Die Psalmen (BPD) 1
1 1 ¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
2 sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
3 Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
4 No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
5 Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
6 porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.
2
1 ¿Por qué se amotinan las naciones
y los pueblos hacen vanos proyectos?
2 Los reyes de la tierra se sublevan,
y los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Ungido:
3 “Rompamos sus ataduras,
librémonos de su yugo”.
4 El que reina en el cielo se sonríe;
el Señor se burla de ellos.
5 Luego los increpa airadamente
y los aterra con su furor:
6 “Yo mismo establecí a mi Rey
en Sión, mi santa Montaña”.
7 Voy a proclamar el decreto del Señor:
Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy.
8 Pídeme, y te daré las naciones como herencia,
y como propiedad, los confines de la tierra.
9 Los quebrarás con un cetro de hierro,
los destrozarás como a un vaso de arcilla”.
10 Por eso, reyes, sean prudentes;
aprendan, gobernantes de la tierra.
11 Sirvan al Señor con temor;
12 temblando, ríndanle homenaje,
no sea que se irrite y vayan a la ruina,
porque su enojo se enciende en un instante.
¡Felices los que se refugian en él!
3 1 Salmo de David. Cuando huía de su hijo Absalón.
2 Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se levantan contra mí!
3 ¡Cuántos son los que dicen de mí:
“Dios ya no quiere salvarlo”! Pausa
4 Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú mantienes erguida mi cabeza.
5 Invoco al Señor en alta voz
y él me responde desde su santa Montaña.
6 Yo me acuesto y me duermo,
y me despierto tranquilo
porque el Señor me sostiene.
7 No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes.
8 ¡Levántate, Señor!
¡Sálvame, Dios mío!
Tú golpeas en la mejilla a mis enemigos
y rompes los dientes de los malvados.
9 ¡En ti, Señor, está la salvación,
y tu bendición sobre tu pueblo! Pausa
4 1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda.
Salmo de David.
2 Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor,
tú, que en la angustia me diste un desahogo:
ten piedad de mí y escucha mi oración.
3 Y ustedes, señores,
¿hasta cuando ultrajarán al que es mi Gloria,
amarán lo que es falso
y buscarán lo engañoso? Pausa
4 Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo:
él me escucha siempre que lo invoco.
5 Tiemblen, y no pequen más; Pausa
reflexionen en sus lechos y guarden silencio,
6 ofrezcan los sacrificios que son debidos
y tengan confianza en el Señor.
7 Hay muchos que preguntan:
“¿Quién nos mostrará la felicidad,
si la luz de tu rostro, Señor,
se ha alejado de nosotros?”.
8 Pero tú has puesto en mi corazón más alegría
que cuando abundan el trigo y el vino.
9 Me acuesto en paz y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso.
5 1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo de David.
2 Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos;
3 oye mi clamor, mi Rey y mi Dios,
porque te estoy suplicando.
4 Señor, de madrugada ya escuchas mi voz:
por la mañana te expongo mi causa
y espero tu respuesta.
5 Tú no eres un Dios que ama la maldad;
ningún impío será tu huésped,
6 ni los orgullosos podrán resistir
delante de tu mirada.
Tú detestas a los que hacen el mal
7 y destruyes a los mentirosos.
¡Al hombre sanguinario y traicionero
lo abomina el Señor!
8 Pero yo, por tu inmensa bondad,
llego hasta tu Casa,
y me postro ante tu santo Templo
con profundo temor.
9 Guíame, Señor, por tu justicia,
porque tengo muchos enemigos:
ábreme un camino llano.
10 En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
aunque adulan con la lengua.
11 Castígalos, Señor, como culpables,
que fracasen sus intrigas;
expúlsalo por sus muchos crímenes,
porque se han rebelado contra ti.
12 Así se alegrarán los que en ti se refugian
y siempre cantarán jubilosos;
tú proteges a los que aman tu Nombre,
y ellos se llenarán de gozo.
13 Porque tú, Señor, bendices al justo,
como un escudo lo cubre tu favor.
6 1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda.
En octava. Salmo de David.
2 Señor, no me reprendas por tu enojo
ni me castigues por tu indignación.
3 Ten piedad de mí, porque me faltan las fuerzas;
sáname, porque mis huesos se estremecen.
4 Mi alma está atormentada,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo...?
5 Vuélvete, Señor, rescata mi vida,
sálvame por tu misericordia,
6 porque en la Muerte nadie se acuerda de ti,
¿y quién podrá alabarte en el Abismo?
7 Estoy agotado de tanto gemir:
cada noche empapo mi lecho con llanto,
inundo de lágrimas mi cama.
8 Mis ojos están extenuados por el pesar
y envejecidos a causa de la opresión.
9 Apártense de mí todos los malvados,
porque el Señor ha oído mis sollozos.
10 El Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi plegaria.
11 ¡Que caiga sobre mis enemigos
la confusión y el terror,
y en un instante retrocedan avergonzados!
7 1 Lamentación de David. La que cantó al Señor a propósito de Cus, el benjaminita.
2 Señor, Dios mío, en ti me refugio:
sálvame de todos los que me persiguen;
3 líbrame, para que nadie pueda atraparme
como un león, que destroza sin remedio.
4 Señor, Dios mío, si cometí alguna bajeza,
o hay crímenes en mis manos;
5 si he pagado con traición a mi amigo
o he despojado sin razón a mi adversario:
6 que el enemigo me persiga y me alcance,
que aplaste mi vida contra el suelo
y deje tendidas mis entrañas en el polvo. Pausa
7 Levántate, Señor, lleno de indignación;
álzate contra el furor de mis adversarios.
Despierta para el juicio que has convocado:
8 que una asamblea de pueblos te rodee,
y presídelos tú, desde lo alto.
9 El Señor es el Juez de las naciones:
júzgame, Señor, conforme a mi justicia
y de acuerdo con mi integridad.
10 ¡Que se acabe la maldad de los impíos!
Tú que sondeas las mentes y los corazones,
tú que eres un Dios justo, apoya al inocente.
11 Mi escudo es el Dios Altísimo,
que salva a los rectos de corazón.
12 Dios es un Juez justo
y puede irritarse en cualquier momento.
13 Si no se convierten, afilará la espada,
tenderá su arco y apuntará;
14 preparará sus armas mortíferas,
dispondrá sus flechas incendiarias.
15 El malvado concibe la maldad,
está grávido de malicia y da a luz la mentira.
16 Cavó una fosa y la ahondó,
pero él mismo cayó en la fosa que hizo:
17 su maldad se vuelve sobre su cabeza,
su violencia recae sobre su cráneo.
18 Daré gracias al Señor por su justicia
y cantaré al nombre del Señor Altísimo.
8 1 Del maestro de coro. Con la cítara de Gat. Salmo de David.
2 ¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
3 con la alabanza de los niños
y de los más pequeños,
erigiste una fortaleza contra tus adversarios
para reprimir al enemigo y al rebelde.
4 Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y la estrellas que has creado:
5 ¿qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
6 Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
7 le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
8 todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
9 las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
10 ¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
9 1 Del maestro de coro. Para oboes y arpa. Salmo de David.
Alef 2 Te doy gracias, Señor, de todo corazón
y proclamaré todas tus maravillas.
3 Quiero alegrarme y regocijarme en ti,
y cantar himnos a tu Nombre, Altísimo.
Bet 4 Cuando retrocedían mis enemigos,
tropezaron y perecieron delante de ti,
5 porque tú defendiste mi derecho y mi causa,
sentándote en el trono como justo Juez.
Guímel 6 Escarmentaste a las naciones,
destruiste a los impíos
y borraste sus nombres para siempre;
7 desapareció el enemigo: es una ruina irreparable;
arrasaste las ciudades, y se perdió hasta su recuerdo.
He 8 Pero el Señor reina eternamente
y establece su trono para el juicio:
9 él gobierna al mundo con justicia
y juzga con rectitud a las naciones.
Vau 10 El Señor es un baluarte para el oprimido,
un baluarte en los momentos de peligro.
11 ¡Confíen en ti los que veneran tu Nombre,
porque tú no abandonas a los que te buscan!
Zain 12 Canten al Señor, que reina en Sión,
proclamen entre los pueblos sus proezas.
13 Porque él pide cuenta de la sangre,
se acuerda de los pobres y no olvida su clamor.
Jet 14 El Señor se apiadó de mí, contempló mi aflicción;
me tomó y me alzó de las puertas de la Muerte,
15 para que pudiera proclamar sus alabanzas
y alegrarme por su victoria en las puertas de Sión.
Tet 16 Los pueblos se han hundido en la fosa que abrieron,
su pie quedó atrapado en la red que ocultaron.
17 El Señor se dio a conocer, hizo justicia,
y el impío se enredó en sus propias obras. Sordina
Pausa
Iod 18 Vuelvan al Abismo los malvados,
todos los pueblos que se olvidan de Dios.
Caf 19 Porque el pobre no será olvidado para siempre
ni se malogra eternamente la esperanza del humilde.
20 ¡Levántate, Señor!
Que los hombres no se envanezcan,
y las naciones sean juzgadas en tu presencia.
21 Infúndeles pánico, Señor,
para que aprendan que no son más que hombres. Pausa
10 Lámed 1 ¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te ocultas en los momentos de peligro?
2 El pobre se consume por la soberbia del malvado
y queda envuelto en las intrigas tramadas contra él.
Nun 3 Porque el malvado se jacta de su ambición,
el codicioso blasfema y menosprecia al Señor;
4 el impío exclama en el colmo de su arrogancia:
“No hay ningún Dios que me pida cuenta”.
Esto es lo único que piensa.
5 Sus caminos prosperan constantemente;
tus juicios, allá arriba, lo tienen sin cuidado;
elimina de un soplo a todos sus rivales
6 y se dice a sí mismo: “No vacilaré,
seré siempre feliz, no tendré contrariedades”.
Pe 7 Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de violencias;
detrás de sus palabras hay malicia y opresión;
8 se pone al acecho en los poblados
y mata al inocente en lugares ocultos.
Ain Sus ojos espían a los débiles;
9 acecha ocultamente como el león en su guarida;
se agazapa para atrapar al pobre,
y lo atrapa arrastrándolo en sus redes.
10 Espía, se inclina, se dobla,
y cae sobre el débil con todas sus fuerzas.
11 Luego piensa: “Dios lo olvida;
aparta su rostro y nunca ve nada”.
Cof 12 ¡Levántate, Señor Dios, alza tu mano,
no te olvides de los pobres!
13 ¿Por qué el malvado desprecia a Dios,
pensando que tú no pides cuenta?
Res 14 Pero tú lo estás viendo:
tú consideras los trabajos y el dolor,
para tomarlos en tus propias manos.
El débil se encomienda a ti;
tú eres el protector del huérfano.
Sin 15 ¡Quiebra el brazo del malvado y del impío,
castiga su malicia y no subsistirá!
16 El Señor reina para siempre
y los paganos desaparecerán de la tierra.
Tau 17 Tú, Señor, escuchas los deseos de los pobres,
los reconfortas y les prestas atención.
18 Tú haces justicia al huérfano y al oprimido:
¡que el hombre hecho de tierra no infunda más temor!
11 1 Del maestro de coro. De David.
Yo tengo mi refugio en el Señor,
¿cómo pueden decirme entonces:
“Escapa a la montaña como un pájaro,
2 porque los malvados tienden su arco
y ajustan sus flechas a la cuerda,
para disparar desde la penumbra
contra los rectos de corazón?
3 Cuando ceden los cimientos,
¿qué puede hacer el justo?”.
4 Pero el Señor está en su santo Templo,
el Señor tiene su trono en el cielo.
Sus ojos observan el mundo,
sus pupilas examinan a los hombres:
5 el Señor examina al justo y al culpable,
y odia al que ama la violencia.
6 Que él haga llover brasas y azufre
sobre los impíos,
y les toque en suerte un viento abrasador.
7 Porque el Señor es justo y ama la justicia,
y los que son rectos verán su rostro.
12 1 Del maestro de coro. En octava. Salmo de David.
2 ¡Sálvanos, Señor, porque ya no hay gente buena,
ha desaparecido la lealtad entre los hombres!
3 No hacen más que mentirse unos a otros,
hablan con labios engañosos y doblez de corazón.
4 Que el Señor elimine los labios engañosos
y las lenguas jactanciosas de los que dicen:
5 “En la lengua está nuestra fuerza;
nuestros labios nos defienden, ¿quién nos dominará?”.
6 “Por los sollozos del humilde
y los gemidos del pobre,
ahora me levantaré –dice el Señor–
y daré mi ayuda al que suspira por ella”.
7 Las promesas del Señor son sinceras
como plata purificada en el crisol,
depurada siete veces.
8 Tú nos protegerás, Señor,
nos preservarás para siempre de esa gente;
9 por todas partes merodean los malvados
y se encumbran los hombres más indignos.
13 1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 ¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor?
¿Eternamente?
¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
3 ¿Hasta cuándo mi alma estará acongojada
y habrá pesar en mi corazón, día tras día?
¿Hasta cuándo mi enemigo prevalecerá sobre mí?
4 ¡Mírame, respóndeme, Señor, Dios mío!
Ilumina mis ojos,
para que no caiga en el sueño de la muerte,
5 para que mi enemigo no pueda decir:
“Lo he vencido”,
ni mi adversario se alegre de mi fracaso.
6 Yo confío en tu misericordia:
que mi corazón se alegre porque me salvaste.
¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!
14 1 Del maestro de coro. De David.
El necio se dice a sí mismo:
“No hay Dios”.
Todos están pervertidos,
hacen cosas abominables,
nadie practica el bien.
2 El Señor observa desde el cielo
a los seres humanos,
para ver si hay alguien que sea sensato,
alguien que busque a Dios.
3 Todos están extraviados,
igualmente corrompidos;
nadie practica el bien,
ni siquiera uno solo.
4 ¿Nunca aprenderán los malvados,
los que devoran a mi pueblo
como si fuera pan,
y no invocan al Señor?
5 Miren cómo tiemblan de espanto,
porque Dios está a favor de los justos.
6 Ustedes se burlan de las aspiraciones del pobre,
pero el Señor es su refugio.
7 ¡Ojalá venga desde Sión
la salvación de Israel!
Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo,
se alegrará Jacob,
se regocijará Israel.
15 1 Salmo de David.
Señor, ¿quién se hospedará en tu Carpa?,
¿quién habitará en tu santa Montaña?
2 El que procede rectamente
y practica la justicia;
el que dice la verdad de corazón
3 y no calumnia con su lengua.
El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino,
4 el que no estima a quien Dios reprueba
y honra a los que temen al Señor.
El que no se retracta de lo que juró,
aunque salga perjudicado;
5 el que no presta su dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que procede así, nunca vacilará.
16 1 Mictán de David.
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
2 Yo digo al Señor:
“Señor, tú eres mi bien,
no hay nada superior a ti”.
3 Ellos, en cambio, dicen a los dioses de la tierra:
“Mis príncipes, ustedes son toda mi alegría”.
4 Multiplican sus ídolos y corren tras ellos,
pero yo no les ofreceré libaciones de sangre,
ni mis labios pronunciarán sus nombres.
5 El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
6 Me ha tocado un lugar de delicias,
estoy contento con mi herencia.
7 Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
8 Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
9 Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
10 porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
11 Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.
17 1 Oración de David.
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad.
2 Tú me harás justicia,
porque tus ojos ven lo que es recto:
3 si examinas mi corazón
y me visitas por las noches,
si me pruebas al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
Mi boca no se excedió
4 ante los malos tratos de los hombres;
yo obedecí fielmente a tu palabra,
5 y mis pies se mantuvieron firmes
en los caminos señalados:
¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
6 Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
7 Muestra las maravillas de tu gracia,
tú que salvas de los agresores
a los que buscan refugio a tu derecha.
8 Protégeme como a la pupila de tus ojos;
escóndeme a la sombra de tus alas
9 de los malvados que me acosan,
del enemigo mortal que me rodea.
10 Se han encerrado en su obstinación,
hablan con arrogancia en los labios;
11 sus pasos ya me tienen cercado,
se preparan para derribarme por tierra,
12 como un león ávido de presa,
como un cachorro agazapado en su guarida.
13 Levántate, Señor, enfréntalo, doblégalo;
líbrame de los malvados con tu espada,
14 y con tu mano, Señor, sálvame de los hombres:
de los mortales que lo tienen todo en esta vida.
Llénales el vientre con tus riquezas;
que sus hijos también queden hartos
y dejen el resto para los más pequeños.
15 Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar, me saciaré de tu presencia.
18 1 Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que dirigió al Señor las palabras de este canto, cuando él lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.
2 Dijo:
Yo te amo, Señor, mi fuerza,
3 Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador,
mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
4 Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
5 Las olas de la Muerte me envolvieron,
me aterraron los torrentes devastadores,
6 me cercaron los lazos del Abismo,
las redes de la Muerte llegaron hasta mí.
7 Pero en mi angustia invoqué al Señor,
grité a mi Dios pidiendo auxilio,
y él escuchó mi voz desde su Templo,
mi grito llegó hasta sus oídos.
8 Entonces tembló y se tambaleó la tierra;
vacilaron los fundamentos de las montañas,
y se conmovieron a causa de su furor;
9 de su nariz se alzó una humareda,
de su boca, un fuego abrasador,
y arrojaba carbones encendidos.
10 El Señor inclinó el cielo, y descendió
con un espeso nubarrón bajo sus pies;
11 montó en el Querubín y emprendió vuelo,
planeando sobre las alas del viento.
12 Se envolvió en un manto de tinieblas;
un oscuro aguacero y espesas nubes
lo cubrían como un toldo;
13 las nubes se deshicieron en granizo y centellas
al fulgor de su presencia.
14 El Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz;
15 arrojó sus flechas y los dispersó,
multiplicó sus rayos y sembró la confusión.
16 Al proferir tus amenazas, Señor,
al soplar el vendaval de tu ira,
aparecieron los cauces del mar
y quedaron a la vista los cimientos.
17 Él tendió su mano desde lo alto y me tomó,
me sacó de las aguas caudalosas;
18 me libró de mi enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
19 Ellos me enfrentaron en un día nefasto,
pero el Señor fue mi apoyo:
20 me sacó a un lugar espacioso,
me libró, porque me ama.
21 El Señor me recompensó por mi justicia,
me retribuyó por la inocencia de mis manos:
22 porque seguí fielmente los caminos del Señor,
y no me aparté de mi Dios, haciendo el mal;
23 porque tengo presente todas sus decisiones
y nunca me alejé de sus preceptos.
24 Tuve ante él una conducta irreprochable
y me esforcé por no ofenderlo.
25 El Señor me premió, porque yo era justo
y mis manos eran inocentes a sus ojos.
26 Tú eres bondadoso con los buenos
y eres íntegro con el hombre intachable;
27 eres sincero con los que son sinceros
y te muestras astuto con los falsos.
28 Porque tú salvas al pueblo oprimido
y humillas los ojos altaneros;
29 tú eres mi lámpara, Señor:
Dios mío, tu iluminas mis tinieblas.
30 Contigo puedo asaltar una muralla;
con mi Dios, puedo escalar cualquier muralla.
31 El camino de Dios es perfecto,
la promesa del Señor es digna de confianza.
El Señor es un escudo para los que se refugian en él,
32 porque ¿quién es Dios fuera del Señor?,
¿y quién es la Roca fuera de nuestro Dios?
33 Él es el Dios que me ciñe de valor
y hace intachable mi camino;
34 el que me da la rapidez de un ciervo
y me afianza en las alturas;
35 el que adiestra mis manos para la guerra
y mis brazos para tender el arco de bronce.
36 Me entregaste tu escudo victorioso
y tu mano derecha me sostuvo;
me engrandeciste con tu triunfo,
37 me hiciste dar largos pasos,
y no se doblaron mis tobillos.
38 Perseguí y alcancé a mis enemigos,
no me volví hasta que fueron aniquilados;
39 los derroté y no pudieron rehacerse,
quedaron abatidos bajo mis pies.
40 Tú me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste ante mí a mis agresores;
41 pusiste en fuga a mis enemigos,
y yo exterminé a mis adversarios.
42 Imploraron, pero nadie los salvó;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
43 Los deshice como polvo barrido por el viento,
los pisé como el barro de las calles.
44 Tú me libraste de un ejército incontable
y me pusiste al frente de naciones:
pueblos extraños son mis vasallos.
45 Gente extranjera me rinde pleitesía;
apenas me oyen nombrar, me prestan obediencia.
46 Los extranjeros palidecen ante mí
y, temblando, abandonan sus refugios.
47 ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación,
48 el Dios que venga mis agravios
y pone a los pueblos a mis pies!
49 Tú me liberas de mis enemigos,
me haces triunfar de mis agresores
y me libras del hombre violento.
50 Por eso te alabaré entre las naciones
y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre.
51 Él concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido,
a David y a su descendencia para siempre.
19 1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
3 un día transmite al otro este mensaje
y las noches se van dando la noticia.
4 Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,
5 resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol,
6 y este, igual que un esposo que sale de su alcoba,
se alegra como un atleta al recorrer su camino.
7 Él sale de un extremo del cielo,
su órbita llega hasta el otro extremo,
y no hay nada que escape a su calor.
8 La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.
9 Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.
10 La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.
11 Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.
12 También a mí me instruyen:
observarlos es muy provechoso.
13 Pero ¿quién advierte sus propios errores?
Purifícame de las faltas ocultas.
14 Presérvame, además, del orgullo,
para que no me domine:
entonces seré irreprochable
y me veré libre de ese gran pecado.
15 ¡Ojalá sean de tu agrado
las palabras de mi boca,
y lleguen hasta ti mis pensamientos,
Señor, mi Roca y mi redentor!
20 1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 El Señor te haga triunfar
en el momento del peligro,
que el nombre del Dios de Jacob sea tu baluarte.
3 Que él te auxilie desde su Santuario
y te proteja desde Sión;
4 que se acuerde de todas tus ofrendas
y encuentre aceptables tus holocaustos. Pausa
5 Que satisfaga todos tus deseos
y cumpla todos tus proyectos,
6 para que aclamemos tu victoria
y alcemos los estandartes
en nombre de nuestro Dios.
¡Que el Señor te conceda todo lo que pides!
7 Ahora sé que el Señor
ha dado la victoria a su Ungido,
lo ha hecho triunfar desde su santo cielo
con las proezas de su mano salvadora.
8 Unos se fían de sus carros y otros de sus caballos,
pero nuestra fuerza está en el nombre
de nuestro Dios.
9 Ellos tropezaron y cayeron,
mientras nosotros nos mantuvimos erguidos
y confiados.
10 ¡Señor, concede la victoria al rey,
escúchanos cuando te invocamos!
21 1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 Señor, el rey se regocija por tu fuerza,
¡y cuánto se alegra por tu victoria!
3 Tú has colmado los deseos de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios. Pausa
4 Porque te anticipas a bendecirlo con el éxito
y pones en su cabeza una corona de oro puro.
5 Te pidió larga vida y se la diste:
días que se prolongan para siempre.
6 Su gloria se acrecentó por tu triunfo,
tú lo revistes de esplendor y majestad;
7 le concedes incesantes bendiciones,
lo colmas de alegría en tu presencia.
8 Sí, el rey confía en el Señor
y con la gracia del Altísimo no vacilará.
9 Tu mano alcanzará a todos tus enemigos,
tu derecha vencerá a los que te odian.
10 Los convertirás en un horno encendido,
cuando se manifieste tu presencia.
El Señor los consumirá con su enojo,
el fuego los destruirá por completo:
11 eliminarás su estirpe de la tierra,
y a sus descendientes de entre los hombres.
12 Ellos trataron de hacerte mal,
urdieron intrigas, pero sin resultado:
13 porque tú harás que vuelvan la espalda,
apuntándoles a la cara con tus arcos.
14 ¡Levántate, Señor, con tu fuerza,
para que cantemos y celebremos tus proezas!
22 1 Del maestro de coro. Según la melodía de “La cierva de la aurora”. Salmo de David.
2 Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás lejos
de mi clamor y mis gemidos?
3 Te invoco de día, y no respondes,
de noche, y no encuentro descanso;
4 y sin embargo, tú eres el Santo,
que reinas entre las alabanzas de Israel.
5 En ti confiaron nuestros padres:
confiaron, y tú los libraste;
6 clamaron a ti y fueron salvados,
confiaron en ti y no quedaron defraudados.
7 Pero yo soy un gusano, no un hombre;
la gente me escarnece
y el pueblo me desprecia;
8 los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
9 “Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto”.
10 Tú, Señor, me sacaste del seno materno,
me confiaste al regazo de mi madre;
11 a ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
12 No te quedes lejos, porque acecha el peligro
y no hay nadie para socorrerme.
13 Me rodea una manada de novillos,
me acorralan toros de Basán;
14 abren sus fauces contra mí
como leones rapaces y rugientes.
15 Soy como agua que se derrama
y todos mis huesos están dislocados;
mi corazón se ha vuelto como cera
y se derrite en mi interior;
16 mi garganta está seca como una teja
y la lengua se me pega al paladar.
17 Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies
16c y me hunden en el polvo de la muerte.
18 Yo puedo contar todos mis huesos;
ellos me miran con aire de triunfo,
19 se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
20 Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.
21 Libra mi cuello de la espada
y mi vida de las garras del perro.
22 Sálvame de la boca del león,
salva a este pobre de los toros salvajes.
23 Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
24 “Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.
25 Porque él no ha mirado con desdén
ni ha despreciado la miseria del pobre:
no le ocultó su rostro
y lo escuchó cuando pidió auxilio”.
26 Por eso te alabaré en la gran asamblea
y cumpliré mis votos delante de los fieles:
27 los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
28 Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
29 Porque sólo el Señor es rey
y él gobierna a las naciones.
30 Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
31 glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
32 anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.
23 1 Salmo de David.
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
2 Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
3 y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
4 Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
5 Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
6 Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
24 1 Salmo de David.
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
2 porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano.
3 ¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
4 El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos
ni jura falsamente:
5 él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su salvador.
6 Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
Pausa
7 ¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
8 ¿Y quién es ese Rey de la gloria?
Es el Señor, el fuerte, el poderoso,
el Señor poderoso en los combates.
9 ¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
10 ¿Y quién es ese Rey de la gloria?
El Rey de la gloria
es el Señor de los ejércitos. Pausa
Die Psalmen (BPD) 1