Discursos 2000 102

102 4. También es importante que los programas de un Gobierno para impulsar decididamente el crecimiento de la Nación tengan en cuenta la integridad del progreso del ser humano, que es individual y social al mismo tiempo, y en el que los valores espirituales y religiosos no son menos básicos que los materiales.

En efecto, el crecimiento de un País no se puede medir exclusivamente por la riqueza que produce, aún cuando ésta sea una condición indispensable y, por tanto, un objetivo a perseguir. Por eso, cuando se relega alguna de las dimensiones esenciales del desarrollo integral se corre el riesgo de crear nuevos desequilibrios y, a fin de cuentas, poner en peligro incluso las conquistas ya logradas. Su Gobierno es consciente de que no basta un incremento de la producción si ésta no se transforma en bienestar real para todos, que no existe un verdadero bienestar sin una adecuada educación en los diversos niveles y accesible a todos, un orden social justo y una administración de justicia ágil.

Tampoco se construirá un futuro sólido y esperanzador si se abandonan los valores e instituciones básicas de toda sociedad, como la familia, la protección de los menores y los más desasistidos y, menos aún, si se horadan los fundamentos mismos del derecho, la libertad y la dignidad de las personas, atentando a la vida desde el momento de su concepción. Como Usted ha indicado, estos valores son patrimonio común, que han de ser defendidos también en los foros internacionales para ofrecer un futuro más esperanzador a todo el género humano.

5. Señor Embajador, en este momento en que comienza el ejercicio de la alta función para la que ha sido designado, le deseo que su tarea sea fructuosa y contribuya a que se consoliden cada vez más las buenas relaciones existentes entre esta Sede Apostólica y la República Argentina, para lo cual podrá contar siempre con la acogida y el apoyo de mis colaboradores. Al pedirle que se haga intérprete ante el Señor Presidente de la Nación y del querido pueblo argentino de mis sentimientos y augurios, le aseguro mi plegara ante el Todopoderoso, por intercesión de la Virgen de Luján, para que asista siempre con sus dones a Usted y a su distinguida familia, al personal de esa Misión Diplomática y a los gobernantes y ciudadanos de su País, al que recuerdo con afecto y sobre el que invoco abundantes bendiciones del Señor.







AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN LA PEREGRINACIÓN JUBILAR


DE LA DIÓCESIS DE FABRIANO-MATELICA


Y A OTROS GRUPOS DE FIELES


sábado 15 de abril de 2000




Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido en peregrinación a Roma para cruzar la Puerta santa del gran jubileo. Gracias por vuestra visita, con la que queréis expresar también los sentimientos de comunión que os unen al Sucesor de Pedro.

Os saludo ante todo a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Fabriano-Matélica, acompañados por monseñor Luigi Scuppa, vuestro amado obispo, que os ha guiado a esta cita. Le agradezco cordialmente las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Asimismo, deseo enviar mi afectuoso saludo a los sacerdotes, a los consagrados, a las consagradas y a los fieles laicos de vuestra comunidad diocesana, con especial atención a los enfermos, a los niños, a los jóvenes, a las familias con dificultades y a cuantos, aun deseándolo, no han podido estar presentes hoy aquí con nosotros.

Sé que la fe cristiana está profundamente enraizada en la gente de vuestra tierra y que, ya desde el siglo V, vuestros pastores han mantenido siempre estrechos vínculos de unión con la Sede apostólica. También vuestra actual peregrinación reafirma esa vibrante comunión, que pude experimentar hace nueve años, cuando visité vuestra diócesis. Fortalecidos por las antiguas tradiciones, que han sostenido el camino de vuestros antepasados en la fe, avanzad con confianza hacia el futuro y transmitid a las jóvenes generaciones el amor a Jesús, único Redentor del hombre. Perseverad firmes en vuestra adhesión a él y a su Iglesia.

2. Habéis venido a Roma para celebrar vuestro jubileo y llevar después a vuestros hogares el testimonio de las insondables riquezas del amor de Dios. El tiempo providencial de este Año santo constituye una apremiante invitación a profundizar vuestra fe en Cristo, que vino al mundo para revelar el amor infinito del Padre celestial. Hoy, quien quiere ser su discípulo siente la urgente necesidad de acudir constantemente a los manantiales de su Evangelio, para anunciarlo sin componendas. Así, se llega a ser apóstoles de la nueva evangelización.

El horizonte de los creyentes, especialmente en nuestro tiempo, jamás debe limitarse únicamente al ámbito de las actividades intra-eclesiales. Los grandes desafíos de la época actual exigen valentía y audacia misionera. Queridos hermanos y hermanas, no os canséis de trabajar por la renovación de la sociedad mediante un testimonio eficaz, un anuncio explícito y una atención iluminada a los signos de los tiempos. Poned por obra cualquier iniciativa oportuna en el campo del apostolado. Así, orientaréis a las personas que Dios ponga diariamente en vuestro camino. Conozco el gran empeño con que trabajáis ya en este sentido. Que el anhelo de la nueva evangelización vaya acompañado siempre por una profunda oración y por la escucha constante de la palabra de Dios. Además, procurad ser dóciles instrumentos del amor divino, preocupándoos, de modo concreto, por los que atraviesan dificultades o se encuentran alejados de la fe. Al ver vuestra conducta, también los que dicen que no creen serán impulsados por la gracia a interrogarse sobre su destino eterno. Esa podría ser la premisa providencial para su encuentro con Cristo.

103 3. Saludo ahora cordialmente a los fieles de las parroquias de la Santísima Trinidad de Nichelino, en la provincia de Turín, y de San Zenón de Cambiago, de la archidiócesis de Milán. Queridos hermanos, gracias por vuestra visita, que me complace. Con vuestra peregrinación jubilar a Roma experimentáis que todo bautizado está llamado a formar parte activa del Cuerpo místico de Cristo, presente en todos los rincones del mundo. Alimentaos y fortaleceos con los dones sacramentales, para ser instrumentos de la ternura de Dios en vuestras respectivas comunidades, abiertos a las exigencias de toda la humanidad. Que María, Madre de la Iglesia, acompañe siempre vuestro camino.

4. Dirijo, asimismo, mi saludo afectuoso a los miembros de la Federación de jubilados de San Marino y a los socios del "Lyons Club de Roma Pantheon". Queridos hermanos y hermanas, gracias por vuestra presencia. La peregrinación jubilar que estáis realizando os animará seguramente a proseguir en vuestro itinerario de fe. Proseguid con renovada energía la senda de vuestras actividades diarias. Al estilo del buen samaritano, convertíos en "prójimo" de todo hermano y de toda hermana que la Providencia ponga en vuestro camino, anunciándoles la esperanza que no defrauda, porque brota del Evangelio.

5. Saludo cordialmente al grupo de jóvenes de Marsella. En la víspera del domingo de Ramos, que nos introduce en el misterio central de nuestra fe, os invito a seguir a Cristo. El Viernes santo y la fiesta de Pascua nos recuerdan que, por encima de todo sufrimiento, está la luz divina. Al contemplar la cruz del Salvador, descubriréis el amor infinito de Dios, que se entregó por nuestra salvación y os llama a hacer de vuestra vida algo hermoso. Que en este año jubilar vuestra peregrinación a Asís y a Roma reavive vuestra fe en Cristo muerto y resucitado, y os ayude a construir vuestro porvenir. A ejemplo de san Pedro y san Pablo, así como del Poverello, sed testigos generosos del Señor en la Iglesia y en el mundo.

6. Queridos hermanos y hermanas, al volver a vuestros hogares, llevad a vuestras familias, a vuestros seres queridos y a vuestras comunidades la seguridad de que el Papa está cerca de ellos con su afecto. Encomendad todos vuestros deseos a la Virgen, de quien me consta que sois muy devotos. Precisamente ella os animará en vuestro compromiso de avanzar más rápidamente por la senda de la santidad, vocación de todo cristiano. Os acompaño con mi oración y os bendigo.








A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO INTERNACIONAL


UNIV 2000


Lunes 17 de abril de 2000



1. Queridos jóvenes que participáis en el congreso universitario internacional UNIV 2000, os saludo a todos con afecto.

Bienvenidos a este encuentro, que también este año tiene lugar en vísperas de las fiestas de Pascua. Mi saludo, en esta Semana santa del Año jubilar, reviste un significado particular: es una invitación cordial a dejaros conquistar cada vez con más totalidad por Cristo, Redentor del hombre. Y quisiera que esta invitación llegara, a través de vosotros, a los jóvenes del mundo entero. Estad profundamente convencidos de que la sociedad necesita encontrar, en vuestro testimonio coherente de jóvenes cristianos, un estímulo importante para una sólida renovación espiritual y social.

2. El tema del congreso os invita a tomar mayor conciencia de vuestra misión de creyentes en el umbral del tercer milenio. Reza así: "La imagen del hombre dos mil años después". En efecto, os invita a repasar dos mil años de historia. De hecho, el acontecimiento central de la historia humana, la venida de Cristo al mundo, divide en dos el curso de la historia: antes y después de Cristo. Sin embargo, para los cristianos el carácter central de Jesús no es meramente cuestión de medir el paso del tiempo. El Verbo hecho carne es el auténtico protagonista de la historia, y la redención, siempre operante en el devenir, a menudo intrincado, de los acontecimientos humanos, es la clave hermenéutica definitiva de la historia.

Podríamos decir que los dos mil años que acaban de finalizar no son sólo dos milenios después de Cristo, sino, en un sentido más real, dos milenios de Cristo. Esta es la verdad que expresa el tema del gran jubileo: "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (He 13,8). A pesar de la experiencia humana, a menudo llena de fracaso, guerra, violencia e injusticia, Cristo ha vencido al mal de una vez para siempre, clavando en la cruz el juicio de nuestra condena (cf. Col Col 2,14). Como dice el apóstol san Pedro: "Sus heridas nos han curado" (1P 2,25). Por eso cada momento del tiempo le pertenece completamente a él.

El Año santo que estamos celebrando subraya de modo especial el hecho de que Cristo es el centro y el sentido de todo lo que sucede, incluso cuando, humanamente hablando, da la impresión de que los acontecimientos escapan al control de su providencia. Él mismo prometió: "Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación de los siglos" (Mt 28,20). La seguridad de esta promesa nos impulsa a obrar siempre con gran confianza, porque es Cristo quien actúa en nosotros, y porque reconocemos que en él Dios cumple su plan eterno de salvación (cf. Ef Ep 3,11).

3. El "hecho" de la Redención, queridos jóvenes, abre de par en par ante nosotros, en nuestro compromiso cotidiano, un horizonte lleno de perspectivas: incluso en las contradicciones que a menudo experimentamos en el presente, sabemos que avanzamos constantemente hacia una meta segura. El verdadero progreso tiende hacia Cristo, hacia aquella plena unión con él, la santidad, que es también perfección humana. Bien lo evidencia san Pablo en la carta a los Efesios, donde escribe que el Señor ha establecido todo "para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos (...) al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ep 4,13). De este modo los creyentes leen e interpretan la historia: es historia de Cristo y nosotros vivimos con él, inmersos en él y avanzando hacia él. Escribe el beato Josemaría Escrivá: "En el orden religioso, el hombre continúa siendo hombre y Dios continúa siendo Dios. En este campo el vértice del progreso ya ha sido alcanzado: es Cristo, alfa y omega, principio y fin" (Es Cristo que pasa, 104).

104 Queridos jóvenes del UNIV, sacad de esta conciencia una firme confianza: el esfuerzo del cristiano no es nunca en vano. El cristiano no obra nunca solo. ¡No lo olvidéis! Cada creyente es un instrumento de Dios y con él actúa Cristo mediante la fuerza del Espíritu Santo. Dejad que Dios actúe en vosotros y por medio vuestro. Y para que esto tenga lugar, sabéis bien a qué medios hay que recurrir: se trata de los sacramentos, la oración, la práctica de las virtudes, la santificación del trabajo, así como la dirección espiritual.

Tenéis necesidad de Cristo, pero también Cristo tiene necesidad de vosotros para que lo deis a conocer a vuestros coetáneos, con los cuales compartís experiencias y esperanzas. La Iglesia os confía la misión de llevarles la luz de la verdad de Cristo y su anuncio universal de la salvación. Estad siempre dispuestos a pensar en los otros, olvidándoos de vosotros mismos para acercar a los hermanos a Dios. De ese modo podréis contribuir a la construcción de un mundo mejor y más solidario, porque la conversión y el compromiso de uno son un germen de salvación para todos.

4. Amadísimos jóvenes, os encomiendo a vosotros, así como vuestro compromiso diario, a María, Reina de los Apóstoles. Invocadla con frecuencia e imitad sus virtudes. Ella os ayudará a conocer más íntimamente a Jesús y a seguirlo cada vez con mayor fidelidad y alegría.

Formulo de corazón a vosotros y a vuestros seres queridos fervientes deseos de una feliz Pascua y, mientras aseguro a cada uno mi recuerdo en la oración, de corazón os bendigo.







VÍA CRUCIS



EN EL COLISEO

PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE

JUAN PABLO II

VIERNES SANTO 2000

AÑO SANTO

MEDITACIONES Y ORACIONES

DEL SANTO PADRE

JUAN PABLO II

ORACIÓN INICIAL

El Santo Padre:

En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.

"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16,24).

Viernes Santo por la tarde.
Desde hace veinte siglos, la Iglesia se reúne esta tarde para recordar y revivir los acontecimientos de la última etapa del camino terreno del Hijo de Dios. Hoy, como cada año, la Iglesia que está en Roma se congrega en el Coliseo para seguir las huellas de Jesús que, "cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota" (Jn 19,17).

Estamos aquí, conscientes de que el via crucis del Hijo de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que han visto y hecho todos aquellos que han tomado parte este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.

105 En este año jubilar queremos reflexionar con particular intensidad sobre el contenido de aquellos acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la mente y al corazón, y sean así origen de la gracia de una auténtica participación.
Participar significa tener parte.
¿Qué quiere decir tener parte en la cruz de Cristo?
Quiere decir experimentar en el Espíritu Santo el amor que esconde tras de sí la cruz de Cristo.
Quiere decir reconocer, a la luz de este amor, la propia cruz.
Quiere decir cargarla sobre la propia espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar...
Caminar a través de la vida, imitando a Aquel que "soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios" (
He 12,2).

Pausa de silencio

Oremos.
Señor Jesucristo,
colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo,
106 para que, siguiéndote en tu último camino,
sepamos cuál es el precio de nuestra redención
y seamos dignos de participar
en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.



PRIMERA ESTACIÓN:

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"¿Eres tú el Rey de los judíos?" (Jn 18,33)
"Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18,36).
Entonces Pilato le dijo:
107 "¿Luego tú eres Rey?"
Respondió Jesús:
"Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".
Le dice Pilato:
"¿Qué es la verdad?"

Con esto, el procurador romano consideró terminado el interrogatorio. Volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él" (cf. Jn
Jn 18,37-38).

El drama de Pilato se oculta tras la pregunta: ¿qué es la verdad?
No era una cuestión filosófica sobre la naturaleza de la verdad, sino una pregunta existencial sobre la propia relación con la verdad. Era un intento de escapar a la voz de la conciencia, que ordenaba reconocer la verdad y seguirla. El hombre que no se deja guiar por la verdad, llega a ser capaz incluso de emitir una sentencia de condena de un inocente.

Los acusadores intuyen esta debilidad de Pilato y por eso no ceden. Reclaman con obstinación la muerte en cruz. La decisiones a medias, a las que recurre Pilato, no le sirven de nada. No es suficiente infligir al acusado la pena cruel de la flagelación. Cuando el Procurador presenta a la muchedumbre a un Jesús flagelado y coronado de espinas, parece como si con ello quisiera decir algo que, a su entender, debería doblegar la intransigencia de la plaza. Señalando a Jesús, dice: "Ecce homo!" "Aquí tenéis al hombre".
Pero la respuesta es: "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
Pilato intenta entonces negociar: "Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él" (cf. Jn Jn 19,5-7).

108 Está cada vez más convencido de que el imputado es inocente, pero esto no le basta para emitir una sentencia absolutoria.
Entonces, los acusadores recurren a un argumento decisivo: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César" (
Jn 19,12).
Es una amenaza muy clara. Intuyendo el peligro, Pilato cede definitivamente y emite la sentencia, si bien con el gesto ostentoso de lavarse las manos: "Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis" (Mt 27,24).
Así fue condenado a la muerte en cruz Jesús, el Hijo de Dios vivo, el Redentor del mundo.

A lo largo de los siglos, la negación de la verdad ha generado sufrimiento y muerte.
Son los inocentes los que pagan el precio de la hipocresía humana.
No bastan decisiones a medias. No es suficiente lavarse las manos.
Queda siempre la responsabilidad por la sangre de los inocentes.
Por ello Cristo imploró con tanto fervor por sus discípulos de todos los tiempos: Padre, "Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad" (Jn 17,17).


ORACIÓN

Cristo, que aceptas una condena injusta,
concédenos, a nosotros y a los hombres de todos los tiempos,
109 la gracia de ser fieles a la verdad
y no permitas que caiga sobre nosotros
y sobre los que vendrán después de nosotros
el peso de la responsabilidad
por el sufrimiento de los inocentes.
A ti, Jesús, Juez justo,
honor y gloria por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
110 adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto
Stabat mater dolorosa
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.



SEGUNDA ESTACIÓN

JESÚS CARGA CON LA CRUZ A CUESTAS

111 V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

La cruz. Instrumento de una muerte infame.
No era lícito condenar a la muerte en cruz a un ciudadano romano: era demasiado humillante. Pero el momento en que Jesús de Nazaret cargó con la cruz para llevarla al Calvario marcó un cambio en la historia de la cruz.
De ser signo de muerte infame, reservada a las personas de baja categoría, se convierte en llave maestra. Con su ayuda, de ahora en adelante, el hombre abrirá la puerta de las profundidades del misterio de Dios.
Por medio de Cristo, que acepta la cruz, instrumento del propio despojo, los hombres sabrán que Dios es amor.

Amor inconmensurable: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (
Jn 3,16).

Esta verdad sobre Dios se ha revelado a través de la cruz.
¿No podía revelarse de otro modo?
Tal vez sí. Sin embargo, Dios ha elegido la cruz.
El Padre ha elegido la cruz para su Hijo, y el Hijo la ha cargado sobre sus hombros, la ha llevado hasta al monte Calvario y en ella ha ofrecido su vida.
112 "En la cruz está el sufrimiento,
en la cruz está la salvación,
en la cruz hay una lección de amor.
Oh Dios, quien te ha comprendido una vez,
ya no desea ni busca ninguna otra cosa" (Canto cuaresmal polaco)
La Cruz es signo de un amor sin límites


ORACIÓN

Cristo, que aceptas la cruz de las manos de los hombres
para hacer de ella un signo del amor salvífico de Dios por el hombre,
concédenos, a nosotros y a los hombres de nuestro tiempo
la gracia de la fe en este infinito amor,
para que, transmitiendo al nuevo milenio el signo de la cruz,
113 seamos auténticos testigos de la Redención.
A ti. Jesús, Sacerdote y Víctima,
alabanza y gloria por los siglos de los siglos
R/. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
114 sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto
Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.




TERCERA ESTACIÓN

JESÚS CAE POR LA PRIMERA VEZ

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros" (cf. Is Is 53,6).
"Todos nosotros como ovejas erramos,
115 cada uno marchó por su camino,
y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros" (
Is 53,6).
Jesús cae bajo el peso de la cruz. Sucederá tres veces durante el camino relativamente corto de la "via dolorosa".
Cae por agotamiento. Tiene el cuerpo ensangrentado por la flagelación, la cabeza coronada de espinas. Le faltan las fuerzas.
Cae, pues, y la cruz lo aplasta con su peso contra la tierra.

Hay que volver a las palabras del profeta, que siglos antes ha previsto esta caída, casi como si la estuviera viendo con sus propios ojos: ante el Siervo del Señor, en tierra bajo el peso de la cruz, manifiesta el verdadero motivo de la caída: "Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros".
Han sido los pecados los que han aplastado contra la tierra al divino Condenado.
Han sido ellos los que determinan el peso de la cruz que él lleva a sus espaldas.
Han sido los pecados los que han ocasionado su caída.
Cristo se levanta a duras penas para proseguir el camino.
Los soldados que lo escoltan intentan instigarle con gritos y golpes.
116 Tras un momento, el cortejo prosigue.

Jesús cae y se levanta.
De este modo, el Redentor del mundo se dirige sin palabras a todos los que caen. Les exhorta a levantarse.
"El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados" (
1P 2,24).


ORACIÓN

Cristo, que caes bajo el peso de nuestras culpas
y te levantas para nuestra justificación,
te rogamos que ayudes
a cuantos están bajo el peso del pecado
a volverse a poner en pie
y reanudar el camino.
Danos la fuerza del Espíritu,
117 para llevar contigo la cruz de nuestra debilidad.
A ti, Jesús, aplastado por el peso de nuestras culpas,
nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos
R/. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
118 sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto
O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
mater Unigeniti!


CUARTA ESTACIÓN

JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lc 1,30-33).
María recordaba estas palabras. Las consideraba a menudo en la intimidad de su corazón.
119 Cuando en el camino hacia la cruz encontró a su Hijo, quizás le vinieron a la mente precisamente estas palabras. Con una fuerza particular.
"Reinará... Su reino no tendrá fin", había dicho el mensajero celestial.
Ahora, al ver que su Hijo, condenado a muerte, lleva la cruz en la que habría de morir, podría preguntarse, humanamente hablando: ¿Cómo se cumplirán aquellas palabras? ¿De qué modo reinará en la casa de David? ¿Cómo será que su reino no tendrá fin?

Son preguntas humanamente comprensibles.
María, sin embargo, recuerda que tiempo atrás, al oír el anuncio del Ángel, había contestado: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (
Lc 1,38).
Ahora ve que aquellas palabras se están cumpliendo como palabra de la cruz. Porque es madre, María sufre profundamente. No obstante, responde también ahora como respondió entonces, en la anunciación: "Hágase en mí según tu palabra".
De este modo, maternalmente, abraza la cruz junto con el divino Condenado.
En el camino hacia la cruz, María se manifiesta como Madre del Redentor del mundo.

"Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta" (Lm 1,12).
Es la Madre Dolorosa la que habla,
la Sierva obediente hasta el final,
120 la Madre del Redentor del mundo.


ORACIÓN

Oh María, tú que has recorrido
el camino de la cruz junto con tu Hijo,
quebrantada por el dolor en tu corazón de madre,
pero recordando siempre el fiat
e íntimamente confiada en que Aquél para quien nada es imposible
cumpliría sus promesas,
suplica para nosotros y para los hombres de las generaciones futuras
la gracia del abandono en el amor de Dios.
Haz que, ante el sufrimiento, el rechazo y la prueba,
por dura y larga que sea,
121 jamás dudemos de su amor.
A Jesús, tu Hijo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R./. Amén.


Todos:
Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
122 sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto
Quae maerebat et dolebat
pia mater, dum videbat
Nati poenas incliti.


QUINTA ESTACIÓN

SIMÓN DE CIRENE LLEVA LA CRUZ DE JESÚS

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Obligaron a Simón (cf Mt 15,21).
Los soldados romanos lo hicieron temiendo que el Condenado, agotado, no lograra llevar la cruz hasta el Gólgota. No habrían podido ejecutar en él la sentencia de la crucifixión.
123 Buscaban a un hombre que lo ayudase a llevar la cruz.
Su mirada se detuvo en Simón. Lo obligaron a cargar aquel peso. Se puede uno imaginar que él no estuviera de acuerdo y se opusiera. Llevar la cruz junto con un condenado podía considerarse un acto ofensivo de la dignidad de un hombre libre.
Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús.

En un canto de cuaresma se escuchan estas palabras: "Bajo el peso de la cruz Jesús acoge al Cireneo". Son palabras que dejan entrever un cambio total de perspectiva: el divino Condenado aparece como alguien que, en cierto modo, "hace don" de la cruz.
¿Acaso no fue Él quien dijo: "El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí" (
Mt 10,38)?

Simón recibe un don.
Se ha hecho "digno" de él.
Lo que a los ojos de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad. El Hijo de Dios lo ha convertido, de manera singular, en copartícipe de su obra salvífica.

¿Simón, es consciente de ello?
El evangelista Marcos identifica a Simón de Cirene como "padre de Alejandro y de Rufo" (15,21).
Si los hijos de Simón de Cirene eran conocidos en la primitiva comunidad cristiana, se puede pensar también él haya creído en Cristo, precisamente mientras llevaba la cruz. Pasó libremente de la constricción a la disponibilidad, como si hubieran llegado a su corazón aquellas palabras: "El que no lleva su cruz conmigo, no es digno de mí".

124 Llevando la cruz, fue introducido en el conocimiento del evangelio de la cruz.

Desde entonces este evangelio habla a muchos, a innumerables cireneos, llamados a lo largo de la historia a llevar la cruz junto con Jesús.


ORACIÓN

Cristo, que has concedido a Simón de Cirene
la dignidad de llevar tu cruz,
acógenos también a nosotros bajo su peso,
acoge a todos los hombres
y concede a cada uno la gracia de la disponibilidad.
Haz que no apartemos nuestra mirada de quienes
están oprimidos por la cruz de la enfermedad,
de la soledad, del hambre y de la injusticia.
Haz que, llevando las cargas los unos de los otros,
125 seamos testigos del evangelio de la cruz
y testigos de ti,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
126 sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Canto
Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?



SEXTA ESTACIÓN

LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

La Verónica no aparece en los Evangelios. No se menciona este nombre, aunque se citan los nombres de diversas mujeres que aparecen junto a Jesús.
Puede ser, pues, que este nombre exprese más bien lo que esa mujer hizo. En efecto, según la tradición, en el camino del calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo fiel, un "verdadero icono". A eso se referiría el nombre mismo de Verónica.
127 Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad sobre ella.
Un día, ante la crítica de los presentes, Jesús defendió a una mujer pecadora que había derramado aceite perfumado sobre sus pies y los había enjugado con sus cabellos. A la objeción que se le hizo en aquella circunstancia, respondió: "¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una obra buena ha hecho conmigo (...). Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho" (
Mt 26,10 Mt 26,12). Las mismas palabras podrían aplicarse también a la Verónica.
Se manifiesta así la profunda elocuencia de este episodio.
El Redentor del mundo da a Verónica una imagen auténtica de su rostro.

El velo, sobre el que queda impreso el rostro de Cristo, es un mensaje para nosotros. En cierto modo nos dice: He aquí cómo todo acto bueno, todo gesto de verdadero amor hacia el prójimo aumenta en quien lo realiza la semejanza con el Redentor del mundo.

Los actos de amor no pasan. Cualquier gesto de bondad, de comprensión y de servicio deja en el corazón del hombre una señal indeleble, que lo asemeja un poco más a Aquél que "se despojó de sí mismo tomando condición de siervo" (Ph 2,7).
Así se forma la identidad, el verdadero nombre del ser humano.


Discursos 2000 102