Catena aurea ES 10627

LUCAS 16,27-31


10627 (Lc 16,27)

"Y dijo: Pues te ruego, Padre, que lo envíes a casa de mi padre. Porque tengo cinco hermanos, para que les de testimonio; no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos. Y Abraham le dijo: Tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos. Mas él dijo: No, padre Abraham; mas si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia. Y Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de los muertos resucitare". (vv. 27-31)

San Gregorio, in Evang hom. 40. Después que se le quitó al rico condenado toda esperanza, se acuerda de todos los prójimos que había dejado en este mundo. Por esto sigue: "Y dijo: Te ruego, Padre, que le envíes a casa de mi padre".

San Agustín, De quaest. Evang. 2,38. Pide que envíe a Lázaro porque se considera indigno de ser testimonio de la verdad y como no había conseguido ser refrigerado un poco, mucho menos creyó que podría librarse de los infiernos para anunciar la verdad.

Crisóstomo, hom. de divite. He aquí su perversidad. Ni aun en las mismas penas puede expresar la verdad. Si el padre es Abraham, ¿cómo dice mándale a casa de mi padre? Pero no has olvidado a tu padre, porque él te llevó a la perdición.1 San Gregorio, ut sup. Algunas veces sucede que la pena de los malvados les enseña cierta caridad, -aunque inútilmente- de tal modo que entonces aman a los suyos de una manera especial, siendo así que en el mundo, no amando más que el pecado, no se amaban a sí mismos. Por esto sigue: "Tengo cinco hermanos; para que les de testimonio, no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos".

San Ambrosio. Este rico empieza demasiado tarde a ser maestro cuando ya no le queda tiempo de aprender ni de enseñar.

San Gregorio, ut sup. En ello se da a conocer cuántas aflicciones se acumulan sobre el rico condenado, porque conserva el conocimiento y la memoria para su suplicio. Conoció pues a Lázaro, a quien despreció y se acordó de sus hermanos, a quienes dejó. Para que los pecadores sean más castigados en las penas eternas, ven la gloria de aquellos a quienes despreciaron y son atormentados por la desgracia de aquellos a quienes amaron en vano. Abraham contestó en seguida al rico que le pedía mandase a Lázaro. Por ello sigue: "Abraham le dijo: Tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos".

Crisóstomo, serm. 4 De Lazaro. Como diciendo: No cuidas tú tanto de tus hermanos como lo hace Dios que les ha creado, que les ha enviado doctores para que los amonesten y los exhorten. Aquí llama Moisés y profetas a los escritos mosaicos y proféticos.

San Ambrosio. En lo que declara el Señor terminantemente que el Antiguo Testamento es el fundamento de la fe, confundiendo así la perfidia de los judíos y rechazando las necedades de los herejes.

San Gregorio, ut sup. El que había despreciado la palabra de Dios, creía que tampoco podrían oírla sus secuaces. Por ello sigue: "Mas él dijo: No, padre Abraham, mas si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia".

Crisóstomo, in hom. de divite. Como cuando él oía las Sagradas Escrituras las despreciaba y las consideraba como fábulas, creía que a sus hermanos les sucedería lo mismo.

San Gregorio Niceno. En esto se nos da a conocer otra cosa: que en el seno de Abraham, Lázaro no siente solicitud por lo presente ni se aflige por lo pasado. Mas el rico, después de su muerte se ve detenido por su vida carnal como por un lazo. Porque todo el que se haga carnal en el espíritu, ni aún después de la muerte se verá libre de sus pasiones.

San Gregorio, in Evang hom. 40. Por esto, ahora se responde al rico con una sentencia llena de verdad. Sigue pues: "El le dijo: si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de los muertos resucitase". Porque los que desprecian las palabras de la ley, cumplirán con tanta más dificultad los preceptos del Redentor que resucitó de entre los muertos.

Crisóstomo, serm. 4 De Lazaro. Que los que no escuchan las Escrituras tampoco escuchan a los muertos resucitados, lo prueban los mismos judíos, puesto que así como ahora querían matar a Lázaro, así también perseguían a los apóstoles incluso después de que muchos resucitasen al momento de morir Jesús en la cruz. Téngase en cuenta también que todo el que muere es siervo. Pero todo lo que dicen las Escrituras lo dice el Señor, por lo que son más dignas de fe que un muerto que resucite o que un ángel que baje del cielo, porque el Señor de los ángeles, el Señor de los vivos y de los muertos es quien las ha instituido. Por tanto, si Dios juzgase que resucitando a los muertos había de venir alguna utilidad a los vivos, no lo omitiría, porque todo lo hace en beneficio nuestro. Pero si los muertos resucitasen con frecuencia, esto se despreciaría con el tiempo, porque el diablo introduciría fácilmente doctrinas perversas, imitando esto mismo por sus oráculos, no resucitando verdaderamente a los muertos sino engañando a los hombres con alucinaciones o enseñando ingeniosamente a algunos a fingir la muerte.

San Agustín, De curis pro mortuis habendis cap. 14 et 15. Pero dirá alguno: Si los muertos no se cuidan de los vivos, ¿cómo el rico pedía a Abraham que enviase a Lázaro a sus cinco hermanos? Pero ¿por qué aquel rico dijo esto? (Había de saber acaso qué es lo que harían sus hermanos o qué es lo que padecerían en aquel tiempo? Así se cuidó de los vivos aun cuando ignoraba en absoluto lo que hacían, como nosotros nos cuidamos de los muertos aunque ignoremos enteramente lo que hacen. Pero volvamos otra vez a la cuestión. ¿Cómo sabía Abraham que existían Moisés y los profetas?, esto es, sus libros. (Ni de dónde sabía que aquel rico había vivido entre delicias y Lázaro entre aflicciones? No pudo tener conocimiento de ello mientras vivían, sino que después de su muerte Lázaro se lo dio a conocer, puesto que dice el profeta (Is 63,16): "Abraham no nos conoció". Pueden saber también algo los muertos por los ángeles, que presencian lo que pasa en el mundo, y también pueden tener conocimiento por revelación del Espíritu de Dios de las cosas no sólo pasadas sino también futuras que sea necesario que conozcan.

San Agustín, De quaest Evang. 2,38. En sentido alegórico esto puede interpretarse del siguiente modo: El rico representa la soberbia de los judíos que desconocen la justicia de Dios y quieren hacer valer la suya (Rm 10) La púrpura y el lino finísimo indican la dignidad del reino (Mt 21,43), y el reino de Dios -dice- os será quitado. El convite espléndido es la jactancia de la ley, en la que se gloriaban, más abusando de ella para satisfacer su orgullo, que usando de ella en lo que era necesario para su salvación. Y el mendigo con el nombre de Lázaro -que quiere decir ayudado- significa el indigente, como algún gentil o publicano, que es tanto más favorecido cuanto menos presume de sus propias facultades.

San Gregorio, ut sup. Lázaro, lleno de úlceras, es figura del pueblo gentil que en tanto que convertido no se avergüenza de confesar sus pecados, y por ello tuvo su piel cubierta de llagas. Porque ¿qué es la confesión de los pecados sino cierta abertura de llagas? Lázaro, llagado, deseaba alimentarse de las migajas que caían de la mesa del rico y ninguno se las daba, ya que aquel pueblo orgulloso no se dignaba admitir a ningún gentil al conocimiento de la ley y porque dejaba caer las palabras de esta ciencia como caían las migas de sobre la mesa.

San Agustín, ut sup. Los perros que lamían las úlceras del pobre son los hombres malvados que aman el pecado, cuya lengua está siempre dispuesta a alabar las malas acciones que otros detestan y que se lamentan de cometerlas y las confiesan.

San Gregorio, ut sup. También en las Sagradas Escrituras se llama con frecuencia perros a los predicadores, según aquellas palabras del Salmo (Ps 67,24): "La lengua de tus perros beberá sangre de tus enemigos", porque la lengua de los perros cura las llagas que lame, y los santos doctores cuando nos instruyen en la confesión de nuestros pecados, tocan en cierto modo la llaga de nuestra alma con la lengua. El rico fue sepultado en el infierno y Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, esto es, al descanso misterioso del que la Verdad ha dicho (Mt 8,11): muchos vendrán de Oriente y de Occidente y descansarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores. El rico levanta sus ojos para ver desde lejos a Lázaro, porque mientras los infieles sufren en el abismo los castigos de su condenación, los fieles están sobre ellos, esperando en reposo el día del juicio final, después del cual aquéllos no podrán ya contemplar su gozo. Lo que miran está lejos porque no pueden llegar allí por sus méritos. Se manifiesta más abrasada su lengua, porque el pueblo infiel tuvo las palabras de la ley en su boca, pero no quiso observarlas con sus obras. Por tanto, sufrirá más en la parte en que más manifestó saber lo que no quiso hacer. Abraham le llama su hijo y sin embargo no le libra de los tormentos porque los padres de este pueblo infiel, considerando que muchos se apartaron de su fe, no los libran de los tormentos ni tienen compasión de ellos, aunque les reconocen como hijos suyos según la carne.

San Agustín, ut sup. Los cinco hermanos que dice que tiene en la casa de su padre representan a los judíos, quienes fueron llamados con el nombre de cinco porque vivían bajo el influjo de la ley que fue dada por Moisés, quien la escribió en cinco libros.

Crisóstomo, hom De divite. También puede decirse que tuvo cinco hermanos, esto es, cinco sentidos, de los que era esclavo. No podía amar a Lázaro, porque estos hermanos no aman la pobreza. Ellos son los que te han traído a estos tormentos y no pueden salvarse si no mueren, de otro modo es necesario que habiten con su hermano. Pero ¿por qué pides que envíe a Lázaro? "Tienen a Moisés y a los profetas". Moisés fue el Lázaro pobre, que creyó que tenía mayores riquezas en la pobreza de Jesucristo que en las riquezas del Faraón (He 12) Jeremías, arrojado al lago, se alimentaba del pan de la tribulación (Jr 38) Y todos los profetas enseñan a estos hermanos; pero no pueden salvarse ni aunque alguien resucite de los infiernos. Estos hermanos, antes que Jesucristo resucitase, me conducían a la muerte. El murió, y estos hermanos resucitaron: ahora mis ojos ven a Jesucristo, mis oídos le oyen y mis manos le abrazan. Todo esto es la condenación de Marción y Maniqueo, que no admiten el Antiguo Testamento. Véase lo que dice Abraham: "Si no oyen a Moisés y a los profetas". Como diciendo: Haces bien esperando a aquél que ha de resucitar; pero Jesucristo habla por medio de ellos, así que si los oyes has de oír también a Jesucristo.

San Gregorio, ut sup. El pueblo judío, como no quiso entender el sentido espiritual de las palabras de Moisés, no pudo llegar a Aquel de quien Moisés había hablado.

San Ambrosio. Lázaro es pobre en esta vida, pero es rico para Dios y no se crea que toda pobreza es santa ni toda riqueza criminal, sino que así como la lujuria infama las riquezas, así la santidad recomienda la pobreza. Que el hombre apostólico, pobre en la palabra y rico en la fe -puesto que posee la verdadera- no busque la elegancia de las palabras. A éste considero semejante a aquél que, herido muchas veces por los judíos, presentaba a ciertos fieles sus llagas, como Lázaro a los perros. Bienaventurados los perros a quienes venga a parar el humor de tales úlceras, para que llene el corazón y las fauces de los que acostumbran guardar la casa, velar sobre el rebaño y librarle de los lobos. Y como el pan es la palabra, la fe nace de la palabra. Las migajas son como ciertos dogmas de fe, esto es, los misterios de las Escrituras. Pero los arrianos que afectan el apoyo del poder de los reyes para combatir las verdades de la Iglesia, ¿no es verdad que parece que viven como envueltos en cierta púrpura y lino finísimo? Estos abundan en palabras vanas, cuando defienden lo aparente en contra de lo verdadero. La rica herejía ha compuesto muchos evangelios y el fiel pobre conserva únicamente el que ha recibido. La filosofía rica se ha formado muchos dioses, la Iglesia pobre sólo conoce un único Dios. ¿No es cierto que aquellas riquezas son indigencias y que esta pobreza es abundancia?

San Agustín, De quaest. Evang. 2,38. También puede entenderse esta parábola de otro modo, esto es, considerando al Señor representado en Lázaro tendido a la puerta de aquel rico. Porque se abatió ante los muy soberbios judíos en la humildad de su encarnación, deseando saciarse de las migas que caían de la mesa del rico. Es decir, buscaba en ellos, aun cuando fuesen pequeñas sus obras de justicia, que no fuesen quitadas de su mesa, esto es, de su poder por su soberbia. Sus obras, aunque pequeñas y extrañas a la perseverancia de una buena vida, podían repetirse de vez en cuando, al menos como suelen caer las migas de la mesa. Las úlceras son los tormentos del Señor, los perros que las lamían son los gentiles, a quienes los judíos llamaban inmundos y sin embargo lamen ahora las llagas del Señor en los sacramentos de su cuerpo y de su sangre en todo el mundo, con una profundísima ternura. El seno de Abraham es el seno del Padre, en donde fue recibido el Señor cuando resucitó después de su pasión y a donde creo se dice que fue llevado por los ángeles, porque ellos anunciaron a los discípulos esta recepción que había tenido en el seno del Padre. Todo lo demás puede admitirse según la exposición que ya queda hecha, porque el seno del Padre se entiende como el lugar en donde las almas de los justos se ven con Dios, aun antes de la resurrección.

LUCAS 17,1-2


10701 (Lc 17,1-2)

Y dijo a sus discípulos: "Imposible es que no vengan escándalos. ¡Mas ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le pusiesen al cuello una piedra de molino y le lanzasen en el mar, que escandalizar a uno de estos pequeñitos". (vv. 1-2)

Teofilacto. Como los fariseos, tan avarientos, combatían a Jesucristo porque predicaba la pobreza, les propuso la parábola del rico y de Lázaro. A continuación habla con sus discípulos de los fariseos, diciéndoles que eran cismáticos y que obstruían los caminos del Señor, por ello sigue: "Y dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos", esto es, impedimentos de la predicación buena y agradable a Dios.

Crisóstomo. Hay dos clases de escándalos, unos que impiden la gloria de Dios y otros que sólo aprovechan para ofrecer obstáculos a nuestros hermanos. Porque las invenciones de los herejes y toda palabra que se dice en contra de la verdad, se opone a la gloria de Dios. Pero aquí no parece que se trate de estos escándalos, sino más bien de los que ocurren entre los amigos y los hermanos, como son las riñas, las detracciones y otras cosas por el estilo. Por esto añade después: "Si pecare tu hermano contra ti, corrígele", etc.

Teofilacto, super Necesse est ut veniant scandala.

O bien, da a entender que es necesario que se susciten muchos obstáculos a la predicación y a la verdad, así como los fariseos estorbaban la predicación de Jesucristo. Pero se preguntará: Si es necesario que se susciten escándalos, ¿por qué condena el Señor al autor de ellos? Sigue pues: "¡Mas ay de aquel por quien venga el escándalo!". Porque todo lo que nace de la necesidad es venial o digno de perdón, si bien hay que observar que esta necesidad procede del libre albedrío. Viendo, pues, el Señor se esfuerzan cómo los hombres por obrar mal y que no piensan en hacer algo bueno, dijo que los escándalos son una consecuencia necesaria de semejante conducta; como el médico que, viendo la intemperancia de alguno, dice: Preciso es que éste enferme. Por lo tanto, el Salvador dice: ¡Ay de aquel que cause escándalos! Y le amenaza con el castigo diciendo: "Más le valdría que le pusiesen al cuello una piedra de molino y le lanzasen en el mar", etc.

Beda. Habla como era costumbre en la Palestina, porque los mayores crímenes entre los antiguos judíos se castigaban así, atando una piedra al cuello y arrojándola al fondo del mar. En realidad sería mucho mejor que sufriese inocente esta pena que, aunque tan atroz, al fin es temporal y concluye su vida corpórea, que dar a su hermano inocente la muerte eterna de su alma. Y con razón aquel que puede escandalizarse se llama pusilánime, porque el que tiene grandeza de alma, vea lo que viere y ocúrrale lo que le ocurra, no se aparta de la fe. Siempre que podamos, debemos evitar -sin pecar- el escándalo de nuestros prójimos, pero si el escándalo toma ocasión de la verdad, más vale permitir el escándalo que abandonar la verdad.

Crisóstomo. Por la pena del que escandaliza se puede conocer el premio del que salva. Si la salvación de una sola alma no fuese para El de tanta importancia, no amenazaría a los que escandalizan con un castigo tan grande.

LUCAS 17,3-4


10703 (Lc 17,3)

"Mirad por vosotros. Si pecare tu hermano contra ti, corrígele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si pecare contra ti siete veces al día, y siete veces al día se volviere a ti diciendo: me pesa, perdónale". (vv. 3-4)

San Ambrosio. Después de referir los tormentos del rico, continúa con el precepto de perdonar a aquellos que se separan de sus errores, para que la desesperación no los retenga en la culpa, por ello dice: "Mirad por vosotros".

Teofilacto, ut sup. Como diciendo: es necesario que sucedan los escándalos, pero no es necesario que vosotros perezcáis si vigiláis sobre vosotros, como no es necesario que las ovejas perezcan porque venga el lobo, si el pastor vigila. Y como hay muchas clases de escandalosos, unos incurables y otros curables, añade: "Si pecare tu hermano contra ti, corrígele", etc.

San Ambrosio. De modo que no debe ser difícil el perdón ni completa la indulgencia, ni la corrección ha de ser tan rígida que desanime, ni ha de haber connivencia que invite a pecar. Por esto dice también en otro lugar (Mt 18,15): "Corrígele estando a solas tú y él", porque aprovecha más la corrección amiga que la acusación violenta. Aquélla inspira la vergüenza, ésta excita la indignación. Considere más bien lo que tema perder el que es amonestado, porque es bueno efectivamente, que el que es corregido te crea más bien amigo que enemigo; ya que así se atiende a los consejos más fácilmente que se sucumbe a la injuria. El temor es mal custodio de la perseverancia y el pudor, por el contrario, enseña a tenerla, porque el que teme se reprime, pero no se enmienda. Muy oportunamente dijo: "Si pecare contra ti", porque hay gran diferencia entre pecar contra Dios y pecar contra el hombre.

Beda. Debe tenerse en cuenta que no manda perdonar igualmente a todo el que peca, sino al que ha de arrepentirse. Podemos, pues, evitar los escándalos con este orden, si no hacemos daño a nadie, si corregimos al que peca por celo de la justicia y si nos ofrecemos con entrañas de caridad al que se arrepiente.

Teofilacto. Pero alguno dirá: Si perdono a mi hermano muchas veces y vuelve a ofenderme ¿qué deberé hacer con él? A esta pregunta responde diciendo: "Y si pecare contra ti siete veces al día y siete veces al día se volviere a ti diciendo: me pesa, perdónale", etc.

Beda. No se pone término al perdón con el número siete, sino que se manda que se perdonen todos los pecados, o bien que se perdone siempre al que se arrepienta. Muchas veces se indica con el número siete la universalidad de cualquier cosa o tiempo.

San Ambrosio. O bien porque en el día séptimo Dios descansó de sus creaciones. El día séptimo, después de la semana de este mundo se nos ofrece el descanso eterno, de suerte que así como concluirán las malas acciones de este mundo, así también descansará la severidad del castigo.

LUCAS 17,5-6


10705 (Lc 17,5-6)

Y dijeron los apóstoles al Señor: "Auméntanos la fe". Y dijo el Señor: "Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este moral: Arráncate de raíz y trasplántate en el mar, y os obedecerá". (vv. 5-6)

Teofilacto. Habiendo oído los discípulos al Señor tratar de asuntos arduos, esto es, de la pobreza y de evitar los escándalos, piden que se les aumente la fe para poder practicar la pobreza por medio de ella -ninguna cosa fomenta más el deseo de la pobreza que creer y esperar en el Señor-, pudiendo también por medio de ella resistir a los escándalos. Por ello dice: "Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe".

San Gregorio, Moralium 1,22. Como ya ésta había sido aceptada en principio, debía venir por grados, aumentándose hasta llegar a la perfección.

San Agustín, De quaest. Evang. 2,39. Puede entenderse muy bien que los apóstoles pedían el aumento de la fe para sí, porque por ella creían en lo que no veían; sin embargo, también se entiende por fe a la que no nace de la palabra sino de las cosas presentes, por las que se cree en las futuras, cuando se ofrecerá a la contemplación de los santos la sabiduría de Dios que ha hecho todas las cosas.

Teofilacto. El Señor les da a conocer que lo que piden es bueno y que deben creer con constancia, manifestándoles lo mucho que puede la fe, por esto sigue: "Si tuviereis fe como un grano de mostaza", etc. Dos grandes cosas concurren aquí: la trasplantación del árbol arraigado en la tierra y su plantación en el mar -¿pero qué puede plantarse en las aguas?-. Por medio de ambas da a conocer el poder de la fe.

Crisóstomo In Matthaeum hom.58. Hace mención de la mostaza, porque su semilla, aun cuando es pequeña, es la más fecunda de todas. Da a conocer, por tanto, que un poco de su fe puede mucho. Si los apóstoles no trasportaron un árbol no los acuséis, porque no dijo: trasladaréis, sino: podréis trasladar, pero no lo hicieron porque no era necesario habiendo hecho cosas de mayor importancia.

Crisóstomo, hom. in Epistola 1Co. Alguno preguntará: ¿Cómo pudo decir Jesucristo que una pequeña parte de fe podía transportar un monte o un árbol, cuando San Pablo dice que es la verdadera fe la que transporta los montes? Puede decirse que el Apóstol atribuye a la fe perfecta el poder trasladar un monte no porque únicamente esta fe pueda hacerlo, sino porque esto parecía demasiado grande a los hombres carnales, por el volumen y peso de una montaña.

Beda. O bien, aquí el Señor compara la fe perfecta al grano de mostaza porque en su aspecto es humilde, pero ardiente en lo interior. Hablando en sentido místico, se entiende por el árbol llamado morera -en cuyo color de sangre se ven brillar el fruto y las ramas- al Evangelio de la cruz que por la predicación de los apóstoles ha sido arrancado del pueblo judío -donde, por decirlo así, había nacido- y trasplantado en el mar de los gentiles.

San Ambrosio. También se dice esto porque la fe prescinde del espíritu inmundo, muy especialmente cuando la naturaleza del árbol se presta a esta opinión. Porque el fruto de la morera es blanco primero en su flor, cuando está formado toma color amarillo y negro cuando madura. También el diablo, caído por su prevaricación, de la blanca flor de su naturaleza angélica y del brillo de su poder, se ha vuelto negro y horrible por la fetidez del pecado.

Crisóstomo. También puede compararse a la morera con el diablo, porque así como los gusanos se alimentan con las hojas de la morera, así el diablo por los pensamientos que suscita en nosotros, alimenta nuestro eterno gusano. Pero la fe puede arrancar esta morera de nuestras almas y sepultarla en el abismo.

LUCAS 17,7-10


10707 (Lc 17,7)

"¿Y quién de vosotros, teniendo un siervo, que ara o guarda el ganado, que cuando vuelve del campo, le dice: Pasa luego, siéntate a la mesa. Y no le dice antes: Disponme de cenar, y ponte a servirme mientras que como y bebo; que después comerás tú y beberás? ¿Por ventura debe agradecimiento a aquel siervo, porque éste hizo lo que le mandó? Pienso que no. Así también vosotros cuando hiciereis todas las cosas que os son mandadas, decid: Siervos inútiles somos; lo que debíamos hacer, hicimos". (vv. 7-10)

Teofilacto. Como la fe hace dueño de sí mismo al que observa los mandamientos divinos, adornándole con obras admirables, parecía que podía exponer al hombre al vicio de la soberbia, por ello advirtió el Señor a sus apóstoles que no se ensoberbezcan por sus virtudes, poniéndoles el siguiente ejemplo: "Y quién de vosotros, teniendo un siervo que ara", etc.

San Agustín, De quaest.Evang. 2,39. A muchos que no comprenden esta fe de la verdad más sublime, puede parecerles que el Señor no respondió a lo que sus discípulos le habían pedido. A mí, sin embargo, me parece difícil creerlo así; a no ser que entendamos que el Señor les mudó una fe en otra, esto es, la fe que prestamos a Dios con la fe de la que se goza en presencia de Dios. Se aumentará la fe primero por las palabras de los predicadores y después por las cosas visibles. Pero la contemplación en que consiste el descanso eterno, se concederá en el eterno reino de Dios; aquel eterno descanso es el premio de los trabajos de los justos, que se emplean en el gobierno de la Iglesia. Por tanto, aun cuando el siervo are en el campo o apaciente, esto es en la vida secular, ya ocupándose en los negocios terrenos, ya sirviendo como si fueran rebaños a los hombres ignorantes, es necesario que después de aquellos trabajos vuelva a la casa, esto es, se asocie a la Iglesia.

Beda. O bien: el siervo vuelve del campo, cuando una vez interrumpida la obra de la predicación, retorna nuevamente a su maestra, la conciencia, y medita sus acciones y sus palabras. A éste le dice el Señor inmediatamente: "Pasa luego", esto es, de esta vida mortal; "Siéntate a la mesa", esto es, regocíjate en el descanso eterno de la bienaventuranza.

San Ambrosio. Se comprende, pues, que ninguno se sienta si no pasa antes, por eso Moisés pasó antes de ver aquella gran visión. Pero así como tú no dices a tu siervo solamente: descansa, sino que le exiges nuevo trabajo, así el Señor no te permite el que obres o trabajes una sola vez, porque mientras vivimos debemos trabajar constantemente. Por esto sigue: "¿Y no le dice antes: disponme de cenar?", etc.

Beda. Le manda preparar algo para que cene, esto es, manifestar después del trabajo de su clara predicación, la humildad del propio conocimiento. Tal es la cena con que el Señor desea alimentarse, porque ceñirse es preservar a la humildad de todas las ilusiones vagas de nuestros pensamientos que suelen impedir el progreso en las buenas obras; ya que quien se ciñe el vestido hace esto para evitar ser envuelto en él y caer al andar. Y servir a Dios es confesar que no se tiene valor para nada sin el auxilio de su divina gracia.

San Agustín, De quaest. Evang 2,39. En tanto que le sirven, esto es, que anuncian el Evangelio, el Señor come y bebe la confesión y la fe de los gentiles.

Prosigue: "Que después comerás tú y beberás".

Beda. Como diciendo: Después que yo me he complacido por medio de tu predicación y cuando me halle alimentado en los convites del arrepentimiento, tú pasarás y te alimentarás eternamente con los manjares de mi eterna sabiduría.

San Cirilo.El Señor enseña, pues, que el derecho del poder divino exige razonablemente la debida sumisión de sus criaturas, cuando añade: "¿Por ventura debe agradecimiento a aquel siervo, porque hizo lo que le mandó?" Juzgo que no. Por este medio se cura la enfermedad de la soberbia. ¿Y por qué te ensoberbeces? Ignoras que si no pagas lo que debes, te amenaza un peligro, y si lo pagas no haces nada de más, como dice San Pablo (1Co 9,16): "Si yo predico el Evangelio, no debo vanagloriarme, porque es para mí una necesidad. Y ¡ay de mí si no le predicare!". Considera, pues, que los que mandan en nosotros no dan las gracias cuando alguno de sus subordinados les obedece en lo que mandan, sino que muchas veces mueven su afecto por benevolencia y hacen que aumente su deseo de servirlos. Así también nos pide Dios que le sirvamos por derecho propio, pero como es clemente y bueno, ofrece honores a los que trabajan y hace que aventaje su benevolencia a los esfuerzos de los que le están subordinados.

San Ambrosio. No te jactes de haber servido bien, has hecho lo que debías hacer. Le adora el sol, le obedece la luna, le sirven los ángeles y nosotros no debemos alabarnos porque también le servimos. Por esto dice para concluir: "Así también vosotros, cuando hiciereis todas las cosas, que os son mandadas, decid: Siervos inútiles somos; lo que debíamos hacer hicimos".

Beda. Somos siervos porque hemos sido comprados a buen precio (1Co 7,23); inútiles porque el Señor no necesita de nuestras buenas acciones (Ps 15,2), o porque los trabajos de esta vida no son condignos para merecer la gloria (Rm 8,18) Así la perfección de la fe en los hombres consiste en reconocerse imperfectos después de cumplir todos los mandamientos.

LUCAS 17,11-19


10711 (Lc 17,11-19)

Y aconteció que yendo El a Jerusalén, pasaba por medio de Samaria y de Galilea. Y entrando en una aldea, salieron a El diez hombres leprosos, que se pararon de lejos. Y alzaron la voz diciendo: "Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros". Y cuando los vio, dijo: "Id y mostraos a los sacerdotes". Y aconteció, que mientras iban quedaron limpios. Y uno de ellos cuando vio que había quedado limpio volvió glorificando a Dios a grandes voces. Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias; y éste era samaritano. Y respondió Jesús, y dijo: "¿Por ventura no son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? No hubo quien volviese, y diera gloria a Dios, sino este extranjero". Y le dijo: "Levántate, vete, que tu fe te ha hecho salvo". (vv. 11-19)

San Ambrosio. Después de la parábola antedicha, son reprendidos los ingratos. Dice pues: "Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén", etc.

Tito Bostrense. Para dar a conocer que los samaritanos son benévolos mientras los judíos son desagradecidos a los beneficios que se les había dispensado. Había enemistad entre los samaritanos y los judíos, la que el Señor se proponía disipar, pasando entre ellos para unirlos en un hombre nuevo.

San Cirilo.Después de la parábola manifiesta el Salvador su gloria para suscitar la fe de Israel. Prosigue: "Y entrando en una aldea salieron a El diez hombres leprosos", expulsados de las ciudades y de las aldeas y considerados como inmundos por la ley de Moisés.

Tito Bostrense, in Cat. graec. Patr. Ellos hablaban entre sí, porque los unía la desgracia común y se presentaron donde Jesús había de pasar, estando inquietos por verle venir. Y prosigue: "Que se pararon de lejos", porque la ley de los judíos considera a la lepra como enfermedad inmunda. Pero la ley del Evangelio no considera como inmunda la lepra externa, sino la interna.

Teofilacto. Esperan desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre sí. Creían que Jesucristo los rechazaría también, como hacían los demás. Por esto se detuvieron a lo lejos, pero se acercaron por sus ruegos. El Señor siempre está cerca de los que le invocan con verdad (Ps 145,18) Prosigue: "Y alzaron la voz diciendo: Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros".

Tito, ut sup. Invocan el nombre de Jesús y obtienen lo que desean, porque Jesús quiere decir Salvador. Dicen: "Apiádate de nosotros", porque conocen la magnitud de su poder y no le piden oro ni plata, sino la salud y purificación de su cuerpo.


Teofilacto. Y no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Le llaman maestro, esto es, Señor, con lo que casi dan a entender que lo consideran como Dios. Pero El les manda que se presenten a los sacerdotes, por lo que sigue: "Cuando El los vio les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes", porque éstos veían si habían sido curados o no de la lepra.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr. La ley también mandaba que los curados de la lepra ofreciesen un sacrificio en acción de gracias por la curación.

Teofilacto. Al mandarles que fuesen a los sacerdotes ya les daba a conocer que debían ser curados. Por esto sigue: "Y aconteció que mientras iban quedaron limpios".

San Cirilo, ut sup. Los príncipes de los judíos, émulos de la gloria de Jesús, podían conocer que habían sido curados de una manera inesperada y admirable, siendo Jesucristo quien les había concedido la salud.

Teofilacto. Siendo ellos diez, nueve que eran israelitas fueron desagradecidos y el forastero, que era samaritano, volvió expresando su gratitud. Por esto sigue: "Y uno de ellos volvió glorificando a Dios a grandes voces".

Tito, ut sup. Le dio confianza para aproximarse la curación obtenida. Por esto sigue: "Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias", manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.

Prosigue: "Y éste era samaritano".

Teofilacto. De aquí se puede deducir que nada impide el que cualquiera agrade a Dios, aun cuando proceda de raza profana, con tal que obre con buen propósito. Y ninguno de los que nacen de padres santos se ensoberbezca, porque los nueve que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto sigue: "Y respondió Jesús y dijo: ¿Por ventura no son diez?", etc.

Tito Bostrense. En esto se da a conocer lo prontos que estaban a aceptar la fe los extraños, mientras que Israel andaba en ello perezoso. Por esto sigue: "Y le dijo: Levántate; vete, que tu fe te ha hecho salvo".

San Agustín, De quaest Evang. 2,40. En sentido espiritual puede creerse que son leprosos los que, no teniendo conocimiento de la verdadera fe, admiten las diferentes doctrinas del error, no ocultan su ignorancia, sino que aparentan tener un grande conocimiento y muestran un lenguaje jactancioso. La lepra es un mal de color. La mezcla desordenada de verdades y de errores en la discusión o discurso del hombre, semejante a los diferentes colores de un mismo cuerpo, significa la lepra que mancha y hace distintos a los cuerpos humanos, como con tintes de colores verdaderos y falsos. Estos no deben ser admitidos en la Iglesia, de modo que colocados a lo lejos, si es posible, rueguen a Cristo con grandes voces. Respecto a que le llamaron maestro, creo que dieron a entender en ello, que la lepra es una doctrina falsa que el buen maestro hace desaparecer. No se sabe que el Señor mandase a los sacerdotes a otros, a quienes había concedido beneficios corporales, más que a los leprosos. Y es que el sacerdocio de los judíos figuraba el sacerdocio que está en la Iglesia. Los demás vicios los sana y corrige interiormente el Señor mismo, en la conciencia; mientras que el poder de administrar los Sacramentos y el de la predicación, ha sido concedido a la Iglesia. Cuando los leprosos iban, quedaron limpios, porque los gentiles, a quienes vino San Pedro, no habiendo recibido aún el sacramento del Bautismo, por el cual se viene espiritualmente a los sacerdotes, son declarados limpios por la infusión del Espíritu Santo. Por tanto, todo el que se asocia a la doctrina íntegra y verdadera de la Iglesia, aunque se manifieste que no se ha manchado con el error -que es como la lepra-, será, sin embargo, ingrato con el Señor, que lo cura, si no se postra para darle gracias con piadosa humildad, y se hará semejante a aquellos de quienes dice el Apóstol (Rm 1,21), que, habiendo conocido a Dios, no le confesaron como tal, ni le dieron gracias. Estos tales, pues, como imperfectos, serán del número nueve, porque necesitan de uno más para formar cierta unidad y ser diez. Y aquel que dio gracias fue alabado porque representaba la unidad de la Iglesia. Y como aquéllos eran judíos, se declaró que habían perdido por la soberbia el reino de los cielos, en donde la unidad se conserva principalmente. En cambio, éste, que era samaritano, que quiere decir custodio, dando lo que había recibido a Aquel de quien lo recibió, según las palabras del Salmo (Ps 58,10): "Guardaré mi fortaleza para ti", conservó la unidad del reino con su humilde reconocimiento.

Beda. Cayó con la faz sobre la tierra porque se acordó del mal que había hecho y se avergonzó. Y Jesús le mandó que se levantase y se fuese, porque al que se prosterna conociendo humildemente su debilidad, merece que la palabra divina le consuele y le mande adelantar en el camino de obras más santas. Si la fe salvó a aquel que se había postrado a dar gracias, la malicia perdió a los que no se cuidaron de dar gloria a Dios por los beneficios recibidos. Por estos hechos se da a conocer que debe aumentarse la fe por medio de la humildad, como se explica en la parábola anterior.


Catena aurea ES 10627