Catena aurea ES 12701

JUAN 7,1-8

12701 (Jn 7,1)

Y después de esto, andaba Jesús por la Galilea, porque no quería pasar a la Judea, por cuanto los judíos le buscaban para matarle. Y estaba próxima la fiesta de los judíos, llamada de los Tabernáculos. Y sus hermanos le dijeron: "Quítate de aquí, y ve a la Judea para que tus discípulos vean también las obras que haces. Pues ninguno hace cosa en oculto, y procura ser conocido en lo público: si esto haces, manifiéstate al mundo"; porque ni aún sus hermanos creían en El. Y Jesús les dijo: "Mi tiempo aún no ha venido: mas vuestro tiempo siempre está preparado. No puede el mundo aborreceros a vosotros, mas a mí me aborrece porque yo doy testimonio de él que sus obras son malas. Subid vosotros a esta fiesta: yo no subo todavía a esta fiesta, porque mi tiempo no es aún cumplido. (v. 1-8)

San Agustín, in Ioanem tract. 28. Podría suceder que algún fiel de Cristo se escondiese para que no le encontrasen sus perseguidores y para que no se le imputase como crimen el haberse escondido. Sucedió antes en la Cabeza lo que después se confirmaría en los miembros. Por esto dice: "Y después de esto andaba Jesús por la Galilea, porque no quería pasar a la Judea.

Beda. Esta unión de palabras es de tal naturaleza, que en ella debemos comprender que pudieran realizarse y suceder muchas cosas entretanto. Porque la Judea y la Galilea son provincias de la Palestina. La Judea se llamaba así por la tribu de Judá; se llamaba también Judea, además de la que comprendía la tribu de Judá, aquella otra región que poseía la tribu de Benjamín, aunque de la tribu de Judá procedían los reyes. Y se llama Galilea, porque engendra un pueblo parecido a la leche, esto es, blanco: gala en griego, quiere decir lac en latín, que significa leche.

San Agustín, ut sup. Y el Señor dijo esto como no pudiendo andar entre los judíos, para no ser muerto por ellos, mas demostró su poder cuando quiso; aunque daba ejemplo a nuestra debilidad, El no había perdido su poder.

Crisóstomo, in Ioanem hom. 47. Pero debemos decir que daba a conocer lo que era propio de la divinidad y lo que era propio de la humanidad, toda vez que huía de sus perseguidores como hombre, y aparecía ante ellos como Dios, siendo así que era una y otra cosa.

Teofiactus. También se había retirado ahora a la Galilea, porque aún no había llegado el tiempo de su pasión. Por cuya causa creía inútil permanecer entre sus enemigos, excitándolos más al odio; con este motivo se explica a continuación el tiempo en que esto sucedía, cuando añade: "Y estaba próxima la fiesta de los judíos, llamada de los Tabernáculos1".

San Agustín, ut sup. Todos los que han leído las Sagradas Escrituras saben lo que quiere decir skenopegia. Hacían los judíos para aquella fiesta de los Tabernáculos unas tiendas de campaña, a imitación de aquellas en que habitaron cuando luego de sacados de Egipto peregrinaban por el desierto. Celebraban con este motivo aquel día de fiesta en memoria de los beneficios recibidos del Señor, aquellos mismos que se proponían matarle.

Crisóstomo, ut sup. Manifiesta el evangelista por medio de esto, que pasó en silencio mucho tiempo. Porque cuando el Señor se sentó en el monte, estaba próximo el día festivo de la Pascua y ahora hace mención de la fiesta de los Tabernáculos. Durante esos cinco meses que mediaron no se refiere ninguna otra cosa más que el milagro de los panes y el sermón que predicó a los que los comieron. Pero, como hacía milagros sin interrupción y exponía su doctrina, no podían los evangelistas referirlo todo. Por ello cuidaron de relatar aquellas cosas en que resaltaba más la queja de los judíos o la contradicción en que éstos querían cogerle, lo cual se conoce en estos sucesos.

Teofiactus. Y como sus hermanos habían visto que El no se disponía a subir a Jerusalén, añade: "Y sus hermanos le dijeron: Márchate de aquí, y ve a la Judea".

Beda. Como si dijeran: tú haces milagros, y son pocos los que los ven. Márchate de aquí a la ciudad de los reyes, allí donde se encuentran los príncipes, para que viendo ellos tus milagros consigas que te alaben. Mas como no todos los discípulos seguían siempre al Señor, porque muchos estaban en la Judea, por esto añaden: "Para que tus discípulos vean también las obras que tú haces".

Teofiactus. Esto es, las muchedumbres que te siguen. Por tanto, no se refieren a los doce discípulos, sino más bien a otros muchos que trataban con el Señor.

San Agustín, in Ioanem tract. 28. Cuando se lee hermanos2 del Señor, debe entenderse que se trataba de parientes consanguíneos de María, porque de ella no nació ningún otro. Así como en el sepulcro en donde estuvo el cuerpo del Señor no fue colocado ningún otro muerto, ni antes ni después, así las entrañas de María no concibieron ningún otro mortal, ni antes ni después de Jesucristo. Y en verdad que las obras de Jesucristo no eran desconocidas para sus discípulos, pero los que no estaban ahí no las veían. Por esto decían aquéllos: "Para que tus discípulos vean también las obras que haces". Hablaba, pues, la prudencia de la carne al Verbo hecho carne, y por esto añaden: "Pues ninguno hace cosas en oculto, y procura ser conocido en público". Como diciendo: una vez que haces milagros, date a conocer a los hombres, para que puedas ser apreciado por ellos, porque los que los ven estudian el modo de alabarlos. Y como ellos buscaban gloria humana, no creían en El. Por esto sigue: "Porque ni aún sus hermanos creían en El". Pudieron algunos ser parientes de Jesucristo, pero se resistían a creer en El a causa de este mismo lazo de parentesco3. Crisóstomo, ut sup. Es digno de notarse el modo de obrar de los evangelistas, tan en armonía siempre con la verdad. Como no temían decir aquellas cosas, que en cierto sentido podían ofender la imagen de su maestro, no dejaron de decir cosa alguna. Y en verdad que no podría menos que considerarse ofensivo el que sus "hermanos" no creyesen en El. Y parece, en realidad, que en un principio se muestran como amigos por lo que empiezan a decir. Sin embargo, le servían de mucha amargura algunas de las cosas a que se referían, porque le hacen aparecer como temeroso y deseoso de la gloria. Porque dicen: "Ninguno hace cosa en oculto", lo cual implicaba el temor de los que acusan y al par sospechan no ser verdaderos los milagros que hacía. Respecto a lo que dicen: "Y procura ser conocido en lo público", hacen pensar de que El abriga cierto deseo de vanagloria. Mas Jesucristo les responde con mansedumbre, enseñándonos que no debemos tomar a mal si se nos atribuye alguna mala acción. Sigue, pues: "Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha venido, mas vuestro tiempo está preparado".

Beda. Y para que no parezca que se opone a lo que dice el apóstol a los gálatas: "Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo" (Ga 4,4), etc., lo que aquí se dice no debe referirse al tiempo de su natividad, sino al de su glorificación.

San Agustín, ut sup. Le aconsejaban que adquiriese gloria, como hablándole mundanamente e impulsados por el afecto terreno, para que no apareciese como plebeyo y viviese desconocido. Pero el Señor quiso allanarles el camino para que subiesen a la mayor altura por medio de la humildad. Por esto les dice: "Mi tiempo (esto es, el de mi gloria por medio de la que habré de subir a la mayor altura para juzgar), aún no ha venido, pero vuestro tiempo (esto es, la gloria mundana), siempre está preparado". Y como nosotros somos el Cuerpo del Señor, cuando nos ofendan los amantes del mundo debemos decirles: vuestro tiempo ya está preparado, nuestro tiempo aún no ha venido; la patria está muy alta, el camino está muy bajo, el que prescinde del camino ¿para qué busca la patria?

Crisóstomo, ut sup. Y aún me parece que quiere decir otra cosa oculta: acaso se propondrían darlo a conocer y entregarlo a los judíos. Por esto dice: "Mi tiempo aún no ha venido (esto es, el tiempo de la cruz y de mi muerte); mas vuestro tiempo siempre está preparado"; porque aunque vosotros siempre estáis con los judíos, no os matarán, porque pensáis lo mismo que ellos. Por esto sigue: "No puede el mundo aborreceros a vosotros, mas a mí me aborrece; porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas". Como diciendo: ¿Cómo puede el mundo aborrecer a aquellos que quieren lo mismo que él, y tienden a lo mismo que él? Mas a mí me aborrece porque lo reprendo. Entretanto, no busco la gloria de los hombres, porque no dejo de reprenderlos, aun cuando sé que por esto me aborrecerán e intentarán darme la muerte. Con estas palabras manifiesta también que el odio de los judíos contra El era excitado por sus reprensiones públicas, y no porque dejaba de respetar el sábado.

Teofiactus. Mas el Señor aduce dos razones contra las dos cosas que le argüían aquellos que le hablaban. Contra el temor que suponían en El, dice que reprende las acciones del mundo, esto es las acciones de aquellos que se proponen fines humanos (lo cual no haría si tuviera miedo) y contra la vanagloria los envía a la fiesta. Por esto sigue: "Subid vosotros a esta fiesta". Si en verdad hubiera estado animado por la pasión de la vanagloria, los hubiese detenido a su lado; y efectivamente, que los que desean la gloria acostumbran tener a muchos que los sigan.

Crisóstomo, ut sup. Dice esto también manifestando que no desea halagarlos, en cuanto les permite que obren conforme a las costumbres de los judíos.

San Agustín, ut sup. "Subid vosotros a esta fiesta" en la que buscáis la gloria humana, donde queréis participar de las alegrías del mundo y no pensar en las cosas eternas. Prosigue: "Yo no subo a esta fiesta".

Crisóstomo, ut sup. A saber: ahora, con vosotros, "porque mi tiempo aún no es cumplido". En la Pascua siguiente era en la que habría de ser crucificado.

San Agustín, in Ioanem tract. 28. De otro modo: mi tiempo aún no ha llegado (esto es, el de mi gloria), aquél será mi día festivo. Día festivo que no pasará como pasan estos días, sino que durará eternamente. Será esta misma festividad un goce sin fin, una eternidad sin trabajo y una serenidad sin nube alguna.

JUAN 7,9-13


12709 (Jn 7,9)

Y habiendo dicho esto, se quedó El en la Galilea. Mas después que sus hermanos hubieron subido, El entonces subió también a la fiesta, no públicamente, mas como en oculto. Y los judíos le buscaban en el día de la fiesta, y decían: "¿En dónde está aquél?" Y había grande murmullo acerca de El entre la gente. Porque los unos decían: "bueno es", y los otros, "no, antes engaña a las gentes". Pero ninguno hablaba abiertamente de El por miedo de los judíos. (vv. 9-13) Teofiactus. Como había dicho el Señor :"Yo no subo con vosotros", rehusó subir en el primer momento, evitando así la rabia de los enfurecidos judíos. Por esto sigue: "Y habiendo dicho esto, se quedó El en la Galilea"; mas después, subió también. Por esto continúa: "Mas después que sus hermanos hubieron subido, El entonces subió también".

San Agustín, ut sup. Subió, en realidad, no para gloriarse de una manera temporal, sino a enseñar algo que fuera provechoso, hablando sobre la fiesta eterna.

Crisóstomo, in Ioanem hom. 47. Puede decirse también que subió, no para padecer, sino para enseñar a otros. Y subió de oculto, porque aunque podía subir en público y contener su furor, como en otras ocasiones había hecho, no quería hacer esto continuamente para no evidenciar su divinidad, con el fin de que así fuese mejor conocida la realidad de su encarnación, y nos enseñase a practicar la virtud. Y para que sepamos qué es lo que nosotros debemos hacer cuando no podemos detener a nuestros perseguidores, quiso subir de oculto. Y no dijo de oculto, sino casi de oculto, dando a conocer que hacía esto así para nuestro ejemplo, porque si obrase en todas las cosas como Dios, no podríamos saber cómo convendría obrar cuando caemos en algún peligro.

Alcuino. Acaso subió el Señor de oculto porque no busca el favor de los hombres, ni se complace en las pompas de los cortejos populares.

Beda. Hablando en sentido místico, se da a entender que el Señor permanece en Galilea, por todos aquellos hombres materiales que buscan la gloria humana, porque Galilea quiere decir transmigración hecha (esto es, en sus miembros) que pasan de los vicios a las virtudes, y progresan en éstas. Y así, poco después subió el Señor, porque los miembros de Jesucristo no buscan la gloria de esta vida (Ps 44), sino la de la eterna. Y en secreto sube el Señor, porque toda su gloria es interior, esto es, nace de un corazón puro, de una conciencia limpia y de una fe no fingida (1Tm 1,5)

San Agustín, ut sup. Mas cuando sube de un modo oculto, quiso dar a entender algo; porque todas las cosas que se le habían comunicado al antiguo pueblo de Israel fueron sombras de lo que habría de suceder, y la fiesta de los Tabernáculos también era una sombra de las fiestas que más adelante se celebrarían. Y en verdad que todo lo que era figura se nos da a conocer por medio de la realidad. Subió, pues, de oculto, para significarnos que también El estaba oculto. Jesucristo se ocultaba en el mismo día de fiesta, indicando que aquel día festivo los miembros de Jesucristo habrían de peregrinar. La scenopegia era, en verdad, la celebración de los Tabernáculos.

Prosigue: "Y los judíos le buscaban el día de la fiesta, y decían: ¿En dónde está Aquél?"

Crisóstomo, in Ioanem hom. 48. Por el mucho odio y gran enemistad que le profesaban, ni aun quieren llamarlo por su nombre; pues en verdad, si tenían grande respeto a la fiesta, en ellos no había religiosidad, porque con pretexto de la fiesta se proponían prender a Jesucristo arteramente.

Prosigue: "Y había grande murmullo", etc.

San Agustín, ut sup. El murmullo era por las disputas que entre ellos había, lo que expone el evangelista muy oportunamente diciendo: "Porque los unos decían, bueno es; y los otros, no, antes engaña a las gentes". De todo aquel en quien brilla alguna gracia, dicen unos, bueno es; y los otros, no, antes engaña a las gentes. Que esto se diga de Dios debe servir de consuelo para todo aquel cristiano de quien se diga lo mismo. Y en verdad, si el seducir es engañar, ni Jesucristo es seductor, ni cristiano alguno debe serlo; mas si seducir a alguno quiere decir sacarlo por medio de la convicción de una cosa a otra, debemos investigar de dónde se lo trae, y a dónde se lo lleva, si se lo atrae de lo bueno a lo malo, el seductor será malo; pero si se atrae de lo malo a lo bueno, el seductor será bueno. ¡Ojalá que en este sentido podamos todos llamarnos seductores!

Crisóstomo, ut sup. En este sentido creo que hablaban las muchedumbres que decían que Jesús era bueno, y en el otro los príncipes y los sacerdotes, los que decían lo contrario; lo cual se demuestra cuando dicen: "seduce a las muchedumbres, y no dicen nos seduce a nosotros".

Prosigue: "Pero ninguno hablaba abiertamente de El, por miedo de los judíos".

San Agustín, ut sup. Esto es, de aquellos que decían "bueno es", y no respecto de los que decían "seduce a las turbas", esto lo decían claramente, pero "bueno es", lo susurraban a escondidas.

Crisóstomo, ut sup. Véase aquí la corrupción de los que mandan, pues aquellos que están sujetos a los gobernantes, ciertamente conocen las cosas con claridad, aunque no tienen libertad para decir lo que sienten, lo cual siempre es propio de la muchedumbre.

JUAN 7,14-18


12714 (Jn 7,14)

Y al medio de la fiesta subió Jesús al templo y enseñaba. Y se maravillaban los judíos y decían: "¿Cómo sabe éste letras, no habiéndolas aprendido?" Jesús les respondió y dijo: "Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado. El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si es de Dios, o si yo hablo de mí mismo. El que de sí mismo habla, busca su propia gloria: mas el que busca la gloria de Aquel que le envió, éste veraz es, y no hay en él injusticia". (vv. 14-18)

Crisóstomo, ut sup. Deseando el Señor hacer más atentos con su tardanza a los que le oían, no subió los primeros días, sino cuando estaba la fiesta a la mitad. Por esto sigue: "Y al medio de la fiesta, subió Jesús al templo", etc. Y entonces, los que lo buscaban en los primeros días, viéndolo presente de repente, prestaban más atención a sus palabras, tanto los que decían que era bueno, como los que decían que era malo, los primeros, en verdad, para ganar algo y admirarse; mas los segundos con el fin de encontrar ocasión para prenderlo.

Teofiactus. Porque al principio de la fiesta se fijaban más bien en lo que atañía a la misma fiesta, y de aquí el que después oían a Jesucristo con más atención.

San Agustín, in Ioanem tract. 28. Se comprende que aquella festividad duraba muchos días, y por esta razón dice: "Y al medio de la fiesta", esto es, que faltaban tantos días para que concluyese la fiesta cuantos habían pasado ya; y así se cumplía lo que había dicho: "Yo no subo todavía a esta fiesta", esto es, en el día que vosotros queréis, al primero o al segundo; pero subió después, cuando la fiesta se encontraba a la mitad.

San Agustín, de quest nov et testam qu 78. Y subió entonces, no a la fiesta, sino a ilustrar. Porque ellos habían subido como a gozar de las delicias de las fiestas; pero en verdad el día de fiesta fue para Jesucristo aquél en que redimió al mundo por medio de su pasión.

San Agustín, in Ioanem tract. 29. Aquel que antes se escondía, ahora enseñaba y hablaba en público, y sin embargo no era detenido. Cuando se ocultaba, lo hacía para ejemplo, y cuando hablaba, para mostrar su poder.

Crisóstomo, ut sup. No nos dice el evangelista lo que enseñaba, pero sí que enseñaba admirablemente; y era tanto el poder del que enseñaba que aquellos que antes habían dicho "engaña a las gentes", ahora se veían transformados a causa de la admiración. Por esto sigue: "Y se maravillaban los judíos y decían: ¿cómo sabe éste letras, no habiéndolas aprendido?" Obsérvese la admiración, llena de malicia, porque no dice que se admiraban de la doctrina, sino que cayeron en otra admiración, a saber, de dónde podía haber aprendido aquello, etc.

San Agustín, ut sup. Y yo creo que todos se admiraban, pero no todos se convertían. ¿Y de dónde aquella admiración? Porque muchos sabían dónde había nacido y cómo se había criado. Nunca lo habían visto estudiar, y sin embargo, lo oían disputar acerca de la Ley, citando testimonios de ella, de tal forma que ninguno podría citarlos sin leerlos, y ninguno leerlos sin haber aprendido a leer. De esto nacía su admiración.

Crisóstomo, ut sup. Por esta duda debían comprender que la ciencia que en El había no era humana, sino divina; mas esto no querían decirlo ellos, sino que se contentaban con admirarlo. Mas el Señor lo dio a conocer en seguida. Prosigue: "Jesús les respondió y dijo: mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado".

San Agustín, ut sup. Parece que en esto hay alguna contradicción, porque dijo "mía" y "no mía", pues si hubiese dicho, esta doctrina no es mía, no habría cuestión. Pero, ¿cuál es la doctrina del Padre, sino el Verbo del Padre? Y el mismo Jesucristo es la doctrina del Padre, porque es el Verbo del Padre. Pero como la palabra no puede dejar de ser de alguien, dijo que la doctrina era El mismo, y no que era suya, porque El es el Verbo del Padre. ¿Qué cosa hay más tuya que tú mismo? ¿Y qué cosa menos tuya que tú mismo, si ya tú eres de alguien? En mi concepto, dijo en obsequio de la brevedad: "Mi doctrina no es mía", como si dijere, yo no dependo de mí mismo. Este concepto destruye la herejía de los sabelianos, que se atrevieron a decir que el Padre y el Hijo son una misma cosa, dos nombres, pero una sola persona.

Crisóstomo, in Ioanem hom. 48. O bien dice que es doctrina suya, porque la enseñaba, y no era suya, porque la doctrina era del Padre. Mas si todo lo que es del Padre era suyo, en el mero hecho de ser del Padre también debía ser suyo. Mas, en cuanto dice no es mía, demuestra con toda evidencia que la doctrina era suya y de su Padre; como si dijera, nada he modificado ni cambiado, sino que hago como digo, para que no se crea que yo digo o hago cosa alguna diferente del Padre.

San Agustín, de Trin 1,11. Quizá en un concepto dijo que la doctrina era suya, y en otro que no era suya. En cuanto era Dios, era suya; pero en cuanto era hombre, la doctrina no era suya.

San Agustín, in Ioanem tract. 29. Y si alguno entiende esto poco, oiga el consejo que da el Señor a continuación, diciendo: "El que quisiere hacer su voluntad", etc. ¿Qué quiere decir "si alguno quisiere hacer su voluntad"? Esto es creer en El, porque el Salvador había dicho antes, "Esto es obra de Dios, el que creáis en Aquel que El ha enviado". ¿Y quién desconoce que es hacer la voluntad de Dios obrar como El obra? Y conocerlo es tanto como entenderlo. Luego no pretendas comprender para creer, sino antes cree para comprender, porque si no crees no puedes entenderlo (Is 7,9)

Crisóstomo, ut sup. Acaso habló así como diciéndoles: Prescindid de la ira, de la envidia, del odio que sin causa alguna tenéis contra mí, y entonces no habrá motivo alguno que os impida conocer que son palabras de Dios las que yo hablo. Después aduce otro argumento indestructible de lo que sucede entre los hombres, instruyéndonos por este medio. Por esto sigue: "El que de sí mismo habla, busca su propia gloria". Como diciendo, el que quiere establecer alguna doctrina propia, no quiere hacer esto por otra causa que por adquirir gloria. Y si yo busco la gloria de Aquel que me envió, ¿cómo querría enseñaros cosas ajenas de Aquél en cuyo obsequio predico? Y esto es lo que añade: "Mas el que busca la gloria de Aquel que me envió, éste es veraz y no hay en él injusticia".

Teofiactus. Como si dijera: soy veraz, porque mi doctrina encierra la verdad, y no hay injusticia en mí, porque no usurpo la gloria de otro.

San Agustín, ut sup. El que busca su propia gloria, es el anticristo. Mas nuestro Señor nos ha dado grande ejemplo de humildad, porque mientras vivió como hombre buscó la gloria del Padre y no la suya; y tú, cuando haces algo bueno, buscas tu propia gloria, y cuando haces algo malo, tratas de atribuirlo a Dios.

Crisóstomo, ut sup. Véase cómo busca el medio de hablar de sí humildemente, diciendo que crean que no desea su propia gloria, ni su propia elevación; y cómo también, por la ignorancia de los que le oyen, se propone enseñar a los hombres que sepan lo que puedan comprender, y que no hablen de sí cosas grandes, sino siempre las más humildes.

JUAN 7,19-24


12719 (Jn 7,19)

"¿Por ventura no os dio Moisés la Ley y ninguno de vosotros hace la Ley? ¿Por qué me queréis matar?" Respondió la gente, y dijo: "Demonio tienes: ¿quién te quiere matar?" Jesús les respondió, y dijo: "Hice una obra, y todos os maravilláis. Por esto os dio Moisés la circuncisión: (no porque ella es de Moisés, sino de los padres), y circundáis al hombre en sábado. Si recibe el hombre la circuncisión en sábado porque no se quebrante la Ley de Moisés, ¿os ensañáis contra mí porque sané en sábado a todo un hombre? No juzguéis según lo que aparece, mas juzgad justo juicio". (vv. 19-24)

Crisóstomo, in Ioanem hom. 48. Dos recriminaciones presentaban los judíos contra Jesucristo: una, porque no respetaba el sábado; otra, porque decía que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios. Respecto de la segunda, ya probó que no era enemigo de Dios, porque enseñaba lo mismo que El. Respecto de la profanación del sábado, les arguye diciendo: "¿Por ventura no os dio Moisés la Ley, y ninguno de vosotros hace la Ley?" Como si dijese: la Ley dice no matarás, y vosotros matáis, que es lo que expresa a continuación: "¿Por qué me queréis matar?". Como si dijese: porque aunque yo haya quebrantado la Ley curando a un hombre, esta transgresión fue para bien; pero vosotros quebrantáis la Ley para mal, por lo que no debo ser juzgado por vosotros acerca de la infracción de la Ley. Por tanto, los impugnó por dos razones, diciendo "¿por qué me queréis matar?" y manifestando que los que traman la muerte de alguien no son dignos de juzgar a otro.

San Agustín, in Ioanem tract. 30. Y dice esto, porque si hubiesen obrado con arreglo a la Ley, hubiesen conocido a Jesucristo por las mismas palabras de la Ley, y no le hubiesen muerto, teniéndole presente. Mas la turba le dio una respuesta, inspirada, no por el amor del orden, sino del desorden. Prosigue, pues: "Respondió la turba y dijo: demonio tienes: ¿quién te quiere matar?". Decían que tenía el demonio el mismo que arrojaba a los demonios. Mas el Señor no se turbó, sino que permaneció tranquilo en su verdad, y no devolvió maldición por maldición, sino que respondió con mansedumbre.

Beda. En lo cual nos dejó un ejemplo de paciencia, para que siempre que seamos objeto de imputaciones falsas, levantadas por alguno, las suframos con paciencia y no opongamos las verdades que podamos presentar en defensa nuestra, sino que demos consejos saludables. Sigue, pues: "Jesús les respondió y dijo: hice una obra, y todos os maravilláis".

San Agustín, ut sup. Como si dijere: ¿qué sucedería si vieseis todas mis obras? Porque obras suyas eran las que veían en el mundo, pero no lo veían a El, que era el que hizo todas las cosas: hizo una sola cosa, y todos se maravillaron porque curó a un hombre en día de sábado: como si aquel enfermo curado en sábado pudiese haberlo curado otro que Aquel que los maravilló porque había curado a un hombre en sábado.

Crisóstomo, in Ioanem hom. 48. Y esto es lo que dice: "Os maravilláis", esto es, os turbáis y os alborotáis. Y véase cómo les arguye prudentemente por medio de la Ley: quiere, pues, dar a conocer, que cuando hizo esto, no quebrantó la Ley, porque hay otras muchas cosas más esenciales que la observancia del sábado, con las cuales la Ley no se quebranta, sino que se cumple. Y añade: "Por esto os dio Moisés la circuncisión, no porque ella es de Moisés, sino de los padres, y circuncidáis al hombre en sábado".

San Agustín, ut sup. Como diciendo: bueno es que hayáis recibido la circuncisión de Moisés, no porque ésta es de Moisés, sino de los patriarcas, puesto que Abraham fue el primero que recibió del Señor la orden de la circuncisión, y circuncidáis en sábado. Moisés mismo os confunde: sabéis por la Ley que podéis circuncidar en el octavo día, y sabéis también por la Ley que debéis descansar en el día séptimo. Mas si el octavo día del que ha nacido coincide con el día séptimo, que es el sábado, circuncidáis al hombre, porque la circuncisión es un signo de salvación, y los hombres no deben prescindir de la salvación ni aun en el día del sábado.

Alcuino. Por tres motivos se había establecido la circuncisión: primero, para que sirviese de recuerdo de la gran fe de Abraham; segundo, para que por ella los judíos se distinguiesen de las demás naciones; y tercero, para que recibiéndola en los órganos que indican la virilidad, conociesen que debían guardar castidad, tanto de alma como de cuerpo. Y servía entonces la circuncisión, cuando ahora sirve el bautismo, salvo que la puerta (del cielo) aún no estaba abierta. De estas premisas deduce: y si el hombre recibe la circuncisión en sábado, sin que por ello quebrante la Ley de Moisés, ¿cómo os indignáis contra mí porque he curado a un hombre en día sábado?

Crisóstomo, ut sup. Como diciendo: la no observancia del sábado por la circuncisión, es el cumplimiento de la Ley; y así yo, curando un hombre en sábado, he cumplido también con la Ley: vosotros, que no sois legisladores, defendéis la Ley con exageración, pero Moisés manda que se quebrante la Ley en virtud del mandato que no estaba incluido en ella, sino que procedía de los padres. Y respecto a lo que dice: "He curado completamente un hombre en sábado", da a entender que la circuncisión cura solamente en parte.

San Agustín, ut sup. Tal vez aquella circuncisión, prefiguraba al mismo Señor; porque, ¿qué es circuncisión, sino despojo de la carne? Significa, pues, la separación de las pasiones carnales del corazón: y no se mandó sin causa alguna que consistiese en la sección de la carne por donde se procrea la criatura de los mortales, porque por un sólo hombre entró el pecado en el mundo (Rm 5,12) Y por tanto, todo hombre nace con pecado, porque trae consigo el vicio de su propagación, y no purifica Dios del vicio con que cada uno nace, ni de los vicios que se acumulan viviendo mal, sino por medio de Jesucristo: y ésta es la razón porque circuncidaban con cuchillos de piedra, y figuraban a Jesucristo con el nombre de "la piedra". Y por eso debía verificarse, en el octavo día, después de haber nacido la criatura, porque el Señor resucitaría después del día séptimo, que era el sábado, o sea en el domingo. La misma resurrección nos circuncida, esto es, nos quita los apetitos carnales. Comprended que la obra buena que yo he realizado en sábado, al salvar por completo a un hombre, tiene esta significación: porque fue curado para que sanase del cuerpo, y creyó para sanar del alma. Se os ha prohibido trabajar en cosas serviles en el día de sábado: ¿acaso es obra servil curar a un hombre en sábado? Coméis, ciertamente, y bebéis en sábado, porque esto afecta a la salud, en lo cual probáis que las obras que atañen a la salud no deben omitirse en el día de sábado.

Crisóstomo, ut sup. Y no dijo, yo he hecho una cosa mejor que la circuncisión, sino únicamente refirió el suceso, dejándolos que juzgasen. Por esto sigue: "No juzguéis según lo que aparece, mas juzgad justo juicio"; como diciendo: no porque Moisés es más considerado entre vosotros que yo, debéis sentenciar según la importancia de las personas, sino que debéis hacerlo atendiendo a la naturaleza de las cosas, y esto quiere decir juzgar con justicia. Nadie ha censurado a Moisés porque haya mandado quebrantar el sábado con motivo de la circuncisión, lo cual equivalía a establecerlo como Ley: luego Moisés es más digno de fe para nosotros, cuando manda que se quebrante la Ley por medio de un mandato no legal.

San Agustín, ut sup. Mas esto que el Salvador hizo notar con este motivo, parece que cuesta gran trabajo dejar de hacerlo en este mundo, o sea el no juzgar personalmente. El Señor amonesta con esto a los judíos y a nosotros; mas lo que resonaba como muy bueno en la boca del Señor, se ha escrito para nosotros, y se predica por nosotros: el Señor está arriba, pero también el Señor aquí existe como verdad, y el cuerpo del Señor, en que resucitó, puede estar en un solo lugar, pero su verdad está difundida en todas partes. ¿Quién es, pues, el que no juzga personalmente? El que ama del mismo modo; y cuando honramos a los hombres de diverso modo, según sus dignidades, debe temerse que hagamos acepción de personas: muchas veces juzgamos entre un padre y un hijo, y no igualamos al hijo con el padre en cuanto al honor, sino que lo preferimos si es mejor la causa del hijo que la del padre, guiándonos por la verdad, concediéndole así el honor debido, para que la justicia no pierda su mérito.

JUAN 7,25-30


12725 (Jn 7,25)

Y decían algunos de Jerusalén: "¿No es éste el que los judíos buscan para matarle? Pues ved aquí que habla en público y no le dicen nada: ¿Por ventura han reconocido los príncipes que éste es el Cristo? Mas éste sabemos de dónde es: y cuando viniere el cristo, ninguno sabe de dónde sea". Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseñando y diciendo: "Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy: empero yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió, a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, y si dijere que no le conozco seré mendaz semejante a vosotros. Mas yo le conozco; porque de El soy, y El me envió". Y le querían prender: mas ninguno le echó la mano, porque todavía no era llegada su hora. (vv. 25-30)

San Agustín, in Ioanem tract. 31. Ya se ha dicho antes de ahora, que el Señor había subido de oculto a la fiesta, no porque temía ser detenido, puesto que tenía poder para evitarlo, sino para dar a entender también que se ocultaba en el día mismo de la fiesta que celebraban los judíos, y que esto encerraba su misterio. Mas ahora aparece el poder que antes se consideraba como cobardía: hablaba en público en el día de la fiesta, de tal modo que las gentes se admiraban. Por esto sigue: "Y decían algunos de los de Jerusalén", etc. Sabían que se le buscaba con mala intención, y se maravillaban pensando en virtud de qué poder no era aprehendido.

Crisóstomo, in Ioanem hom. 49. Y añadió el evangelista, "de los de Jerusalén", porque los que habían presenciado mayor número de milagros eran precisamente los que creían menos, puesto que viendo la señal más evidente de la divinidad de Jesucristo sometían todas las cosas al parecer de sus príncipes corrompidos. ¿Y no era una gran señal de esto, que estando furiosos y buscándolo para matarlo, lo tuviesen en sus mismas manos y de pronto se calmasen?

San Agustín, ut sup. Por tanto, no conociendo claramente el poder de Jesucristo, lo creyeron efecto de la ciencia de sus príncipes, que lo perdonaron porque conocieron que era el Cristo. Por esto añade: ¿Por ventura han reconocido los príncipes que éste es el Cristo?

Crisóstomo, ut sup. Mas aquellas gentes ni aun se someten a la decisión de sus príncipes, sino que aceptan otro parecer erróneo y digno de su propia locura. Por esto añade: "Mas éste sabemos de dónde es: y cuando viniere el Cristo ninguno sabe de dónde sea", etc.

San Agustín, ut sup. Esta opinión nació entre los judíos, y no sin fundamento; sin embargo, encontramos que las Escrituras dijeron, hablando de Cristo, que se llamaría Nazareno (Mt 2,23) Luego habían predicho de dónde vendría. Además, los judíos dijeron a Herodes cuando lo buscaban, que el Cristo había de nacer en Belén de Judá, y citaron el testimonio de los profetas. ¿De dónde nace ahora esta opinión entre los judíos, de que cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde procede? Porque las Escrituras habían dicho lo uno y lo otro; en cuanto hombre, predijeron de dónde nacería; pero en cuanto Dios, se ocultaba a los impíos y buscaba a los buenos. Sin duda formaron esta idea porque habían leído en Isaías: "¿Quién podrá contar su generación?" (Is 53) Pero el Señor contestó a una y a otra cosa, tanto a los que sabían de dónde había venido, cuanto a los que no lo sabían. Por esto sigue: "Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseñando y diciendo: vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy". Lo cual quiere decir: sabéis de dónde he venido, pero no sabeis de dónde procedo, sabéis de dónde he venido porque soy Jesús de Nazaret, cuyos padres también conocéis. En este asunto sólo se les ocultaba el parto de la Virgen, a excepción de lo cual sabían todo lo que afectaba a Jesús en cuanto hombre. Por esto dijo, con mucha razón: "Y vosotros me conocéis, y sabéis de dónde soy"; esto es, en cuanto a la humanidad y a la forma de hombre que tenía. Pero en cuanto a la Divinidad, dijo el Salvador: "Empero, yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió".

Crisóstomo, ut sup. Por medio de ello les revela lo que ellos pensaban. Como si dijese: no soy de aquellos que han venido a este mundo sin causa, sino que es veraz el que me ha enviado; y si es veraz, me ha enviado en verdad, y el que ha sido enviado debe ser también veraz. Además los convence con sus mismas razones, porque decían: cuando venga el Cristo, ninguno sabrá de dónde procede; y en esto manifiesta que El es el Cristo, porque ha venido del Padre, a quien ellos no conocen; y por esto añade: "A quien vosotros no conocéis".

San Hilario, De Trin 1,6. ¿Pues no es verdad que todo hombre, aunque por la carne no nace de Dios, según el espíritu, conforme todos creen, procede de Dios? ¿Y cómo dice que los que le oyen no pueden saber de dónde procede, si no se entiende con esta palabra "de dónde" el autor de su naturaleza? Porque aquellos cuya procedencia se ignora implica por este sólo hecho la manifestación de su naturaleza; El que procede de la nada, no puede ignorarse de dónde viene, y al conocerse que de la nada viene, ya no tiene la ignorancia de su origen. Es desconocido lo que El es en sí, en cuanto que se ignora de dónde procede. No dice que es Hijo suyo aquel que niega que ha sido de El, ni comprende que no ha nacido aquel que cree que procede de la nada.

Crisóstomo, ut sup. El Señor llama ignorancia aquí a lo que revelan las obras, como dice San Pablo: "Alardeando que conocen a Dios, y le niegan en sus obras". Por esto, los reprende en dos sentidos: en primer lugar porque hablaban en secreto, esto lo dice en público y lo dice en voz alta para avergonzarlos.

San Agustín, ut sup. Por último, para manifestarles cómo podían conocerlo, añadió: "Yo le conozco"; por tanto, preguntadme y así le conoceréis: porque no conoce al Padre nadie más que el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera darle a conocer, como dice por medio de San Mateo. "Porque si os digo que no le conozco, seré mentiroso como vosotros".

Crisóstomo, ut sup. Lo cual es imposible, porque si es veraz el que me envió, también debe serlo el que ha sido enviado; en todas ocasiones reivindica para sí solo el conocimiento del Padre, porque es del Padre. Por esto sigue: "Yo le conozco, porque de El soy".

San Hilario, ut sup. Y pregunto si da a conocer que sea de El por creación o por generación; porque si es por creación, también todo lo que ha sido creado viene de Dios. ¿Mas cómo es que todas las cosas no conocen al Padre, siendo así que el Hijo lo conoce por lo mismo que es de El? Si, pues, es propio de Aquél, porque es del Padre, el conocerle, ¿cómo no lo será también de Aquel que inmediatamente es de El, esto es, del que participa de la naturaleza de Dios como su verdadero Hijo? Tiene, pues, la propiedad del conocimiento, como consecuencia de la propiedad de la generación. Sin embargo, con el fin de que la herejía no tomase argumentos del tiempo de su venida, añadió a continuación: "Y El me envió". Conservó así el orden del misterio evangélico, diciendo que había nacido y que había sido enviado.

San Agustín, ut sup. Dijo además: De El mismo soy, como un Hijo de su Padre; y aunque me veis vestido de la humanidad, El me ha enviado. En ello no debemos ver la diversidad de naturaleza, sino la autoridad del generador.

Crisóstomo. Los judíos se incomodaron cuando oyeron decir al Señor: "A quien vosotros no conocéis", porque aparentaban que le conocían. Por esto sigue el evangelista: "Y le querían prender", etc. Y véase aquí refrenado de una manera invisible el furor de los judíos. Pero el evangelista, queriendo hablar con más suavidad y humildad, con el fin de que se conociera por esto que Jesucristo era hombre, no dijo que los detuvo de una manera invisible, sino que añadió: "Porque todavía no era llegada su hora".

San Agustín. Esto es, porque no quería, porque Dios no nació bajo el influjo del fatalismo. Esto ni aun del hombre debe creerse; ¿cuánto menos respecto de Aquél por quien ha sido hecho? Si nuestra última hora depende de su voluntad, ¿qué otra cosa es su hora sino su voluntad? No dijo en la hora en que se vería obligado a morir, sino en la que se dignaría dejarse matar.


Catena aurea ES 12701