DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad

El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad


88. La fe, impulsada por la gracia divina y cultivada por la acción de la Iglesia, experimenta un proceso de maduración. La catequesis, al servicio de ese crecimiento, es una acción gradual. La catequesis apropiada está dispuesta por grados. (279)

En el catecumenado bautismal, la formación se desarrolla en cuatro etapas:
– el precatecumenado, (280) caracterizado porque en él tiene lugar la primera evangelización en orden a la conversión y se explícita el kerigma del primer anuncio;
– el catecumenado, (281) propiamente dicho, destinado a la catequesis integral y en cuyo comienzo se realiza la "entrega de los Evangelios"; (282)
– el tiempo de purificación e iluminación, (283) que proporciona una preparación más intensa a los sacramentos de la iniciación, y en el que tiene lugar la "entrega del Símbolo" (284) y la "entrega de la Oración del Señor"; (285)
– el tiempo de la mystagogia, (286) caracterizado por la experiencia de los sacramentos y la entrada en la comunidad.


(279) Cfr. RICA 19.

(280) RICA 9-13.

(281) RICA 14-20; 68-72; 98-105.

(282) RICA 93; Cfr. MPD 8c.

(283) RICA 21-26; 133-142; 152-159.

(284) RICA 25 y 183-187.

(285) RICA 25 y 188-192.

(286) RICA 37-40; 235-239.



89. Estas etapas, llenas de la sabiduría de la gran tradición catecumenal, inspiran la gradualidad de la catequesis. (287) En la época de los Padres de la Iglesia, en efecto, la formación propiamente catecumenal se realizaba mediante una catequesis bíblica, centrada en la narración de la Historia de la salvación; la preparación inmediata al Bautismo, por medio de una catequesis doctrinal, que explicaba el Símbolo y el Padre nuestro, recién entregados, con sus implicaciones morales; y la etapa que seguía a los sacramentos de la iniciación, mediante una catequesis mystagógica, que ayudaba a interiorizarlos y a incorporarse en la comunidad. Esta concepción patrística sigue siendo un foco de luz para el catecumenado actual y para la misma catequesis de iniciación.

Ésta, por ser acompañamiento del proceso de conversión, es esencialmente gradual; y, por estar al servicio del que ha decidido seguir a Jesucristo, es eminentemente cristocéntrica.


(287) Esta gradualidad aparece también en los nombres que la Iglesia utiliza para designar a los que se encuentran en las diferentes etapas del Catecumenado bautismal: "simpatizante" (RICA 12), que, aunque todavía no crea plenamente, está ya inclinado a la fe; "catecúmeno" (RICA 17-18), firmemente decidido a seguir a Jesús; "elegido" o "competente" (RICA 24), llamado para recibir el Bautismo; "neófito" (RICA 33-36), recién nacido a la luz por el Bautismo; y "fiel cristiano" (RICA 39), maduro en la fe y miembro activo de la comunidad cristiana.


El catecumenado bautismal, inspirador de la catequesis en la Iglesia


90. Dado que la "misión ad gentes" es el paradigma de toda la acción misionera de la Iglesia, el catecumenado bautismal a ella inherente es el modelo inspirador de su acción catequizadora. (288) Por ello, es conveniente subrayar los elementos del catecumenado que deben inspirar la catequesis actual y el significado de esta inspiración.

Antes hay que decir, sin embargo, que entre los catequizandos (289) y los catecúmenos y entre la catequesis posbautismal y la catequesis prebautismal, respectivamente, hay una diferencia fundamental. Esta diferencia proviene de los sacramentos de iniciación recibidos por los primeros, los cuales "han sido ya introducidos en la Iglesia y hechos hijos de Dios por el Bautismo. Por tanto su conversión se funda en el Bautismo recibido, cuya virtud deben desarrollar después". (290)


(288) Cfr. MPD 8; EN 44 CL 61.

(289) En el presente Directorio General para la Catequesis se utilizan, como distintas, las expresiones "catecúmenos" y "catequizandos", a fin de señalar esta diferencia. Por su parte el CIC, c. 204-206, recuerda el distinto modo de unión con la Iglesia que tienen "catecúmenos" y "fieles cristianos".

(290) RICA 295. El propio Ritual de la iniciación cristiana de adultos, cap. IV, contempla el caso de los adultos bautizados necesitados de una catequesis de iniciación. Catechesi Tradendae, 44 precisa las diversas circunstancias en que esta catequesis de iniciación con adultos se hace necesaria.



91. Supuesta esta diferencia esencial, se consideran ahora algunos elementos del catecumenado bautismal, que deben ser fuente de inspiración para la catequesis posbautismal:

– El catecumenado bautismal recuerda constantemente a toda la Iglesia la importancia fundamental de la función de iniciación, con los factores básicos que la constituyen: la catequesis y los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía. La pastoral de la iniciación cristiana es vital en toda la Iglesia particular.
– El catecumenado bautismal es responsabilidad de toda la comunidad cristiana. En efecto, "esta iniciación cristiana no deben procurarla solamente los catequistas y los sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles, y de modo especial los padrinos". (291) La institución catecumenal acrecienta, así, en la Iglesia la conciencia de la maternidad espiritual que ejerce en toda forma de educación de la fe. (292)
– El catecumenado bautismal está impregnado por el misterio de la Pascua de Cristo. Por eso, "conviene que toda la iniciación se caracterice por su índole pascual". (293) La Vigilia pascual, centro de la liturgia cristiana, y su espiritualidad bautismal, son inspiración para toda la catequesis.
– El catecumenado bautismal es, también, lugar inicial de inculturación. Siguiendo el ejemplo de la Encarnación del Hijo de Dios, hecho hombre en un momento histórico concreto, la Iglesia acoge a los catecúmenos integralmente, con sus vínculos culturales. Toda la acción catequizadora participa de esta función de incorporar a la catolicidad de la Iglesia las auténticas "semillas de la Palabra" esparcidas en individuos y pueblos. (294)
– Finalmente, la concepción del catecumenado bautismal como proceso formativo y verdadera escuela de fe, proporciona a la catequesis posbautismal una dinámica y unas características configuradoras: la intensidad e integridad de la formación; su carácter gradual, con etapas definidas; su vinculación a ritos, símbolos y signos, especialmente bíblicos y litúrgicos; su constante referencia a la comunidad cristiana…

La catequesis postbautismal, sin tener que reproducir miméticamente la configuración del catecumenado bautismal, y reconociendo el carácter de bautizados que tienen los catequizandos, hará bien en inspirarse en esta "escuela preparatoria de la vida cristiana", (295) dejándose fecundar por sus principales elementos configuradores.


(291) d.

(292) Metodio de Olimpia, por ejemplo, apunta a esta acción maternal de la comunidad cristiana cuando dice: "Respecto a lo que son todavía imperfectos (en la vida cristiana), son los más maduros los que les forman y les dan a luz como en una acción maternal" Metodio de Olimpia, Symposium, III, 8: SCh 95, 111. Ver, en el mismo sentido, S. Gregorio Magno, Homiliarum in Evangelia, I, III, 2: PL 76, 1086 D).

(293) RICA 8.

(294) Cfr. CTR 53.

(295) DCG (1971) 130. Tal número se abre con la siguiente afirmación: "El Catecumenado de adultos, que es a la vez catequesis, participación litúrgica y vida comunitaria, es el ejemplo típico de una institución nacida de la colaboración de varias tareas pastorales" (ibídem).




SECUNDA PARTE


EL MENSAJE EVANGELICO


"Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo" (Jn 17, 3).

"Jesús proclamaba la Buena Nueva de Dios: ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,14-15).

"Os recuerdo el Evangelio que os proclamé… Lo primero que os transmití, como lo había recibido, fue esto: Que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras" (1 Co 15, 1-4).


Significado y finalidad de esta parte


92. La fe cristiana, por la que una persona da el "sí" a Jesucristo, puede ser considerada en un doble aspecto:

– Como adhesión a Dios que se revela, hecha bajo el influjo de la gracia. En este caso la fe consiste en entregarse a la Palabra de Dios y confiarse a ella (fides qua).
– Como contenido de la Revelación y del mensaje evangélico. La fe, en este sentido, significa el empeño por conocer cada vez mejor el sentido profundo de esa Palabra (fides quae).

Estos dos aspectos, por su propia naturaleza, no pueden separarse. La maduración y crecimiento de la fe exigen que ambas dimensiones progresen orgánica y coherentemente. Sin embargo, por razones metodológicas, ambos pueden considerarse separadamente. (296)


(296) Cfr. DCG (1971) 36a.



93. En esta segunda parte se trata del contenido del mensaje evangélico (fides quae).

– En el capítulo primero se indican las normas y criterios que debe seguir la catequesis para fundamentar, formular y exponer su propio contenido Cada forma del ministerio de la Palabra, en efecto, ordena y presenta el mensaje evangélico con arreglo a su carácter propio.
– El capítulo segundo se refiere al contenido de la fe tal como se expone en el Catecismo de la Iglesia Católica, que es texto de referencia doctrinal para la catequesis. Se ofrecen por ello algunas indicaciones que puedan ayudar a asimilar e interiorizar el Catecismo, así como a situarlo dentro de la acción catequizadora de la Iglesia. Igualmente, se presentan algunos criterios para que, en referencia al Catecismo de la Iglesia Católica, se elaboren en las Iglesias particulares Catecismos locales que, guardando la unidad de la fe, tengan debidamente en cuenta las diversas situaciones y culturas.




CAPITULO I

Normas y criterios para la presentación del mensaje evangélico en la catequesis


"Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales" (Dt 6,4-9).


"Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros" (Jn 1,14).


La Palabra de Dios, fuente de la catequesis


94. La fuente de donde la catequesis toma su mensaje es la misma Palabra de Dios:

"La catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura, dado que la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen el único depósito sagrado de la Palabra de Dios confiado a la Iglesia". (297)
Este "depósito de la fe" (298) es como el arca del padre de la casa, que ha sido confiado a la Iglesia, la familia de Dios, y de donde ella saca continuamente lo viejo y lo nuevo. (299) Todos los hijos del Padre, animados por su Espíritu, se nutren de este tesoro de la Palabra. Ellos saben que la Palabra de Dios es Jesucristo, el Verbo hecho hombre y que su voz sigue resonando por medio del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
La Palabra de Dios, por admirable "condescendencia" (300) divina, se dirige y llega a nosotros a través de "obras y palabras" humanas, "a la manera como un día el Verbo del Padre eterno, al tomar la carne de la flaqueza humana, se hizo semejante a los hombres". (301) Sin dejar de ser Palabra de Dios, se expresa en palabra humana. Cercana, permanece sin embargo velada, en estado "kenótico". Por eso la Iglesia, guiada por el Espíritu, necesita interpretarla continuamente y, al tiempo que la contempla con profundo espíritu de fe, "la escucha piadosamente, la custodia santamente y la anuncia fielmente". (302)


(297) CTR 27.

(298) DV 10a y b; cfr. 1Tm 6,20 2Tm 1,14.

(299) Cfr. Mt 13,52.

(300) DV 13.

(301) Ibidem.

(302) DV 10.


La fuente y "las fuentes" del mensaje de la catequesis (303)


95. La Palabra de Dios contenida en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura:

– es meditada y comprendida cada vez más profundamente por el sentido de la fe de todo el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, que la enseña con autoridad;
– se celebra en la liturgia, donde constantemente es proclamada, escuchada, interiorizada y comentada;
– resplandece en la vida de la Iglesia, en su historia bimilenaria, sobre todo en el testimonio de los cristianos, particularmente de los santos;
– es profundizada en la investigación teológica, que ayuda a los creyentes a avanzar en la inteligencia vital de los misterios de la fe;
– se manifiesta en los genuinos valores religiosos y morales que, como semillas de la Palabra, están esparcidos en la sociedad humana y en las diversas culturas.



96. Todas éstas son las fuentes, principales o subsidiarias, de la catequesis, las cuales de ninguna manera deben ser tomadas en un sentido unívoco. (304) La Sagrada Escritura "es Palabra de Dios en cuanto que, por inspiración del Espíritu Santo, se consigna por escrito"; (305) y la Sagrada Tradición "transmite íntegramente a los sucesores de los apóstoles la Palabra de Dios que fue a éstos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo". (306) El Magisterio tiene la función de "interpretar auténticamente la Palabra de Dios", (307) realizando —en nombre de Jesucristo— un servicio eclesial fundamental. Tradición, Escritura y Magisterio, íntimamente entrelazados y unidos, son, "cada uno a su modo", (308) fuentes principales de la catequesis.

Las "fuentes" de la catequesis tienen cada una su propio lenguaje, que queda plasmado en una rica variedad de "documentos de la fe". La catequesis es tradición viva de esos documentos: (309) perícopas bíblicas, textos litúrgicos, escritos de los Padres de la Iglesia, formulaciones del Magisterio, símbolos de fe, testimonios de santos, reflexiones teológicas.
La fuente viva de la Palabra de Dios y las "fuentes" que de ella derivan y en las que ella se expresa, proporcionan a la catequesis los criterios para transmitir su mensaje a todos aquellos que han tomado la decisión de seguir a Jesucristo.


(303) Como se ve, se emplean ambas expresiones: la fuente y las fuentes de la catequesis. Se habla de "la" fuente de la catequesis para subrayar la unicidad de la Palabra de Dios, recordando la concepción de la Revelación en Dei Verbum. Se ha seguido a CTR 27, que habla también de la fuente de la catequesis. Se ha mantenido, no obstante, la expresión las fuentes, siguiendo el ordinario uso catequético de la expresión, para indicar los lugares concretos de donde la catequesis extrae su mensaje; cfr. DCG (1971) 45.

(304) Cfr. DCG (1971) 45b.

(305) DV 9.

(306) Ibidem.

(307) DV 10b.

(308) DV 10c.

(309) Cfr. MPD 9.


Los criterios para la presentación del mensaje


97. Los criterios para presentar el mensaje evangélico en la catequesis están íntimamente relacionados entre sí, pues brotan de una única fuente.

– El mensaje, centrado en la persona de Jesucristo (cristocentrismo), por su propia dinámica interna, introduce en la dimensión trinitaria del mismo mensaje.
– El anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios, centrado en el don de la salvación, implica un mensaje de liberación.
– El carácter eclesial del mensaje remite a su carácter histórico, pues la catequesis —como el conjunto de la evangelización— se realiza en el "tiempo de la Iglesia".
– El mensaje evangélico, por ser Buena Nueva destinada a todos los pueblos, busca la inculturación, la cual se logrará en profundidad sólo si el mensaje se presenta en toda su integridad y pureza.
– El mensaje evangélico es necesariamente un mensaje orgánico, con su jerarquía de verdades. Es esta visión armónica del Evangelio la que convierte en acontecimiento profundamente significativo para la persona humana.

Aunque estos criterios son válidos para todo el ministerio de la Palabra, aquí se presentan referidos en relación a la catequesis.


El cristocentrismo del mensaje evangélico


98. Jesucristo no sólo transmite la Palabra de Dios: El es la Palabra de Dios. Por eso, la catequesis —toda ella— está referida a El.

En este sentido, lo que caracteriza al mensaje que transmite la catequesis es, ante todo, el "cristocentrismo", (310) que debe entenderse en varios sentidos:
– En primer lugar, significa que "en el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad". (311) En realidad, la tarea fundamental de la catequesis es mostrar a Cristo: todo lo demás, en referencia a Él Lo que, en definitiva, busca es propiciar el seguimiento de Jesucristo, la comunión con El: cada elemento del mensaje tiende a ello.
– El cristocentrismo, en segundo lugar, significa que Cristo está "en el centro de la historia de la salvación", (312) que la catequesis presenta. El es, en efecto, el acontecimiento último hacia el que converge toda la historia salvífica. El, venido en "la plenitud de los tiempos" (Ga 4,4), es "la clave, el centro y el fin de toda la historia humana". (313) El mensaje catequético ayuda al cristiano a situarse en la historia, y a insertarse activamente en ella, al mostrar cómo Cristo es el sentido último de esta historia.
– El cristocentrismo significa, igualmente, que el mensaje evangélico no proviene del hombre sino que es Palabra de Dios. La Iglesia, y en su nombre todo catequista, puede decir con verdad: "Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado" (Jn 7,16). Por eso, lo que transmite la catequesis es "la enseñanza de Jesucristo, la verdad que El comunica o, más exactamente, la Verdad que El es". (314) El cristocentrismo obliga a la catequesis a transmitir lo que Jesús enseña acerca de Dios, del hombre, de la felicidad, de la vida moral, de la muerte… sin permitirse cambiar en nada su pensamiento. (315)

Los evangelios, que narran la vida de Jesús, están en el centro del mensaje catequético. Dotados ellos mismos de una "estructura catequética", (316) manifiestan la enseñanza que se proponía a las primitivas comunidades cristianas y que transmitía la vida de Jesús, su mensaje y sus acciones salvadoras. En la catequesis, "los cuatro evangelios ocupan un lugar central, pues su centro es Cristo Jesús". (317)


(310) Cfr. CEC 426-429 CTR 5-6; DCG (1971) 40.

(311) CTR 5.

(312) DCG (1971) 41a. 39. 40. 44.

(313) GS 10.

(314) CTR 6.

(315) Cfr. 1Co 15,1-4 EN 15e.f.

(316) CTR 11b.


El cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico


99. La Palabra de Dios, encarnada en Jesús de Nazaret, Hijo de María Virgen, es la Palabra del Padre, que habla al mundo por medio de su Espíritu. Jesús remite constantemente al Padre, del que se sabe Hijo Único, y al Espíritu Santo, por el que se sabe Ungido. El es el "camino" que introduce en el misterio íntimo de Dios. (318)

El cristocentrismo de la catequesis, en virtud de su propia dinámica interna, conduce a la confesión de la fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un cristocentrismo esencialmente trinitario. Los cristianos, en el Bautismo, quedan configurados con Cristo, "Uno de la Trinidad", (319) y esta configuración sitúa a los bautizados, "hijos en el Hijo", en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo. Por eso su fe es radicalmente trinitaria. "El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana". (320)



(317) CEC 139.

(318) Cfr. Jn 14,6.

(319) La expresión "Uno de la Trinidad" fue utilizada por el V Concilio ecuménico en Constantinopla (a. 553): cfr. Constantinopolitano II, Sesión VIII, can. 4: Dz 424. Ha sido recordada en CEC 468.

(320) CEC 234; cfr. CEC 2157.



100. El cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico impulsa a la catequesis a cuidar, entre otros, los siguientes aspectos:

– La estructura interna de la catequesis, en cualquier modalidad de presentación, será siempre cristocéntrico-trinitaria: "Por Cristo al Padre en el Espíritu". (321) Una catequesis que omitiese una de estas dimensiones o desconociese su orgánica unión, correría el riesgo de traicionar la originalidad del mensaje cristiano. (322)
– Siguiendo la misma pedagogía de Jesús, en su revelación del Padre, de sí mismo como Hijo y del Espíritu Santo, la catequesis mostrará la vida íntima de Dios, a partir de sus obras salvíficas en favor de la humanidad. (323) Las obras de Dios revelan quién es Él en sí mismo y, a la vez, el misterio de su ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Sucede así, analógicamente, en las relaciones humanas: las personas se revelan en su obrar y, a medida que las conocemos mejor, comprendemos mejor su conducta. (324)
– La presentación del ser íntimo de Dios revelado por Jesús, uno en esencia y trino en personas, mostrará las implicaciones vitales para la vida de los seres humanos. Confesar a un Dios único significa que "el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal". (325) Significa, también, que la humanidad, creada a imagen de un Dios que es "comunión de personas", está llamada a ser una sociedad fraterna, compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en dignidad personal. Las implicaciones humanas y sociales de la concepción cristiana de Dios son inmensas. (326) La Iglesia, al profesar su fe en la Trinidad y anunciarla al mundo, se comprende a sí misma como "una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". (327)



(321) DCG (1971) 41; cfr. Ep 2,18.

(322) Cfr. DCG (1971) 41.

(323) Cfr. CEC 258 CEC 236 CEC 259.

(324) Cfr. CEC 236.

(325) CEC 450.

(326) Cfr. CEC 1702 CEC 1878. Sollicitudo Rei Socialis (n. 40) utiliza la expresión "modelo de unidad", al referirse a este tema. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2845), habla de la comunión de la Stma. Trinidad como "la fuente y el criterio de verdad en toda relación".

(327) LG 4b, que cita textualmente a S. Cipriano, De dominica oratione 23: CCL 3A2, 105.


Un mensaje que anuncia la salvación


101. El mensaje de Jesús sobre Dios es una buena noticia para la humanidad. Jesús, en efecto, anunció el Reino de Dios: (328) una nueva y definitiva intervención divina, con un poder transformador tan grande, y aún mayor, que el que utilizó en la creación del mundo. (329) En este sentido, "como núcleo y centro de la Buena Nueva, Cristo anuncia la salvación: ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a Él". (330)

La catequesis transmite este mensaje del Reino, central en la predicación de Jesús. Y al hacerlo, este mensaje "se profundiza poco a poco y se desarrolla en sus corolarios implícitos", (331) mostrando las grandes repercusiones que tiene para las personas y para el mundo.


(328) Cfr. EN 11-14 RMi 12-20 CEC 541-556.

(329) La liturgia de la Iglesia lo expresa así en la Vigilia pascual: ".. ilumina a tus hijos por tí redimidos para que comprendan cómo la creación del mundo, en el comienzo de los siglos, no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo Señor en la plenitud de los tiempos" (Misal Romano, Vigilia Pascual, Oración después de la Primera Lectura).

(330) EN 9.

(331) CTR 25.



102. En esta explicitación del kerigma evangélico de Jesús, la catequesis subraya los siguientes aspectos fundamentales:

– Jesús, con la llegada del Reino, anuncia y revela que Dios no es un ser distante e inaccesible, "no es un poder anónimo y lejano", (332) sino que es el Padre, que está en medio de sus criaturas actuando con su amor y poder. Este testimonio acerca de Dios como Padre, ofrecido de una manera sencilla y directa, es fundamental en la catequesis.
– Jesús indica, al mismo tiempo, que Dios con su reinado ofrece el don de la salvación integral: libera del pecado, introduce en la comunión con el Padre, otorga la filiación divina y promete la vida eterna, venciendo a la muerte. (333) Esta salvación integral es, a un tiempo, inmanente y escatológica, ya que "comienza ciertamente en esta vida, pero tiene su cumplimiento en la eternidad". (334)
– Jesús, al anunciar el Reino, anuncia la justicia de Dios: proclama el juicio divino y nuestra responsabilidad. El anuncio del juicio de Dios, con su poder de formación de las conciencias, es contenido central del Evangelio y buena noticia para el mundo. Lo es para el que sufre la falta de justicia y para todo el que lucha por implantarla; lo es, también, para el que no ha sabido amar y ser solidario, porque es posible la penitencia y el perdón, ya que en la cruz de Cristo se nos gana la redención del pecado. La llamada a la conversión y a creer en el Evangelio del Reino, que es reino de justicia, amor y paz, y a cuya luz seremos juzgados, es fundamental para la catequesis.
– Jesús declara que el Reino de Dios se inaugura con él, en su propia persona. (335) Revela, en efecto, que él mismo, constituido Señor, asume la realización de ese Reino hasta que lo entregue, consumado plenamente, al Padre, cuando venga de nuevo en su gloria. (336) "El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor se consumará su perfección". (337) Jesús indica, así mismo, que la comunidad de sus discípulos, su Iglesia, "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (338) y que, como fermento en la masa, lo que ella desea es que el Reino de Dios crezca en el mundo como un árbol frondoso, incorporando a todos los pueblos y a todas las culturas. "La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del Reino". (339)
– Jesús manifiesta, finalmente, que la historia de la humanidad no camina hacia la nada sino que, con sus aspectos de gracia y pecado, es —en El— asumida por Dios para ser transformada. Ella, en su actual peregrinar hacia la casa del Padre, ofrece ya un bosquejo del mundo futuro donde, asumida y purificada, quedará consumada. "La evangelización no puede menos de incluir el anuncio profético de un más allá, vocación profunda y definitiva del hombre, en continuidad y discontinuidad a la vez con la situación presente". (340)


(332) EN 26.

(333) Este don salvífico confiere "la justificación por la gracia de la fe y de los sacramentos de la Iglesia. Esta gracia libera del pecado e introduce en la comunión con Dios" (LC 52).

(334) EN 27.

(335) Cfr. LG 3 LG 5.

(336) Cfr. RMi 16.

(337) GS 39.

(338) LG 5.

(339) RMi 20.

(340) EN 28.


Un mensaje de liberación


103. La Buena Nueva del Reino de Dios, que anuncia la salvación, incluye un mensaje de liberación. (341) Al anunciar este Reino, Jesús se dirigía de una manera muy particular a los pobres: "Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Dichosos los que lloráis ahora, porque reiréis" (Lc 6,20-21). Estas bienaventuranzas de Jesús, dirigidas a los que sufren, son un anuncio escatológico de la salvación que el Reino trae consigo. Ellas apuntan a esa experiencia tan lacerante a la que el Evangelio es tan sensible: la pobreza, el hambre y el sufrimiento de la humanidad.

La comunidad de los discípulos de Jesús, la Iglesia, participa hoy de la misma sensibilidad que tuvo su Maestro. Con profundo dolor se fija en esos "pueblos empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que les condena a quedar al margen de la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales, … situaciones de neocolonialismo económico y cultural". (342) Todas las formas de pobreza, "no sólo económica sino también cultural y religiosa", (343) preocupan a la Iglesia.
Como dimensión importante de su misión, la Iglesia "tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total". (344)



(341) Cfr. EN 30-35.

(342) EN 30.

(343) CA 57; cfr. CEC 2444.

(344) EN 30.



104. Para preparar a los cristianos a esta tarea, la catequesis cuidará, entre otros, los siguientes aspectos:

– Situará el mensaje de liberación en la perspectiva de "la finalidad específicamente religiosa de la evangelización", (345) ya que ésta perdería su razón de ser "si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo el Reino de Dios, en su sentido plenamente teológico". (346) Por eso, el mensaje de la liberación "no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios". (347)
– La catequesis, en la tarea de la educación moral, presentará la moral social cristiana como una exigencia y una consecuencia de "la liberación radical obrada por Cristo". (348) Esta es, en efecto, la Buena Nueva que los cristianos profesan, con el corazón lleno de esperanza: Cristo ha liberado al mundo y continúa liberándolo. Aquí se genera la praxis cristiana, que es el cumplimiento del gran mandamiento del amor.
– Igualmente, en la tarea de la iniciación a la misión, la catequesis suscitará en los catecúmenos y en los catequizandos "la opción preferencial por los pobres" (349) que, "lejos de ser un signo de particularismo o de sectarismo, manifiesta la universalidad del ser y de la misión de la Iglesia. Dicha opción no es exclusiva", (350) sino que lleva consigo "el compromiso por la justicia según la función, vocación y circunstancias de cada uno". (351)


(345) EN 32; cfr. SRS 41 RMi 58.

(346) EN 32.

(347) EN 33; cfr. LC: Esta Instrucción constituye una referencia obligada para la catequesis.

(348) LC 71.

(349) CA 57; LC 68; cfr. SRS 42 CEC 2443-2449.

(350) LC 68.

(351) SRS 41; cfr. LC 77. Por su parte, el Sínodo de 1971 abordó un tema de fundamental importancia para la catequesis: "La educación para la justicia": cfr. Documentos del Sinodo de los Obispos, II: De Iustititia in mundo, III: l.c. 835-937.


La eclesialidad del mensaje evangélico


105. La naturaleza eclesial de la catequesis confiere al mensaje evangélico que transmite un intrínseco carácter eclesial. La catequesis tiene su origen en la confesión de fe de la Iglesia y conduce a la confesión de fe del catecúmeno y del catequizando. La primera palabra oficial que la Iglesia dirige al bautizando adulto, después de interesarse por su nombre, es preguntarle: "’Qué pides a la Iglesia de Dios?". "La fe", es la respuesta del candidato. (352) El catecúmeno sabe, en efecto, que el Evangelio que ha descubierto y desea conocer, está vivo en el corazón de los creyentes. La catequesis no es otra cosa que el proceso de transmisión del Evangelio tal como la comunidad cristiana lo ha recibido, lo comprende, lo celebra, lo vive y lo comunica de múltiples formas.

Por eso, cuando la catequesis transmite el misterio de Cristo, en su mensaje resuena la fe de todo el Pueblo de Dios a lo largo de la historia: la de los apóstoles, que la recibieron del mismo Cristo y de la acción del Espíritu Santo; la de los mártires, que la confesaron y la confiesan con su sangre; la de los santos, que la vivieron y viven en profundidad; la de los Padres y doctores de la Iglesia, que la enseñaron luminosamente; la de los misioneros, que la anuncian sin cesar; la de los teólogos, que ayudan a comprenderla mejor; la de los pastores, en fin, que la custodian con celo y amor y la enseñan e interpretan auténticamente. En verdad, en la catequesis está presente la fe de todos los que creen y se dejan conducir por el Espíritu Santo.


(352) RICA 75; cfr. CEC 1253.



106. Esta fe, transmitida por la comunidad eclesial, es una sola. Aunque los discípulos de Jesucristo forman una comunidad dispersa por todo el mundo y aunque la catequesis transmite la fe en lenguajes culturales muy diferentes, el Evangelio que se entrega es sólo uno, la confesión de fe es única y uno sólo el Bautismo: "un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos" (Ef 4,5).

La catequesis es, así, en la Iglesia, el servicio que introduce a los catecúmenos y catequizandos en la unidad de la confesión de fe. (353) Por su propia naturaleza alimenta el vínculo de la unidad, (354) creando la conciencia de pertenecer a una gran comunidad que ni el espacio ni el tiempo pueden limitar: "Desde el justo Abel hasta el último elegido; hasta los extremos de la tierra; hasta la consumación del mundo". (355)


(353) Cfr. CEC 172-175 donde, inspirándose en S. Ireneo de Lyon, se analiza toda la riqueza implicada en la realidad del "una sola fe".

(354) CEC 815: "La unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por vínculos visibles de comunión: la profesión de una misma fe recibida de los Apóstoles; la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos; la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios".

(355) EN 61, recogiendo los testimonios de S. Gregorio Magno y de la Didache.



DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad