EL CENTENARIO de la promulgación de la Encíclica de mi predecesor León XIII, de venerada memoria, que comienza con las palabras Rerum Novarum, marca una fecha de relevante importancia en la historia reciente de la Iglesia y también en mi pontificado, a petición de numerosos Obispos, instituciones eclesiales, centros de estudios, empresarios y trabajadores, bien sea a título personal, bien en cuanto miembros de asociaciones, deseo ante todo satisfacer la deuda de gratitud que la Iglesia entera ha contraído con el gran Papa y con su "inmortal Documento".
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