Teresa III Cartas 62
62 A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla.
Jesús.
1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. En la carta de mi padre fray Nicolás me he alargado en algunas cosas, que no diré aquí, porque vuestra reverencia las verá. La suya viene tan buena, y humilde, que merecía larga respuesta. Mas vuestra reverencia ha querido escriba al buen Rodrigo Álvarez, y ansí lo hago, y no hay cabeza para mucho más. Dice Estéfano dará estas a quien las lleve a recado. Plegue a Dios sea ansí. Holgado me he con él, y pesádome de que se viene. Téngole tan agradecido lo que hizo en tiempo de tanta necesidad, que no había vuestra reverencia menester acordármelo. Procurar [263] tengo se torne allá, que es mucho para en esa tierra haber de quien se fiar.
2. En esta no me hallo tan mal de salud, como por otras. De la poca que me escribe la hermana Gabriela, que tiene vuestra reverencia, me ha pesado mucho. Los trabajos han sido tantos, que aunque fuera de piedra el corazón, le hubieran hecho daño. Yo quisiera no haber ayudado a ellos. Vuestra reverencia me perdone a mí, que con quien bien quiero soy intolerable, que querría no errase en nada. Ansí me acaeció con la madre Brianda, que le escribía cartas terribles, sino que me aprovechaba poco. Cierto que en parte tengo por peor lo que el demonio traía urdido en esta casa, que lo desa. Lo uno, porque duró más: y lo otro, porque fue el escándalo de los de afuera muy más perjudicial. Y no sé, si quedará tan sano, como esotro. Creo que no, aunque se ha remediado, para el que había dentro, y la inquietud dél. El Señor lo ha allanado. Sea él bendito; porque las monjas tenían poca culpa. De quien más enojada he estado, es de Beatriz de Jesús, porque jamás ha díchome una palabra, ni aun ahora, con ver que todas me lo dicen, y que yo lo sabía. Hame parecido harta poca virtud, o discreción. Ella debe de pensar es guardar amistad; y a la verdad es asimiento grande el que tiene: que la verdadera amistad no se ha de ver en encubrir lo que pudiera haber tenido remedio, sin tanto daño.
3. Vuestra reverencia por amor de Dios se guarde, de hacer cosa, que sabido pueda ser escándalo. Librémonos ya destas buenas intenciones, que tan caro nos cuestan. No piense, que me cuesta poco estar ahora más blando el rector, y por acá lo están todos: que harto he puesto, hasta escribir a Roma, de donde creo ha venido el remedio. Grandemente he agradecido a ese santo de Rodrigo Álvarez lo que hace, y al padre Soto. Dele mis encomiendas, y dígale, que me parece que es más verdadero amigo en hacer las obras, que las palabras: pues nunca me ha escrito, ni enviado siquiera unas encomiendas.
4. No sé cómo dice vuestra reverencia, que el padre fray Nicolás la ha revuelto conmigo, porque no tiene otro mayor defensor en la tierra. Decíame él la verdad: para que como entendía el daño desa casa, no estuviese engañada. ¡Oh mi hija, qué poco va en disculparse tanto, para lo que a mí me toca! Porque verdaderamente le digo, que no se me da más que hagan caso de mí, que no, cuando entendiese aciertan a hacer lo que están obligadas. El engaño es, que como a mí me parece, que miro lo que les toca con tanto cuidado, y amor; paréceme que no hacen lo que deben, si no me dan crédito, y que me canso en balde. Y esto es lo que me hizo enfadar de suerte, que lo quisiera dejar todo, pareciéndome [264] (como digo) no aprovecha nada, como es verdad. Mas es tanto el amor, que siendo de algún efeto, pudiera acabarlo conmigo: y ansí no hay que hablar en esto.
5. (Es gran daño para los conventos ser muchas las religiosas). Serrano me ha dicho que se ha tomado ahora una monja: y conforme a las que él piensa que hay en casa (porque me dice cree son veinte) ya estará el número cumplido. Y si lo está, nadie puede dar licencia para que se tome: que el padre vicario no puede hacer cosa contra las Actas, y Breves apostólicos. Mírese mucho por amor de Dios, que se espantaría el daño, que es en estas casas, ser muchas, aunque tengan renta, y de comer. No sé cómo pagan tanto censo cada año, pues tienen con qué lo quitar. Harto me he holgado deso que viene de las Indias: sea el Señor alabado.
6. En lo que dice de la supriora, teniendo vuestra reverencia tan poca salud, no podrá seguir el coro; y es menester quien lo sepa muy bien. El parecer niña Gabriela, importa poco; que ha mucho, que es monja, y las virtudes que tiene son las que hacen al caso. Si en el hablar con los de afuera hubiere alguna falta, puede ir con ella san Francisco. Al menos es obediente, que no saldrá de lo que vuestra reverencia quisiere, y tiene salud (que es mucho menester no faltar del coro) y san Gerónimo no la tiene. Conforme a conciencia, a quien mejor se puede dar, es a ella. Y pues ya tuvo el coro en vida de la negra vicaria, verían si lo hacía bien: y ansí se le darán de mejor gana el voto: y para supriora más se mira en la habilidad, que la edad.
7. Ya escribo al padre prior de Pastrana lo de la maestra de novicias: que quien me parece lo que dice, querría hubiese ya pocas; que para todo es gran inconveniente, como he dicho, y no hay por donde se vengan a perder las casas, sino por aquí.
8. Gran cosa es la limosna, que hace el santo prior de las Cuevas, del pan. Con eso que tuviera esta casa pudiera pasar, que no sé qué se han de hacer. No han hecho sino tomar monjas con nonada. Lo que dice de Portugal, harta priesa da el arzobispo, y yo pienso darme espacio para ir allá. Si puedo, le escribiré ahora. Procure vuestra reverencia vaya la carta con brevedad, y a recaudo.
9. El conocerse Beatriz, querría aprovechase, para desdecir lo que ha dicho a García Álvarez, por lo que toca a su alma. Mas traigo gran temor, que no se entiende, y que sólo Dios lo ha de hacer. Él haga a vuestra reverencia tan santa, como yo le suplico, y me la guarde, que por ruin que es, quisiera tener algunas como ella; que no sé qué me haga, si ahora se funda, que no hallo ninguna para priora, aunque las [265] debe de haber; sino como no están experimentadas, y veo lo que aquí ha pasado, hame puesto mucho temor, que con buenas intenciones nos coge el demonio para hacer su hecho. Y ansí es menester andar siempre con temor, y asidas de Dios, y fiar poco de nuestros entendimientos; porque por buenos que sean (si esto no hay) nos dejará Dios, para errar en lo que más pensamos que acertamos.
10. En esto desta casa (pues ya lo ha entendido) puede tomar experiencia. Que cierto le digo, que querría el demonio hacer algún salto; y que a mí me tenían espantada algunas cosas de las que vuestra reverencia escribía, haciendo caso dellas. ¿A dónde estaba su entendimiento? ¿Pues qué la hermana san Francisco? ¡Oh válame Dios, las necedades que traía aquella carta! Todo para conseguir su fin. ¡El Señor nos dé luz; que sin ella, no hay tener virtud, sino para mal, ni habilidad!
11. Yo me huelgo que vuestra reverencia esté tan desengañada; porque le ayudará para muchas cosas. Para acertar, aprovechará mucho haber errado, que ansí se toma experiencia. Dios la guarde, que no pensé poderme alargar tanto. La priora se le encomienda mucho, y las hermanas.
De vuestra reverencia sierva.
Teresa de Jesús.
Notas.
1. Esta carta (según se colige del contexto) la escribió la Santa al principio del año de 1580, estando en Malagón, a donde fue por prelada por orden del padre Fray Ángel de Salazar, vicario general de los Descalzos, como lo dice la santa en la carta vigésima quinta, n. 3 y 5, y se declara en las notas, núm. 6, aunque no se sabe, que ejercitase el oficio.
2. En ella, pues, parece (a lo que supone la Santa) que el demonio debía de urdir otra traza, para levantar otra tribulación al convento de Carmelitas descalzas de la ciudad de Sevilla, y que esta se encaminaba con el errado gobierno espiritual de alguna de sus religiosas. Y parece que se insinúa, que debía de ser materia de revelaciones, que son muy peligrosas. Porque creídas por verdaderas, no siempre aprovechan; antes muchas veces dañan: y averiguadas por falsas, desacreditan, y afrentan. Mucho debe de querer Dios a este monasterio de Sevilla, pues tanto le aborrece el demonio. Y grande cuidado deben tener consigo las religiosas que lo habitan, pues tan grande lo tuvo la Santa dél: que si otros fueron hijos de su amor, lo fue este de su amor, y su dolor.
3. La carta es, y parece sentidísima: y entre suavidades y rigores; rigores, y suavidades (como lo acostumbra la Santa) le dice muy bien su parecer a nuestra madre priora.
4. En el primero número va haciendo disposición a la represión con [266] ganar la voluntad a la que ha de reprender. Porque para reñir mucho, no es necesario ganar al reprendido; pero para persuadirlo, importa siempre el ganarlo, por que nunca llegue a pensar el mortificado, que el celo es enemistad.
Luego discretísimamente se imputa a sí misma la culpa de la reprensión, llamándose Intolerable con los que bien quiere. Con lo cual sobre los cimientos del amor va levantando el edificio de la santa disciplina.
De allí pasa a ponderarle el peligro en que han estado, con gravísimas palabras, para que por el peligro vea el daño, y por el daño saque el fruto del escarmiento; que es todo el bien que nos pueden dar los daños.
5. En el número tercero, sobre estas ponderaciones, añade: Que la libre Dios destas buenas intenciones. Porque siendo la buena intención todo el principio de nuestro remedio; somos tales, que con torcerla a un ladito, suele ser toda nuestra perdición. Habla de unas intenciones incautas, e imprudentes, que nacen de una falsa caridad, que produce unos hijos, y efectos de la misma maldición: como quien todo lo tiene por bueno, cuando es todo malo. Todos son buenos, con que a todos los dejen ser malos. ¡Oh qué maldita aprensión, intención, y atención!
6. Yo entendí de cierta prelada de un convento, en cierta parte del mundo, que era tanta su bondad, y tan sana, y sincera su intención, que cuando los devotos tenían disgustos con sus devotas, los llamaba, y pacificaba, y hacía que volviesen a corresponderse. ¡Miren qué buena intención! Tal, que no pusiera otra el demonio a una prelada, si él pudiera poner a las almas intenciones. Porque siendo este género de devociones frecuentes la peste de los conventos, la ruina de las almas, el descrédito de las esposas de Cristo, flechas que se tiran derechas a las niñas de sus ojos; la prelada, que lo debía celar, recelar, destruir, y quemar, las fomentaba, y se hacía cura destos diabólicos casamientos. Y así estas intenciones, que parecen buenas, son pésimas: estas, que parecen llenas de caridad, están llenas de veneno; y mucho más en las que fueron preladas.
7. Bien cierto es, que no sería cosa alguna de estas la que motivó la queja a la Santa, porque era religiosísima prelada, y espiritualísima la madre María de san José: y tanto, que resplandeció con clarísimas virtudes. A más de que en estos santos conventos, ni hay, ni ha habido este género de miserias, y desdichas. Pero pues se quejaba de su buena intención la santa, no se quejaba de balde. Sería en otra cosa el error más pequeño: y las almas perfectas no hallan cosa imperfecta pequeña. Y así es menester que sea un Argos, como dice san Gregorio, el prelado, lleno de ojos dentro, y fuera: dentro, para verse a sí, y mirar bien su intención, y fuera, para ver a los demás, como eran también los animales de Ezequiel: Admonendi sunt, qui praesunt (dice) ut per circumspectionis studium oculos pervigiles intus, et in circuitu habeant, et caeli animalia fieri contendant. Dignum quippe est, ut cuncti qui praesunt, intus atque in circuitu oculos habeant: quatenus, et interno judici in semetipsis placere studeant; et exempla vitae exterius praebentes, ea etiam, quae in aliis sunt corrigenda, deprehendant (D. Greg. Magn. in pastor. 3, parc. c. 1, adm. 5). [267]
8. Tres cosas, que parecen buenas, querría siempre echar de los conventos de las religiosas, y que repetidamente estuviesen barriendo, y arrojando de su casa los prelados, y preladas. La primera, la devoción, porque siendo la devoción con Dios santísima, es con los de afuera malísima. Y si esta falsa devoción se echa de casa, se quedará aquella santa, y verdadera en casa.
La segunda, la honra; porque siendo muy bueno el conservarla por Dios, hay otra honra falsa del mundo, con la cual la religiosa, porque es más noble que la otra, o porque es más antigua que la otra, o porque es más vieja que la otra, no se le puede, ni mandar, ni mortificar, ni corregir, ni enmendar; sino que a cada paso pone su honra por delante. ¿A una mujer como a mí? ¿A una mujer de mi calidad? ¿A una mujer de mi ancianidad? ¿A una mujer de mis años? Conque no hay quien la pueda gobernar.
9. La tercera, la amistad; porque siendo así, que la sencilla, y natural correspondencia, y amistad es santa, y necesaria en un convento, todavía en teniendo estrecha, y particular amistad unas con otras, no pueden vivir unas con otras, porque no pueden vivir unas sin otras, ni apartar las unas de otras, y así no hay averiguarse las unas con las otras; y nace la enemistad, se cría, y se fomenta dentro de la misma amistad, y arde el convento en amistades, y enemistades. Porque si se ha de elegir priora, ha de ser a mi amiga. Si se advierte cualquiera cosa, eso no se ha de hacer con mi amiga. Si se quema la casa, y la honra del convento, la amiga lo ha de encubrir, y defender a su amiga. Conque por ser muy amiga de su amiga, es enemiga de Dios, de sí misma, y su convento.
Estos tres puntos, y dictámenes (aunque no son del caso, ni al propósito de nuestras madres Descalzas, que son ejemplo del mundo en la devoción verdadera, y en buscar en todo sólo la honra de Dios, y en amarse como hermanas con tan pura caridad) me ha parecido escribir, por si lo fueren en otros que puede haber en el mundo: y por que en los santos, y santísimos se prevengan las almas con los mejores dictámenes; pues lo que no sucede ahora, si durmiesen las preladas, puede con el tiempo suceder.
10. En el número cuarto, porque puede ser que la religiosa se quejase, de que el padre fray Nicolás la había puesto en mal con la Santa, lo defiende, y dice: Que es el que más la defiende siempre. La culpa es desconfiada, y está pensando, que todos la acusan, aunque sea culpa leve. Así sería, y de omisión la desta santa religiosa: que son culpas propias de nuestra naturaleza, si Dios no despierta el celo promovedor de lo bueno, censor santo de lo malo.
11. Luego le dice la Santa lo poco que ella siente, que no le sean amigas, como lo sean de Dios; y que sólo para Dios quiere amigas a sus hijas; porque sólo para Dios hemos de querer a los hijos, y a las hijas.
Cuán sentida fue esta carta, y lo que lastimaba a la Santa, que no creyesen sus advertencias, se ve al fin deste número, donde dice: Que llegó a sentirlo de suerte, que lo quisiera dejar todo, por ver que no la creían. ¡Oh qué de congojas pasan los santos para remediar los daños! ¡Oh lo que sienten, que no crean los consejos, que se ofrecen a los remedios! [268] Por eso el Señor dio las más recias reprensiones a sus discípulos al no quererle creer: Oh stulti, et tardi corde ad credendum! Et exprobravit incredulitatem eorum (Lc 24,25; Mc 16,14).
12. En el número quinto le advierte, cuanto conviene, que no exceda el número de las veinte y una religiosas: y que esto no lo puede dispensar el padre vicario general; porque está mandado lo contrario por el Papa. Y aquí se advierten tres cosas.
13. La primera, que siendo el intento primero de la Santa que no fuesen más que trece, después Dios, y la experiencia le dijeron, que era menester veinte y una. De suerte, que crece la luz de Dios en los santos, por medio de la experiencia; porque la ciencia experimental en el mismo Dios creció. Así entienden los expositores el lugar del Evangelio: Jesús proficiebat sapientia, et aetate, et gratia apud Deum, et homines (Lc 2,52).
14. La segunda, que deste número nunca sería bien se excediese en los conventos de religiosas en ningún tiempo en la santa Descalcez, como se hace; pues tuvo este parecer la Santa, después de haber pasado por él la oración, y la experiencia.
15. La tercera, cuán peligroso es cargar sobrado de monjas en los conventos, y que pueda decirse lo del Profeta: Multiplicasti gentem, et non magnificasti laetitiam (Is 9,3): Habéis multiplicado la gente, Señor, pero no nuestra alegría. Y deste punto podrá ser que hablemos más adelante.
16. En el número sexto tiene por mejor elección la de una supriora joven, que no la de otra más anciana. Puede ser que aquella fuese más despierta, y más celosa; y esta otra más dormida, y menos cauta: y la Santa (según el estado del convento) le aplicaba los remedios, y se iba derechamente a buscar la elección, donde estaban las virtudes: y dejando a un lado la edad, elegía a quien tenía espíritu, prudencia, y capacidad.
De veinte y tres años lucieron arzobispo de Milán a san Carlos Borromeo, y fue una antorcha clarísima de la Iglesia. No llegó a ellos san Luis Obispo, y lo vemos canonizado por su espíritu admirable. No tenía santa Inés la del Monte Policiano, veinte años, y ya tenía fundados tres conventos. De trece triunfó otra Inés celestial del demonio, y toda su idolatría. Cuando son superiores las virtudes a los años, no hay que hacer caso alguno de los años, sino escoger las virtudes: y más donde no ofrece mucho el arbitrio en qué escoger.
17. Al fin del número octavo dice la priesa que el señor D. Teutonio de Braganza daba a la Santa para que fuese a fundar a Portugal, y el espacio con que ella se iba en la materia.
Y en el nono vuelve la Santa a darles otro golpe fuerte a las buenas intenciones. En que se conoce, que esta santa religiosa erraría sin pecar; pero es menester, que los prelados sepan, que en ellos raras veces hay errores sin pecados. Porque como no están sólo obligados al remedio, sino también a la prevención, nos imputa Dios lo que debemos saber, como aquello que sabemos, si no lo prevenimos, y remediamos; y lo que debemos averiguar, nos lo imputa, si no lo averiguamos, como si habiéndolo averiguado, no lo hubiéramos reformado, ni enmendado. [269]
18. Luego le dice: Que tiemble, que ore, que se eche a los pies del Señor; que todo lo ponga en sus manos, que no se fíe de sí. Que es plática que podíamos oírla todos los prelados de la iglesia en pie, porque es el mismo Evangelio: a lo menos deducido de la doctrina evangélica. Con esto les da una mano muy bien dada a ella, y a otra religiosa que se llamaba Isabel de san Francisco, que el mismo san Francisco no la diera más bien dada.
19. Últimamente en el número undécimo, como lo acostumbra la Santa, para dejarla entre desconsolada, y gustosa, y entre alegre, y compungida, le dice: Que se huelga,que haya hallado en el daño el desengaño, y con este el escarmiento, que (como hemos advertido) es el mayor fruto del daño.
63 A la mesma madre María de san José, priora de Sevilla.
Jesús.
1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, mi hija. Hoy víspera de la Presentación de nuestro Señor recibí la carta de vuestra reverencia, y las desas mis hermanas. Heme holgado mucho, y no sé qué es la causa, que con cuantos disgustos me da vuestra reverencia, no puedo sino quererla mucho: luego se me pasa todo. Y ahora, como esa casa ha sido la mejorada en padecer en estas refriegas, la quiero más. Sea Dios alabado, que ansí se ha hecho todo también: y vuestra reverencia debe de estar algo mejor, pues no la lloran sus hijas, como suelen.
2. El vestirse túnica al verano, si me quiere hacer placer, en llegando esta, se la quite, aunque más se mortifique. Pues todas entienden su necesidad, no se desedificarán. Con nuestro Señor cumplido tiene, pues lo hace por mí. Y no haga otra cosa: que ya yo he probado el calor de ahí: y vale más estar para andar en la comunidad, que tenerlas todas enfermas. Aun por las que viere que tienen necesidad, también lo digo.
3. Alabado he a nuestro Señor, de que hiciese tan bien la elección: pues dicen, cuando es de esa suerte, interviene el Espíritu Santo. Alégrese con ese padecer, y no dé lugar a que el demonio la inquiete con descontento dese oficio. Bien es que diga ahora, se holgaría de saber, que la encomiendo al Señor; pues ha un año que no sólo yo, mas en los monasterios hago que lo hagan: y ansí por ventura se ha hecho todo tan bien. Su Majestad lo lleve adelante. [270]
4. Ya yo sabía, que yendo el padre fray Nicolás se había de hacer todo muy bien. Mas poco antes que vuestra reverencia lo pidiere, y se lo mandaran, nos echaba a todos a perder; porque vuestra reverencia miraba sola su casa, y él estaba ocupado en negocios de toda la Orden, que dependían de su reverencia. Dios lo ha hecho como quien es. Yo quisiera que estuviera allá, y también acá, hasta ver concluido negocio tan importante. Harto quisiera hubiera venido a tiempo, que nos hubiéramos podido hablar. Ya no podrá ser.
5. Porque sepa vuestra reverencia, que habrá cinco días, que me envió una patente el padre vicario, para que vaya a Villanueva de la Jara a fundar un monasterio, que es cerca de la Roda. Ha cuatro años casi que nos importuna el ayuntamiento de allí, y otras personas, en especial el Inquisidor de Cuenca, que es el que estaba ahí por fiscal. Yo hallaba hartos inconvenientes, para no lo hacer. Fue allí el padre fray Antonio de Jesús, y el padre prior de la Roda: han hecho tanto, que han salido con ello. Son veinte y ocho leguas de aquí. Por harta buena dicha tuviera, si pudiera ser camino el ir ahí por ver a vuestra reverencia, y hartarme de reñir con ella; y aun por mejor decir, de hablarla: que ya debe de estar hecha persona con los trabajos. He de tornar antes de Pascua aquí, si Dios fuere servido, que no llevo más licencia, que hasta el día de san José. Dígalo al padre prior, por si se le hiciere camino de verme allí. He escrito a su reverencia por vía de la corte, y de aquí lo hubiera hecho más veces, y a vuestra reverencia, como pensé se perdían las cartas, no he osado.
6. Harto me he holgado de que mis cartas no se hayan perdido: porque allí escribí lo que me parecía de supriora, aunque mejor entenderá vuestra reverencia lo que conviene a su casa; mas yo le digo que es gran disbarate tener priora, y supriora poca salud. Y también lo es, que no sepa bien leer, y cuidar del coro la supriora, y vase contra constitución. ¿Quién quita a vuestra reverencia, que si hubiere algún negocio, envíe la que quisiere, y si estuviese muy mala? Entiendo yo que no saldrá Gabriela de lo que vuestra reverencia la dijere: y como vuestra reverencia la dé autoridad, y la acredite, y ella tiene virtud para no dar mal ejemplo: y ansí me holgué de ver a vuestra reverencia inclinada a ella. Dios ordene lo mejor.
7. (Para la paz de sus hijas les prohíbe la Santa que no se confiesen sino con sus Descalzos). En gracia me cae decir vuestra reverencia, que no se ha de creer todo lo que dijere la hermana san Gerónimo, habiéndoselo yo escrito tantas veces. Y aun en una carta, que iba a García Álvarez, que vuestra reverencia rompió, decía harto, para que no se [271] creyese su espíritu. Con todo digo, que es buena alma, y que si no está perdida, no hay por qué la comparar con Beatriz, que errará por falta de entendimiento; mas no por malicia. Ya puede ser, que yo me engañe. Con que no la deje vuestra reverencia confesar, sino con frailes de la Orden, es acabado. Y si alguna vez fuere con Rodrigo Álvarez, dígale vuestra reverencia en la opinión que le tengo, y siempre me le encomiende mucho.
8. (Cuán ajeno es en los súbditos la poca lisura con sus prelados). Holgádome he de ver por estas letras que me escriben las hermanas, el amor que la tienen, y hame parecido bien. En forma me ha sido recreación, y holgádome con la de vuestra reverencia. Ansí se me pasase el disgusto con la hermana san Francisco. Creo es, que me pareció su carta muy de poca humildad, y obediencia. Por eso vuestra reverencia tenga cuenta con su aprovechamiento (que se le debía pegar algo de Paterna) conque no se alargue tanto en encarecer; porque aunque con sus rodeos le parece que no miente, es muy fuera de perfección tal estilo, con quien no es razón sino hablar claro: que harán hacer a un perlado mil disbarates. Esto le diga vuestra reverencia en respuesta de la que ahora me escribió, que cuando esté enmendada desto, me torna satisfecha.
9. (Las leyes han de ser el norte de los que gobiernan). A este gran Dios quiero que contente más; que de mí hay poco caso que hacer. ¡Oh mi hija, quién tuviera lugar, y cabeza, para alargarse en esta, sobre las cosas que han pasado en esta casa! Para que vuestra reverencia tomara experiencia, y aun pidiera a Dios perdón de lo que no me avisó: que he sabido, que estaba presente. La intención salvaría a algunas: a otras no bastaba. Tome vuestra reverencia escarmiento, y váyase llegada a las constituciones, pues es tan amiga dellas, si no quiere ganar poco con el mundo, y perder con Dios.
10. Ahora no hay ninguna, que no entienda la perdición que traían, y lo digan; si no es Beatriz de Jesús, que las quería tanto, que aunque lo ve, ni nunca me avisó, ni ahora dice nada, que ha perdido conmigo harto. Después que vine, no confesó más el que confesaba, ni creo confesará; porque ansí conviene para el pueblo, que estaba todo muy terrible. Y cierto es bueno, si cayera en otro poder. Dios perdone a quien le hizo perder a esta casa, que él se aprovechará, y todas con él.
11. Bien conoce hay razón para lo que se hace, y viene a verme, y yo le he mostrado mucha gracia, porque ansí conviene ahora; y cierto que estoy bien con su sencillez. La poca edad, y experiencia hace mucho daño. ¡Oh mi madre, que está el mundo con tanta malicia, que no se toma nada a bien! Si con la experiencia que hemos ahora tenido, no nos [272] miramos, todo irá de mal en peor. Vuestra reverencia se haga vieja ya en mirarlo todo (pues la ha cabido tanta parte) por amor de nuestro Señor, que yo haré lo mesmo.
12. He admirado, cómo no me envía algún villancico, que a osadas no habrá pocos en la elección: que yo amiga soy de que se alegren en su casa, con moderación: que si algo dije, fue por algunas ocasiones. La mi Gabriela tiene la culpa desto. Encomiéndemela vuestra reverencia mucho. Bien la quisiera escribir.
13. Llevo por supriora a san Ángel, y de Toledo la priora, aunque no estoy determinada cuál será. Encomienden mucho al Señor se sirva desta fundación. Y a Beatriz la encomiendo, que es de haber mucha lástima. El recaudo de Margarita me contenta, si ansí queda allá. El tiempo lo irá allanando, como vean amor en vuestra reverencia.
14. Espántame lo que debemos al buen padre prior de las Cuevas. Vuestra reverencia le envíe un gran recaudo de mi parte. Haga que todas me encomienden a Dios, y vuestra reverencia lo haga, que ando cansada, y estoy muy vieja. No es mucho me tenga voluntad el padre prior; porque me la debe muy debida. Dios nos le guarde, que gran bien tenemos en tenerle, y bien obligadas están de encomendarle. Su Majestad sea con vuestra reverencia, y me la guarde. Amén.
Indigna sierva de vuestra reverencia.
Teresa de Jesús.
15. En lo que me he alargado verá la gana, que tenía de escribirla. Bien tiene esta por cuatro de las prioras de por acá, y pocas veces escribo de mi letra. Harto me he holgado de la buena orden, que ha dado el padre prior en la hacienda, porque lo que se debe a mi hermano no se pierda, aunque tenga más necesidad. Aquí están todas contentísimas, y la priora es tal, que le sobra razón. Yo le digo, que es de las buenas que hay, y tiene salud, que es gran cosa. La casa está como un paraíso. Al padre fray Gregorio muchas saludes, y que cómo me tiene olvidada; y al padre Soto. Bien le ha valido a vuestra reverencia su amistad.
Notas.
1. Esta carta, para la madre, María de san José, a quien la leyere con atención, es también discretísima; y aun para cualquiera medianamente entendido, aunque la lea sin ella.
2. En el primero número con grande gracia le dice la Santa su amor, y que no puede dejar de tenérselo, aunque reciba de ella tantos disgustos. [273] Conque templa los disgustos con el amor, de suerte, que hace amor de los disgustos.
3. Mándale en el segundo, que se ponga túnica de lienzo: Pues todas (dice la Santa) conocen su necesidad; porque con ella es mejor ir a la comunidad con lienzo, que no faltar a la comunidad con estameña; pues la presencia del prelado es el remedio, y corrección de la comunidad; y el faltar al coro, es falta pública; el no traer túnica, secreta.
4. En el número tercero le dice lo que la encomienda a Dios, y alaba lo bien que se hizo la elección, atribuyéndolo al padre fray Nicolás, de quien hablamos en las notas a la carta LX, n. 3. Y a ella le agradece el rendimiento, que es donde vive, y habita descansada la humildad.
5. En el número quinto habla la Santa de la fundación de Villanueva de la Jara, que es bien notable, como se puede ver en las fundaciones de la Santa. Y dícele a la madre María de san José: Que desea ir a Sevilla, y hartarse de reñir con ella; y que ya debe ser persona de importancia, después que ha padecido por Dios. ¡Qué de luces que manifiesta en las burlas! Tantas como los más sabios en las veras. Persona de importancia (dice) estará hecha con los trabajos. Las personas se hacen de importancia con las penas. Con el peso sobre sí crecen las palmas, con los trabajos las almas.
6. En el número sexto siente, que la priora, y supriora no tengan salud. Como quien dice: Es poco menos que estar enferma la casa, si lo están las que la gobiernan. Cuando la supriora está sana, y la priora enferma, suple la una lo que le falta a la otra; pero enfermos todos los gobernadores, cae en la cama el gobierno.
7. Estos oficios de priora, y supriora, de guardián, y de vicario, de obispo, y de provisor, han de andar contrapuestos en algunas cosas. ¿Es flemática la priora? Sea la supriora un poquito colérica. ¿Es colérica la priora? Sea la supriora un poquito flemática; porque si entrambas son flemáticas, tendrán dormido el gobierno; y si son entrambas coléricas, andará inquieto el gobierno.
Lo mismo es en los seglares, y en todas las demás cosas, que es necesario moderar, y pesar todos los temperamentos, por que no sobresalga de manera algún humor, que cause las dolencias políticas de el gobierno.
8. En el número sétimo habla de una hermana, a quien no se le había de creer todo, y así lo dice la Santa, y dale por remedio: Que no la dejen confesar, sino con los Descalzos.Después habla de otra religiosa, que por muy grandes rodeos decía lo que no pasaba; y cánsase la Santa que le costase tan gran trabajo el mentir, y que después de todo su trabajo, parase sólo en mentir, que era su mayor trabajo.
9. En todo era la Santa no sólo discreta, sino la misma discreción; y más al enseñar una máxima tan excelente, como que no hay cosa más acomodada que decir verdad, y hablar claro, y obrar con sinceridad. Porque andar por rodeos, puliendo lo falso, y poniéndolo en traje de verdadero, no sólo es mentir con cien mil sobresaltos, y dificultades (porque a cada paso lo cogen) sino querer engañar con el mentir. Por eso dice el Señor a sus discípulos: Sit sermo vester, est, est: non, non (Mt 4,37): Sean vuestras palabras, sí por sí, y no por no. Porque [274] no, por sí, y sí por no, es pésimo modo de hablar, de decir, y de mentir.
10. Habiendo hablado en este número sétimo, alumbrando a una hermana en lo que habla, pasa al décimo en que trata de la persecución de Malagón, y en él nota a otra, y la reforma de lo que callaba. Porque habiendo cosas que pudiera la Santa haber remediado con decírselo, callaría el angelito, por tener caridad, y no acusar, o dar pesadumbre a sus hermanas.
¡Oh qué mala caridad que tenía el angelito! Vae mihi, quia tacui! decía el santo profeta (Is 6,5): ¡Ay de mí, porque callé! Cuando debía advertir, y amonestar. Y añade: Quia vir pollutus labiis ego sum. ¿Tengo manchados mis labios, y con callar? Sí. Que tanto manchan los labios el callar lo conveniente, como el hablar lo nocivo. Tanto mancha un mal silencio, como una murmuración.
11. Perros mudos llama el Señor a los que deben hablar, y callan: Canes muti non valentes latrare (Is 56,10). No dice que no hablan, sino que no pueden: Non valentes; porque de la manera que el perro, atravesado un bocado en la garganta, o ocupada la boca con el bocado, no puede ladrar; así quien ocupa con la pasión, o la ambición, o la afición, o otros afectos desordenados el instrumento de celar, y de velar, no puede aunque quiera, hablar, espantar, ahuyentar, morder, y despedazar a lo malo.
12. El silencio de esta monja tan caritativa, crió las imperfecciones, que arriesgaron el honor de su madre, y su convento, y lo que es más, la vida, y los progresos de la sagrada reforma, con aquella persecución, y con la terrible que se levantó en Sevilla. ¿Miren qué caritativo silencio?
Aprendan, y escarmienten los súbditos. Celen, y velen, para avisar con caridad a los prelados, de lo que conviene que se remedie; y tenga por mejor, con la Santa, advertirlo a las cabezas celando, que no andarlo infructuosamente por los rincones censurando, y murmurando.
13. Al fin del número undécimo dice la Santa: Que se haga vieja. Como si dijera: Celosa, y de condición regañona; porque el mundo está muy malo, y no sólo es menester contentar a Dios con la verdad, sino contentar, y satisfacer al mundo con el recato. Y esto lo dice con gracia, y espíritu devoto, santo, y prudente.
14. Ya que la enseña con las veras, vuelve en el número duodécimo a recrearle el ánimo con las burlas, pidiéndole villancicos. Dulcis et rectus Dominus (Ps 24,8), como hemos dicho otras veces. Así era santa Teresa en cada carta, en cada periodo, y razón, parece que mezcla a lo recto con lo dulce. Hale dado una bien severa reprensión, y luego le canta unos villancicos con pedírselos; porque quiere corregir, y remediar; mas no quiere entristecer, ni afligir.
15. Últimamente da grandes recados al padre prior de la Cartuja, que lo era el padre Pantoja. Buen amigo, que lo fue en las tribulaciones, y en tiempo de desamparo; y así allí se han de ir las gracias, y el amor, en donde se vio la fineza en el tiempo del dolor. Por eso se apareció el Señor lo primero a las Marías; porque siendo las que se mostraron finas en los rigores sangrientos de la Pasión, justo era que fuesen ellas [275] a las que alumbrasen primero los rayos, y luces de la gloriosa Resurrección.
Teresa III Cartas 62