1 der Könige (BPD) 1
1 1 El rey David estaba viejo, muy avanzado en años, y por más que lo abrigaban no entraba en calor. 2 Sus servidores le dijeron: “Sería conveniente buscarle al rey, mi señor, una jovencita: ella estará al servicio del rey y cuidará de él; dormirá entre sus brazos, y así mi señor, el rey, entrará en calor”. 3 Entonces buscaron por todo el territorio de Israel una joven hermosa; encontraron a Abisag, la sunamita, y se la llevaron al rey. 4 La joven, que era muy hermosa, cuidaba al rey y estaba a su servicio. Pero el rey no se unió a ella.
5 Mientras tanto, Adonías, hijo de Jaguit, se ufanaba diciendo: “Yo seré el rey”. Y se consiguió un carro de guerra, caballos y cincuenta hombres que corrían delante de él. 6 Pero nunca su padre lo había reprendido, preguntándole por qué hacía eso. Además, era muy apuesto, y había nacido después de Absalón. 7 Adonías mantuvo conversaciones con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Ebiatar, que le prestaron su apoyo. 8 En cambio, el sacerdote Sadoc, Benaías, hijo de Iehoiadá, el profeta Natán, Samei, Reí y el cuerpo de los valientes de David no estaban de su parte.
9 Un día, Adonías sacrificó ovejas, bueyes y terneros cebados junto a la Piedra de Zojélet, que está al lado de la fuente de Roguel, e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey; 10 pero no invitó al profeta Natán, a Benaías, al cuerpo de los valientes de David, ni a su hermano Salomón.
11 Entonces Natán dijo a Betsabé, la madre de Salomón: “¿No te has enterado de que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey sin que nuestro señor David lo sepa? 12 Ahora bien, te voy a dar un consejo para que salves tu vida y la de tu hijo Salomón. 13 Ve a presentarte ante el rey y dile: Rey, mi señor, tú mismo has hecho este juramento a tu servidora: ‘Salomón, tu hijo, reinará después de mí y se sentará en mi trono’. ¿Por qué entonces Adonías se ha proclamado rey? 14 Y cuando todavía estés allí, hablando con el rey, yo entraré detrás de ti y confirmaré tus palabras”.
15 Betsabé se presentó ante el rey en su habitación privada. El rey estaba muy viejo y Abisag, la sunamita, lo servía. 16 Betsabé se inclinó profundamente ante el rey, y este le preguntó: “¿Qué quieres?”. 17 Ella le dijo: “Mi señor, tú mismo has hecho a tu servidora este juramento, por el Señor, tu Dios: ‘Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará en mi trono’. 18 Pero ahora Adonías se ha proclamado rey, sin que tú, mi señor el rey, lo sepas. 19 Él ha sacrificado una gran cantidad de bueyes, de terneros cebados y de corderos, y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Ebiatar, y a Joab, el jefe del ejército. Pero no ha invitado a tu hijo Salomón. 20 Por eso, todo Israel tiene los ojos puestos en ti, para que le anuncies quién debe sentarse en el trono de mi señor el rey, después de él. 21 De lo contrario, cuando mi señor el rey se vaya a descansar con sus padres, yo y mi hijo Salomón correremos la suerte de los culpables”.
22 Todavía estaba hablando con el rey, cuando llegó el profeta Natán. 23 Le anunciaron al rey: “Está aquí el profeta Natán”. Él se presentó al rey y se postró delante de él con el rostro en tierra. 24 Luego dijo Natán: “Mi señor el rey, sin duda tú has dicho: ‘Adonías reinará después de mí y se sentará en mi trono’. 25 Porque hoy bajó a sacrificar una gran cantidad de bueyes, de terneros cebados y de corderos, e invitó a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Ebiatar. Ahora están comiendo y bebiendo delante de él, y lo han aclamado: ¡Viva el rey Adonías! 26 Pero a mí, que soy tu servidor, al sacerdote Sadoc, a Benaías, hijo de Iehoiadá, y a tu servidor Salomón, no nos ha invitado. 27 Tal vez esta decisión provenga de mi señor el rey, sin que tú hayas querido hacer saber a tus servidores quién se sentaría en el trono de mi señor el rey, después de él”.
28 Entonces el rey David tomó la palabra y dijo: “Llámenme a Betsabé”. Ella se presentó al rey y se quedó de pie delante de él. 29 Y el rey juró, diciendo: “¡Por la vida del Señor, que me ha librado de todo peligro, 30 hoy mismo daré cumplimiento a lo que te he jurado por el Señor, el Dios de Israel, cuando dije: Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará en mi trono en lugar mío!”. 31 Betsabé se inclinó con el rostro en tierra y se postró delante del rey. Luego exclamó: “¡Viva para siempre mi señor el rey David!”.
32 El rey David dijo: “Llámenme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías, hijo de Iehoiadá”. Ellos se presentaron ante el rey, 33 y él les ordenó: “Tomen con ustedes a los servidores de su señor, monten a mi hijo Salomón en mi propia mula y háganlo bajar a Guijón. 34 Allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán rey de Israel; ustedes sonarán la trompeta y lo aclamarán: ¡Viva el rey Salomón! 35 Luego volverán a subir detrás de él, y él vendrá a sentarse en mi trono y reinará en mi lugar: yo lo he constituido jefe de Israel y de Judá”. 36 Entonces Benaías, hijo de Iehoiadá, respondió al rey: “¡Amén! Así lo haga el Señor, el Dios de mi señor el rey. 37 Como el Señor estuvo con mi señor el rey, esté también con Salomón y engrandezca su trono más aún que el trono de mi señor el rey David”.
38 El sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías, hijo de Iehoiadá, los quereteos y los peleteos bajaron, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Guijón. 39 El sacerdote tomó de la Carpa el cuerno de aceite y ungió a Salomón. Entonces sonó la trompeta y todo el pueblo exclamó: ¡Viva el rey Salomón! 40 Después, todo el pueblo volvió a subir detrás de él, al son de las flautas y dando tales señales de alegría, que la tierra parecía estallar bajo sus gritos.
41 Adonías y los invitados que estaban con él oyeron el ruido cuando terminaban de comer. Joab, por su parte, al oír el sonido de la trompeta, preguntó: “¿A qué se debe ese tumulto en la ciudad?”. 42 Todavía estaba hablando, cuando llegó Jonatán, el hijo del sacerdote Ebiatar. Adonías dijo: “Ven, tú eres un hombre de bien y seguro que traes buenas noticias”. 43 Pero Jonatán tomó la palabra y dijo a Adonías: “¡Al contrario! Nuestro señor, el rey David, ha proclamado rey a Salomón. 44 El rey envió con él al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaías, hijo de Iehoiadá, a los quereteos y a los peleteos, y ellos lo hicieron montar en la mula del rey. 45 Luego el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungieron rey en Guijón. De allí todos volvieron a subir muy contentos, y la ciudad está alborotada. Ese es el ruido que ustedes han oído. 46 Además, Salomón se ha sentado en el trono real, 47 y también los servidores del rey fueron a felicitar a nuestro señor el rey David, diciendo: ‘Que tu Dios haga el nombre de Salomón más ilustre que el tuyo y engrandezca su trono más que el tuyo’. El rey, en su lecho, hizo un gesto de asentimiento, 48 y también pronunció estas palabras: ‘¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha permitido hoy que un hombre de mi descendencia esté sentado en mi trono, y que lo vean mis ojos!’”.
49 Llenos de pánico, todos los invitados de Adonías se levantaron y se fueron cada uno por su lado.
50 Adonías, por su parte, tuvo miedo de Salomón, se levantó y fue a agarrarse de los cuernos del altar.
51 Entonces le avisaron a Salomón: “Adonías tiene miedo de ti y se ha agarrado de los cuernos del altar, diciendo: ‘Que el rey Salomón me jure primero que no hará morir a su servidor por la espada’”.
52 El rey dijo: “Si se comporta como un hombre de bien, ni uno solo de sus cabellos caerá por tierra; pero si es sorprendido en falta, morirá”. 53 Salomón mandó que lo bajaran del altar. Adonías fue a postrarse ante el rey, y Salomón le dijo: “Vete a tu casa”.
2 1 Estando ya próximo a su muerte, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón: 2 “Yo me voy por el camino de todo el mundo. Sé fuerte y compórtate como un hombre. 3 Observa las prescripciones del Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, observando sus preceptos, sus mandamientos, sus leyes y sus instrucciones, según lo que está escrito en la Ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas, 4 y el Señor mantendrá esta palabra que me ha dicho: Si tus hijos vigilan su conducta, caminando delante de mí con fidelidad, de todo corazón y con toda su alma, nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel.
5 Tú sabes, además, lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los dos jefes de los ejércitos de Israel, a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Iéter: como los mató, vengando en tiempo de paz la sangre derramada en la guerra; así manchó con sangre inocente mi cinturón y mis sandalias. 6 Obra conforme a tu sabiduría, y no dejes que sus cabellos blancos bajen en paz al Abismo. 7 En cambio, a los hijos de Barzilai, el galaadita, trátalos con bondad y cuéntalos entre tus comensales, porque así me trataron a mí cuando huía de tu hermano Absalón. 8 Tú tienes todavía cerca de ti a Simei, hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurím; él me maldijo despiadadamente el día en que yo iba a Majanaim. Pero cuando bajó a recibirme en el Jordán, yo le juré por el Señor: No te haré morir por la espada. 9 Ahora no lo dejes sin castigo, porque eres un hombre sensato y sabes cómo deberás tratarlo para que sus cabellos blancos bajen ensangrentados al Abismo”.
1 Crón. 29. 26-28
10 David se fue a descansar con sus padres, y lo enterraron en la Ciudad de David. 11 Cuarenta años duró su reinado sobre Israel: reinó siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. 12 Salomón se sentó en el trono de su padre David, y su realeza quedó firmemente afianzada.
13 Adonías, hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. “¿Vienes en son de paz?”, preguntó ella. “Sí”, respondió él. 14 Y añadió: “Tengo algo que decirte”. “Habla”, replicó ella. 15 Entonces él dijo: “Tú sabes que a mí me correspondía la realeza y que todo Israel tenía los ojos puestos en mí, esperando que yo reinara. Pero la realeza se me escapó de las manos y fue a parar a mi hermano, porque el Señor se la tenía destinada. 16 Ahora tengo que hacerte un solo pedido; no me lo niegues”. Ella le dijo: “Habla”. 17 Él prosiguió: “Pídele por favor al rey Salomón que me dé por esposa a Abisag, la sunamita. Seguramente no te lo va a negar”. 18 “Está bien, respondió Betsabé, yo misma le hablaré de ti al rey”.
19 Betsabé fue a presentarse al rey Salomón para hablarle de Adonías. El rey se levantó, fue a su encuentro y le hizo una inclinación. Luego se sentó en su trono, mandó poner un trono para la madre del rey, y ella se sentó a su derecha. 20 Entonces ella dijo: “Tengo que hacerte un pequeño pedido; no me lo niegues”. El rey respondió: “Pide, madre mía, porque no te lo voy a negar”. 21 Ella le dijo: “Que se dé a Abisag, la sunamita, como esposa a tu hermano Adonías”. 22 Pero el rey Salomón replicó a su madre, diciendo: “¿Por qué pides para Adonías a la sunamita Abisag? ¡Pide más bien para él la realeza, ya que es mi hermano mayor! ¡Sí, para él, para el sacerdote Ebiatar y para Joab, hijo de Sarvia!”. 23 Y el rey Salomón juró por el Señor, diciendo: “¡Que Dios me castigue si Adonías no ha pronunciado esta palabra a costa de su propia vida! 24 Y ahora, ¡por la vida del Señor, que me ha afianzado haciéndome sentar en el trono de mi padre David, y que me ha constituido una dinastía, conforme a lo que había dicho, juro que Adonías morirá hoy mismo!”. 25 En seguida el rey Salomón envió a Benaías, hijo de Iehoiadá, y este hirió de muerte a Adonías.
26 En cuanto al sacerdote Ebiatar, el rey le dijo: “Vete a tus campos de Anatot. Aunque mereces la muerte, hoy no te haré morir, porque has llevado el Arca del Señor delante de mi padre David, y has compartido todas sus aflicciones”. 27 Y Salomón destituyó a Ebiatar de su función de sacerdote del Señor, cumpliendo así la palabra que el Señor había pronunciado contra la casa de Elí, en Silo.
28 La noticia llegó a oídos de Joab, y como él se había puesto de parte de Adonías, aunque no de Absalón, fue a refugiarse en la Carpa del Señor y se agarró de los cuernos del altar. 29 Cuando informaron al rey Salomón: “Joab se ha refugiado en la Carpa del Señor y está al lado del altar”, Salomón mandó decir a Joab: “¿Qué motivo tienes para refugiarte junto al altar?”. Joab respondió: “Tuve miedo de ti y fui a refugiarme junto al Señor”. Entonces Salomón envió a Benaías, hijo de Iehoiadá, con esta orden: “Ve y mátalo”. 30 Benaías entró en la Carpa del Señor y dijo a Joab: “El rey ordena que salgas”. Pero él replicó: “No, moriré aquí”. Benaías llevó la respuesta al rey: “Joab ha dicho esto y me ha respondido así”. 31 Y el rey le dijo: “Procede conforme a lo que él ha dicho: mátalo y luego entiérralo. Así apartarás de mí y de la casa de mi padre la sangre inocente que ha derramado Joab. 32 El Señor hará recaer esa sangre sobre su cabeza, porque él mató a dos hombres más justos y mejores que él, y los hizo morir bajo la espada, sin que lo supiera mi padre David: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Iéter, jefe del ejército de Judá. 33 Su sangre recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; en cambio, para David, para su descendencia, para su casa y su trono, habrá paz perpetua de parte del Señor”. 34 Entonces Benaías, hijo de Iehoiadá, subió e hirió de muerte a Joab, y este fue sepultado en su casa, en el desierto. 35 En lugar de Joab, el rey puso al frente del ejército a Benaías, hijo de Iehoiadá. Y al sacerdote Sadoc lo puso en lugar de Ebiatar.
36 El rey mandó llamar a Semei y le dijo: “Constrúyete una casa en Jerusalén y quédate allí, sin salir a ninguna parte. 37 Porque si un día sales y cruzas el torrente Cedrón, sábelo bien: morirás irremediablemente; tu sangre recaerá sobre tu cabeza”. 38 Semei dijo al rey: “Muy bien. Tu servidor obrará conforme a lo que ha dicho mi señor el rey”. Y Semei permaneció largo tiempo en Jerusalén.
39 Pero, al cabo de tres años, dos esclavos de Semei huyeron al reino de Aquís, hijo de Maacá, rey de Gat. Alguien le avisó a Semei: “Mira que tus esclavos están en Gat”. 40 Entonces Semei se levantó, ensilló su asno y se fue a Gat, donde estaba Aquís, para buscar a sus esclavos; no hizo más que ir y traer de Gat a sus esclavos.
41 Cuando le avisaron a Salomón que Semei había ido de Jerusalén a Gat y que estaba de vuelta, 42 el rey mandó llamar a Semei y le dijo: “¿Acaso no te hice jurar por el Señor, advirtiéndote expresamente que apenas salieras y fueras a cualquier parte podrías estar seguro de que morirías sin remedio? Y tú me respondiste: Está bien, me doy por enterado. 43 ¿Por qué entonces no has cumplido el juramento del Señor y la orden que te di?”. 44 Y el rey siguió diciendo a Semei: “Tú sabes bien, y tu corazón lo reconoce, todo el daño que hiciste a mi padre David. El Señor hará recaer tu maldad sobre tu cabeza, 45 mientras que el rey Salomón será bendecido, y el trono de David será estable para siempre delante del Señor”. 46 Luego el rey dio una orden a Benaías, hijo de Iehoiadá, y este salió e hirió de muerte a Semei.
Así la realeza quedó afirmada en manos de Salomón.
3 1 Salomón se emparentó con el Faraón, rey de Egipto: tomó por esposa a la hija del Faraón y la llevó a la Ciudad de David, hasta que terminó de construir su propia casa, la Casa del Señor y el muro en torno de Jerusalén. 2 Pero como hasta esos días no se había construido la Casa para el Nombre del Señor, el pueblo ofrecía sacrificios en los lugares altos. 3 Salomón amaba al Señor y caminaba según las prescripciones de su padre David. Sin embargo, ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos.
2 Crón. 1. 3-13
4 El rey fue a Gabaón para ofrecer sacrificios allí, porque ese era el principal lugar alto. Sobre ese altar, Salomón ofreció mil holocaustos.
5 En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: “Pídeme lo que quieras”. 6 Salomón respondió: “Tú has tratado a tu servidor David, mi padre, con gran fidelidad, porque él caminó en tu presencia con lealtad, con justicia y rectitud de corazón; tú le has atestiguado esta gran fidelidad, dándole un hijo que hoy está sentado en su trono. 7 Y ahora, Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo. 8 Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. 9 Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?”.
10 Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido, 11 y Dios le dijo: “Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, 12 yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti. 13 Y también te doy aquello que no has pedido: tanta riqueza y gloria que no habrá nadie como tú entre los reyes, durante toda tu vida. 14 Y si vas por mis caminos, observando mis preceptos y mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, también te daré larga vida”.
15 Salomón se despertó, y comprendió que había tenido un sueño. Luego regresó a Jerusalén y se presentó ante el Arca de la Alianza del Señor; ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, e hizo un banquete para todos sus servidores.
16 Una vez, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey. 17 Una de las mujeres le dijo: “¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa. 18 Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos. 19 Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él. 20 Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo. 21 A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido”. 22 La otra mujer protestó: “¡No! ¡El que vive es mi hijo!”. Y así discutían en presencia del rey.
23 El rey dijo: “Esta mujer afirma: ‘Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo’. Esta otra dice: ‘No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío’”. 24 Y en seguida añadió: “Tráiganme una espada”. Le presentaron la espada, 25 y el rey ordenó: “Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra”. 26 Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: “¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!”. La otra, en cambio, decía: “¡No será ni para mí ni para ti! ¡Que lo dividan!”. 27 Pero el rey tomó la palabra y dijo: “Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!”.
28 Todo Israel oyó hablar de la sentencia que había pronunciado el rey; y sintieron por él un gran respeto, porque vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.
4 1 El rey Salomón reinó sobre todo Israel. 2 Y estos eran sus ministros:
Azarías, hijo de Sadoc, sacerdote;
3 Elijoref y Ajías, hijos de Sisá, secretarios;
Josafat, hijo de Ajilud, archivista;
4 Benaías, hijo de Iehoiadá, jefe del ejército;
Sadoc y Ebiatar, sacerdotes;
5 Azarías, hijo de Natán, jefe de los prefectos;
Zabud, hijo de Natán, familiar del rey;
6 Ajisar, mayordomo de palacio;
Adonirám, hijo de Abdá, encargado de las prestaciones de servicio.
7 Salomón tenía doce prefectos distribuidos por todo Israel. Ellos abastecían al rey y a su casa, un mes por año cada uno. 8 Sus nombres eran estos:
el hijo de Jur, en la montaña de Efraím;
9 el hijo de Déquer, en Macás, Saalbím, Bet Semes y Elón, hasta Bet Janán;
10 el hijo de Jésed, en Arubot; él tenía a su cargo Soco y toda la región de Jéfer;
11 el hijo de Abinadab, en todas las alturas de Dor; Tafat, hija de Salomón, era su esposa;
12 Baaná, hijo de Ajilud, en Taanac y Meguido, y en todo Bet Seán, que está al lado de Sartán por debajo de Izreel, desde Bet Seán hasta Abel Mejolá, más allá de Iocmeám;
13 el hijo de Guéber, en Ramot de Galaad; él tenía a su cargo los campamentos de Iaír, hijo de Manasés, que están en Galaad, y también el distrito de Argob, que está en Basán: sesenta grandes ciudades, amuralladas y con cerrojos de bronce;
14 Ajinadab, hijo de Idó, en Majanaim;
15 Ajimaás, en Neftalí; también este se había casado con una hija de Salomón, llamada Basmat;
16 Baaná, hijo de Jusai, en Aser y en Bealot;
17 Josafat, hijo de Paruá, en Isacar;
18 Simei, hijo de Elá, en Benjamín;
19 Guéber, hijo de Urí, en la región de Galaad, el país de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán.
Él tenía además un prefecto en el país de Judá.
20 Judá e Israel eran tan numerosos como la arena que está a la orilla del mar; todos comían, bebían y vivían felices.
5 1 Salomón dominaba sobre todos los reinos, desde el Río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto. Ellos pagaban un tributo y estuvieron sometidos a Salomón durante toda su vida.
2 Los víveres que Salomón recibía cada día eran estos: treinta barriles de harina de la mejor calidad y sesenta de harina común; 3 diez bueyes cebados, veinte bueyes de pastoreo y cien reses de ganado menor, sin contar los ciervos, las gacelas, los antílopes y las aves de corral.
4 Él dominaba sobre toda la región comprendida entre el Éufrates y el Mar, desde Tifsá hasta Gaza, sobre todos los reyes que estaban más acá del Éufrates, y gozó de paz en todas sus fronteras. 5 Judá e Israel vivieron seguros, cada uno bajo su parra y bajo su higuera, desde Dan hasta Berseba, durante todos los días de Salomón.
6 Salomón tenía cuatro mil establos para los caballos de sus carros, y doce mil caballos de montar. 7 Los prefectos, cada uno en el mes que le correspondía, abastecían al rey Salomón y a todos aquellos que eran recibidos en su mesa, sin dejar faltar nada. 8 En cuanto a la cebada y al forraje para los caballos y los animales de tiro, lo llevaban al lugar donde se encontraba el rey, cada uno según la consigna recibida.
9 Dios concedió a Salomón una sabiduría y una inteligencia extremadamente grandes, y tanta amplitud de espíritu cuanta arena hay en las playas del mar. 10 La sabiduría de Salomón superaba la de todos los Orientales y toda la sabiduría de Egipto. 11 Él fue el más sabio de los hombres, más sabio que Etán, el ezrajita, más que Hemán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol. Su renombre se extendía por todas las naciones vecinas. 12 Pronunció tres mil máximas, y sus poemas fueron mil cinco. 13 Trató acerca de las plantas, tanto del cedro del Líbano como del hisopo que crece en los muros; también trató acerca de los cuadrúpedos, de los pájaros, de los reptiles y de los peces. 14 De todos los pueblos, y de parte de todos los reyes de la tierra que habían oído hablar de la sabiduría del rey Salomón, acudía gente para escuchar su sabiduría.
2 Crón. 2. 2-15
15 Jirám, rey de Tiro, envió una embajada a Salomón, porque se enteró de que lo habían ungido rey en lugar de su padre David, y él había sido siempre amigo de David. 16 Entonces Salomón mandó a decir a Jirám: 17 “Tú sabes bien que mi padre David no pudo construir una Casa para el Nombre del Señor, su Dios, a causa de las guerras en que se vio envuelto, hasta que el Señor puso a todos sus enemigos bajo la planta de sus pies. 18 Pero ahora el Señor, mi Dios, me ha dado la paz en todas mis fronteras: ya no hay adversarios ni contratiempos. 19 Por eso he pensado edificar una Casa para el Nombre del Señor, mi Dios, conforme a lo que dijo el Señor a mi padre David: ‘Tu hijo, el que yo pondré sobre tu trono en lugar de ti, será el que construirá la Casa para mi Nombre’. 20 Ahora, ordena que corten para mí cedros en el Líbano; mis servidores trabajarán con los tuyos, y yo te entregaré como salario de tus servidores todo lo que tú digas. Porque sabes bien que no hay nadie que sepa cortar árboles como los sidonios”.
21 Cuando Jirám oyó las palabras de Salomón, sintió una gran alegría y exclamó: “¡Bendito sea hoy el Señor, que ha dado a David un hijo sabio, para que esté al frente de ese pueblo tan numeroso!”. 22 Luego Jirám mandó decir a Salomón: “He recibido tu mensaje. En lo que a mí respecta, haré todo lo que deseas, enviando madera de cedro y de ciprés. 23 Mis servidores bajarán los troncos desde el Líbano hasta el Mar, y yo haré con ellos balsas para transportarlos por mar hasta el lugar que tú me indiques; allí haré desatar los troncos, y tú los recogerás. Tú, por tu parte, cumplirás mi deseo proveyendo de víveres a mi casa”.
24 Jirám entregaba a Salomón toda la madera de cedro y de ciprés que él quería, 25 y Salomón le dio a Jirám veinte mil barriles de trigo para la manutención de su casa, más veinte mil cántaros de aceite puro de oliva. Esto era lo que Salomón entregaba a Jirám anualmente. 26 El Señor dio sabiduría a Salomón, tal como se lo había prometido. Jirám y Salomón vivieron en perfecta armonía, y entre los dos concluyeron un pacto.
2 Crón. 2. 1, 16-17
27 El rey Salomón hizo un reclutamiento de obreros en todo Israel: los reclutados fueron treinta mil. 28 Luego los envió al Líbano por turnos, dos mil por mes. Así estaban un mes en el Líbano y dos meses en su casa. Adonirám era el encargado del reclutamiento.
29 Salomón tenía además setenta mil hombres que transportaban las cargas, y ochenta mil canteros en la montaña, 30 aparte de los capataces puestos por Salomón para supervisar los trabajos: eran tres mil trescientos hombres, que dirigían a los que ejecutaban los trabajos.
31 El rey mandó extraer grandes bloques de piedras, bien seleccionadas, para poner con piedras talladas los cimientos de la Casa. 32 Los obreros de Salomón, junto con los de Jirám y los venidos de Guebal, tallaron y prepararon las maderas y las piedras para edificar la Casa.
2 Crón. 3. 1-9
6 1 Cuatrocientos ochenta años después que los israelitas salieron del país de Egipto, en el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv –que es el segundo mes– Salomón comenzó a construir la Casa del Señor. 2 La Casa que el rey Salomón construyó para el Señor tenía treinta metros de largo, veinte de ancho y quince de alto. 3 El vestíbulo, frente a la nave central del Templo, medía diez metros de largo, cubriendo todo el ancho de la Casa, y cinco metros de ancho, sobre el frente de la Casa. 4 A la Casa le puso ventanas con marcos y enrejados. 5 Y adosado al muro de la Casa, edificó un anexo que rodeaba los muros de la Casa, alrededor de la nave central y del lugar santísimo, donde hizo los pisos laterales. 6 El piso bajo medía dos metros de ancho; el piso intermedio, dos metros y medio de ancho; el tercero, tres metros de ancho; porque había hecho unas cornisas alrededor de la Casa, para no empotrar las vigas en los muros de la Casa. 7 Cuando fue construida la Casa, se la edificó con piedras ya preparadas en la cantera; así no se oyó en la Casa ruido de martillos, ni de picos, ni de ninguna otra herramienta durante su construcción. 8 La entrada del piso lateral inferior estaba ubicada hacia el lado derecho de la Casa, y por una escalera caracol se subía al piso intermedio, y de este al tercero. 9 Cuando Salomón terminó de construir la Casa, la revistió de un artesonado con paneles y armadura de cedro. 10 El anexo lo construyó adosado a toda la Casa; tenía dos metros y medio de altura, y estaba unido a la Casa con maderas de cedro.
11 La palabra del Señor llegó a Salomón en estos términos: 12 “En atención a esta Casa que estás construyendo, si tú caminas según mis preceptos, si practicas mis leyes y observas mis mandamientos, obrando de acuerdo con ellos, yo cumpliré mi palabra acerca de ti, la que dije a tu padre David: 13 habitaré en medio de los israelitas y no abandonaré a mi pueblo Israel”.
14 Cuando Salomón terminó de construir la Casa, 15 revistió sus muros interiores con planchas de cedro, desde el suelo de la Casa hasta los postes del artesonado; revistió de madera el interior y recubrió el suelo de la Casa con planchas de ciprés. 16 Los diez metros del fondo de la Casa los revistió con planchas de cedro, desde el suelo hasta los postes, y reservó ese espacio interior para el lugar santísimo, el Santo de los santos.
17 La Casa, es decir, la nave central delante del lugar santísimo, medía veinte metros. 18 El cedro del interior de la Casa tenía bajorrelieves en forma de coloquíntidas y de pimpollos. Era todo de cedro y no se veían las piedras. 19 En el fondo de la Casa, en lo más interior, dispuso el lugar santísimo para poner allí el Arca de la Alianza del Señor. 20 Delante del lugar santísimo –que tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto, y que Salomón había recubierto de oro puro– se encontraba el altar revestido de cedro. 21 Salomón recubrió de oro fino el interior de la Casa e hizo pasar cadenas de oro por delante del lugar santísimo, al que revistió de oro. 22 Toda la Casa la recubrió íntegramente de oro, y también recubrió de oro el altar para el lugar santísimo.
2 Crón. 3. 10-14
23 En el lugar santísimo hizo dos querubines de madera de olivo; cada uno medía cinco metros de altura. 24 Las alas del primer querubín medían dos metros y medio cada una, de manera que había cinco metros desde el extremo de una de sus alas hasta el extremo de la otra. 25 El segundo querubín medía también cinco metros; los dos querubines tenían la misma dimensión y la misma forma: 26 uno y otro medían cinco metros de altura. 27 Salomón puso los querubines en medio del recinto interior. Estos tenían las alas desplegadas: un ala del primer querubín tocaba el muro y un ala del segundo tocaba el muro opuesto; y las alas extendidas hacia el centro de la Casa se tocaban una con otra. 28 También a los querubines los revistió de oro.
29 Alrededor de todos los muros de la Casa, hizo cincelar figuras de querubines, de palmeras y pimpollos, tanto en el interior como en el exterior del lugar santísimo. 30 Y revistió de oro el suelo de la Casa, dentro y fuera del lugar santísimo.
31 A la entrada del lugar santísimo, hizo unas puertas de madera de olivo; el dintel y los postes tenían forma pentagonal. 32 Sobre las dos hojas de madera de olivo, hizo cincelar querubines, palmeras y pimpollos; revistió de oro las puertas, y aplicó oro laminado sobre los querubines y las palmeras. 33 Lo mismo hizo para la entrada de la nave central: hizo un marco de madera de olivo, de forma cuadrangular, 34 y dos puertas de madera de ciprés, cada una con dos hojas giratorias. 35 Hizo esculpir querubines, palmeras y pimpollos, y los revistió de oro, bien aplicado a los relieves. 36 Luego edificó el patio interior, con tres hileras de piedras talladas y una hilera de tablas de cedro.
37 En el cuarto año, en el mes de Ziv, se pusieron los fundamentos de la Casa del Señor. 38 En el año undécimo, en el mes de Bul –que es el octavo mes– , fue terminada la Casa en todos sus detalles y conforme al proyecto. Siete años tardó Salomón para terminarla.
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1 der Könige (BPD) 1