Audiencias 1980 158

Miércoles 29 de octubre de 1980

El hombre está llamado al amor

1. Desde hace ya mucho tiempo, nuestras reflexiones de los miércoles se centran sobre el siguiente enunciado de Jesucristo en el sermón de la montaña: "Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella (en relación a ella) en su corazón" (Mt 5,27-28). Últimamente hemos aclarado que dichas palabras no pueden entenderse ni interpretarse en clave maniquea. No contienen, en modo alguno, la condenación del cuerpo y de la sexualidad. Encierran solamente una llamada a vencer la triple concupiscencia, y en particular, la concupiscencia de la carne: lo que brota precisamente de la afirmación de la dignidad personal del cuerpo y de la sexualidad, y únicamente ratifica esta afirmación.

Es importante precisar esta formulación, o sea, determinar el significado propio de las palabras del sermón de la montaña, en las que Cristo apela al corazón humano (cf. Mt 5,27-28) no sólo a causa de "hábitos inveterados" que surgen del maniqueísmo, en el modo de pensar y valorar las cosas, sino también a causa de algunas posiciones contemporáneas que interpretan el sentido del hombre y de la moral. Ricoeur ha calificado a Freud, Marx y Nietzsche como "maestros de la sospecha" [1] (maîtres du soupçon), teniendo presente el conjunto de sistemas que cada uno de ellos representa y quizá, sobre todo, la base oculta y la orientación de cada uno de ellos al entender e interpretar el humanum mismo. Parece necesario aludir, al menos brevemente, a esta base y a esta orientación. Es necesario hacerlo para descubrir, por una parte, una significativa convergencia y, por otra, también una divergencia fundamental con la hermenéutica que tiene su fuente en la Biblia, a la que intentamos dar expresión en nuestros análisis. ¿En que consiste la convergencia? Consiste en el hecho de que los intelectuales antes mencionados, los cuales han ejercido y ejercen gran influjo en el modo de pensar y valorar de los hombres de nuestro tiempo, parece que, en definitiva, también juzgan y acusan al "corazón" del hombre. Aún más, parece que lo juzgan y acusan a causa de lo que en el lenguaje bíblico, sobre todo de San Juan, se llama concupiscencia, la triple concupiscencia.

2. Se podría hacer aquí una cierta distribución de las partes. En la hermenéutica nietzschiana el juicio y la acusación al corazón humano corresponden, en cierto sentido, a lo que en el lenguaje bíblico se llama "soberbia de la vida"; en la hermenéutica marxista, a lo que se llama "concupiscencia de los ojos"; en la hermenéutica freudiana, en cambio, a lo que se llama "concupiscencia de la carne". La convergencia de estas concepciones con la hermenéutica del hombre fundada en la Biblia consiste en el hecho de que, al descubrir en el corazón humano la triple concupiscencia, hubiéramos podido también nosotros limitarnos a poner ese corazón en estado de continua sospecha. Sin embargo, la Biblia no nos permite detenernos aquí. Las palabras de Cristo, según Mateo 5, 27-28, son tales que, aún manifestando toda la realidad del deseo y de la concupiscencia, no permiten que se haga de esta concupiscencia el criterio absoluto de la antropología y de la ética, o sea, el núcleo mismo de la hermenéutica del hombre. En la Biblia, la triple concupiscencia no constituye el criterio fundamental y tal vez único y absoluto de la antropología y de la ética, aunque sea indudablemente un coeficiente importante para comprender al hombre, sus acciones y su valor moral.También lo demuestra el análisis que hemos hecho hasta ahora.

3. Aún queriendo llegar a una interpretación completa de las palabras de Cristo sobre el hombre que "mira con concupiscencia" (cf. Mt 5,27-28), no podemos quedar satisfechos con una concepción cualquiera de la "concupiscencia", incluso en el caso de que se alcanzase la plenitud de la verdad "sicológica" accesible a nosotros; en cambio, debemos sacarla de la primera carta de Juan 2, 15-16 y de la "teología de la concupiscencia" que allí se encierra. El hombre que "mira para desear" es, efectivamente, el hombre de la triple concupiscencia, es el hombre de la concupiscencia de la carne. Por esto él "puede" mirar de este modo e incluso debe ser consciente de que, abandonando este acto interior al dominio de las fuerzas de la naturaleza, no puede quitar el influjo de la concupiscencia de la carne. En Mateo 5, 27-28, Cristo también trata de esto y llama la atención sobre ello. Sus palabras se refieren no sólo al acto concreto de "concupiscencia", sino, indirectamente, también al "hombre de la concupiscencia".

4. ¿Por qué estas palabras del sermón de la montaña, a pesar de la convergencia de lo que dicen respecto al corazón humano [2] con lo que se expresa en la hermenéutica de los "maestros de la sospecha", no pueden considerarse como base de dicha hermenéutica o de otra análoga? Y, ¿por qué constituyen ellas una expresión, una configuración de un ethos totalmente diverso?, ¿diverso, no sólo del maniqueo, sino también del freudiano? Pienso que el conjunto de los análisis y reflexiones hechos hasta ahora da respuesta a este interrogante. Resumiendo, se puede decir brevemente que las palabras de Cristo según Mateo 5, 27-28 no nos permiten detenernos en la acusación al corazón humano y ponerlo en estado de continua sospecha, sino que deben ser entendidas e interpretadas como una llamada dirigida al corazón. Esto deriva de la naturaleza misma del "ethos" de la redención. Sobre el fundamento de este misterio, al que San Pablo (Rm 8,23) define "redención del cuerpo", sobre el fundamento de la realidad llamada "redención" y, en consecuencia, sobre el fundamento del ethos de la redención del cuerpo, no podemos detenernos solamente en la acusación al corazón humano, basándonos en el deseo y en la concupiscencia de la carne. El hombre no puede detenerse poniendo al "corazón" en estado de continua e irreversible sospecha a causa de las manifestaciones de la concupiscencia de la carne y de la libido que, entre otras cosas, un sicoanalista pone de relieve mediante el análisis del subconsciente [3]. La redención es una verdad, una realidad, en cuyo nombre debe sentirse llamado el hombre, y "llamado con eficacia". Debe darse cuenta de esta llamada también mediante las palabras de Cristo según Mateo 5, 27-28, leídas de nuevo en el contexto pleno de la revelación del cuerpo. El hombre debe sentirse llamado a descubrir, más aún, a realizar el significado esponsalicio del cuerpo y a expresar de este modo la libertad interior del don, es decir, de ese estado y de esa fuerza espirituales que se derivan del dominio de la concupiscencia de la carne.

5. El hombre está llamado a esto por la palabra del Evangelio, por lo tanto, desde "el exterior" pero, al mismo tiempo, está llamado también desde el "interior". Las palabras de Cristo, el cual, en el sermón de la montaña apela al "corazón", inducen, en cierto sentido, al oyente a esta llamada interior. Si el oyente permite que esas palabras actúen en él, podrá oír al mismo tiempo en su interior algo así como el eco de ese "principio", de ese buen "principio" al que Cristo se refirió una vez más, para recordar a sus oyentes quién es el hombre, quién es la mujer, y quiénes son recíprocamente el uno para el otro en la obra de la creación. Las palabras que Cristo pronunció en el sermón de la montaña no son una llamada lanzada al vacío. No van dirigidas al hombre totalmente comprometido en la concupiscencia de la carne, incapaz de buscar otra forma de relaciones recíprocas en el ámbito del atractivo perenne, que acompaña la historia del hombre y de la mujer precisamente "desde el principio". Las palabras de Cristo dan testimonio de que la fuerza originaria (por tanto, también la gracia) del misterio de la creación se convierte para cada uno de ellos en fuerza (esto es, gracia) del misterio de la redención. Esto se refiere a la misma naturaleza, al mismo substrato de la humanidad de la persona, a los impulsos más profundos del "corazón" . ¿Acaso no siente el hombre, juntamente con la concupiscencia, una necesidad profunda de conservar la dignidad de las relaciones recíprocas, que encuentran su expresión en el cuerpo, gracias a su masculinidad y feminidad? ¿Acaso no siente la necesidad de impregnarlas de todo lo que es noble y bello? ¿Acaso no siente la necesidad de conferirles el valor supremo, que es el amor?

6. Bien considerada, esta llamada que encierran las palabras de Cristo en el sermón de la montaña no puede ser un acto separado del contexto de la existencia concreta. Es siempre - aunque sólo en la dimensión del acto al que se refiere- el descubrimiento del significado de toda la existencia, del significado de la vida, en el que está comprendido también ese significado del cuerpo, que aquí llamamos "esponsalicio". El significado del cuerpo es, en cierto sentido, la antítesis de la libido freudiana. El significado de la vida es la antítesis de la hermenéutica "de la sospecha". Esta hermenéutica es muy diferente, es radicalmente diferente de la que descubrimos en las palabras de Cristo en el sermón de la montaña. Estas palabras revelan no sólo otro ethos, sino también otra visión de las posibilidades del hombre. Es importante que él, precisamente en su "corazón", no se sienta sólo e irrevocablemente acusado y abandonado a la concupiscencia de la carne, sino que en el mismo corazón se sienta llamado con energía. Llamado precisamente a ese valor supremo que es el amor. Llamado como persona en la verdad de su humanidad, por lo tanto, también en la verdad de su masculinidad y feminidad, en la verdad de su cuerpo. Llamado en esa verdad, que es patrimonio "del principio", patrimonio de su corazón, más profundo que el estado pecaminoso heredado, más profundo que la triple concupiscencia. Las palabras de Cristo, encuadradas en toda la realidad de la creación y de la redención, actualizan de nuevo esa heredad más profunda y le dan una fuerza real en la vida del hombre.

159 [1] «Le philosope formé à l'école de Descartes sail que les choses sont douteuses, que'elles ne sont pas telles qu'elles apparaissent; mais il ne doute pas que la conscience ne soit telle qu'elle apparait à elle-même...; depuis Marx, Niezsche et Freud nous en doutons. Après le doute sur la chose, nous sommes entrés dans le doute sur la conscience.

Mais, ces trois maîtres du soupçon ne sont pas trois maîtres de scepticisme; ce sont assurément trois grands "destructeurs". /.../

A partir de'eux, la compréhension est une herméneutique: chercher le sens, désormais, ce n'est plus épeler la conscience du sens, mais en déchiffrer les expressions. Ce qu'il faudrait donc confronter, c'est non seulement un triple soupçon, mais une triple ruse. /.../

Du même coup se découvre une parenté plus profonde encore entre Marx, Freud et Niezsche. Tous trois commencent par le soupçon concernant les illusions de la conscience et continuent par la ruse du déchiffrage...» (Paul Ricoeur, Le conflit des interprétations, París 1969 (Seuil, págs. 149-150).

[2] Cf. también Mt 5, 19-20.

[3] Cf. por ejemplo, la característica afirmación de la última obra de Freud: «Den Kern unseres Wesens bildet also das dunkle. Es, das nicht direkt mit der Aussenwelt verkehrt und auch unserer Kenntnis nur durch die Vermittlung einer anderen Instanz zugänglich wird. In diesem Es wirken die organischen Triebe, selbts aus Mischungen von zwei Urkräften (Eros und Destruktion) in wechscluden Ausmassen zusammengesetzt, und durch ihre Bezichung zu Organen oder Organsystemen voneinander differenziert.

Das einzige Streben dieser Triebe ist nach Befriedigung, die von bestimmten Veränderungen an den Organen mit Hilfe von Objekten der Aussenwelt erwartet wird» (S. Freud, Abriss der Psychoanalyse. Das Unbehagen in der Kultur, Frankfurt/M. Hamburgo 1955, (Fischer), págs. 74-75).

Entonces ese "núcleo" o "corazón" del hombre estaría dominado por la unión entre el instinto erótico y el destructivo, y la vida consistiría en satisfacerlos.



Saludos

(A un grupo de militantes católicos)

Saludo cordialmente también a los participantes en el "IV Seminario romano de la Asociación de militantes católicos". Me alegra vuestra laudable iniciativa de entregaros a la profundización de la historia de la Iglesia en su caminar por la Edad Moderna. Que el estudio del pasado de la Iglesia os ayude a comprender mejor y en mayor profundidad la Iglesia del presente. La Iglesia es la presencia misteriosa de Cristo en el tiempo. Detrás de cada presentación buscad ante todo encontraros con El, reconocerlo como vuestro Señor y Redentor personal, amarlo cada vez más.

160 Para ello os imparto de corazón, a vosotros y a todos los peregrinos aquí presentes, la bendición apostólica.

(A un grupo de enfermos que están atendidos por los religiosos de Don Orione)

Entre los visitantes presentes hoy, deseo dar la bienvenida a un grupo de enfermos que están atendidos por los religiosos de Don Orione. Recordad siempre, queridos hermanos, que en vuestros sufrimientos y dolor Cristo continúa su gran misión de amor redentor. Y que este esplendoroso ideal de servicio amoroso se mantenga vivo siempre en quienes siguen las huellas de Don Orione.

(A los prófugos vietnamitas)

Entre los grupos anunciados anteriormente deseo saludar con afecto especial a los prófugos vietnamitas residentes en Italia y atendidos por Cáritas.

Queridos hermanos y hermanas: Os agradezco vivamente vuestra - presencia. Pensando en vuestra patria lejana, os deseo una vida alegre y serena, rodeada de la solidaridad humana y cristiana de tantos hermanos, y fundada en las altas certezas de la fe.

Os bendigo de todo corazón, y con vosotros aquí presentes bendigo a cada uno de vuestros familiares.

(A los peregrinos de las diócesis de Fulda, Limburgo y Maguncia)

Dirijo un cordial saludo de bienvenida a los participantes en la peregrinación de las diócesis de Fulda, Limburgo y Maguncia, acompañados de sus coros parroquiales. Al mismo tiempo saludo también al grupo de monaguillos de la diócesis de Hildesheim, junto con sus párrocos. El Concilio Vaticano II afirmó solemnemente, queridos monaguillos y coros parroquiales, que con vuestra actividad desempeñáis vosotros un "auténtico ministerio litúrgico". Con palabras del mismo Concilio quisiera yo hoy, pues, exhortaros y animaros de corazón a que ejerzáis siempre vuestra función "con la sincera piedad y el orden que convienen a tan gran ministerio y que el Pueblo de Dios... (os) exige con razón" (Sacrosanctum Concilium
SC 29). Por ello pido para vosotros una fe profunda y la asistencia y bendición especial de Dios.

(A los Misioneros de San Carlos)

Un saludo afectuoso a los Misioneros de San Carlos —escalabrinianos— presentes en esta audiencia con ocasión de su capítulo general. Queridísimos hijos: A la vez que os animo a perseverar en el espíritu de vuestro gran fundador que trabajó con tanto celo en favor de los .hermanos que dejan la patria en busca de trabajo fuera, a fin de sustentar a su familia, pido para vosotros la ayuda continua de la protección divina, e imparto de corazón la bendición apostólica a vosotros y a todos vuestros hermanos.

161 (A los Gondoleros de Venecia)

Y ahora dirijo mi cordial saludo a los Gondoleros de Venecia y a sus familias, aquí congregados. Vosotros, que surcáis con embarcaciones ágiles y pintorescas las aguas silenciosas y acogedoras de vuestra fascinante laguna, contribuyendo a esa belleza que distingue a vuestra ciudad, escuchad la invitación de San Pablo: "Atended a cuanto hay de verdadero, honorable, justo, puro, amable, laudable, virtuoso y digno de alabanza" (
Ph 4,8). Infunda el Señor en vuestros corazones confianza y serenidad, mientras os bendigo con afecto a vosotros y a vuestros seres queridos.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Todavía con el sabor del gozo intenso experimentado el domingo pasado en la ceremonia solemne de tres beatificaciones, a la vez que os dirijo un saludo particular, queridísimos jóvenes, os repito unas palabras que Don Luis Orione escribía a sus muchachos: "Ruego humildemente y, a la vez, con confianza grande y filial a la Santísima Virgen, que os ayude y dé fuerzas para libraros del desaliento" (Carta del 21 de agosto de 1939). Y en otra ocasión exclamaba: "¡Jóvenes! Ave María siempre... Ave María y adelante... Ave María hasta el paraíso beato" (escrito en mayo de 1923).

Con gusto os dedico yo también este consejo y este programa de vida, junto con mi bendición.

Queridísimos enfermos: Como sabéis, el domingo pasado la Iglesia declaró oficialmente Beato, junto con Don Orione, también a Bartolo Longo, conocidísimo fundador del santuario de la Virgen del Rosario de Pompeya. Al leer su biografía, se impresiona uno ante los muchos sufrimientos morales y espirituales que hubo de soportar y que acompañaron la erección del santuario, meta incesante hasta el día de hoy de multitudes inmensas, y lugar de conversión y santificación. Es ésta una gran enseñanza para -vosotros los enfermos y para todos. Dios lleva a cabo la obra de salvación por medio de nuestra cruz. Os acompañe mi bendición portadora de consuelo.

Vuestra presencia en la audiencia general me agrada siempre, queridos recién casados. Recibid también vosotros mi saludo afectuoso y mi felicitación. Recordando el mensaje específico de Sor María Ana Sala, declarada Beata también el domingo pasado y que dedicó toda su vida a la enseñanza y a la educación y formación humana y cristiana de las alumnas encomendadas a ella, os exhorto a pensar que el matrimonio y la familia son verdaderas escuelas de santificación. El Señor os ha llamado a la alta misión de dar la vida y educarla y salvarla después. Sed siempre dignos de esta confianza divina y gozaos en ella. Con mi cordial bendición paterna.





Noviembre de 1980

Miércoles 5 de noviembre de 1980

Los valores profundos y esenciales hacia los que Cristo dirige el corazón del hombre

162 1. En el curso de nuestras reflexiones semanales sobre el enunciado de Cristo en el sermón de la montaña, en el que El, refiriéndose al mandamiento "No adulterarás", compara la "concupiscencia" ("la mirada concupiscente") con el "adulterio cometido en el corazón", tratamos de responder a la pregunta: ¿Estas palabras solamente acusan al "corazón" humano, o son, ante todo, una llamada que se le dirige? Se entiende que es una llamada de carácter ético; una llamada importante y esencial para el mismo ethos del Evangelio. Respondamos que dichas palabras son sobre todo una llamada.

Al mismo tiempo, tratamos de acercar nuestras reflexiones a los "itinerarios" que recorre, en su ámbito, la conciencia de los hombres contemporáneos. Ya en el precedente ciclo de nuestras consideraciones hemos aludido al "eros". Este término griego, que pasó de la mitología a la filosofía, luego al lenguaje literario y finalmente a la lengua vulgar, al contrario de la palabra ethos, resulta extraño y desconocido para el lenguaje bíblico. Si en los presentes análisis de los textos bíblicos empleamos el término ethos familiar a los Setenta y al Nuevo Testamento, lo hacemos con motivo del significado general que ha adquirido en la filosofía y en la teología, abrazando en su contenido las complejas esferas del bien y del mal, que dependen de la voluntad humana y están sometidas a las leyes de la conciencia y de la sensibilidad del "corazón" humano. El término "eros", además de ser nombre propio del personaje mitológico, tiene en los escritos de Platón un significado filosófico [1], que parece ser diferente del significado común e incluso del que ordinariamente se le atribuye en la literatura. Obviamente, debemos tomar aquí en consideración la amplia gama de significados, que se diferencian entre sí por ciertos matices, en lo que se refiere tanto al personaje mitológico, como al contenido filosófico, como, sobre todo, al punto de vista "somático" o "sexual". Teniendo en cuenta una gama tan amplia de significados, conviene valorar, de modo también diferenciado, lo que está en relación con el "eros" [2] y se define como "erótico".

2. Según Platón, el "eros" representa la fuerza interior, que arrastra al hombre hacia todo lo que es bueno, verdadero y bello. Esta "atracción" indica, en tal caso, la intensidad de un acto subjetivo del espíritu humano. En cambio, en el significado común —como también en la literatura—, esta "atracción" parece ser ante todo de naturaleza sexual. Suscita la recíproca tendencia de ambos, del hombre y de la mujer, al acercamiento, a la unión de los cuerpos, a esa unión de la que habla el Génesis 2, 24. Se trata aquí de responder a la pregunta de si el "eros" connote el mismo significado que tiene en la narración bíblica (sobre todo en Gen 2, 23-25), que indudablemente atestigua la recíproca atracción y la llamada perenne de la persona humana —a través de la masculinidad y la feminidad— a esa "unidad en la carne" que, al mismo tiempo, debe realizar la unión-comunión de las personas. Precisamente por esta interpretación del "eros" (y a la vez de su relación con el ethos) adquiere importancia fundamental también el modo en que entendamos la "concupiscencia", de la que se habla en el sermón de la montaña.

3. Por lo que parece, el lenguaje común toma en consideración, sobre todo, ese significado de la "concupiscencia" que hemos definido anteriormente como "psicológico" y que también podría ser denominado "sexológico": esto es, basándose en premisas que se limitan ante todo a la interpretación naturalista, "somática" y sexualista del erotismo humano. (No se trata aquí, en modo alguno, de disminuir el valor de las investigaciones científicas en este campo, sino que se quiere llamar la atención sobre el peligro de la tendencia reductora y exclusivista). Ahora bien: en sentido psicológico y sexológico, la concupiscencia indica la intensidad subjetiva de la tendencia al objeto con motivo de su carácter sexual (valor sexual). Ese tender tiene su intensidad subjetiva a causa de la "atracción" específica que extiende este dominio sobre la esfera emotiva del hombre e implica su "corporeidad" (su masculinidad o feminidad somática). Cuando en el sermón de la montaña oímos hablar de la "concupiscencia" del hombre que "mira a la mujer para desearla", estas palabras —entendidas en sentido psicológico (sexológico)— se refieren a la esfera de los fenómenos, que en el lenguaje común se califican precisamente como "eróticos". En los límites del enunciado de Mateo 5, 27-28, se trata solamente del acto interior, mientras que "eróticos" se definen sobre todo esos modos de actuar y de comportamiento recíproco del hombre y de la mujer que son manifestación externa propia de estos actos interiores. No obstante, parece estar fuera de toda duda que —razonando así— se deba poner casi el signo de igualdad entre "erótico" y lo que se "deriva del deseo" (y sirve para saciar la concupiscencia misma de la carne). Entonces, si fuese así, las palabras de Cristo según Mateo 5, 27-28 expresarían un juicio negativo sobre lo que es "erótico" y, dirigidas al corazón humano, constituirían, al mismo tiempo, una severa advertencia contra el "eros".

4. Sin embargo, hemos sugerido ya que el término "eros" tiene muchos matices semánticos. Y por esto, al querer definir la relación del enunciado del sermón de la montaña (
Mt 5,27-28) con la amplia esfera de los fenómenos "eróticos", esto es, de esas acciones y de esos comportamientos recíprocos mediante los cuales el hombre y la mujer se acercan y se unen hasta formar "una sola carne" (cf. Gn 2,24), es necesario tener en cuenta la multiplicidad de matices semánticos del "eros". Efectivamente, parece posible que en el ámbito del concepto de "eros" —teniendo en cuenta su significado platónico— se encuentre el puesto para ese ethos, para esos contenidos éticos e indirectamente también teológicos, los cuales, en el curso de nuestros análisis, han sido puestos de relieve por la llamada de Cristo al "corazón" humano en el sermón de la montaña. También el conocimiento de los múltiples matices semánticos del eros y de lo que, en la experiencia y descripción diferenciada del hombre, en diversas épocas y en diversos puntos de longitud y latitud geográfica y cultural, se define como "erótico", puede ayudar a entender la específica y compleja riqueza del "corazón", al que Cristo se refirió en su enunciado de Mateo 5, 27-28.

5. Si admitimos que el "eros" significa la fuerza interior que "atrae" al hombre hacia la verdad, el bien y la belleza, entonces en el ámbito de este concepto se ve también abrirse el camino hacia lo que Cristo quiso expresar en el sermón de la montaña. Las palabras de Mateo 5, 27-28, si son una "acusación" al corazón humano, al mismo tiempo son más aún una llamada que se le dirige. Esta llamada es la categoría propia del ethos de la redención. La llamada a lo que es verdadero, bueno y bello significa al mismo tiempo, el ethos de la redención, la necesidad de vencer lo que se deriva de la triple concupiscencia. Significa también la posibilidad y la necesidad de transformar aquello sobre lo cual ha pasado fuertemente la concupiscencia de la carne. Además, si las palabras de Mateo 5, 27-28 representan esta llamada, significan, pues, que, en el ámbito erótico, el "eros" y el "ethos" no divergen entre sí, no se contraponen mutuamente, sino que están llamados a encontrarse en el corazón humano y a fructificar en este encuentro. Muy digno del corazón humano es que la forma de lo que es "erótico" sea, al mismo tiempo, forma del ethos, es decir, de lo que es "ético".

6. Esta afirmación es muy importante para el ethos y al mismo tiempo para la ética. Efectivamente, con este último concepto se vincula muy frecuentemente un significado "negativo", porque la ética supone normas, mandamientos e incluso prohibiciones. De ordinario somos propensos a considerar las palabras del sermón de la montaña sobre la "concupiscencia" (sobre el "mirar para desear") exclusivamente como una prohibición —una prohibición en la esfera del "eros"— (esto es, en la esfera "erótica"). Y muy frecuentemente nos contentamos sólo con esta comprensión, sin tratar de descubrir los valores realmente profundos y esenciales que esta prohibición encierra; es decir, asegura. No sólo los protege, sino que los hace también accesibles y los libera si aprendemos a abrir nuestro "corazón" hacia ellos.

En el sermón de la montaña Cristo nos lo enseña y dirige el corazón del hombre hacia estos valores.

Notas

[1] Según Platón, el hombre, situado entre el mundo de los sentidos y el mundo de las ideas, tiene el destino de pasar del primero al segundo. Pero el mundo de las ideas no está en disposición, por sí solo, de superar el mundo de los sentidos: sólo puede hacerlo el eros, congénito al hombre. Cuando el hombre comienza a presentir la existencia de las ideas, gracias a la contemplación de los objetos existentes en el mundo de los sentidos, recibe el impulso de eros, o sea, del deseo de las ideas puras. Efectivamente, eros es la orientación del hombre "sensual" o "sensible" hacia lo que es trascendente: la fuerza que dirige al alma hacia el mundo de las ideas. En El Banquete, Platón describe las etapas de tal influjo de eros: éste eleva al espíritu del hombre de la belleza de un cuerpo singular a la de todos los cuerpos (por tanto, a la belleza de la ciencia) y finalmente a la misma idea de belleza (cf. El Banquete 211; La República 541).

Eros no es ni puramente humano ni divino: es algo intermedio (daimonion) e intermediario. Su principal característica es la aspiración y el deseo permanentes. Incluso cuando parece dar, eros persiste como "deseo de poseer" y, sin embargo, se diferencia del amor puramente sensual, por ser el amor que tiende a lo sublime.

163 Según Platón, los dioses no aman, porque no sienten deseos, en cuanto que sus deseos están todos saciados. Por tanto, pueden ser solamente objeto, pero no sujeto de amor (El Banquete 200-207). No tienen, pues, una relación directa con el hombre; sólo la mediación de eros permite el lazo de una relación (El Banquete 203). Por lo tanto, eros es el camino que conduce al hombre hacia la divinidad, pero no viceversa.

La aspiración a la trascendencia es, pues, un elemento constitutivo de la concepción platónica de eros, concepción que supera el dualismo radical del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos. Eros permite pasar del uno al otro. Es, pues, una forma de huida más allá del mundo material, al que el alma tiene que renunciar, porque la belleza del sujeto sensible tiene valor solamente en cuanto conduce más alto. Sin embargo, eros es siempre, para Platón, el amor egocéntrico: tiende a conquistar y a poseer el objeto que, para el hombre, representa un valor. Amar el bien significa desear poseerlo para siempre. El amor es, por lo tanto, siempre un deseo de inmortalidad y también esto demuestra el carácter egocéntrico de eros (cf. A. Nygren, Eros et Agapé. La notion chrétienne de l'amour et ses transformations I. París 1962, Aubier, págs. 180-200).

Para Platón, eros es un paso de la ciencia más elemental a la más profunda; es, al mismo tiempo, la aspiración a pasar de "lo que no es", y se trata del mal, a lo que "existe en plenitud", que es el bien. (cf. M. Scheler, Amour et connaissance en Le sens de la souffrance, suivi de deux autres essais, París, Aubier, s.f., pág. 145).

[2] Cf. por ejemplo, C. S. Lewis, "Eros" en The Four Loves, Nueva York, 1960 (Harcout, Brace), págs. 131-133, 152, 159, 160; P. Chauchard, Vices des vertus, vertus des vices, París, 1965 (Mame), pág. 147.



Saludos

(Al VI congreso internacional de "Intercoiffure")

Saludo complacido a los participantes en el VI congreso internacional de "Intercoiffure". Señoras y señores: Vuestro encuentro de Roma pone de manifiesto la vitalidad de vuestra Asociación a los 55 años de haber sido fundada. Deseo que os estimule siempre a desempeñar lo mejor posible vuestra noble profesión, la elegancia de vuestro arte al servicio del mundo femenino, y que os ayude también á fomentar relaciones de amistad y solidaridad por encima de las fronteras. Ruego al Señor bendiga a cada una de vuestras familias.

(A los directivos del Serra Internacional)

Doy una bienvenida cordialísima a los directivos recién elegidos del Serra Internacional reunidos en Roma. He expresado ya anteriormente mi gran estima de sus actividades entusiastas en favor de las vocaciones religiosas. En particular he notado el amor que os motiva, así como vuestro empeño constante de testimonio cristiano en la vida diaria. El mundo necesita este amor y este empeño. Cristo cuenta con vosotros para ayudar a la juventud a seguirle. Tenéis una gran tarea que cumplir en la promoción de la misión misma de la Iglesia, la misión de evangelizar, "para que la palabra del Señor sea difundida y sea El glorificado" (
2Th 3, l). Que nuestra bendita Madre María sostenga a todos los del Serra en estos ideales de santidad y de servicio.

(A un grupo de sacerdotes eslovacos)

Saludo a un grupo de sacerdotes eslovacos congregados en Roma estos días en una reunión de trabajo. Vosotros os dedicáis a atender a las familias y a su misión en el mundo de hoy a la luz del Sínodo de los Obispos. Conocéis bien el puesto importante que ocupa la familia en el mantenimiento y promoción de la fe y de la vida religiosa. Que vuestra dedicación produzca tales frutos en las familias eslovacas. Os imparto de corazón mi bendición, y envío mi saludo y también bendición a todas las familias a quienes dedicáis vuestro ministerio sacerdotal.

164 (Asociación católica del personal sanitario)

Dirijo ahora mi saludo cordial a los miembros de la Asociación católica del personal sanitario que, interrumpiendo el seminario residencial de que se están ocupando aquí en Roma actualmente, han querido tomar parte en la audiencia.

Queridísimos: Deseo manifestaros mi complacencia por el entusiasmo que desplegáis para conseguir que sea cada vez más viva y dinámica vuestra Asociación, que persigue la relevante finalidad de dar testimonio eficaz de los valores humanos y cristianos en el ambiente del mundo socio-sanitario. Es un objetivo nobilísimo para el que contáis con todo mi estímulo junto con mi bendición apostólica.

(A los Focolares)

También están presentes en la audiencia de esta mañana los representantes de numerosos grupos parroquiales italianos que se inspiran en el Movimiento de los Focolares.

Queridísimos: Me complazco con vosotros en el compromiso que habéis asumido de animar la vida de vuestras parroquias respectivas con el testimonio cristiano del amor. Es un compromiso que no puede dejar de dar fruto. Como ha recordado el Concilio Vaticano II, el mismo Jesús nos certifica con su palabra indefectible que "abrir a los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles" (Gaudium et spes
GS 38). Perseverad, pues, en vuestros propósitos generosos. El Papa os acompaña con su oración y su bendición apostólica.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Al dirigiros un saludo cordial, queridos jóvenes, os expreso mi viva gratitud por vuestra presencia, con la que queréis mostrar vuestro afecto reverente al Papa, oír su palabra y recibir su bendición.

En sintonía con la actual estación de otoño os invito a reflexionar sobre lo que dice el Apóstol Pablo: "Pues os digo: El que escaso siembra, escaso cosecha; el que siembra con largueza, con largueza cosechará" (2Co 9,6). Sembrad, pues, en vuestro corazón ideales de virtud, sabiduría, bondad, amor a cuanto hay de hermoso, noble, puro y santo, a fin de recolectar a su tiempo y proporcionalmente al empeño puesto, frutos que os hagan agradables al Señor y capaces asimismo de construir un mundo más humano, más cristiano. Confirmo tales deseos con mi bendición.

Mi alma se abre con ternura espontánea a cuantas personas con sufrimientos en el cuerpo o en el espíritu, participan en esta audiencia.

A vosotros, queridísimos enfermos, os doy vivamente las gracias por esta presencia vuestra con la que queréis hacer patente que sois personas abiertas y generosas, unidas al Papa con la oración y activas en la Iglesia y para la Iglesia. Correspondo a vuestra filial deferencia exhortándoos a confiar siempre en Cristo, que sabe comprender y valorar vuestro sufrimiento por haber tenido experiencia de la condición humana.

165 Os conforte mi bendición particular.

Y, en fin, deseo dar una bienvenida paterna a todos los recién casados aquí presentes.

Vuestra unión, comenzada a los píes del altar del Señor, es el "gran sacramento" (
Ep 5,32) que San Pablo compara con la unión íntima y profunda de Cristo con su Iglesia; ojalá se inspire siempre en un amor delicado, fiel, generoso y paciente.

Os prometo una oración especial para que cumpláis bien vuestra misión, y bendigo de corazón a todos.





Audiencias 1980 158