“El Señor Jesucristo, que el
Padre ha consagrado con la potencia del Espíritu Santo, esté siempre contigo
para la santificación de su pueblo y para ofrecer el Sacrificio eucarístico”.
“Recibe las ofrendas del Pueblo santo para el Sacrificio eucarístico. Date
cuenta de aquello que harás, vive el misterio que ha sido entregado en tus
manos y sé imitador de Cristo, inmolado por nosotros”
(Pontificale Romanum. De Ordinatione Episcopi, Presbyterorum et
Diaconorum,
editio typica altera, Typis Polyglotis Vaticanis 1990)
Vaticano a 27 de marzo de 2010
Queridos
hermanos en el Sacerdocio:
En estos días pascuales reviviremos el Misterio de nuestra
Redención; haremos gestos y pronunciaremos palabras, que verdaderamente se
colocan en el corazón de nuestra existencia sacerdotal. El Viernes Santo
volveremos a vivir el gesto humilde y profético de la postración, idéntico a
aquel que hicimos el día de nuestra Ordenación; se nos brindará la ocasión de
acoger, en el Santo Triduo, los dones renovados de la gracia, mendigando a la
Divina Providencia para poder ser portadores de frutos abundantes para nosotros
y para la Salvación del mundo.
Como nos recuerda la fórmula de la unción crismal, estamos
investidos de la misma potencia de Cristo, de aquella potestad con la que el Padre ha consagrado su único Hijo en el
Espíritu Santo y que nos ha sido entregada, con el fin específico de santificar
a su Pueblo y ofrecer el Sacrificio Eucarístico. Cualquiera que fuera otra
utilización de la potestad sacramental, recibida mediante el Orden Sagrado,
sería ilegítima y peligrosa, sea para nuestra personal salvación o para el
mismo bien de la Iglesia.
En conciencia con la desproporción absoluta entre la
grandeza del Misterio y la pequeñez del hombre, no a caso el rito afirma: “Date
cuenta de aquello que harás”. Nunca nos daremos perfecta cuenta del gran
Misterio que tenemos en nuestras manos, pero sin embargo estamos llamados hacia
una continua tensión de perfección moral para vivir “el Misterio que tenemos
entre manos” y ser “imitadores de Cristo”.
Esta es la extraordinaria e irreducible novedad cotidiana
del Sacerdocio: el Misterio se ha puesto entre nuestras manos. El Señor del
tiempo y de la historia, el que ha hecho todas las cosas, de quien venimos y
hacia quien vamos, el Autor de la vida, hace que algunas pobres creaturas
suyas, participen de la propia potestad salvadora, entregándose totalmente –
como inerme Cordero inmolado – en nuestras manos. ¡Que esta entrega no llegue a
ser nunca una traición! Mantenga firme la conciencia del abrazo de predilección
del que hemos sido objeto y nos conduzca, sobre todo en tiempo de prueba, a
volver a pronunciar nuestro total “si”. Un “si” que se da cuenta de las propias
limitaciones, pero no imposibilitado por ellas; un “si” libre de todo
compromiso de inferioridad; un “si” consciente en la historia, pero nunca con el
temor delante de ella; un “si” que desde aquel pronunciado por la
Bienaventurada Virgen María en la casa de Nazaret, ha atravesado los siglos
llegando a ser actual en los Santos y en el hoy de nuestra existencia.
Un Sacerdote que se da cuenta de aquello que hace,
conformando a Cristo la propia existencia, vence al mundo. Y tal victoria es el
verdadero “documento” de la Resurrección de Cristo.
X Mauro Piacenza
Arz. Titular de Vittoriana
Secretario