez con más fuerza la Iglesia descubre la
inestimable riqueza del diaconado permanente. Cuando los Obispos llegan a la
Congregación para el Clero, en ocasión de las visitas “ad limina”, se comenta, entre otros, el tema del diaconado y los
Prelados expresan su contento y su esperanza con respecto a vosotros, Diáconos
Permanentes. Todo esto nos llena de inmensa alegría. La Iglesia os da las gracias
y, a su vez, reconoce vuestra entrega y vuestro trabajo ministerial. Al mismo
tiempo quiere daros un gran coraje para que caminéis por la vía de la santidad
personal, para que viváis una intensa vida de oración y de espiritualidad
diaconal. A vosotros se puede también aplicar aquello que el Papa ha dicho a
los Sacerdotes en ocasión del Año Sacerdotal: “favorecer aquella tensión de los
Sacerdotes hacia la perfección espiritual de la que, sobre todo, depende la
eficacia del ministerio” (Discurso del 16
marzo 2009).
Hoy, en la fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir,
quisiera invitaros a dos reflexiones. Una sobre vuestro ministerio de la
Palabra, la otra sobre la Caridad.
Todavía permanece el grato recuerdo del Sínodo sobre la
Palabra de Dios, que se celebró durante el pasado octubre. Nosotros, ministros
ordenados, hemos recibido del Señor, a través de la mediación de la Iglesia, el
encargo de predicar la palabra de Dios hasta los confines de la tierra,
anunciando la persona de Jesucristo, muerto y resucitado, su Palabra y su Reino
a toda creatura. Esta Palabra – como afirma el Mensaje final del Sínodo – tiene
su voz, la Revelación; su rostro, Jesucristo; su camino, la Misión. Conocer la
Revelación, adherirse incondicionalmente a Cristo, como discípulo fascinado y
enamorado, partir con Jesús y con El hacia la Misión…, es cuanto se espera, de
un modo totalmente sin reservas, de un Diácono permanente. De un buen discípulo
nace un buen misionero.
El ministerio de la Palabra – que en San Esteban, diácono
y mártir, los Diáconos tienen un gran modelo – pide a los ministros ordenados
un esfuerzo constante para estudiarla y hacerla propia al mismo tiempo que se
proclama. La meditación, a modo de “lectio divina”, esto es, de lectura orante,
es hoy en día el camino aconsejado para entender, hacer propia y vivir la
Palabra de Dios. Al mismo tiempo, la formación intelectual, teológica y
pastoral es un desafío que dura toda la vida. Un cualificado y actualizado
ministerio de la Palabra depende mucho de esa profunda formación.
Permanezcamos a la espera, en un futuro próximo, del
documento del Santo Padre sobre las conclusiones del citado Sínodo. Deberá ser
recibido con apertura de corazón y con el deber de una futura profundización.
La segunda reflexión versa acerca del ministerio de la
Caridad, tomando como gran modelo a San Lorenzo, diácono y mártir. El diaconado
tiene sus raíces en la organización eclesial de la caridad en la Iglesia
primitiva. En Roma (s. III), durante el periodo de las grandes persecuciones, aparece
la figura extraordinaria de San Lorenzo, archidiácono del Papa San Sixto II que
le confió la administración de los bienes de la comunidad. Sobre San Lorenzo
así se expresa nuestro amado Papa Benedicto XVI: “Su solicitud por los pobres,
el generoso servicio que dio a la Iglesia de Roma en el sector de la asistencia
y de la caridad, la fidelidad al Papa que le empujó a seguirlo en la prueba
suprema del martirio y el heroico testimonio de sangre pocos días después, son
hechos universalmente conocidos” (homilía
en la basílica de San Lorenzo, 30 noviembre 2008). Es conocida también la
afirmación sobre San Lorenzo: “La riqueza de la Iglesia son los pobres”. Los
asistía con gran generosidad. He aquí un ejemplo todavía actual para los
Diáconos permanentes. Debemos amar a los pobres en manera preferencial, como
Jesucristo. Ser solidarios con ellos. Buscar construir una sociedad justa,
fraterna, pacífica. La reciente carta encíclica de Benedicto XVI, “Caritas in veritate” (La caridad en la
verdad) sea nuestra guía actualizada. En tal encíclica el Santo Padre afirma
como fundamental principio: “La caridad es la vía maestra de la doctrina social
de la Iglesia” (n.2). Los Diáconos se identifican muy especialmente con la
caridad. Los pobres son uno de los ambientes cotidianos y objeto de su
solicitud sin descanso. No se entendería un Diácono que no se comprometiese en
primera persona en la caridad y en la solidariedad hacia los pobres, que, de
nuevo, hoy se multiplican.
Queridos Diáconos permanentes, Dios os bendiga con todo
su amor y os haga felices en vuestra vocación y misión. Saludo con respeto y
admiración a las esposas y a los hijos, de quienes sois esposos y padres. A
todos ellos la Iglesia da las gracias por el apoio y la multiforme
colaboración, que prestan al ministerio diaconal. Además, el Año Sacerdotal nos
invita a manifestar nuestro afecto a los queridísimos Sacerdotes y a rezar por
ellos.
Cardenal Cláudio Hummes
Arzobispo Emérito de San
Pablo
Prefecto de la Congregación
para el Clero