CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA
MATERNIDAD ESPIRITUAL EN RELACIÓN CON LOS
SACERDOTES
Datos biográficos
de una maternidad espiritual:
La Venerable Concepción Cabrera de Armida
nació en San Luís Potosí, México (1862) y murió en México D.F. (1937). Fue
esposa de Francisco de Armida (1884-1901) de quien tuvo 9 hijos. Fue modelo de
esposa y de madre. Es conocida popularmente con el nombre de “Conchita”.
En los Ejercicios Espirituales que
practicó en 1889, recibió una fuerte inspiración que la marcó para toda la vida:
“Tu misión es salvar almas”. Fundó y suscitó las “Obras de la Cruz”:
“Apostolado de la Cruz” (1895), “Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de
Jesús” (1897), “Alianza de Amor con el Corazón de Jesús” (1909), “Fraternidad
de Cristo Sacerdote” (1912), etc. En 1914 cooperó, con el Venerable P. Félix
Rougier, en la fundación de los Misioneros del Espíritu Santo.
Entre quienes la ayudaron con sus consejos
espirituales, hay que recordar al SD
José Antonio Plancarte y Labastida (que dirigió sus primeros Ejercicios
Espirituales), el P. Alberto Cuzcó y Mir, el Ven. Félix Rougier, el SD
Mons. Luís Martínez, el Ven. Mons. Ramón Ibarra y González. Entre los numerosos estudios
sobre su vida y sus escritos, hay que destacar las de dos grandes escritores teólogos:
P. M. M. Philipon OP, P. Juan Gutiérrez MSpS.
Son 46 sus obras publicadas. Sus
manuscritos están recogidos en 158 volúmenes. Su Diario Espiritual o Cuenta de
Conciencia abarca 40 años. Los contenidos de estos escritos, publicados o
inéditos, reflejan siempre un amor apasionado por Cristo, para hacerle conocer
y amar.
En sus escritos sobresalen los temas
siguientes: la vida trinitaria participada, la experiencia cristiana de Dios,
el amor de Dios, la Cruz, el Corazón de Jesús, la vida según el Espíritu Santo,
la Eucaristía, María, la Iglesia, el sacerdocio, la salvación de las almas.
Sus vivencias giran en torno a la
Encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo en el seno de María,
acentuando el desposorio con Cristo hasta compartir sus mismos amores
(especialmente hacia las almas y hacia los sacerdotes). La vida espiritual,
como vida trinitaria, configuración con Cristo y vida en el Espíritu Santo, es
el desarrollo de los dones recibidos en el bautismo. Fueron reconocidas sus
virtudes heroicas por Juan Pablo II en el año 1999.
Madre espiritual de las
almas, especialmente de los sacerdotes:
Concepción Cabrera de Armida (”Conchita”), guiada por
el Señor, fue tomando conciencia progresiva de ser madre de las almas y, de
modo especial, madre espiritual de los sacerdotes. Estos grandes deseos,
suscitados en su corazón por el Señor, se convertían en una vida de sintonía
esponsal con Él, compartiendo su misma oblación sacerdotal.
Su maternidad espiritual se orientó inicialmente hacia
la salvación y santificación de todos los
redimidos, como se lo había indicado el
Señor: "Tú me darás muchas almas" (CC1,151-152); "tú salvarás muchas
almas" (CC 4,279, octubre 24, 1894); "miles de almas pasarán por tus
manos para ofrecérmelas" (CC 11,93, junio 25, 1899); "muchas almas se
aprovecharán de los favores que te he hecho" (CC 19, 322, diciembre 23,
1903); "ama tú a las almas como
yo las amo" (CC 27, 166, mayo 15, 1907).
Conchita
no está centrada en sí misma, sino en el bien de los demás, a imitación del
amor de Cristo. El amor a las almas se fue concretando en el deseo de
santificación de los sacerdotes: "Tú estás destinada a la santificación de
las almas, muy especialmente, a la de los sacerdotes" (CC.18, 221, junio
29, 1903).
Este
amor de Cristo a las almas y de modo especial a los sacerdotes, se refleja
particularmente en el amor materno de María, que será imitado por Conchita: "Porque
eres madre (le dice Jesús a Conchita) con un reflejo de María, místicamente mía
y de mis sacerdotes" (CC. 50, 176, enero 6, 1928). Por esto, en el corazón
de Conchita deberá reflejarse la ternura materna que Cristo encontró en María:
"Pues esa ternura materna, derivada de la de María, vengo a buscar en tu
corazón de Madre, y en el corazón de los tuyos" (CC. 49, 95, octubre 6, 1927).
De ahí derivará para Conchita la necesidad de imitar a María en su fidelidad
generosa y en su inmolación con Cristo: "Madre mía, Virgen santa, dame tu
Corazón y tus latidos para saber amar a Jesús" (CC. 49, 218, octubre 26,
1927).
El amor materno de María a los
sacerdotes procede de la unión e identificación de los sacerdotes con Cristo
como "otros Jesús": “Por eso María es más Madre de los Sacerdotes,
por estar Conmigo, en su seno inmaculado aquella fibra sacerdotal unida a mi
naturaleza humana divinizada. Y por eso María tiene mucho de sacerdote, y por
eso María busca por justicia a su Jesús, en cada Sacerdote, concebido Conmigo
en su virginal seno, al encarnarse el Verbo en sus entrañas purísimas"
(CC. 50, 171-172, enero 6, 1928).
Este
mismo amor Cristo lo ha comunicado a su Iglesia. Por esto, la vida de Conchita
será una continua inmolación por el bien de la Iglesia: "Sacrifícate por
la Iglesia... Yo quiero que sea víctima por la Iglesia" (CC. 10, 194-195,
mayo 27, 1898). "Pues mi primer amor, después de mi Padre, es María, y
después mis Sacerdotes, mi Iglesia, y en ella las almas. Esos son mis amores, y en estos inmensos
amores, están también mis dolores"
(CC. 49,91-92, octubre 6, 1927).
El amor de Cristo a sus
sacerdotes se comprende a partir de la Encarnación del Verbo, como partícipes
que son del mismo sacerdocio de Cristo de modo especial: "El (el Padre), con su mirada amorosa de infinita ternura, puso
en Mí, su Verbo, su inteligencia o entendimiento, su potencia, su amor; y en
aquella mirada eterna que yo comprendí y sentí, germinaron los Sacerdotes en el
Sacerdote" (CC. 51, 32; febrero 26, 1928).
Del
amor de Cristo al Padre en el Espíritu Santo, y de su amor a María y a la
Iglesia, nace, pues, el amor especial para con los sacerdotes. "Yo amo a
los ministros de mi Iglesia, como a las niñas de mis ojos, y por lo mismo, más
me duelen las ofensas hechas por ellos a lo que más amo y ellos debieran
amar" (CC. 35, 106- 107, febrero 26, 1911). "Mis sacerdotes en la
tierra, después de María, son la obra perfecta del Padre, por ser reflejo de su
Hijo único... El padre sólo ve un Sacerdote en la multitud de sacerdotes; sólo
me ve a Mí en los sacerdotes simplificados en Mí (CC 50, 388, febrero 15, 1927).
Este amor de Cristo a sus
sacerdotes es el que quiere contagiar a Conchita, para que se sienta madre suya
espiritual: "Los dolores íntimos de mi
Corazón... son el origen y la cuna del sacerdocio, y serán siempre la fuente de
las vocaciones... Nada hay tan íntimo en mi Corazón como los sacerdotes" (CC
54, 128. noviembre 24, 1929).
La
vida de Conchita es, pues, como un trasunto de estos amores de Cristo, a modo
de participación espiritual en la realidad de Cristo Verbo Encarnado: “Al
obrarse la encarnación mística en tu corazón, el Espíritu Santo, por la fecundidad
del Padre, puso en tu alma el Verbo, y con él, hija, también a sus
sacerdotes” (CC. 50, 176. Enero 6, 1927).
La vida de Conchita está
consagrada a la santificación de los sacerdotes, como consecuencia de compartir
las vivencias y amores de Cristo Sacerdote. Este fue el encargo que recibió del
Señor: "por tu conducto,
muchos sacerdotes se incendiarán en el amor, y en el dolor " (CC. 18, 221, junio 29, 1903). “Te he
pedido muchas veces que te sacrifiques por ellos, que los recibas como tuyos,
por el reflejo de María en ti" (CC 50, 156).
Peculiaridades de esta maternidad espiritual de
Conchita respecto a los sacerdotes
La vida espiritual de Conchita
es toda sacerdotal. Ella vive de los amores de Cristo Sacerdote o de su
Corazón. Es el mismo Señor quien le contagia del amor a los sacerdotes,
explicándole, al mismo tiempo, la razón de ser del sacerdote ministro, su
proceso de transformación en Cristo y sus exigencias de santidad.
Su "destino" es,
pues, convertirse en víctima por la santificación de los sacerdotes (cfr. Vida 4, 257-258; CC. 18, 221, junio 29, 1903).
Es una especie de maternidad espiritual, a imitación de la maternidad de María
(CC. 50, 176, enero 6, 1927). Por esto siente deseos de que todos los
sacerdotes ardan en celo apostólico (CC 49, septiembre 16, 23, 1907), quiere
cargar como propios sus pecados (CC 1,498.1893), siguiendo las indicaciones de
Jesús (CC 1,514, junio 24, 1894). Conchita ofrece su vida para que haya sacerdotes santos (CC
21,475, diciembre 8, 1905) y su más ardiente deseo es el de dar a Cristo muchos
sacerdotes santos para consolarlo (CC 53,38, noviembre 29, 1928).
Ella
fue tomando conciencia de su maternidad espiritual respecto a los sacerdotes,
guiada por las indicaciones del Señor: “Tú serás una madre
espiritual oculta… Tu misión es toda de cruz y toda escondida." (CC
7, 268, agosto 13, 1896). Su respuesta fue inmediata y generosa, para orar y
ofrecerse por los sacerdotes: “Te ofrezco, oh mi amadísimo Jesús; por el
Purísimo Corazón de María, todos mis actos, sin excepción, por tu mayor gloria,
por la santificación de los Sacerdotes, salvación y mayor perfección de las
almas” (CC 18, 179, junio 14, 1903).
Es una consecuencia del amor
de predilección de Cristo por sus sacerdotes: “Te quiero para Mí, para mis
sacerdotes y para las almas. Te quiero para la Iglesia y para el cielo; te
quiero para el Padre y para el Espíritu Santo… Por ese amor de singular, de
infinita predilección, te he escogido para conducto de mis gracias, ¡Y de qué
gracias!, de las gracias sacerdotales salidas del fondo mismo de mi Corazón de
amor” (CC 54,243-244, noviembre 27, 1929).
Ella será acueducto y recipiente de las gracias
sacerdotales: “Te he hecho, no sólo acueducto sino recipiente de esas gracias salvadoras, embriagadoras y
purificadoras de mis sacerdotes. Te he hecho reflejo de mi Pureza… Te convertí
en el eco de mis amores y de mis dolores; te amplié el alma, para que en ella
recibieras a lo que más amo en la tierra, a
mis sacerdotes, he compartido contigo los dolores íntimos de mi amante
Corazón, y ahora te he hecho depositaria de las gracias para mis sacerdotes, y
he puesto en tu alma los santos y fecundos gérmenes de las vocaciones del
cielo” (CC 54, 244-247, noviembre 1929).
Objetivo
principal: la santificación de los sacerdotes:
En esta maternidad destaca el aspecto espiritual de
santificación: "Tú estás destinada a la santificación de las almas muy
especialmente a la de los sacerdotes… Vendrá una pléyade de sacerdotes santos
los cuales, especialmente, incendiarán al mundo con el fuego de la Cruz" (CC
18,220-221, junio 29, 1903). Conchita será un instrumento de gracias: “Tú debes
salvar muchas almas, hija, llevarlas a la perfección, atraer vocaciones,
alcanzar muchos celestiales favores a los sacerdotes, pero por este medio que
se te ha dado, es decir, por medio del Verbo con el Espíritu Santo" (CC
39,268-269, junio 1914).
Ésa es la intención subrayada por el Señor: “Necesito
Sacerdotes santos, que en manos del Espíritu Santo, serán la gran palanca que
levante al mundo materializado y sensual. Anda, hija, ayúdame a que se cumpla
mi deseo. Una Cruzada se necesita para salvar a los malos Sacerdotes, hay que
santificarlos, activando su celo y encendiendo en ellos el divino amor. Pero,
¿quién puede hacer esto, sino el Espíritu Santo y los que son suyos? Gran parte
de los castigos que me he visto precisado a mandar al mundo, han sido por los
pecados de los Sacerdotes; que cesen estos, que reine el Espíritu Santo en esas
almas escogidas, y el mundo reaccionará en mi favor" (CC 43, 136, septiembre 1921). “¿No ves que deben ser un
reflejo de mi Padre, una imitación perfecta Mía, otros Jesús? Insisto e
insistiré en este punto capital de tu misión en la tierra: los sacerdotes” (CC
53, 369-371, noviembre 1928).
Es
participación en la maternidad de la Iglesia y sintonía con los amores de
Cristo:
La maternidad espiritual está en el contexto del
amor a la Iglesia, compartiendo con ella esta maternidad: "Extiende este
amor maternal aunque oculto, pero germinante en tu alma, a los obispos y sacerdotes,
a la Iglesia entera, que también es madre y tiene entrañas maternales. Asóciate
a sus dolores en sus hijos escogidos para el altar, y extiende tu celo y tus
sacrificios, ofreciéndolos por esa parte escogida que es una fibra palpitante
de mi Corazón. Tienes que dar a mi Iglesia muchos hijos, tienes que comprar con
tus martirios maternales y con tus lágrimas la regeneración y la perfección de
muchos. Ayúdame, hija" (CC 49, septiembre 12, 1927).
Conchita pertenece a los sacerdotes porque pertenece
esponsalmente a Cristo: “Entonces, ¿por qué perteneces a los sacerdotes que
forman la Iglesia; por qué tienes el deber ineludible de sacrificarte por
ellos; por qué debes ayudar a la Iglesia, aunque secretamente, y pertenecerle
por todos los títulos, si eres suya, si naciste para servirle de muchos modos?
¡Oh qué misión tan hermosa y alta te cupo en suerte; o más bien, que
gratuitamente, desde toda la eternidad te escogió mi bondad para emplearte en
su servicio!" (CC 49,385-387, diciembre 1927).
Es maternidad que asume también los defectos para
pedir la renovación: “Perteneces a los sacerdotes, porque debes cargar los
pecados, infidelidades y miserias de los sacerdotes para expiarlos. Te he
querido unir a Mí en esta forma de especial predilección, para que me consueles
en lo que más me duele, para avalorar y abrillantar a lo que más amo en el
mundo, a mis sacerdotes" (CC 52, 378-379, noviembre 1928).
En este sentido, Conchita será expresión de Jesús
para los sacerdotes: "Ésa es tu misión, ser Jesús para ellos, y ya sabes perfectamente como fui y como soy
Yo. Que se acabe, Concha, y quede Yo en ti, viviendo, obrando y sufriendo en su
favor. Oculta, como mi mismo Corazón, con todo el perfume de tu alma sólo mío.
Necesito de ti una vida más interior de intimidad Conmigo; si te quitó mi
bondad a todos tus hijos es que Yo quiero ocupar el lugar de todos
en tu corazón. Ámalos, sírvelos, pero a
Mí primero, a Mí siempre en ellos; a Mí sobre todos ellos, los naturales y
los espirituales” (CC.54, 240-241, noviembre 1929).
Es una
consecuencia de la intimidad con Cristo:
De la sintonía con los amores de Cristo se deriva
una intimidad con él, para compartir su amor por los sacerdotes: "Es amor
de predilección infinita. Mira, acércate; dime que me amas por ti y por todos
los sacerdotes del mundo, porque necesito creerlo, me gozo en saberlo. Dime que
me amas con la ternura de todos los corazones sacerdotales, que me adoras, que
me ofreces al Padre transformada en Mí. Dime que en cada sacerdote estarás tú,
porque estoy Yo, y que suplirás en esas almas, su amor y sus sacrificios. Dime
que te inmolarás conmigo en todas las patenas; que tu sangre unida a la Mía,
estará en todos los cálices, y tu inmolación en todas las Misas. Y ¿te lo
diré?, hoy sí te lo voy a decir en este desahogo devorador de amor” (CC 54, 250-251,
noviembre 1929).
Es todo un programa de vida: “Quiero que estés en
todos los sacerdotes, como estoy Yo, con la fibra paternal del Padre porque
eres madre: en la sustancia de sus vocaciones, en sus corazones santos o traidores;
en el altar y en el fango (sin mancharte, en mi unión de luz, porque la luz no
se mancha), pero participando en este sentido de mis amores y de mis dolores. Quiero
tu fervor en el de ellos, y tus martirios en las frialdades, tibiezas e
ingratitudes de los desleales. Te quiero Conmigo en todos los corazones
sacerdotales que son en los que más gozo y en los que más sufro. Un mismo fuego
quemará los dos corazones, como incienso de mirra que suba fragante hasta el
Corazón del Padre. Piensa que tú no sólo eres madre sino también, en mi unión,
altar sacerdote y víctima. Te quiero alma sacerdotal para impetrar y para
expiar; para ofrecerme al Padre y, en Mí, a ti en esa íntima unión
compenetrativa y transformante que debes tener. Tú en mi unión ofreceremos al
Padre adorado y bendito a todos los sacerdotes para que sean uno en la
unidad de la Trinidad” (CC 54, 251-252, noviembre 1929).
La consagración
de Conchita para esta maternidad, amor a los sacerdotes unido a la oblación de
Cristo:
La respuesta de Conchita es de plena dedicación o
consagración a esta maternidad, en sintonía con el “sí” de María: “¿Con qué te
pagaré, mi divino Señor, tantos favores y el aguacero de gracias de estos días?
Sólo Contigo mismo y a Ti te ofrezco al Padre por el purísimo Corazón de María
en pago de tus misericordias y de cuanto has dicho de tus sacerdotes que son míos. Ya los quiero, mi Jesús;
utilízame en su favor en la forma que te plazca; quiero a los buenos y a los
caídos, y a los tentados y a los expuestos, y a los pasivos y a los activos, y
a los apostatas y a los santos; y por todos y por cada uno, aquí tienes mi
sangre, mi corazón, mi vida y mi eternidad. Ellos serán mi preocupación
constante y todas mis inmolaciones, unidas a las tuyas, serán para su
santificación. Me doy, me entrego, me consagro a los sacerdotes por ser ésta tu voluntad soberana, y
concluyo mis ejercicios amándote, bendiciéndote, alabándote, y repitiéndote,
por los labios purísimos de María y en su unión, estas palabras: `He aquí la
esclava del Señor" (CC 54, 312-313, noviembre 1929).
El Señor la fue guiando en su programa de vida: “Tienes
que aumentar tu fe y amarme a Mí en los sacerdotes en todas las formas que te
he enumerado; tienes que olvidarte de ti, y ser de ellos lo que eres para Mí.
Llevarás el peso que Yo llevo, en lo íntimo de tu alma, y compartiré contigo
mis dolores y mis anhelos, mis secretos y las desgarradoras heridas que causan
en mi pecho los sacerdotes culpables” (CC 54, 364-366, diciembre 1929).
El amor de Jesús a Conchita forma parte del amor del
mismo Jesús a los sacerdotes: “Eres mía y el acueducto de mis gracias para
otros. Pero más te quiero, porque eres de los sacerdotes, y por este hecho, más Mía, porque ellos, cada uno, y ellos
todos, son uno solo en Mí. Y eres de
ellos porque eres Mía y Yo te los he dado, pero de una manera sin soltarte,
sino en Mí y estás en Mí. Y
precisamente porque eres Mía y estás en Mí les perteneces. Si no fueras Mía, no
serías de ellos… Porque, hija, es un encumbrado y eminente favor el que mis
sacerdotes sean tuyos en Mí, y tú seas suya en Mí también. Yo soy el centro y
la vida de esa afinidad, de esa clase de unión, la más pura y virgen, la más
santa y divina, en cuanto viene de Mí… Si ellos, mis sacerdotes, son Yo,
entonces son tuyos, como Yo lo soy y de la manera y modo que Yo lo soy, con el
lazo de unión santa, espiritual y pura; mas también con el colorido que para ti
tiene y debe tener esa unión: el colorido de la voluntaria inmolación que toda
madre (y más en este orden), por los que son suyos” (CC 54, 384- 385, diciembre
1929).
El Señor le fue explicando el sentido de esta
maternidad, que incluye la participación en la oblación sacerdotal de Cristo: “Esta
inmolación, fin principal de esta
maternidad sacerdotal de la que te voy hablando, es la que en unión Mía, Cabeza
de ese Cuerpo que forma mi Iglesia en sus sacerdotes, compra las gracias de
todas clases, para todas las necesidades que te he enumerado. Pero, hija, como
esas gracias son muy finas, diré, necesitan también de más finos martirios de mi
mismo Corazón, participados. Pero, ¿a quién puedo Yo participarlos con más
libertad y con más seguridad de que sean aceptados, sino al corazón de una
madre? Sólo el corazón penetrado de ese amor maternal es capaz de abarcar
inconcebibles dolores en favor de los que son sus hijos; sólo ese purísimo y
entrañable amor acepta y abraza cualquier martirio, si éste salva o perfecciona
o quita del peligro a un hijo. ¿Ves ahora claro, el por qué de esa maternidad
para con los sacerdotes, el viso principal en que se distingue? Se necesita esa
clase de amor para recibir, soportar y abrazar con gusto, esa clase de dolor
también, con el que se compran las más finas gracias. Por eso es necesario que
ames a los sacerdotes como a Mí me amas" (CC 54, 385- 386, diciembre 1929).
Es una gracia que sigue el itinerario de una entrega
cada día mayor: “Persigo que ese amor maternal crezca, se agigante y se
desborde para mis sacerdotes que son Yo. Pero mira, les vas a dar, y Yo
también, nada más lo que se desborde de tu alma, como esas fuentes o conchas
que hasta que rebalsan se derraman; así de ávido estoy Yo de esa clase de amor
maternal que sólo quiero dar lo que se derrame. Mas por esto mismo (y ya que te
he hecho conocer el inmenso y devorador amor que tengo por mis sacerdotes)
comprenderás lo que tiene que agigantarse tu amor a Mí para dar lo que se
derrame a los sacerdotes" (CC 54, 388-390, diciembre 1929).
Dar a Jesús
sacerdotes santos, como misión que continuará desde el cielo:
La respuesta oblativa de Conchita será continua y
perdurable: “Todo lo he ofrecido, en unión de mi divino y amadísimo Verbo, por
los sacerdotes tan queridos del Corazón divino. Soy de ellos, soy su leña y
hasta el último dolor y aliento de mi existencia, lo ofrendaré en su favor. ¡Oh
sublime misión de dolor y de amor que no merezco! Gracias, ¡Dios mío!, y en
todos los sacerdotes te veré a Ti, Sumo y primer Sacerdote a quien tanto quiero
amar” (CC 54, 86, abril 1930). “Yo siento que no me conformo en hacer la lucha
de santificarme yo, sino que anhelo dar a
Jesús y por Él y con Él, en un mismo
sacrificio santificar a lo que Él más ama, a sus sacerdotes queridos en
todas sus jerarquías, a la Iglesia en peso” (CC, 56,267-269, diciembre 1930).
Jesús la confirmó en esta misión permanente: “Como
mis méritos son infinitos y perdurables, aunque tu memoria se borre del mundo,
mis méritos quedan, y tu acción sacerdotal en la tierra perdurará en la
Iglesia, salvando y perfeccionando a muchos sacerdotes; y tu acción en el cielo
no concluirá, aunque de otro modo, siempre en favor de mis sacerdotes, por la
impetración y por la caridad en mi unión. Mi acción redentora y salvadora no
concluirá mientras haya un alma que salvar, y tu acción ahora de inmolación y
después implorante tampoco concluirá… Yo soy dueño de mis gracias y de las
almas: a ti, por mis altos fines, te he escogido para mis sacerdotes; y en
unión con María las impartirá tu alma ahora, en el tiempo que vivas y después
de tu muerte. No se concluirán esas gracias, porque costaron los infinitos
méritos de un Dios-Hombre; y lo de Dios no se concluye jamás, no tiene fin"
(CC.54, 361-364, diciembre 1929)
Mons. Juan Esquerda Bifet