Teresa III Cartas 4
4 Al ilustrísimo señor don Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila, en Olmedo.
Jesús
1. La gracia del Espíritu Santo sea con V. S. siempre. Amén. Yo estoy buena del mal que tenía, aunque no de la cabeza, que siempre me atormenta este ruido. Mas con saber que tiene V. S. salud, pasaré yo muy bien mayores males. Beso a V. S. las manos muchas veces, por la merced que me hace con sus cartas, que nos son harto consuelo: y ansí le han recibido estas madres, y me las vinieron a mostrar muy favorecidas, y con razón.
Si V. S. hubiera visto cuán necesaria era la visita, de quien declare las constituciones, y las sepa de haberlas obrado, creo le diera mucho contento, y entendiera V. S. cuán grande servicio ha hecho a nuestro Señor, y bien a esta casa, en no la dejar en poder de quien supiera mal entender por dónde podía, y comenzaba a entrar el demonio: y hasta ahora sin culpa de nadie, sino con buenas intenciones. Cierto que no me harto de dar gracias a Dios. De la necesidad, ni falta que nos hará, cuando el obispo no haga nada con ellas, no tenga V. S. pena, que se remediará mejor de unos monasterios a otros, que no de quien en toda la vida nos terná el amor que V. S. Como tuviéramos a V. S. aquí para gozarle (que ésta es la pena) en lo demás ninguna mudanza parece que hemos hecho, que tan súbditas nos estamos; porque siempre lo serán todos los perlados de V. S., en especial el padre Gracián, que parece le hemos pegado el amor que a V. S. tenemos. Hoy le envié la carta de V. S. que no está aquí. Fue a despachar a los que van a Roma, a Alcalá. Muy contentas han quedado las hermanas dél. Cierto es gran siervo de Dios: y como ven que en todo seguirá lo que V. S. mandare, ayuda mucho.
3. En lo que toca a aquella señora, yo procuraré lo que V. S. manda, [16] si hubiere ocasión, porque no es persona que acostumbra venir a esta casa quien me lo vino a decir; y a lo que se dio a entender, no es cosa de casamiento. Después que vi la carta de V. S. he pensado si es eso, y se pretendía atajar; aunque no puedo entender, que tenga persona, que le toque en este caso, quien me lo dijo, sino con celo de la república, y de Dios. Su Majestad lo guíe como más se sirva; que ya está de suerte, que aunque V.S. no quiera, la harán parte. Harto me consuelo yo, que esté tan libre V. S. para no tener pena. Mire V. S. si sería bien advertirlo a la abadesa, y mostrarse V. S. enojado con la parte, para si se pudiese remediar algo; que yo digo a V. S. que se me encareció mucho.
4. En el negocio del maestro Daza, no sé que diga, que tanto quisiera que V. S. hiciera algo por él; porque veo lo que V. S. le debe de voluntad: que aunque no fuera después nada, me holgara. Éste dice tiene tanta, que si entendiese que da a V. S. pesadumbre en suplicar le haga merced, no por eso le dejaría de servir, sino que procuraría no decir jamás a V. S. le hiciese mercedes. Como tiene esta voluntad tan grande, y ve que V. S. las hace a otros, y ha hecho, un poco lo siente, pareciéndole poca dicha suya. En lo de la canonjía él escribe a V. S. lo que hay. Con estar cierto, que si alguna cosa vacare, antes que V. S. se vaya, le hará merced, queda contento, y el que a mí me daría esto, es, porque creo a Dios, y al mundo parecería bien, y verdaderamente V. S. se lo debe. Plegue a Dios haya algo, porque deje V.S. contentos a todos, que aunque sea menos que canonjía, lo tomará a mi parecer. En fin, no tienen todos el amor tan desnudo a V. S. como las Descalzas, que sólo queremos que nos quiera, y nos le guarde Dios muy muchos años. Pues mi hermano bien puede entrar en esta cuenta, que está ahora en el locutorio, besa las manos muchas veces de V. S. y Teresa los pies. Todas nos mortificamos, de que nos mande V. S. le encomendemos a Dios de nuevo; porque ha de ser ya esto tan entendido de V. S., que nos hace agravio. Danme priesa por esta, y ansí no me puedo alargar más. Paréceme, que con que diga V. S. al maestro, si algo vacare se lo dará, estará contento.
Indigna sierva, y súbdita de V. S.
Teresa de Jesús.
Notas
1. El señor obispo de Ávila, a quien escribe la Santa esta carta, fue el Ilmo. D. Álvaro de Mendoza, que pasó después a la iglesia de Palencia. Fue este prelado nobilísimo en sangre, y en virtudes, hijo de los señores condes de Ribadavia, a cuya sombra, y amparo nació esta sagrada reformación; porque fue quien más en sus principios defendió a [17] la Santa, y el que recibió en su jurisdicción el convento de san José de Ávila, donde renació el Carmelo.
2. Hizo a la Santa, y a su religión dos señalados, y grandes beneficios. El primero, entre muchas persecuciones, recibirla en su protección, y defenderla con su dignidad de los émulos desta reforma, que fueron poderosos, como parece en las fundaciones, y corónica.
El segundo, después de haberla defendido al nacer, luego que estuvo crecida, dársela a los padres Descalzos, para que la gobernasen; y esto lo insinúa en esta carta desde el número primero hasta el tercero. Y aunque lo primero fue importantísimo, para que se pudiese criar, no fue lo segundo menos, para que con espíritu se pudiese propagar, aumentar, y asegurar.
3. Obligada la Santa a todos estos, y otros beneficios, le manifiesta su agradecimiento con grandísima suavidad. Y intercediendo por un capellán suyo (que era el maestro Gaspar Daza, y debió de obrar su intercesión, pues fue canónigo de Ávila) como si fuera acaso, discretamente le representa su amor, y el de sus Descalzas, diciendo con su acostumbrada gracia: Al fin, no tienen todos a V. S. el amor tan desnudo como las Descalzas, que sólo le queremos, porque nos quiera. Con estas piezas de espiritual artillería batía, y derribaba la Santa las voluntades, y conquistaba las almas; y con una espiritual, dulce, y fuerte suavidad, a los que ganaba para Dios, ganaba para aumento de su religión; y a los que ganaba para su religión, cautivaba para Dios, que es el arte admirable de que san Pablo usaba: Omnibus omnia factus sum, ut omnes facerem salvos (3, Cor. 9, v. 22).
4. En el número tercero, parece que trata la Santa de algún aviso, que le había dado a este prelado, y ella había primero recibido, en razón de algún casamiento que se quería hacer, y convenía atajar, de persona, que debía de tocar a este prelado. Y pues dice, que era menester advertirlo a la abadesa, es verisímil, que fuese la cómplice alguna doncella principal, que estaría recogida en algún convento, y debía de estar allí menos recogida, que no en casa de sus padres.
Yo entiendo, que este expediente, que toman con las que no tienen vocación de religiosas de encerrarlas en los conventos, a ellas les es de poco provecho, y a los conventos de mucho embarazo: y así, ni a los conventos les aconsejaría, que las recibiesen; ni a los padres, que las entregasen, con eso todos tendrían mejor suceso; las monjas vivirían más reformadas, y las seglares no menos recogidas.
5 Al mismo Illmo. Sr. D. Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila. Es la que llaman del vejamen.
Jesús
1. Si la obediencia no me forzara, cierto yo no respondiera, ni admitiera la judicatura por algunas razones, aunque no por las que dicen las [18] hermanas de acá, que es entrar mi hermano entre los opositores, que parece la afición ha de hacer torcer la justicia; porque a todos los quiero mucho, como quien me ha ayudado a llevar mis trabajos, que mi hermano vino al fin de beber el cáliz, aunque le ha alcanzado alguna parte, y alcanzará más, con el favor del Señor.
2. Él me dé gracia, para que no diga algo, que merezca denuncien de mí a la Inquisición, según está la cabeza de las muchas cartas, y negocios, que he escrito desde anoche acá. Mas la obediencia todo lo puede: y ansí haré lo que V. S. manda, bien, o mal. Deseo he tenido de holgarme un rato con los papeles, y no ha habido remedio.
3. (Censura a Francisco de Salcedo). A lo que parece, el mote es del Esposo de nuestras almas, que dice: Búscate en mí. Pues señal es que yerra el Sr. Francisco de Salcedo, en poner tanto en que Dios está en todas las cosas, que él sabidor es que está en todas las cosas.
4. También dice mucho de entendimiento, y de unión. Ya se sabe que en la unión no obra el entendimiento: pues si no obra, ¿cómo ha de buscar? Aquello que dice David: Oiré lo que habla el Señor Dios en mí (Ps 85,9), me contentó mucho, porque esto de paz en las potencias, es mucho de estimar, que entiende por el pueblo. Mas no tengo intención de decir de cosa bien de cuanto han dicho; y ansí digo, que no viene bien, porque no dice la letra que oigamos, sino que busquemos.
5. Y lo peor de todo es, que si no se desdice, habré de denunciar de él a la Inquisición, que está cerca. Porque después de venir todo el papel diciendo: Este es dicho de san Pablo, y del Espíritu Santo, dice que ha firmado necedades. Venga luego la enmienda, si no, verá lo que pasa.
6. (Censura a Julián de Ávila). El padre Julián de Ávila comenzó bien, y acabó mal; y ansí no se lo ha de dar la gloria. Porque aquí no le piden que diga de la luz increada, y criada como se junten, sino que nos busquemos en Dios. Ni le preguntamos lo que siente una alma, cuando está tan junta con su Criador, si está unida con él, ¿cómo tiene de sí diferencia, o no? Pues no hay allí entendimiento para esas disputas, pienso yo: porque si le hubiera, bien se pudiera entender la diferencia que hay entre el Criador, y la criatura.
7. (Censura al S. padre fray la Cruz). También dice: Cuando está apurada. Creo yo, que no bastan aquí virtudes, ni apuración; porque es cosa sobrenatural, y dada de Dios a quien quiere; y si algo dispone, es el amor. Mas yo le perdono sus yerros, porque no fue tan largo como mi padre fray Juan de la Cruz. Harta buena doctrina dice en su respuesta, para quien quisiere hacer los ejercicios que hacen en la Compañía de Jesús, mas no para nuestro propósito. [19]
8. Caro costaría, si no pudiéramos buscar a Dios, sino cuando estuviésemos muertos al mundo. No lo estaba la Madalena, ni la Samaritana, ni la Cananea, cuando le hallaron. También trata mucho de hacerse una mesma cosa con Dios en unión; y cuando esto viene a ser, y hace esta merced al alma, no dirá que le busque, pues ya le ha hallado.
9. Dios me libre de gente tan espiritual, que todo lo quiere hacer contemplación perfecta, dé donde diere. Con todo eso, le agradecemos el habernos dado tan bien a entender lo que no preguntamos. Por eso es bien hablar siempre de Dios, que de donde no pensamos nos viene el provecho.
10. (Censura a su hermano). Como ha sido del señor Lorenzo de Cepeda, a quien agradecemos mucho sus coplas, y respuesta. Que si ha dicho más que entiende, por la recreación que nos ha dado con ellas, le perdonamos la poca humildad en meterse en cosas tan subidas, como dice en su respuesta; y por el buen consejo que da, de que tengan quieta oración (como si fuese en su mano) sin pedírsele: ya sabe la pena a que se obliga el que esto hace. Plegue a Dios se le pegue algo de estar junto a la miel, que harto consuelo me da, aunque veo, que tuvo harta razón de correrse. Aquí no se puede juzgar mejoría, pues en todo hay falta sin hacer injusticia.
11. Mande V. S. que se enmienden. Quizá me enmendaré, en no me parecer a mi hermano en poco humilde. Todos son tan divinos esos señores, que han perdido por carta de más; porque (como he dicho) quien alcanzare esa merced de tener el alma unida consigo, no le dirá que le busque, pues ya le posee. Beso las manos de V. S. muchas veces, por la merced que me hizo con su carta. Por no cansar más a V. S. con estos desatinos, no escribo ahora.
Indigna sierva, y súbdita de V. S.
Teresa de Jesús.
Notas
1. Esta no parece carta, sino papel familiar, que escribió la Santa a este ilustrísimo prelado, sobre cierta conferencia espiritual, a que dio ocasión el suceso siguiente, que será preciso explicar con alguna dilatación, aunque nos ceñiremos todo lo posible.
2. Según parece por otra carta de la Santa, debió de sentir en lo interior, que decía Dios al alma: Búscate en mí. Hizo participante de este secreto a su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, que al presente estaba en Ávila, pidiéndole, que respondiese a esta petición del divino Esposo. Debió de llegarlo a entender el señor obispo D. Álvaro, y gustó de hacer de estas palabras una espiritual, y fructuosa recreación, ordenando, [20] que se discurriese, y escribiese sobre ello, y cada uno declarase, qué es lo que pedía allí el Señor a aquella alma. Y habiendo escrito el venerable padre fray Juan de la Cruz, varón espiritual, y oráculo místico de aquellos, y de estos tiempos, y Julián de Ávila un sacerdote secular muy fervoroso, y espiritual de aquella ciudad, y que siempre acompañaba a la Santa en sus jornadas, y de quien hace mención ella en sus Fundaciones, y Francisco de Salcedo un caballero seglar, que trataba mucho de oración, y a quien llamaba la Santa, el caballero santo; y su hermano de la Santa, el señor Lorenzo de Cepeda (que así le llamaremos, por merecerlo muy bien, siendo hermano de la Santa, de tan noble calidad, y de tan gran virtud) el cual estalla ya muy adelante en la vida espiritual. Entregado cada uno su papel al señor obispo, los remitió todos a la Santa, mandándole por obediencia, que les diese un vejamen. Y obedeciéndole, hizo esto con admirable donaire, gracia, y espíritu.
3. Podíase escribir un tratado sobre este espiritual mote: Búscate en mí; porque es muy interior, y discurrir mucho en esta censura. Pero como no se ven los papeles de los conferentes, no se puede hacer el juicio, sino por el de la Santa, y ese es el más acertado; pues sabía más en donaire, con la luz que Dios le comunicaba, que no muy de veras las almas más aprovechadas.
4. Después de haberse purgado de toda sospecha la Santa en el número primero, por ser su hermano el señor Lorenzo de Cepeda uno de los juzgados, imputa a la obediencia la culpa de ser censora de los demás; y comienza su vejamen, afirmando, que no pensaba decir bien de cosa alguna de lo escrito. Y bien se ve, que fue esa una discreta aprobación de lo discurrido; y que diría bien de todo de veras, quien ofrecía decir mal de todo de burlas.
5. (Censura a Francisco de Salcedo). A Francisco de Salcedo excluyó, y mortificó desde el número tercero hasta el sexto, después de haberle notado, de que no se trata de unión al buscar a Dios, sino al tenerlo; porque cargó la mano en el cuidado del alma al oír Dios, y el mote no era: Óyeme a mí, sino: Búscate en mí.Y dice la Santa admirablemente, que no es lo mismo Busca, que Oye. Porque oír, dice recibir la luz, o la palabra, o la noticia, que le comunica Dios al alma; pero el buscar, dice ejecutarla; buscar, y andar en prosecución de lo que ha visto, y oído.
Luego le nota con grandísima gracia lo que dice, al fin de su papel, el mismo Salcedo: De que todas son necedades, habiendo dicho en él antes, que todo era de san Pablo cuanto decía: conque le coge vivo la Santa, y le manda que se retrate al instante, o le acusará a la Inquisición; porque dice, que son necedades lo que dijo san Pablo.
6. (Censura al padre Julián de Ávila). Después de haber despachado desta suerte la Santa a Francisco de Salcedo, excluye, y censura al padre Julián de Ávila desde el número sexto, con grandísima gracia, por decir, que gastó el tiempo en lo que no toca a la cuestión; insinuando, que trató de los sentimientos del alma en la unión con Dios, y que eso no es a propósito del mote; pues sólo dice Dios al alma: Búscate en mí. Y esto no es decirle, que busque los sentimientos, y menos en su unión; [21] porque con ella, y en ella no sería buscar, ni tenía que buscar, sino sería gozar de el Señor, que ya tenía en la unión.
Todavía, después de haberlo excluido, lo alaba, mortificándole; pero dando de paso una puntada al venerable padre fray Juan de la Cruz con extremada gracia, diciendo: Mas yo le perdono sus yerros al padre Julián; porque no fue tan largo como mi padre fray Juan de la Cruz: conque apenas acaba de curar al uno, cuando ya hiere, y descalabra al otro.
7. (Censura al V. P. fray la Cruz). Al venerable padre fray Juan de la Cruz, con igual gracia, le excluye desde el número sétimo. Porque debió de entender el mote del práctico obrar de las almas espirituales, que es lo que les pide Dios, cuando les inspira que lo busquen, para hallarse en él alegres, satisfechas, y aprovechadas. Y si no temiera yo la censura de la Santa, como los demás, creo que fue el que se acercó más al sentido del espíritu en este santo mote: Búscate en mí. Pero debió de dilatarse, como tan grande maestro místico, en las tres vías, purgativa, iluminativa, y unitiva (que después tan alta, y profundamente explicó sobre las canciones, que hizo al intento) y la Santa, como se fue el venerable padre a lo práctico del obrar, le nota de que quiere enseñar los ejercicios de la Compañía, que tanto provecho han hecho en el mundo; y en donde con grande acierto, y prudencia se comienza por la vía purgativa, para llevar al alma a la iluminativa, y después a la unitiva.
8. Y porque debió de decir el venerable padre en su escrito, que era menester para buscar a Dios mirar al mundo, replica la Santa con grande agudeza, que no era necesario estar muertos al mundo para buscar a Dios: Pues no lo estaba la Madalena,ni la Samaritana, ni la Cananea, cuando buscaban a Dios en casa del Fariseo, en la calle, ni en el pozo: que es decir, que eran aún principiantes en la virtud. Y habiendo diversos estados en la vida del espíritu al buscar a Dios, siendo posible que el venerable padre hablase del buscarlo por el amor, y con el amor en la vía unitiva, le reconvino la Santa con el buscarle de la Madalena en sus principios en la purgativa; conque discretamente le barajó todo su discurso, y le humilló, y mortificó.
Luego le nota, de que entienda el mote, Búscate en mí, cuando el alma está unida con su Esposo; y replicó agudamente la Santa, que si lo tiene ya con la unión, no le dirá Dios que le busque, sino que no le deje, o que se goce en él, pues no ha menester buscar lo que tiene.
9. Acaba con su acostumbrada gracia en el número nono, dándole otro golpe, diciendo: Que la libre Dios de gente tan espiritual, que todo lo quiere hacer contemplación perfecta: conque lo despide alabado con la misma nota que le mortifica; pues si le dijo que erró en la aplicación del discurso, le confiesa también, que es espiritual, y que en lo que dijo acertó.
Luego al salir de sus manos vuelve la Santa a darle otro golpecito con donaire agudísimo, diciendo: Con todo eso le agradecemos el habernos dado tan bien a entender lo que no le preguntamos; conque entre aprobaciones, y reprobaciones, le deja contento, alabado, y mortificado.
10. (Censura a su hermano Lorenzo de Cepeda). A su hermano el señor Lorenzo de la Cepeda, desde el número décimo, censura más la [22] persona, que no lo que escribió: con una santa superioridad, le guía a que comience a aprender, dándole a entender, que está muy novicio; y cargando más la mano en el que tuvo mas jurisdicción, encamina a la escuela de la santa humildad, que es la puerta, y fundamento de la sabiduría interior.
11. (Censúrales a todos, y a sí misma). Últimamente a todos los dice: Que son tan divinos, que han perdido por carta de más, pues pasaron a lo que no quiso decir el mote. Y por no perdonarse a sí misma, pareciéndole que era poca humildad censurar a los otros, y quedarse libre de su misma censura, dice al señor obispo: Que cuanto ha dicho son desatinos. Conque vuelve a su crédito lo escrito de los otros, desacreditando a su propia censura, y se retira con eso a la celda de su propio conocimiento, después de haberles puesto a todos la ceniza en la frente.
12. (Como se puede juzgar, que la entendía la Santa este mote: Búscate en mí). En cuanto al mote, y la inteligencia de lo que pedía Dios al alma, cuando dijo: Búscate en mí, no habiendo dejado escrito la Santa su parecer, tienen bien que discurrir sus hijos, e hijas en sus espirituales conferencias, y recreaciones.
13. A lo que puede colegirse de las exclusiones, y razones que daba la Santa para ello, el sentimiento de santa Teresa era, que decirle Dios al alma: Búscate en mí,fue decirle en un sentido muy espiritual: Búscame a mí, y allí te hallarás a ti; pues si te buscas a ti sin mí, nunca bien te hallarás a ti.
14. (Explícase el mote). Porque habla con un alma, que en todo se buscaba a sí misma (como sucede comúnmente a todas) y en todo se abrazaba con su propio amor, y dentro de lo mismo espiritual se buscaba, y hallaba, y sus ayunos le complacían, y su oración la satisfacía, y en todo cuanto obraba el espíritu, comía también su bocado la naturaleza; y como ella aplicaba tal vez el afecto al defecto, cuando parece que buscaba a Dios, se busca a sí misma. Dícele pues Dios: Búscate en mí, pues te quieres buscar, y no te busques en ti.
Como si dijera: Si quieres hallar alegría, y contento, en nadie lo hallarás, sino en mí: Búscate en mí, y no fuera de mí; pues no hallarás quietud, sino en mí, y toda inquietud en ti.
Búscate en mí; pues sólo en mí gozarás el descanso, que es imposible que goces en ti, y fuera de mí.
Búscate en mí; pues te hallarás en mí: porque en todas partes andas perdida sin mí.
Búscate en mí: que yo haré, que hallándome a mí, te dejes a ti, y te quedes sin ti, en mí.
15. Esta breve exposición he querido hacer, remitiéndola a la censura de las madres Descalzas, que la calificarán con mayor piedad; porque a la grande erudición, y letras de los padres Descalzos, no me atrevo a exponerla.
16. Ya esto debió de mirar el discurso del venerable padre fray Juan de la Cruz, sino que se dilataría por las tres vías, que es por donde se busca a Dios; llorando en la purgativa; siguiendo en la iluminativa; ardiendo en la unitiva, y la Santa equivocábale los discursos, para mortificarlo. [23] Y como dijo al principio de su vejamen, que no había de decir bien de cosa alguna (la que de todo, y de todos decía, y enseñaba a decir bien) humilló con grande donaire a aquel venerable maestro de espíritu.
No me atreviera yo a haber escrito esto, si hubiera de llegar a manos de la Santa; si bien por verme en ellas, y ser enseñado de su luz, me pudiera aventurar a cualquiera censura.
17. Lo que hay que admirar en este vejamen, es la destreza, el espíritu, la gracia, la superioridad con que entra, y sale en todos sus discursos la Santa: que es tal, que si santo Tomás, sol de toda buena teología, quisiera reducir a la práctica la virtud de la Eutropelia, no podía delinearla con más vivos colores, que como la Santa la practicó en esta ocasión.
Y es buena medida de su altísimo espíritu, verla a todos tan superior; que siendo uno de los humillados el venerable padre fray Juan de la Cruz, el místico, el delgadísimo, y el profundísimo de la Iglesia; todavía en llegando a santa Teresa, es uno de sus muy humildes discípulos, y de los que dio materia a su judicatura.
18. También este suceso hace recomendación santísima de las espirituales recreaciones de las santas religiones, y de otras que refiere Casiano entre los varones de espíritu, y de lo que Dios se alegra con ellas, cuando son de este género, o de otro honesto divertimiento; pues una Santa, gobernada del espíritu divino, fue la principal censora, y autora de esta espiritual recreación.
Por esto tengo por cierta la revelación, que un varón, acreditado en santidad, tuvo en la religión Descalza de san Pedro de Alcántara (Descalcez a quien yo amo con gran ternura) según he llegado a entender por buenas relaciones, al cual, hallándose en un entretenimiento de este género, y aun mucho menos interior, y más natural, asistiendo a él con sus religiosos, le dio un éxtasis, y dijo después por obediencia, que fue, porque vio al Señor dando la bendición a los religiosos, que se entretenían; y le dijo a él: Que se holgaba mucho, que aflojasen al arco la cuerda alguna vez sus siervos, para dar aliento a la naturaleza, para que después más sujeta, y alegre sirva, como debe al espíritu.
6 Al muy ilustre Sr. D. Sancho Dávila, que después fue obispo de Jaén.
Jesús
1. La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced. He alabado a nuestro Señor, y tengo por gran merced suya, lo que vuestra merced tiene por falta, dejando algunos extremos de los que vuestra merced hacía por la muerte de mi señora la marquesa su madre, en que tanto todos hemos perdido. Su señoría goza de Dios, ¡y ojalá tuviésemos todas tal fin!
2. Muy bien ha hecho vuestra merced en escribir su vida, que fue muy [24] santa, y soy yo testigo desta verdad. Beso a vuestra merced las manos, por la que me hace en querer enviármela, que tendré yo mucho que considerar, y alabar a Dios en ella. Esa gran determinación, que vuestra merced no siente en sí de no ofender a Dios, como cuando se ofrezca ocasión de servirle, y apartarse de no enojarle, no le ofenda, es señal verdadera, de que lo es el deseo de no ofender a su Majestad. Y el llegarse vuestra merced al santísimo Sacramento cada día, y pesarle cuando no lo hace, lo es de más estrecha amistad.
3. Siempre vaya vuestra merced entendiendo las mercedes que recibe de su mano, para que vaya creciendo lo que le ama, y déjese de andar mirando en delgadezas de su miseria, que a bulto se nos representan a todos hartas, en especial a mí.
4. Y en eso de divertirse en el rezar el Oficio divino, en que tengo yo mucha culpa, y quiero pensar es flaqueza de cabeza; ansí lo piense vuestra merced pues bien sabe el Señor, que ya que rezamos, querríamos fuese muy bien. Yo ando mejor: y para el año que tuve el pasado, puedo decir que estoy buena, aunque pocos ratos sin padecer: y como veo que ya que se vive, es lo mejor, bien lo llevo.
5. Al señor marqués, y a mi señora la marquesa, hermanos de vuestra merced beso las manos de sus señorías, y que aunque he andado lejos, no me olvido en mis pobres oraciones de suplicar a nuestro Señor por sus señorías: y por vuestra merced no hago mucho, pues es mi señor, y padre de confesión. Suplico a vuestra merced que al señor don Fadrique, y a mi señora doña María mande vuestra merced dar un recado de mi parte, que no tengo cabeza para escribir a sus señorías, y perdóneme vuestra merced por amor de Dios. Su divina Majestad guarde a vuestra merced y dé la santidad que yo le suplico. Amén.
De Ávila 10 de octubre de 1580.
Indigna sierva de vuestra merced y su hija.
Teresa de Jesús.
Notas
1. Este señor eclesiástico fue el Ilustrísimo señor don Sancho Dávila, que fue obispo de Cartagena, Jaén, Plasencia, y últimamente creo que lo fue de Sigüenza. Fue ejemplarísimo prelado, hijo de los señores marqueses de Velada. Escribió de la veneración de las reliquias un tratado muy docto, y predicó a la canonización de la Santa. Fue su confesor, siendo muy mozo, que apenas le habían acabado de ordenar; que es buen crédito de su gran virtud.
2. Todavía la discípula santa daba documentos al maestro virtuoso (que eso va de lo virtuoso a lo santo) y él se los enviaba a pedir; y bien [25] perfectos se los daba, cuando le decía: que saliese del propio conocimiento al amor, pero promoviendo éste, sin dejar aquel; porque no hay duda, que el conocimiento propio no ha de ser habitación, sino tránsito, para llegar al conocimiento de Dios: como el que conoce su enfermedad, y busca la medicina; pues estarse mirando las llagas el herido, y no acudir a su curación, fuera toda su ruina. Y tal vez, si no se ocurre luego con el remedio al daño, se cava, y profunda el alma sobrado en el propio conocimiento, puede perderse por la desesperación, que es lo que dijo el santo, y real profeta David: Nisi quod lex tua meditatio mea est, tunc forte periissem in humilitate mea (Ps 118,92). Y así es menester pasar del conocimiento propio a la esperanza, que depende del conocimiento de la bondad de Dios.
3. También se consuela en la distracción del rezo, que es cosa que suele atormentar mucho a todos; pero dice admirablemente la Santa, que cuando el intento, y deseos es de rezar bien, no hay que afligirse: porque Dios recibe lo imperfecto con lo perfecto, como mala moneda nuestra, que pasa con la buena suya, conforme nos dejó enseñado: Si oculus tuus simplex fuerit, totum corpus tuum lucidum erit (Mt 6,22). Si es buena tu intención, también lo será tu acción.
4. Con esto excluye la Santa un adagio, que ahora corre por ahí, a mi parecer un poco relajado, de los que dicen, si bien para lo que toca a cumplir con el rezo: Si recitasti: bene recitasti. Si rezaste: bien rezaste. Mejor fuera poner los dos puntos después del bene. Si recitasti bene: recitasti. Porque rezar, y mal, es gran trabajo para el alma, y para el cuerpo; pues este padece, y aquella no merece. Y aun fuera bueno si se quedara ahí; pero se pasa, rezando mal, del no merecer, al pecar.
Todavía, cuando la voluntad es buena, como dice la Santa, y se aplica el cuidado, no hay que afligirse de las involuntarias distracciones, y más en los entendimientos, e imaginaciones vivas, las cuales apenas son corregibles. Y de estas habla la Santa de sí en el número cuarto, cuando se llama, culpada en esto; porque era tan grande su viveza, y comprensión, como se ve por lo que escribió, y obró. Y así no dudo, que estaría rezando, y gobernando sobre el breviario (sin repararlo) tres, o cuatro conventos de sus Descalzas; pero en advirtiendo en ello, lo corregía, y se corregía. Y esto basta para cumplir, y merecer muchísimo, y así se puede entender el adagio; Si recitasti bene: recitasti.
7 Al mesmo ilustrísimo Sr. D. Sancho Dávila.
Jesús
1. La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced. Si supiera que estaba vuestra merced en ese lugar, antes hubiera respondido a la carta de vuestra merced que lo deseaba mucho, para decir el [26] gran consuelo que me dio. Páguelo la divina Majestad a vuestra merced con los bienes espirituales, que yo siempre le suplico.
2. En la fundación de Burgos han sido tantos los trabajos, y poca salud, y muchas operaciones, que poco tiempo me quedaba para tomar este contento. Gloria sea a Dios, que ya queda acabado aquello, y bien. Mucho quisiera ir por donde vuestra merced está: que me diera gran contento tratar algunas cosas en presencia, que se pueden mal por cartas. En pocas quiere nuestro Señor que haga mi voluntad: cúmplase la de su divina Majestad, que es lo que hace al caso. La vida de mi señora la marquesa deseo mucho ver. Debió de recibir tarde la carta mi señora la abadesa su hermana, y por leerla su merced, creo no me la ha enviado. Con mucha razón ha querido vuestra merced quede por memoria tan santa vida. Plegue a Dios la haga vuestra merced de lo mucho que hay en ella que decir, que temo ha de quedar corto.
3. ¡Oh Señor! ¡Y qué es lo que padecí, en que sus padres de mi sobrina la dejasen en Ávila, hasta que yo volviese de Burgos! Como me vieron tan porfiada, salí con ello. Guarde Dios a vuestra merced que tanto cuida de hacerles merced en todo; que yo espero, que ha de ser vuestra merced su remedio. Guarde Dios a vuestra merced muchos años, con la santidad que yo siempre le suplico. Amén. De Palencia, 12 de agosto de 1582.
Indigna sierva, y súbdita de vuestra merced.
Teresa de Jesús.
Notas
1. En esta carta apenas hay que advertir. Es para el mismo prelado el Illmo. Sr. D. Sancho Dávila, antes que lo fuese; y bien se conoce cuál había de ser después, quien ya entonces era coronista de las virtudes de su madre. No se ha debido de estimar esta vida: a lo menos, yo no la he visto estampada, sino en las virtudes de este gran prelado, que le conocí, y visité en Sigüenza.
2. Hace mención en el número segundo, de lo que padeció en la fundación de Burgos, en donde el señor arzobispo de aquella santa iglesia la mortificó mucho a la Santa, y a sus religiosas, dilatándole la licencia, estando ya dentro de la misma ciudad. Cuéntalo la Santa en sus fundaciones con grandísima gracia, y entre otras cosas dice (Fundaciones, libro V, c. 4 y 5): Que les daba la licencia; pero que era con tales condiciones, que parecían todas imposibles. Después se la dio antes de partir la Santa, y con gran gusto. Fue un prelado observantísimo: llamábase D. Cristóbal Vela.
3. El valor de la Santa también se conoce en el número tercero, al defender para Dios a su sobrina, y procurar que anduviese con el consejo de san Gerónimo: Per calcatum Patrem, et calcatam Matrem (D. Hier. in Epist. ad Heliodor.), y a buscar la esposa a su eterno Esposo. Esta [27] sobrina suya, que la Santa instó con sus padres, para que la dejasen en Ávila, hasta que volviese de la fundación de Burgos, fue, como se colige de otra carta de la Santa, doña Beatriz de Ahumada, hija de su hermana doña Juana de Ahumada, que muerta la Santa, tomó el hábito de Carmelita descalza en el convento de Alba, habiéndolo antes profetizado, y llamose Beatriz de Jesús. Fue priora de las Carmelitas descalzas de Madrid, donde yo la traté, y comuniqué, y era religiosa sumamente espiritual, y perfecta. Diome una imagen de Cristo nuestro Señor crucificado, que ella trujo consigo más de cuarenta años; y yo por eso, y principalmente por quien es, la traigo conmigo, o él me trae consigo, que es lo más cierto, más ha de diez y siete. Murió en Madrid año de 1639 con opinión de santidad.
Teresa III Cartas 4