DICCIONARIO DE PATRÍSTICA- César Vidal Manzanares - Cuadrato


D

Dámaso I

Papa (366-384). Vida: Nacido en Roma (posiblemente de origen español) en torno al 305, fue hijo del sacerdote que se ocupaba de la iglesia conocida posteriormente como de san Lorenzo. Fue diácono bajo el papa hereje Liberio y sirvió al antipapa Félix II. A la muerte de Liberio se produjeron desórdenes provocados por la rivalidad entre un grupo de partidarios de aquél, que eligieron a un tal Ursino, y otro de seguidores de Félix que prefirieron a Dámaso. Este no dudó en valerse de una turba de malhechores para provocar una matanza de sus rivales. El 1 de octubre del 366, un grupo de sus secuaces se apoderó de la basílica laterana y fue consagrado en la misma. Valiéndose entonces del apoyo del prefecto (en opinión de J. N. D. Kelly, "la primera ocasión en que el papa utilizó al poder civil contra sus adversarios"), expulsó de Roma a Ursino y a sus partidarios. Los obispos de Italia, aunque aceptaron la elección de Dámaso, no pudieron evitar sentirse repelidos por sus métodos, y aquello contribuyó a debilitar su autoridad moral durante años. En el 371 un judío converso llamado Isaac lo acusó de adulterio y sólo lo salvó de la "desgraciada acusación" la intervención personal del emperador. Con todo, Dámaso supo atraerse el favor de la corte imperial y quebrantar los prejuicios de la clase alta contra el cristianismo. Reprimió con dureza las herejías — incluido el arrianismo — valiéndose ampliamente del apoyo secular. Aunque sus medidas contra Lucifer de Cagliari fueron brutales y en diversos sínodos condenó el apolinarismo y el macedonianismo, optó por la moderación en el caso de Prisciliano. Sus relaciones, con las iglesias orientales fueron asimismo poco afortunadas al negarse a apoyar a Melecio (lo que le valió que Basilio el Grande lo describiera como "imposiblemente arrogante"). No intervino en el concilio ecuménico de Constantinopla (381) ni tampoco contribuyó a la mejora de relaciones entre las Iglesias occidentales y orientales. Su aportación, por tanto, resulta discutible, pues si bien es cierto que reestructuró la Iglesia romana y le dio un papel social — fundamentalmente entre las clases altas — del que había carecido hasta entonces, su conducta agrió de manera irreparable las relaciones con Oriente. Asimismo, aunque combatió tenazmente la herejía, los métodos a los que recurrió resultan discutibles y también contribuyeron a abrir un abismo que nunca sería cubierto del todo.

Obras: Su mayor aporte lo constituyen los epigramas compuestos en honor de los mártires o de obras realizadas por el papa. Se conservan asimismo cartas, aunque la autenticidad de algunas es discutible.

Teología: Incansable defensor de la primacía romana insistió en que la prueba de la ortodoxia provenía del papa. Tal primacía provenía del hecho de ser el papa sucesor de Pedro (Mateo 16:18), lo que le proporcionaba el poder de atar y desatar. Precisamente en armonía con este punto de vista en el 378 llegó incluso a lograr del gobierno que la santa sede fuera reconocida como tribunal de primera instancia y también de apelación para los obispos occidentales. Ver Apolinarismo; Liberto; Macedonianismo; Prisciliano.

Decreto Gelasiano

Ver Gelasio 1.

Diádoco de Fótice

Vida: Pese a tratarse de uno de los mayores ascetas del s. V, apenas tenemos datos de su vida. Fue adversario de los monofísitas en la época de Calcedonia (451). Firmó, junto con otros, una carta dirigida al emperador León por los obispos del Epiro tras el asesinato del obispo Proterio de Alejandría causado por los monofísitas en el 457. Murió hacia el 468.

Obras: Su obra más importante es Cien capítulos acerca de la perfección espiritual. También fue autor de una Homilía sobre la Ascensión, de un diálogo conocido como La visión y una catequesis.

Teología: Defendió la doble naturaleza de Cristo frente a los monofísitas.

Diatessaron

Ver Taciano.

Didajé

"El documento más importante de la era postapostólica y la más antigua fuente de legislación eclesiástica que poseemos" (Quasten). Fue publicada en 1883 por el metropolitano griego de Nicomedia, Filoteo Bryennios, de un códice de 1057 perteneciente al patriarcado de Jerusalén.

Datación: Audet la ha datado entre el 50 y el 70, mientras que Adam la sitúa entre el 70 y el 90. Quasten, pese a situar su compilación entre el 100 y el 150, no niega la posibilidad de que se escribiera en el s. I. Nuestra opinión, al igual que la expresada por J. A. T. Robinson, es que la Didajé es un escrito muy antiguo que pudo incluso ser redactado antes de la destrucción del Templo de Jerusalén, en el año 70 d. C. Esta antigüedad explicaría, al menos en parte, el que fuera considerada por algunos un escrito canónico. En cuanto al lugar de redacción, los más posibles son Siria y Palestina.

Estructura: Dividida en 16 capítulos, hasta el diez la obra tiene un contenido litúrgico, y desde ese capítulo al quince va referida a la disciplina eclesial. El último capítulo está dedicado a la Segunda Venida de Cristo.

Teología: El bautismo es descrito en la Didajé en su forma de inmersión en agua corriente. Con todo, en esta obra se contiene la primera referencia al bautismo de infusión que, no obstante, sólo se practicaba en caso de necesidad. El bautismo también parece estar limitado sólo a los adultos a los que se administraba el sacramento durante la vigilia pascual. Sólo los bautizados podían participar de la Eucaristía, que se celebraba los domingos, tras la confesión de los pecados que, seguramente, era litúrgica y colectiva. La Eucaristía es considerada el sacrificio del que habla Malaquías 1,10, si bien tal afirmación — como ha señalado la teóloga católica Sharon Burns — no implica un contenido sacrificial de la celebración sino la creencia de que la alabanza y la oración están sustituyendo a todo tipo de sacrificios. No existe ninguna indicación de un episcopado monárquico ni tampoco se menciona a los presbíteros. Los dirigentes de las comunidades son denominados obispos (en su sentido etimológico de supervisor) y diáconos. Asimismo los profetas siguen disfrutando de relevancia en medio de la comunidad cristiana. La escatología tiene una enorme importancia para la Didajé, que señala la aparición de falsos profetas y del anticristo como situaciones anteriores a la Parusía.

Diálogo sobre la fe ortodoxa

Diálogo conservado en un original griego y en una traducción latina de Rufino, cuyo autor desconocemos. No parece anterior al 300, y aunque se atribuyó a Orígenes, lo cierto es que los puntos de vista expuestos en el mismo son muy antiorigenistas.

Didascalia de los Apóstoles

Constitución eclesiástica redactada en la primera mitad del s. III. Destinada a un conjunto de creyentes de Siria septentrional, sigue muy de cerca el esquema de la Didajé y es tributaria asimismo de las Constituciones Apostólicas. Parece establecido que su autor era un judeo-cristiano que utiliza con cierta profusión algunos de los apócrifos del Nuevo Testamento. Ver Apócrifos; Didajé.

Dídimo el Ciego

Uno de los jefes durante el s. IV de la escuela catequética de Alejandría que cerraría poco después de su muerte.

Vida: Nacido en torno al 313, se quedó ciego a los cuatro años de edad. Aunque carente de originalidad, tuvo como discípulos a Jerónimo y a Rufino, lo que unido a su ascetismo — mantuvo una vida de eremita — le llevó a disfrutar de un cierto relieve en su época. Falleció hacia el 398.

Obras: Fue autor de tres libros Acerca de la Trinidad, un tratado Acerca del Espíritu Santo y otro Contra los maniqueos. Redactó asimismo diversos comentarios a los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento de los que sólo nos han llegado escasos fragmentos. Se han perdido sus doce libros Acerca de los dogmas y Contra los arríanos, su Volumen de sectas y su Defensa de Orígenes.

Teología: Aunque no fue pensador original, contribuyó notablemente a la comprensión de la Trinidad siendo suya la fórmula "una sustancia y tres hipóstasis." Defendió asimismo la existencia de un alma humana en la persona de Cristo, no dándose una fusión de la naturaleza humana y la divina sino la existencia de dos naturalezas y dos voluntades. Partiendo de la cristología, Dídimo se ocupa de la doctrina del Espíritu Santo, al que considera increado como el Hijo. Es Dios e igual al Padre. Este Espíritu Santo es el que distribuye en la Iglesia las gracias divinas. Gracias a él, la Iglesia se convierte en madre de los cristianos a los que da a luz a través del bautismo. Con todo, prefiere denominar a la Iglesia Cuerpo de Cristo en lugar de madre. Para Dídimo el pecado original fue la caída de Adán y Eva y se transmite mediante el acto sexual de los padres, lo que explica que Jesús tuviera que nacer de una virgen. El bautismo destruye el pecado original y tiene como consecuencia el que seamos adoptados, como hijos de Dios. Por ello, es indispensable para la salvación si bien puede ser sustituido por el martirio. Niega asimismo validez al bautismo de los herejes. La mariología de Dídimo insiste en el hecho de que María fue siempre virgen y en denominarla madre de Dios (Zeotokos). Antropológicamente compartía el error origenista de sostener que el alma había sido encerrada en el cuerpo como castigo de pecados anteriores, apoyando así la idea platónico-origenista de la preexistencia. Escatológicamente, aunque Jerónimo (Adv. Ruf I, 6) sostiene que Dídimo también era origenista en la creencia de una salvación universal al fin de los tiempos, lo cierto es que a partir de sus escritos resulta difícil aceptar esta impresión. Desde luego es innegable que en los mismos habla repetidamente del infierno y del castigo eterno (De Trin II, 12; II, 26). Quasten ha señalado que el testimonio de Jerónimo es correcto puesto que Dídimo pretendía que en el mundo futuro no habría pecado y que los ángeles deseaban ser redimidos, pero ambas afirmaciones no necesariamente tienen que verse contrapuestas a la tesis de un castigo eterno para los condenados. De Orígenes sí que parece haber heredado Dídimo la idea del purgatorio.

Diodoro de Tarso

Vida: Nacido en Antioquía, se educó en esta ciudad como alumno de Silvano y de Eusebio de Emesa. Estuvo al frente de una comunidad monástica cerca de Antioquía. Como maestro de la escuela de esta ciudad defendió el símbolo niceno y tuvo como alumnos a Juan Crisóstomo y a Teodoro de Mopsuestia. Se enfrentó valientemente al intento de restauración pagana de Juliano, que lo denigró con dureza. Valente, el sucesor de Juliano, lo desterró en el 372 a Armenia. A la muerte del emperador volvió a Antioquía, siendo nombrado obispo de Tarso y Cilicia en el 378. Participó en el concilio de Constantinopla, en el 381. Muerto hacia el 394, en el 438 Cirilo de Alejandría le acusó de ser responsable de la herejía de Nestorio, lo que llevó a que se produjera su condena como hereje, un siglo después de su muerte, en el sínodo de Constantinopla del 499.

Obras: Al parecer Diodoro redactó una sesentena de tratados pero sólo han llegado hasta nosotros escasos fragmentos muy posiblemente porque sus enemigos teológicos procedieron a la destrucción de sus obras. La pérdida resulta especialmente lamentable en el terreno de los comentarios bíblicos ya que Diodoro seguía un método exegético de tipo histórico y gramatical.

Diogneto

Ver Epístola a Diogneto.

Dionisio el Areopagita

Nombre atribuido al autor de los tratados conocidos como Nombres divinos, las Dos jerarquías y la Teología mística. Aunque intentaba hacerse pasar por el discípulo de Pablo del mismo nombre, lo cierto es que su época oscila entre los s. V y VI, y su lugar de origen posiblemente fue Siria. Sus obras, imbuidas de una mezcla de neo-platonismo y espíritu místico, disfrutarían de enorme predicamento durante el Medievo gracias al apoyo que le proporcionaron teólogos como Máximo el confesor (s. VII) y a la traducción al latín que de ellas hizo Juan Escoto (s. IX).

Dionisio de Corinto

Obispo en la segunda mitad del s. II cuya correspondencia, a juzgar por los datos proporcionados por Eusebio (HE IV, 23), debió de gozar de gran predicamento en su época, hasta el punto de que diversos herejes intentaron falsificarla. Desgraciadamente su correspondencia no ha llegado hasta nosotros. Ver Dionisio.

Dionisio

Papa (259-268). Vida: Se hizo cargo de la sede romana en una época en que se vio obligado a reorganizar la Iglesia tras los estragos de la persecución de Valeriano y a solucionar los problemas ocasionados por la política eclesial de Galieno.

Obras: Tenemos noticia de que escribió dos cartas a Dionisio de Alejandría acerca del sabelianismo y el subordinacionismo, pero sólo nos han llegado fragmentos de las mismas. Ver Dionisio de Alejandría; Sabelio.

Dionisio de Alejandría

También conocido como Dionisio el grande. Vida: Posiblemente se trate del discípulo más importante de Orígenes. De familia pagana, parece haberse convertido gracias a su deseo de hallar la verdad y a su pasión por la lectura (HE VII, 7, 1-3). Fue director de la escuela de catequesis de Alejandría así como obispo de esta ciudad, que se vio obligado a abandonar en virtud de la persecución de Decio. A la — muerte de éste, regresó a Alejandría pero padeció destierro en Libia y en Mareotis (Egipto) durante el gobierno de Valeriano. Murió en el 264 de una enfermedad que le impidió asistir al sínodo de Antioquía.

Obras: Nos han llegado dos de sus cartas completas y algunos fragmentos de otras. Dionisio escribió además una obra Acerca de la naturaleza, dos libros Acerca de las promesas y cuatro libros de Refutación y apología.

Doctrina de Addeo

Versión siriaca de los Hechos de Tadeo, en la que se incluye el episodio de la pintura de un retrato de Jesús para el rey Abgar o Abgaro. Ver Abgar; Hechos apócrifos.

Donatismo

A la muerte de Mensurio, en el 311, tres obispos africanos eligieron como sucesor suyo al diácono Ceciliano, lo que provocó una reacción contraria de los cristianos extremistas, que alegaron en contra de Ceciliano su condición de traditor. Reunidos en Cartago 70 obispos de Numidia, anularon la elección de Ceciliano y en el 312 eligieron a Mayorino, presuntamente convencidos por los sobornos de Lucila, una acaudalada matrona enemistada con Ceciliano. Al fallecer en breve Mayorino, la sucesión recayó sobre Donato. En el 313, los donatistas recurrieron a Constantino para que los obispos galos mediaran en una solución al problema. En octubre de aquel mismo año, se reunieron en Roma varios obispos galos e italianos, bajo la presidencia del obispo de la ciudad, Milcíades, decidiendo en favor de Ceciliano. Los donatistas apelaron a la autoridad de un concilio que se celebró en Arles en el 314 y que, también, les deparó un adverso resultado. En el 316 Constantino optó por emplear contra ellos la fuerza, exilando a sus dirigentes. Con todo, el cisma no concluyó. De hecho, en el 321 Constantino proclamó un edicto de tolerancia permitiendo regresar a los desterrados. En el cuarto de siglo posterior, Donato, que comparte la opinión de muchos cristianos africanos contrarios a las intervenciones imperiales en la vida de la Iglesia y que sigue viendo al poder político como algo anticristiano y ahora incrustado en el seno de la comunidad cristiana, creó toda una estructura eclesial paralela, convencida de ser la iglesia pura frente a la relajada y semi-apóstata. En el 347, Constante envió a dos funcionarios, Macario y Paulo, para que acabaran con el cisma. Donato se opuso a aquella intervención imperial en un asunto religioso, y la respuesta de Macario fue la persecución del donatismo, persiguiendo a los miembros de las comunidades y desterrando a los dirigentes como Donato. Al autorizar en el 362 Juliano la vuelta de los desterrados, Parmeniano (m. 391) reorganiza el movimiento donatista y coloca al sector católico en una postura minoritaria y débil de la que sólo saldrá a finales del s. IV con Aurelio de Cartago y Agustín de Hipona que, no obstante, muy posiblemente no se hubieran alzado con el triunfo de no contar con el apoyo militar del emperador. Tras el concilio de Cartago del 404, Honorio promulgó en el 405 un edicto contra los cismáticos. En el 411, una conferencia conjunta de católicos y donatistas celebrada en Cartago concluyó con la victoria de los primeros, ya que el nuevo dirigente donatista, Petiliano de Constantina, no sólo no estaba a la altura de sus antecesores Donato y Parmeniano, sino que además el bando católico contaba con toda la panoplia teológica desarrollada por Agustín de Hipona. Aquel revés de los cismáticos animó a Honorio a promulgar al año siguiente otro edicto represivo contra los mismos. En relativamente poco tiempo, el movimiento donatista se vio aplastado por las fuerzas imperiales degenerando en los últimos años en grupos armados dedicados al bandidaje — como los circumcelliones — cuyo interés parece haber sido ya más nacionalista y social que religioso. Ver: Agustín de Hipona.

Doroteo de Antioquía

Presbítero de Antioquía que, según Eusebio (HE VII, 32, 2-4), fue conocido por éste durante el episcopado de Cirilo. Tenía conocimientos sobresalientes de hebreo y de literatura, pero no nos ha llegado ningún escrito de él y desconocemos si enseñó en la escuela de Antioquía. Aunque algunos autores lo asocian con Luciano, la base de esta opinión dista de ser sólida. Ver Cirilo de Alejandría; Luciano.

Dositeanos

Secta gnóstica de seguidores de Dositeo. Ver Dositeo; Gnosticismo.

Dositeo

Gnóstico samaritano que fue maestro de Simón el Mago. Al parecer, mantuvo pretensiones mesiánicas. Ver Gnosticismo; Simón el Mago.



E

Ebionitas

Literalmente los “pobres.” Secta judeo-cristiana que se caracterizaba por pretender guardar rigurosamente la Ley mosaica — si bien es posible que, como la secta del Mar Muerto, cuestionara el culto del templo — y por negar la divinidad de Cristo al que además se consideraba hijo físico de José. Ver Evangelios apócrifos.

Edicto Perentorio

Ver Calixto.

Efrén Sirio

Nacido en Mesopotamia a inicios del s. IV pero retirado en Edesa, Efrén fue sin duda uno de los más fecundos poetas de todos los tiempos — se supone que escribió unos tres millones de versos sólo en honor de María entre el 360 y el 370 — a la vez que uno de los grandes impulsores del culto mariano y cabeza del movimiento monástico en Oriente. Destacó asimismo en el enfrentamiento con las herejías de su tiempo y, muy especialmente, en la lucha contra el origenismo, el arrianismo — al que combatió aferrándose a las tradiciones eclesiales anteriores — y el gnosticismo. Ver Arrio; Gnosticismo; Orígenes.

Egeria

Vida: Nacida en Galicia — y no en las Galias como sostuvo Geyer — a mediados o finales del s. IV, denominada Eteria por Férotin, era una dama educada, ligada a una comunidad religiosa que, en opinión de A. Hamman, tenía más en común con un beaterío que con un monasterio. Aunque noticias bajo-medievales la consideran abadesa, tal dato resulta muy discutible. Su viaje a Tierra Santa ha provocado controversias numerosas en lo relativo a su datación: el 415-418 (E. Dekkers), el 414-416 (Lambert), según J. Campos en el 380 y el 381-384 para P. Devos.

Obra: Su única obra, de enorme importancia por otra parte, es el Itinerario o Peregrinación a los santos lugares. En ella narra cuatro viajes que son descritos con una profusión enorme de datos relativos a las conexiones bíblicas, históricas y litúrgicas. Asimismo proporciona información muy importante en relación con la organización eclesial y con la vida monástica.

Eleuterio

Papa (c. 174-189). Vida: De origen griego y nacido en Nicópolis, fue diácono durante el episcopado del papa Aniceto. Hacia el 177-178 recibió una visita de Ireneo de Lyón en el curso de la cual éste le advirtió sobre los peligros del montañismo. Parece ser que el papa no halló motivo de inquietud en la aparición de este movimiento espiritual. Murió, seguramente, en el año décimo de Cómodo (189) pero no es mencionado como mártir hasta el martirologio de Ado de Vienne, de la segunda mitad del s. IX. Ver Ireneo; Montañismo.

Elkasaitas

Herejes judaizantes para los que el cristianismo se limitaba a un judaismo que ya había recibido al Mesías pero cuya cristología negaba la divinidad de éste así como su significado soteriológico tal y como es contemplado en el cristianismo.

Endelequio

Vida: Prácticamente casi nada sabemos de Severo Endelequio, aunque se tiende a situarlo en Roma a finales del s. IV ejerciendo como orador y a fijar su origen en las Galias.

Obra: Fue autor de un Canto acerca de las muertes de los bueyes en el que se describe el diálogo entre dos pastores paganos y uno cristiano concluyendo con la conversión de los dos primeros.

Epífanes

Autor gnóstico de finales del s. II e inicios del s. III. Hijo de Carpócrates, escribió un tratado Acerca de la justicia del que sólo nos han llegado algunos fragmentos. Según la información proporcionada por Clemente de Alejandría (Strom. III, 2, 5-9), defendía la comunidad de bienes hasta el extremo de declarar la comunidad de mujeres. Muerto a los diecisiete años, fue adorado como dios por los habitantes de Cefalonia. Ver Carpócrates; Gnosticismo.

Epifanio de Salamis

El único teólogo importante originario de la isla de Chipre.

Vida: Nació en Eleuterópolis, en Palestina, hacia el 315. Tras conocer el monacato egipcio, fundó hacia el 335 un monasterio cerca de su ciudad, gobernándolos durante unos treinta años. En el 367 fue elegido metropolitano de Constancia, la antigua Salamis, por los obispos de Chipre. Defensor del método que se ha denominado realista-tradicionalista, se oponía a cualquier tipo de especulación metafísica. Esto explica que aborreciera la interpretación alegórica de Orígenes a la que consideraba, no sin razón, un semillero de conflictos y un arma ideal para los herejes. El ataque de Epifanio resultó tan convincente que Jerónimo dejaría de ser origenista para solicitar de Juan de Jerusalén la condena de Orígenes. Epifanio mantuvo una política represiva contra los origenistas, y aliado con Teófilo de Alejandría colaboró en la expulsión de los adeptos egipcios de Orígenes. Al ser éstos acogidos en el 400 por Juan Crisóstomo, Epifanio, a instancias de Teófilo, viajó a Constantinopla con la intención de enfrentarse con los origenistas de la ciudad. Es posible que se percatara entonces de que estaba siendo manipulado por Teófilo de Alejandría ya que no esperó a la destitución de Crisóstomo en el "sínodo de la Encina," sino que regresó a Chipre, muriendo en alta mar en el 403.

Obras: Enemigo del helenismo, quizá porque era consciente del daño que su infiltración estaba causando a la teología cristiana, fue muy leído en su época ya que el lenguaje utilizado por él era fundamentalmente el del pueblo (K. Holl). Entre sus obras destacan el Anclado (una exposición de la fe de la Iglesia), El Panárion o Botiquín (una enciclopedia de herejías y sus refutaciones), un obra Acerca de los pesos y las medidas (en realidad, un diccionario aclarativo de términos bíblicos), un opúsculo Acerca de las doce gemas (relativo al pectoral del Sumo sacerdote judío), algunas cartas y tres tratados Contra las imágenes (donde se manifiesta totalmente opuesto a la fabricación y el culto a las imágenes de Cristo, María, los mártires, los ángeles y los profetas, puesto que, en su opinión, es una manifestación idolátrica). Se le han atribuido asimismo algunas obras espurias.

Teología: Como ya hemos indicado, Epifanio fue un defensor clarísimo de la fe contra el origenismo en particular y el helenismo en general, pero quizá su aportación más interesante — y de mayor influencia posterior — haya sido la oposición radical a la fabricación y culto a las imágenes. El mismo relata en su carta 57 cómo rasgó en Anablata una cortina que había en la iglesia con la imagen de Cristo puesto que era "contraria a la doctrina de las Escrituras." Asimismo en su carta al emperador Teodosio I — de importancia fundamental en el estudio del arte cristiano — señala en torno al 394 que las imágenes no son sino un intento de Satanás por volver a los cristianos a la idolatría ya que, aparte de estar prohibidas en la Escritura, ninguno de los Padres o de los obispos deshonró jamás a Cristo teniendo una imagen suya. Epifanio sugiere que deberían ser retiradas de las iglesias, que deberían cubrirse de blanco las pinturas de las paredes y que si los mosaicos no podían ser destruidos, como mínimo habría que prohibir hacer otros.

Epigrama de Paulino

Poema anónimo atribuido a Victorio (Gagny), a Paulino de Béziers (Schenkl) y a otros. Escrito tras las invasiones del 407-409, es un diálogo entre dos monjes y un huésped, llamado Salmón, acerca de la decadencia de la sociedad y del efecto producido en ésta por las acometidas de los bárbaros.

Epístola a Diogneto

Apología cristiana cuyo autor y destinatario concretos desconocemos. Aunque tradicionalmente se ha considerado que su redacción tuvo lugar durante el reinado de Marco Aurelio (s. II), algunos autores (N. Bonwetsch, R. H. Connolly, etc.) la atribuyen a Hipólito, lo que la retrasaría hasta el s. III. Se ha especulado asimismo con la autoría de Cuádrate (O. Andriessen) y la de Panteno de Alejandría (H. I. Marrou). Dado que no ha llegado hasta nosotros ningún manuscrito de la carta, el texto que tenemos de la misma se deriva de Justino. La obra, escrita real o supuestamente, a ruegos de Diogneto (¿quizá un preceptor de Marco Aurelio?) describe el cristianismo como superior al paganismo y al judaismo, señala el origen divino de aquél y, finalmente, invita a Diogneto a la conversión. Ver Cuádrato; Panteno de Alejandría.

Epístola de Bernabé

Escrito del grupo denominado Padres Apostólicos. La obra gozó de un enorme predicamento, y algunos autores, como Orígenes, llegaron a considerarla canónica. Escrita en torno al 131 (menciona la destrucción de Jerusalén por Adriano), desconocemos quién fue su autor — desde luego no el Bernabé bíblico — pero parece existir un cúmulo de argumentos favorables a la redacción por parte de un judeocristiano, quizá alejandrino, en todo caso con elementos helenizantes. La posible atribución a un discípulo del apóstol Pablo explica el que algunos autores la consideren como una epístola apócrifa.

Teología: La obra se divide en dos secciones, muy bien delimitadas, dedicadas a aspectos teológicos y prácticos. Se sostiene la creencia en la preexistencia de Cristo (quizá frente a las herejías judeocristianas que la negaban como era el caso de los ebionitas) y se conecta la adopción como hijos de Dios con el bautismo. El autor señala que los cristianos deben guardar el domingo, día de la resurrección de Cristo, en lugar del sábado (XV, 8-9) por ser ese día el de la fiesta cristiana y no el séptimo día. Asimismo la obra se hace eco de una escatología milenarista (XV, 1-9) y contiene uno de los primeros textos cristianos explícita y directamente contrarios a la práctica del aborto (XIX, 5). Ver Epístolas apócrifas; Padres Apostólicos.

Epístola de los Apóstoles

Ver Epístolas apócrifas.

Epístolas apócrifas

Se denomina así un conjunto de documentos con forma asumida del género epistolar, aunque en realidad en muchos casos se asemejan más a la novela o a otros géneros, cuya autoría se situaba bajo el nombre de uno o varios apóstoles con la finalidad de legitimar y extender su uso. Destacan especialmente entre ellas: I. La Epístola Apostolorum: la más importante de entre las epístolas apócrifas. Su datación ha sido fijada entre el 160 y el 170 (C. Schmidt), el 130-140 (A. Ehrhard) y el 140-160 (J. Quasten). Fundamentalmente la obra pretende ser una recopilación de revelaciones hechas por Jesús a sus discípulos tras la resurrección, concluyendo con una descripción de la ascensión. Los influjos neotestamentarios (especialmente de Juan) e incluso apócrifos (Epístola de Bernabé, Pastor de Hermas y Apocalipsis de Pedro) son notables. La obra defiende la doble naturaleza (hombre y Dios) de Cristo (III), e incluso señala cómo esa divinidad es igual a la del Padre (XVII). Con todo, en algún caso el Logos es identificado con Gabriel (XIV). La epístola muestra asimismo una clara oposición al gnosticismo (XXI). Exenta de milenarismo, la epístola defiende con claridad la creencia en un "castigo eterno en una vida sin fin" para los condenados (XXII). La epístola contiene un símbolo breve en el que además de la fe en la Trinidad se menciona a la Iglesia y al perdón de los pecados. El bautismo es considerado requisito indispensable para alcanzar la salvación — hasta el punto de sostenerse que el descenso de Cristo al limbo tenía la misión de bautizar a los justos del Antiguo Testamento — y la Eucaristía es denominada Pasja (Pascua) teniendo un valor meramente de memorial de la muerte de Jesús. Al parecer todavía se celebraba con el Ágape. II. Epístolas apócrifas de Pablo: son una serie de escritos que tomaban pie de referencias neotestamentarias, v. gr. la mención paulina (Col 4,16) de una carta escrita a los laodicenses, para autoconcederse carta de autenticidad. Está en primer lugar la mencionada epístola a los laodicenses (fechada con anterioridad al s. IV), la epístola a los alejandrinos (que no ha llegado a nosotros y que es citada por el Fragmento Muratoriano), la tercera epístola a los corintios (que fue insertada en las colecciones siriaca y armenia de las cartas de Pablo, teniéndose por auténtica durante una época) y la correspondencia entre Pablo y Séneca (escrita antes del s. III con la finalidad de que la sociedad culta romana se interesara por el apóstol). III. Epístolas apócrifas de la escuela paulina: nos ha llegado una epístola de Tito (de origen posiblemente priscilianista) y otra de Bernabé, que suele incluirse en los denominados Padres Apostólicos. Ver Epístola de Bernabé.

Epitafio de Abercio

Ver Abercio.

Epitafio de Pectorío

Ver Pectorio.

Espés

Vida: Obispo de Espoleta de finales del s. IV o inicios del s. VI.

Obra: Fue autor de un poema de 12 versos en honor del mártir Vidal, que murió crucificado y cuyo cuerpo fue hallado por el obispo.

Espirituales

Sobrenombre atribuido a los montañistas. Ver Montano.

Esteban

Papa (254-257), fue autor de dos cartas en relación con la validez del bautismo administrado por los herejes. La postura de Esteban era contraria a que los obispos obligaran a un nuevo bautismo a los que lo habían recibido de grupos heréticos (HE, VII, 5, 4; Cipriano, Epist. LXXII, 25) y eso le llevó a un enfrentamiento con Cipriano que, en este terreno, estaba actuando en contra de la tradición de la Iglesia y dificultando el retorno de los herejes a la comunión. Ver Cipriano de Cartago.

Eteria

Ver Egeria.

Eunomianos

Seguidores de Eunomio.

Eunomio de Cícico

Vida: Poco sabemos de la infancia del dirigente indiscutible del neo-arrianismo. Estudió, al parecer, taquigrafía y, tras ser ordenado diácono, en el 360 fue promovido a la sede de Cícico. De esta ciudad fue expulsado por el pueblo, harto de su lenguaje culterano. Pasó de allí a Constantinopla donde se le consideraba como obispo titular. A la muerte de Aecio se convirtió en el jefe principal de los neo-arrianos, retirándose a su finca de Calcedonia. El 383 asistió al sínodo de Constantinopla siendo desterrado poco después por Teodosio. Murió a finales del siglo IV.

Obras: Aunque fue autor fecundo, apenas nos han llegado restos de su obra literaria ya que desde el 398 fueron promulgados diversos edictos imperiales en los que se ordenaba destruir la misma. Sí se conserva su primera Apología — refutada por Basilio el Grande — donde insiste en que el Hijo no es de la misma naturaleza que el Padre. De la segunda Apología resta algún fragmento y nada de su Confesión de fe, de su Comentario a la Epístola a los romanos ni de sus cartas. Ver Aecio; Arrio; Basilio el Grande.

Euquerio de Lyón

Vida: Nacido en una familia de clase alta, supuestamente cristiana, cabe la posibilidad de que fuera senador. Casado con Gala, ambos esposos decidieron renunciar a sus bienes y retirarse a Lérins dejando a sus hijos en el monasterio de san Honorato. Fue nombrado obispo de Lyón cerca del 432 y participó en el concilio de Orange (441), muriendo en el 450.

Obras: Compuso un opúsculo Acerca de la alabanza del desierto y otro Acerca de la preocupación del mundo. Fue asimismo autor de unas Fórmulas de la inteligencia espiritual, unas Instrucciones a Salonio (uno de sus hijos), una Pasión del mártir san Mauricio y de sus compañeros y una Epístola al obispo Salvio.

Euquitas

Ver Mesalianos.

Eusebianos

Secta arriana extrema formada por los seguidores de Eusebio de Nicomedia. Ver Arrio; Eusebio de Nicomedia.

Eusebio de Cesárea

Vida: Nació hacia el 263 en Cesárea. Educado por Panfilo, con cuyo nombre gustaba de ser llamado, huyó a Tiro durante la persecución de Diocleciano y de allí al desierto de la Tebaida, donde fue capturado y encarcelado. En el 313 fue nombrado obispo de Cesárea. Favorable a un entendimiento en el conflicto provocado por la herejía de Arrio, escribió varias cartas en favor de la ortodoxia de éste e influyó en el sínodo de Cesárea que declaró conforme a la fe la confesión de Arrio. Al rechazar una fórmula dirigida contra el arrianismo, se vio excomulgado por un sínodo de Antioquía (325). En el concilio de Nicea (325) trató de mantener una política conciliadora que proponía el reconocimiento de la divinidad de Cristo en términos bíblicos y el rechazo de la doctrina homoousiana de Atanasio. Aunque firmó el símbolo conciliar pesó en ello más el deseo imperial que la convicción. Poco después hizo frente común con Eusebio de Nicomedia e intervino en los sínodos de Antioquía (330) y de Tiro (335) que, respectivamente, depusieron a Eustacio y excomulgaron a Atanasio. Amigo íntimo del emperador, influyó posiblemente en él para que dictara medidas contra los obispos ortodoxos. Murió hacia el 339 ó 340.

Obras: De enorme erudición, Eusebio dedicó su atención al terreno del panegírico (Vida de Constantino, A la asamblea de los santos, Alabanzas de Constantino), de la apologética (Introducción general elemental, Preparación evangélica, Demostración evangélica, Teofanía, Contra Porfirio, Contra Hierocles), de la exégesis (Los cánones evangélicos, El Onomásticon, Preguntas y respuestas sobre los Evangelios, Comentario sobre los salmos, Comentario de Isaías, Acerca de la Pascua, etc.), del dogma (Defensa de Orígenes, Contra Marcelo, Acerca de la teología eclesiástica), de la oratoria sagrada, epistolar y de la historia, siendo precisamente en este último donde realizaría sus aportaciones más notables (Crónica, Mártires de Palestina y, sobre todo, su Historia eclesiástica).

Teología: La obra de Eusebio reviste una importancia excepcional a la hora de insistir en el principio de la sucesión apostólica. De hecho, su Historia eclesiástica tiene como uno de sus objetivos demostrar la realidad histórica de la misma si bien excluye claramente el primado romano. Es la Iglesia una virgen madre que sólo se ha visto ensuciada por la herejía. Rechaza cualquier vinculación del cristianismo con el judaísmo mostrando cómo en su seno ni se guarda el sábado ni existe la prohibición de tomar ciertos alimentos, todo ello en armonía con las Escrituras. En relación con el canon, la información proporcionada por Eusebio es de enorme importancia. Considera la epístola de Santiago — así como la de Judas — como no canónicas pero admite que son leídas en casi todas las iglesias (HE I, 23). En cuanto a las epístolas petrinas, considera auténtica la primera pero rechaza la segunda, aunque reconoce su utilidad (II, 3). De la misma manera no acepta como canónicos el Evangelio, los Hechos y el Apocalipsis de Pedro. De Pablo reconoce catorce cartas, aunque admite que Hebreos no es aceptada universalmente. Asimismo señala la división de opiniones en relación con el Pastor de Hermas. En cuanto a las cartas de Juan, la primera es reconocida como canónica pero las otras dos son objeto de discusión. Las opiniones sobre su Apocalipsis están igualmente divididas (HE II, 24). Escatológicamente, admite la creencia en un castigo eterno para los condenados (HE IV, 18) y se manifiesta claramente antimilenarista. Mariológicamente, parece rechazar siquiera indirectamente la virginidad perpetua de María por cuanto considera a los hermanos de Jesús como hermanos en la carne (I, 20) y aduce en su favor testimonios históricos. Con todo, el aspecto de la teología eusebiana que ha sido más atacado ha sido el cristológico. Realmente la base de su posición inicial — el deseo de que las categorías cristológicas fueran sólo bíblicas y el temor a deslizarse al sabelianismo si se aceptaba la postura homoousica de Atanasio — resulta comprensible pero no es menos cierto que la negación de la naturaleza igual entre el Padre y el Hijo colocaba a éste último en la posición de criatura, lo que era contrario al mensaje de la Escritura y a la creencia mantenida por el cristianismo desde sus orígenes. Que finalmente tal tesis tendía a fundirse con el arrianismo es algo que quedó evidenciado en la forma en que Eusebio influyó en el emperador para favorecer a los seguidores de Arrio y perjudicar a los ortodoxos. Pese a estar convencido de que su alianza con el poder imperial se traducía en algo benéfico para la Iglesia, lo cierto es que la postura "constantiniana" de Eusebio sólo llevó al trágico cesaropapismo oriental y a un maridaje de los poderes civil y religioso en contra de la ortodoxia cristiana.

Eusebio de Emesa

Vida: Nació en Emesa hacia el 300. Fue discípulo de Eusebio de Cesárea. Estudió en Cesárea y en Alejandría, donde trabó amistad con el arriano Jorge. Fue nombrado obispo de Emesa, después de rechazar la propuesta de serlo de Antioquía por parte de un sínodo arriano. Amotinada la gente por su nombramiento, ya que no deseaban un obispo sabio, huyó a Antioquía, y gracias a la intervención del patriarca de esta ciudad pudo regresar a Emesa, donde murió antes del 359.

Obras: Se han conservado una treintena de discursos y parte de sus comentarios bíblicos que siguen el método histórico-literal de los antioquenos.

Teología: No es fácil encuadrar la teología de Eusebio de Emesa. Jerónimo lo consideró arriano y en favor de ello se encuentra el hecho de que creía que el Padre era mayor que el Hijo, pero Teodoro de Ciro matiza tal postura considerando que no era radical en su arrianismo. Quasten lo ha definido, a nuestro juicio correctamente, como semiarriano. Ver Arrio.

Eusebio de Nicomedia

Vida: Discípulo de Luciano de Antioquía, fue obispo de Berito y, desde el 318, de Nicomedia. Cuando Arrio llegó, tras ser excomulgado en Alejandría, a su ciudad, lo apoyó convirtiéndose en su contacto principal con la corte. En el concilio de Nicea presentó un símbolo propio, que fue calificado de blasfemo, y, aunque firmó la fórmula nicena, poco después encabezaba el partido más extremo del arrianismo, el de los eusebianos. Constantino lo desterró a las Galias tres meses después del concilio, pero gracias a su influencia sobre la emperatriz logró volver, ganarse el apoyo imperial y conseguir la deposición de Eustacio de Antioquía (330), Atanasio (335) y Marcelo de Ancira (336). En el 337 bautizó a Constantino y al año siguiente fue nombrado obispo de Constantinopla. Murió el 341-342.

Obras: Se han conservado varias cartas suyas, siendo de especial importancia la dirigida a los obispos del concilio de Nicea, pues de ella se deduce que Arrio se defendió correctamente y que fue perdonado. Bardenhewer ha apuntado la posibilidad de que fuera una falsificación, y del mismo sentir es G. Bardy.

Teología: Defendía claramente la creación del Hijo y su comienzo. En este sentido la persona del Hijo no era sino mera criatura y divino, pero en el sentido de un dios inferior o una divinidad menor lo que, realmente, no era sino una forma de politeísmo con barniz cristiano. Ver Arrio

Eusebio de Vercelli

Vida: Nacido en Cerdeña, fue lector de la iglesia de Roma y primer obispo de Vercelli. Fue depuesto en el concilio de Milán (355) por negarse a suscribir la condena de Atanasio, siendo desterrado a Escitópolis y luego a la Tebaida. Tomó parte en el concilio de Alejandría del 362 y, posteriormente, en Antioquía, se enfrentó con Lucifer de Cagliari. Intentó — infructuosamente — mantener alejado de la sede de Milán al arriano Auxencio. Murió hacia el 370.

Obras: Sólo se han conservado de él tres cartas, aunque se le ha atribuido — erróneamente — el tratado pseudo-atanasiano Acerca de la Trinidad (V. Bulhart). Ver Arrio; Lucifer de Cagliari.

Eustacio de Antioquía

Vida: Nació en Side de Panfilia y fue obispo de Berea antes de serlo de Antioquía en el 323-324. Exponente de la fe ortodoxa en Nicea (325), al año siguiente fue depuesto por un sínodo arriano, y en el 330 Constantino lo desterró a Trajanópolis. Murió con anterioridad al 337 en que Constantino permitió el retorno de los obispos desterrados.

Obras: Sólo se conserva íntegro su opúsculo Acerca de la pitonisa de Endor contra Orígenes en el que ataca el método alegórico de interpretación de la Escritura. Del resto de sus obras sólo nos han llegado fragmentos.

Teología: Loofs ha mantenido la tesis de que Eustacio es un representante típico de la escuela de Antioquía, lo que ha sido negado por M. Spanneut. Desde luego, se ha insistido en varios casos en que Eustacio era un sucesor de Pablo de Samosata y un precursor de Nestorio, pero da la impresión de que tal acusación no se corresponde con las fuentes. Eustacio elaboró una teología contraria a la del Logos-Hombre que podía ser utilizada por los arríanos para defender que Cristo tomó un cuerpo humano sin alma y así, atribuyendo al Logos todos los cambios, privarle de su deidad. Sí es verdad que en algunas ocasiones la terminología de Eustacio no fue muy feliz — por ejemplo al denominar a Cristo "hombre teóforo" — y con ello dejó terreno a interpretaciones torcidas de la misma, pero ciertamente no puede ser considerado un precursor del nestorianismo (J. N. D. Kelly). Ver Arrio; Pablo de Samosata.

Euterio de Tiana

Vida: Obispo de Tiana, ardiente partidario de Nestorio. El concilio de Efeso (431) lo excomulgó si bien no consiguió eliminar su influencia. Se manifestó contrario a la unión de Cirilo y los obispos orientales. Depuesto en el 434, fue desterrado a Escitópolis y después a Tiro. Se desconoce la fecha de su muerte.

Obras: Han llegado hasta nosotros sus Refutaciones de algunas proposiciones así como cinco cartas. Ver Cirilo de Alejandría; Nestorio

Eutiques

Monje hereje condenado en el Concilio de Constantinopla (448) por sostener que, tras la encarnación, en Cristo no había dos naturalezas sino una sola ya que la divina había absorbido a la humana. León I en su Tomo a Flaviano del año 449 condenó la postura de Eutiques formulando al mismo tiempo la teología ortodoxa de las dos naturalezas de Cristo. El concilio de Calcedonia del 451 aceptó de manera definitiva las tesis de León Magno. Ver León Magno; Nestorio

Eutropio

Vida: Nacido posiblemente en Aquitania, vivió a finales del s. IV e inicios del s. V. Fue ordenado presbítero y mantuvo una cierta amistad con Paulino de Nola.

Obras: Escribió una Epístola acerca de condenar la herencia, otra Acerca de la verdadera circuncisión, otra Acerca del hombre perfecto y un tratado Acerca de la similitud de la carne del pecado.

Euzoio de Cesárea

Vida: Educado en Cesárea por el retórico Tespio, fue elegido obispo arriano de esta ciudad tras el destierro de Gelasio. Fue expulsado de la ciudad cuando Teodosio tomó el poder.

Obras: Ninguna de ellas ha llegado hasta nosotros e incluso desconocemos sus títulos pero, a partir del testimonio de Jerónimo, sabemos que fueron numerosas y muy difundidas todavía en su época.

Evagrio Galo

Monje del sur de las Galias al que Ceillier, en contra de Harnack, identificó con un presbítero, discípulo de Martín de Tours.

Obras: Escribió una Disputa de la ley entre Simón el judío y Teófilo el cristiano. Aunque Harnack la identificó con el Diálogo entre Jasón y Papisco de Aristón de Pella, la tesis ha sido rechazada unánimemente.

Evagrio Póntico

Vida: Nació en Ibora, en el Ponto. Acompañó a Gregorio Nacianceno al concilio de Constantinopla (381), quedándose posteriormente en esta ciudad con el patriarca de la misma, Nectario. Disgustado por el ambiente de la ciudad, pasó a Jerusalén y de allí (382) a Egipto. Vivió dos años en las montañas de Nitria y luego catorce en Celia. Allí conoció a los Macarios ganándose la vida como amanuense. Rehusó ser ordenado obispo por Teófilo de Alejandría. Murió en el 399.

Obras: Evagrio fue el primer monje autor de obras que disfrutarían de influencia en el cristianismo desde el s. IV hasta el XV, e incluso el XX. Quasten lo considera el fundador del misticismo monástico. Con todo, no nos han llegado sino escasos fragmentos de sus obras ya que fue condenado como origenista por los concilios ecuménicos quinto y sexto. Escribió el Antirético o Sugerencias contra los ocho vicios capitales (donde habla de los ocho demonios que tientan al monje constantemente), el Monje (un conjunto de ciento cincuenta sentencias), el Espejo de monjes y monjas, los Problemas gnósticos o Centurias, un tratado Acerca de la oración, otro Acerca de los malos pensamientos, una exhortación Al monje Eulogio, una serie de comentarios bíblicos y algunas cartas de las que nos han llegado sesenta y siete.

Teología: Evagrio abogó por la consustancialidad del Padre y del Hijo a partir del testimonio de las Escrituras e hizo lo mismo en relación con la divinidad del Espíritu Santo. Con todo, como ya hemos señalado, su mayor aportación se dio en relación con la espiritualidad, puesto que dejó huella en Paladio, Juan Clímaco, Hesiquio, Juan Bar Caldún, Juan Casiano y otros.

Evangelios apócrifos

La existencia de períodos de la vida de Jesús de los que los Evangelios canónicos no se ocupan así como la brevedad con que se refieren episodios como los cuarenta días posteriores a la resurrección o el tiempo pasado a solas con los discípulos, motivó una curiosidad popular por saber más acerca de ellos. Tales lagunas fueron también terreno fácil para injertar en la doctrina cristiana elementos heréticos que así se veían dotados de un fachada de autenticidad de la que carecían. Fruto de ese interés popular, por un lado, y de la astucia de los herejes, por otro, es el género de los Evangelios apócrifos. Entre éstos se pueden mencionar el Evangelio de los Hebreos (no ha llegado hasta nosotros si bien sabemos que tenía relación con Mateo y que era utilizado por los ebionitas debiendo datarse su redacción a finales del s. I o inicios del s. II), el de los egipcios (gnóstico, de finales del s. II según C. Vidal Manzanares), el ebionita (identificado por Quasten con el de los Doce Apóstoles, datado a inicios del s. III, se manifiesta opuesto a los sacrificios levíticos), el de Pedro (del s. II, sufría de cierta influencia docética. Al parecer, en él los hermanos de Jesús eran identificados con hijos de José tenidos de una esposa anterior a María), el de Nicodemo (escrito en torno al s. V, parece ser una respuesta cristiana a un libelo anticristiano publicado durante la persecución de Maximino Daia en 3ll ó 312), el Protoevangelio de Santiago (de enorme influencia posterior ya que, como ha señalado C. Vidal Manzanares, constituye el principal aporte escrito del judeo-cristianismo a la mariología.

Este mismo autor ha señalado la posibilidad de que se trate de un intento de defensa de la legitimidad de Jesús frente a las calumnias judías. En él se defiende por primera vez la idea de la virginidad de María antes, durante y después del parto. Su datación ha de situarse, como mínimo, en el s. II. El Decreto gelasiano del s. VI lo declaró herético. No obstante, su aporte a la liturgia católica es considerable), el de Tomás (gnóstico, C. Vidal Manzanares lo ha datado en el s. II, pero algunos especialistas lo retrotraen al s. I e incluso lo sitúan antes de la redacción de alguno de los evangelios canónicos. Sin duda es el más importante de los Evangelios apócrifos, y ha conservado algunos dichos de Jesús no recogidos en otras fuentes y que cuentan con la posibilidad de ser originales), el Evangelio árabe de la infancia de Jesús, la Historia árabe de José el Carpintero (hacia el s. IV-V), el Evangelio de Felipe (gnóstico, se puede datar en la segunda mitad del s. III); el de Matías (anterior a la época de Orígenes), el de Bernabé (del que no nos ha llegado nada si bien sabemos que el Decreto Gelasiano lo consideró apócrifo), el de Bartolomé (un conjunto de diálogos en el que diversos personajes, incluido Satanás, responden a las preguntas del autor acerca del descenso de Cristo a los infiernos), el de Andrés (gnóstico), el de Judas Iscariote (gnóstico), el de Tadeo, el de Eva (gnóstico), el de Basílides (gnóstico), el de Cerinto (gnóstico), el de Valentín (gnóstico) y el de Apeles (gnóstico). En su conjunto todas estas obras, si bien nos permiten acceder al pensamiento de algunos grupos heréticos, especialmente los gnósticos, carecen de validez histórica a la hora de estudiar la figura y la enseñanza de Jesús, con la excepción — que ha de ser muy matizada-del Evangelio gnóstico de Tomás en el que, no obstante, la coloración heterodoxa obliga a desconfiar de la fuente. Ver Gnosticismo.



DICCIONARIO DE PATRÍSTICA- César Vidal Manzanares - Cuadrato