Evangelii nuntiandi ES 54

Ayuda a la fe de los fieles

54 Sin embargo, la Iglesia no se siente dispensada de prestar una atención igualmente infatigable hacia aquellos que han recibido la fe y que, a veces desde hace muchas generaciones permanecen en contacto con el Evangelio. Trata asi de profundizar, consolidar, alimentar, hacer cada vez mas madura la fe de aquellos que se llaman ya fieles o creyentes, a fin de que lo sean cada vez mas.

Esta fe esta casi siempre enfrentada al secularismo, es decir, a un ateismo militante; es una fe expuesta a pruebas y amenazas, mas aun, una fe asediada y combatida. Corre el riesgo de morir por asfixia o por inanicion, si no se la alimenta y sostiene cada dia. Por tanto evangelizar debe ser, con frecuencia, comúnicar a la fe de los fiele -particularmente mediante una catequesis llena de savia evangélica y con un lenguaje adaptado a los tiempos y a las personas- este alimento y este apoyo necesarios.

La Iglesia católica abriga un vivo anhelo de los cristianos que no estan en plena comúnión con Ella: mientras prepara con ellos la unidad querida por Cristo, y precisamente para preparar la unidad en la verdad, tiene conciencia de que faltaria gravemente a su deber si no diese testimonio, ante ellos, de la plenitud de la revelación de que es depositaria.



Secularismo ateo

55 Igualmente significativa es la preocupacion, presente en el Sinodo, hacia dos esferas muy diferentes la una de la otra y sin embargo muy proximas entre si por el desafio que, cada una a su modo, lanzan a la evangelizacion. La primera es aquella que podemos llamar el aumento de la incredulidad en el mundo moderno. El Sinodo se propuso describir este mundo moderno: bajo este nombre genérico, ¡cuantas corrientes de pensamiento, valores y contravalores, aspiraciones latentes o semillas de destruccion, convicciones antiguas que desaparecen y convicciones nuevas que se imponen!

Desde el punto de vista espiritual, este mundo moderno parece debatirse siempre en lo que un autor contemporaneo ha llamado "el drama del humanismo ateo" (77).

Por una parte, hay que constatar en el corazón mismo de este mundo contemporaneo un fenomeno, que constituye como su marca mas caracteristica: el secularismo. No hablamos de la secularización en el sentido de un esfuerzo, en si mismo justo y legitimo, no incompatible con la fe y la religion, por descubrir en la creacion, en cada cosa o en cada acontecimiento del universo, las leyes que los rigen con una cierta autonomia, con la convicción interior de que el Creador ha puesto en ellos sus leyes. El reciente Concilio afirmo, en este sentido, la legitima autonomia de la cultura y, particularmente, de las ciencias (78). Tratamos aqui del verdadero secularismo: una concepción del mundo según la cual este ultimo se explica por si mismo sin que sea necesario recurrir a Dios; Dios resultaria pues superfluo y hasta un obstaculo. Dicho secularismo, para reconocer el poder del hombre, acaba por sobrepasar a Dios e incluso por renegar de El.

Nuevas formas de ateismo -un ateismo antropocéntrico, no ya abstracto y metafisico, sino pragmatico y militante- parecen desprenderse de él. En unión con este secularismo ateo, se nos propone todos los dias, bajo las formas mas distintas, una civilización del consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder y de dominio, de discriminaciones de todo género: constituyen otras tantas inclinaciones inhumanas de este "humanismo".

Por otra parte, y paradojicamente, en este mismo mundo moderno, no se puede negar la existencia de valores inicialmente cristianos o evangélicos, al menos bajo forma de vida o de nostalgia. No seria exagerado hablar de un poderoso y tragico llamamiento a ser evangelizado.

77. Henri de Lubac, Le drame de l'humanisme athée, Ed. Spes, Paris 1945.
78. Cf. Const. past.
GS 59: AAS 58 (1966), p. 1080.


Los que no practican

56 Una segunda esfera es la de los no practicantes; toda una muchedumbre, hoy dia muy numerosa, de bautizados que, en gran medida, no han renegado formalmente de su bautismo, pero estan totalmente al margen del mismo y no lo viven. El fenomeno de los no practicantes es muy viejo en la historia del cristianismo y supone una debilidad natural, una gran incongruencia que nos duele en lo mas profundo de nuestro corazon. Sin embargo, hoy dia presenta aspectos nuevos. Se explica muchas veces por el desarraigo tipico de nuestra época. Nace también del hecho de que los cristianos se aproximan hoy a los no creyentes y reciben constantemente el influjo de la incredulidad. Por otra parte, los no practicantes contemporaneos, mas que los de otras épocas tratan de explicar y justificar su posición en nombre de una religión interior, de una autonomia o de una autenticidad personal.

Ateos y no creyentes por una parte, no practicantes por otra, oponen a la evangelización resistencias no pequenas. Los primeros, la resistencia de un cierto rechazo, la incapacidad de comprender el nuevo orden de las cosas, el nuevo sentido del mundo, de la vida, de la historia, que resulta una empresa imposible si no se parte del Absoluto que es Dios. Los otros, la resistencia de la inercia, la actitud un poco hostil de alguien que se siente como de casa, que dice saberlo todo, haber probado todo y ya no cree en nada.

Secularismo ateo y ausencia de practica religiosa se encuentran en los adultos y en los jóvenes, en la élite y en la masa, en las antiguas y en las jóvenes Iglesias. La acción evangelizadora de la Iglesia, que no puede ignorar estos dos mundos ni detenerse ante ellos, debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuados para proponerles la revelación de Dios y la fe en Jesucristo.



Anuncio a las muchedumbres

57 Como Cristo durante el tiempo de su predicacion, como los Doce en la manana de Pentecostés, la Iglesia tiene también ante si una inmensa muchedumbre humana que necesita del Evangelio y tiene derecho al mismo, pues Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (79).

Sensible a su deber de predicar la salvación a todos sabiendo que el mensaje evangélico no esta reservado a un pequeno grupo de iniciados, de privilegiados o elegidos, sino que esta destinado a todos, la Iglesia hace suya la angustia de Cristo ante las multitudes errantes y abandonadas "como ovejas sin pastor" y repite con frecuencia su palabra: "Tengo compasión de la muchedumbre" (80).

Pero también es consciente de que, por medio de una eficaz predicación evangélica, debe dirigir su mensaje al corazón de las masas, a las comúnidades de fieles, cuya acción puede y debe llegar a los demas.

79.
1Tm 2,4.
80. Mt 9,36 Mt 15,32,


Comúnidades eclesiales de base

58 El Sinodo se ocupo mucho de estas "pequenas comúnidades" o "comúnidades de base", ya que en la Iglesia de hoy se las menciona con frecuencia. ¿Qué són y por qué deben ser destinatarias especiales de la evangelización y al mismo tiempo evangelizadoras?

Florecen un poco por todas partes en la Iglesia, según los distintos testimonios escuchados durante el Sinodo, y se diferencian bastante entre si aun dentro de una misma region, y mucho mas de una región a otra.

En ciertas regiones surgen y se desarrollan, salvo alguna excepcion, en el interior de la Iglesia, permaneciendo solidarias con su vida, alimentadas con sus enseñanzas, unidas a sus Pastores. En estos casos, nacen de la necesidad de vivir todavia con mas intensidad la vida de la Iglesia; o del deseo y de la busqueda de una dimensión mas humana que dificilmente pueden ofrecer las comúnidades eclesiales mas grandes, sobre todo en las metropolis urbanas contemporaneas que favorecen a la vez la vida de masa y el anonimato. Pero igualmente pueden prolongar a nivel espiritual y religioso -culto, cultivo de una fe mas profunda, caridad fraterna, oracion, comúnión con los Pastores- la pequena comúnidad sociologica, el pueblo, etc. O también quieren reunir para escuchar y meditar la Palabra, para los sacramentos y el vinculo del Agape, grupos homogéneos por la edad, la cultura, el estado civil o la situación social, como parejas, jóvenes, profesionales, etc., personas éstas que la vida misma encuentra ya unidas en la lucha por la justicia, la ayuda fraterna a los pobres, la promoción humana, etc. O, en fin, reunen a los cristianos donde la penuria de sacerdotes no favorece la vida normal de una comúnidad parroquial. Todo esto, por supuesto, al interior de las comúnidades constituidas por la Iglesia, sobre todo de las Iglesias particulares y de las parroquias.

En otras regiones, por el contrario, las comúnidades de base se reunen con un espiritu de critica amarga hacia la Iglesia, que estigmatizan como "institucional" y a la que se oponen como comúnidades carismaticas, libres de estructuras, inspiradas unicamente en el Evangelio. Tienen pues como caracteristica una evidente actitud de censura y de rechazo hacia las manifestaciones de la Iglesia: su jerarquia, sus signos. Contestan radicalmente esta Iglesia. En esta linea, su inspiración principal se convierte rapidamente en ideologica y no es raro que sean muy pronto presa de una opción politica, de una corriente, y mas tarde de un sistema, o de un partido, con el riesgo de ser instrumentalizadas.

La diferencia es ya notable: las comúnidades que por su espiritu de contestación se separan de la Iglesia, cuya unidad perjudican, pueden llamarse "comúnidades de base", pero ésta es una denominación estrictamente sociologica. No pueden, sin abusar del lenguaje, llamarse comúnidades eclesiales de base, aunque tengan la pretensión de perseverar en la unidad de la Iglesia, manteniéndose hostiles a la jerarquia. Este nombre pertenece a las otras, a las que se forman en Iglesia para unirse a la Iglesia y para hacer crecer a la Iglesia.

Estas ultimas comúnidades seran un lugar de evangelizacion, en beneficio de las comúnidades mas vastas, especialmente de las Iglesias particulares, y seran una esperanza para la Iglesia universal, como Nos mismo dijimos al final del Sinodo, en la medida en que:

- buscan su alimento en la palabra de Dios y no se dejan aprisionar por la polarización politica o por las ideologias de moda, prontas a explotar su inmenso potencial humano;

- evitan la tentación siempre amenazadora de la contestación sistematica y del espiritu hipercritico, bajo pretexto de autenticidad y de espiritu de colaboracion;

- permanecen firmemente unidas a la Iglesia local en la que ellas se insieren, y a la Iglesia universal, evitando asi el peligro muy real de aislarse en si mismas, de creerse, después, la unica auténtica Iglesia de Cristo y, finalmente, de anatemizar a las otras comúnidades eclesiales;

- guardan una sincera comúnión con los Pastores que el Señor ha dado a su Iglesia y al Magisterio que el Espiritu de Cristo les ha confiado;

- no se creen jamas el unico destinatario o el unico agente de evangelizacion, esto es, el unico depositario del Evangelio, sino que, conscientes de que la Iglesia es mucho mas vasta y diversificada, aceptan que la Iglesia se encarna en formas que no són las de ellas;

- crecen cada dia en responsabilidad, celo, compromiso e irradiación misioneros;

- se muestran universalistas y no sectarias.

Con estas condiciones, ciertamente exigentes pero también exaltantes, las comúnidades eclesiales de base corresponderan a su vocación mas fundamental: escuchando el Evangelio que les es anunciado, y siendo destinatarias privilegiadas de la evangelizacion, ellas mismas se convertiran rapidamente en anunciadoras del Evangelio.




VI. AGENTES DE LA EVANGELIZACION


La Iglesia entera es misionera

59 Si hay hombres que proclaman en el mundo el Evangelio de salvacion, lo hacen por mandato, en nombre y con la gracia de Cristo Salvador. "¿Como predicaran si no són enviados?" (81), escribia el que fue sin duda uno de los mas grandes evangelizadores. Nadie puede hacerlo, sin haber sido enviado.

¿Quién tiene, pues, la misión de evangelizar?

El Concilio Vaticano II ha dado una respuesta clara: "Incumbe a la Iglesia por mandato divino ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda creatura" (82). Y en otro texto afirma: "La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios" (83).

Hemos recordado anteriormente esta vinculación intima entre la Iglesia y la evangelizacion. Cuando la Iglesia anuncia el reino de Dios y lo construye, ella se implanta en el corazón del mundo como signo e instrumento de ese reino que esta ya presente y que viene. El Concilio ha recogido, porque són muy significativas, estas palabras de San Agustin sobre la acción misionera de los Doce: "predicando la palabra de verdad, engendrarón las Iglesias" (84).

81. Rm 10,15,
82. Decl. Dignitatis humanae, DH 13: AAS 58 (1966), p. 939; cf. Const. dogm. Lumen gentium, LG 5: AAS 57 (1965), pp. 7-8; Decr. Ad gentes, AGD 1: AAS 58 (1966), p. 947.
83. Cf. Decr. AGD 35: AAS 58 (1966), p. 983.
84. S. Agustin, Enarrat, in Ps 44,23, CCL XXXVIII, p. 510; cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. AGD 1: AAS 58 (1966), p. 947.


Un acto eclesial

60 La constatación de que la Iglesia es enviada y tiene el mandato de evangelizar a todo el mundo, deberia despertar en nosotros una doble conviccion.

Primera: evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. Cuando el mas humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar mas apartado, predica el Evangelio, reune su pequena comúnidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vinculos invisibles y raices escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia. Esto supone que lo haga, no por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre.

De ahi, la segunda conviccion: si cada cual evangeliza en nombre de la Iglesia, que a su vez lo hace en virtud de un mandato del Señor, ningun evangelizador es el dueno absoluto de su acción evangelizadora, con un poder discrecional para cumplirla según los criterios y perspectivas individualistas, sino en comúnión con la Iglesia y sus Pastores.

La Iglesia es toda ella evangelizadora, como hemos subrayado. Esto significa que para el conjunto del mundo y para cada parte del mismo donde ella se encuentra, la Iglesia se siente responsable de la tarea de difundir el Evangelio.



La perspectiva de la Iglesia universal

61 Llegados a este punto de nuestra reflexión nos detenemos con vosotros, hermanos e hijos, sobre una cuestión particularmente importante en nuestros dias.

En su celebración liturgica, en su testimonio ante los jueces y los verdugos, en sus textos apologéticos, los primeros cristianos manifestaban gustosamente su fe profunda en la Iglesia, indicandola como extendida por todo el universo. Tenian plena conciencia de pertenecer a una gran comúnidad que ni el espacio ni el tiempo podian limitar: "Desde el justo Abel hasta el ultimo elegido" (85), "hasta los extremos de la tierra" (86), "hasta la consumación del mundo" (87).

Asi ha querido el Señor a su Iglesia: universal, arbol grande cuyas ramas dan cobijo a las aves del cielo (88), red que recoge toda clase de peces (89) o que Pedro saca cargada de 153 grandes peces (90), rebano que un solo pastor conduce a los pastos (91). Iglesia universal sin limites ni fronteras, salvo, por desgracia, las del corazón y del espiritu del hombre pecador.

85. S. Gregorio Magno, Homil. in Evangelia 19,1: PL 76,1154.
86.
Ac 1,8 cf. Didaché,9,1: Funk, Patres Apostolici,1,22.
87. Mt 28,20,
88. Mt 13,32,
89. Mt 13,47,
90. Jn 21,11,
91. Jn 10,1-16.


La perspectiva de la Iglesia particular

62 Sin embargo, esta Iglesia universal se encarna de hecho en las Iglesias particulares, constituidas de tal o cual porción de humanidad concreta, que hablan tal lengua, són tributarias de una herencia cultural, de una visión del mundo, de un pasado historico, de un substrato humano determinado. La apertura a las riquezas de la Iglesia particular responde a una sensibilidad especial del hombre contemporaneo.

Guardémonos bien de concebir la Iglesia universal como la suma o, si se puede decir, la federación mas o menos anomala de Iglesias particulares esencialmente diversas. En el pensamiento del Señor es la Iglesia, universal por vocación y por mision, la que, echando sus raices en la variedad de terrenos culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo aspectos, expresiones externas diversas.

Por lo mismo, una Iglesia particular que se desgajara voluntariamente de la Iglesia universal perderia su referencia al designio de Dios y se empobreceria en su dimensión eclesial. Pero, por otra parte, la Iglesia "difundida por todo el orbe" se convertiria en una abstraccion, si no tomase cuerpo y vida precisamente a través de las Iglesias particulares. Solo una atención permanente a los dos polos de la Iglesia nos permitira percibir la riqueza de esta relación entre la Iglesia universal e Iglesias particulares.



Adaptación y fidelidad de lenguaje

63 Las Iglesias particulares profundamente amalgamadas, no solo con las personas, sino también con las aspiraciones, las riquezas y limites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el mundo que distinguen a tal o cual conjunto humano, tienen la función de asimilar lo esencial del mensaje evangélico, de trasvasarlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje que esos hombres comprenden, y, después de anunciarlo en ese mismo lenguaje.

Dicho trasvase hay que hacerlo con el discernimiento, la seriedad, el respeto y la competencia que exige la materia, en el campo de las expresiones liturgicas (92), de las catequesis, de la formulación teologica, de las estructuras eclesiales secundarias, de los ministerios. El lenguaje debe entenderse aqui no tanto a nivel semantico o literario cuanto al que podria llamarse antropologico y cultural.

El problema es sin duda delicado. La evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia, si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su "lengua", sus signos y simbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, no llega a su vida concreta. Pero, por otra parte, la evangelización corre el riesgo de perder su alma y desvanecerse, si se vacia o desvirtua su contenido, bajo pretexto de traducirlo; si queriendo adaptar una realidad universal a un espacio local, se sacrifica esta realidad y se destruye la unidad sin la cual no hay universalidad. Ahora bien, solamente una Iglesia que mantenga la conciencia de su universalidad y demuestre que es de hecho universal puede tener un mensaje capaz de ser entendido por encima de los limites regionales, en el mundo entero.

Una legitima atención a las Iglesias particulares no puede menos de enriquecer a la Iglesia. Es indispensable y urgente. Responde a las aspiraciones mas profundas de los pueblos y de las comúnidades humanas de hallar cada vez mas su propia fisonomia.

92. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const.
SC 37-38: AAS 56 (1964), p. 110. Cf. también los libros liturgicos y los demas documentos emanados posteriormente de la Santa Sede para llevar a cabo la reforma liturgica preconizada por el mismo Concilio.


Apertura de la Iglesia universal

64 Pero este enriquecimiento exige que las Iglesias locales mantengan esa clara apertura a la Iglesia universal. Hay que notar bien, por lo demas, que los cristianos mas sencillos, mas evangélicos, mas abiertos al verdadero sentido de la Iglesia, tienen una sensibilidad espontanea con respecto a esta dimensión universal; sienten instintiva y profundamente su necesidad; se reconocen facilmente en ella, vibran con ella y sufren en lo mas hondo de si mismos cuando, en nombre de teorias que ellos no comprenden, se les quiere imponer una iglesia desprovista de esta universalidad, iglesia regionalista, sin horizontes.

Por otra parte, como demuestra la historia, cada vez que tal o cual Iglesia particular, a veces con las mejores intenciones, con argumentos teologicos, sociologicos, politicos o pastorales, o también con el deseo de una cierta libertad de movimiento o de accion, se ha desgajado de la Iglesia universal y de su centro viviente y visible, muy dificilmente ha escapado -si es que lo ha logrado- a dos peligros igualmente graves: peligro, por una parte, de aislamiento esterilizador y también, a corto plazo, de desmoronamiento, separandose de ella las células, igual que ella se ha separado del nucleo central; y, por otra parte, peligro de perder su libertad cuando, desgajada del centro y de las otras Iglesias que le comúnicaban fuerza y energia, se encuentra abandonada, quedando sola frente a las fuerzas mas diversas de servilismo y explotacion.

Cuanto mas ligada esta una Iglesia particular por vinculos solidos a la Iglesia universal -en la caridad y la lealtad, en la apertura al Magisterio de Pedro, en la unidad de la Lex orandi, que es también Lex credendi, en el deseo de unidad con todas las demas Iglesias que componen la universalidad-, tanto mas esta Iglesia sera capaz de traducir el tesoro de la fe en la legitima variedad de expresiones de la profesión de fe, de la oración y del culto, de la vida y del comportamiento cristianos, del esplendor del pueblo en que ella se inserta. Tanto mas sera también evangelizadora de verdad, es decir, capaz de beber en el patrimonio universal para lograr que el pueblo se aproveche de él, asi como de comúnicar a la Iglesia universal la experiencia y la vida de su pueblo, en beneficio de todos.



El inalterable deposito de la fe

65 Precisamente en este sentido quísimos pronunciar, en la clausura del Sinodo, una palabra clara y llena de paterno afecto, insistiendo sobre la función del Sucesor de Pedro como principio visible, viviente y dinamico de la unidad entre las Iglesias y, consiguientemente, de la universalidad de la unica Iglesia (93). Insistiamos también sobre la grave responsabilidad que nos incumbe, que compartimos con nuestros hermanos en el Episcopado, de guardar inalterable el contenido de la fe católica que el Señor confio a los Apostoles: traducido en todos los lenguajes, revestido de simbolos propios en cada pueblo, explicitado por expresiones teologicas que tienen en cuenta medios culturales, sociales y también raciales diversos, debe seguir siendo el contenido de la fe católica tal cual el Magisterio eclesial lo ha recibido y lo transmite.

93. Pablo VI, Discurso en la clausura de la III Asamblea General del Sinodo de los Obispos (23 octubre 1974): AAS 66 (1974), p. 636.



Tareas diferenciadas

66 Toda la Iglesia esta pues llamada a evangelizar y, sin embargo, en su seno tenemos que realizar diferentes tareas evangelizadoras. Esta diversidad de servicios en la unidad de la misma misión constituye la riqueza y la belleza de la evangelizacion. Recordemos estas tareas en pocas palabras.

En primer lugar, séanos permitido señalar en las paginas del Evangelio la insistencia con la que el Señor confia a los Apostoles la función de anunciar la Palabra. El los ha escogido (94), formado durante varios anos de intimidad (95), constituido (96) y mandado (97) como testigos y maestros autorizados del mensaje de salvacion. Y los Doce han enviado a su vez a sus sucesores que, en la linea apostolica, continuan predicando la Buena Nueva.

94.
Jn 15,16 Mc 3,13-19 Lc 6,13-16,
95. Ac 1,21-22
96. Mc 3,14,
97. Mc 3,15 Lc 9,2,


El Sucesor de Pedro

67 El Sucesor de Pedro, por voluntad de Cristo, esta encargado del ministerio preeminente de enseñar la verdad revelada. El Nuevo Testamento presenta frecuentemente a Pedro "lleno del Espiritu Santo", tomando la palabra en nombre de todos (98). Por eso mismo San León Magno habla de él como de aquel que ha merecido el primado del apostolado (99). Por la misma razón la voz de la Iglesia presenta al Papa "en el culmen -in apice, in specula-, del apostolado" (100). El Concilio Vaticano II ha querido subrayarlo, declarando que "el mandato de Cristo de predicar el Evangelio a toda criatura (Mc 16,15) se refiere ante todo e inmediatamente a los obispos con Pedro y bajo la guia de Pedro" (101).

La potestad plena, suprema y universal (102) que Cristo ha confiado a su Vicario para el gobierno pastoral de su Iglesia, consiste por tanto especialmente en la actividad, que ejerce el Papa, de predicar y de hacer predicar la Buena Nueva de la salvacion.

98. Ac 4,8, cf. Ac 2,14 Ac 2,12.
99. Cf. S. León Magno, Sermo 69,3; Sermo 70,1-3; Sermo 94,3; Sermo 95,2: S. Ch. 200, pp. 50-52; 58-66; 258-260; 268.
100. Cf. Conc. Ecum. Lugdunense I. Const. Ad apostolicae dignitatis: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Ed. Instituto per le Scienze Religiose, Bolonia 1973, p. 278; Conc. Ecum. Viennense, Const. Ad providam Christi, ed. cit., p. 343; Conc. Ecum. Lateranense V. Bula In apostolici culminis, ed. cit., p. 606; Bula Postquam ad universalis, ed. cit., p. 609; Const. Supernae dispositionis, ed. cit., p. 614; Const. Divina disponente clementia, ed. cit., p. 638.
101. Decr. AGD 38: AAS 58 (1966), p. 985.
102. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. LG 22, AAS 57 (1965), p. 26.


Obispos y Sacerdotes

68 Unidos al Sucesor de Pedro, los obispos, sucesores de los Apostoles, reciben en virtud de su ordenación episcopal, la autoridad para enseñar en la Iglesia la verdad revelada. Són los maestros de la fe.

A los obispos estan asociados en el ministerio de la evangelizacion, como responsables a titulo especial, los que por la ordenación sacerdotal obran en nombre de Cristo (103), en cuanto educadores del pueblo de Dios en la fe, predicadores, siendo además ministros de la Eucaristia y de los otros sacramentos.

Todos nosotros, los Pastores, estamos pues invitados a tomar conciencia de este deber, mas que cualquier otro miembro de la Iglesia. Lo que constituye la singularidad de nuestro servicio sacerdotal, lo que da unidad profunda a la infinidad de tareas que nos solicitan a lo largo de la jornada y de la vida, lo que confiere a nuestras actividades una nota especifica, es precisamente esta finalidad presente en toda acción nuestra: "anunciar el Evangelio de Dios" (104).

He ahi un rasgo de nuestra identidad, que ninguna duda debiera atacar, ni ninguna objeción eclipsar: en cuanto Pastores, hemos sido escogidos por la misericordia del Supremo Pastor (105), a pesar de nuestra insuficiencia, para proclamar con autoridad la Palabra de Dios; para reunir al pueblo de Dios que estaba disperso: para alimentar a este pueblo con los signos de la acción de Cristo que són los sacramentos; para ponerlo en el camino de la salvacion; para mantenerlo en esa unidad de la que nosotros somos, a diferentes niveles, instrumentos activos y vivos; para animar sin cesar a esta comúnidad reunida en torno a Cristo siguiendo la linea de su vocación mas intima. Y cuando, en la medida de nuestros limites humanos y secundando la gracia de Dios, cumplimos todo esto, realizamos una labor de evangelizacion: Nos, como Pastor de la Iglesia universal; nuestros hermanos los obispos, a la cabeza de las Iglesias locales; los sacerdotes y diaconos, unidos a sus obispos, de los que són colaboradores, por una comúnión que tiene su fuente en el sacramento del orden y en la caridad de la Iglesia.

103. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.
LG 10 LG 37: AAS 57 (1965), pp. 14,43; Decr. AGD 39: AAS 58 (1966), p. 986; Decr. PO 2 PO 12 PO 13; AAS 58 (1966), pp. 992,1010,1011.
104. Cf. 1Th 2,9.
105. 1P 5,4,


Los religiosos

69 Los religiosos, también ellos, tienen en su vida consagrada un medio privilegiado de evangelización eficaz. A través de su ser mas intimo, se situan dentro del dinamismo de la Iglesia, sedienta de lo Absoluto de Dios, llamada a la santidad. Es de esta santidad de la que ellos dan testimonio. Ellos encarnan la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Ellos són por su vida signo de total disponibilidad para con Dios, la Iglesia, los hermanos.

Por esto, asumen una importancia especial en el marco del testimonio que, como hemos dicho anteriormente, es primordial en la evangelizacion. Este testimonio silencioso de pobreza y de desprendimiento, de pureza y de transparencia, de abandono en la obediencia puede ser a la vez que una interpelación al mundo y a la Iglesia misma, una predicación elocuente, capaz de tocar incluso a los no cristianos de buena voluntad, sensibles a ciertos valores.

En esta perspectiva se intuye el papel desempenado en la evangelización por los religiosos y religiosas consagrados a la oracion, al silencio, a la penitencia, al sacrificio. Otros religiosos, en gran número, se dedican directamente al anuncio de Cristo. Su actividad misionera depende evidentemente de la jerarquia y debe coordinarse con la pastoral que ésta desea poner en practica. Pero, ¿quién no mide el gran alcance de lo que ellos han aportado y siguen aportando a la evangelizacion? Gracias a su consagración religiosa, ellos son, por excelencia, voluntarios y libres para abandonar todo y lanzarse a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Ellos són emprendedores y su apostolado esta frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan admiracion. Són generosos: se les encuentra no raras veces en la vanguardia de la misión y afrontando los mas grandes riesgos para su santidad y su propia vida. Si, en verdad, la Iglesia les debe muchisimo.



Los seglares

70 Los seglares, cuya vocación especifica los coloca en el corazón del mundo y a la guia de las mas variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelizacion.

Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la comúnidad eclesial -esa es la función especifica de los Pastores-, sino el poner en practica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora, es el mundo vasto y complejo de la politica, de lo social, de la economia, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comúnicación de masas, asi como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los ninos y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc. Cuantos mas seglares hayan impregnados del Evangelio, responsables de estas realidades y claramente comprometidos en ellas, competentes para promoverlas y conscientes de que es necesario desplegar su plena capacidad cristianas, tantas veces oculta y asfixiada, tanto mas estas realidades -sin perder o sacrificar nada de su coeficiente humano, al contrario, manifestando una dimensión trascendente frecuentemente desconocida- estaran al servicio de la edificación del reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús.



La familia

71 En el seno del apostolado evangelizador de los seglares, es imposible dejar de subrayar la acción evangelizadora de la familia. Ella ha merecido muy bien, en los diferentes momentos de la historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de "Iglesia doméstica" (106). Esto significa que en cada familia cristiana deberian reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera. Por otra parte, la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia.

Dentro, pues, de una familia consciente de esta mision, todos los miembros de la misma evangelizan y són evangelizados. Los padres no solo comúnican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido. También las familias formadas por un matrimonio mixto tienen el deber de anunciar a Cristo a los hijos en la plenitud de las implicaciones del bautismo común; tienen además la no facil tarea de hacerse artifices de unidad.

Una familia asi se hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive.

106. Const. dogm.
LG 11: AAS 57 (1965), p. 16; Decr. AA 11: AAS 58 (1966), p. 848; S. Juan Crisostomo, in Genesim Serm. VI,2; VI,1: PG 54,607-608.



Evangelii nuntiandi ES 54