Antonio Perulles Estívil, Sac. Op. Dioc.

 

 

            Nació en Cornudella de Montsant (Tarragona) el 5 de mayo de 1892. Inició sus estudios como alumno del Colegio de San José de Tortosa (Tarragona) y los culminó en el Seminario de Burgos, donde recibió la ordenación sacerdotal el 20 de diciembre de 1916, recién admitido en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, a la que pertenecía desde el 1 de agosto de ese mismo año. Durante ocho años fue Prefecto en el Colegio de San José de Burgos (1916-1924) y cinco en el Seminario (1924-1929). Volvió al Colegio de San José como Vicerrector durante tres cursos (1929-1932), para terminar su ministerio en Orihuela, uno como Administrador y tres como Rector (1932-1936). Sus condiscípulos lo llamaban “el sabio” por su aguda perspicacia en las materias difíciles de filosofía y teología. Pero sobre todo tenía fama de humilde y sacrificado, transformando el seminario de Orihuela (Alicante) con su entrega y generosidad. En el año 1934, el visitador apostólico Don Marcelino Olaechea, futuro arzobispo de Valencia, repetía que Don Antonio era un santo y un santo rector.

            Cuando se desencadenaron los trágicos desmanes del Frente Popular en julio de 1936 estaba de vacaciones con su familia. Y previendo lo que se avecinaba, repetía continuamente dos ideas: reparar y aceptar el martirio. En su casa, los días previos a su muerte martirial, estimulaba a todos a dar la vida por Dios. Con su hermano sacerdote Prudencio y el párroco del pueblo pasó ocho días oculto en el campo; pero no se resignaba a no poder trabajar y regresaron al pueblo. El día 11 de agosto hizo un retiro espiritual más intenso, como si previera que había llegado su hora. Efectivamente, el día 12 lo detuvieron, primero custodiado en su casa hasta el anochecer. Entonces llegaron los milicianos y lo llamaron por su nombre. Pidió la absolución a su hermano y le entregó cuanto tenía. Sólo se quedó con el crucifijo y el rosario. Se despidió de su madre, que lloraba sin consuelo y él le dijo: “¿No quiere usted que muera por Cristo?” “Sí, hijo mío, por Cristo y por la España católica”. El día 12 de agosto de 1936 se lo llevaron junto con otro sacerdote, cerca de Marçà (Tarragona), a unos 12 km de Nolà, y allí los asesinaron. “Disparad cuando queráis, y que Dios os perdone”, fueron sus últimas palabras. Decía el chófer que los condujo al martirio: “Ninguna muerte me ha impresionado tanto como la de este sacerdote”. Tenía 44 años. Sus reliquias se veneran desde 1947 en el Templo de Reparación de Tortosa.

            Beatificado en Roma el 1 de octubre de 1995.

 

En: González Rodríguez, Mª E., Los primeros 479 santos y beatos mártires del siglo XX en España. Quiénes son y de dónde vienen. Editorial EDICE, Madrid 2008, pp. 242-243.