Discursos 1980 231


VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

CEREMONIA DE DESPEDIDA


232

Aeropuerto de Nairobi

Jueves 8 de mayo de 1980



Queridos amigos:

1. Después de dos días inolvidables, deseo expresaros mi gratitud profunda por la hospitalidad auténticamente africana que he recibido aquí. La amabilidad, apertura y alegría del pueblo de Kenia me han impresionado hondamente. Ya sé lo que significa sentirse envuelto en el recibimiento entusiasta de una comunidad africana. Más que nunca siento ahora que os pertenezco.

Mi misión me lleva ahora a otros países africanos. Gracias por la fuerza y el gozo que me habéis dado. Gracias por haberme hecho participar tanto en vuestras esperanzas y logros, por haber departido conmigo sobre vuestra determinación de seguir construyendo una nación, unidos en busca de un justo progreso para todos, fieles a vuestra cultura y tradiciones, fuertes por la confianza de que los esfuerzos conjuntos llevan al triunfo.

Guardo en el corazón, y conservaré siempre, todos los momentos de esta visita maravillosa y toda la gente con quien me he encontrado; conservaré en la memoria vuestra música y vuestros cantos. En las oraciones que hemos compartido he sentido una fuerte comunión con vosotros, comunión que ni la distancia ni el tiempo podrán atenuar.

2. Mi gratitud va al Excelentísimo Sr. Presidente de Kenia, a todas las autoridades de la nación y de la ciudad de Nairobi, y a todos los que han sido responsables del orden público estos días. Me siento deudor de todas las personas que han consagrado tiempo, trabajo y servicio a crear las condiciones que han hecho de mi visita una experiencia preciosa. Una palabra muy especial de agradecimiento a los dirigentes y el personal de La Voz de Kenia y a la prensa local, y también a los medios de información extranjeros que me han hecho posible entrar con mi amistad y mi mensaje en las casas y pueblos de muchos que no podían estar aquí. Cuánto me hubiera gustado viajar por vuestra tierra y encontrarme con cada uno de vosotros, saludaros y bendeciros, y enterarme personalmente de vuestras vidas y vuestras luchas. Espero que las palabras e imágenes que los medios de comunicación os han presentado habrán logrado transmitiros mi estima, aliento y profundo afecto hacia cada ser humano de este hermoso país.

3. ¿Cómo podré expresar adecuadamente mi gratitud a mis hermanos obispos por los momentos de gracia que hemos compartido en nuestras reuniones y en las celebraciones litúrgicas? Momentos de gracia, sí, momentos de gracia divina, porque he visto que habéis acogido el mensaje de Cristo. Las iglesias de vuestras ciudades y pueblos, vuestras escuelas y hospitales, el ministerio de vuestros sacerdotes, la entrega de vuestros religiosos y religiosas, la vida sacramental de vuestros fieles, el gran número de actividades en que el laicado asume su responsabilidad en la misión de evangelizar; todo ello atestigua que la gracia de Dios está actuando en medio de vosotros. Por todo ello, en el momento de partir deseo dar gracias a Dios con vosotros por el dinamismo de la iglesia en Kenia.

4. Un último pensamiento quiero dejaros. Una nación que tributa honor a Dios no puede dejar de recibir las bendiciones de Dios. Aun cuando os encontréis con problemas, aun cuando surjan nuevas dificultades, vuestra confianza en Dios será garantía de que superaréis todos los obstáculos y construiréis una nación donde reinen la unión y el amor, florezcan la hermandad y la paz, donde cada uno trabaje junto con los otros por el porvenir según el espíritu de Harambee.El Creador ha dado a todo ser humano una dignidad que es insuperable e igual para todos. Vuestros esfuerzos comunes por el desarrollo creciente de vuestra nación tendrán éxito siempre que se basen en el respeto de la dignidad fundamental dacha por Dios y en el respeto de los derechos de todo hombre, mujer y niño, así como en el deseo de crear las condiciones necesarias para que las familias y todo el pueblo lleguen a disfrutar de la dignidad que les corresponde como hijos de Dios.

Reiterándoos de nuevo mi afecto y estima fraternos, me despido de Kenia.

A todos vosotros, a todo el pueblo de Kenia, deseo decir una vez más: ¡gracias a todos! ¡asanteni sana!

233 Hasta que nos veamos otra vez ¡Kwa herini, kwa herini va kuonana!

¡Dios os bendiga! ¡Mungu awabariki!

¡Dios bendiga a Kenia entera!







VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

CEREMONIA DE BIENVENIDA


Aeropuerto de Acra, Ghana

Jueves 8 de mayo de 1980



Señor Presidente:

1. La gentilísima acogida que me habéis otorgado a mi llegada a Ghana me ha agradado mucho, y le quedo agradecido a usted por las palabras de estima que ha dirigido a mi persona, en nombre propio y de toda la población de este país. Por mi parte, expreso a usted y a todos sus conciudadanos los sentimientos de mi respeto y amistad.

Siento gran alegría de encontrarme en Ghana. Vuestro país es estupendo por muchas razones. La rica variedad de la naturaleza —desde las bajas llanuras del litoral a las altiplanicies, desde las selvas a las sabanas— marca la patria de un pueblo rico en expresiones lingüísticas y culturales que no obstante, se encuentra unido por el deseo común de ser una nación en la que cada uno de los hombres y mujeres, cada niño y cada familia y grupo social se sienten respetados en su dignidad y en su deseo de desarrollar plenamente su potencialidad. Presento mis afectuosos saludos a todos los miembros del pueblo de Ghana, dondequiera se encuentren. Les saludo en las ciudades y poblados. Saludo a las autoridades y a los ancianos, a los padres y madres, y de modo especial a los jóvenes y a los niños. A todos digo: "He venido a vosotros como vuestro amigo. He venido para estar con los pobres, para traer alivio a los enfermos, para decir una palabra de ánimo y de esperanza a quien se encuentra solo, abandonado o afligido".

2. En el momento ele mi llegada aquí, quisiera expresar también mi sentimiento particular de alegría por la ocasión que he hallado de encontrarme con los queridísimos hijos e hijas de la Iglesia católica en Ghana. Ante todo, presento mi saludo e imparto mi bendición a mis hermanos en el Episcopado, los Pastores celosos y fieles del Pueblo de Dios. A todo el clero, tanto autóctono, como extranjero, a los religiosos y religiosas, y a todos los laicos, les digo: Que la alegría y la paz de Nuestro Señor Jesucristo estén con vosotros, hoy y siempre. He venido a vosotros como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro: como padre y como hermano, para alegrarme con vosotros en la fe, la esperanza y el amor que compartimos en común, y para celebrar con vosotros la comunión que nos une.

3. Con vivo placer aprovecho esta oportunidad, Señor Presidente, para expresar a usted y a todas las autoridades civiles mi profundo aprecio por la estima y la comprensión que manifestáis hacia la Iglesia católica y que traducís en términos de colaboración efectiva en el campo de la educación, de la sanidad y en tantos sectores de la promoción humana. La Iglesia os estará siempre reconocida por la libertad que se le da para realizar su misión, que es de carácter religioso. Y, puesto que es la servidora de la humanidad, la Iglesia siempre estará disponible para colaborar en la promoción de la justicia, la paz y la dignidad humana a través de la participación activa de sus miembros en iniciativas comunes, proclamando incesantemente que todos los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios, y están, por lo tanto, dotados de igual dignidad y derechos.

Al comienzo de mi visita de amistad y de paz en Ghana, invoco sobre esta tierra y sobre su población la abundancia de las bendiciones de Dios Omnipotente.







VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA


A LA COMUNIDAD CATÓLICA CONGREGADA EN LA CATEDRAL



Acra, Ghana


Jueves 8 de mayo de 1980




234 Venerados y queridos hermanos en el Episcopado,
amados hijos e hijas en Cristo:

1. Después de su Ascensión al cielo, Nuestro Señor Jesucristo envió el Espíritu Santo a los Apóstoles y a la Iglesia. El Espíritu Santo fue el primer don de Jesús a los que creen. Jesús mismo había anunciado la venida del Espíritu de Verdad, cuando dijo: "...El dará testimonio de mí, y vosotros daréis también testimonio" (
Jn 15,26-27).

Y hoy, aquí en Acra, en esta catedral dedicada al Espíritu Santo, nos hemos reunido para celebrar este misterio, esta gran realidad de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, la presencia del Espíritu Santo que continúa dando testimonio de Jesús, y que suscita nuevos testigos entre los fieles de cada generación. Nosotros exultamos, sabiendo que el Espíritu Santo permanece con nosotros todavía, que une a la Iglesia en su comunión y en su ministerio (cf. Lumen gentium LG 4). Exultamos porque a través del poder del Espíritu Santo se ha transmitido a lo largo de los siglos el gran mensaje vivificante de la muerte y de la resurrección de Jesús, y porque este mensaje in llegado también a Ghana.

2. Después de todos tos esfuerzos para la evangelización realizados en los siglos precedentes, dos sacerdotes generosos, el padre Moreau y el padre Murat, lograron, hace cien años, fundar la Iglesia católica en esta tierra. Alabemos la gracia de Dios que los trajo al pueblo de Ghana en ese día, el martes después de Pentecostés, en 1880. Y bendigamos la memoria de todos los misioneros que vinieron después, para dar testimonio de Cristo a través del poder de su Santo Espíritu. La semilla de la Palabra de Dios, sembrada en el suelo de Ghana, ha echado raíces; se ha convertido en un gran árbol, y ha producido frutos de santidad para la gloria de la Santísima Trinidad.

A pesar de las dificultades y las vicisitudes de la historia, el Evangelio se ha ofrecido libremente y libremente ha sido aceptado. El Reino de Dios fue predicado, y repetidamente la evangelización ha alcanzado su ápice dinámico en la "clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios" (Evangelii nuntiandi EN 27).

La auténtica caridad de Cristo fue el motivo por el que tantas congregaciones misioneras enviaron, una tras otra a sus miembros para servir a Ghana y a su pueblo, y la misma auténtica caridad de Cristo fue el medio genuino que suscitó tan eficaces testigos del Evangelio. Sacerdotes, religiosas y hermanos vinieron para una misión de salvación y de servicio. Cada uno cumplió su papel. Todos juntos, mediante la potencia del Espíritu Santo, edificaron la Iglesia con palabras y obras, con oración y sacrificio. Más tarde aún, vinieron también misioneros laicos a dar testimonio de la naturaleza misionera universal de la Iglesia. Y todos estos obreros del Evangelio prestaron su servicio valientemente —y con la ayuda de Dios, continuarán trabajando generosamente— al lado de sus hermanos y hermanas de Ghana, en la mies de la Iglesia.

3. Pero el mismo Espíritu Santo que sostenía a esos abnegados misioneros, hacía surgir también nuevos discípulos de Cristo, vivificando la Iglesia local, y llamando también a sus miembros a participar en la gran obra de la evangelización. Por la fuerza del misterio pascual, el pueblo aceptaba la Palabra de Dios, creía y era bautizado; se alimentaba de la Eucaristía, y alcanzaba la madurez de la vida cristiana. Enteras comunidades cristianas aceptaban el desafío de "vivir una nueva vida" (Rm 6,4) y de adherirse al desafío de las bienaventuranzas en su plenitud, El contacto misionero que comenzó con la simpatía humana y con la benevolencia llevaba finalmente a la plena floración de las parroquias, que se convertían en "la animadora de la catequesis y su lugar privilegiado" y en "una referencia importante para el pueblo cristiano" (Catechesi tradendae CTR 67).

Del corazón de estas parroquias y de las otras comunidades cristianas salían esos jóvenes generosos, atentos a responder a la llamada de Dios al sacerdocio y a la vida religiosa, para que ellos, junto con los laicos, pudieran desarrollar su misión especial en la única Iglesia de Dios, como "linaje escogido, sacerdocio regio, gente santa, pueblo adquirido por Dios" (1P 2 1P 9).

En el tiempo oportuno, fueron elegidos obispos nativos para la guía pastoral del Pueblo de Dios. Con gratitud a lo que ya se había realizado en la obra de la evangelización, ellos entraron a formar parte de la continuidad de la sucesión apostólica. El hecho mismo de que hoy todos los obispos de este país sean autóctonos, es testimonio elocuente del éxito del trabajo realizado por los misioneros, y de la solidez de la implantación de la Iglesia en esta tierra. Demos gracias a Dios, de modo especial, por esto con ocasión de la celebración de este centenario.

4. El único Cuerpo de Cristo debía percibir igualmente su tarea común, su misión esencial, su más profunda identidad, como más tarde cuidadosamente definió así Pablo VI: "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia" (Evangelii nuntiandi EN 14). Sobre todo la difusión del Evangelio debía ir unida con el testimonio del amor, según las palabras de Cristo: "Este es mi precepto: que os améis unos a otros, como yo os he amado" (Jn 15,12). En la observancia de este mandamiento cada comunidad cristiana encuentra su base segura. Y el amor al que están llamados todos los cristianos es la escala por medio de la cual cada generación sube hacia Dios y hacia la vida eterna.

235 5. Vosotros, hermanos míos en el sacerdocio, al servicio de vuestros hermanos y hermanas del laicado, llamados todos a la santidad de vida, testigos todos del Reino de Dios, vosotros tenéis la misión particular de proclamar el Evangelio en su momento más solemne, o sea, durante la celebración de la Eucaristía, en la que se renueva la obra de la redención. Vosotros participáis de manera muy especial en la misión de Jesús, para bien de todo el Cuerpo de Cristo; vosotros participáis profundamente en el ardiente deseo de su alma: "Es preciso que anuncie el Reino de Dios..., para esto he sido enviado" (Lc 4,43). Este es el motivo por el que habéis ofrecido vuestra vida en el celibato y en la caridad pastoral, para permanecer cercanos a vuestra gente, para conducirla por el camino de la salvación, edificando la Iglesia en la fe y en el amor, y en la unidad y en la paz de Cristo.

Y vosotros, religiosos y religiosas de Ghana, estáis llamados a servir a vuestros hermanos y hermanas a través de múltiples actividades, motivadas por el amor. Pero vuestra aportación mayor no es lo que hacéis, sino lo que sois. Por vuestra consagración al Señor Jesús mismo, mostráis que el Evangelio es la expresión máxima de todos los valores humanos, y que el amor de Jesucristo ocupa el primer lugar en la Iglesia peregrina. Sí: vuestra consagración es una expresión natural de la plena y sana vida de la Iglesia. La madurez de la vida eclesial en Ghana exige la oblación de vuestra vida, hecha con generosidad y vivida con perseverante caridad y alegría. Por esta inmolación de vosotros mismos para bien del Reino de Dios, llegáis a estar cada vez más íntimamente unidos con todo vuestro pueblo, compartiendo las esperanzas de su vida cotidiana, y ayudándole a realizar sus aspiraciones más profundas para la vida eterna.

Y a vosotros, seminaristas, digo esto, "Recordad que habéis sido llamados a estar muy cerca de Cristo. Habéis sido elegidos para ser sus amigos, sus compañeros, sus colaboradores en el misterio de la salvación. Para realizar todo esto, debéis orar, porque solamente en la oración adquiriréis el conocimiento de Jesús, llegaréis a amar a Jesús y a captar plenamente las necesidades de su pueblo. Vuestra formación en el seminario comprende muchas dimensiones. El bien del Pueblo de Dios exige que os preparéis intelectualmente en las ciencias eclesiásticas y profanas: que podáis captar a fondo vuestra propia cultura para poder informarla eficazmente con la Palabra de Dios. Pero todos vuestros estudios y todas vuestras actividades deben estar precedidas y seguidas por la oración. Sólo a través de la oración podrá vuestro amor a Cristo encontrar apoyo; sólo a través de la oración podrá ser coherente vuestra vida. Cuando el Papa regrese a Roma, recordad que os ha dicho esto: "No perdamos de vista a Jesús, que nos guía en nuestra fe, llevándola a la perfección" (cf. Heb He 12,2).

Cuando miro a la Iglesia en Ghana, no puedo menos de pronunciar una palabra especial sobre la familia.Puesto que cada persona nace en la comunidad, la familia constituye el fundamento sobre el que se construyen todas las comunidades. más amplias. Que cada familia sea una verdadera "Iglesia doméstica", una comunidad donde el Señor Jesús ocupe el puesto central, donde los niños aprendan a conocer y amar a Dios, y donde la oración sea la fuerza que la une. En esta comunidad de amor y de vida se decide el porvenir de la sociedad, se construye la paz del mundo.

6. Y juntamente con vuestros obispos y con la Iglesia en todas las partes del mundo, vosotros, fieles de Ghana —clero, religiosos, seminaristas y laicos todos— estáis llamados a vivir en la santidad, a dar testimonio de Cristo, a difundir la Buena Nueva de la salvación. La evangelización del mundo corresponde a cada uno de vosotros. Es la obra del Espíritu Santo; es El quien da testimonio de Jesús en esta nuestra época y quien confirma a todos sus miembros como testigos del Señor Jesús y de. su Evangelio de amor. Todos vosotros, en este año centenario de gracia, estáis llamados a escuchar las palabras de Cristo: "Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos" (Mt 5,16).

Queridísimos hermanos y hermanas: he aquí por qué he venido a Ghana: para dar testimonio de Cristo, que fue crucificado y resucitó de la muerte, y para deciros a todos vosotros que compartimos la misión común de llevar a Jesús al mundo.

En el desarrollar nuestra tarea de testimoniar a su Hijo, María, Madre de Jesús, nos asistirá. Ella es la Madre de todo el Cuerpo, así como es la Madre de la Cabeza. Ella es el auxilio de los cristianos: es la causa de nuestra alegría.

Sean siempre alabados y glorificados su Hijo Jesucristo y su Padre Eterno en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Y no olvido a los cristianos de Togo, y a los cristianos de Benin, que han querido venir hasta aquí, con sus Pastores, para ver al Papa, para escuchar su palabra, para orar con él y darle testimonio de su afecto. Siento no haber podido visitar vuestros países y vuestras Iglesias esta vez. Ruego a Dios que os bendiga a vosotros y a vuestras familias, especialmente a quienes están en prueba, Y decid a vuestros compatriotas que el Papa piensa también en vuestras Iglesias, que ruega por ellas, apoyando el ministerio de vuestros obispos, que son mis hermanos. A cada uno de vosotros mi afecto y mi estímulo.







VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA


AL PRESIDENTE DE GHANA


Acra, jueves 8 de mayo de 1980



Señor Presidente:

236 1. Le doy las más sinceras gracias por las palabras que me ha dirigido con ocasión de nuestro encuentro en la capital, Acra. Me siento profundamente honrado por los sentimientos de estima que usted ha manifestado hacia mi persona. Las acojo con gratitud, porque sé que pretenden honrar, no a mi persona, sino al Jefe de la Iglesia católica, que ha venido a la amada nación de Ghana en calidad de peregrino de paz. Deseo renovar una vez más mi aprecio por la invitación que usted con tanta gentileza, lo mismo que mis hermanos obispos, me hizo para visitar su país y su pueblo.

Como tuve ocasión de decir, al anunciar oficialmente mi visita a África, el fin de este viaje es el de ejercer mi ministerio universal y honrar personalmente la Iglesia en África. Por lo que se refiere a Ghana, dije también que éste es el año en que la Iglesia católica celebra el centenario de su implantación en esta parte del gran continente africano. Era, pues, para mí muy importante expresar, de manera especial, la alegría de toda la Iglesia por esta gozosa efemérides. Espero también que mi visita contribuya a la promoción del progreso auténticamente humano en Ghana y en toda África, al servicio de la fraternidad universal y de la paz. Desde mi llegada esta mañana, he recibido ya muchas expresiones de gentileza de la población de la capital; deseo aprovechar esta ocasión para manifestar, por mecho de su persona, mi gozosa gratitud a todos.

2. Con mi presencia aquí hoy, Señor Presidente, quiero honrar a toda la nación de Ghana, con la riqueza de su historia, de su gente, de su cultura y de sus acontecimientos, en una palabra, con su patrimonio y genio auténticamente africanos y de Ghana, así como por el justo lugar que este país ocupa entre las naciones de este continente y del mundo. La historia de mi país natal, una historia hecha de momentos de grandes éxitos y de alegría, pero también de períodos de sufrimientos y tristeza, me ha hecho especialmente consciente de la gran exigencia de respetar los valores específicos de cada pueblo y de cada nación; sus tradiciones, aspiraciones y derechos entre todas las naciones que forman parte de la comunidad mundial. África —como cada una de las naciones que la forman— tiene mucho que ofrecer a los esfuerzos comunes de todos los pueblos que aman la paz.

Muy frecuentemente, las relaciones entre Estados y Gobiernos, especialmente cuando se las considera en el contexto del desarrollo político y económico, se plantean simplemente en términos de meros intereses limitados, de consolidación de posiciones ya dominantes, o de presión ejercitada a través de la asistencia, con el resultado que las naciones más viejas y económicamente más avanzadas ignoren que las naciones jóvenes tienen que ofrecer mucho más que una simple parte de sus recursos naturales o convertirse en mercado para los productos de las naciones industrializadas.

3. Hay tantos valores encarnados en la cultura de las naciones africanas, que no sólo pueden contribuir a la construcción de cada nación, sino que pueden enriquecer a otras naciones y a otros pueblos. Porque África tiene algo especial que ofrecer al mundo.Uno de los aspectos originales de este continente es su diversidad, pero una diversidad que se conserva intacta por la unidad innegable de su cultura: una concepción del mundo en la que lo sagrado ocupa un puesto central; una profunda conciencia del vínculo existente entre el Creador y la naturaleza; un gran respeto por toda forma de vida; un sentido de la familia y de la comunidad, que florece en la acogida y en la hospitalidad abiertas y gozosas; una reverencia por el diálogo como medio para arreglar los contrastes y para compartir puntos de vista: espontaneidad y alegría de vivir, expresadas en el lenguaje poético, en el canto y en la danza. Todos estos aspectos manifiestan una cultura rica y una dimensión espiritual que comprende todo. He aquí el rasgo distintivo que determina la unicidad de la cultura africana. He aquí lo que une a tantos pueblos africanos, sin menoscabar en modo alguno esa inmensa riqueza de expresiones locales, o riel patrimonio de cada uno de los grupos o regiones.

Mi origen, mi formación y mi historia me han enseñado a atribuir un valor grandísimo al poder que la cultura ejerce en cada pueblo. Durante mi visita a Polonia, expresé esta convicción con las palabras siguientes: "La cultura es la expresión del hombre, es la confirmación de la humanidad. El hombre la crea y, mediante ella, el hombre crea a sí mismo. Se crea a sí mismo con el esfuerzo interior del espíritu, del pensamiento, de la voluntad, del corazón. Y, al mismo tiempo, crea la cultura en comunión con los otros. La cultura es la expresión del comunicar, del pensar juntos y del colaborar juntos de los hombres. Nace del servicio al bien común y se convierte en bien esencial de las comunidades humanas" (Gniezno, 3 de junio de 1979). Por esto digo a Ghana y a toda África: preserva tu cultura, enriquécela a través del intercambio con otras culturas, pero no permitas que tu cultura muera. Consérvala viva, y ofrécela como tu aportación a la comunidad mundial.

Cada nación da su aportación cultural a la familia de las naciones, y a través de la expresión legítima de los valores y tradiciones se hace posible crear una armonía entre los pueblos que trasciende las diferencias de cada parte, los prejuicios y las rivalidades. Esta armonía edificada sobre el respeto y sobre la apertura respecto a los valores de los otros, y de modo especial, a los valores morales y espirituales, contribuye a hacer posible una acción concertada para tratar los problemas que sobrepasan las fronteras de cada una de las naciones. África está llamada a hacer surgir ideales nuevos y nuevas instituciones en un mundo que manifiesta signos de cansancio y de egoísmo. Estoy convencido de que vosotros, africanos, podéis realizar esto.

4. Al invocar el respeto a los valores morales y espirituales en el ámbito de la colaboración internacional, he tocado un tema que considero fundamental para todas las relaciones que existen en la sociedad. Todas las estructuras que se crean para manifestar las necesidades y las aspiraciones se refieren a la persona humana, porque tienen como finalidad servir a cada persona humana, y a la comunidad humana en su conjunto. Esto vale de modo particular por lo que se refiere a las estructuras y actividades políticas. En mi alocución ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el mes de octubre pasado, dije que toda actividad política "procede del hombre, se ejerce mediante el hombre y es para el hombre. Si tal actividad se separa de esta fundamental relación y finalidad, se convierte, en cierto modo, en fin de sí misma y pierde gran parte de su razón de ser. Más aún, puede incluso llegar a ser origen de una alienación específica; puede resultar extraña al hombre; puede caer en contradicción con la humanidad misma. En realidad, la razón de ser de toda política es el servicio al hombre, es la asunción, llena de solicitud y responsabilidad, de los problemas y tareas esenciales de su existencia terrena, en su dimensión y alcance social, de la cual depende a la vez el bien de cada persona".

He querido recalcar esta idea, Señor Presidente, porque estoy profundamente convencido de ella, y porque ésta es la enseñanza de la Iglesia a cuya guía Dios me ha llamado: o sea, que todo esfuerzo en el campo de la promoción humana está destinado a fracasar, a no ser que se respete, se defienda y promueva la alta dignidad de cada ser humano en toda circunstancia. Esta debe ser la motivación no sólo de las autoridades, sino también de cada uno de los ciudadanos, de cada hombre y mujer de este bellísimo país, los cuales están llamados a colaborar para que a cada uno le sea dada la posibilidad de vivir su vida coherentemente con la dignidad humana.

5. Sí, Señor Presidente, Ghana es un país bellísimo, rico de tradiciones culturales y de la potencialidad de su pueblo, está dotado de recursos naturales, especialmente en el sector de la agricultura. Espero que, bajo la guía de las autoridades, todos los ciudadanos trabajen lealmente unidos sin deber renunciar a ninguno de los propios valores culturales, pero también sin permitir que surjan fronteras entre cada uno de los ciudadanos y sus grupos: que trabajen juntos con total dedicación e inteligencia para que la tierra produzca frutos en abundancia. Vosotros tenéis vuestras ciudades con creciente concentración de pueblo, donde pueden surgir problemas de alojamiento, educación y trabajo y exigir medidas valientes para garantizar que ninguno sea excluido de los beneficios del progreso. Pero hay también áreas rurales, en las que vive todavía la mayor parte de la población, y en las que existe una verdadera potencialidad que podrá contribuir al esfuerzo nacional de desarrollo. Porque la justicia exige que nadie deba sufrir hambre, y que a nadie le falte la posibilidad de realizar su potencialidad plena, tanto espiritual como material, la sociedad debe estimar también el trabajo agrícola como una actividad que ennoblece, y la condición y la dignidad de las poblaciones rurales deben ser constantemente mejorarlas.

6. Puedo asegurar, Señor Presidente, que la Iglesia católica está siempre disponible para ofrecer su aportación específica, a través de la colaboración de sus jefes y de todos sus miembros. La Iglesia no tiene ningún plan o proyecto de naturaleza política o económica. La aportación más eficaz a largo plazo que ella puede ofrecer al desarrollo de una nación es el de elevar la conciencia moral y ética de la gente por lo que se refiere a las exigencias de la justicia, del amor social y de la colaboración fraterna, exaltando el desarrollo integral de la persona, para hacer así que este desarrollo no se conciba en sentido materialista, haciendo a cada persona consciente de su dignidad, como don de Dios. Y como es bien sabido, la Iglesia en África, desde el comienzo, siempre ha promovido y colaborado en iniciativas concretas en el campo de la educación, cuidados sanitarios, alfabetización y en otros muchos campos. Está dispuesta a proseguir esta colaboración y este compromiso de acuerdo con su misión y naturaleza, respetando plenamente el papel legítimo y la autoridad del Estado.

237 Señor Presidente, el dinamismo y las virtudes de su pueblo pueden garantizar un gran porvenir para África. Que Ghana pueda cumplir su misión para el destino de este continente, es mi ferviente deseo y mi plegaria de hoy.









VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA


A LOS REPRESENTANTES DE LAS IGLESIAS Y COMUNIDADES


CRISTIANOS NO CATÓLICAS DE ACRA


Jueves 8 de mayo de 1980



Queridos amigos en Nuestro Señor Jesucristo:

1. Me siento profundamente honrado por vuestra presencia aquí, hoy. Para mí es una gran satisfacción encontrarme con los eminentes representantes de mis hermanos cristianos de Ghana. Quiero saludaros a todos en la caridad de Jesucristo. Me resulta muy preciosa esta oportunidad de hablaros de mi propósito y del propósito de toda la Iglesia católica de orar y trabajar sinceramente y con perseverancia por establecer la unidad en la fe y en el amor entre todos los cristianos.

El compromiso del Concilio Vaticano II, de mis predecesores y de mi Pontificado se basa en el deseo expresado por Cristo en la Última Cena en su oración al Padre por sus discípulos: "... que sean uno" (Jn 17,21).

2. Todos nosotros reconocemos el gran valor de la oración para realizar lo que humanamente es difícil o acaso imposible. Jesús mismo nos ha dicho: "Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios" (Lc 18,27). Sabemos lo importante que es dirigirse a Dios humildemente, día tras día, pidiéndole el don de la continua conversión de la vida, que está tan estrechamente vinculada con la cuestión de la unidad de los cristianos. Una ocasión como ésta hace surgir en nuestros corazones un deseo todavía más fuerte por esta unidad y por los medios que nos disponen a recibirla como don que Dios nos da libremente. Por tanto, esta reunión nos inspira a rezar juntos, a levantar nuestros corazones al unísono hacia "el Padre de la misericordia; Dios de todo consuelo" (2Co 1,3).

3. Mientras continuamos comprometiéndonos por alcanzar la meta de la perfecta unidad, agradecemos los estrechos, vínculos que ya nos unen a través de nuestra fe en la divinidad de Cristo. Alabemos a Dios por nuestra común fe en el bautismo, como incorporación a la muerte y resurrección del Señor. Le alabamos por el común amor y estima hacia las Sagradas Escrituras que nos hablan de Cristo y de su Iglesia. Y por la gracia de Dios estamos en disposición de confesar juntos que "Jesucristo es el Hijo de Dios" (1Jn 4,15) y que "hay un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús"(1Tm 2,5).

4. Porque creemos en Cristo y en las "insondables riquezas de Cristo" (Ep 3,8), nos sentimos guiados por el Espíritu para remover las divisiones en la fe, las cuales menoscaban nuestro testimonio común del Señor y de su Reino, para poder servir mejor al prójimo y llevar con mayor eficacia la Buena Nueva de la salvación al mundo que continúa viendo en nosotros un Cristo dividido. Sin embargo, sabemos que Cristo ha orado por la unidad, y que el Padre escucha su oración. La oración de Cristo es la razón de nuestra esperanza, y sabemos que "la esperanza no quedará confundida" (Rm 5,5).

Me causa gran satisfacción informarme de vuestras dignas actividades ecuménicas que se están desarrollando en África. Ruego a Dios que la relación que existe entre cada uno de los cristianos, las Iglesias y las comunidades eclesiales continúen avanzando cada vez más en la verdad y en el amor, para gloria de la Santísima Trinidad.







VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS REPRESENTANTES DE LA COMUNIDAD


MUSULMANA DE ACRA


Jueves 8 de mayo de 1980



Queridos amigos:


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