DARRAS-Historia de Nuestro Señor Jesucristo - § II. Martes Santo



§ III. Miércoles Santo

24. Jesús no entró en Jerusalén en aquel día, sino que lo pasó en el Monte de los Olivos. Los discípulos, dice el Evangelio, reparando al pasar que la higuera maldecida en la víspera se había secado de raíz, quedaron pasmados, y dijeron entre sí: ¿Cuán seca está? Recordando Pedro las palabras de Jesús, le dijo: Maestro, mira cómo se ha secado la higuera que maldijiste. Y Jesús, tomando la palabra, le respondió en estos términos: ¡Tened confianza en Dios! En verdad os digo, que si tenéis fe sin incertidumbre ni vacilación, no solamente haréis esto de la higuera, sino que aun cuando digáis a este monte: Arráncale de ahí y échate en el mar, así lo hará. Cualquiera que cree sin vacilación que todo lo que dijere sucederá, lo verá cumplirse. Por eso os digo; cuantas cosas pidiereis en la oración, creed que las recibiréis y os serán concedidas. Y cuando os [625] pusiereis a orar, si tenéis alguna cosa contra alguno, perdonadle el agravio, a fin de que vuestro Padre que está en los cielos, también os perdone vuestros pecados. Porque si vosotros no perdonareis, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras culpas 1016».

Tal es el lenguaje de Jesús dos días antes de su muerte. Enseña a Pedro, jefe futuro de la Iglesia y custodio de la fe el poder infinito del tesoro cuyo sagrado depósito tendrá en sus manos.

25. «Entre tanto, continúa el Evangelio, se aproximaba el día solemne de los Ázymos, llamado la Pascua. Luego, pues, que concluyó Jesús estos razonamientos, dijo a sus discípulos: Bien sabéis que de aquí a dos días debe celebrarse la Pascua, y que el Hijo del hombre será entregado a muerte de cruz. -En efecto, al mismo tiempo los Príncipes de los Sacerdotes y los Escribas andaban trazando cómo hacer morir a Jesús. Reunidos los Ancianos en el atrio del Sumo Pontífice, llamado Caifás, tuvieron consejo para hallar medio como apoderarse con maña de Jesús y hacerle morir; mas temiendo que se alborotara el pueblo, decían: No conviene que se haga esto durante la fiesta. -Entre tanto Satanás se apoderó del corazón de Judas, llamado Iscariote 1017, uno de los doce Apóstoles, el cual se fue a encontrar a los Príncipes de los Sacerdotes, ofreciéndoles entregarles a Jesús. Y se puso a tratar con ellos y con los magistrados del Templo sobre la manera de entregarle. ¿Qué queréis darme y yo le pondré en vuestras manos? -A estas palabras se colmaron de alegría y se convinieron con él en darle más adelante cierta suma de dinero, entregándole desde luego treinta monedas [626] de plata. Obligose Judas, y buscaba oportunidad para entregarle sin tumulto y sin que lo supiera el pueblo 1018».

El odio del Sanhedrín no trata ya ni aun de guardar las formas de la justicia. Por dolo, dolo; por medio de soborno; sin que lo sepa el pueblo, y en su consecuencia, contra todos los principios de la legislación mosaica; por medio de traición, de venalidad, en las tinieblas de un conciliábulo, donde se ciernen el terror y el remordimiento prematuro, cual vengadoras visiones, es como se verifica el trato o venta deicida. Un rasgo esencialmente judío y que no se ha notado lo suficiente, es el hecho de prometer al traidor una cantidad de dinero, una suma indeterminada, pero en relación 1019 con el servicio que va a prestar, y con el gozo que excita su proposición en la asamblea: Promiserunt ei pecuniam se daturos 1020. Sin embargo, no le entregan anticipadamente más que treinta monedas de plata. Constituerunt ei triginta argenteos, cerca de doscientos reales de nuestra moneda. Apenas era el precio de un esclavo fuera de edad. Y ésta fue la suma que en otro tiempo recibieron los hermanos de Josef. No impedía el odio a los ancianos del Sanhedrín calcular sus intereses, así que especulaban con la codicia del traidor, y bajo un doble punto de vista, creyeron que era buen negocio para ellos.





§ IV. Jueves Santo

26. «Habiendo llegado, continúa el Evangelio, el primer día de los Ázymos, en que la ley mandaba sacrificar el Cordero pascual, dijo Jesús a Pedro y a Juan: Id a prepararnos lo necesario para celebrar la Pascua. Dijeron ellos: ¿Dónde quieres que lo dispongamos? Respondioles: Id a la ciudad, y así que en ella encontraréis un hombre que llevará un cántaro de agua seguidle hasta la casa en que entre; y diréis al padre de familias de ella: El Maestro te envía a decir: Mi tiempo se acerca, voy a celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos. ¿Dónde está la sala en que he de celebrarla? Entonces os mostrará un gran cenáculo bien amueblado: preparad allí lo necesario. -Fueron, pues, los discípulos, y llegando a la ciudad, hallaron todo lo que les había dicho, y dispusieron [627] las cosas para la Pascua. -Puesto ya el sol, fue Jesús allí con los doce 1021. Sabiendo Jesús que era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo, los amo hasta el fin. Cuando estuvo dispuesta la cena pascual 1022, aquel en cuyas manos había puesto el Padre [628] todas las cosas, que había salido de Dios y estaba a punto de volver a Dios, levantose de la mesa, y dejó su manto, y habiendo tomado una toalla, se la ciñó, echó después agua en un lebrillo y empezó a lavar los pies de sus discípulos y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Vino, pues, a Simón Pedro, el cual exclamó: ¡Señor, jamás me lavarás tú a mí los pies! Respondiole Jesús: Si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo. -Pedro replicó: Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza. -Díjole Jesús: El que está purificado, no necesita sino de lavar los pies, estando como está limpio todo lo demás. En cuanto a vosotros, limpios estáis, pero no todos. -Porque sabía quién era el que le había de entregar; por eso dijo: no todos estáis limpios. Después, en fin, que les hubo lavado los pies, y tomó otra vez su manto, habiéndose puesto de nuevo a la mesa, les dijo: ¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Si, pues, yo que soy el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado el ejemplo, para que conforme yo lo hice con vosotros, así lo hagáis vosotros también. En verdad, en verdad os digo, que no es mayor el siervo que su amo, ni el apóstol es mayor que aquel que le ha enviado. Si comprendéis estas cosas, seréis bien aventurados como las practiquéis» 1023. [629]

La Cena pascual comenzaba entre los Judíos al salir las estrellas el día catorce del mes de Nisan, en memoria de la última comida que tuvieron en la tierra del cautiverio los hijos de Jacob, en la noche en que el Ángel del Señor «paso» (Phase; Pascha; Pasage) por las casas de los Egipcios, desde el palacio de Faraón hasta la última choza del esclavo, hiriendo de muerte a todos los primogénitos. El día que la precedía, llevaba el nombre de Paresceve, «Preparación» o de Primer día de los Ázymos, porque se debía preparar el Cordero pascual y los panes sin levadura (Ázymos), cuya manducación se permitía solamente durante la solemnidad. El día catorce del mes de Nisan caía este año en viernes, y según la manera hebraica de contar los días, de una puesta a otra de sol, era el viernes por la noche cuando debían comer los Judíos la santa víctima. Pero el divino Maestro «sabía que había llegado su hora, y que iba a dejar este mundo para volver a su Padre». El viernes por la noche, cuando se siente el pueblo deicida al banquete nacional, será consumado el gran sacrificio, y será muerto el Cordero de Dios para borrar los pecados del mundo. He aquí por qué anticipa Nuestro Señor un día la celebración de la Pascua. Pedro y Juan dicen por su parte al huésped que debe prestar su morada: «Ha llegado mi tiempo; voy a celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos». Pedro y Juan, la Fe y el Amor, el Moisés y el Aarón del Nuevo Testamento, van a poner fin, con una inmolación suprema, a los sacrificios figurativos del Antiguo Testamento. Por última vez va a dar la ley Mosaica la hospitalidad al Verbo hecho carne. Todas las moradas de Jerusalén estaban a disposición de los peregrinos, durante los días de la solemnidad pascual. El banquete conmemorativo debía tomarse en común por cada familia, o por cada grupo de parientes y de amigos, en número por lo menos de diez personas y en el interior de una casa. Cada grupo podía establecerse por do quiera que había lugar; los habitantes de la ciudad suministraban la sala del festín, sin que el huésped pudiera recibir, en indemnización, más que la piel del Cordero pascual. El racionalismo moderno, en su ignorancia de las costumbres judaicas, supone aquí inútilmente que Jesús empleó todo un sistema de superchería para producir efecto en la imaginación de los Apóstoles. Este modo Evangélico de preparar un alojamiento sería impracticable entre nosotros. Pero en Jerusalén y en aquella circunstancia no tenía nada de extraordinario; y éste es [630] todavía uno de los rasgos de autenticidad del libro de Daniel. Lo que debemos admirar aquí es el amor de un Dios que se baja hasta lavar los pies de los hombres a quienes viene a salvar. Entre los Judíos, eran los esclavos los que lavaban los pies de los convidados; ¡pero «Jesús quiere ocupar el lugar de un esclavo! En su admiración, Pedro, el Jefe futuro de la Iglesia rehúsa tal honor». ¡Señor, exclama, jamás permitiré que me laves los pies!» Pedro ignora aun la pureza inmaculada que requiere la manducación del Cordero Eucarístico. No sabe que Dios debe purificar primeramente el corazón en que debe descender. Jesús se lo dice, y añade: «Os he dado el ejemplo, a fin de que hagáis con los demás lo que yo he hecho con vosotros!» Desde aquella hora los ministros de Jesucristo lavan los pies de todos los pecadores antes de admitirlos al banquete del Cordero.

27. «Habiéndose puesto Jesús a la mesa con los doce apóstoles, continúa el Evangelio, les dijo: Ardientemente he deseado comer este Cordero pascual (o celebrar esta Pascua) con vosotros, antes de mi pasión. Porque yo os digo que ya no lo comeré otra vez hasta que la Pascua tenga su cumplimiento en el reino de Dios. Y tomando entonces el cáliz, dio gracias, y dijo: Tomad y distribuidle entre vosotros, porque os aseguro que ya no beberé el zumo de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, bajo una forma nueva en el reino de mi Padre 1024».

La primera Pascua en tierra de Egipto se había celebrado en pie, ceñidos los riñones y con el báculo en la mano. Pero al poner Israel el pie en la Tierra prometida, había dejado de ser viajero. Desde entonces, comió sentado el regio festín de la Pascua, y cuando se introdujo el uso del triclinio o de los divanes, se sirvieron de ellos para esta circunstancia. Tal fue, pues, la actitud de Nuestro Señor en esta noche solemne. Tendido en un triclinio, apoyado el brazo izquierdo en uno de sus cojines, tenía a su derecha a San Juan, el discípulo amadísimo, y a su izquierda a San Pedro 1025. [631] Los doce Apóstoles estaban en semicírculo a su alrededor. El otro lado de la mesa o el hemiciclo quedaba libre para los que lo servían.

Cuando los Judíos comían la Pascua, se levantaba el amo de la casa, tomaba con la mano derecha una copa llena de vino tinto, memoria de la sangre egipcia derramada en el día de la liberación, y pronunciaba la bendición en estos términos: «Éste es el signo de la libertad, y la conmemoración de la salida de Egipto. ¡Bendito sea el Señor, que ha criado el fruto de la vid!» Después bebía del vino contenido en la copa, la cual pasaba en seguida a los demás convidados. Este primer acto del banquete pascual, se llamaba entre los Judíos: Eulogia: «Bendición»; «así como llevaba el Cordero sacramental el nombre de Eucaristía»: «Acción de gracias»: expresiones ambas que encontraremos en el lenguaje de la Iglesia. Cuando el Divino Maestro «tomando la copa, y dando gracias» la da a los Apóstoles, cumple el rito oficial de la Eulogia 1026. Pero no lleva los labios a la bebida mosaica, y variando la fórmula ordinaria, anuncia el fin de la Ley Antigua y el advenimiento de la Nueva. «En verdad os digo, no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que lo beba con vosotros, bajo una forma nueva, en el reino de Dios». Después de la Eulogia de la copa, el presidente del festín pascual tomaba, según el precepto de la ley, las lechugas silvestres que mojaba en vinagre, y teniéndolas en alto con la mano derecha, decía: «Comemos estas amargas legumbres, en memoria de la amargura con que llenó Egipto la vida de los Israelitas nuestros abuelos!» Entonces comía como el tamaño de una oliva, dice el Talmud, de este desabrido alimento, imitándole todos los convidados. En seguida se traía una nueva copa de vino, dos panes ázymos y el Cordero pascual. El presidente de la comida tomaba uno de los panes con la mano derecha 1027, y decía: Comemos este pan sin levadura, en memoria de [632] que no tuvieron tiempo nuestros padres en Egipto en el día de su libertad, de dejar que fermentara la masa. ¡Alabemos a Jehovah, Dios de Israel! ¡Decid Alleluia! ¡Esclavos, bendecid al Señor! «Entonces recitaban los asistentes el salmo: In exitu Israel de Egipto. Partía el presidente el segundo pan en tantos trozos como eran los convidados, y bendiciéndole y diciendo: «¡Tal fue el pan de miseria que comieron nuestros abuelos en Egipto: quien tenga hambre, venga y coma; acérquese el indigente y celebre la Pascua! ¡Bendito sea Jehovah que produce el pan de la tierra», respondían los convidados: «Amén» Tomaba el presidente cada uno de los trozos, lo envolvía en las lechugas silvestres y lo mojaba en una salsa especial llamada Charoseth, especie de pudding, compuesta de almendras cocidas en vino, con higos, nueces, zumo de limón y aceitunas». ¡Bendito sea, decía, Jehovah, Dios de nuestros padres, que nos ha santificado con sus preceptos, y nos ha mandado que comamos el pan ázymo con yerbas amargas! «Entonces tomaba cada convidado uno de los trozos, o lo recibía directamente de mano del jefe de la familia, que servía entonces el Cordero pascual. Antes de repartirlo, pronunciaba la fórmula de la Eucaristía judaica, en estos términos: «Sed bendito, Jehovah, Dios de nuestros padres, porque nos habéis santificado con vuestra ley, y nos habéis mandado que comamos el Cordero Pascual. Ésta es la Pascua que comemos en memoria de que el Ángel exterminador pasó sin herirles por delante de la casa de nuestros abuelos, en la tierra de Egipto». Después de la manducación del Cordero Pascual, el cabeza de familia ofrecía a los convidados la tercera copa de vino; después se recitaba el himno de acción de gracias, compuesto de los salmos CXV y CXVIII 1028. Todos estos pormenores del ceremonial judaico forman en el relato Evangélico un cuadro de autenticidad que nos dispensará de más amplios comentarios. Al vino de la liberación y al pan de la amargura, va a sustituir Jesús «el pan de los Ángeles y el vino que hace germinar las vírgenes».

28. «Mientras estaban cenando, dice el texto sagrado, tomó Jesús el pan, dio gracias, lo bendijo y partió, y dioselo a sus discípulos, [633] diciendo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en memoria mía. Del mismo modo, tomó, el cáliz, después que hubo cenado, dio gracias y se lo dio, diciendo: Tomad y bebed todos de él. Ésta es mi sangre, la sangre del Nuevo Testamento, la cual será derramada por vosotros y por muchos para la remisión de los pecados 1029».

Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre. No ya su figura, su imagen, su memoria o signo, sino la realidad verdadera del «cuerpo que se ha dado por vosotros, de la sangre que será derramada» hasta la última gota. El tránsito del Señor por Egipto estaba figurado por el Cordero Pascual. El tránsito de Jesucristo, Hijo de Dios, por la tierra, se halla eternizado en el pan que se convierte en su cuerpo, en el vino que se convierte en su sangre. El Nuevo Testamento comienza con este inmortal legado. De la antigua Pascua, de la sangre del Cordero que preservó las casas de Israel en Egipto, del pan de la indigencia, del vino de los cautivos, no queda más que un recuerdo. Mas establécese el sacrificio universal; todos deberán comer la carne adorable y la sangre divina que se han ofrecido «por la remisión de los pecados». Constitúyese el Sacerdocio nuevo al lado del nuevo sacrificio: y el Testamento del amor de Dios por el mundo, es sellado en la institución de la Eucaristía cristiana.

29. «En aquel momento, dice el Evangelio, se turbó Jesús en su corazón, y dijo: Conozco a los que he elegido, pero es preciso que se cumpla la palabra de la Escritura: «El hombre que come de mi pan, ha urdido una gran traición contra mí 1030. He aquí, en efecto, que se halla en esta mesa la mano del traidor. En verdad os digo, que uno de vosotros, uno de los doce que lleva conmigo la mano al plato 1031 me hará traición. En cuanto al Hijo del hombre, él se marcha, según está escrito de él. Pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado! ¡Más le valdría no haber nacido! Los Apóstoles afligidos sobre manera, empezaron cada uno de por sí a preguntar: ¡Señor! ¿soy yo acaso? Inmediatamente comenzaron a preguntarse unos a otros, quién de ellos podría ser el que tal hiciere. Estaba uno de ellos, al cual Jesús amaba, recostado en la mesa, cerca del seno de Jesús. A este discípulo, pues, le hizo [634] Simón Pedro una seña para que preguntase quién sería. Él entonces, inclinándose más sobre el corazón de Jesús, le dijo en voz baja: Señor, ¿quién es? Jesús le respondió: Es aquel a quien voy a dar pan mojado 1032. -Judas, el traidor, preguntaba en aquel momento: ¿Soy yo acaso? Maestro. -Jesús respondió de modo que lo oyera sólo Juan: Tú lo has dicho. -Después, mojando un pedazo de pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote, del cual, después que tomó este bocado, se apoderó Satanás. Y Jesús le dijo en alta voz: Lo que piensas hacer, hazlo cuanto antes. Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió a qué fin se lo dijo: porque como Judas tenía la bolsa, pensaban algunos que Jesús quería decirle: Compra pronto lo que necesitamos para la fiesta 1033, o que diese algo a los pobres. -Judas, luego que tomó el bocado, se salió, y era ya de noche 1034».

30. «Después que hubo salido Judas, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él. Y si Dios queda glorificado en él, Dios igualmente le glorificará a él en sí mismo, y le glorificará muy presto 1035». Los Apóstoles comprendieron esta palabra en el sentido del advenimiento inmediato de Jesucristo. «¿Quién será el mayor en el nuevo reino? preguntaron entre sí. -Jesús va a contestarles, y al confirmar por segunda vez el nombramiento hecho anteriormente del jefe futuro de la Iglesia, les recuerda las condiciones de la autoridad cristiana». «Los reyes de las naciones las tratan con imperio, dice; los que tienen autoridad sobre ellas se hacen dar títulos lisonjeros. No habéis de ser vosotros así: antes bien el mayor de entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierna sea como el que sirve. Porque ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es claro que quien está a la mesa? No obstante, yo que presido a esta mesa estoy entre vosotros [635] como un sirviente. Vosotros sois los que constantemente habéis perseverado conmigo en mis tribulaciones; por eso yo os preparo el reino (celestial) como mi Padre me lo preparó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Después, dirigiéndose el Señor a Pedro, le dijo: Simón, Simón, mira que Satanás os ha pedido para cribaros como trigo, mas yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú una vez convertido, confirma en ella a tus hermanos». -Tal es la institución de la cátedra de San Pedro, custodia de una fe indefectible sobre las sillas del Episcopado, en que juzgan los sucesores de los Apóstoles a todas las naciones del mundo. «Hijitos míos, continúa Jesús, aún estoy con vosotros por un poco de tiempo. Vosotros me buscaréis, y así como dije a los Judíos: «A donde yo voy no podéis venir vosotros», yo os doy un nuevo mandamiento: que os améis unos a otros, y que del modo que yo os he amado a vosotros, así también os améis recíprocamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis tal amor unos a otros 1036».

31. «Díjole Simón Pedro: Señor, ¿a dónde te vas? -Respondió Jesús: A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás, sí, después 1037. -Pedro le dijo: ¿Por qué no puedo seguirte al presente? -Entonces le dijo Jesús: Todos vosotros padeceréis escándalo, y me abandonaréis, por cuanto está escrito: Heriré al pastor, y se descarriarán las ovejas del rebaño 1038». Mas en resucitando, yo os precederé a Galilea. Pedro, respondiendo, le dijo: Aun cuando todos se escandalizaren por tu causa, nunca jamás me escandalizaré yo, ni te abandonaré; yo daré por ti mi vida: Señor, estoy pronto a ir contigo a la cárcel y a la muerte. -Replicole Jesús: ¿Tú darás la vida por mí? ¡En verdad, en verdad te digo: esta noche antes de que cante el gallo me habrás negado tres veces! Él, no obstante, se afirmaba más y más en lo dicho, diciendo: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré nunca. -Eso mismo protestaron todos los discípulos. Jesús les dijo: En aquel tiempo en que os envié sin bolsillo, sin alforja y sin calzado, ¿por ventura os faltó alguna cosa? -Nada, respondieron ellos. Pues ahora, prosiguió Jesús, el que tiene bolsillo llévele, y también alforja, y el que no tiene espada, venda [636] su túnica para comprarla. Os hablo así porque va a cumplirse en mí la Profecía escrita: «Él ha sido contado entre los malhechores 1039». «Se acerca mi fin». -Los Apóstoles comprendieron entonces que estaba a punto de empeñarse una lucha terrible. Señor, exclamaron, he aquí dos espadas. -Basta, respondió Jesús 1040». En efecto, en manos de la Iglesia han bastado las dos espadas del poder espiritual y del temporal, para conquistar al mundo. Pero no debían emplearse una ni otra, a la manera que los conquistadores humanos: por eso reprime Jesús el belicoso ardor de los Apóstoles. «No se turbe vuestro corazón: pues creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas: voy a preparar lugar para vosotros. Después, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo estuviere estéis también vosotros. Que ya sabéis a dónde voy, y sabéis asimismo el camino. -Díjole Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino? -Respondiole Jesús: Yo soy el camino y la verdad y la vida: nadie viene al Padre sino por mí. Si me hubierais conocido a mí, hubierais sin duda conocido a mi Padre; pero le conoceréis luego, y ya le habéis visto (en cierto modo). -Señor, preguntó Felipe; muéstranos al Padre y eso nos basta. Respondiole Jesús: Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, y ¿aún no me habéis conocido? Felipe, quien me ve a mí, ve también al Padre. Pues como dices tú, ¿muéstranos al Padre? ¿No creéis que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? El Padre que está en mí, él mismo hace conmigo las obras que yo hago. Creed en las obras que habéis visto. En verdad, en verdad os digo, que quien cree en mí, ese mismo hará las obras que yo hago, y las hará todavía mayores; porque yo voy al Padre, y haré todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre. Si me amáis, observad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre y os enviará otro Paráclito 1041 (consolador) para que esté con vosotros eternamente; a saber, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque morará con vosotros y estará dentro de vosotros. No os dejaré huérfanos; yo volveré a vosotros. Aún resta un poco de tiempo, después del cual el [637] mundo ya no me verá; pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis de mi propia vida. Entonces conoceréis vosotros que yo estoy en el Padre, y que vosotros estáis en mí y yo en vosotros. -Señor, preguntó Tadeo, sobrellamado Judas (no el Iscariote). ¿Qué causa hay para que te hayas de manifestar (claramente) a nosotros y no al mundo?» Los Apóstoles esperaban siempre el reino de Cristo, en el esplendor y la gloria de una manifestación omnipotente que inclinase al mundo bajo el cetro de Jesús. Tal es el sentido de la pregunta de Tadeo. Pero el mundo debe permanecer en libertad de aceptar o rehusar el beneficio de la redención: de seguir al Salvador o de crucificarlo. He aquí por qué responde el divino Maestro: «Quien quiera que me ama, observará mi doctrina, y mi Padre me amará, y vendremos a él, y haremos mansión dentro de él. Pero el que no me ama, no guarda mis palabras. Os he dicho estas cosas mientras estoy con vosotros. Mas el Espíritu Santo, (el Paráclito el consolador) que mi Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os tengo dicho. Yo os dejo la paz; yo os doy mi paz; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Yo me voy, pero vuelvo a vosotros. Si me amaséis, os alegraríais sin duda de que el Hijo del hombre vuelva a su Padre; porque el Padre es mayor que yo 1042. En adelante no hablaré mucho con vosotros; porque viene el Príncipe de este mundo; en mí no tiene cosa alguna; pero es preciso que sepa el mundo que yo amo al Padre y que hago lo que el Padre me ha mandado. Levantaos y salgamos de aquí 1043».

32. «Habiendo, pues, recitado el himno Pascual 1044, dejaron el Cenáculo, dirigiéndose hacia el Monte de los Olivos 1045». Por el camino, mientras iban cruzando collados cubiertos de vides, continuó el divino Maestro hablándoles en estos términos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que no diere fruto en mí, lo cortará, y todo el que diere fruto lo podará para [638] que dé más fruto. Ya vosotros estáis limpios en virtud de la doctrina que os he predicado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Al modo que el sarmiento no puede de suyo producir fruto si no está unido con la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y en quien yo permanezco, da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer. Mas el que no permanece en mí, será echado fuera como el sarmiento inútil, y se secará y le cogerán y arrojarán al fuego, y arderá. Como mi Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Tal es mi precepto: amaos unos a otros, como yo os he amado a vosotros; que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, pues el siervo no es sabedor de lo que hace su amo. Mas a vosotros os he llamado amigos, porque os he enseñado cuántas cosas oí de mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo soy el que os he elegido a vosotros y destinado para que vayáis y hagáis fruto, y vuestro fruto sea duradero. Si el mundo os aborrece, sabed que primero que a vosotros, me aborreció a mí. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que os saqué yo del mundo, con mi elección, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que ya os dije: No es el siervo mayor que su amo. Si me han perseguido a mí, os perseguirán también a vosotros: como han practicado mi doctrina, del mismo modo practicarán la vuestra. Va a venir tiempo en que quien os matare, se persuada a hacer un obsequio a Dios 1046. Ahora me voy a Aquel que me envió. Y ninguno de vosotros me pregunta a dónde voy. Esta palabra de separación ha llenado vuestro corazón de tristeza. Mas yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si yo no me voy, el Espíritu consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de estas tres grandes verdades: el pecado, la justicia y el juicio. [639] Aún tengo otras muchas cosas que deciros, mas, por ahora, no podréis comprenderlas. Pero cuando venga el espíritu de verdad, os enseñará toda verdad 1047; os repito, pues, que lloraréis y plañiréis, y el mundo se alegrará. Os contristaréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer en los dolores del parto, está poseída de tristeza, porque le llegó su hora; mas una vez que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de su angustia con el gozo que tiene de haber dado un hombre al mundo. Así vosotros, al presente, padecéis tristeza, pero yo volveré a visitaros, y vuestro corazón saltará de un gozo que nadie os podrá arrebatar. En verdad, en verdad, os digo, que cuanto pidieres al Padre en mi nombre, os lo concederá. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre: pedidle y recibiréis para que vuestro gozo sea completo. Estas cosas os he dicho usando de parábolas. Ha llegado el tiempo en que os hablaré claramente del Padre. Entonces le pediréis en mi nombre, y no os digo que yo intercederé con mi Padre por vosotros; siendo cierto que el mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado y creído que yo he salido de Dios. Salí del Padre y vine al mundo, y otra vez dejo el mundo y vuelvo al Padre. -Dijéronle sus discípulos. Ahora sí que hablas claro, y no por medio de parábolas: ahora conocemos que tú lo sabes todo, y creemos que has salido de Dios. -Respondioles Jesús: ¿Creéis ahora en efecto? Mirad que viene la hora, en que cada uno de vosotros se irá por su lado y me dejaréis solo, pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que halléis la paz en mí. En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza; yo he venido al mundo 1048».

33. Hablando así, había llegado Jesús a las orillas del Cedron. Este torrente que había visto pasar al desgraciado David; cuyas impetuosas aguas habían bañado las víctimas ofrecidas a Moloc; cuya orilla estaba teñida con la sangre del profeta Isaías, se nos aparece aquí como el límite de ambos mundos. La Ley antigua no avanzará más. Va a nacer el mundo nuevo, la Iglesia católica. El Salvador, en este discurso que debió hacer derramar tantas lágrimas, ha resumido todos los dogmas, toda la historia, todos los combates, [640] todos los triunfos de la Iglesia. «Jesús, continúa el escritor sagrado, levantó los ojos al cielo, y dijo: ¡Padre, la hora es llegada, glorifica a tu Hijo, para que tu hijo te glorifique a ti! Pues, que le has dado poder sobre todo el linaje humano, para que dé la vida eterna a todos los que le has señalado. Y la vida eterna consiste en conocerte a ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tu enviaste. Yo por mí te he glorificado en la tierra. Acabé la obra cuya ejecución me encomendaste. Ahora, pues, glorifícame tú, Padre, con aquella gloria que tuve en ti, antes que el mundo fuese. Yo he manifestado tu nombre a los hombres que me diste, del medio del mundo. Tuyos eran, y me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste viene de ti, porque yo les di las palabras o doctrina que tú me diste, y ellos las han recibido y han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú eres el que me ha enviado. Por ellos ruego yo ahora: no ruego por el mundo, sino por estos que me diste, porque son tuyos; y todas mis cosas son tuyas, y todas las tuyas son mías, y en ellos he sido glorificado. En breve no estaré ya en el mundo, pero éstos quedan en él, y yo voy a ti. ¡Oh Padre santo, guarda por tu nombre a estos que tú me has dado, para que sean una misma cosa (por la caridad) así como nosotros lo somos (por la naturaleza)! Mientras estuve yo con ellos, les conservé en tu nombre. Guardé los que me diste, y ninguno de ellos se perdió sino el hijo de perdición (Judas) cumpliéndose así la Escritura. Digo esto a punto de ir a ti, estando todavía en el mundo, a fin de que ellos tengan en sí mismos el gozo cumplido que tengo yo. Yo les he comunicado tu doctrina, y el mundo los ha aborrecido, porque no son del mundo, así como yo tampoco soy del mundo. No lo pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal. Santifícalos en la verdad. La palabra tuya es la verdad misma. Así como tú me has enviado al mundo, así yo los he enviado también a ellos al mundo. No ruego solamente por éstos, sino también por aquellos que han de creer en mí por medio de su predicación. Que sean todos una misma cosa, y que como tú, oh Padre, estás en mí, y yo en ti, así ellos sean una misma cosa en nosotros, para que crea el mundo que tú me has enviado. Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que los has amado como me amaste a mí. ¡Oh Padre! yo deseo que aquellos [941] que tú me has dado estén conmigo donde yo estoy, para que contemplen mi gloria, cual tú me la has dado, porque tú me amaste desde antes de la creación del mundo. ¡Oh Padre justo! el mundo no te ha conocido, yo sí que te he conocido, y éstos han conocido que tú no me enviaste. Y yo, les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con que me has amado en ellos esté, y yo mismo esté en ellos 1049». Habiendo hablado así, en un lenguaje que sólo podía usar el Verbo encarnado, y que bastará hasta el fin de las edades para la felicidad de nuestra tierra «atravesó Jesús con sus discípulos el torrente Cedron 1050».


DARRAS-Historia de Nuestro Señor Jesucristo - § II. Martes Santo