Alfonso Sebastiá Viñals

 

            Nació en Valencia el 27 de mayo de 1910. Sus padres, Tomás y Joaquina, formaron una familia cristiana con 11 hijos, el último de los cuales don Alfonso. Desde pequeño dio muestras de señalada piedad e indicios de vocación sacerdotal. De los siete a los diez años, por su delicada voz de infantillo, interpretó el papel de ángel que anuncia la muerte a la Virgen, en el ‘Misterio de Elche’, famoso auto sacro-lírico, que se representa anualmente en dicha ciudad alicantina. Decidida su vocación, ingresó en 1920 en el Seminario de Orihuela, donde cursó las Humanidades. Luego estudió tres cursos en Valencia y fue alumno del Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José, obteniendo en 1928 una beca en el Mayor de colegial en el de la Presentación, fundado por Santo Tomás de Villanueva. Fue notable su aplicación y su vida de piedad durante sus estudios sacerdotales y era muy querido por sus superiores. Ordenado sacerdote en 1933, fue destinado a Ludiente (Castellón). Como párroco y arcipreste de siete pequeñas parroquias, desarrolló una actividad pastoral intensa. Era de espíritu muy desprendido, llevando una vida modestísima. Todos los del pueblo le querían, aunque eran tiempos difíciles para el ministerio parroquial. Organizó las ramas de los hombres y de las mujeres de Acción Católica, apostolado al que se dedicó también cuando en 1935 fue destinado a Valencia. Aquí fue Director de la Escuela de Formación Social, pues se había especializado en estos estudios. Conoció al beato Luis Campos Górriz, persona muy destacada en toda España en este apostolado, mártir también. Colaboró con don Ángel Herrera Oria, entonces director de El Debate, y más tarde cardenal. Fue el entonces Sr. Herrera quien pidió al arzobispo de Valencia, Mons. Prudencio Melo, que el joven Alfonso Sebastiá Viñals se hiciese cargo de la dirección de la Escuela de Formación Social, fundada en Valencia por la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, pues había recorrido varias ciudades de Europa y conocía a fondo los problemas sociales. A esta tarea se aplicó con todo el entusiasmo de su juventud sacerdotal.

            En 1936, ante la persecución religiosa, tuvo ocasión de marcharse al extranjero, pues tenía el pasaporte en regla, pero no quiso oír los requerimientos que se le hacían en este sentido, diciendo que en los trances difíciles era cuando se tenía que demostrar el amor y el sacrificio por la fe que se profesaba. La revolución comenzó en Valencia con el incendio de las iglesias, del palacio Arzobispal, la quema de imágenes y objetos religiosos y el encarcelamiento de los católicos. El día 20 de agosto, se presentaron en su casa los milicianos, llevando a cabo un registro. Encontraron a don Alfonso y le preguntaron qué profesión tenía y él dijo: “Yo soy sacerdote”. Fue detenido y llevado al Gobierno Civil y ese mismo día lo trasladaron al penal de San Miguel de los Reyes. La vida en la prisión se caracterizó por los malos tratos y vejaciones morales, que supo llevar con entereza cristiana. Su estado de ánimo era sereno y estaba dispuesto a su posible muerte, aceptando plenamente el martirio. El 1 de septiembre de 1936, en el momento del desayuno, al oír la lectura de la lista de presos en la que estaba él incluido, dijo a un compañero: “Voy a morir, estoy seguro. Sólo pido que reces por mí para que pueda perdonar hasta el último momento”. Ese mismo día lo ejecutaron en el Picadero de Paterna. Tenía 26 años. Fue enterrado en el cementerio de Paterna en una fosa común, y no se han podido identificar sus restos.

            Fue beatificado en Roma el 11 de marzo de 2001.

 

En: González Rodríguez, Mª E., Los primeros 479 santos y beatos mártires del siglo XX en España. Quiénes son y de dónde vienen. Editorial EDICE, Madrid 2008, p.359.