Entrevista a S.E. Mons. Celso
Morga Iruzubieta,
Secretario de la Congregacíon
para el Clero
(José Manuel Vidal).-
Tras el cardenal Cañizares y el arzobispo Ladaria, el joven secretario de la
Congregación del Clero, Celso Morga Iruzubieta (18 de enero de
1948), se ha convertido en poco tiempo en uno de los puntales de la Iglesia
española en la Curia romana. Recientemente consagrado obispo por el propio
Benedicto XVI, afronta con confianza su labor en tan importante dicasterio que
dirige a más de 400.000 sacerdotes en todo el mundo. Alaba a su presidente, el
cardenal Piacenza, reconoce que la pederastia del clero es un pecado que clama
al cielo, pero niega que sea una plaga en la Iglesia y asegura que el pueblo
"reconoce" a sus sacerdotes.
¿Qué
sintió al enterarse de que Su Santidad le nombraba número dos del importante
dicasterio del Clero?
Pedí
al Señor que me ayudara, que me diera más amor hacia los sacerdotes y más
deseos de servirlos y que el peso de la responsabilidad no me quitara la paz.
¿Sigue
los pasos de su paisano, el cardenal Martínez Somalo?
La
presencia del Cardenal Martínez Somalo y su amistad me llevan casi siempre - y
él me lo recuerda frecuentemente - a los años de Seminario donde los dos - en
épocas diferentes - aprendimos, de sacerdotes ejemplares, que el sacerdocio
implicaba un seguimiento incondicional a Cristo y el servicio humilde a su
Iglesia. Después, la Providencia divina, a través de mediaciones humanas muy
normales, nos ha ido desvelando el sendero de nuestra misión aquí en Roma,
siempre dentro de esas dos coordenadas fundamentales en la vocación sacerdotal.
Pocos días antes de la ordenación episcopal estuve en su casa y, entre otras
cosas, me contó un detalle en la misión de gobierno del Siervo de Dios Juan
Pablo II que me está ayudando mucho en estos días y pienso que me servirá ya
para siempre. Me decía el Cardenal que, cuando un problema de gobierno no
acababa de resolverse, Juan Pablo II solía decir: "hemos rezado poco; hay
que rezar más".
En esa misma ocasión también, el Cardenal me regalo un pectoral que, a su vez,
le había regalado Juan Pablo II. Es el que estoy utilizando en estos primeros
días de ministerio episcopal.
Se
convierte usted en uno de los españoles de mayor rango en la Curia romana
Bueno,
pienso que la Iglesia en España está ahora bien representada en la Curia Romana
con cargos de gran responsabilidad por lo que se refiere al gobierno central de
la Iglesia como el del cardenal Antonio Cañizares, el Secretario de Doctrina de
la Fe, S.E Mons. Luis Francisco Ladaria, el Secretario del Pontificio Consejo
para los Textos Legislativos, S.E. Mons. Juan Ignacio Arrieta. También S.E.
Mons. José Luis Redrado e S.E. Mons. Félix del Blanco. varios Subsecretarios,
oficiales... Considero a la Congregación para el Clero ciertamente entre los
Dicasterios claves de la Curia Romana. Pido al Señor que sea capaz, con todas
mis limitaciones, de llevar adelante esta misión que el Santo Padre me ha
confiado dentro de su responsabilidad en el servicio pastoral a la Iglesia
universal; una misión que consiste fundamentalmente en la cercanía de fe y
corazón a los sacerdotes y en la disponibilidad a ayudarles a llevar adelante con
alegría y confianza la preciosa y no fácil misión de anunciar en nuestro mundo
la presencia y la esperanza del Reino de Dios.
¿Qué
opina del presidente del dicasterio del Clero, cardenal Piacenza, al que seguro
conoce desde hace años?
Del
Cardenal Mauro Piacenza puedo decir que me honro de su amistad desde hace
prácticamente veinte años. El Señor le ha dado el don de hacerte el trabajo
fácil, no te lo hace pesar. Es un hombre que trasmite la paz y la alegría de
ser sacerdote. Doy gracias a Dios de poder colaborar con él en esta tarea
apasionante de colaborar con el Santo Padre y con los demás Obispos en su
solicitud pastoral por los sacerdotes y diáconos de todo el mundo.
¿Tras la plaga de la pederastia, se recupera la imagen del sacerdocio en el
mundo?
En
primer lugar, quiero dejar claramente sentado que, aunque solo hubiera
acontecido un solo caso de pederastia de parte del clero, ello revestiría una
extraordinaria gravedad. A la incalificable ruptura y agresión a la persona e
inocencia de una niña o de un niño se une, para los cristianos, la comisión de
un gravísimo pecado que, quizás, podría ser calificado, con lenguaje bíblico,
de los que "claman al cielo". Pero me atrevería, si me lo permite, a
matizar la calificación de "plaga". Suele hablarse de "plaga"
ante una patología endémica que afecta a una larga parte de la población. Si
bien es verdad que se han probado judicialmente casos de comportamiento
pederasta de algunos clérigos, no puede hablarse de plaga en el sentido
intensivo que se suele aplicar a esta palabra. Las acciones de pederastia de
clérigos es un comportamiento muy excepcional y extraño en el conjunto de los
cuatrocientos diez mil sacerdotes católicos esparcidos por el mundo.
¿Se reconoce lo suficiente la enorme labor
pastoral, social y educativa del clero católico en todo el mundo?
Por lo
que yo conozco, sin pretensión de absolutizar, pienso que la labor sacerdotal
se reconoce entre lo que solemos llamar el pueblo fiel. También, entre quienes,
al margen de sus creencias o ideología, conocen y tratan de cerca a algún
sacerdote. Lo mismo para aquellos que, por un motivo u otro, se han relacionado
con un sacerdote en momentos claves o difíciles de sus vidas.
Que, al mismo tiempo, la labor que, día a día, lleva adelante el clero católico
no es reconocida en su justa medida por ciertos sectores de la población
también es cierto...pero me pregunto si no será un signo providencial de la
dimensión oculta que hacer el bien tiene en este mundo.
¿Ser
sacerdote hoy, sobre todo en los países secularizados, es de casi héroes?
No lo
sé. Personalmente pienso que es propio de creyentes sencillos que un día
percibieron la invitación a trabajar en la viña del Señor cuando andaban por la
plaza, desde primera hora de la mañana, preguntándose por el sentido de sus
vidas y de su misión en este mundo. Hoy - es verdad - los sacerdotes pueden
notar con mayor percepción "el cansancio del día y del calor" y, en
ese sentido, la perseverancia puede resultar más difícil, pero creo que no se
trata de héroes sino de gente normal - como tantos otros hombres y mujeres de
nuestro tiempo - que tienen que luchar para ser fieles a los compromisos que un
día adquirieron con el matrimonio o con la generación de los hijos o con el
trabajo profesional etc.
Algunos
dicen que el clero español está mayor y desilusionado. ¿Cómo lo ve usted?
No
estoy viviendo directamente, en primera línea, la realidad pastoral de España,
que es tan variada y compleja. Conozco personalmente muchos sacerdotes
españoles, principalmente los de mi diócesis. Mi precepción no es la de
desilusión y cansancio, sino la de entrega y realismo. Son conscientes de las
dificultades y de sus limitaciones personales, pero yo los veo fundamentalmente
contentos, convencidos de su misión y entregados de corazón a sus feligreses.
Con esto no quiero ocultar las muchas dificultades que existen.
¿El
celibato obligatorio es un bien irrenunciable para la Iglesia católica? ¿Es
realista, a corto plazo, pensar en una eventual apertura al celibato opcional
en la Iglesia de rito latino?
¿Acaso
puede la Iglesia renunciar a uno de sus más arraigados carismas? La Iglesia ha
optado desde hace muchos siglos por mantener la vinculación de la ordenación
con la llamada a la vivencia del carisma del celibato, no por obligación, sino
por servicio al Reino de Dios. No se trata de cálculos utilitaristas o de
oportunistas concesiones, sino de la exigencia de sencillez y trasparencia de
un seguimiento al Señor desde la radicalidad de la misma persona de Cristo.
¿Qué
medidas concretas habría que tomar para que los jóvenes españoles vuelvan a
sentirse seducidos por la llamada de Dios al sacerdocio?
No se trata de arbitrar una especie de recetas de alquimia vocacional. De
nuevo, hemos de reconocer el papel fundamental que la familia tiene en la
sensibilización vocacional hacia el sacerdocio. Y es muy necesario urgir el
propio testimonio de los sacerdotes que han de plantear con toda naturalidad y
sinceridad esta opción vocacional a los jóvenes, sin que, por supuesto, falte
nunca el ambiente de oración en la acción pastoral. Oración por y para las
vocaciones sacerdotales y oración como savia que permeabilice la vida del
joven, cualquiera sea la oferta vocacional que se le plantee.
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