Catena aurea ES 13839

JUAN 18,39-40


13839 (Jn 18,39)

Y cuando esto hubo dicho, salió otra vez a los judíos y les dijo: "Yo no hallo en El ninguna causa. Costumbre tenéis vosotros que os suelte uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?" Entonces volvieron a gritar todos, diciendo: "No a éste, sino a Barrabás". Y Barrabás era un ladrón. (vv. 39-40)

San Agustín, in Ioannem, tract., 115. Cuando dijo Pilato: "¿qué es la verdad?" creo que le vino a la memoria en seguida la costumbre que tenían los judíos de dar la libertad a un preso en la Pascua; y así, no esperó que Jesús le respondiera, para no perder tiempo, cuando recordó la costumbre de soltar uno en la Pascua, lo que verdaderamente deseó, como lo manifiesta esto que dijo: "Y en cuanto preguntó, salió otra vez", etc.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83. El sabía que esta pretensión debía hacerse con tiempo, pues convenía librarle del ímpetu de los judíos, y por eso salió.

Alcuino. O tal vez no esperó a oír la respuesta, porque quizá no era digno de oírla. Sigue: "Y les dijo: Yo no encuentro en El ninguna causa".

Crisóstomo, ut supra. No dijo: porque delinquió, y es digno de muerte, indultadle por la festividad; sino que primero, justificándole, les exhorta en seguida para que si no querían reconocer su inocencia a mayor abundamiento, le perdonasen por razón de la festividad; y por esto les dijo: "Es costumbre vuestra", etc.

Beda. Esta costumbre no era precepto de ley, sino que venía de tradición de sus padres, para que, en memoria de la libertad de Egipto, la diesen en la Pascua a un preso. Y después, exhortándolos, dice: "¿Queréis, pues, que os deje en libertad al Rey de los judíos?"

San Agustín, ut supra. No pudo arrancar de su corazón la creencia de que Jesús era Rey de los judíos. Como si el título de la cruz hubiera quedado clavado en su corazón por la misma verdad, aquella sobre la que preguntó ¿qué es la verdad?

Teofilacto. Pilato respondió de una manera admirable, que Jesús no había faltado en nada, pero siguieron preocupándole con la idea que quería ser Rey, y que el representante de la potestad de los romanos no podía absolver a aquel que se titulaba Rey, y émulo del poder de Roma. Así, pues, al decir: yo absolveré al Rey de los judíos, presentó a Jesús como inocente, y se mofó de los judíos, como si dijera: Al que vosotros acusáis de que se llama Rey, a éste mando absolver, porque tal Rey no existe.

San Agustín, ut supra. Porque oído esto, clamaron como sigue: "Clamaron todos otra vez diciendo: no a éste, sino a Barrabás, pero Barrabás era un ladrón". No os reprobamos ¡oh judíos, porque librasteis en la Pascua a un malhechor, sino porque matasteis a un inocente! Lo que sin embargo, si no se hubiera realizado, no se habría verificado la verdadera Pascua.

Beda. Por cuanto despreciaron al Salvador, y libraron al ladrón, el diablo ejerce en ellos hasta el día sus latrocinios.

Alcuino. El nombre de Barrabás es interpretado así: "Este hijo del maestro de ellos", esto es, del diablo, porque fue maestro del ladrón en sus crímenes y de los judíos en su perfidia.

JUAN 19,1-5


13901 (Jn 19,1)

Pilatos, pues, tomó entonces a Jesús, y azotóle. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza y le vistieron un manto de púrpura. Y venían a El y decían: "Dios te salve, rey de los judíos": y le daban de bofetadas. Pilatos, pues, salió otra vez fuera, y les dijo: "Ved que os lo saco fuera, para que sepáis que no hallo en El causa alguna". (Y salió Jesús llevando una corona de espinas, y un manto de púrpura) Y Pilatos les dijo: "Ved aquí el hombre". (vv. 1-5)

San Agustín, in Ioannem, tract., 116. Como los judíos clamaron que no querían que Pilato les pusiese a Jesús en libertad en celebración de la Pascua, sino al ladrón Barrabás, añade: "Entonces Pilato tomó a Jesús, y lo azotó". Se puede creer que Pilato no hizo esto sino con el fin de que, dándose por satisfechos los judíos con los oprobios inferidos a Jesús, desistieran de ensañarse hasta pedir su muerte. Esta es la razón porque Pilato permitió o tal vez mandó que su cohorte hiciera lo que sigue. Refiere el Evangelista lo que los soldados hicieron, pero no dijo que por orden de Pilato. Sigue, pues: "Y los soldados, tejiendo una corona de espinas la impusieron sobre su cabeza, y le vistieron un traje de púrpura y se acercaban a El y le decían: Dios te salve, rey de los judíos".

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83. Como Pilato le había dado este nombre, ellos lo toman para ultrajarle.

Beda. Pusiéronle por diadema una corona de espinas, y por manto de púrpura, como lo usaban los reyes antiguamente, le envolvieron con un harapo de púrpura, lo que no está en contradicción con lo que dice San Mateo, que le pusieron una capa de escarlata. Porque (como dice Orígenes), la púrpura y la escarlata son de un mismo género, porque son gotas de color de sangre que fluyen de las incisiones del árbol de la grana, con las que se tiñe tela de ambos colores. Lo que los soldados hacían por irrisión, era para nosotros un misterio, pues por la corona de espinas se significan nuestros pecados, los cuales cargó sobre sí, y son como las espinas que brotan de la tierra de nuestro cuerpo; así como en el vestido de púrpura se representa nuestra carne dominada por las pasiones. O también la gloria de la Iglesia cubierta de púrpura con los triunfos de la sangre de los mártires.

Crisóstomo, ut supra. Lo que ejecutaban los soldados no era en cumplimiento de una orden del procurador, sino que lo hacían para complacer a los judíos. Sin duda que por instigación de éstos, le atormentaron desde que comenzó la noche, y sobornados con dinero se prestaron a toda clase de excesos. Pero en medio de tantos ultrajes, Jesús sufrió en silencio. Tú, pues, oyendo esto, fíjalo en tu consideración, y viendo cómo el Rey del universo y Señor de los ángeles sufre las injurias con paciencia en silencio, imítale.

San Agustín, ut supra. Así se cumplía lo que Cristo había dicho de sí mismo. Así los mártires aprendían a sobrellevar todo lo que sus perseguidores quisieron hacer con ellos. Así el reino, que no era de este mundo, triunfaba del mundo soberbio, no luchando violentamente, sino sufriendo con humildad.

Crisóstomo, ut supra. A fin, pues, de que a la vista de lo que los soldados habían hecho aplacaran su encono, les presentó a Jesús coronado. Por lo que sigue: "Salió fuera Pilato otra vez y les dijo: He aquí que os lo presento de nuevo para que conozcáis que no hallo ningún delito en El".


San Agustín, ut supra. Esto prueba que Pilato no ignoraba lo que habían hecho los soldados, y que si no lo había mandado, lo había permitido, por la razón antes indicada de que, saciándose a su satisfacción sus enemigos con sus oprobios, desistieran de pedir su muerte. Sigue: "Salió, pues, Jesús llevando una corona de espinas y un vestido de púrpura"; no deslumbrando con las insignias reales, sino saturado de oprobios. Sigue: "Y les dijo: He aquí el Hombre". Como diciendo: si envidiáis al Rey, perdonadle ya, porque viendo estáis su abatimiento; apláquese la envidia ante el furor de los ultrajes.

JUAN 19,6-8


13906 (Jn 19,6)

Y cuando le vieron los Pontífices y los ministros, daban voces diciendo: "Crucifícale, crucifícale". Pilatos les dice: "Tomadle allá vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en El causa". Los judíos le respondieron: "Nosotros tenemos ley, y según la ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios". Cuando Pilatos oyó estas palabras, temió más. (vv. 6-8)

San Agustín, in Ioannem, tract., 116. La envidia de los judíos no se apaga a vista de tanta ignominia, sino que se enciende más y crece. Por esto dice: "Y cuando le vieron los Pontífices y ministros, clamaban diciendo: Crucifícalo".

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83. Vio, pues, Pilato que todo era en vano, y por eso les dice: "Tomadle vosotros y crucificadle". Esta palabra era execrable e impulsaba a los judíos a ejecutar un acto que no estaba permitido. Ellos presentaban a Jesús para que el juez sentenciara un juicio, pero sucedió lo contrario, porque el juicio del procurador fue más bien absolverlo. Por esto añade: "Yo no encuentro en El causa", defendiéndole siempre de las acusaciones, de lo que se deduce evidentemente que consintió los primeros suplicios por el furor de ellos. Pero nada bastó para que aquellos judíos fieros como perros sintieran la vergüenza. "Respondiéronle los judíos: Nosotros tenemos ley, y según ella debe morir, porque se hizo Hijo de Dios".

San Agustín, ut supra. ¡He aquí otra mayor envidia! Después de semejante pretensión, parecía pequeña la audacia de investirse de la autoridad real, y, sin embargo, Jesús nada había usurpado falsamente, porque era verdaderamente ambas cosas: Unigénito Hijo de Dios, y Rey constituido por Dios sobre el monte santo de Sión (Ps 2); y para demostrar entonces ambas cosas, prefirió, siendo tan poderoso, ser igualmente paciente.

Crisóstomo, ut supra. Mientras ellos disputaban mutuamente, El callaba, cumpliéndose aquella profecía de que "No abrió su boca y toleró su juicio con humildad" (Is 53,7)

San Agustín, De cons. evang. 3, 8. Esto puede convenir con lo que recuerda San Lucas, dicho en la acusación de los judíos: "Hemos encontrado a éste sublevando nuestra nación" (Lc 23,2), para añadir: "porque se hizo Hijo de Dios".

Crisóstomo, ut supra. Cuando Pilato oyó esto, se aterró, no fuera verdad lo que decían y juzgara inicuamente, y así sigue: "Como, pues, oyese Pilato estas palabras, temió más".

Beda. No temió por lo que oyó de la ley, pues era extranjero, sino que por lo que más temió fue por si sacrificaba al Hijo de Dios. Pero los judíos no se horrorizaron por lo que decían, sino que, por el contrario, le sacrificaban por aquello mismo por que debían adorarle.

JUAN 19,9-12


13909 (Jn 19,9)

Y volvió a entrar en el Pretorio y dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?" Mas Jesús no le dio respuesta. Y Pilatos le dice: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para crucificarte, y que tengo poder para soltarte?" Respondió Jesús: "No tendrías poder alguno sobre mí, si no te hubiera sido dado de arriba. Por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene": Y desde entonces procuraba Pilatos soltarle. (vv. 9-12)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83. Aterrorizado Pilato, inquiere de nuevo. Sigue: "Y entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú?" Pero no le vuelve a preguntar: "¿Tú, qué has hecho?" Sigue: "Jesús no le dio ninguna respuesta", porque ya había oído: "Yo, para esto nací y a esto vine, para dar testimonio de la verdad", y: "Mi reino no es de aquí". Cuando debiera Pilato resistir y salvarle, hizo lo contrario, y se dejó llevar del ímpetu de los judíos. Por esta razón, pues, Jesús no le respondió, porque preguntaba en vano. Y a juzgar por las obras no quería Jesús valerse de excusas, demostrando que para esto había venido espontáneamente.

San Agustín, in Ioannem, tract., 116. Este silencio de nuestro Señor Jesucristo, repetido frecuentemente, se encuentra reproducido en las narraciones de todos los evangelistas: el mismo silencio ante el Príncipe de los sacerdotes, y en casa de Herodes, y hasta en la del mismo Pilato, para que se cumpliera la profecía de Isaías: "Como cordero sin balar delante del que le esquila, no abrió su boca" (Is 53,7) Del mismo modo no respondió a los que le preguntaban, no obstante que muchas veces había respondido a cualquiera que le preguntó. Por eso su silencio de ahora es comparado al del cordero, a fin de no ser tenido por reo, sino por inocente; esto es, no como reo convencido por la conciencia de sus crímenes, sino como mansa víctima inmolada por pecados ajenos.

Crisóstomo, ut supra. Como calló, le dijo Pilato: "¿No me respondes? ¿Ignoras que tengo poder para crucificarte y tengo poder para soltarte?" Ved cómo se condena a sí mismo. Si, pues, todo depende de ti, ¿por qué no le absuelves, no hallando en El crimen? Y como profirió sentencia contra sí mismo, respondió Jesús: "No tendrías ninguna potestad sobre mí si no te fuese dada de arriba", dando a entender que no sucedía aquello en el orden natural de las demás cosas, sino que se elevaba a un fin espiritual. Pero oyendo esto, no se crea que el Salvador le absolvía de todo crimen, y por esto dice: "Quien me entregó a ti tiene mayor pecado". Y ciertamente éste era el modo de dar a entender que ni unos ni otros estaban libres de pecado. O como si dijera: esto ha sido permitido sin que por ello sean menos culpables.

San Agustín, ut supra. He aquí que responde. Por tanto, cuando no respondía, no era que callaba como reo astuto, sino como oveja; y cuando respondía, era como Pastor que enseñaba. Aprendamos, pues, lo que enseñó por medio del Apóstol: "No hay poder que no venga de Dios" (Rm 13,1) Y mayor pecado comete el que entrega a la potestad a un inocente para que le condene, que la potestad misma que condena a muerte por temor de un mal mayor. (Tal era, en verdad, el poder que Dios le había dado con sumisión a la potestad del César) Esta es la razón por qué dijo: "No tendrías potestad alguna sobre mí (esto es, cualquiera que sea la que tengas), si tal como es no te hubiese sido dada de arriba"; pero porque sé hasta dónde llega (la que no es tanta que seas libre omnímodamente), por esto el que me entregó a ti tiene mayor pecado; él entregándome a tu potestad por envidia, y tú abusando de tu potestad sobre mí por miedo. No debe el juez matar a un inocente por temor; pero es mucho peor hacer el mal por envidia que por miedo. Por esto no dice el que me entregó a ti tiene pecado (como si él no lo tuviera), sino que dijo mayor pecado tiene, para que entendiera que también él lo tenía.

Teofilacto. Dice, pues, quien me entregó a ti, esto es, Judas, o también la turba. Como el Señor dio una respuesta convincente, como la de que "si Yo mismo no me entregara y el Padre lo permitiera no tendrías potestad sobre mí", desde entonces se empeñó más Pilato en absolverle. Por eso sigue: "Y desde entonces buscaba Pilato medio de soltarle".

San Agustín, ut supra. Lee lo anteriormente dicho y verás los esfuerzos de Pilato por salvar a Jesús, y de esto sacarás en consecuencia (por este motivo) que no habría consentido en el pecado matando al inocente que había sido entregado a su potestad.

JUAN 19,12-16


13912 (Jn 19,12)

Mas los judíos gritaban diciendo: "Si a éste sueltas, no eres amigo del César, porque todo aquel que se hace Rey contradice al César". Pilatos, pues, cuando oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en su tribunal, en el lugar que se llama Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatá. Y era el día de la preparación de la Pascua y como la hora de sexta, y dice a los judíos: "Ved aquí vuestro Rey". Y ellos gritaban: "Quita, crucifícale". Les dice Pilatos: "¿A vuestro Rey he de crucificar?" Respondieron los Pontífices: "No tenemos otro Rey sino César". Y entonces se lo entregó para que fuese crucificado. (vv. 13-16)

San Agustín, in Ioannem, tract., 116. Los judíos creyeron imponerse mejor a Pilato para que condenara a muerte a Cristo, amenazándole con el César que con lo que anteriormente habían dicho: "Nosotros ley tenemos, y, según ella, debe morir, porque se supuso Hijo de Dios". Por eso dice: "Pero los judíos clamaban: Si das libertad a éste, no eres amigo del César; pues todo el que se titula Rey", etc.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83. Pero ¿de dónde sacaréis las pruebas? ¿De la púrpura, de la diadema, de los carruajes, de los soldados? ¿No iba siempre acompañado de sus doce discípulos, de villa en villa, sin más que el alimento, el vestido y hospedaje?

San Agustín, ut supra. A Pilato le importaba poco la Ley. Lo que más le importaba era lo de matar al Hijo de Dios. Pero ahora no se atreve a despreciar al César, autor de su potestad, como desprecia la Ley extranjera. Por eso sigue: "Pilato, pues, oyendo esto, sacó fuera a Jesús y se sentó en su tribunal, llamado Lithóstrotos, y en hebreo Gabbata".

Crisóstomo, ut supra. Salió, pues, para examinar la causa, pues esto demostraba sentarse en el tribunal.

Glosa. Así como el tribunal es propio de los jueces, lo es de los reyes el trono o el solio, y de los doctores la cátedra.

Beda. Lithóstrotos, que significa sobre un pedestal, era un sitio elevado1. Sigue: "Era, pues, Parasceve o víspera de la Pascua, cerca de la hora sexta".

Alcuino. Parasceve quiere decir preparación. Este es el nombre que se daba al sexto día, en el que se preparaba lo necesario para el sábado2; como se dijo del maná: "El día sexto recogeréis doblado" (Ex 16,26) Por cuanto en el día sexto fue hecho el hombre, y descansó Dios en el séptimo, también en el día sexto padece por el hombre el Salvador, y el sábado descansa en el sepulcro. Sigue: "Era, pues, como la hora de sexta".

San Agustín, in Ioannem, tract., 117. ¿Por qué San Marcos dice "era la hora de tercia cuando le crucificaron" (Mc 15,25) sino porque era en esta hora cuando fue crucificado el Señor por la lengua de los judíos, y en la de sexta por las manos de los soldados, y entendamos que era ya pasada la hora quinta y comenzada la sexta cuando Pilato se sentó en el tribunal que es casi la hora de sexta de que habla San Juan, y fue conducido y crucificado, sucediendo junto a la cruz lo que se refiere, al cumplirse íntegra la hora sexta, desde la cual hasta la nona se oscureció el sol y se extendieron las tinieblas, como certifican Mateo, Marcos y Lucas. Pero como los judíos procuraron echar la culpa de la crucifixión de Jesús sobre Pilato y sus soldados, San Marcos, pasando por alto la hora en que el Señor fue crucificado, hace mención de la tercia, para que no aparezca que sólo los soldados crucificaron a Jesús, sino que también los judíos pidieron a la hora de tercia que fuese crucificado. También se presenta otra solución a esta dificultad, que consiste en que no se cuente la hora de sexta desde principio del día, sino desde la Parasceve, porque ni tampoco San Juan dijo que era como la hora de sexta del día, sino que dijo: "Era la Parasceve casi hora de sexta". Parasceve en latín es preparación. En nuestra Pascua fue inmolado Cristo, como dice el Apóstol (1Co 5,7) La preparación de la Pascua, si la empezamos a contar desde la hora de nona de la noche, que fue cuando los Príncipes de los sacerdotes pronunciaron la sentencia de inmolación del Señor (diciendo reo es de muerte) (Mt 26,66) hasta la hora de tercia del día que fue crucificado Cristo, según atestigua el Evangelista San Marcos, consta de seis horas: tres de noche y tres de día.

Teofilacto. Otros resuelven esta dificultad culpando a los copistas de que las letras del alfabeto griego fueron cambiadas, porque los griegos usaban las letras como cifras y la letra griega g significa tres y la letra V seis. El copista puede haber confundido ambos signos.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83. Salió, pues, Pilato para examinar la causa, y sin embargo, sin hacer examen alguno lo entregó, esperando conmoverles; y por eso les dice a los judíos: "He aquí vuestro rey".

Teofilacto. Como si dijera: He aquí al hombre y confesad que es imposible que empuñe vuestro cetro en el estado de humillación en que se encuentra, y que vosotros nada tenéis que temer de El.

Crisóstomo, ut supra. Y en verdad que lo que él decía era suficiente para que los judíos depusieran su cólera; pero temblaban de que si le dejaban en libertad, volvería a reunir las turbas, porque el amor al poder es bastante para seducir al alma. Por tanto, insisten con más fuerza. Por esto dice: "Ellos, sin embargo, clamaban: quítale, quítale". Ansían darle la muerte más ignominiosa y añaden: "Crucifícale"; temiendo lo que pudiera venir después de El por su celebridad.

San Agustín, ut supra. Pilato, sin embargo, intenta hacerse superior al terror que le había inspirado el nombre del César y les dice: "¿He de crucificar a vuestro rey?" Queriendo abatir con su propia ignominia a los que no puede aplacar con la ignominia de Cristo.

Sigue: "Respondieron los Pontífices: No tenemos más rey que al César".

Crisóstomo, ut supra. Ellos mismos se impusieron voluntariamente el suplicio. Por eso Dios los entregó y los dejó precipitarse en su propia sentencia, por cuanto unánimes negaron el reino de Dios y rechazaron el cetro de Cristo, imponiéndose a sí mismos el del César.

San Agustín, ut supra. Pero Pilato es vencido otra vez por el temor y sigue: "Entonces se lo entregó para que fuese crucificado". Hubiera parecido que se oponía abiertamente al César, si hubiera persistido en dar otro rey a los que protestaban no admitir otro que al César, dejando impune al que ellos habían entregado para morir, por haber intentado esto mismo. No se ha dicho: se los entregó para que lo crucificaran, sino para que fuese crucificado, esto es, por sentencia y autoridad del procurador. El Evangelista dijo: "Entregado a ellos", para que fueran complicados en el crimen de que intentaban ser inocentes; pues Pilato no hubiera hecho esto, sino apremiado por ellos.

JUAN 19,17-18


13917 (Jn 19,17)

Y tomaron a Jesús y le sacaron fuera. Y llevando la cruz a cuestas, salió para aquel lugar que se llama Calvario, y en hebreo Gólgota; y allí le crucificaron, y con El a otros dos, de una parte y otra, y a Jesús en medio. (vv. 17-18)

Glosa. Por orden del procurador, los soldados se apoderaron de Cristo para crucificarle. Sigue: "Cogieron, pues, a Jesús, y le sacaron fuera".

San Agustín, in Ioannem, tract., 116. Puede esto referirse a los alguaciles del procónsul; pues después se dice más claramente: "Después que los soldados le crucificaron". El Evangelista atribuye con razón a los judíos todo lo ocurrido, pues ellos fueron los que arrancaron a Pilato la condenación.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Como para ellos era la cruz objeto de ignominia, no consentían ni aun el tocarla, y la cargaron sobre Jesús como reo. Y sigue: "Y llevando la cruz a cuestas", etc. Así sucedió con el que le prefiguró, porque Isaac cargó sobre sí la leña, pero entonces no se llegó más que hasta lo que quiso demostrar la voluntad del Padre; pero ahora tuvo cumplido efecto, pues era la realidad.

Teofilacto. Así como entonces fue Isaac libertado, y sacrificado el cordero, así en esta ocasión, quedando impasible la naturaleza divina, es sacrificada la humanidad representada por el cordero, como errante hijo de Adán. Pero, ¿cómo otro Evangelista dice que obligaron a Simón a llevar la cruz?

San Agustín, De cons. evang. 3, 10. Ambas cosas son verdad: en primer lugar, sucedió lo que dice San Juan, y en segundo lugar, lo que dicen los otros tres evangelistas. De lo que se deduce que el mismo Jesús llevaba la cruz al salir para el lugar citado.

San Agustín, in Ioannem, tract., 117. ¡Gran espectáculo y a los ojos de la impiedad gran escarnio! Pero a los de la piedad grande misterio. Ríe la impiedad, viendo al rey llevar por cetro la cruz de su suplicio; ve la piedad al rey llevando a cuestas la cruz en que ha de ser clavado; cruz que había de fijarse hasta en la frente de los reyes; cruz objeto de desprecio para los impíos, y en la que habían de gloriarse los corazones de los Santos. Llevándola sobre sus hombros, la sublimaba como antorcha que ardía sobre el candelabro, y no había de ocultarse bajo el celemín.

Crisóstomo, ut supra. Como los vencedores, así llevaba sobre sus hombros la insignia de su triunfo.

Pretenden algunos que Adán murió y fue sepultado en el mismo lugar que llamaban Calvario, a fin de que, en el mismo sitio donde triunfó la muerte, levantara Jesús el trofeo de su victoria.

San Jerónimo, super Mat. cap. 27. Apreciable interpretación y agradable al oído del pueblo; pero no es verdadera. Fuera de la ciudad y de sus puertas, había lugares en donde se decapitaba a los reos, y tomaron el nombre de calvario del de decapitados1. Adán fue sepultado junto a Ebrón, y según se lee en Jesús hijo de Nave, fue enterrado en Arbee.

Crisóstomo, ut supra. Le crucificaron con dos ladrones; y sigue: "Y con él otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio". Con esto se cumplió la profecía: "Fue contado entre los malvados" (Is 53,12) Hacían servir a la verdad los mismos ultrajes que le inferían. El demonio quería cubrir de tinieblas lo que pasaba, pero no pudo, porque los milagros que ocurrieron entonces, a nadie pudieron atribuirse sino sólo a Jesús, y todos los artificios del diablo fueron inútiles para oscurecer la gloria de Jesús, pues la esclarecieron no poco. Porque convertir en la cruz al ladrón y llevarle al Paraíso, no fue menos que desgajar las rocas.

San Agustín, in Ioannem, tract., 31. Si bien lo consideras, fue la misma cruz un tribunal, en el que sentado el juez, fue absuelto el ladrón que creyó y condenado el que le injurió. Y esto significaba lo que sucederá con los vivos y los muertos: unos a la derecha y otros a la izquierda.

JUAN 19,19-22


13919 (Jn 19,19)

Y Pilatos escribió también un título, y lo puso sobre la cruz. Y lo escrito era: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos". Y muchos de los judíos leyeron este título, porque estaba cerca de la ciudad el lugar en donde crucificaron a Jesús. Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Y decían a Pilatos los Pontífices de los judíos: "No escribas Rey de los judíos, sino que El dijo: Rey soy de los judíos". Respondió Pilatos: "Lo que he escrito, he escrito". (vv. 19-22)

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. Así como se escribe sobre los trofeos el nombre del que alcanzó la victoria, así puso Pilato el título sobre la cruz de Jesucristo. Por eso dice: "Y escribió Pilato un título", etc. constituyéndose Pilato como apologista de Cristo, separando su causa de la de los ladrones, y vengando la manifiesta malicia de los judíos insurrectos contra su rey. Lo escribió. "Había, pues, escrito: Jesús Nazareno, Rey de los judíos".

Beda. Esto demuestra que desde entonces su reino se engrandecía, lejos de desaparecer como ellos pensaban.

San Agustín, in Ioannem, tract., 118. ¿Pero es que Jesucristo tan sólo es rey de los judíos, o lo es también de los gentiles? Ciertamente también de los gentiles, pues había dicho: "Yo he sido constituido por Dios, Rey sobre el monte santo de Sión" (Ps 2,8) Queremos penetrar en este título1 un gran misterio2, porque en verdad, el olivo silvestre3 ha sido hecho partícipe en la pinguosidad del olivo cultivado, y no éste de la savia del olivo silvestre (Rm 11,17) Cristo, pues, Rey de los judíos, establece la circuncisión, no de la carne, sino del corazón; no de la letra, sino del espíritu (Rm 2,29) Sigue: "Muchos de los judíos leyeron este título, porque estaba cerca de la ciudad el lugar", etc.

Crisóstomo, ut supra. Creíble es que con motivo de la festividad acudirían muchos gentiles, juntamente con los judíos; y para que nadie lo ignorara, no escribió el título en una lengua, sino en tres, y por eso añade: "Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín".

San Agustín, ut supra. Estas tres lenguas eran las que predominaban: la hebrea, por la ley judaica; la griega, por la sabiduría de aquella nación, y la latina, por la dominación romana en casi todo el mundo.

Teofilacto. También significa esta inscripción, en tres lenguas, que Cristo es el Señor de tres ciencias: la práctica, la física y la teológica; pues por la inscripción latina está figurada la ciencia práctica, por cuanto el imperio romano era poderosísimo y conquistador; la inscripción griega representa la sabiduría en las ciencias especulativas; y, por fin, la hebrea, supone el conocimiento de las cosas divinas encomendado a la nación judaica.

Crisóstomo, ut supra. Crucificado el Señor, era todavía perseguido por la envidia de los judíos: "Decían, pues, a Pilato: No escribas Rey de los judíos, sino que El dijo: Yo soy el rey de los judíos". En verdad, esta inscripción no se diferenciaba de la sentencia y si se le añadía "El ha dicho", venía a ser la demostración de una ambición necia y criminal. Pero Pilato insistió en su primer pensamiento, y por eso respondió: "Lo que escribí, escribí".

San Agustín. ¡Oh inefable poder de Dios, aun en los corazones de los que no le conocen! Esto no puede llamarse sino una voz secreta que silenciosamente resonaba en el alma de Pilato, repitiendo lo que tanto tiempo antes estaba escrito en los salmos: "No alteres el título de la inscripción". Pero, ¿qué decís, insensatos Pontífices? ¿Acaso no es esto una prueba de la verdad, de lo que Jesús dice: ¿Yo soy el rey de los judíos? ¿Si no puede corregirse lo que Pilato ha dicho, podrá alterarse lo que dijo la verdad? Si Pilato ha escrito lo que ha escrito, es porque el Señor ha dicho lo que ha dicho.

JUAN 19,23-24


13923 (Jn 19,23)

Los soldados, después de haber crucificado a Jesús, tomaron sus vestiduras (y las hicieron cuatro partes, para cada soldado su parte) y la túnica. Mas la túnica no tenía costura, sino que era toda tejida desde arriba. Y dijeron unos a otros: "No la partamos, mas echemos suertes sobre ella, cuya será": para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron mis vestidos entre sí y echaron suertes sobre mi vestidura. (vv. 23-24)

San Agustín, in Ioannem, tract., 118. Por sentencia de Pilato, los soldados que estaban a sus órdenes crucificaron a Jesús. Así dice: "Los soldados, pues, le crucificaron", etc. Los demás evangelistas hablan poco sobre la distribución y sorteo de los vestidos, pero éste lo dice muy claramente de este modo: "Hicieron cuatro partes", etc. De aquí resulta que fueron cuatro los soldados que obedecieron la orden de Pilato, crucificando al Salvador. Sigue: "Y después tomaron la túnica", esto es, no echaron suertes sobre lo demás, y lo repartieron. Pero la túnica no la dividieron; y sigue diciendo: "La túnica era inconsútil", esto es, toda de una pieza.

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84. El Evangelista hace la historia de esta túnica. En Palestina era costumbre construir este traje con dos pedazos de tela cosidos, y San Juan nos da a entender que así era la túnica de Jesús, indicando la pobreza de su vestido.

Teofilacto. Dicen otros, que en la Palestina no se tejen las telas del mismo modo que entre nosotros, dejando el estambre a la vista superior, y el tejido en la inferior, para que vuelto se vea el tejido, sino que lo hacían al contrario.

San Agustín, ut supra. El Evangelista dice por qué echaron suertes sobre ella. Dijeron unos a otros: "No la partamos", etc. Se ve que los demás vestidos los repartieron por partes iguales sin necesidad de sortearlos. Pero como la túnica no podía repartirse sin que se cortara sin provecho, por eso convinieron en sortearla. Esta narración del Evangelista, consta justificada por testimonio de los profetas. Por esto dice: "Para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre ellos mis vestidos" (Ps 58), etc.

Crisóstomo, ut supra. Observa la exactitud de la Escritura; pues el Profeta no sólo expresó lo que fue repartido, sino que también lo que no lo fue; porque si bien dividieron los vestidos, echaron suertes sobre la túnica, que no quisieron dividir.

San Agustín, ut supra. Según San Mateo (Mt 27,35), repartieron sus vestidos, sorteándolos, queriendo dar a entender, que si bien los demás vestidos fueron repartidos, la túnica fue sorteada; y así es como dice San Lucas "Dividiéndose sus vestidos, echaron suertes" (Lc 23,34) Habiéndolos, pues, dividido, llegaron a la túnica, de la cual hicieron sorteo, usando de la palabra suertes en plural, en igual del singular. También San Marcos presenta alguna diferencia, diciendo: "Los soldados echaron suertes sobre lo que a cada uno tocaría" (Mc 15,24), como refiriéndose a todos los vestidos y no sólo sobre la túnica; pero esta brevedad con que habla, engendra oscuridad. Así, pues, se ha dicho: "Echando suertes sobre los vestidos", como si se dijese sorteándolos para dividirlos. Cuando dice: "Qué es lo que tocaría a cada uno", parece que se refiera, no sólo a la túnica, sino que también a todo lo demás, para saber quién se quedaría con la túnica que era indivisible. Esta división de los vestidos de nuestro Señor Jesucristo, en cuatro partes, figuraba su Iglesia extendida por las cuatro partes del mundo. Pero la túnica es la figura de la unidad de la cuatro partes, por el vínculo de la caridad. Pero si la caridad lleva más elevado vuelo, y es superior a la ciencia, y se sobrepone a todo precepto, según lo de San Pablo a los Colosenses: "Sobre todo esto, tened caridad" (Col 3,14), con razón el vestido que la simboliza debe ser tejido de una sola pieza. Y añadió el Evangelista: "Toda ella", porque nadie debe ser extraño a la caridad del todo, que se llama Iglesia Católica. Es inconsútil (sin costuras), para que nunca se desuna, y tiende a la unidad, porque a todos reúne en un centro. En la suerte se ve la figura de la gracia de Dios, pues no la deciden los méritos de cada uno, sino el secreto juicio de Dios.

Crisóstomo, ut supra. Dicen algunos que la túnica sin costuras, tejida de una sola pieza de arriba abajo, es la alegoría de la humanidad del crucificado enlazada con la divinidad.

Teofilacto. O de otro modo: la túnica inconsútil, denota el cuerpo de Cristo concebido por el Espíritu Santo y el poder del Altísimo en la Virgen, siendo, por tanto, indivisible el cuerpo de Cristo; pues aunque a cada uno sea dado para que santifique a la vez su cuerpo y su alma, permanece, sin embargo, entero en todos. Y así como el mundo visible se compone de cuatro elementos, puede tomarse por vestidura de Cristo este mundo visible que los demonios se reparten entre ellos cuantas veces entregan a la muerte al Verbo de Dios que habita en nosotros, consiguiendo dividirnos por las falacias de este mundo.

San Agustín, ut supra. Ni se diga que estas cosas nada significan, porque son obra de los malos. ¿Pero qué diremos, de la misma cruz, hecha igualmente por los impíos? Y, sin embargo, ella significa, perfectamente, como dice el Apóstol, cuál sea su latitud, su longitud, su altura y su profundidad (Ep 3,18): su latitud, respecto del madero trasversal, sobre el que se extienden las manos, significa las buenas obras de la más extensa caridad; la longitud de la cruz, desde el madero trasversal hasta la tierra, significa la perseverancia en la duración del tiempo; la altura de la cruz, desde el leño trasversal hasta arriba, significa el supremo fin a que deben dirigirse todas nuestras obras; y la profundidad de aquella parte que se oculta en la tierra significa el abismo de la gracia de Dios, de donde proceden todas nuestras buenas obras, que aparecen y se levantan hasta Dios. Pero aun cuando la cruz de Cristo no signifique más que aquello que dice el Apóstol a los de Galacia: "Los que son de Cristo, crucificaron su carne con sus pasiones y sus concupiscencias" (Ga 5,24), ¡cuán grande bien es! Finalmente; ¿cuál es la enseña de Cristo, sino la cruz de Cristo? Este es el signo que los creyentes trazan en su frente, bien sea con el agua regeneradora del bautismo, o con el óleo santo del crisma o con el alimento del sacrificio, y sin el cual nada se perfecciona.


Catena aurea ES 13839