Discursos 1979 205
205 El santuario de Kalwaria continúe reuniendo a los peregrinos, sirva a la archidiócesis de Kraków y a toda la Iglesia de Polonia. Se realice aquí una gran obra de renovación espiritual de los hombres, de las mujeres, de la juventud masculina y femenina, del servicio litúrgico del altar, y de todos.
Y a todos los que seguirán viniendo, les pido que recen por uno de los peregrinos de Kalwaria, al que Cristo ha llamado con las mismas palabras dichas a Simón Pedro: "Apacienta mis corderos... Apacienta mis ovejas" (Jn 21,15-19).
Os pido: rezad por mí aquí durante mi vida y después de mi muerte.
Amén.
Queridísimos habitantes de Wadowice: Llego hoy con gran emoción a la ciudad en que nací, a la parroquia en que fui bautizado y acogido para formar parte de la comunidad eclesial, al ambiente al que estuve vinculado durante 18 años de mi vida: desde el nacimiento hasta el examen de madurez.
Deseo daros las gracias por vuestros saludos y, al mismo tiempo, saludar cordialmente y dar la bienvenida a todos. Desde los tiempos en que vivía en Wadowice han transcurrido ya muchos años y el ambiente actual ha sufrido diversos cambios. Saludo, pues, a los nuevos habitantes de Wadowice, pero lo hago pensando en los de antes: en esa generación que vivió el período entre la primera y la segunda guerra mundial, que vivió entonces aquí su juventud. Vuelvo con el pensamiento y el corazón a la escuela elemental —aquí en el Rynek (Plaza del Mercado)— y al instituto de Wadowice, llamado "Marcin Wadowita", que frecuentaba. Vuelvo con el pensamiento y el corazón a mis coetáneos, compañeros y compañeras de escuela, a nuestros padres, maestros y profesores. Algunos de mis coetáneos están aquí todavía, y los saludo con particular cordialidad. Otros se han esparcido por toda Polonia y por el mundo, pero se enterarán de este encuentro nuestro.
Sabemos lo importante que son los primeros años de vida, de la infancia, de la adolescencia, para el desarrollo de la personalidad humana, del carácter. Precisamente estos años me unen indisolublemente a Wadowice, a la ciudad y a sus alrededores. Al río Skawa, a las cadenas de los Beskidy. Por esto he deseado tanto venir aquí, para dar gracias a Dios con vosotros por todo el bien que aquí he recibido. Mi oración se dirige hacia tantos difuntos, comenzando por mis padres, por mi hermano y mi hermana, cuyo recuerdo para mí está ligado a esta ciudad.
Humanamente deseo expresar los sentimientos de mi profunda gratitud al reverendísimo mons. Edward Zacher, que fue mi profesor de religión en el instituto de Wadowice, y que después tuvo el sermón en mi primera Misa, durante las primeras celebraciones como obispo, como arzobispo y cardenal, aquí, en la iglesia de Wadowice, y finalmente también ha hablado hoy con ocasión de esta nueva etapa de mi vida, que no se puede explicar sino con la inconmensurable misericordia divina y con la extraordinaria protección de la Madre de Dios.
Cuando dirijo mi pensamiento atrás a mirar el largo camino de mi vida, considero cómo el ambiente, la parroquia, mi familia, me han llevado a la fuente bautismal de la iglesia de Wadowice, donde el 20 de junio de 1920, me fue concedida la gracia de convertirme en hijo de Dios, junto con la fe en mi Redentor. Ya besé una vez solemnemente esta fuente bautismal. el año del milenio de Polonia, cuando era arzobispo de Kraków. Hoy deseo besarla una vez más como Papa, Sucesor de San Pedro.
Deseo además fijar mi mirada en el rostro de la Madre del Perpetuo Socorro en su imagen de Wadowice
206 Y os pido a todos que ante la imagen de esta Madre me rodeéis con la oración incesante.
¡Mis jóvenes amigos! Permitid que empiece por los recuerdos, ya que está todavía muy reciente el tiempo en que nos encontrábamos frecuentemente en los muchos centros de pastoral para universitarios de Kraków (Cracovia). Nos hemos visto en varias ocasiones y me parece que nos entendíamos bien. Nunca olvidaré nuestras felicitaciones navideñas participando en la Eucaristía, los ejercicios espirituales de Adviento y Cuaresma y otros encuentros. Este año he tenido que pasar la Cuaresma en Roma y, por primera vez, en lugar de hablar a los universitarios polacos de Kraków, he hablado a los universitarios romanos. Os citaré algunos párrafos del discurso que les dirigí en la basílica de San Pedro: «Cristo es Quien ha realizado un cambio fundamental en el modo de entender la vida. Ha enseñado que la vida es un paso, no solamente hacia la frontera de la muerte, sino hacia una vida nueva. Así, la cruz ha venido a ser para nosotros la Cátedra suprema de la verdad de Dios y del hombre. Todos debemos ser alumnos de esta Cátedra "en curso o fuera de curso". Entonces comprenderemos que la cruz es también la cuna del hombre nuevo.
»Los que son sus alumnos, miran la vida así y la comprenden así. Y lo enseñan así a los otros. Imprimen este significado de la vida en toda la realidad temporal: en la moralidad, en la creatividad, en la cultura, en la política, en la economía. Se ha afirmado muchas veces —como sostenían, por ejemplo. los seguidores de Epicuro en los tiempos antiguos, y como hacen en nuestra época, por otros motivos, los secuaces de Marx— que tal concepto de la vida aparte al hombre de la realidad temporal y que, en cierto modo, la anula. La verdad es muy otra. Sólo tal concepción de le vida da plena importancia a todos los problemas de la realidad temporal.Abre la posibilidad de situarlos bien en la existencia del hombre. Y una cosa es segura: tal concepción de la vida no permite encerrar al hombre en las cosas de la temporalidad, no permite subordinarlo completamente a ellas. Decide de su libertad. Dando a la vida humana este significado "pascual", es decir, que es paso, que es paso a la libertad, Jesucristo nos ha enseñado con su palabra, y también con su propio ejemplo, que la vida es una prueba... Y ésta es... la prueba del pensamiento, del "corazón" y de la voluntad, la prueba de la verdad y del amor. En este sentido, es al mismo tiempo la prueba de la alianza con Dios... El concepto de la "prueba" se vincula estrechamente con el concepto de responsabilidad. Ambos están orientados por nuestra voluntad, por nuestros actos. Aceptad, queridos amigos, estos dos conceptos —o, mejor, estas dos realidades— como los elementos de la construcción de la propia humanidad. Esta humanidad vuestra está ya madura y, al mismo tiempo, todavía es joven. Se encuentra en fase de formación definitiva del proyecto de la vida. Esta formación se realiza precisamente en los años "académicos", en el tiempo de los estudios superiores... Es necesario asumir esta prueba con toda responsabilidad. Se trata de una responsabilidad al mismo tiempo personal: para mi vida, para su futuro desarrollo, para su valor, y es también a la vez responsabilidad social: para la justicia y la paz, para el orden moral del propio ambiente nativo y de toda la sociedad, es una responsabilidad para el auténtico bien común. El hombre que tiene tal conciencia del sentido de la vida, no destruye, sino que construye el futuro. Nos lo enseña Cristo».
Tras una tarde transcurrida con la juventud romana, en la que casi todos recibieron la comunión pascual, pensé para mis adentros: ¡Cuánto se asemejan entre sí los estudiantes de todas partes! ¡Como en todas partes, con igual atención, escuchan la Palabra de Dios y participan en la liturgia! Pensé entonces en vosotros, en los retiros espirituales de los universitarios polacos de Kraków, en la forma análoga de recogerse, de reflexionar, de vivir el silencio, en la iglesia de Santa Ana, o en la iglesia de la Madre de Dios en Nowa Wies, o en la iglesia de los dominicos o de los jesuitas, durante parecidos encuentros.
2. Pensé en vosotros también en México cuando me encontré con su juventud universitaria en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Permitidme también que os cite algunas frases de la carta que, a mi regreso de México, escribí dirigida a los universitarios de la América Meridional:
«Durante mi encuentro intuí que vosotros sentís muy profundamente el mal que grava sobre la vida social de las naciones de las que sois hijos e hijas. Os preocupa la necesidad de cambio, la necesidad de construir un mundo mejor, más justo y a la vez más digno del hombre. En este tema vuestros deseos coinciden con la mentalidad que se ha ido acentuando progresivamente a través de la enseñanza y del apostolado de la Iglesia contemporánea. El Concilio Vaticano II frecuentemente da respuesta a esta aspiración para hacer la vida sobre la tierra más humana, más digna del hombre. Esta tendencia cristiana en el fondo y a la vez humana tiene carácter universal: se refiere a cada hombre y consecuentemente a todos los hombres. No puede llevar a restricciones, instrumentalizaciones, falsificaciones, discriminaciones de cualquier clase. Debe llevar consigo la plena verdad sobre el hombre y debe conducir a la plena realización de los derechos humanos. Para que esta noble aspiración que late en el corazón joven y en la voluntad puede llegar a una realización correcta es necesario ver al hombre en toda su dimensión humana. No debe reducirse el hombre a la esfera de sus necesidades meramente materiales. No puede ni debe medirse el progreso sólo con categorías económicas. La dimensión espiritual del ser humano debe encontrar su lugar exacto.
»El hombre es él mismo a través de la madurez de su espíritu, de su conciencia, de su relación con Dios y con el prójimo.
»No existirá un mundo mejor, y un orden mejor de la vida social, si antes no se da preferencia a los valores del espíritu humano. Recordad esto bien vosotros que justamente anheláis cambios que comporten una sociedad mejor y más justa; vosotros, jóvenes, que justamente contestáis toda clase de mal, de discriminación, de violencia, de torturas reservadas a los hombres. Recordad que el orden que deseáis es un orden moral y no lo alcanzaréis en modo alguno, si no dais la precedencia a todo lo que constituye la fuerza del espíritu humano: justicia, amor y amistad» (AAS 71, 1979, págs. 253-254; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 29 de abril de 1979, pág. 6).
3. Hoy gozo también por este nuevo encuentro con vosotros en el marco del jubileo de San Estanislao, en el que tengo la suerte de participar. Cuando escuchamos el Evangelio que la liturgia de la solemnidad de San Estanislao nos recuerda cada año, aparece ante los ojos de nuestra alma Cristo Buen Pastor, que "da su vida por las ovejas" (Jn 10,11); Cristo, que conoce s. sus ovejas como sus ovejas le conocen a El (cf. Jn Jn 10,14): el Buen Pastor, que busca la oveja descarriada y cuando la encuentra "la pone alegre sobre sus hombros" (Lc 15,5) y la lleva con gozo nuevamente al redil.
¿Qué otra cosa podía deciros mejor que ésta? ¡Aprended a conocer a Cristo y dejaos conocer por El! El conoce a cada uno de vosotros de modo especial. No es conocimiento que suscite oposición y rebelión, una ciencia ante la cual sea necesario huir para salvaguardar el propio misterio interior No es una ciencia compuesta de hipótesis, que reduce al hombre a las dimensiones socio-utilitarias. La suya es una ciencia llena de sencilla verdad sobre el hombre y sobre todo llena de amor. Someteos a esta ciencia, sencilla y llena de amor, del Buen Pastor. Estad seguros de que El conoce a cada uno de vosotros más que cuanto cada uno de vosotros se conoce a sí mismo. Conoce, porque ha dado su vida (cf. Jn Jn 15,13). Permitidle que os encuentre.A veces el hombre, el joven, se descarría en sí mismo, en el mundo que lo circunda, entre toda la maraña de las cosas humanas que lo envuelven. Permitid a Cristo que os encuentre. Que conozca todo de vosotros. ¡Que os guíe! Es verdad que para seguir a uno, hay al mismo tiempo que exigirse a sí mismo; tal es la ley de la amistad. Si queremos andar juntos tenemos que estar atentos al camino que hemos de recorrer. Si nos movemos sobre la montaña, conviene seguir las señales. Si escalamos una montaña, no podemos dejar la cuerda. Hay ante todo que conservar la unión con el Amigo divino que tiene por nombre Jesucristo. Hay que colaborar con El.
207 Muchas veces he hablarle de esto y más detallada y ampliamente que hoy. Recordad: Lo que os he dicho y os digo, lo he dicho y lo digo por experiencia personal. Me he maravillado siempre de este admirable poder que Cristo tiene sobre el corazón humano. Y no lo tiene por una razón cualquiera o por un determinado motivo, o porque le interesa o porque vaya a sacar provecho de ello, sino únicamente porque ama y da la vida por sus hermanos (cf. Jn Jn 15,13).
Vosotros sois el futuro del mundo, de la nación, de la Iglesia. "De vosotros depende el mañana...". Aceptad con sentido de responsabilidad la sencilla verdad encerrada en este cántico juvenil y pedir a Cristo, por medio de su Madre, que podáis afrontarla.
Debéis llevar al futuro toda la experiencia de la historia que tiene por nombre "Polonia". Es una experiencia difícil, quizá una de las más difíciles del mundo, de Europa, de la Iglesia. No tengáis miedo a la fatiga, sino solamente a la ligereza y a la pusilanimidad. De esta difícil experiencia que tiene el nombre de "Polonia", se puede lograr un futuro mejor, pero sólo a condición de ser honrados, sobrios, creyentes, libres de espíritu, fuertes en las convicciones.
¡Sed coherentes en vuestra fe!
Sed fieles a la Madre del Buen Amor. Tened confianza en Ella, plasmando vuestro amor y formando vuestras jóvenes familias.
Que Cristo siga siendo para vosotros "camino, verdad y vida".
Reverendísimo y querido decano:
Le agradezco la invitación, que me permite hoy encontrarme con mi tan amada Alma Mater, de la que fui primero estudiante y donde recibí luego el grado de doctor, para más tarde, tras la habilitación en 1953, trabajar durante muchos años corno profesor, doctor-docente y catedrático.
Todos conocen bien lo mucho que me preocupé —cuando era metropolitano de Kraków (Cracovia)— porque fuesen reconocidos los debidos derechos a este Ateneo, que indudablemente los ha merecido, y porque su carácter académico fuese plenamente respetado, en conformidad con las necesidades actuales, que se diferencian, por su naturaleza y esfera de acción, de las del pasado, por ejemplo, de las del período en que la Facultad de Teología de Kraków pertenecía todavía a la Universidad Jagellónica.
1. Atendiendo a esas necesidades, durante mi ministerio en Kraków, traté de:
208 1) Renovar y aumentar el número de investigadores y asegurarles la calificación que, según la ley eclesiástica (en analogía con el procedimiento estatal en Polonia). constituyen la base de su autonomía:
2) Asegurar a una amplia mayoría de estudiantes de teología la fundamental instrucción de carácter académico y los grados académicos correspondientes a esa instrucción, canónicamente válidos. Se trataba, en ese caso concreto, de los alumnos de los seminarios eclesiásticos —futuros sacerdotes y Pastores de almas— de la archidiócesis de Kraków y también de las diócesis de Czestochovva. Katowice y Tarnów, así como de los alumnos pertenecientes a las diversas órdenes y congregaciones religiosas, que estudiaban principalmente en el instituto de los Misioneros Lazaristas en Kraków. Para este fin servía el sistema de acuerdos de colaboración científica entre la Pontificia Facultad Teológica y los mencionados seminarios eclesiásticos, aprobado por la Santa Sede (Sagrada Congregación para la Educación Católica). Durante el último año de mi labor en Kraków, se iniciaron los coloquios preparatorios para estipular un contrato análogo con el seminario de la diócesis de Kielce.
2. La Facultad Teológica, solícita por la ulterior instrucción de los sacerdotes —y en parte también de los laicos—, tras haber terminado los estudios fundamentales, amplió el sistema de los llamados estudios afines a facultades de diverso carácter, como, por ejemplo: estudios catequísticos, litúrgicos, ascéticos, teología pastoral de la familia y estudio del pensamiento contemporáneo. Los estudios mencionados tienen su sede en Kraków.
Además de esto, estudios de análogo carácter funcionan en Rzeszów para los sacerdotes de la diócesis de Przemysl.
3. Si la actividad a que me he referido entra en el llamado cyclus institutionalis (estudio académico fundamental), contemporáneamente la Facultad Teológica también organiza, en conformidad con su carácter y con su estatuto, los estudios que contienen el llamado cyclus specializationis, que preparan a la licenciatura y al doctorado. Tales estudios se realizan sobre todo en Kraków. Además de esto, se ha estipulado ya el contrato con el Ordinario de Tarnów, para abrir allí el Instituto especializado de Patrología. Carácter de especialidad tiene también el Instituto Eclesio-Mariológico, fundado ya antes en Czestochowa, de acuerdo con el Ordinario del lugar. Durante mi ministerio se hizo además la petición correspondiente para el Instituto Pastoral de Katowice.
La especialización exige identificación de especialidades científicas, en cuyo ámbito se ejerce con la posibilidad de conferir grados académicos según sea la especialización. Por eso, me había dirigido al Papa Pablo VI, mediante la Sagrada Congregación para la Educación Católica, con el fin de obtener el permiso de conferir grados académicos no solamente en el ramo de la teología, sino también en el de la filosofía.
La especialización en el campo de la Historia de la Iglesia tiene un motivo peculiar precisamente en Kraków, que posee una particular reserva de posibilidades en este campo. Por eso, la Santa Sede aceptará ciertamente las peticiones referentes a la aprobación de esta especialización en el ateneo de Kraków. Ya desde hace tiempo se hicieron las correspondientes instancias, a consecuencia de las cuales surgió el Instituto de la Historia de la Iglesia dentro de la Pontificia Facultad de Teología.
Poder crear tal especialización separada, así como la de filosofía, corresponde plenamente a mis primitivos proyectos. Lo que abarca también la especialización filosófica bajo forma de tercera facultad del ateneo de Kraków. Os ruego continuéis la actividad en esta dirección.
Expreso mi profundo gozo por haber podido hoy, en este venerado auditorio —junto a mi sucesor y en presencia de los excelentísimos obispos y de todo el consejo de facultad al completo—, rendir homenaje al gran pasado de nuestra Alma Mater de Kraków. Deseo, una vez más también, honrar a la Beata Reina Eduvigis, fundadora de la Facultad Teológica de Kraków. Deseo, por otra parte, con todo el corazón y con plena convicción, confirmar la decisión histórica de mi predecesor el Papa Bonifacio IX, expresada en la Bula Eximiae devotionis affectus, del 11 de mayo de 1397.
Al ateneo, tan amado por mí, auguro la bendición de la Santísima Trinidad y la perpetua protección de María, Sede de la Sabiduría, como también el patrocinio fiel de San Juan de Ketty, que fue profesor en él hace ya más de quinientos años.
209 Venerables hermanos,
ilustres señores:
Estoy verdaderamente contento de poderme encontrar con vosotros, huéspedes de la Iglesia de Polonia, llegados de diversas naciones para participar en las solemnes celebraciones jubilares con ocasión del IX centenario del glorioso martirio de San Estanislao de Szczepanów, obispo de Kraków (Cracovia). Deseo expresaros una vez más mi vivo agradecimiento, porque os habéis adherido amablemente a estas celebraciones, asegurando incluso vuestra presencia, cuando el venerado primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszynski, y yo, entonces arzobispo metropolitano de Kraków, os habíamos hecho llegar nuestra cordial invitación.
1. Estas celebraciones centenarias han adquirido un significado especial y una amplia resonancia también con motivo de que por un misterioso designio de la Divina Providencia, en el pasado octubre fui llamado por los eminentísimos cardenales electores, de la sede de San Estanislao a la Cátedra de San Pedro. He querido participar ahora, como huésped, en el solemne jubileo con los fieles de Polonia y con los peregrinos de todo el mundo, para exaltar juntos la gloriosa figura de mi santo predecesor en la sede de Kraków, y para pedir, al comienzo de mi pontificado, su celeste protección en el cumplimiento de mi nuevo universal servicio pastoral.
Estanislao había nacido en la primera mitad del siglo XI, en la localidad de Szczepanów, en las cercanías de Kraków. Por su profunda piedad y su preparación cultural fue nombrado canónigo de la catedral por el obispo Lamberto Zula. A la muerte de Lamberto, el Papa Alejandro II, a petición del clero, del pueblo y del mismo Rey, Boleslao II el Audaz, elevó a Estanislao a la sede de Kraków.
Dice la historia que las relaciones entre el obispo Estanislao y el Rey Boleslao II, serenas al principio, se deterioraron después a causa de las injusticias y crueldades cometidas por el Rey con sus súbditos. El obispo de Kraków, auténtico "buen Pastor" (cf. Jn Jn 10,10 Jn Jn 10,14), defendió a su grey. El Rey respondió con la violencia. El obispo Estanislao fue matado mientras celebraba la Eucaristía. Todavía están bien visibles las señales de los duros golpes mortales en el venerado cráneo del mártir, preciosamente conservado en el artístico relicario.
2. Desde entonces, San Estanislao se convirtió en el Patrono de Polonia, el bienhechor y protector especialmente de la gente pobre; pero se ha convertido, sobre todo, en ejemplo de los obispos, por haber transmitido y defendido el sagrado depósito de la fe con fortaleza intrépida y con espíritu diamantino; y ha sido considerado desde hace siglos un testigo insigne de la auténtica libertad y de la síntesis fecunda que se realiza en el creyente entre la lealtad a la patria terrena y la fidelidad a Iglesia, que vive en la perspectiva de la ciudad definitiva y futura (cf. Heb He 13,14).
Después de nueve siglos, la personalidad y el mensaje de San Estanislao conservan una actualidad extraordinaria. tanto por el ejemplo de su vida de Pastor de una porción del Pueblo de Dios, como por el testimonio cruento de su martirio. Pero San Estanislao es cierta y especialmente "el hombre" de su época: su ministerio pastoral se desarrolla bajo el pontificado de San Gregorio VII, es decir, en un período en el que la Iglesia reivindica frente a los poderosos de la tierra la propia libertad y la propia originaria misión espiritual. En el siglo XI, Polonia y la Iglesia de Polonia, al comienzo del segundo siglo de su historia, se encontraron también en la órbita de los complejos y delicados problemas, que entonces tenían que vivir y afrontar, tanto Europa, como el mismo cristianismo.
Si el Episcopado polaco se ha permitido invitar a tantos ilustres huéspedes, lo ha hecho precisamente para poner de relieve estos vínculos históricos. Y en nombre de estos vínculos quiero agradeceros vuestra presencia.
Y, por tanto, si en esta ocasión extraordinaria quiero desear algo a todos, es que esta nuestra meditación común sobre los hechos que ocurrieron hace 900 años, nos ayude a ver con mayor perspicacia aún la misión del cristianismo y de la Iglesia en relación con el mundo contemporáneo. Quizá esto tenga una importancia especial para la Europa de hoy, que se encuentra en una etapa de nueva búsqueda de un camino propio y adecuado.
La tarea del cristianismo y de la Iglesia no puede ser otra que una participación creativa en estos esfuerzos. Sólo de este modo, y no de otro, puede expresarse y realizarse nuestra solicitud para preservar y salvaguardar el patrimonio cristiano de Europa y de cada uno de los países europeos.
210 Con estos deseos os renuevo mis sentimientos de profunda gratitud, e invocando sobre vuestras personas la efusión de los favores celestes, os imparto la bendición apostólica, signo de mi estima y benevolencia.
Queridos amigos:
Nos hemos visto ya lejos de aquí y, aunque el Sucesor de Pedro puede sentirse en su casa en cualquier parte del mundo —dado que su mandato es "para todas las gentes" (Mt 28,19)—, sin embargo, me produce especial satisfacción y placer reunirme con vosotros y abriros mis brazos aquí, en el suelo de mi tierra natal. Mi deseo es que hayáis obtenido un nuevo y gran enriquecimiento del espíritu y una profunda paz interior en los santuarios y en los lugares sagrados, donde la fe del pueblo polaco ha sabido expresarse tan intensamente.
La peregrinación es una práctica de tradición antigua entre nosotros, los cristianos. Determinados lugares se consideran especialmente sagrados por la santidad y la virtud adquirida por algunas personas, que vivieron en ellos; su sacralidad aumenta con el paso del tiempo, mediante las oraciones y los sacrificios de las multitudes de peregrinos que van a visitarlos.
Así la virtud engendra nueva virtud; la gracia atrae gracia, y la bondad de un santo o de una santa, mantenida en permanente memoria por un pueblo entero, continúa arraigándose a través de los siglos, renovando, inspirando y fortaleciendo el espíritu de las generaciones sucesivas. De este modo se nos ayuda y anima en el difícil ascenso a la virtud.
Tal vez recordaréis que uno de mis primeros deseos, apenas elegido Papa, fue el de ir en peregrinación a los santuarios de los Patronos nacionales de Italia, San Francisco de Asís y Santa Catalina de Siena. Sentí entonces la necesidad de asegurarme la ayuda de estos grandes santos y de pedir en sus santuarios la resolución y el consejo, que mi nuevo formidable deber exigía. Pero sentía también la necesidad profunda de fortalecer mi espíritu con una peregrinación a los lugares sagrados de mi patria, y doy gracias a Dios que, por su bondad, me lo ha permitido realizar y lo ha hecho posible precisamente este año, en el que Polonia celebra el IX centenario de su Patrono principal, San Estanislao.
Y ahora, en.,el momento de mi partida os doy las gracias, amigos de los mass-media, por haberme acompañado durante mi peregrinación. Os doy las gracias a vosotros y a los diversos medios de comunicación que representáis, por haber traído —y creo poderlo afirmar con seguridad— el mundo entero a Polonia, teniéndolo a mi lado y haciéndole participar en estas preciosas jornadas de oración y de mi regreso a casa.
Al expresaros mi gratitud profunda, querría aún pediros un favor. Os ruego que digáis al mundo y a los pueblos de cada una de vuestras regiones, que Juan Pablo II los ha recordado, los ha tenido en el corazón, ha rezado por ellos eri cada etapa de esta peregrinación: en los santuarios de la Santa Madre de Dios en Warszawa (Varsovia), Czestochowa, Nowy Targ y Maków; ante las tumbas de San Wojciech y San Estanislao en Gniezno y Kraków (Cracovia); en el santuario de la Santa Cruz de Mogila y en la celda de Oswiecim, donde el Beato Maximiliano Kolbe pasó sus últimas horas heroicas de vida. Decidles —porque es verdad—que el Papa reza por ellos cada día, muchas veces al día, dondequiera se encuentre, y les pide que rueguen por él.
Y ahora una palabra especial para vosotros, profesionales de la prensa y de las agencias fotográficas, de la radio, de la televisión y del cine. Cuando os veo ocupados en vuestro trabajo, me siento cada vez más impresionado por la nobleza de la tarea que vuestra vocación y profesión os han confiado. He dicho en otra ocasión (México, enero de 1979) que, a través de una información "completa, cuidadosa, exacta y fiel", vosotros ponéis a cada uno de los hombres o mujeres en condición de participar y ser responsable del "progreso general de todos" (Communio et progressio, 34, 19). Idealmente vuestras vidas están dedicadas al servicio de la verdad. Sólo permaneciendo fieles a este ideal. mereceréis el respeto y la gratitud de todos.
Querría recordaros a este fin lo que Jesucristo dijo durante el proceso que decidiría sobre su vida —y es el único elemento que adujo en su defensa—: "Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad" (Jn 18,37). Aplicaos esto cada uno de vosotros a la propia vida, y os ayudará a aliviar vuestros sufrimientos y a reforzar vuestra valentía en la mayor parte de las pruebas y frustraciones de vuestra existencia.
211 Este es el pensamiento que os dejo hasta cuando nos encontremos de nuevo. Llevad mi saludo y mi agradecimiento a vuestras familias, y mi afecto especial a vuestros niños. Mientras digo adiós a vosotros y a Polonia, os bendigo de todo corazón.
Ilustre Señor Profesor,
¡Presidente del Consejo de Estado de la República Popular Polaca!
Ilustres Señores:
1. Ha llegado el momento de mi despedida de Kraków (Cracovia) y de Polonia. Si bien esta separación no puede ciertamente romper los profundos vínculos espirituales y los sentimientos que me ligan a mi ciudad, a mi patria y a sus ciudadanos, en estos momentos siento dolorosamente esta separación. Pero mi sede episcopal es ahora Roma y allí tengo que volver: allí, donde ningún hijo de la Iglesia, más todavía, podríamos decir, donde ningún hombre —sea polaco o hijo de cualquier otra nación— es extranjero.
Ha llegado ahora el momento de decir adiós y dar las gracias. Ante todo, quiero dirigir mis palabras de agradecimiento al Señor Presidente del Consejo de Estado que —junto con los altos representantes de las autoridades estatales—, ha querido llegar hasta aquí para despedirme, al igual que hace nueve días me dio la bienvenida al llegar a la tierra natal, en nombre de las autoridades de la República polaca. Le doy las gracias por la doble cortesía, que mucho he apreciado y apreciaré siempre por todo lo que significa.
Quiero además, en este lugar, expresar mi cordial agradecimiento por la hospitalidad que se me ha brindado y a la que tanto han contribuido también las autoridades del Estado, lo mismo centrales que locales. Doy las gracias especialmente, una vez más, por el encuentro en el Belvedere el primer día de mi visita a Polonia. Espero que esta visita, que ahora concluye, contribuya al ulterior desarrollo de las relaciones entre el Estado y la Iglesia en Polonia y también entre la Sede Apostólica y Polonia.
Me doy cuenta de lo rica que es en delicadeza la palabra "hospitalidad"; pero, al mismo tiempo, de lo que en este caso contiene de fatiga, de cuántos problemas esconde en sí, cuántos trabajos de preparación, cuántas decisiones y, finalmente, cuánto esfuerzo para su realización.
Por tanto, a todos digo "gracias" y deseo que ese "gracias" llegue a todos aquellos a quienes debo agradecimiento y no sé si habrá alguna persona en la tierra polaca de quien no sea yo deudor en este aspecto.
212 Creo que debo dar gracias a todos. Dirijo la expresión de mi gratitud a las autoridades del Gobierno, a las autoridades de cada uno de los departamentos y a las autoridades de la ciudad de Kraków.
2. ¡Eminentísimo cardenal primado de Polonia! Doy también mis más fervientes gracias a usted por ese "hasta la vista", expresado personalmente y en nombre de toda la Iglesia en Polonia. A las palabras de bienvenida quería responder con todo mi servicio que, gracias a la Divina Providencia y gracias a vuestra cordialidad, he tenido la suerte y el gozo de cumplir en estos pocos días. En este momento, no me queda más que agradecer con todo el corazón a vuestra Eminencia, al Episcopado, a los sacerdotes, a las familias religiosas masculinas y femeninas, y a todo el Pueblo de Dios en Polonia tan calurosos y cordiales sentimientos; las oraciones que me han rodeado en esta inolvidable peregrinación desde Warszawa (Varsovia), a través de Gniezno de San Adalberto, a través de Jasna Góra, hasta San Estanislao en Kraków. Doy gracias a Dios por vuestra fe, por vuestra adhesión a la Sede Apostólica y al Sucesor de San Pedro.
Mi breve permanencia en Polonia ha reforzado todavía más los lazos espirituales que me unen a mi amada patria y a esta Iglesia de la que provengo y a la que quiero servir con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, mediante mi ministerio universal de Papa.
Os agradezco que me hayáis asegurado vuestro recuerdo en las oraciones. Allá, al otro lado de los Alpes, escucharé con el espíritu el sonido de las campanas que llaman a los fieles a la plegaria, especialmente al Angelus y, contemporáneamente, sentiré el latido del corazón de mis connacionales.
"Dios recompense" a la venerable Conferencia del Episcopado Polaco, con el cardenal primado a la cabeza, al metropolitano de Kraków y al obispo-secretario. "Dios recompense" a todos.
3. La visita del Papa a Polonia es ciertamente un acontecimiento sin precedentes, no sólo en este siglo, sino también durante todo el milenio de la vida cristiana polaca, tanto más cuanto que se trata de la visita de un Papa polaco, que tiene el sacrosanto derecho de compartir los sentimientos de su propia nación. En efecto, esta participación es parte integrante de su ministerio de Sucesor de Pedro con relación a toda la Iglesia.
Este acontecimiento sin precedentes es indudablemente un acto de valentía, por ambas partes. Sin embargo, en nuestro tiempo, es necesario un acto tal de valentía. Es necesario tener la valentía de caminar en la dirección en la que nadie ha caminado hasta ahora, del mismo modo que, en un tiempo, fue necesario a Simón tener la valentía de dirigirse desde el lago de Genesaret de Galilea hacía Roma, desconocida para él.
Nuestro tiempo tiene necesidad de un testimonio, que exprese abiertamente la voluntad de acercar entre sí las naciones y regímenes, como condición indispensable para la paz en el mundo. Nuestro tiempo exige de nosotros no cerrarnos en las rígidas fronteras de los sistemas, sino buscar todo lo que es necesario para el bien del hombre, que debe encontrar por todas partes la conciencia y la certeza de su auténtica ciudadanía. Hubiera querido decir: en cualquier sistema de relaciones y de fuerzas.
Gracias, pues, por esta visita, mientras deseo que resulte útil y que en el futuro sirva a las finalidades y a os valores que se había propuesto.
4. ¡Me despido de Kraków! ¡Le deseo una nueva juventud!
Deseo que siga siendo para los polacos, para Europa y para el mundo, ese magnífico testigo de la historia de la nación y de la Iglesia, que es actualmente; deseo que el patrimonio cultural encerrado entre los muros de Kraków, cuyo bien interesa tanto al Señor Presidente del Estado, continúe hablando con tu contenido irrepetible. ¡Me despido de Polonia! ¡Me despido de mi patria!
213 Al partir, beso esta tierra, de la que no puedo separar jamás mi corazón. Os bendiga Dios Omnipotente: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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