CARTA DEL
PRESIDENTE DEL PONTIFICIO CONSEJO
PARA LOS
AGENTES SANITARIOS A LOS ENFERMOS Y A LOS
QUE
SUFREN EN EL MUNDO CON OCASIÓN DEL AÑO SACERDOTAL
Queridos Hermanos y Hermanas Enfermos
Venerados Hermanos Obispos y Sacerdotes,
responsables de la pastoral de los enfermos
Estimadas Asociaciones de Enfermos
A todos vosotros que prestáis el precioso servicio a los Enfermos
Estamos en pleno desarrollo del Año Sacerdotal convocado
por Benedicto XVI el 19 de junio de 2009 con ocasión del 150° aniversario del
nacimiento de Juan María Vianney, el Santo Patrón de todos los párrocos del
mundo. En la Carta para la convocación
del Año Sacerdotal el Santo Padre escribe: «Este año es una ocasión para
promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes para que
su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo». En
este tiempo de gracia toda la comunidad cristiana está llamada a redescubrir la
belleza de la vocación sacerdotal y, por tanto, a orar por los sacerdotes.
A la cabecera del enfermo, el sacerdote representa al
mismo Cristo, Médico Divino, que no es indiferente ante la suerte del que
sufre. Antes bien, a través de los sacramentos de la Iglesia, que administra el
sacerdote, Jesucristo ofrece al enfermo una curación mediante la reconciliación
y el perdón de los pecados, por medio de la unción con el óleo sagrado y
finalmente en la Eucaristía, en el viático en el cual, como acostumbraba decir
San Juan Leonardi, Él mismo se convierte en «el fármaco de la inmortalidad por el que “somos confortados, nutridos, transformados
en Dios y partícipes de la naturaleza divina” (cf. 2Pt 1,4)». Por tanto, en la persona del sacerdote está
presente junto al enfermo el mismo Cristo que perdona, cura, consuela, toma de
la mano y dice: «Yo soy la resurrección y
la vida. El que cree en mí aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en
mí, no morirá jamás” (Jn 11,25).
El Año Sacerdotal se concluirá en el mes de junio de
2010, año en que el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios celebrará el
XXV aniversario de su institución. En efecto, el Siervo de Dios Juan Pablo II,
de venerada memoria, instituyó este Dicasterio Pontificio el 11 de febrero de
1985, en la fiesta de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, para manifestar «la solicitud de la Iglesia para los
enfermos, ayudando a quienes realizan un servicio para con los que están
enfermos y los que sufren, con el fin de que el apostolado de la misericordia,
al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias» (Pastor Bonus, art. 152).
En razón de esta providencial conmemoración, estoy cerca
a cada uno de vosotros y os invito, queridos hermanos y hermanas enfermos, a
dirigir incesantemente vuestras oraciones y el ofrecimiento de los sufrimientos
al Señor de la vida en favor de la santidad de vuestros amados sacerdotes, a fin de que desempeñen con entrega y caridad
pastoral el ministerio que Cristo Médico del cuerpo y del alma les ha confiado.
Os exhorto a redescubrir la belleza de la oración del Santo Rosario en beneficio
espiritual de los sacerdotes, en particular modo en el mes de octubre. Además
de esto, cada primer jueves y cada primer viernes del mes, dedicados a la
devoción eucarística y al Sagrado Corazón respectivamente, son días
particularmente oportunos para participar en la Santa Misa y en la adoración
del Santísimo Sacramento.
Quisiera hacerles presente que, al orar por los
sacerdotes, se pueden obtener este año indulgencias especiales. El Decreto de la Penitenciaría Apostólica
dispone:
«A los ancianos, a los enfermos y a todos aquellos
que por motivos legítimos no puedan salir de casa, si con el espíritu
desprendido de cualquier pecado y con la intención de cumplir, en cuanto les
sea posible, las tres acostumbradas condiciones, en su casa o donde se encuentren
a causa de su impedimento, en los días antes determinados rezan oraciones por
la santificación de los sacerdotes y ofrecen con confianza a Dios, por medio de
María, Reina de los Apóstoles, sus enfermedades y los malestares de su vida.
Por último, se concede la indulgencia parcial a todos los fieles cada vez que
recen con devoción en honor del Sagrado Corazón de Jesús cinco padrenuestros,
avemarías y glorias, y otra oración aprobada específicamente, para que los
sacerdotes se conserven en pureza y santidad de vida».
Quisiera confiar también a vuestras oraciones la
peregrinación de los capellanes hospitalarios que, con ocasión del XXV
aniversario de la institución del Pontificio Consejo, se llevará acabo el mes
de abril próximo, primero en Lourdes y luego en Ars. De hecho, existe una
profunda vinculación entre estas dos ciudadelas francesas. Hablando
precisamente de este nexo providencial en su Carta para la convocación del Año Sacerdotal, Benedicto XVI ha
recordado la observación del beato Papa Juan XXIII que escribió: «“Poco antes
de que el Cura de Ars terminase su carrera tan llena de méritos, la Virgen
Inmaculada se había aparecido en otra región de Francia a una joven humilde y
pura, para comunicarle un mesaje de oración y de penitencia, cuya inmensa resonancia
espiritual es bien conocida desde hace un siglo. En realidad, la vida de este
sacerdote cuya memoria celebramos, era anticipadamente una viva ilustración de
las grandes verdades sobrenaturales enseñadas a la vidente de Massabielle” (…).
El Santo Cura recordaba siempre a sus fieles que “Jesucristo, cuando nos dio
todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que
tenía, es decir, de su Santa Madre”».
A vosotros, pues, queridos hermanos y hermanas que estáis
enfermos y a los que sufrís confío la Iglesia que tiene necesidad de vuestras
oraciones y sufrimientos, la persona del Santo Padre Benedicto XVI y todos los
obispos y sacerdotes del mundo, y todos los que trabajan diariamente por
vuestra santificación. Os pido una oración especial por los sacerdotes enfermos
y probados en el cuerpo que cada día experimentan como vosotros el peso del
dolor, junto a la fuerza de la gracia salvífica que consuela y resana el alma.
Asimismo, orad por la Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Juan
Pablo II. Orad con insistencia por las santas vocaciones sacerdotales y
religiosas. Al respecto, os propongo una bella oración de Juan Pablo II que
podeis recitar cada día. ¡Orad también por mí! También yo como sacerdote y
obispo confío en vosotros y en el ofrecimiento de vuestros sufrimientos a fin
de que desempeñe en el modo mejor y en el temor de Dios la tarea como
Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, que me ha sido
confiada por el Santo Padre. Por mi parte, os aseguro mi oración por vosotros,
junto con mis colaboradores del Pontificio Consejo, cada día en la hora del
“Angelus” con las palabras de Benedicto XVI:
Oremos por todos los enfermos,
especialmente por los más graves,
que de ningún modo pueden proveer a sí
mismos,
sino dependen totalmente de los
cuidados de los demás:
que cada uno de ellos experimente,
en la soledad de quien le está al lado,
el poder del amor de Dios y la riqueza
de su gracia que salva.
¡María, salud de los enfermos, ruega
por nosotros! (Angelus, 8.02.2009)
Con este espíritu de
oración recíproca imparto a vosotros, a
vuestros seres queridos y a los que se ocupan de vosotros mi bendición: en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
X Zygmunt
Zimowski
Presidente del Pontificio Consejo
para los Agentes Sanitarios
Vaticano, 1 de octubre de 2009
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES SACERDOTALES Y RELIGIOSAS
DE JUAN PABLO II
Espíritu de Amor eterno,
que procedes del Padre y del Hijo,
Te damos gracias por todas las
vocaciones
de apóstoles y santos que han
fecundado la Iglesia.
Continúa, todavía, te rogamos,
esta tu obra.
Acuérdate de cuando, en
Pentecostés,
descendiste sobre los Apóstoles
reunidos en oración
con María, la madre de Jesús,
y mira a Iglesia que tiene hoy
una particular necesidad de
sacerdotes santos,
de testigos fieles y autorizados
de tu gracia;
tiene necesidad de consagrados y
consagradas,
que manifiesten el gozo de quien
vive sólo para el Padre,
de quien hace propia la misión y
el ofrecimiento de Cristo,
de quien construye con la
caridad el mundo nuevo.
Espíritu Santo, perenne
Manantial de gozo y de paz,
eres tú quien abre el corazón y
la mente a la divina llamada:
eres tú que hace eficaz cada
impulso
al bien, a la verdad, a la
caridad.
Tus ‘gemidos inenarrables’
suben al Padre desde el corazón
de la Iglesia,
que sufre y lucha por el
Evangelio.
Abre los corazones y las mentes
de los jóvenes,
para que una nueva floración de
santas vocaciones
manifieste la constancia de tu
amor,
y todos puedan conocer a Cristo,
luz
verdadera del mundo,
para ofrecer a cada ser humano
la segura esperanza de la vida
eterna. Amén.
Castel
Gandolfo, 24 de setiembre de 1997