Discursos 2011 73


INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN

"EL ESPLENDOR DE LA VERDAD, LA BELLEZA DE LA CARIDAD-

HOMENAJE DE LOS ARTISTAS A BENEDICTO XVI

POR SUS 60 AÑOS DE SACERDOCIO"

Atrio del Aula Pablo VI

Lunes 4 de julio de 2011

Señores cardenales,

venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos amigos:

74 Es para mí una gran alegría encontrarme con vosotros y recibir vuestro creativo y multiforme homenaje con ocasión del 60° aniversario de mi ordenación sacerdotal. Estoy sinceramente agradecido con vosotros por vuestra cercanía en esta circunstancia tan significativa e importante para mí. En la celebración eucarística del pasado 29 de junio, solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, agradecí al Señor el don de la vocación sacerdotal. Hoy os agradezco a vosotros la amistad y la amabilidad que me manifestáis. Saludo cordialmente al cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio cardenalicio y al cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo pontificio para la cultura, que, junto con sus colaboradores, ha organizado esta singular manifestación artística, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Saludo también a todos los presentes, de manera especial a vosotros, queridos artistas, que habéis aceptado la invitación a presentar una creación vuestra en esta Muestra.

Nuestro encuentro de hoy, en el que tengo la alegría y la curiosidad de admirar vuestras obras, quiere ser una nueva etapa de aquel recorrido de amistad y de diálogo que emprendimos el 21 de noviembre de 2009, en la capilla Sixtina, un acontecimiento que aún llevo grabado en el alma. La Iglesia y los artistas vuelven a encontrarse, a hablarse, a apoyar la necesidad de un coloquio que quiere y debe hacerse cada vez más intenso y articulado, también para ofrecer a la cultura, más aún, a las culturas de nuestro tiempo un ejemplo elocuente de diálogo fecundo y eficaz, orientado a hacer que nuestro mundo sea más humano y más bello. Me presentáis hoy el fruto de vuestra creatividad, de vuestra reflexión, de vuestro talento, expresiones de los varios campos artísticos que aquí representáis: pintura, escultura, arquitectura, orfebrería, fotografía, cine, música, literatura y poesía. Antes de admirarlas junto con vosotros, permitid que me detenga sólo un momento en el sugestivo título de esta Exposición: «El esplendor de la verdad, la belleza de la caridad». Precisamente en la homilía de la misa pro eligendo Pontifice, comentando la bella expresión de san Pablo de la Carta a los Efesios «veritatem facientes in caritate» (4, 15), definí el «hacer la verdad en la caridad» como una fórmula fundamental de la existencia cristiana. Y añadí: «En Cristo coinciden la verdad y la caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, la verdad y la caridad se funden. La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como “címbalo que retiñe” (
1Co 13,1)». Y es precisamente de la unión, quiero decir de la sinfonía, de la perfecta armonía de verdad y caridad, de donde mana la auténtica belleza, capaz de suscitar admiración, maravilla y alegría verdadera en el corazón de los hombres. El mundo en que vivimos necesita que la verdad resplandezca y no sea ofuscada por la mentira o por la banalidad; necesita que la caridad inflame y no sea derrotada por el orgullo y por el egoísmo. Necesitamos que la belleza de la verdad y de la caridad toque lo más íntimo de nuestro corazón y lo haga más humano.

Queridos amigos, quiero renovaros a vosotros y a todos los artistas un amistoso y apasionado llamamiento: no separéis jamás la creatividad artística de la verdad y de la caridad; no busquéis jamás la belleza lejos de la verdad y de la caridad; al contrario, con la riqueza de vuestra genialidad, de vuestro impulso creativo, sed siempre, con valentía, buscadores de la verdad y testigos de la caridad; haced que la verdad resplandezca en vuestras obras y procurad que su belleza suscite en la mirada y en el corazón de quien las admira el deseo y la necesidad de hacer bella y verdadera la existencia, toda existencia, enriqueciéndola con el tesoro que nunca se acaba, que hace de la vida una obra maestra y de cada hombre un extraordinario artista: la caridad, el amor. Que el Espíritu Santo, artífice de toda la belleza que existe en el mundo, os ilumine siempre y os guíe hacia la Belleza última y definitiva, aquella que enciende nuestra mente y nuestro corazón y que esperamos poder contemplar un día en todo su esplendor.

Una vez más, gracias por vuestra amistad, por vuestra presencia y porque lleváis al mundo un rayo de esta Belleza, que es Dios. De corazón os imparto a todos vosotros, a vuestros seres queridos y a todo el mundo del arte mi bendición apostólica.




VISITA A LA REDACCIÓN DE «L'OSSERVATORE ROMANO»

CON MOTIVO DEL 150º ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN


Martes 5 de julio de 2011




Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra poderme encontrar con vosotros en la sede del periódico «L’Osservatore Romano», donde cada día realizáis vuestro trabajo, un trabajo valioso y cualificado, al servicio de la Santa Sede. Os saludo a todos con afecto. Saludo al director, profesor Giovanni Maria Vian, al subdirector, a los redactores y a toda la gran familia de este diario. Hace pocos días, el 1 de julio, «L’Osservatore Romano» alcanzó la notable meta de los 150 años de vida. Quiero deciros de todo corazón como se hace en casa: ¡Feliz cumpleaños! Este aniversario suscita sentimientos de gratitud y de legítimo orgullo, pero, junto a las conmemoraciones particulares y solemnes, he querido venir también aquí, en medio de vosotros, para expresar mi agradecimiento a cada uno de los que «hacen» concretamente el diario con pasión humana y cristiana, y con profesionalidad.

Desde hace mucho tiempo sentía realmente curiosidad por ver cómo se hace hoy un periódico, dónde nace el periódico, y conocer al menos por un momento a las personas que hacen este —nuestro— periódico. He tenido ahora la alegría de descubrir el modo moderno en que un diario nace, totalmente distinto del de hace cincuenta años. Exige mucha más —digamos— creatividad humana que trabajo técnico. Y así este «taller» está ciertamente dedicado a hacer, pero primero, sobre todo, a conocer, a pensar, a juzgar, a reflexionar. Ni siquiera es sólo un «taller»: es sobre todo un gran observatorio, come lo dice su nombre. Observatorio para ver las realidades de este mundo e informarnos de estas realidades. Me parece que desde este observatorio se ven tanto las cosas lejanas como las cercanas. Lejanas en un doble sentido: ante todo lejanas en todas las partes del mundo, como son Filipinas, Australia, América Latina; para mí esta es una de las grandes ventajas de «L'Osservatore Romano», que ofrece en verdad una información universal, que realmente ve el mundo entero y no sólo una parte. Por esto me siento agradecido, porque normalmente en los periódicos se dan informaciones, pero con una preponderancia del propio mundo y eso hace que se olviden muchas otras partes de la tierra, que no son menos importantes. Aquí se ve algo de la coincidencia de Urbs et Orbis que es característica de la catolicidad y, en cierto sentido, también es una herencia romana: verdaderamente ver el mundo y no sólo verse a sí mismos.

En segundo lugar, desde este observatorio se ven las cosas lejanas también en otro sentido: «L'Osservatore» no se queda en la superficie de los sucesos, sino que va a las raíces. Más allá de la superficie nos muestra las raíces culturales y el fondo de las cosas. Para mí no es solamente un periódico, sino también una revista cultural. Admiro cómo es posible cada día ofrecer grandes contribuciones que nos ayudan a entender mejor al ser humano, las raíces de donde vienen las cosas y cómo se las debe comprender, realizar, transformar. Pero este periódico ve asimismo las cosas cercanas. Algunas veces ciertamente es difícil ver lo cercano, nuestro pequeño mundo, que sin embargo es un mundo grande.

Hay otro fenómeno que me hace pensar y que también agradezco: que nadie puede informar sobre todo. Incluso los medios más universalistas, por así decir, no pueden decir todo; es imposible. Siempre es necesaria una elección, un discernimiento. Y por ello, en la presentación de los hechos es decisivo el criterio de selección: nunca existe el hecho puro, siempre hay una opción que determina qué aparece y qué no aparece. Y sabemos bien que actualmente en muchos órganos de la opinión pública las elecciones de las prioridades a menudo son muy discutibles. Y «L'Osservatore Romano», como ha dicho el director, en su cabecera se ha dado desde siempre dos criterios: «Unicuique suum» y «Non praevalebunt». Esta es una síntesis característica para la cultura del mundo occidental. Por una parte, el gran derecho romano, el derecho natural, la cultura natural del hombre concretizada en la cultura romana, con su derecho y el sentido de justicia; y por otra, el Evangelio. Se podría decir incluso: con estos dos criterios —el del derecho natural y el del Evangelio— tenemos como criterio la justicia y, por otro lado, la esperanza que viene de la fe. Estos dos criterios juntos —la justicia que respeta a cada uno y la esperanza que ve también las cosas negativas a la luz de una bondad divina de la que estamos seguros por la fe— ayudan a ofrecer en verdad una información humana, humanística, en el sentido de un humanismo que tiene sus raíces en la bondad de Dios. Y así no es sólo información, sino realmente formación cultural.

Por todo esto os estoy agradecido. De corazón imparto a todos vosotros, y a vuestros seres queridos, la bendición apostólica.


SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


A LA COMUNIDAD DE CASTELGANDOLFO


75
Palacio Pontificio de Castelgandolfo

Jueves 7 de julio de 2011




Queridos amigos os deseo a todos una tarde feliz.

He llegado en este momento para comenzar mis vacaciones y aquí encuentro todo: montaña, lago —incluso veo el mar—, una bella iglesia con la fachada renovada, y gente buena. Por eso me siento feliz de estar aquí. Esperemos que el Señor nos conceda una buenas vacaciones. Os imparto a todos vosotros, de corazón, mi bendición.

¡Buenas tardes y gracias!


Agosto 2011



CONCIERTO OFRECIDO POR EL CONJUNTO "NEW SEASONS"

EN HONOR DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Y DE SU HERMANO,

MONS. GEORG RATZINGER, EN EL 60 ANIVERSARIO DE SACERDOCIO

PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

AL FINAL DEL CONCIERTO


Patio del Palacio pontificio de Castelgandolfo

Martes 9 de agosto 2011




Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
reverendo señor deán Kemmer,
76 estimados músicos, queridos amigos:

A la estupenda música que aún resuena en nuestro espíritu, ciertamente no se puede añadir nada. Sin embargo, quiero decir unas palabras de agradecimiento a quienes han hecho posible y han organizado este concierto aquí en Castelgandolfo. Agradezco de corazón al monseñor deán su saludo inicial y, sobre todo, a los artistas —el maestro Albrecht Mayer, la violinista Arabella Steinbacher y el conjunto «New Seasons»— por la magnífica ejecución, que llega al corazón. Me alegra en particular también que hayáis querido ofrecer este concierto con ocasión del 60° jubileo sacerdotal que mi hermano y yo, con la gracia divina, hemos podido celebrar juntos hace poco tiempo. Y usted, señor Mayer, ha escogido como lema de este concierto: «Lo que Dios hace, está bien hecho» y, así, lo ha convertido, desde lo más íntimo, en un concierto de acción de gracias y de confianza creyente. ¡Muchísimas gracias a vosotros por este don!

Esta tarde hemos podido encontrar dos exponentes realmente grandes de la música del siglo XVIII: Antonio Vivaldi y Johann Sebastian Bach, maestro de los maestros.

Los dos pasajes de Vivaldi que han resonado esta tarde forman parte de los llamados «conciertos llenos», escritos para orquesta de arcos y bajo continuo, gran parte de los cuales tenían una finalidad didáctica, especialmente cuando Vivaldi enseñó en la «Piedad», uno de los cuatro orfanatos-conservatorios de Venecia para muchachas. La estructura de los tres tiempos con un breve adagio central es típica del gran italiano, pero esta uniformidad arquitectónica nunca es monótona, porque —como hemos escuchado— el tratamiento tímbrico, el color orquestal, la dinámica del discurso musical, los arreglos armónicos, el arte del contrapunto y de la imitación, convierten los conciertos de Vivaldi en un ejemplo de luminosidad y belleza que transmite serenidad y alegría. Creo que esto venía de su fe. Vivaldi era un sacerdote católico, fiel a su Breviario y a sus prácticas de piedad. La escucha de su producción de música sacra revela su espíritu profundamente religioso.

Este es un rasgo que lo une a Johann Sebastian Bach, luterano, admirador de Vivaldi, del que estudió y transcribió varios conciertos. «Soli Deo gloria»: esta frase aparece como un estribillo en los manuscritos de Bach —un leitmotiv de sus cantatas, como dice el opúsculo del programa— y constituye un elemento central para comprender la música del gran autor alemán. La profunda devoción fue un elemento esencial de su carácter, y su sólida fe sostuvo e iluminó toda su vida. En la portada del Kleines Orgelbüchlein se pueden leer estas dos líneas: «Dem höchsten Gott allein zu Ehren, Dem Nächsten draus sich zu belehren» («Al Dios Altísimo para honrarlo, a los demás para instruirlos»). Bach tenía una concepción profundamente religiosa del arte: honrar a Dios y deleitar el espíritu del hombre. La escucha de su música recuerda casi el fluir de un arroyo, o una gran construcción arquitectónica en la que todo está armoniosamente compuesto, como para intentar reproducir la perfecta armonía que Dios imprimió en su creación. Bach es un espléndido «arquitecto de la música», con un uso inigualable del contrapunto, un arquitecto guiado por un tenaz ésprit de géometrie, símbolo de orden y de sabiduría, reflejo de Dios; así la racionalidad pura se transforma en música, en el sentido más elevado y puro, en belleza esplendorosa. En esta velada hemos podido admirar este espíritu de Bach en los pasajes iniciales tomados de la monumental obra de fe que son las Cantatas, en la música pura, cristalina de la Partitura n. 2 en re menor para solo de violín y en el bellísimo Concierto BWV 1060, propuesto en una versión que probablemente corresponde a la más antigua.

Gracias, una vez más, también de parte de mi hermano, al señor deán, al maestro Mayer, a la violinista Arabella Steinbacher y al conjunto «New Seasons». A todos vosotros un sentido «Vergelt’s Gott» (Dios os lo recompense). De buen grado os imparto a vosotros y a todos los presentes mi bendición apostólica.




VIAJE APOSTÓLICO A MADRID

CON OCASIÓN DE LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

18-21 DE AGOSTO DE 2011

CONFERENCIA DE PRENSA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

A BORDO DEL AVIÓN EN EL VUELO HACIA MADRID

Jueves 18 de agosto de 2011


P. Lombardi: Santo Padre, estamos en la XXVI Jornada mundial de la juventud, la decimosegunda celebrada con un gran encuentro mundial. Juan Pablo II, que las instituyó, ahora es beato y es protector oficial de esta JMJ de Madrid. Al inicio de su pontificado, nos preguntábamos si usted continuaría en el surco de su predecesor. Ahora usted está ya en su tercera Jornada mundial, después de la de Colonia y Sydney. ¿Cómo ve el significado de estos acontecimientos en la «estrategia» pastoral de la Iglesia universal en el tercer milenio?

Santo Padre: Queridos amigos, ¡buenos días! Me alegra viajar con vosotros a España para este gran acontecimiento. Después de dos jmj vividas también personalmente, puedo decir que fue realmente una inspiración la que recibió el Papa Juan Pablo II cuando creó esta realidad de un gran encuentro de los jóvenes del mundo con el Señor. Diría que estas JMJ son un signo, una cascada de luz, dan visibilidad a la fe, visibilidad a la presencia de Dios en el mundo, y dan así la valentía para ser creyentes. Con frecuencia, los creyentes se sienten aislados en este mundo, casi perdidos. Aquí ven que no están solos, que hay una gran red de fe, una gran comunidad de creyentes en el mundo, que es hermoso vivir en esta amistad universal. Y así, me parece, nacen amistades que superan las fronteras de las diferentes culturas, de los diferentes países. Este nacimiento de una red universal de amistad, que une al mundo con Dios, es una realidad importante para el futuro de la humanidad, para la vida de la humanidad de hoy. Naturalmente la jmj no puede ser un acontecimiento aislado: forma parte de un camino más grande. Debe ser preparado por este camino de la cruz que transmigra a diferentes países y ya une a los jóvenes con el signo de la cruz y con el maravilloso signo de la imagen de la Virgen. De este modo la preparación de la JMJ, mucho más que una preparación técnica de un acontecimiento con muchos problemas técnicos, naturalmente; es una preparación interior, un ponerse en camino hacia los demás y, juntos, hacia Dios. Y así se crean grupos de amistad. Este contacto universal abre las fronteras de las culturas y de los contrastes humanos y religiosos, y de este modo se convierte en un camino continuo, que después lleva a una nueva cumbre, a una nueva JMJ. En este sentido, me parece que la jmj debe considerarse como un signo, como parte de un gran camino: crea amistades, abre fronteras y hace visible que es bello estar con Dios, que Dios está con nosotros. En este sentido, queremos seguir con esta gran idea del beato Papa Juan Pablo II.

P. Lombardi: Santidad, los tiempos cambian. Europa y el mundo occidental en general viven una crisis económica profunda, que manifiesta también señales de un grave malestar social y moral, de gran incertidumbre para el futuro, particularmente doloroso para los jóvenes. En los días pasados hemos visto, por ejemplo, los sucesos acontecidos en Gran Bretaña, con manifestaciones de rebelión y agresividad. Al mismo tiempo, hay signos de compromiso generoso y entusiasta, de voluntariado y solidaridad, de jóvenes creyentes y no creyentes. ¿Qué mensajes puede ofrecer la Iglesia para dar esperanza y aliento a los jóvenes del mundo, sobre todo a los que hoy sienten la tentación del desaliento y la rebelión?

Santo Padre: Sí. Se confirma en la crisis económica actual lo que ya se ha visto en la gran crisis precedente: que la dimensión ética no es algo exterior a los problemas económicos, sino una dimensión interior y fundamental. La economía no funciona sólo con una auto-reglamentación mercantil, sino que tiene necesidad de una razón ética para funcionar para el hombre. Puede constatarse lo que ya había dicho Juan Pablo IIen su primera encíclica social: que el hombre debe estar en el centro de la economía y que la economía no debe medirse según el máximo beneficio, sino según el bien de todos; incluye la responsabilidad respecto del otro, y funciona verdaderamente bien sólo si funciona de una manera humana, respetando al otro. Y con sus diferentes dimensiones: responsabilidad por la propia nación, y no sólo por sí mismos, responsabilidad por el mundo. Una nación no está aislada; tampoco Europa está aislada, sino que es responsable de toda la humanidad y debe pensar siempre en los problemas económicos con esta clave de responsabilidad, también por las demás partes del mundo, por las que sufren, tienen sed y hambre, y no tienen futuro. Y, por tanto —tercera dimensión de esta responsabilidad— es la responsabilidad por el futuro. Sabemos que debemos proteger nuestro planeta, pero tenemos que proteger el funcionamiento del servicio del trabajo económico para todos y pensar que el mañana es también el hoy. Si los jóvenes de hoy no encuentran perspectivas en su vida, también nuestro hoy está equivocado, está mal. Por tanto, la Iglesia con su doctrina social, con su doctrina sobre la responsabilidad ante Dios, abre la capacidad de renunciar al máximo beneficio y de ver las cosas en la dimensión humanística y religiosa, es decir, estamos hechos el uno para el otro. De este modo es posible también abrir caminos. El gran número de voluntarios que trabajan en diferentes partes del mundo, no para sí mismos sino para los demás, y encuentran precisamente así el sentido de su vida, demuestran que es posible hacer esto y que una educación en estos grandes objetivos, como trata de hacer la Iglesia, es fundamental para nuestro futuro.

77 P. Lombardi: Los jóvenes del mundo de hoy viven generalmente en ambientes multiculturales y multiconfesionales. La tolerancia recíproca hoy es más necesaria que nunca. Usted insiste siempre mucho en el tema de la verdad. ¿No piensa que esta insistencia en la verdad y en la única Verdad que es Cristo, es un problema para los jóvenes de hoy? ¿No piensa que esta insistencia los impulse a la contraposición y a la dificultad de dialogar y buscar junto a los demás?

Santo Padre: La relación entre verdad e intolerancia, monoteísmo e incapacidad de diálogo con los demás, es un argumento que con frecuencia vuelve al debate sobre el cristianismo de hoy. Y naturalmente es verdad que en la historia se han dado también abusos, tanto del concepto de verdad como del concepto de monoteísmo; pero han sido abusos. La realidad es totalmente diferente. El argumento está equivocado, pues la verdad sólo es accesible en la libertad. Se pueden imponer con la violencia comportamientos, observancias, actividades, pero no la verdad. La verdad se abre sólo a la libertad, al consentimiento libre y, por eso, libertad y verdad están íntimamente unidas, una es condición de la otra. Por lo demás, buscar la verdad, los valores auténticos, que dan vida y futuro, no tiene alternativa. No queremos la mentira, no queremos el positivismo de normas impuestas con una cierta fuerza. Sólo los auténticos valores llevan al futuro y es necesario, por tanto, buscar los valores auténticos y no permitir el arbitrio de algunos, no dejar que se imponga una razón positivista que nos dice, sobre los problemas éticos, sobre los grandes problemas del hombre: no hay una verdad racional. Esto significa exponer el hombre al arbitrio de cuantos tienen el poder. Debemos buscar siempre la verdad, los verdaderos valores; tenemos un núcleo de valores, en los derechos humanos fundamentales. Los derechos fundamentales reconocidos nos ponen en diálogo unos con otros. La verdad como tal es dialogante, pues busca conocer mejor, comprender mejor, y lo hace en diálogo con los demás. De este modo, buscar la verdad y la dignidad del hombre es la mejor defensa de la libertad.

P. Lombardi: Las Jornadas mundiales de la juventud son un tiempo hermosísimo y suscitan mucho entusiasmo, pero los jóvenes luego al volver a casa encuentran un mundo en el que la práctica religiosa está en disminución muy fuerte. A muchos de ellos probablemente no se les verá ya en la iglesia. ¿Cómo se puede dar continuidad a los frutos de la Jornada mundial de la juventud? ¿Piensa que dará efectivamente frutos de larga duración más allá de los momentos de gran entusiasmo?

Santo Padre: La siembra de Dios siempre es silenciosa, no aparece inmediatamente en las estadísticas. Y esa semilla que el Señor siembra con las JMJ es como la semilla de la que habla el Evangelio: una parte cae en el camino y se pierde; una parte cae en la piedra y se pierde; una parte cae entre las espinas y se pierde; pero una parte cae en tierra buena y da mucho fruto. Esto es precisamente lo que sucede con la siembra de la JMJ: mucho se pierde y esto es humano. Con otras palabras del Señor, la semilla de mostaza es pequeña, pero crece y se convierte en un gran árbol. Ciertamente se pierde mucho, no podemos decir que desde mañana comienza un gran crecimiento de la Iglesia. Dios no actúa así. Crece en silencio y mucho. Sé que otras JMJ han suscitado numerosas amistades, amistades para toda la vida; muchas nuevas experiencias de que Dios existe. Y nosotros confiamos en este crecimiento silencioso, y estamos seguros de que, aunque las estadísticas no hablen mucho de ello, la semilla del Señor crece realmente. Y para muchísimas personas será el inicio de una amistad con Dios y con los demás, de una universalidad de pensamiento, de una responsabilidad común que realmente nos muestra que estos días dan fruto. Gracias.


VIAJE APOSTÓLICO A MADRID

CON OCASIÓN DE LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

18-21 DE AGOSTO DE 2011

CEREMONIA DE BIENVENIDA


Aeropuerto internacional de Madrid Barajas

Jueves 18 de agosto de 2011

[Vídeo]




Majestades,
Señor Cardenal Arzobispo de Madrid,
Señores Cardenales,
Venerados hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
78 Distinguidas Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales,
Querido pueblo de Madrid y de España entera

Gracias, Majestad, por su presencia aquí, junto con la Reina, y por las palabras tan deferentes y afables que me ha dirigido al darme la bienvenida. Palabras que me hacen revivir las inolvidables muestras de simpatía recibidas en mis anteriores visitas apostólicas a España, y muy particularmente en mi reciente viaje a Santiago de Compostela y Barcelona. Saludo muy cordialmente a los que estáis aquí reunidos en Barajas, y a cuantos siguen este acto a través de la radio y la televisión. Y también una mención muy agradecida a los que con tanta entrega y dedicación, desde instancias eclesiales y civiles, han contribuido con su esfuerzo y trabajo para que esta Jornada Mundial de la Juventud en Madrid se desarrolle felizmente y obtenga frutos abundantes.

Deseo también agradecer de todo corazón la hospitalidad de tantas familias, parroquias, colegios y otras instituciones que han acogido a los jóvenes llegados de todo el mundo, primero en diferentes regiones y ciudades de España, y ahora en esta gran Villa de Madrid, cosmopolita y siempre con las puertas abiertas.

Vengo aquí a encontrarme con millares de jóvenes de todo el mundo, católicos, interesados por Cristo o en busca de la verdad que dé sentido genuino a su existencia. Llego como Sucesor de Pedro para confirmar a todos en la fe, viviendo unos días de intensa actividad pastoral para anunciar que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros. Para exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos.

¿Por qué y para qué ha venido esta multitud de jóvenes a Madrid? Aunque la respuesta deberían darla ellos mismos, bien se puede pensar que desean escuchar la Palabra de Dios, como se les ha propuesto en el lema para esta Jornada Mundial de la Juventud, de manera que, arraigados y edificados en Cristo, manifiesten la firmeza de su fe.

Muchos de ellos han oído la voz de Dios, tal vez solo como un leve susurro, que los ha impulsado a buscarlo más diligentemente y a compartir con otros la experiencia de la fuerza que tiene en sus vidas. Este descubrimiento del Dios vivo alienta a los jóvenes y abre sus ojos a los desafíos del mundo en que viven, con sus posibilidades y limitaciones. Ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos y ser verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar, no deteniéndose ya ante sus más altos ideales, que motivarán su generoso compromiso por construir una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad real. Aquí, en esta Jornada, tienen una ocasión privilegiada para poner en común sus aspiraciones, intercambiar recíprocamente la riqueza de sus culturas y experiencias, animarse mutuamente en un camino de fe y de vida, en el cual algunos se creen solos o ignorados en sus ambientes cotidianos. Pero no, no están solos. Muchos coetáneos suyos comparten sus mismos propósitos y, fiándose por entero de Cristo, saben que tienen realmente un futuro por delante y no temen los compromisos decisivos que llenan toda la vida. Por eso me causa inmensa alegría escucharlos, rezar juntos y celebrar la Eucaristía con ellos. La Jornada Mundial de la Juventud nos trae un mensaje de esperanza, como una brisa de aire puro y juvenil, con aromas renovadores que nos llenan de confianza ante el mañana de la Iglesia y del mundo.

Ciertamente, no faltan dificultades. Subsisten tensiones y choques abiertos en tantos lugares del mundo, incluso con derramamiento de sangre. La justicia y el altísimo valor de la persona humana se doblegan fácilmente a intereses egoístas, materiales e ideológicos. No siempre se respeta como es debido el medio ambiente y la naturaleza, que Dios ha creado con tanto amor. Muchos jóvenes, además, miran con preocupación el futuro ante la dificultad de encontrar un empleo digno, o bien por haberlo perdido o tenerlo muy precario e inseguro. Hay otros que precisan de prevención para no caer en la red de la droga, o de ayuda eficaz, si por desgracia ya cayeron en ella. No pocos, por causa de su fe en Cristo, sufren en sí mismos la discriminación, que lleva al desprecio y a la persecución abierta o larvada que padecen en determinadas regiones y países. Se les acosa queriendo apartarlos de Él, privándolos de los signos de su presencia en la vida pública, y silenciando hasta su santo Nombre. Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado.

En este contexto, es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús a permanecer firmes en la fe y a asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla abiertamente con su propia vida. Un testimonio valiente y lleno de amor al hombre hermano, decidido y prudente a la vez, sin ocultar su propia identidad cristiana, en un clima de respetuosa convivencia con otras legítimas opciones y exigiendo al mismo tiempo el debido respeto a las propias.

Majestad, al reiterar mi agradecimiento por la deferente bienvenida que me habéis dispensado, deseo expresar también mi aprecio y cercanía a todos los pueblos de España, así como mi admiración por un país tan rico de historia y cultura, por la vitalidad de su fe, que ha fructificado en tantos santos y santas de todas las épocas, en numerosos hombres y mujeres que dejando su tierra han llevado el Evangelio por todos los rincones del orbe, y en personas rectas, solidarias y bondadosas en todo su territorio. Es un gran tesoro que ciertamente vale la pena cuidar con actitud constructiva, para el bien común de hoy y para ofrecer un horizonte luminoso al porvenir de las nuevas generaciones. Aunque haya actualmente motivos de preocupación, mayor es el afán de superación de los españoles, con ese dinamismo que los caracteriza, y al que tanto contribuyen sus hondas raíces cristianas, muy fecundas a lo largo de los siglos.

Saludo desde aquí muy cordialmente a todos los queridos amigos españoles y madrileños, y a los que han venido de tantas otras tierras. Durante estos días estaré junto a vosotros, teniendo también muy presentes a todos los jóvenes del mundo, en particular a los que pasan por pruebas de diversa índole. Al confiar este encuentro a la Santísima Virgen María, y a la intercesión de los santos protectores de esta Jornada, pido a Dios que bendiga y proteja siempre a los hijos de España. Muchas gracias.



VIAJE APOSTÓLICO A MADRID

CON OCASIÓN DE LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

18-21 DE AGOSTO DE 2011

FIESTA DE ACOGIDA DE LOS JÓVENES

SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


Discursos 2011 73