Enrique Juan Requena

 

           

 

Nació en el seno de una familia cristiana en Ayelo de Malferit (Valencia) el día 2 de marzo de 1907. Ingresó e hizo sus estudios en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas y en el Seminario Conciliar de Valencia, siendo ejemplar seminarista. Recibió el presbiterado en 1930 y fue nombrado Coadjutor de Enguera (Valencia), donde ha dejado huellas de verdadero apóstol. Modelo de laboriosidad y celo, fue digno coadjutor de su cura, con quien también sufrió el martirio. Se distinguió por su piedad y prudencia en la dirección de las almas. Era muy devoto de la Eucaristía, siempre se le veía ante el Sagrario. Era de carácter jovial y alegre. Dejó varios escritos. Un hermano suyo, casado y farmacéutico recibió el martirio unos días antes del propio. Refiriéndose al suyo, que esperaba próximo, escribía: “Aunque no vayamos cómodos en ese viaje, lo importante será el no extraviarse y llegar sin dilación y con presteza”. Y esta otra frase: “Las víctimas están para eso, para callar y sufrir, no haciendo partícipes de sus penas más que a su Amado, que es el único que las entiende”. Tenía fama de santo.

            El día 1 de octubre de 1936, junto con su Arcipreste, el beato José Aparicio Sanz, fue detenido y encarcelado por el Comité revolucionario de Enguera; trasladado a Valencia ingresó esa noche en la checa instalada en lo que fue Seminario diocesano. Al día siguiente, lo llevaron al Gobierno Civil, para acabar preso en la cárcel Modelo. Por fin, el 29 de diciembre de 1936, junto con su cura y otros sacerdotes, fue fusilado en el Picadero de Paterna, donde cayó perdonando a sus enemigos y gritando “¡Viva Cristo Rey!”. Tenía 29 años. Sus restos se veneran en el templo parroquial de Ayelo de Malferit.

            Fue beatificado en Roma el 11 de marzo de 2001.

 

En: González Rodríguez, Mª E., Los primeros 479 santos y beatos mártires del siglo XX en España. Quiénes son y de dónde vienen. Editorial EDICE, Madrid 2008, pp.340-341.