Ecclesia in Africa 85


CAPÍTULO V - "SERÉIS MIS TESTIGOS" EN ÁFRICA


Testimonio y santidad

86 Los desafíos señalados muestran lo oportuna que ha sido la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos: la tarea de la Iglesia en el continente es inmensa; para afrontarla es necesaria la colaboración de todos. El testimonio constituye su elemento central. Cristo interpela a sus discípulos en África y les confía el mandato que dio a los apóstoles el día de la Ascensión: "Seréis mis testigos" (Ac 1,8) en África.


87 El anuncio de la Buena Nueva con la palabra y las obras abre el corazón de las personas al deseo de la santidad, de la configuración con Cristo. San Pablo, en la primera Carta a los Corintios, se dirige "a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro" (1Co 1,2). La predicación del Evangelio tiene también como objetivo la construcción de la Iglesia de Dios, en la perspectiva de la llegada del Reino, que Cristo entregará al Padre al final de los tiempos (cf. 1Co 15,24).

"La entrada en el Reino de Dios pide un cambio de mentalidad (metanoia) y de comportamiento, y un testimonio de vida en palabras y obras, alimentado dentro de la Iglesia por la participación en los sacramentos, particularmente en la Eucaristía, sacramento de salvación" (167).

La inculturación es un camino para la santidad, pues mediante aquélla la fe penetra en la vida de las personas y de sus comunidades originarias. Así como en la Encarnación Cristo asumió la naturaleza humana, excepto en el pecado, así de manera análoga mediante la inculturación el mensaje cristiano asimila los valores de la sociedad a la que se anuncia, descartando lo que está marcado por el pecado. En la medida en que una comunidad eclesial es capaz de integrar los valores positivos de una determinada cultura, se hace instrumento de su apertura a las dimensiones de la santidad cristiana. Una inculturación de la fe realizada con sabiduría purifica y eleva las culturas de los diversos pueblos.

Un papel importante, desde este punto de vista, corresponde a la liturgia. Como modo eficaz de proclamar y vivir los misterios de la salvación, puede contribuir válidamente a elevar y enriquecer las manifestaciones específicas de la cultura de un determinado pueblo. Será, pues, tarea de la autoridad competente cuidar la inculturación, según modelos de reconocido carácter artístico, de los elementos litúrgicos que, a la luz de las normas vigentes, pueden ser modificados (168).

(167) Propositio 5.
(168) Cf. Propositio 34.


I. Agentes de la evangelización

88 La evangelización tiene necesidad de agentes. En efecto, "¿cómo invocarán a aquel (el Señor) en quien no han creído? Cómo creerán en aquel a quien no han oído? Cómo oirán sin que se les predique? Y cómo predicarán si no son enviados?" (Rm 10,14-15). El anuncio del Evangelio sólo puede realizarse plenamente con la aportación de todos los creyentes, a todos los niveles de la Iglesia, tanto universal como local.

Corresponde en primer lugar a esta última, la Iglesia local bajo la responsabilidad del Obispo, coordinar la obra de la evangelización, convocando a los fieles, confirmándolos en la fe mediante la labor de los sacerdotes y catequistas, y sosteniéndolos en la realización de sus respectivas misiones. A este fin, la diócesis debe crear las estructuras necesarias de encuentro, diálogo y programación. Sirviéndose de ellas el Obispo podrá orientar oportunamente el trabajo de los sacerdotes, religiosos y laicos, acogiendo los dones y carismas de cada uno para ponerlos al servicio de una pastoral actualizada e incisiva. En este sentido, serán muy útiles los diversos Consejos previstos por las normas vigentes del Derecho Canónico.


Comunidades eclesiales vivas

89 Los Padres sinodales reconocieron rápidamente que la Iglesia como Familia sólo puede dar su medida de Iglesia ramificándose en comunidades suficientemente pequeñas que permitan estrechas relaciones humanas. Las características de dichas comunidades fueron sintetizadas así por la Asamblea: deben ser lugares donde se atienda en primer lugar a la propia evangelización para después llevar la Buena Nueva a los demás; por eso deben ser lugares de oración y de escucha de la Palabra de Dios; de responsabilización de sus propios miembros; de aprendizaje de vida eclesial; de reflexión sobre los distintos problemas humanos, a la luz del Evangelio. En ellas se deben comprometer sobre todo a vivir el amor universal de Cristo, que transciende las barreras de las solidaridades naturales de los clanes, tribus u otros grupos de interés (169).

(169) Cf. Propositio 9.


Laicado

90 Se debe ayudar a los laicos a tomar cada vez más conciencia del papel que deben ocupar en la Iglesia, reconociendo así la misión que les es propia como bautizados y confirmados, de acuerdo con la enseñanza de la Exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici (170) y de la Encíclica Redemptoris missio (171). Deben, pues, ser preparados para esto mediante adecuados centros o escuelas de formación bíblica y pastoral. Del mismo modo, los cristianos que ocupan puestos de responsabilidad deben ser preparados cuidadosamente para su actividad política, económica y social con una sólida formación en la doctrina social de la Iglesia, para que sean testigos fieles del Evangelio en su ámbito de acción (172).

(170) Cf.
CL 45-46: AAS 81 (1989), 481-506.
(171) Cf. RMi 71-74: AAS 83 (1991), 318-322.
(172) Cf. Propositio 12.


Catequistas

91 "El papel de los catequistas ha sido y continúa siendo determinante en la fundación y extensión de la Iglesia en África. El Sínodo recomienda que los catequistas no sólo se beneficien de una perfecta preparación inicial (...), sino que continúen también recibiendo una formación doctrinal y un apoyo moral y espiritual" (173). Tanto los Obispos como los sacerdotes deben tener una consideración especial para sus catequistas, procurando que tengan condiciones dignas de vida y trabajo, de modo que puedan cumplir bien su misión. Su labor debe ser reconocida y estimada dentro de la comunidad cristiana.

(173) Propositio 13.


La familia

92 El Sínodo ha hecho una llamada explícita para que cada familia cristiana se convierta en "un lugar privilegiado de testimonio evangélico" (174), una verdadera "iglesia doméstica" (175), una comunidad que cree y evangeliza (176), una comunidad en diálogo con Dios (177) y generosamente abierta al servicio del hombre (178). "En el seno de la familia los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe" (179). "Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras". El hogar es así la primera escuela de la vida cristiana y 'escuela del más rico humanismo'" (180).

Los padres deben preocuparse de la educación cristiana de sus hijos. Con la ayuda concreta de familias cristianas estables, serenas y comprometidas, las diócesis podrán planificar el apostolado familiar en el marco de la pastoral de conjunto. Como "iglesia doméstica", construida sobre sólidas bases culturales y sobre los ricos valores de la tradición familiar africana, la familia cristiana está llamada a ser una célula válida de testimonio cristiano en la sociedad marcada por rápidos y profundos cambios. El Sínodo ha sentido esta llamada con particular urgencia en el contexto del Año de la Familia, que la Iglesia estaba celebrando entonces junto con toda la comunidad internacional.

(174) Propositio 14.
(175)
LG 11.
(176) Cf. FC 52: AAS 74 (1982), 144-145.
(177) Cf. FC 55, l. c. 147-148.
(178) Cf. FC 62, l. c., 155.
(179) CEC 1656, que cita el LG 11.
(180) CEC 1657, que cita el LG 10 GS 52.


Jóvenes

93 La Iglesia en África sabe bien que la juventud no es sólo el presente, sino sobre todo el futuro de la humanidad. Es necesario, pues, ayudar a los jóvenes a superar los obstáculos que frenan su desarrollo: el analfabetismo, la ociosidad, el hambre y la droga (181). Para hacer frente a estos desafíos, se debe llamar a los jóvenes a ser evangelizadores de su ambiente. Nadie puede serlo mejor que ellos. Es necesario que la pastoral de la juventud esté presente de modo explícito en el conjunto de la pastoral de las diócesis y de las parroquias, para ofrecer a los jóvenes la ocasión de descubrir muy pronto el valor de la entrega de sí mismos, camino esencial para el desarrollo de la persona (182). A este propósito, la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud se presenta como un medio privilegiado de pastoral de la juventud, que favorece su formación mediante la oración, el estudio y la reflexión.

(181) Cf. Propositio 15.
(182) Cf. Propositio 15.


Hombres y mujeres consagrados

94 "En una Iglesia Familia de Dios, la vida consagrada tiene un papel particular, no sólo para mostrar a todos una llamada a la santidad, sino también para testimoniar la vida fraterna en la comunidad. Por consiguiente, se invita a los consagrados a responder a su vocación en espíritu de comunión y de colaboración con los respectivos Obispos, con el clero y los laicos" (183).

En las condiciones actuales de la misión en África, urge la promoción de vocaciones religiosas a la vida contemplativa y activa, haciendo en primer lugar selecciones prudentes y dando después una sólida formación humana, espiritual y doctrinal, apostólica y misionera, bíblica y teológica. Esta formación debe renovarse en el curso de los años, con constancia y regularidad. Para la fundación de nuevos Institutos religiosos, se ha de proceder con gran prudencia y claro discernimiento, teniendo en cuenta los criterios indicados por el Concilio Vaticano II y las normas canónicas vigentes (184). Los Institutos, una vez fundados, deben ser ayudados a adquirir la personalidad jurídica y a alcanzar la autonomía en la gestión tanto de sus propias obras como de sus respectivos ingresos financieros.

La Asamblea sinodal, después de hacer presente que "los Institutos religiosos que no tienen casas en África" no deben sentirse autorizados a "buscar nuevas vocaciones sin un diálogo previo con el Ordinario del lugar" (185), exhortó a los responsables de las Iglesias locales, y también de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, a promover entre sí el diálogo para crear, en el espíritu de la Iglesia Familia, grupos mixtos que trabajen de acuerdo como testimonio de fraternidad y signo de unidad al servicio de la misión común (186). En esta perspectiva, he acogido la invitación de los Padres sinodales a revisar también, si es necesario, algunos puntos del documento Mutuae relationes (187) para una mejor definición del papel de la vida religiosa en la Iglesia local (188).

(183) Propositio 16, que explícitamente cita el
LG 43-47.
(184) Cf. y PC 19.
(185) Propositio 16.
(186) Cf. Propositio 22.
(187) Congregación para los religiosos y los institutos seculares y Congregación para los obispos, Notas directivas sobre las relaciones entre obispos y religiosos en la Iglesia Mutuae relationes (14 de mayo de 1978): AAS 70 (1978), 473-506.
(188) Cf. Propositio 22.


Futuros sacerdotes

95 "Hoy más que nunca —afirmaron los Padres sinodales— hay que preocuparse de formar a los futuros sacerdotes en los verdaderos valores culturales de sus respectivos países, en el sentido de la honestidad, responsabilidad y fidelidad a la palabra dada. Deben ser formados para que tengan las cualidades de representantes de Cristo, verdaderos servidores y animadores de comunidades cristianas (...) de modo que sean sacerdotes espiritualmente firmes y disponibles, entregados a la causa del Evangelio, capaces de administrar con transparencia los bienes de la Iglesia y llevar una vida sencilla, de acuerdo con su ambiente" (189). Aun respetando las tradiciones propias de las Iglesias orientales, se ha de formar a los seminaristas de modo "que adquieran una verdadera madurez afectiva y tengan las ideas claras y una íntima convicción sobre el vínculo que hay entre el celibato y la castidad del sacerdote" (190); además, deben "recibir una formación adecuada sobre el sentido y el lugar de la consagración a Cristo en el sacerdocio" (191).

(189) Propositio 18.
(190) Propositio 18.
(191) Propositio 18.


Diáconos

96 Allí donde las condiciones pastorales se presten a la estima y comprensión de este antiguo ministerio en la Iglesia, las Conferencias y las Asambleas episcopales estudiaran los modos más adecuados para promover y estimular el diaconado permanente "como ministerio ordenado y también como medio de evangelización" (192). Y donde ya existan los diáconos, se procurará ofrecerles una formación permanente orgánica y completa.

(192) Propositio 17.


Sacerdotes

97 La Asamblea sinodal, profundamente agradecida a todos los sacerdotes, diocesanos y miembros de Institutos, por la obra apostólica desarrollada por ellos, y consciente de las exigencias de la evangelización de los pueblos de África y Madagascar, les exhortó a vivir la "fidelidad a su vocación, en la entrega total de sí mismos a la misión y en comunión plena con el propio Obispo" (193). Es un deber de los Obispos cuidar la formación permanente de los sacerdotes, sobre todo en los primeros años de ministerio (194), ayudándolos especialmente a profundizar en el significado del sagrado celibato y perseverar en su fiel adhesión al mismo, reconociendo "el extraordinario don que Dios les ha dado, y que el Señor alaba tan claramente, y que tengan también presentes los grandes misterios que se expresan y se realizan en él" (195). En este proceso formativo debe reservarse también atención a los sanos valores del ambiente de vida de los sacerdotes. Es oportuno recordar, además, que el Concilio Vaticano II ha animado a los presbíteros a llevar "una cierta vida común", es decir una comunidad de vida manifestada de diversos modos sugeridos por las necesidades personales y pastorales concretas. Esto ayudará a fomentar la vida espiritual e intelectual, la acción apostólica y pastoral, la caridad y la solicitud recíproca, especialmente en relación con los sacerdotes ancianos, enfermos o en dificultad (196).

(193) Propositio 20.
(194) Cf.
PDV 70-77: AAS 84 (1992), 778-796; Propositio 20.
(195) Vaticano II, PO 16.
(196) Cf. PO 8.


Obispos

98 Los Obispos mismos deben tener gran cuidado en apacentar la Iglesia que Dios se adquirió con la sangre de su propio Hijo, cumpliendo así el encargo confiado a ellos por el Espíritu Santo (cf. Ac 20,28). Dedicados, según la recomendación conciliar, a "prestar atención a su misión apostólica como testigos de Cristo ante los hombres" (197), deben ejercer personalmente, colaborando confiadamente con el presbiterio y con los demás agentes pastorales, el insustituible servicio de la unidad en la caridad, atendiendo con solicitud los ministerios de la enseñanza, de la santificación y del gobierno pastoral. Han de procurar atender además a la profundización de su cultura teológica y al afianzamiento de su vida espiritual, participando, en cuanto sea posible, en las jornadas de actualización y de formación organizadas por las Conferencias episcopales o por la Sede Apostólica (198). Nunca han de olvidar, en particular, la exhortación de san Gregorio Magno, según la cual el pastor es luz de sus fieles sobre todo por una conducta moral ejemplar e impregnada de santidad (199).

(197) Vaticano II, CD 11.
(198) Cf. Propositio 21.
(199) Cf. Epistolarum liber, VIII, 33: PL 77, 935.


II. Estructuras para la evangelización

99 Es motivo de alegría y consuelo constatar que "los fieles laicos están asociados cada vez más a la misión de la Iglesia en África y Madagascar", gracias especialmente "al dinamismo de los movimientos de acción católica, de las asociaciones de apostolado y de los nuevos movimientos de espiritualidad". Los Padres del Sínodo han propiciado ardientemente que "este impulso continúe y se desarrolle en todos los niveles del laicado, con los adultos, con los jóvenes y con los mismos niños" (200).

(200) Propositio 23; cf. Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 11: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 9.


Parroquias

100 La parroquia es por su naturaleza el lugar habitual de vida y culto de los fieles. Éstos pueden expresar y realizar allí las iniciativas que la fe y la caridad cristiana sugieren a la comunidad de los creyentes. La parroquia es el lugar donde se manifiesta la comunión de los diversos grupos y movimientos, que encuentran en ella apoyo espiritual y material. Sacerdotes y laicos se deben comprometer para que la vida de la parroquia sea armoniosa, en el contexto de una Iglesia como Familia, donde todos son asiduos "a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Ac 2,42).


Movimientos y asociaciones

101 La unión fraterna para un testimonio vivo del Evangelio debe ser también la finalidad de los movimientos apostólicos y de las asociaciones de carácter religioso. En efecto, los fieles laicos encuentran en ellos una ocasión privilegiada para ser levadura en la masa (cf. Mt 13,33), especialmente cuando se ocupan de las cosas temporales según Dios y en lo referente a la lucha por la promoción de la dignidad humana, de la justicia y la paz.


Escuelas

102 "Las escuelas católicas son contemporáneamente lugares de evangelización, educación integral, inculturación y aprendizaje del diálogo entre jóvenes de religiones y ambientes sociales diferentes" (201). La Iglesia en África y en Madagascar debe ofrecer, por lo tanto, la propia contribución para la promoción de la "escuela para todos" (202) en el marco de la escuela católica, sin descuidar "la educación cristiana de los alumnos de las escuelas no católicas. Se procurará facilitar a los universitarios un programa de formación religiosa correspondiente a su nivel de estudios" (203). Todo esto supone obviamente la preparación humana, cultural y religiosa de los educadores mismos.

(201) Propositio 24.
(202) Propositio 24.
(203) Propositio 24.


Universidades e Institutos Superiores

103 "Las Universidades e Institutos Superiores católicos en África tienen un papel importante en la proclamación de la Palabra salvífica de Dios. Son un signo del crecimiento de la Iglesia cuando incorporan en sus investigaciones las verdades y las experiencias de la fe y ayudan a interiorizarlas. Estos centros de estudio están así al servicio de la Iglesia, ofreciéndole personal bien preparado; estudiando importantes cuestiones teológicas y sociales; desarrollando la teología africana; promoviendo el trabajo de inculturación especialmente en la celebración litúrgica; publicando libros y difundiendo el pensamiento católico; emprendiendo las investigaciones que les encargan los Obispos y contribuyendo a un estudio científico de las culturas" (204).

En estos tiempos de profundos cambios sociales generalizados en el continente, la fe cristiana puede iluminar eficazmente la sociedad africana. "Los centros culturales católicos ofrecen a la Iglesia singulares posibilidades de presencia y acción en el campo de los cambios culturales. En efecto, éstos son unos foros públicos que permiten la amplia difusión, mediante el diálogo creativo, de convicciones cristianas sobre el hombre, la mujer, la familia, el trabajo, la economía, la sociedad, la política, la vida internacional y el ambiente" (205). Son así un lugar de escucha, de respeto y tolerancia.

(204) Propositio 25.
(205) Propositio 26.


Medios materiales

104 Precisamente en esta perspectiva, los Padres sinodales han puesto de relieve cómo es necesario que cada comunidad cristiana sea capaz de satisfacer por sí misma, en cuanto sea posible, las propias necesidades (206). La evangelización requiere, además de personal cualificado, medios materiales y financieros consistentes y las diócesis no siempre disponen de los mismos de modo suficiente. Por tanto, es urgente que las Iglesias particulares de África se propongan el objetivo de llegar cuanto antes a satisfacer ellas mismas sus necesidades, asegurando así su autosuficiencia. Por lo cual, invito de modo apremiante a las Conferencias episcopales, a las diócesis y a todas las comunidades cristianas de las Iglesias del continente, en lo que es de su competencia, a comprometerse para que esta autosuficiencia sea cada vez más real. Al mismo tiempo, dirijo una llamada a las Iglesias hermanas del mundo para que sostengan más generosamente las Obras Misionales Pontificias, de manera que, mediante sus organismos de ayuda, puedan ofrecer a las diócesis necesitadas subsidios económicos destinados a proyectos de inversión, capaces de producir recursos que llevan a su progresiva autofinanciación (207). Además, no se debe olvidar que una Iglesia puede llegar a la autosuficiencia material y financiera sólo si su pueblo no sufre condiciones de extrema miseria.

(206) Cf. Vaticano II, .
(207) Cf. Propositio 27.


CAPÍTULO VI - EDIFICAR EL REINO DE DIOS


Reino de justicia y de paz


105 El mandato de Jesús a sus discípulos en el momento de ascender al cielo está dirigido a la Iglesia de Dios de todos los tiempos y lugares. La Iglesia Familia de Dios en África debe testimoniar a Cristo también mediante la promoción de la justicia y de la paz en el continente y en el mundo entero. "Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 5,9-10), dice el Señor. El testimonio de la Iglesia debe estar acompañado por el compromiso consciente de cada miembro del Pueblo de Dios por la justicia y la solidaridad. Esto es particularmente importante para los laicos que desempeñan funciones públicas, ya que este testimonio exige una actitud espiritual permanente y un estilo de vida en armonía con la fe cristiana.


Dimensión eclesial del testimonio

106 Los Padres sinodales, subrayando la dimensión eclesial de este testimonio, declararon solemnemente: "La Iglesia deber seguir desarrollando su papel profético y ser la voz de los que no tienen voz" (208).

Pero para realizar eficazmente esto, la Iglesia, como comunidad de fe, debe ser un testigo firme de la justicia y la paz incluso en sus estructuras y en las relaciones entre sus miembros. El Mensaje del Sínodo declara valientemente: "Las Iglesias de África han reconocido que, incluso en su interior, la justicia no siempre se respeta en relación con los que están a su servicio. La Iglesia debe ser testigo de justicia y, por ello, reconoce que quien se atreva a hablar a los hombres de justicia debe esforzarse por ser justo a sus ojos. Por esto, es preciso examinar atentamente los actos, los bienes y el estilo de vida de la Iglesia" (209).

Su apostolado, respecto a la promoción de la justicia y, en particular, a la defensa de los derechos humanos fundamentales, no puede dejarse a la improvisación. Consciente del hecho de que en numerosos Países de África se perpetran flagrantes violaciones de la dignidad y de los derechos del hombre, pido a las Conferencias episcopales que instituyan, donde todavía no existan, Comisiones "Justicia y Paz" en los diversos niveles. Éstas deben sensibilizar a las comunidades cristianas en su responsabilidad evangélica sobre la defensa de los derechos humanos (210).

(208) Propositio 45.
(209) Mensaje del Sínodo, n. 43: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 6.
(210) Cf. Propositio 46.


107 Si el anuncio de la justicia y la paz es parte integrante de la tarea de evangelización, de aquí se deduce que la promoción de estos valores debe también formar parte del programa pastoral de cada comunidad cristiana. Por eso insisto en la necesidad de formar a todos los agentes pastorales de un modo adecuado para dicho apostolado: "La formación del clero, religiosos y laicos, impartida en los campos propios de su apostolado, debe insistir en la doctrina social de la Iglesia. Cada uno, según su propio estado de vida, debe tomar conciencia de sus derechos y deberes, aprender el sentido y el servicio del bien común, así como los criterios de una honesta administración de los bienes públicos y de una recta presencia en la vida política, para poder intervenir así de forma creíble ante las injusticias sociales" (211).

La Iglesia, como cuerpo organizado dentro de la comunidad y de la nación, tiene el derecho y el deber de participar plenamente en la edificación de una sociedad justa y pacífica con todos los medios a su alcance. Es necesario recordar aquí su apostolado en los campos de la educación, la atención sanitaria, la sensibilización social y otros programas de asistencia. En la medida en que contribuye con estas actividades a reducir la ignorancia, a mejorar la salud pública y a favorecer una mayor participación de todos en los problemas de la sociedad en espíritu de libertad y corresponsabilidad, la Iglesia crea las condiciones para el progreso de la justicia y de la paz.

(211) Propositio 47.


La sal de la tierra

108 En nuestros días, en el marco de una sociedad pluralista, es sobre todo gracias al compromiso de los católicos en la vida pública como la Iglesia puede ejercer un influjo eficaz. Se espera de los católicos, sean profesionales o profesores, empresarios o funcionarios, agentes de seguridad o políticos, que den testimonio de bondad, verdad, justicia y amor de Dios en sus actividades cotidianas. "La tarea del laico (...) consiste en ser la sal de la tierra y la luz del mundo y, sobre todo, en los lugares donde sólo él puede hacer presente a la Iglesia" (212).

(212) Sínodo de los Obispos, Asamblea especial para África, Mensaje del Sínodo (6 de mayo de 1994), 57: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 7.


Colaborar con los demás creyentes

109 La obligación de comprometerse en el desarrollo de los pueblos no es un deber sólo individual, y mucho menos individualista, como si fuera posible conseguirlo con los esfuerzos aislados de cada uno. Es un imperativo para cada hombre y mujer, así como para las sociedades y las naciones; en particular, es un imperativo para la Iglesia católica y para las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, con las que los católicos están dispuestos a colaborar en este campo (213). En este sentido, al igual que los católicos invitan a los hermanos cristianos a participar en sus iniciativas, del mismo modo, acogiendo las invitaciones que reciben, se manifiestan disponibles a colaborar en las de ellos. Para favorecer el desarrollo integral del hombre los católicos pueden hacer mucho incluso con los creyentes de las otras religiones, como en realidad ya están haciendo en diversos lugares (214).

(213)
UUS 40: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 2 de junio de 1995, 11.
(214) Cf. SRS 32: AAS 80 (1988), 556.


Una buena gestión de los asuntos públicos

110 Los Padres del Sínodo fueron unánimes al reconocer que el mayor desafío para realizar la justicia y la paz en África consiste en administrar bien los asuntos públicos en los campos de la política y la economía, relacionados entre sí. Ciertos problemas tienen origen fuera del continente y, por este motivo, no están completamente bajo el control de los gobernantes y dirigentes nacionales. Pero la Asamblea sinodal reconoció que muchas problemáticas del continente son consecuencia de un modo de gobernar frecuentemente degenerado por la corrupción. Es necesario un fuerte despertar de las conciencias, unido a una firme determinación de la voluntad para poner en acto las soluciones que ya no es posible dejar de lado.


Construir la nación

111 En la vertiente política, el arduo proceso de construcción de unidades nacionales encuentra en el continente africano particulares obstáculos, ya que la mayor parte de los Estados son entidades políticas relativamente recientes. Conciliar profundas diferencias, superar antiguas enemistades de naturaleza étnica e integrarse en un orden mundial requiere una gran habilidad en el arte de gobernar. Por este motivo, la Asamblea sinodal elevó al Señor una ferviente oración para que en África surjan políticos —hombres y mujeres— santos; para que se tengan santos Jefes de Estado, que amen el propio pueblo hasta el fondo y que deseen servir antes que servirse (215).

(215) Cf. Mensaje del Sínodo (6 de mayo de 1994), 35: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 5.


La vía del derecho

112 Los fundamentos de un buen gobierno deben establecerse sobre la sólida base de las leyes, que protejan los derechos y definan los deberes de los ciudadanos (216). Con gran tristeza debo constatar que no pocas naciones africanas están sufriendo todavía bajo regímenes autoritarios y opresivos, que niegan a sus súbditos la libertad personal y los derechos humanos fundamentales, de modo particular la libertad de asociación y de expresión política, y el derecho de elegir a sus propios gobernantes mediante elecciones libres y justas. Estas injusticias políticas provocan tensiones, que a menudo degeneran en conflictos armados y en guerras internas, que llevan consigo graves consecuencias, como carestías, epidemias y destrucciones, por no hablar de los exterminios, del escándalo y de la tragedia de los refugiados. Por este motivo, el Sínodo afirmó con razón que una auténtica democracia, en el respeto del pluralismo, es "uno de los principales caminos por los que la Iglesia avanza con el pueblo. (...) El laico cristiano, comprometido en las luchas democráticas según el espíritu del Evangelio, es el signo de una Iglesia que quiere estar presente en la construcción de un Estado de derecho, en toda África" (217).

(216) Cf. Propositio 56.
(217) Mensaje del Sínodo (6 de mayo de 1994), 34: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 5.


Administrar el patrimonio común

113 El Sínodo hace además una llamada a los gobiernos africanos para que adopten políticas apropiadas con objeto de promover el crecimiento económico y las inversiones, en vista de la creación de nuevos puestos de trabajo (218). Esto implica el compromiso de promover políticas económicas sanas, estableciendo correctas prioridades para la explotación y distribución de los recursos a veces exiguos, de modo que se provea a las necesidades fundamentales de las personas y se asegure una justa y equitativa distribución de beneficios y obligaciones. Los gobiernos tienen, en particular, el inderogable deber de proteger el patrimonio común contra cualquier forma de despilfarro y de apropiación indebida por parte de ciudadanos sin sentido cívico o de extranjeros sin escrúpulos. A los gobiernos corresponde también emprender adecuadas iniciativas para mejorar las condiciones del comercio internacional.

Los problemas económicos de África se han agudizado por el comportamiento deshonesto de algunos gobernantes corruptos que, en complicidad con intereses privados locales o extranjeros, derrochan en su provecho los recursos nacionales, transfiriendo dinero público a cuentas privadas en bancos extranjeros. Se trata de verdaderos y auténticos robos, sea cual fuere la cobertura legal. Deseo vivamente que los organismos internacionales y personas íntegras de los Países africanos o de otros Países del mundo sepan disponer los medios jurídicos adecuados para hacer volver los capitales indebidamente sustraídos. En la concesión de créditos es importante también asegurarse sobre la responsabilidad y la transparencia de los destinatarios (219).

(218) Cf. Propositio 54.
(219) Cf. Propositio 54.



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