HACIA LA
CONCLUSIÓN DEL AÑO SACERDOTAL
Queridos
Presbíteros:
La
Iglesia goza de inmensa alegría por el Año Sacerdotal y agradece al Señor el
haber inspirado al Santo Padre su proclamación. Todas las informaciones que
llegan a Roma sobre las numerosas y múltiples iniciativas, organizadas por las
Iglesias locales en el mundo entero para la realización de este año especial,
son la prueba de que éste ha sido muy bien acogido y – podemos decir – que ha
respondido a un verdadero y profundo deseo de los presbíteros y de todo el
pueblo de Dios. Era hora de dar una atención especial, de reconocimiento y de
voluntariedad al grande, trabajador e insustituible Presbiterio y a cada uno de
los presbíteros de la Iglesia.
Es
verdad que algunos presbíteros (pero proporcionalmente muy pocos) han cometido
horribles y gravísimos delitos de abusos sexuales contra menores; hechos que
debemos rechazar y condenar in modo absoluto e intransigente. Deberán responder
ante Dios y ante los tribunales, también ante los civiles. Por supuesto,
rezamos para que lleguen a una conversión espiritual y al perdón de Dios.
Mientras, la Iglesia está decidida a no esconder y a no minimizar tales
crímenes. Pero, sobre todo, estamos de parte de las víctimas y queremos
sostenerlas en su recuperación y en sus derechos ofendidos.
Sin
embargo, los delitos de algunos no pueden usarse en modo tal que embrutezcan el
entero cuerpo eclesial de los presbíteros. Quien obra así comete una clamorosa
injusticia. En este Año Sacerdotal la Iglesia busca el modo de comunicarlo a la
comunidad humana. Cualquier persona, con sentido común y buena voluntad, lo
entiende.
Habiendo
hablado necesariamente de todo lo anterior, volvamos a lo nuestro, queridos
presbíteros. Una vez más, queremos repetir que reconocemos quienes sois y cuanto
hacéis en la Iglesia y en la sociedad. La Iglesia os ama, os admira y os
respeta. Sois una gran alegría para nuestro pueblo católico, que os acoge y
apoya, sobre todo en estos momentos de sufrimiento.
Dos
meses más y llegaremos a la conclusión del Año Sacerdotal. Queridos sacerdotes,
el Papa os invita de todo corazón a venir a Roma para dicha conclusión los días
9, 10 y 11 del próximo junio. ¡Que vengáis de todos los países del mundo! De
los países más cercanos a Roma se
espera miles y miles de vosotros, ¿no es verdad? Entonces, no rechacéis la
fuerte y cordial invitación del Santo Padre. Venid y Dios os bendecirá. El Papa
quiere confirmar a los presbíteros de la Iglesia. La numerosa presencia de
todos en la Plaza de San Pedro llegará a ser una forma propositiva y
responsable de los presbíteros a presentarse, prontos y sin temores, para el
servicio en favor de la humanidad, que Jesucristo os ha entregado. Vuestra
presencia visible en la plaza será una proclamación, ante el mundo actual, del
vuestro envío a este mundo, no para condenarlo sino para salvarlo (cfr. Jn. 3,
17 y 12, 47). En tal contexto, el gran numero de presencias tendrá un
significado especial.
Entorno
a la presencia numerosa de presbíteros en la conclusión del Año Sacerdotal, en
Roma, existe todavía un motivo particular, que hoy se coloca en el corazón de
la Iglesia. Se trata de ofrecer a nuestro amadísimo Papa Benedicto XVI nuestra
solidariedad y nuestro apoyo, nuestra confianza y nuestra comunión
incondicionada ante los frecuentes ataques, que se dirigen contra su Persona en
el momento actual en el ámbito de las decisiones acerca de los clérigos, que
han incurrido en delitos sexuales contra menores. Las acusaciones contra el
Papa son evidentemente injustas, y se ha demostrado que nadie ha hecho tanto
como Benedicto XVI para condenar y combatir correctamente tales crímenes. Por
eso, la presencia masiva de presbíteros en la plaza con el Papa será un fuerte
señal de nuestro decidido rechazo a los injustos ataques de los que es víctima.
Así pues, venid también para apoyar públicamente al Santo Padre.
La
conclusión del Año Sacerdotal no será un final, sino más bien un nuevo inicio.
Nosotros – el Pueblo de Dios y los pastores – queremos dar gracias al Señor por
este tiempo privilegiado de oración y de reflexión sobre el sacerdocio. Al
mismo tiempo, nos proponemos ser siempre más atentos a todo aquello que el
Espíritu Santo quiere comunicarnos. Mientras, volveremos al ejercicio de
nuestra misión en la Iglesia y en el mundo, con renovada alegría y con el
convencimiento de que Dios, Señor de la historia, permanece con nosotros en los
momentos de crisis y en los nuevos tiempos.
La
Virgen María, Madre y Reina de los sacerdotes, interceda por nosotros y nos
inspire en el seguimiento de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor.
Roma, 12 de abril de 2010
Cardenal Cláudio Hummes
Arzobispo Emérito de São Paulo
Prefecto de la Congregación para
el Clero