1 Samuel (BPD) 18
18 1 Apenas David terminó de hablar con Saúl, Jonatán se encariñó con él y llegó a quererlo como a sí mismo. 2 Saúl lo hizo quedar con él aquel día y no lo dejó volver a la casa de su padre. 3 Y Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo. 4 Él se despojó del manto que llevaba puesto y se lo dio a David, y lo mismo hizo con su indumentaria y hasta con su espada, su arco y su cinturón. 5 Siempre que salía de campaña, enviado por Saúl, David tenía éxito. Entonces Saúl lo puso al frente de sus hombres de guerra. David era bien visto por todo el pueblo y también por los servidores de Saúl.
6 A su regreso, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salían a recibir al rey Saúl, cantando y bailando, al son jubiloso de tamboriles y triángulos. 7 Y mientras danzaban, las mujeres cantaban a coro:
“Saúl ha matado a milesy David a decenas de miles”.
8 Saúl se puso furioso y muy disgustado por todo aquello, pensó: “A David le atribuyen los diez mil, y a mí tan sólo los mil. ¡Ya no le falta más que la realeza!”. 9 Y a partir de ese día, Saúl miró con malos ojos a David.
10 Al día siguiente, un mal espíritu que venía de Dios se apoderó de Saúl, y él se puso a delirar en medio de su casa. David tocaba su instrumento como los otros días, y Saúl tenía su lanza en la mano. 11 De pronto, Saúl empuñó la lanza, pensando: “Voy a clavar a David contra la pared”. Pero David esquivó el golpe una y otra vez. 12 Entonces Saúl le tuvo miedo, porque el Señor estaba con David y, en cambio, se había retirado de él. 13 Por eso lo apartó de su lado, constituyéndolo jefe de un millar de hombres. Así David iba y venía al frente de las tropas. 14 El éxito lo acompañaba en todas sus empresas y el Señor estaba con él. 15 Al ver que todo le salía bien, Saúl le tuvo miedo, 16 pero todos en Israel y en Judá amaban a David, porque él iba y venía al frente de ellos.
17 Saúl dijo a David: “Ahí tienes a Merab, mi hija mayor; te la voy a dar por esposa, pero tendrás que servirme valerosamente y combatir en las guerras del Señor”. En realidad, Saúl pensaba: “Que sean los filisteos, y no yo, los que pongan su mano sobre él”. 18 Pero David respondió a Saúl: “¿Quién soy yo y quién es mi estirpe, el clan de mi padre en Israel, para que yo sea el yerno del rey?”. 19 Y cuando llegó el momento en que David debía casarse con Merab, la hija de Saúl, se la dieron como esposa a Adriel de Mejolá.
20 Mientras tanto, Mical, la otra hija de Saúl, se había enamorado de David. Cuando se lo contaron a Saúl, este recibió con agrado la noticia, 21 porque pensó: “Se la daré para tenerlo atrapado, y así caerá en manos de los filisteos”. Entonces Saúl dijo a David por segunda vez: “Hoy vas a ser mi yerno”. 22 Además, dio esta orden a sus servidores: “Díganle a David confidencialmente: ‘El rey te aprecia y todos sus servidores te quieren; ahora es el momento de convertirte en yerno del rey’”. 23 Los servidores del rey repitieron estas palabras a David, pero él les respondió: “¿Les parece poca cosa ser yerno del rey? Yo soy un hombre pobre y de condición humilde”. 24 Cuando los servidores informaron a Saúl de lo que había dicho David, 25 Saúl les dijo: “Háblenle así a David: ‘Como único precio a cambio de su hija, el rey quiere cien prepucios de filisteos, para vengarse de sus enemigos’”. De esta manera, Saúl pensaba lograr que David cayera en manos de los filisteos.
26 Los servidores comunicaron estas palabras a David, y a él le agradó la idea de convertirse en yerno del rey. Antes que se cumpliera el plazo fijado, 27 David partió con sus hombres y mató a doscientos filisteos. Luego trajo los prepucios y presentó ante el rey el número completo, para poder ser su yerno. Entonces Saúl le dio como esposa a su hija Mical.
28 Saúl, al ver esto, comprendió que el Señor estaba con David y que su hija Mical lo amaba. 29 Por eso creció el miedo que le tenía a David y fue su enemigo toda la vida. 30 Los jefes de los filisteos solían hacer incursiones, y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los servidores de Saúl. Así su nombre se hizo célebre.
19 1 Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David, 2 y lo puso sobre aviso, diciéndole: “Mi padre Saúl intenta matarte. Ten mucho cuidado mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y no te dejes ver. 3 Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré de ti, veré qué pasa y te lo comunicaré”.
4 Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: “Que el rey no peque contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus acciones te reportan grandes beneficios. 5 Él se jugó la vida cuando derrotó al filisteo, y el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar con sangre inocente, matando a David sin motivo?”. 6 Saúl hizo caso a Jonatán y pronunció este juramento: “¡Por la vida del Señor, no morirá!”. 7 Jonatán llamó a David y lo puso al tanto de todo. Luego lo llevó a la presencia de Saúl, y David quedó a su servicio como antes.
8 Al reanudarse la guerra, David salió a combatir contra los filisteos; les infligió una gran derrota y ellos huyeron ante él.
9 Entonces, un mal espíritu del Señor se apoderó de Saúl. Mientras él estaba sentado en su casa, con la lanza en la mano, y David tocaba su instrumento, 10 Saúl trató de clavarlo contra la pared con la lanza. Pero David esquivó el golpe de Saúl, y la lanza se clavó en la pared. En seguida David huyó y se puso a salvo.
Aquella misma noche, 11 Saúl envió unos emisarios a la casa de David, para vigilarlo y darle muerte a la mañana. Pero Mical, su esposa, le advirtió: “Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto”. 12 Mical ayudó a David a bajar por la ventana, y él huyó para ponerse a salvo. 13 Luego, Mical tomó el ídolo familiar y lo colocó sobre la cama; puso en la cabecera un cuero de cabra y lo cubrió con una manta.
14 Saúl envió emisarios para que detuvieran a David, pero Mical les dijo: “Está enfermo”. 15 Saúl los mandó de nuevo a ver a David, con esta orden: “¡Tráiganmelo con cama y todo, para que yo lo mate!”. 16 Pero cuando los emisarios entraron, no encontraron en la cama más que el ídolo, con el cuero de cabra en la cabecera. 17 Saúl dijo a Mical: “¿Qué manera de engañarme es esta? ¡Has dejado escapar a mi enemigo!”. Mical le respondió: “Él me dijo: ‘O me dejas partir o te mato’”.
18 Una vez que huyó y se puso a salvo, David se presentó a Samuel en Ramá y le contó todo lo que le había hecho Saúl. Luego, él y Samuel fueron a alojarse en Naiot.
19 Cuando informaron a Saúl de que David estaba en Naiot, en Ramá, 20 aquel envió emisarios para que detuvieran a David. Ellos vieron a la comunidad de profetas, con Samuel a la cabeza, en estado de trance profético. Entonces el espíritu del Señor invadió a los emisarios de Saúl, y también ellos entraron en trance. 21 Al enterarse de esto, Saúl envió otros emisarios, pero también ellos entraron en trance. Por tercera vez, Saúl volvió a enviar emisarios, y también ellos entraron en trance.
22 Entonces fue él personalmente a Ramá. Al llegar a la gran cisterna que está en Secú, Saúl preguntó: “¿Dónde están Samuel y David?”. “Están en Naiot, cerca de Ramá”, le respondieron. 23 De allí se dirigió a Naiot, en Ramá, y el espíritu del Señor se apoderó de él, de manera que fue caminando en estado de trance hasta Naiot, en Ramá. 24 También él se despojó de su ropa y estuvo en trance delante de Samuel. Luego cayó rendido, y estuvo desnudo todo aquel día y aquella noche. Por eso se suele decir: “¿También Saúl está entre los profetas?”.
20 1 David huyó de Naiot, en Ramá, y se presentó ante Jonatán. “¿Qué hice yo?, le dijo. ¿Cuál es mi falta o mi pecado contra tu padre, para que me persiga a muerte?”. 2 Jonatán le respondió: “¡Ni pensarlo! ¡Tú no morirás! Mira, mi padre no hace absolutamente nada sin comunicármelo. ¿Por qué entonces me habría de ocultar este asunto? ¡No hay nada de eso!”. 3 Pero David insistió: “Tu padre sabe muy bien que yo te he caído en gracia, y habrá pensado: ‘Que Jonatán no se entere, no sea que se entristezca’. Sin embargo, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida, estoy a un paso de la muerte!”.
4 Jonatán dijo a David: “Estoy dispuesto a hacer por ti lo que tú me digas”. 5 David le respondió: “Mañana es la luna nueva, y tendré que compartir la mesa con tu padre. Tu me dejarás partir, y yo me ocultaré al descampado hasta pasado mañana por la tarde. 6 Si tu padre nota mi ausencia, tú le dirás: ‘David me insistió para que lo dejara ir de una corrida hasta Belén, su ciudad, porque allí se celebra el sacrificio anual de toda la familia’. 7 Si él dice: ‘Está bien’, tu servidor podrá sentirse tranquilo. Pero si se pone furioso, sabrás que él ha decidido mi ruina. 8 Sé leal con tu servidor, ya que le has hecho contraer contigo un pacto en nombre del Señor. Si en algo he faltado, mátame tú mismo. ¿Para qué me harás comparecer ante tu padre?”. 9 “¡Ni lo pienses!, le dijo Jonatán. Si supiera realmente que mi padre está decidido a infligirte algún mal, seguro que te lo comunicaría”. 10 David le preguntó: “¿Quién me avisará si tu padre te responde duramente?”. 11 Jonatán dijo a David: “Vamos al campo”. Y los dos salieron al campo.
12 Jonatán dijo a David: “¡El Señor, el Dios de Israel, es testigo! Mañana o pasado mañana, a esta misma hora, trataré de averiguar las intenciones de mi padre. Si todo marcha bien para ti y no te mando a nadie que te avise, 13 ¡que el Señor me castigue una y otra vez! Y en caso de que mi padre quiera hacerte algún mal, te avisaré también y te dejaré partir. Así podrás irte en paz, y que el Señor esté contigo como lo estuvo con mi padre. 14 Si entonces vivo todavía, tú me demostrarás la fidelidad que el Señor exige. Y si estoy muerto, 15 seguirás siendo leal con mi casa para siempre, aun cuando el Señor haya extirpado de la superficie del suelo a cada uno de los enemigos de David”. 16 Y Jonatán concluyó un pacto con la casa de David, en estos términos: “Que el Señor pida cuenta de esto a los enemigos de David”. 17 Jonatán hizo prestar otra vez juramento a David, a causa del amor que le tenía, porque lo quería como a sí mismo.
18 Jonatán dijo a David: “Mañana es la luna nueva. Se advertirá tu ausencia, porque notarán que tu puesto está vacío, 19 y lo mismo sucederá pasado mañana. Por eso, desciende bien abajo, al lugar donde estuviste escondido la otra vez, y quédate junto a aquel montón de piedras. 20 Yo, por mi parte, lanzaré tres flechas en esa dirección, como quien tira al blanco. 21 Luego mandaré al servidor a buscar la flecha. Si yo le digo: ‘La tienes más acá, recógela’, entonces ven; puedes estar tranquilo y no hay ningún inconveniente, ¡por la vida del Señor! 22 Pero si yo digo al muchacho: ‘La tienes más allá’, entonces vete, porque el Señor quiere que te vayas. 23 En cuanto a la palabra que nos hemos dado mutuamente, el Señor está entre tú y yo para siempre”.
24 David se escondió en el descampado. Al llegar la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer. 25 Como lo hacía habitualmente, ocupó su asiento contra la pared, Jonatán se puso enfrente y Abner se sentó al lado de Saúl; pero el puesto de David quedó vacío. 26 Ese día Saúl no dijo nada, porque pensó: “Debe ser una casualidad; seguramente no se ha purificado y se encuentra en estado de impureza”. 27 Pero al día siguiente de la luna nueva, el segundo día, el puesto de David aún estaba vacío. Saúl dijo a su hijo Jonatán: “¿Por qué el hijo de Jesé no ha venido al banquete ni ayer ni hoy?”. 28 Jonatán respondió a Saúl: “David me insistió para que lo dejara ir hasta Belén. 29 ‘Por favor, me dijo, déjame partir, porque se celebra el sacrificio familiar en la ciudad y mi propio hermano me ha ordenado que vaya. Ahora, si quieres hacerme un favor, iré de una escapada a ver a mis hermanos’. Por eso él no ha venido a la mesa del rey”.
30 Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo: “¡Hijo de una mala mujer! ¿Acaso yo no sé que tú estás de parte del hijo de Jesé, para vergüenza tuya y deshonra de tu madre? 31 Porque mientras el hijo de Jesé viva sobre la tierra, no habrá seguridad ni para ti ni para tu reino. Manda ahora mismo que me lo traigan, porque merece la muerte”. 32 Pero Jonatán replicó a su padre Saúl: “¿Por qué va a morir? ¿Qué ha hecho?”. 33 Saúl empuñó la lanza para atacarlo, y entonces Jonatán comprendió que su padre ya tenía resuelto matar a David. 34 Jonatán se levantó de la mesa muy enojado, y no comió nada el segundo día de la luna nueva, porque estaba afligido a causa de David, a quien su padre había injuriado.
35 A la mañana siguiente, Jonatán salió al campo en compañía de un joven servidor, según lo convenido con David, 36 y dijo a su servidor: “Corre a buscar las flechas que voy a tirar”. El servidor fue corriendo, y Jonatán lanzó la flecha más allá de él. 37 Cuando el niño llegó al lugar donde estaba la flecha que había tirado Jonatán, este gritó detrás de él: “Ahí la tienes, más allá”. 38 Luego gritó otra vez detrás de él: “¡Rápido, apúrate, no te quedes parado!”. El servidor recogió la flecha y volvió adonde estaba su señor, 39 sin darse cuenta de nada; sólo Jonatán y David estaban al tanto de la cosa. 40 Luego Jonatán entregó sus armas al niño y le dijo: “Ve y lleva esto a la ciudad”.
41 Cuando el servidor partió, David subió del lado del sur y se postró tres veces con el rostro en tierra. Después, uno y otro se abrazaron llorando, hasta que la pena de David creció más todavía. 42 Entonces Jonatán dijo a David: “Vete en paz, ya que los dos nos hemos hecho un juramento en nombre del Señor, diciendo: ‘Que el Señor esté entre tú y yo, entre mi descendencia y la tuya para siempre’”.
21 1 En seguida David partió, y Jonatán volvió a la ciudad.
2 David llegó a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec. Este salió a su encuentro muy asustado y le dijo: “¿Por qué estás tú solo, sin nadie que te acompañe?”. 3 David respondió al sacerdote Ajimélec: “El rey me dio un encargo y me dijo: ‘Que nadie sepa nada de la misión que te encomiendo ni de la orden que te di’. En cuanto a los demás muchachos, les he dado cita en tal lugar. 4 Si tienes a mano cinco panes, o lo que sea, dámelos ahora mismo”. 5 El sacerdote respondió a David: “No tengo a mano pan común; sólo hay pan consagrado, con tal que los muchachos se hayan abstenido de tener relaciones con mujeres”.
6 “¡Seguro que sí!, respondió David al sacerdote; las mujeres nos han estado vedadas, como siempre que yo salgo de campaña. Si los muchachos mantienen puros sus cuerpos aún en una expedición profana, ¡con mayor razón tendrán hoy sus cuerpos en estado de pureza!”. 7 Entonces el sacerdote le dio pan consagrado, porque allí no había otro pan que el de la ofrenda, el que se retira de la presencia del Señor cuando se lo reemplaza por pan fresco.
8 Aquel día, estaba obligado a quedarse allí, delante del Señor, uno de los servidores de Saúl, llamado Doeg, el edomita, que era el jefe de los pastores de Saúl.
9 David dijo a Ajimélec: “¿No tienes a mano una lanza o una espada? Porque yo no he traído ni mi espada ni mis armas, debido a la urgencia de la misión encomendada por el rey”. 10 El sacerdote respondió: “La espada de Goliat, el filisteo que tú derrotaste en el valle del Terebinto, está allí, envuelta en un paño, detrás del efod. Tómala, si quieres, porque aquí no hay otra”. “No hay otra espada igual a esa, respondió David: ¡dámela!”.
11 Ese mismo día, David partió y huyó lejos de Saúl, y llegó adonde estaba Aquís, rey de Gat. 12 Los servidores de Aquís dijeron al rey: “¿Este no es David, el rey del país? ¿No es este aquel por quien cantaban y danzaban, diciendo:
Saúl ha matado a milesy David a decenas de miles?”.
13 David se tomó muy a pecho esas palabras y tuvo miedo de Aquís, rey de Gat. 14 Entonces se hizo pasar por loco públicamente y se puso a divagar delante de ellos: arañaba las puertas y dejaba correr la saliva por su barba. 15 Aquís dijo a sus servidores: “¿Pero no ven que se ha vuelto loco? ¿A qué me lo han traído? 16 ¿Acaso me faltan locos para que encima me traigan a este a hacer aquí sus locuras? ¿Cómo va a entrar en mi casa un hombre así?”.
22 1 David partió de allí y se puso a salvo en la caverna de Adulám. Al enterarse, sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron a unirse con él. 2 Además, se le juntaron todos los que estaban en algún aprieto, cargados de deudas o descontentos de la vida. Así llegó a ser jefe de unos cuatrocientos hombres.
3 De allí David se fue a Mispé de Moab y dijo al rey de Moab: “Deja que mi padre y mi madre vivan entre ustedes, hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer conmigo”. 4 Luego los llevó a la presencia del rey de Moab, y ellos se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
5 El profeta Gad dijo a David: “¡No te quedes en el refugio! Entra en el país de Judá”. Entonces David partió y entró en el bosque de Járet.
6 Saúl se enteró de que David y sus compañeros habían sido descubiertos. Él se encontraba entonces en Guibeá, sentado debajo del tamarisco del lugar alto; tenía su espada en la mano y todos sus servidores estaban de pie en torno de él. 7 Saúl dijo a sus servidores: “¡Escuchen, benjaminitas! ¿Acaso el hijo de Jesé también les dará a todos ustedes campos y viñas, y los hará a todos jefes de mil y de cien hombres, 8 para que hayan conspirado contra mí? Nadie me avisa nada cuando mi hijo pacta con el hijo de Jesé. Ninguno de ustedes se conduele conmigo, ni me revela que mi hijo sublevó contra mí a mi esclavo, para que me tienda asechanzas, como sucede en el día de hoy?
9 Entonces intervino Doeg, el edomita, que estaba de pie junto a los servidores de Saúl, y dijo: “Yo vi al hijo de Jesé cuando llegó a Nob, a ver a Ajimélec, hijo de Ajitub. 10 Ajimélec consultó por él al Señor, le dio provisiones y le entregó la espada de Goliat, el filisteo”.
11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitub, y a toda su casa paterna, los sacerdotes de Nob. Todos ellos comparecieron ante el rey, 12 y Saúl dijo: “¡Escucha bien, hijo de Ajitub!”. “A tus órdenes, rey”, respondió él. 13 Saúl añadió: “¿Por qué han conspirado contra mí, tú y el hijo de Jesé? Tú le has dado pan y una espada, y has consultado a Dios por él, para que se subleve contra mí y me tienda asechanzas, como sucede en el día de hoy”. 14 Ajimélec respondió al rey: “¿Hay entre todos tus servidores alguien tan de confianza como David? Él es yerno del rey, es jefe de tu guardia personal y todos lo honran en tu casa. 15 ¿O acaso es esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no levante ningún cargo contra su servidor ni contra toda su casa paterna, porque tu servidor no sabía absolutamente nada de este asunto”. 16 Pero el rey replicó: “¡Morirás sin remedio, Ajimélec, tú y toda tu casa paterna!”.
17 Luego el rey dijo a los de su escolta, que estaban apostados junto a él: “¡Vuélvanse y maten a los sacerdotes del Señor, porque también ellos están de parte de David! Aun sabiendo que él huía, no me lo denunciaron”. Pero los servidores del rey no quisieron extender su mano para ultimar a los sacerdotes del Señor. 18 Entonces el rey dijo a Doeg: “Vuélvete y mátalos tú”. Doeg se volvió y acometió contra los sacerdotes: así mató aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían el efod de lino.
19 En Nob, la ciudad de los sacerdotes, Saúl pasó al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y pequeños, bueyes, asnos y ovejas. 20 Sólo pudo escapar un hijo de Ajimélec, hijo de Ajitub, llamado Abiatar, que huyó a reunirse con David 21 y le contó que Saúl había dado muerte a los sacerdotes del Señor. 22 David dijo a Abiatar: “Ya sabía yo aquel día que Doeg, el edomita, estaba allí presente y que no dejaría de informar a Saúl. Yo hice que las cosas se volvieran contra toda tu casa paterna. 23 Pero quédate conmigo y no temas. El que atenta contra tu vida, atenta contra la mía. Junto a mí, estarás bien protegido”.
23 1 A David le llegó esta noticia: “Los filisteos están combatiendo contra Queilá y saqueando las eras”. 2 Entonces David preguntó al Señor: “¿Debo ir a atacar a esos filisteos?”. El Señor dijo a David: “Sí, ve; derrotarás a los filisteos y salvarás a Queilá”. 3 Pero los hombres de David le dijeron: “Si nosotros tenemos miedo aquí, en Judá, ¡cuánto más sí vamos a Queilá contra los escuadrones filisteos!”. 4 David interrogó de nuevo al Señor, y el Señor le respondió, diciendo: “Baja ya mismo a Queilá, porque yo entrego a los filisteos en tus manos”. 5 David fue a Queilá con sus hombres; atacó a los filisteos, se llevó sus rebaños y les infligió una gran derrota. Así salvó David a los habitantes de Queilá.
6 Abiatar, hijo de Ajimélec, que había ido a refugiarse junto a David, bajó a Queilá con el efod en la mano. 7 Y cuando informaron a Saúl que David había entrado en Queilá, pensó: “Dios lo ha entregado en mis manos. Porque él mismo se ha cortado la retirada, metiéndose en una ciudad con puertas y cerrojos”. 8 Luego convocó a todo el pueblo a las armas, para bajar a Queilá y sitiar a David y a sus hombres.
9 Al saber que Saúl tramaba su ruina, David ordenó al sacerdote Abiatar: “Presenta el efod”. 10 Luego dijo: “Señor, Dios de Israel, tu servidor ha oído que Saúl intenta venir a Queilá, para destruir la ciudad por causa mía. 11 ¿Es verdad que Saúl bajará, como tu servidor ha oído decir? Señor, Dios de Israel, dígnate comunicárselo a tu servidor”. El Señor respondió: “Sí, él bajará”. 12 David continuó diciendo: “Y los señores de Queilá, ¿me entregarán a mí y a mis hombres en manos de Saúl?”. “Sí, respondió el Señor; ellos te entregarán”. 13 David partió con sus hombres, que eran unos seiscientos; salieron de Queilá y anduvieron a la ventura. Y cuando informaron a Saúl que David había escapado de Queilá, él desistió de su expedición.
14 David anduvo por el desierto, en los sitios bien protegidos, y se estableció en la zona montañosa, en el desierto de Zif. Durante todo ese tiempo, Saúl trató de encontrarlo, pero Dios no lo puso en sus manos.
15 David advirtió que Saúl se había puesto en campaña para atentar contra su vida. Por ese entonces, él se encontraba en el desierto de Zif, en Jorsa. 16 Jonatán, hijo de Saúl, se puso en camino y fue a verlo allí. Lo reconfortó en nombre de Dios, 17 y le dijo: “No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te alcanzará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo sabe muy bien”. 18 Los dos hicieron un pacto delante del Señor, y David se quedó en Jorsa, mientras que Jonatán se fue a su casa.
19 Unos hombres de Zif subieron a Guibeá, donde estaba Saúl, y le dijeron: “David está escondido entre nosotros, en los refugios de Jorsa, sobre la colina de Jaquilá, al sur de la estepa. 20 Por eso, rey, baja si es que así lo deseas, y nosotros nos encargaremos de ponerlo en tus manos”. 21 Saúl les respondió: “¡Que el Señor los bendiga, por haberse compadecido de mí! 22 Pero vayan, se lo ruego, y asegúrense bien. Fíjense por dónde anda y quién lo ha visto por allí, porque me han dicho que es muy astuto. 23 Observen y reconozcan todos los escondites donde podría ocultarse. Cuando estén bien seguros, vuelvan a verme, y yo iré con ustedes. Y si está en el país, registraré todos los clanes de Judá hasta encontrarlo”.
24 Ellos se dirigieron hacia Zif, precediendo a Saúl. Mientras tanto, David y sus hombres estaban en el desierto de Maón, en la depresión al sur de la estepa. 25 Saúl y sus hombres salieron a buscarlo; pero alguien avisó a David, y él bajó a la Roca que está en el desierto de Maón. Saúl se enteró y se lanzó en persecución de David por el desierto de Maón. 26 Saúl iba por un lado de la montaña, y David con sus hombres por el lado opuesto. David apresuró la marcha para escapar de Saúl. Y cuando Saúl y sus hombres estaban a punto de cercar a David y a los suyos para capturarlos, 27 un mensajero fue a decir a Saúl: “Ven en seguida, porque los filisteos están incursionando por el país”. 28 Saúl dejó entonces de perseguir a David y partió al encuentro de los filisteos. Por eso aquel lugar fue llamado “Roca de las Separaciones”.
24 1 David subió de allí y se estableció en los sitios bien protegidos de Engadí. 2 Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron esta noticia: “David está en el desierto de Engadí”. 3 Entonces reunió a tres mil hombres seleccionados entre todo Israel y partió en busca de David y sus hombres, hacia las Peñas de las Cabras salvajes. 4 Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres. 5 Ellos le dijeron: “Este es el día en que el Señor te dice: ‘Yo pongo a tu enemigo en tus manos; tú lo tratarás como mejor te parezca’”. Entonces David se levantó y cortó sigilosamente el borde del manto de Saúl. 6 Pero después le remordió la conciencia, por haber cortado el borde del manto de Saúl, 7 y dijo a sus hombres: “¡Dios me libre de hacer semejante cosa a mi señor, el ungido del Señor! ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor!”. 8 Con estas palabras, David retuvo a sus hombres y no dejó que se abalanzaran sobre Saúl. Así Saúl abandonó la cueva y siguió su camino.
9 Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: “¡Mi señor, el rey!”. Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró 10 y le dijo: “¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? 11 Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: ‘No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor’. 12 ¡Mira, padre mío, sí, mira en mi mano el borde de tu manto! Si yo corté el borde de tu manto y no te maté, tienes que comprender que no hay en mí ni perfidia ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. ¡Eres tú el que me acechas para quitarme la vida! 13 Que el Señor juzgue entre tú y yo, y que él me vengue de ti. Pero mi mano no se alzará contra ti. 14 ‘La maldad engendra maldad’, dice el viejo refrán. Pero yo no alzaré mi mano contra ti. 15 ¿Detrás de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga! 16 ¡Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre tú y yo; que él examine y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!”.
17 Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, este exclamó: “¿No es esa tu voz, hijo mío, David?”, y prorrumpió en sollozos. 18 Luego dijo a David: “La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal. 19 Hoy sí que has demostrado tu bondad para conmigo, porque el Señor me puso en tus manos y tú no me mataste. 20 Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja seguir su camino tranquilamente? ¡Que el Señor te recompense por el bien que me has hecho hoy! 21 Ahora sé muy bien que tú serás rey y que la realeza sobre Israel se mantendrá firme en tus manos. 22 Júrame, entonces, por el Señor, que no extirparás mi descendencia después de mí, ni borrarás el nombre de mi familia”. 23 Así se lo juró David a Saúl, y este se fue a su casa, mientras David y sus hombres subían a su refugio.
25 1 Mientras tanto, murió Samuel. Todo Israel se reunió y estuvo de duelo por él, y lo sepultaron en su casa, en Ramá. David, por su parte, bajó al desierto de Parán.
2 Había en Maón un hombre que tenía su hacienda en Carmel. Era un hombre muy rico; tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba esquilando su rebaño en Carmel. 3 Su nombre era Nabal, del clan de Caleb, y su mujer se llamaba Abigail. La mujer era inteligente y atractiva, pero él era rudo y de mal carácter.
4 David oyó en el desierto que Nabal estaba esquilando su rebaño, 5 y envió a diez jóvenes con este encargo: “Suban a Carmel, preséntense a Nabal, y salúdenlo de mi parte. 6 Díganle: ‘¡Salud! ¡Paz para ti, paz para tu casa y para todos tus bienes! 7 Acabo de oír que te están esquilando el rebaño. Ahora bien, cuando tus pastores estuvieron con nosotros, nunca los hemos molestado, ni se les perdió nada durante todo el tiempo que estuvieron en Carmel. 8 Pregunta a tus servidores y ellos te informarán. Que estos muchachos reciban de ti una buena acogida, ya que llegamos en un día de fiesta. Dales, te lo ruego, lo que tengas a mano, para tus servidores y para tu hijo David’”.
9 Los jóvenes fueron a decir a Nabal todas estas cosas de parte de David, y se quedaron esperando. 10 Pero Nabal respondió a los servidores de David: “¿Quién es David y quién es el hijo de Jesé? Hoy en día hay muchos esclavos que se evaden de su dueño. 11 ¿Voy a tomar mi pan, mi agua y los animales que maté para mis esquiladores, y se los voy a dar a gente que ni siquiera sé de dónde viene?”. 12 Los jóvenes de David reanudaron la marcha y se fueron de vuelta. Al llegar, transmitieron a David todas estas palabras. 13 Entonces David dijo a sus hombres: “Que cada uno se ciña su espada”. Ellos se ciñeron cada uno su espada, y también David se ciñó la suya. Luego, unos cuatrocientos hombres subieron detrás de David, y los otros doscientos se quedaron con el equipaje.
14 Uno de sus servidores le avisó a Abigail, la esposa de Nabal: “Mira que David envió a unos emisarios desde el desierto, para saludar a nuestro patrón, y él se abalanzó sobre ellos. 15 Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos molestaron, ni perdimos nada durante todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en campo abierto. 16 Ellos fueron para nosotros una muralla, de día y de noche, mientras estuvimos con ellos apacentando el rebaño. 17 Ahora piensa bien lo que debes hacer, porque es cosa decidida la ruina de nuestro patrón y de toda su casa. En cuanto a él, ¡no es más que un miserable, al que ni siquiera se le puede hablar!”.
18 Sin pérdida de tiempo, Abigail tomó doscientos panes, dos odres de vino, cinco carneros adobados, cinco bolsas de grano tostado, cien racimos de pasas de uva y doscientas tortas de higo, y los cargó sobre unos asnos. 19 Luego dijo a sus servidores: “Adelántense ustedes, y yo iré detrás”. Pero no le avisó nada a su esposo Nabal.
20 Mientras Abigail, montada en su asno, bajaba por un recodo de la montaña, David y sus hombres bajaban en dirección a ella. 21 Entre tanto, David pensaba: “En vano he protegido todo lo que este tenía en el desierto, sin que se le perdiera ninguno de sus bienes. Él me ha devuelto mal por bien. 22 ¡Que Dios castigue a David una y otra vez, si dejo con vida hasta el alba a uno solo de sus hombres!”.
23 Apenas vio a David, Abigail bajó inmediatamente del asno, y cayó ante él con el rostro en tierra. 24 Y postrada a sus pies, exclamó: “¡Que la falta recaiga sobre mí, señor! ¡Pero permite que tu servidora hable en tu presencia! ¡Escucha sus palabras! 25 Que mi señor no le haga caso a ese miserable de Nabal, porque su nombre dice lo que él es: él se llama Nabal, que significa “insensato”, y la insensatez lo acompaña. Pero yo, tu servidora, no había visto a los jóvenes que había enviado mi señor. 26 Y ahora, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida! es el mismo Señor el que te impide derramar sangre y hacerte justicia por tu mano. ¡Que tus enemigos y todos los que tratan de hacerte mal corran la misma suerte que Nabal! 27 Con respecto a este obsequio que le he traído a mi señor, que lo repartan entre tus seguidores. 28 Perdona, te lo ruego, la falta de tu servidora. Porque el Señor te hará seguramente una casa perdurable, ya que tú has combatido en las guerras del Señor y en toda tu vida no se encuentra en ti nada malo. 29 Y si un hombre se alza para perseguirte y atentar contra tu vida, la vida de mi señor estará bien guardada en la bolsa de los vivientes, junto al Señor, tu Dios, mientras que él revoleará con su honda la vida de tus enemigos. 30 Cuando el Señor te haga todo el bien que te ha prometido y te ponga como jefe en Israel, 31 que no tengas que sentir turbación ni remordimiento de conciencia, por haber derramado sangre sin motivo y por haberte hecho justicia por ti mismo. Y cuando el Señor te colme de bienes, acuérdate de tu servidora”.
32 Entonces David dijo a Abigail: “¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hoy te envía a mi encuentro! 33 ¡Bendito sea tu buen tino, y bendita también tú, que hoy me has impedido derramar sangre y hacerme justicia por mí mismo! 34 ¡Por la vida del Señor, el Dios de Israel, que me ha impedido hacerte daño, si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, juro que antes de brillar el alba no le habría quedado vivo a Nabal ni un solo hombre!”. 35 Luego David tomó lo que la mujer le había traído y le dijo: “Sube a tu casa en paz. He escuchado tu demanda y la tendré en cuenta”.
36 Cuando Abigail llegó a su casa, Nabal estaba celebrando un regio banquete. Nabal desbordaba de alegría; y como estaba completamente borracho, ella no le dijo ni una sola palabra antes del alba. 37 Pero a la mañana, cuando a Nabal ya se le había pasado la embriaguez, su mujer lo puso al tanto de lo sucedido. Entonces él tuvo un ataque al corazón y quedó paralizado. 38 Al cabo de unos diez días, el Señor hizo morir a Nabal. 39 Cuando David supo que Nabal había muerto, exclamó: “¡Bendito sea el Señor, que ha defendido mi causa contra la afrenta que recibí de Nabal y ha preservado del mal a su servidor! ¡El Señor hizo que la maldad de Nabal recayera sobre él mismo!”.
Luego David mandó decir a Abigail que quería tomarla por esposa. 40 Los servidores de David se presentaron a Abigail en Carmel y le dijeron: “David nos ha mandado a verte para tomarte por esposa”. 41 Ella se puso de pie, se postró con el rostro en tierra, y respondió: “Aquí está tu esclava, dispuesta a lavar los pies de los servidores de mi señor”. 42 Abigail se levantó rápidamente y montó en un asno, seguida de cinco de sus esclavas. Luego partió detrás de los enviados de David y él la tomó por esposa.
43 David también se había casado con Ajinóam de Izreel, y tuvo a las dos por esposas. 44 Saúl, por su parte, había dado a su hija Mical, la esposa de David, a Paltí, hijo de Lais, que era de Galím.
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1 Samuel (BPD) 18