Catena aurea ES 9801

LUCAS 8,1-3


9801 (Lc 8,1)

Y aconteció después, que Jesús caminaba por ciudades y aldeas, predicando y anunciando el reino de Dios: y los doce con El, y también algunas mujeres, que había El sanado de espíritus malignos y de enfermedades; María, que se llama Magdalena, de la cual habían salido siete demonios, y Juana, mujer de Cusa, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas, que le asistían de sus haciendas. (vv. 1-3)

Teofilacto. El que bajó del cielo, para servirnos de ejemplo y de modelo, nos enseña a instruir sin negligencia. Por esto dice: "Y aconteció después, que Jesús caminaba", etc.

San Gregorio Nacianceno. Va de un lugar a otro, no sólo para ganar a muchos, sino para santificar también muchos lugares. Duerme y trabaja para santificar el trabajo y el sueño. Llora para dar valor a las lágrimas. Predica el reino de los cielos, para elevar a los que lo oyen.

Tito Bostrense. El que bajó del cielo a la tierra explica a los que la habitan el reino celestial, con el fin de convertir la tierra en cielo. ¿Quién puede predicar el reino, sino únicamente el Hijo de Dios, a quien este reino pertenece? Habían venido muchos profetas, pero no predicaron el reino de los cielos; porque ¿cómo pretenderían hablar de lo que no habían visto?

Isidoro Abad.

Este reino de Dios creen algunos que está más alto y que es mejor que el reino de los cielos. Pero otros creen que es uno mismo en cuanto a la esencia, aun cuando se expresa de diverso modo. Algunas veces se le llama reino de Dios, a causa de su Rey, otras veces se le llama reino de los cielos, a causa de los súbditos, los ángeles y los santos, que se llaman cielos.

Beda. Como el águila que excita a volar a sus polluelos, el Señor eleva suavemente a sus discípulos hacia las cosas sublimes. Pues primeramente enseñó en las sinagogas e hizo milagros. A continuación eligió a los doce, que llamó apóstoles. Después los llevó a ellos solos, predicando por las ciudades y aldeas. Por esto sigue: "Y los doce con El".

Teofilacto. No enseñando ellos ni predicando, sino siendo instruidos por El. No impedía tampoco que las mujeres lo siguiesen. Y por esto añade: "Y también algunas mujeres que había El sanado de espíritus malignos y de enfermedades: María que se llama Magdalena, de la cual habían salido siete demonios".

Beda. María Magdalena es aquella misma de quien dijo en el capítulo precedente, callando su nombre, que había hecho penitencia. Con toda oportunidad el evangelista la da a conocer con este nombre, cuando dice que seguía a Jesucristo. Pero cuando la describe como pecadora (pero penitente), la llama solamente mujer, para no empañar un nombre de tanta fama con el recuerdo de los pasados extravíos, de quien se dice habían salido siete demonios, significando que había tenido todos los vicios.

San Gregorio in Evang. hom. 33. ¿Qué se entiende por siete demonios, sino todos los vicios? Pues como en siete días se presenta todo el tiempo, así el número siete representa la universalidad. María tuvo siete demonios, porque había cometido toda clase de pecados.

Prosigue: "Y Juana, mujer de Chusa, procurador de Herodes y Susana, y otras muchas; que le asistían de sus haciendas".

San Jerónimo in Mat. 27, 55. Era costumbre entre los judíos, y no incurrían en pecado según se hacía antiguamente, que las mujeres diesen de comer y vistiesen de su propio peculio a los que las instruían. San Pablo refiere (1Co 9) que abolió esta costumbre porque podía escandalizar a los gentiles. Asistían de sus bienes al Señor para que recibiese de ellas las cosas temporales, mientras ellas recibían de El las espirituales. No porque el Señor necesitase comer a costa de sus criaturas, sino para ser el modelo de los maestros, los cuales deben contentarse con el alimento y el vestido de sus discípulos.

Beda. María quiere decir mar amargo1, por el rigor de su penitencia; Magdalena quiere decir torre, o mejor dicho, la de la torre, a causa de la torre, de la que se dice (Ps 60,4): "Tú eres mi esperanza, la torre de la fortaleza contra mi enemigo"; Juana quiere decir el Señor es su gracia o misericordioso, porque de El es todo cuanto nos mantiene. Y si María, una vez purificada de todas sus culpas, representa la Iglesia de los gentiles, ¿por qué Juana no ha de representar la misma Iglesia, en otro tiempo dedicada al culto de los ídolos? Porque todo espíritu maligno, mientras trabaja por el imperio del diablo, es semejante al procurador de Herodes. Susana quiere decir lirio o su gracia, por el candor oloroso de la vida celeste y por la caridad de oro de su amor interno.

LUCAS 8,4-15


9804 (Lc 8,4-15)

Y como hubiese concurrido un crecido número de pueblo, y acudiesen solícitos a El de las ciudades, les dijo por semejanza: "Salió el que siembra, a sembrar su simiente. Y al sembrarla, una parte cayó junto al camino y fue hollada, y la comieron las aves del cielo. Y otra cayó sobre piedra: y cuando fue nacida, se secó, porque no tenía humedad. Y otra cayó entre espinas, y las espinas que nacieron con ella la ahogaron. Y otra cayó en buena tierra: y nació, y dio fruto a ciento por uno". Dicho esto, comenzó a decir en alta voz: "Quien tiene orejas de oír, oiga". Sus discípulos le preguntaban qué parábola era ésta. El les dijo: "A vosotros es dado el saber el misterio del reino de Dios, mas a los otros por parábolas: para que viendo no vean y oyendo no entiendan. Es, pues, esta parábola: La simiente es la palabra de Dios. Y los que están junto al camino, son aquéllos que la oyen; mas luego viene el diablo, y quita la palabra del corazón de ellos, porque no se salven creyendo. Mas los que sobre la piedra, son los que reciben con gozo la palabra, cuando la oyeron; y éstos no tienen raíces; porque a tiempo creen, y en el tiempo de la tentación vuelven atrás. Y la que cayó entre espinas, éstos son los que la oyeron, pero después en lo sucesivo quedan ahogados de los afanes, y de las riquezas, y deleites de esta vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra; éstos son, los que oyendo la palabra con corazón bueno y muy sano, la retienen, y llevan fruto con paciencia". (vv. 4-15)

Teofilacto. Lo que David había predicho de la persona de Jesucristo "Abriré mi boca en parábolas" (Ps 77,2), lo cumple aquí el Señor. Por esto se dice: "Y como hubiese concurrido un crecido número de pueblo, y acudiesen solícitos a El de las ciudades, dijo por semejanza". El Señor hablaba por medio de parábolas primeramente para que le oyesen con más atención, porque acostumbraban los hombres a ejercitarse en las cosas oscuras, menospreciando las más claras. En segundo lugar, para que los indignos no comprendiesen lo que se les decía místicamente.

Orígenes. Por esto se dice terminantemente: "Y como hubiese concurrido un crecido número y acudiesen de las ciudades", etc. No son muchos, sino pocos, los que andan por el camino estrecho y los que encuentran el camino que conduce a la vida. Por esto dice San Mateo (Mt 13), que fuera de la casa enseñaba por medio de parábolas, pero que explicaba estas mismas a sus discípulos, cuando se encontraban dentro.

Eusebio . El Señor expone muy oportunamente esta primera parábola a la muchedumbre, no sólo a la que estaba presente, sino también a la que después de ella había de venir, invitándolos a escuchar sus palabras, cuando dice: "Salió el que siembra, a sembrar su simiente".

Beda. No podemos entender que este sembrador sea otro que el Hijo de Dios, quien saliendo del seno de su Padre, a donde las criaturas no podían llegar, vino a este mundo, para dar testimonio de la verdad (Jn 19)

Crisóstomo in Mat. hom. 45. Salió el que está en todas partes y no en un solo lugar, pero se aproximó a nosotros por medio del vestido de la carne. Con razón Jesucristo designa su venida con el nombre de salida, porque estábamos excluidos de Dios y como rebeldes condenados por el Rey. De esta manera el que quiere reconciliarlos, saliendo fuera hacia ellos, les habla hasta que, resultando dignos de la presencia del Rey, los introduce. Así obró Jesucristo.

Teofilacto. Sale ahora no para perder a los labradores, ni a quemar la tierra, sino a sembrar; porque muchas veces el labrador que siembra, sale con otro fin, y no sólo a sembrar.

Eusebio . Salieron también algunos de la patria celestial y bajaron a los hombres, no a sembrar, puesto que no eran sembradores, sino enviados a ejercer el oficio de ministros del Espíritu. Moisés, y los profetas después de él, no sembraron en los hombres los misterios del reino de los cielos; pero retraían a los insensatos del error de la maldad y del culto de los ídolos. Cultivaban, por decirlo así, las almas de los hombres, y las convertían en campos nuevos. Sólo el sembrador de todos, el Verbo de Dios, salió a evangelizar la nueva semilla, esto es, los misterios del reino de los cielos.

Teofilacto. No cesa el Hijo de Dios de sembrar en nuestras almas, porque no solamente cuando enseña, sino también cuando crea, siembra en nuestras almas las buenas semillas.

Tito Bostrense. Salió a sembrar su propia semilla, porque no recibió la palabra como prestada, puesto que El es por naturaleza el Verbo de Dios vivo. La semilla de Pablo ni la de Juan son propias; la tienen porque la han recibido. Jesucristo, por el contrario, tiene su propia semilla, sacando de su naturaleza la doctrina. Por eso los mismos judíos decían: "¿Cómo conoce éste las letras, que no aprendió?" (Jn 7,15)

Eusebio . Enseña que hay dos grados entre aquellos que reciben la divina semilla. El primero se compone de aquellos que se hicieron dignos de la vocación del cielo, pero que pierden la gracia por negligencia y tibieza. El segundo se compone de aquellos que multiplican la semilla por medio de buenos frutos. Además San Mateo establece tres diferencias en cada uno de estos grados. Porque aquellos que sofocan la semilla no tienen igual modo de perderla y los que fructifican con ella, no reciben la misma abundancia. Por esto da a conocer las ocasiones en que se pierde la semilla. Los unos, sin haber pecado, pierden la semilla saludable que hay en sus almas, sustraída a su atención y a su memoria por los espíritus malignos y por los demonios que vuelan en el aire, o por los hombres engañosos y astutos, que llamó volátiles. Por esto añade: "Y cuando sembraba, una parte cayó junto al camino".

Teofilacto. No dijo que, el que siembra, arrojó la semilla junto al camino, sino que la semilla cayó. El que siembra enseña buena doctrina, pero su palabra cae sobre los oyentes de diversa manera, de suerte que algunos de ellos se consideran como camino: "Y fue hollada, y las aves del cielo la comieron".

San Cirilo.Todo camino es árido e inculto en cierto sentido, porque es pisado por todos y ninguna semilla puede desarrollarse en él. Así, en los que tienen su corazón indócil, no pueden penetrar las divinas enseñanzas ni germinar la alabanza de las virtudes. Estos son el camino frecuentado por los espíritus inmundos. Hay también algunos que reciben la fe de una manera superficial, como si ésta sólo consistiese en palabras. La fe de éstos carece de raíz. Y por esto añade: "Y otra cayó sobre piedras, y cuando fue nacida, se secó, porque no tenía humedad".

Beda. Llama piedra al corazón endurecido e indomable. Por el contrario, la humedad es agua para la raíz de la semilla, que en otra parábola está figurado por el óleo, destinado a alimentar las lámparas de las vírgenes (Mt 25), y que representa el amor y la perseverancia en la virtud.

Eusebio . Hay también algunos que Cristo llama espinas, por la avaricia, por el apetito sensual y por los cuidados del mundo. Sofocan la semilla que en ellos se sembró. Acerca de lo que dice: "Y otra cayó entre espinas", etc.

Crisóstomo in Mat. hom. 4. Así como las espinas no permiten que nazca la semilla, sino que la sofocan por su espesor, así los cuidados de la vida presente, no permiten que fructifique la semilla espiritual. Reprensible sería el labrador que sembrase sobre espinas punzantes, sobre piedras y en el camino. Porque no es posible que la piedra se haga tierra, ni que el camino deje de ser camino, ni que las espinas dejen de ser espinas. Al contrario, no sucede lo mismo en las cosas espirituales, pues es posible que la piedra se convierta en tierra rica, que el camino no se pise y que las espinas desaparezcan.

San Cirilo.Son tierra rica y fértil las almas humildes y buenas, que en su humildad reciben la semilla de la palabra, la conservan y la hacen fructificar. Y en cuanto a esto se dice: "Y otra cayó en buena tierra, nació y dio fruto de ciento por uno". Cuando se introduce la palabra divina en una inteligencia limpia de los cuidados mundanos, echa raíces profundas, produce espigas y crece oportunamente.

Beda. El fruto centuplicado es el que llama fruto perfecto, pues el número diez expresa siempre la perfección, porque la custodia de la ley (esto es, su observancia) se contiene en diez preceptos. El número diez multiplicado por sí mismo, forma el número cien, y con este número se representa la gran perfección.

San Cirilo.Cuál es el sentido de esta parábola, lo vamos a saber por Aquel que la compuso. Por esto sigue: "Dicho esto, comenzó a hablar en alta voz diciendo: Quién tiene orejas de oír, oiga".

San Basilio. Oír pertenece al entendimiento. Por esto el Señor llama la atención a los que lo oyen, para que comprendan bien lo que va a decir.

Beda. Cuantas veces se hace esta advertencia, ya en el Evangelio ya en el Apocalipsis de San Juan. Anuncia que lo que se dice es misterioso y que debemos meditarlo con más atención. Por eso los discípulos, ignorándolo, preguntaban al Salvador. Sigue, pues: "Sus discípulos le preguntaban qué parábola era ésta". Sin embargo, no se crea que los discípulos le preguntaron al punto que terminó la parábola, sino que, como dice San Marcos: "Le preguntaron estando solo" (Mc 4,10)

Orígenes. La parábola es el relato de un hecho imaginario que no aconteció como se cuenta, pero que es posible, y que significa otra cosa por la aplicación de lo que se refiera en la parábola. Un enigma es la consecuencia de una relación imaginaria, que ni aconteció ni es posible, pero que tiene un sentido oculto, como aquello que se dice en el libro de los Jueces: "Que los árboles se reunieron para elegir rey" (Jg 9,8) No aconteció a la letra como lo refiere el evangelista, aunque fue posible que se hiciese.

Eusebio . El Señor les dijo el motivo por qué hablaba a las turbas por medio de parábolas. Por esto añade: "Y les dijo: A vosotros es dado el saber el misterio del reino de Dios".

San Gregorio Nacianceno. Cuando oigas esto no introduzcas diferentes naturalezas, como ciertos herejes, que piensan que la naturaleza de unos es de perderse, y la de otros de salvarse. Sin embargo algunos son de tal modo, que su voluntad los lleva a lo peor o a lo mejor. Pero añade a esto que se dice: "A vosotros es dado". Es dado a los que quieren y a los simplemente dignos.

Teofilacto. A los que son indignos de tan grandes misterios, se les dice de un modo oscuro. De donde sigue: "Mas a los otros en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan". Ellos creen que ven, pero no ven; y oyen ciertamente, pero no entienden. Jesucristo les ha ocultado esto para que no reciban un daño mayor si llegan a despreciar estos misterios divinos después de conocerlos, pues el que primero entiende y después desprecia, merece mayor castigo

Beda. Así oyen sólo en parábolas, cuando cerrados los sentidos de su alma, no se cuidan de conocer la verdad, olvidándose de lo que dijo el Señor: "Quien tiene orejas de oír, oiga".

San Gregorio in Evang. hom. 15. El Señor se dignó explicar lo que había dicho para que sepamos buscar la significación de todas las cosas, aun de aquéllas que no nos quiso explicar. Porque sigue: "Es, pues, ésta la parábola: La simiente es la palabra de Dios".

San Eusebio . Dice que hay tres causas por medio de las que se destruye la semilla que cae sobre nuestras almas. Unos destruyen la semilla escondida en sus almas, dando oídos a todos los que quieren engañarlos. De éstos añade: "Y los que junto al camino, son aquéllos que la oyen; mas luego viene el diablo y quita la palabra del corazón de ellos".

Beda. Estos son los que oyen la palabra divina sin fe, sin deseo de conocerla, sin ninguna intención de sacar provecho de ella aplicándola a sus acciones.

Eusebio . Otros, no habiendo recibido la palabra de Dios en el fondo de su alma, la dejan perecer cuando llega el día de la adversidad, acerca de los que dice el Señor: "Mas los que sobre piedra, son los que reciben con gozo la palabra cuando la oyeron, y éstos no tienen raíces, porque a tiempo creen y en el tiempo de la tentación vuelve atrás".

San Cirilo.Cuando entran en la iglesia oyen la explicación de los divinos misterios con poca voluntad y cuando han salido de la iglesia se olvidan de los sagrados misterios. Y si la fe cristiana está en paz, perseveran. Pero si la persecución la turba, su alma huye, porque su fe no tiene raíces.

San Gregorio, hom. 15, in Evang. Muchos emprenden buenas obras y cuando empiezan a ser molestados por las adversidades o por las tentaciones, abandonan lo empezado. La tierra pedragosa de sus corazones no tuvo humedad suficiente para poder hacer germinar la semilla que recibió y que llegase a dar fruto.

Eusebio . Algunos, en verdad, sofocan también la semilla escondida en sus corazones con las riquezas y con los placeres, como con espinas punzantes. Respecto de los que se añade: "Y la que cayó entre espinas; éstos son los que la oyeron, pero en quienes es sofocada por los afanes, por las riquezas y los deleites de la vida", etc.

San Gregorio ut sup. Es digno de admiración el considerar cómo el Señor llamó a las riquezas espinas, siendo así que éstas punzan y aquéllas deleitan. Y sin embargo, son espinas, porque hieren la inteligencia con las punzadas de sus pensamientos y cuando la conducen hasta el pecado, le infieren cruelmente una terrible herida. Las riquezas llevan consigo dos cosas: los cuidados y las satisfacciones; porque oprimen la inteligencia con el afán de los cuidados y la disipan con su afluencia. Sofocan también la semilla, porque interceptan el camino de la inteligencia con vanos pensamientos, y no permitiendo que entre en el corazón ningún buen deseo, cierran la puerta a la inspiración divina.

Eusebio . Todo esto fue predicho por el Salvador y ha sido demostrado por los hechos. No se ha dado ninguna otra manera de culto divino, sino según alguno de los modos predichos por El.

Crisóstomo in Mat. hom. 45. Y para compendiar esto en pocas palabras, diremos que éstos no quieren oírlo por negligencia, aquéllos por cobardía o debilidad, los otros, en fin, porque se han hecho como esclavos del placer y de las cosas del mundo. Bueno es el orden del camino, de la piedra y de las espinas. Necesarias son, por consiguiente, en primer lugar la memoria y la cautela, después la fortaleza y consiguientemente el menosprecio de las cosas presentes. Habla después de la buena tierra, que hace lo contrario que el camino, la piedra y las espinas, cuando añade: "Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que, oyendo la palabra con corazón bueno y muy sano, la retienen", etc. No la retienen los que están junto al camino, porque el diablo les roba la semilla; los que están sobre la piedra no sostienen con paciencia el empuje de la tentación por su imbecilidad; y los que están sobre espinas, no fructifican, sino que se sofocan.

San Gregorio ut sup. La tierra buena produce el fruto por medio de la paciencia. Porque son inútiles todas nuestras buenas obras si no sufrimos con resignación aun las malas acciones de nuestros prójimos. Así producen frutos de paciencia, porque sufriendo humildemente todas las contrariedades, son admitidos después de las pruebas al gozo y al reposo.

LUCAS 8,16-18


9816 (Lc 8,16)

"Nadie enciende una antorcha, y la cubre con alguna vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre el candelero, para que vean la luz los que entran. Porque no hay cosa encubierta, que no haya de ser manifestada; ni escondida, que no haya de ser descubierta y hacerse pública. Ved, pues, como oís: porque a aquél que tiene le será dado, y al que no tiene, aun aquello mismo que piensa tener, le será quitado". (vv. 16-18)

Beda. El Señor había dicho a sus apóstoles: "A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios, mas a los otros en parábola". Y ahora manifiesta que también habrán de revelarse alguna vez a los demás los divinos misterios, diciendo: "Nadie enciende una antorcha, y la cubre con alguna vasija, o la pone debajo de la cama", etc.

Eusebio . Como diciendo: Así como la luz se enciende para que luzca y no para que sea escondida bajo el celemín o bajo la cama, así también los misterios del reino de los cielos publicados por medio de parábolas, aunque se oculten a los extraños, no tendrán para todos un sentido desconocido. De donde prosigue: "Porque no hay cosa encubierta que no haya de ser manifestada, ni escondida, que no haya de ser descubierta y hacerse pública". Es decir, aunque se han dicho muchas cosas por medio de parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no comprendan -por su incredulidad-, sin embargo, toda palabra será explicada.

San Agustín, de quaest. evang. 2, 12. O de otro modo, con estas palabras enseña de una manera figurada la confianza con que debe predicarse para que no haya quien esconda la luz de la ciencia por temor a los inconvenientes carnales. Con el nombre de vasija o de cama significa la carne, y con la palabra antorcha designa la palabra divina. El que la oculta por miedo a los inconvenientes carnales, antepone la carne a la manifestación de la verdad, y el que teme predicar, cubre, por decirlo así, la palabra con su carne. Aquél, por el contrario, que pone la luz sobre el candelero es el que somete su cuerpo al servicio de Dios, de suerte que la predicación de la verdad esté encima y la servidumbre del cuerpo debajo.

Orígenes de serm. Dom. 1, 12. Y el que quiera adaptar la antorcha a los discípulos más perfectos de Jesucristo, nos lo dará a conocer por medio de aquellas palabras que se dijeron de San Juan, a saber: "Que él era la antorcha que ardía y que lucía". No conviene, pues, que aquél que tiene luz en su inteligencia la esconda bajo la cama en la cual se descansa, ni debajo de un vaso, porque el que hace esto no facilita la entrada a la casa a aquéllos para quienes se ha preparado la luz, sino que la debe poner sobre el candelero, esto es, para toda la Iglesia.

Crisóstomo in Mat. hom. 45. Con estas palabras los estimula a la vida activa, manifestándoles que deben ser esforzados, como expuestos a las miradas de todos y batallando en el mundo como en un teatro. Como diciendo: No consideréis que permanecemos en una pequeña parte del mundo, sino que seréis conocidos de todos, porque una virtud tan grande es imposible que quede oculta.

San Máximo. O acaso el Señor se llama a sí mismo antorcha que ilumina a todos los que habitan en la casa, esto es, en el mundo. Pues siendo Dios por naturaleza y habiéndose hecho hombre por misericordia, es semejante a la luz de una lámpara retenida en un vaso de carne por medio del alma, como el fuego es retenido por medio de la mecha en el vaso de una lámpara. Llama candelabro a la Iglesia, sobre la que brilla el Verbo divino y la alumbra con los rayos de la verdad como si fuese una casa. Llamó por medio de semejanzas vasija y cama al culto material de la ley, debajo del cual no quiere ser adorado.

Beda. Con insistencia nos enseña Jesucristo a escuchar la divina palabra, para que la meditemos continuamente en nuestra alma y la podamos hacer oír a otros. Por esto sigue: "Ved, pues, cómo oís: porque a aquel que tiene se le dará", etc. Como diciendo: Aplicad toda vuestra atención a la palabra que vais a oír; porque al que ama la palabra, le será dado comprender el sentido de lo que ama; pero el que no tiene amor de oír, por mucho ingenio que tenga, y por muy ejercitado que esté en el estudio de las letras, ninguna dulzura gustará de la Sabiduría. Muchas veces el perezoso recibe ingenio para ser más justamente castigado por su negligencia, porque lo que pudo conseguir a costa de poco trabajo, no quiso conocerlo; y a veces el estudioso de tarda inteligencia, sufre, a fin de que su recompensa sea tanto más grande, cuanto más trabaja para aprender.

LUCAS 8,19-21


9819 (Lc 8,19-21)

Y vinieron a El su Madre, y sus hermanos, y no podían llegar a El por la mucha gente. Y le dijeron: "Tu Madre y tus hermanos están fuera, que te quieren ver". Mas El respondió, y les dijo: "Mi Madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios, y la guardan". (vv. 19-21)

Tito Bostrense. Una vez dejados los parientes según la carne, el Señor insistía en la doctrina del Padre. Mas como era deseado a causa de la ausencia, vinieron a El. Por esto sigue: "Y vinieron a El su Madre y sus hermanos", etc. Cuando oigas hablar de los hermanos de Jesús, acuérdate de su misericordia y comprende su gracia. Nadie hay que pueda ser hermano del Salvador según la divinidad (porque es unigénito), pero por gracia de su misericordia, comunicó con nosotros en la carne y en la sangre, y se hizo hermano nuestro, siendo Dios por naturaleza.

Beda. Los que se llaman hermanos del Señor según la carne, no son hijos de la Santísima Virgen, como dice Helvidio, ni hijos de San José por medio de otra esposa, según algunos quieren decir, sino parientes de ellos.

Tito Bostrense. Creían sus parientes que en cuanto Jesús se diese cuenta de su presencia, abandonaría al pueblo por el respeto de su Madre y que se doblegaría por el amor que la profesaba. De aquí sigue: "Y le dijeron: Tu Madre y tus hermanos están fuera", etc.

Crisóstomo in Mat. hom. 45. Considera que hacerle salir era sustraerle a todo el pueblo, que estaba pendiente de sus labios, empezada ya la predicación. Por cuya razón el Señor, como reprendiendo, contestó: "Mi Madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios", etc.

San Ambrosio. El Maestro moral, que se ofrece como ejemplo a los demás, había de mandar a todos que abandonasen a su padre y a su madre, porque en caso contrario no serían dignos de llamarse hijos de Dios. El se sujetó primero a esta sentencia, no menospreciando el respeto debido a la madre, porque suyo es este precepto: El que no honrare a su padre y a su madre será castigado de muerte (Ex 21,15) Lo hizo porque sabe que debe más a los misterios del Padre que a los afectos de la Madre. Tampoco rechaza con injuria a los padres, sino que enseña que el vínculo de las almas es más sagrado que el de los cuerpos. No niega que sea su Madre (como algunos herejes pretenden), a quien también conoció desde la cruz, sino que da la preferencia a los mandatos del cielo sobre los vínculos de la carne.

Beda. Todos aquellos que oyen la palabra de Dios y la practican se llaman madre del Señor, porque le alumbran en sus corazones y en los de sus prójimos todos los días, por medio del ejemplo y de la palabra; son también hermanos suyos, puesto que también hacen la voluntad de su Padre que está en el cielo.

Crisóstomo in Mat. hom. 45. No dice esto reprendiendo a su Madre, sino ayudándola mucho. Porque si era solícito para los demás, a fin de que formasen de El juicio acertado ¿cuánto más respecto de su Madre? No la hubiese elevado a tanta dignidad si ella hubiese esperado que El la obedecería siempre como a un hijo y no lo hubiese considerado como Dios.

Teofilacto. Algunos entienden esto diciendo que, cuando Jesucristo enseñaba, algunos le tenían envidia y se proponían rebajarle en la sublimidad de su doctrina, por lo que dijeron: "Tu Madre y tus hermanos están fuera y te quieren ver"; como para recordarle la oscuridad de su nacimiento. Y por lo tanto, el Señor, que conocía sus intenciones, les respondió manifestando que el parentesco humilde no daña, pero que si alguno es de condición humilde y oye la palabra de Dios, lo considera como pariente suyo. Sin embargo, como sólo escuchar no basta para salvarse, sino que más bien condena, añadió: "Y la practican". Conviene, pues, oír y practicar. Llama a su doctrina la palabra de Dios, porque todo lo que decía venía del Padre.

San Ambrosio. En sentido místico, el que busca a Cristo no debe estar fuera. Porque se dice: "Acercaos a El y seréis iluminados" (Ps 33,6) Si están fuera, ni aun los mismos parientes son reconocidos; y acaso no son reconocidos para nuestro ejemplo. ¿Cómo, pues, seremos nosotros reconocidos por El, si estamos fuera? También se puede entender por parientes a los judíos, de quienes procedía Jesucristo según la carne, y que la Iglesia debe ser preferida a la sinagoga.

Beda. Enseñando El dentro, los que vienen no pueden entrar, menospreciando el sentido espiritual de sus palabras. Precediéndoles la turba, entró en la casa, porque, mostrándose indiferente la Judea, la gentilidad afluyó en tropel a Jesucristo. Los que están fuera quieren ver a Jesucristo, no buscando el sentido espiritual, sino deteniéndose fuera a guardar la letra y como obligando a Cristo a salir para enseñarles cosas carnales, más bien que consentir en entrar a aprender las espirituales.

LUCAS 8,22-25


9822 (Lc 8,22)

Y aconteció que un día entró El con sus discípulos en un barco, y les dijo: "Pasemos a la otra ribera del lago". Y se partieron. Y mientras ellos navegaban, El se durmió, y sobrevino una tempestad de vientos en el lago, y se henchían de agua, y peligraban. Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: "Maestro, que perecemos". Y levantándose, increpó al viento, y a la tempestad del agua y cesó, y fue hecha bonanza. Y les dijo: "¿Dónde está vuestra fe?": Y ellos, llenos de temor se maravillaban y decían los unos a los otros: "¿Quién piensas es éste, que así manda a los vientos, y al mar, y le obedecen?" (vv. 22-25)

San Cirilo.Como los discípulos veían que todos recibían beneficios de Cristo, convenía también que ellos se deleitasen con los que recibieran a su vez; porque ninguno considera igualmente las cosas que se hacen en los cuerpos ajenos, como las que se hacen en el suyo propio. Por eso el Señor expuso a sus discípulos a los peligros del mar y de la tempestad. De donde sigue: "Y aconteció que un día entró El y sus discípulos en un barco, y les dijo: pasemos a la otra ribera; y partieron".

Crisóstomo in Mat. hom. 29. Queriendo San Lucas evitar cuestiones que podrían suscitarse respecto del orden de los sucesos, dijo que Jesús entró cierto día en la nave.

San Cirilo.Si hubiese ocurrido la tempestad cuando el Señor estaba despierto, o sus discípulos no hubiesen tenido miedo, o no hubiesen creído que Jesús podía hacer tales prodigios. Por eso duerme, dando ocasión al miedo. Sigue, pues: "Y mientras ellos navegaban, El se durmió, y sobrevino una tempestad de viento en el lago".

San Ambrosio. Arriba se dice que pasaba la noche en oración. ¿Cómo es que aquí se duerme durante la tempestad? Para expresar la seguridad del poder, durmiendo solo, intrépido, mientras todos temían; pero descansaba con el sueño del cuerpo, atento al misterio de la divinidad, pues nada se hace sin el Verbo.

San Cirilo.Aconteció por su providencia que los discípulos no le pidiesen socorro apenas la tempestad empezó a empujar la barca, sino cuando el peligro fue mayor, a fin de que el poder de la Divina Majestad se hiciese más manifiesto. De donde se dice: "Y eran empujados y peligraban". Lo cual permitió el Señor para probarlos, a fin de que, después de haber confesado el peligro, reconociesen la grandeza del milagro. Así, cuando la gravedad del peligro les produjese un miedo intolerable, no teniendo otra esperanza de salvación, sino sólo el Señor Todopoderoso, lo despertasen.

Prosigue: "Y llegándose a El le despertaron, diciendo: Maestro, que perecemos".

San Agustín de cons Evang. 2, 24. San Mateo dice: "Señor, sálvanos, que perecemos" (Mt 8,25) Y San Marcos dice: "Maestro, ¿no te apuras porque sucumbimos?" (Mc 4,38) Pero dicen lo mismo los que despiertan al Señor, que los que quieren salvarse. No es necesario averiguar cuál de estas cosas fue la que se dijo al Señor. Ya hayan dicho algunas de estas tres cosas, ya otras palabras que ninguno de los Evangelistas refirió, significando lo mismo, ¿qué más da en el asunto de que se trata? Por otra parte, pudo muy bien suceder que muchos, queriéndole despertar, dijesen todas esas cosas, cada uno de distinta manera.

San Cirilo.No era posible que los discípulos se ahogaran, estando con ellos el Omnipotente; por eso Cristo, que tiene poder sobre todas las cosas, se levanta al punto y apacigua súbitamente la tempestad y el furor de los vientos. "Y la tempestad cesó, y se hizo la calma". Con lo cual demostró que era aquel Dios a quien se dice en el Salmo: "Tú dominas el poder del mar, y calmas la agitación de sus olas" (Ps 88,10)

Beda. Así, en esta navegación, el Señor demuestra las dos naturalezas en una sola persona, puesto que El, que duerme como hombre, apacigua como Dios el furor del mar con la palabra.

San Cirilo.A la vez que calmó la tempestad de las aguas, calmó también la tempestad de las almas. Por esto sigue: "Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe?". En cuya palabra manifiesta que no es la tentación la que produce el terror, sino la imbecilidad del alma. Pues como el oro se prueba con el fuego, la fe se prueba con las tentaciones.

San Agustín de cons Evang. 2, 24. Los demás evangelistas dijeron esto mismo, pero con diferentes palabras. San Mateo hace decir al Señor (8,26): "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" San Marcos dice (4,40): "¿Qué teméis?, ¿no tenéis fe todavía?", esto es, aquella fe perfecta semejante al grano de mostaza. Esto, pues, dice también aquél: "Hombres de poca fe"; y San Lucas dice: "¿Dónde está vuestra fe?". Y todo esto pudo decirse a la vez: "¿Por qué tenéis miedo? ¿Dónde está vuestra fe? Hombres de poca fe". De donde cada uno refiere una de estas cosas.

Ambrosio.Calmada la tempestad ante el mandato de Jesucristo, los discípulos, asombrados, hablaban unos con otros acerca de aquel milagro. Por esto sigue: "Y ellos, llenos de terror, se maravillaron", etc. No decían esto sus discípulos como desconociendo al Salvador, pues habían conocido que Jesús era Dios e Hijo de Dios. Lo que admiraron fue la abundancia de su poder eterno y la gloria de su divinidad, aunque era semejante a nosotros y visible según la carne. Por esto decían: "¿Quién piensas es éste?". Esto es, ¡cuán grande y cuán admirable es, y cuánto es su poder y su majestad! Porque la obra es hecha con poder, el precepto dominador, no una súplica de siervo.

Beda. Puede ser también que no sean los discípulos, sino los otros que estaban en la barca, los que se admiraron.

En sentido alegórico el mar o el lago representa la agitación tenebrosa y amarga de este mundo. La barca representa el árbol de la cruz, por cuyo medio los fieles pueden ganar la orilla de la patria celestial, surcando las olas de este mundo.

San Ambrosio. Y así el Señor, que sabía perfectamente que El había venido a la tierra a causa de un misterio divino, dejando a los parientes, se subió a la barca.

Beda. Advertidos sus discípulos, suben también con El. De donde dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16,24) Mientras que los discípulos navegan, esto es, mientras que los fieles pisotean el mundo y meditan en su alma el reposo del siglo futuro, mientras que, empujados por el soplo del Espíritu Santo o por los esfuerzos de sus almas, atraviesan a porfía las vanidades inconstantes del mundo, el Señor duerme. Es decir, el tiempo de la pasión del Señor llega y la tempestad avanza, porque durante el sueño de la muerte que el Señor sufrió en la cruz, las olas de las persecuciones se levantan excitadas por el soplo del demonio. La paciencia del Señor no se altera por las olas; pero la imbecilidad de sus discípulos se agita y tiembla. Despiertan al Señor, temerosos de perecer durante su sueño; es decir, que habiendo visto su muerte, aguardaban su resurrección, la cual, si se difiriese, perecerían para siempre. Por esto, levantándose, increpa al viento, porque con su pronta resurrección de la muerte destruyó la soberbia del diablo que tenía el imperio de la muerte. Calmó la tempestad del agua, porque resucitando destruyó la rabia de los judíos que insultaban su muerte.

San Ambrosio. Para que comprendas que nadie puede vivir en el mundo sin tentaciones, porque la prueba de la fe es la tentación. Estamos expuestos a los peligros de la tormenta espiritual; pero, como marinos vigilantes, procuremos despertar al Piloto no para que sirva, sino que mande a los vientos; el cual, aunque ya no duerme con el sueño de su cuerpo, cuidemos de que no duerma ni descanse para nosotros, a causa del sueño de nuestro cuerpo. Con razón eran reprendidos los que temían, estando Jesucristo presente, porque los que están unidos a El no pueden sucumbir.

Beda. Una cosa parecida tiene lugar después de su muerte, cuando, apareciéndose a sus discípulos, les reprendió su incredulidad (Mc 15) Finalmente, calmadas así las hinchadas olas, manifestó a todos el poder de su Divinidad.


Catena aurea ES 9801