Nacimiento
del Señor
Citaciones:
Is 9,1-6: www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9absn0i.htm
Tt
2,11-14: www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9araqeb.htm
Lc 2,1-14: www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9abt5wb.htm
En
este santo día del nacimiento del Señor, todos miran a Belén para descubrir, en
un pesebre, al Hijo de Dios hecho carne por nosotros.
Los
profetas miran a Belén, anunciado como el lugar en el que nacerá el Santo de
Israel.
José
mira a Belén, en la tierra de Judá, pueblo de su antigua tribu; de ella
proviene el rey David y en ella anunció el profeta Natán que de sus entrañas
nacería una descendencia perenne. María y José van a Belén para hacerse
registrar, con motivo del censo querido por Roma, por el emperador César
Augusto.
María
mira a Belén como el lugar en el cual, siguiendo a su esposo José, da a luz a
su hijo Jesús, no en un albergue, sino en un rincón, en el sitio donde dejan a
los animales, en un establo.
Los
Ángeles miran a Belén y anuncian en toda la región, en toda la creacióm, que ha
nacido el Hijo de Dios, el Verbo hecho hombre en nuestra carne. Cantan la
Gloria de Dios y anuncian este acontecimiento a los hombres y a las mujeres,
que Dios los ama desde siempre.
Los
pastores, sorprendidos en el sueño por el anuncio de los Ángeles mientras cuidan
sus rebaños, van a buscar a ese “niño envuelto en pañales y recostado en un
pesebre”, en un establo. También los pastores llegan a Belén y, descubriendo al
Niño con María y José, cuentan lo que han oído cantar y anunciar a los Ángeles.
Hombres
y mujeres, creyentes y no creyentes, pequeños y grandes, humildes y poderosos,
con su propia historia, hermosa o dura, feliz o triste, sufrida o serena, hoy
se sienten llamados a mirar a Belén: porque este Niño, que es el Hijo de Dios,
nacido de la Virgen María, anuncia a todos los niveles la paz entre Dios y la
creación, entre Dios y el hombre, entre persona y persona.
También
nosotros nos sentimos espiritualmente invitados a dirigir nuestra mirada a
Belén, para contemplar al Niño Jesús y, junto a María y José, a adorar en Él al
Hijo de Dios, al Verbo hecho carne en el seno de una virgen: el Emanuel, el
Dios con nosotros esperado por las gentes.
El
prefacio de Navidad contiene una síntesis feliz de la fe de la Iglesia, la fe
de los Padres, la espera profunda y escondida de cada hombre y de cada mujer,
transmitida de generación en generación: “Por él hoy
resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio de nuesra salvación:
nuestra debilidad ha sido asumida por el Verbo, el hombre mortal ha sido elevado
a una dignidad perenne y nosotros, unidos a ti en comunión admirable,
compartimos tu vida inmortal”.
El
deseo de una santa Navidad incluye que nuestros ojos y los de todos se abran al
misterio de Dios, y que nuestro corazón acoja, adore y contemple, como María y
José, como los Ángeles y los pastores, a Jesús,el Hijo de Dios hecho Honbre por
nosotros.