
Audiencias 2001 54
1. El cántico de alabanza que acabamos de proclamar (cf. Jdt Jdt 16,1-17) se atribuye a Judit, una heroína que fue el orgullo de todas las mujeres de Israel, porque le tocó manifestar el poder liberador de Dios en un momento dramático de la vida de su pueblo. La liturgia de Laudes sólo nos hace rezar algunos versículos de su cántico, que nos invitan a celebrar, elevando cantos de alabanza con tambores y cítaras, al Señor, "quebrantador de guerras" (v. 2).
Esta última expresión, que define el auténtico rostro de Dios, amante de la paz, nos introduce en el contexto donde nació el himno. Se trata de una victoria conseguida por los israelitas de un modo muy sorprendente, por obra de Dios, que intervino para evitarles una derrota inminente y total.
2. El autor sagrado reconstruye ese evento varios siglos después, para dar a sus hermanos y hermanas en la fe, que sentían la tentación del desaliento en una situación difícil, un ejemplo que los animara. Así, refiere lo que aconteció a Israel cuando Nabucodonosor, irritado por la oposición de este pueblo frente a sus deseos de expansión y a sus pretensiones de idolatría, envió al general Holofernes con la precisa misión de doblegarlo y aniquilarlo. Nadie debía resistir a él, que reivindicaba los honores de un dios. Y su general, compartiendo su presunción, se había burlado de la advertencia, que se le había hecho, de no atacar a Israel porque equivaldría a atacar a Dios mismo.
En el fondo, el autor sagrado quiere reafirmar precisamente este principio, para fortalecer en la fidelidad al Dios de la alianza a los creyentes de su tiempo: hay que confiar en Dios. El auténtico enemigo que Israel debe temer no son los poderosos de esta tierra, sino la infidelidad al Señor. Esta lo priva de la protección de Dios y lo hace vulnerable. En cambio, el pueblo, cuando es fiel, puede contar con el poder mismo de Dios, "admirable en su fuerza, invencible" (v. 13).
3. Este principio queda espléndidamente ilustrado por toda la historia de Judit. El escenario es una tierra de Israel ya invadida por los enemigos. El cántico refleja el dramatismo de ese momento: "Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa innumerable; su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos cubrían las colinas" (v. 3). Se subraya con sarcasmo la efímera jactancia del enemigo: "Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada, de estrellar contra el suelo a los lactantes, de entregar como botín a mis niños y de dar como presa a mis doncellas" (v. 4).
55 La situación descrita en las palabras de Judit se asemeja a otras vividas por Israel, en las que la salvación había llegado cuando parecía todo perdido. ¿No se había producido así también la salvación del Éxodo, al atravesar de forma prodigiosa el mar Rojo? Del mismo modo ahora el asedio por obra de un ejército numeroso y poderoso elimina toda esperanza. Pero todo ello no hace más que poner de relieve la fuerza de Dios, que se manifiesta protector invencible de su pueblo.
4. La obra de Dios resulta tanto más luminosa cuanto que no recurre a un guerrero o a un ejército. Como en otra ocasión, en el tiempo de Débora, había eliminado al general cananeo Sísara por medio de Yael, una mujer (Jg 4,17-21), así ahora se sirve de nuevo de una mujer inerme para salir en auxilio de su pueblo en dificultad. Judit, con la fuerza de su fe, se aventura a ir al campamento enemigo, deslumbra con su belleza al caudillo y lo elimina de forma humillante. El cántico subraya fuertemente este dato: "El Señor omnipotente por mano de mujer los anuló. Que no fue derribado su caudillo por jóvenes guerreros, ni le hirieron hijos de titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyugó Judit, hija de Merarí, con sólo la hermosura de su rostro" (Jdt 16,5-6).
La figura de Judit se convertirá luego en arquetipo que permitirá, no sólo a la tradición judía, sino también a la cristiana, poner de relieve la predilección de Dios por lo que se considera frágil y débil, pero que precisamente por eso es elegido para manifestar la potencia divina. También es una figura ejemplar para expresar la vocación y la misión de la mujer, llamada, al igual que el hombre, de acuerdo con sus rasgos específicos, a desempeñar un papel significativo en el plan de Dios.
Algunas expresiones del libro de Judit pasarán, más o menos íntegramente, a la tradición cristiana, que verá en la heroína judía una de las prefiguraciones de María. ¿No se escucha un eco de las palabras de Judit cuando María, en el Magníficat, canta: "Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes" (Lc 1,52)? Así se comprende el hecho de que la tradición litúrgica, familiar tanto a los cristianos de Oriente como a los de Occidente, suele atribuir a la madre de Jesús expresiones referidas a Judit, como las siguientes: "Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú eres el orgullo de nuestra raza" (Jdt 15,9).
5. El cántico de Judit, partiendo de la experiencia de la victoria, concluye con una invitación a elevar a Dios un cantar nuevo, reconociéndolo "grande y glorioso". Al mismo tiempo, se exhorta a todas las criaturas a mantenerse sometidas a Aquel que con su palabra ha hecho todas las cosas y con su espíritu las ha forjado. ¿Quién puede resistir a la voz de Dios? Judit lo recuerda con gran énfasis: frente al Creador y Señor de la historia, los montes, desde sus cimientos, serán sacudidos; las rocas se fundirán como cera (cf. Jdt Jdt 16,15). Son metáforas eficaces para recordar que todo es "nada" frente al poder de Dios. Y, sin embargo, este cántico de victoria no quiere infundir temor, sino consolar. En efecto, Dios utiliza su poder invencible para sostener a sus fieles: "Con aquellos que te temen te muestras tú siempre propicio" (Jdt 16,15).
Saludos
Doy mi cordial bienvenida a todos los peregrinos de lengua española. De modo especial saludo a los grupos parroquiales de España, así como a los demás peregrinos venidos de México, de Ecuador y de otros países latinoamericanos. Reconoced siempre a Dios, como en el cántico de Judit, "grande y glorioso". Muchas gracias.
(Peregrinos holandeses y belgas)
Vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles os trae al corazón de la Iglesia y es una buena ocasión para experimentar la gracia de Dios en vuestra vida.
(En esloveno)
Habéis venido a Roma, la ciudad eterna, donde habéis orado ante las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo para obtener la constancia de la fe.
56 (En lengua croata)
Con la alabanza y la acción de gracias elevadas a Dios desde todas las partes del mundo, la Iglesia se une a la liturgia celebrada en los cielos, consagrando en el tiempo las vicisitudes de la vida diaria del hombre. Desea que en dicha alabanza y acción de gracias participen todos sus miembros, sobre todo cuando se trata de la celebración de los sacramentos, principalmente de la Eucaristía.
(En italiano)
Mi pensamiento se dirige por último a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El ejemplo heroico de san Juan Bautista, cuyo martirio celebramos, os impulse a vosotros, queridos jóvenes, a proyectar el futuro con plena fidelidad al Evangelio.
A vosotros, queridos enfermos, os ayude a afrontar el sufrimiento con valentía, hallando en Cristo crucificado serenidad y consuelo.
A vosotros, queridos recién casados, os lleve a un amor profundo a Dios y entre vosotros, experimentando cada día la consoladora alegría que brota de la entrega recíproca abierta a la vida.
Septiembre de 2001
: El Señor, rey del universo
1. "El Señor, el Altísimo, es rey grande sobre toda la tierra". Esta aclamación inicial se repite, con diversos matices, a lo largo del salmo 46, que acabamos de escuchar. Se trata de un himno a Dios, Señor del universo y de la historia: "Dios es el rey del mundo (...). Dios reina sobre las naciones" (vv. 8-9).
Este himno al Señor, rey del mundo y de la humanidad, al igual que otras composiciones semejantes que recoge el Salterio (cf. Ps 92 Ps 95-98), supone un clima de celebración litúrgica. Por eso, nos encontramos en el corazón espiritual de la alabanza de Israel, que se eleva al cielo desde el templo, el lugar en donde el Dios infinito y eterno se revela y se encuentra con su pueblo.
57 2. Seguiremos este canto de alabanza gozosa en sus momentos fundamentales, como dos olas que avanzan hacia la playa del mar. Difieren en el modo de considerar la relación entre Israel y las naciones. En la primera parte del salmo la relación es de dominación: Dios "nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones" (v. 4); por el contrario, en la segunda parte la relación es de asociación: "los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham" (v. 10). Así pues, se nota un gran progreso.
En la primera parte (cf. vv. 2-6) se dice: "Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo" (v. 2). El centro de este aplauso jubiloso es la figura grandiosa del Señor supremo, al que se atribuyen tres títulos gloriosos: "altísimo, grande y terrible" (v. 3), que exaltan la trascendencia divina, el primado absoluto en el ser y la omnipotencia. También Cristo resucitado exclamará: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mt 28,18).
3. Dentro del señorío universal de Dios sobre todos los pueblos de la tierra (cf. v. 4), el orante destaca su presencia particular en Israel, el pueblo de la elección divina, "el predilecto", la herencia más valiosa y apreciada por el Señor (cf. v. 5). Por consiguiente, Israel se siente objeto de un amor particular de Dios, que se ha manifestado con la victoria obtenida sobre las naciones hostiles.
Durante la batalla, la presencia del Arca de la alianza entre las tropas de Israel les garantizaba la ayuda de Dios; después de la victoria, el Arca subía al monte Sión (cf. Ps 67,19) y todos proclamaban: "Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas" (Ps 46,6).
4. El segundo momento del salmo (cf. vv. 7-10) está abierto a otra ola de alabanza y de canto jubiloso: "Tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro rey, tocad; (...) tocad con maestría" (vv. 7-8). También aquí se alaba al Señor sentado en el trono en la plenitud de su realeza (cf. v. 9). Este trono se define "sagrado", porque es inaccesible para el hombre limitado y pecador. Pero también es trono celestial el Arca de la alianza presente en la zona más sagrada del templo de Sión. De ese modo el Dios lejano y trascendente, santo e infinito, se hace cercano a sus criaturas, adaptándose al espacio y al tiempo (cf. 1R 8,27 1R 8,30).
5. El salmo concluye con una nota sorprendente por su apertura universalista: "Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham" (v. 10). Se remonta a Abraham, el patriarca que no sólo está en el origen de Israel, sino también de otras naciones. Al pueblo elegido que desciende de él se le ha encomendado la misión de hacer que todas las naciones y todas las culturas converjan en el Señor, porque él es Dios de la humanidad entera. Proviniendo de oriente y occidente se reunirán entonces en Sión para encontrarse con este rey de paz y amor, de unidad y fraternidad (cf. Mt 8,11). Como esperaba el profeta Isaías, los pueblos hostiles entre sí serán invitados a arrojar a tierra las armas y a convivir bajo el único señorío divino, bajo un gobierno regido por la justicia y la paz (cf. Is 2,2-5). Los ojos de todos contemplarán la nueva Jerusalén, a la que el Señor "asciende" para revelarse en la gloria de su divinidad. Será "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas (...). Todos gritaban a gran voz: "La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero"" (Ap 7,9-10).
6. La carta a los Efesios ve la realización de esta profecía en el misterio de Cristo redentor cuando afirma, dirigiéndose a los cristianos que no provenían del judaísmo: "Recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, (...) estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad" (Ep 2,11-14).
Así pues, en Cristo la realeza de Dios, cantada por nuestro salmo, se ha realizado en la tierra con respecto a todos los pueblos. Una homilía anónima del siglo VIII comenta así este misterio: "Hasta la venida del Mesías, esperanza de las naciones, los pueblos gentiles no adoraron a Dios y no conocieron quién era. Y hasta que el Mesías los rescató, Dios no reinó en las naciones por medio de su obediencia y de su culto. En cambio, ahora Dios, con su Palabra y su Espíritu, reina sobre ellas, porque las ha salvado del engaño y se ha ganado su amistad" (Palestino anónimo, Homilía árabe cristiana del siglo VIII, Roma 1994, p. 100).
Saludos
Deseo saludar ahora cordialmente a los fieles de lengua española, en particular a los feligreses de varias parroquias de Valencia y de otros pueblos; y a la Asociación de viudas de Plasencia. Saludo también a los estudiantes de la Universidad del Salvador de Buenos Aires, así como a los peregrinos mexicanos y de otros países latinoamericanos. Que Cristo, nuestra paz, nos ayude a reconciliar a las personas y los pueblos que están enemistados entre sí. Muchas gracias.
(En lengua croata)
58 Mediante la liturgia, acción de Cristo y de su Iglesia, los hombres, por el poder del Espíritu Santo, reciben en abundancia la gracia y participan de la santidad y de la vida de Dios.
(En italiano)
Al Instituto ítalo-chino, que promueve la conmemoración del IV centenario de la llegada del padre Matteo Ricci, s.j., a China
En el mes de octubre tendrán lugar dos congresos internacionales, el primero en Pekín y el otro en Roma, con la participación de estudiosos chinos, americanos y europeos, para recordar la persona y las empresas apostólicas de ese gran misionero jesuita. Sigo con gran interés estas importantes iniciativas y deseo que tengan pleno éxito, porque Matteo Ricci es un modelo excelente para quien trabaja en el campo del anuncio evangélico en ambientes culturales y religiosos diversos.
A los seminaristas de la diócesis de Pésaro y a los fieles de Tursi
Ojalá que vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles os confirme en la adhesión a Cristo y os haga sus testigos en vuestras familias y comunidades eclesiales. Os acompaño con la oración, a fin de que el Señor os colme de abundantes dones espirituales.
Por último saludó a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados
Queridos jóvenes, al volver después de las vacaciones a las actividades diarias habituales, reanudad el ritmo regular de vuestro diálogo íntimo con Dios, difundiendo su luz y su paz en vuestro entorno. Vosotros, queridos enfermos, hallad apoyo y consuelo en nuestro Señor Jesucristo, que continúa su obra de redención en la vida de cada uno de los hombres. Y vosotros, queridos recién casados, esforzaos por mantener un contacto vivo con Dios, que se entrega por la salvación de todos, a fin de que vuestro amor sea cada vez más auténtico, duradero y solidario.
No puedo iniciar esta audiencia sin expresar profundo dolor por los ataques terroristas que en el día de ayer ensangrentaron a Estados Unidos, causando miles de víctimas y numerosísimos heridos. Al presidente de Estados Unidos y a todos los ciudadanos americanos les manifiesto mi más sentido pésame. Ante acontecimientos de un horror tan incalificable no podemos menos de quedar profundamente turbados. Me uno a cuantos en estas horas han expresado su indignada condena, reafirmando con vigor que los caminos de la violencia nunca llevan a verdaderas soluciones de los problemas de la humanidad.
Ayer fue un día tenebroso en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre. Desde que recibí la noticia, seguí con intensa participación el desarrollo de la situación, elevando al Señor mi apremiante oración. ¿Cómo pueden verificarse episodios de una crueldad tan salvaje? El corazón del hombre es un abismo del que brotan a veces planes de inaudita atrocidad, capaces de destruir en unos instantes la vida serena y laboriosa de un pueblo. Pero la fe sale a nuestro encuentro en estos momentos en los que todo comentario parece inadecuado. La palabra de Cristo es la única que puede dar una respuesta a los interrogantes que se agitan en nuestro espíritu. Aun cuando parecen dominar las tinieblas, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra. Aquí se funda la esperanza cristiana; aquí se alimenta, en este momento, nuestra confianza apoyada en la oración.
59 Con gran afecto me dirijo al amado pueblo de Estados Unidos en esta hora de angustia y desconcierto, en la que se pone a dura prueba el valor de tantos hombres y mujeres de buena voluntad. De manera especial abrazo a los familiares de los muertos y de los heridos, y les aseguro mi cercanía espiritual. Encomiendo a la misericordia del Altísimo a las víctimas inermes de esta tragedia, por las cuales he celebrado esta mañana la santa misa, implorando para ellas el descanso eterno. Que Dios infunda valor a los supervivientes, secunde con su ayuda la obra benemérita de los socorristas y de los numerosos voluntarios, que en estas horas se dedican con todas sus energías a afrontar tan dramática emergencia. Os invito también a vosotros, queridos hermanos y hermanas, a uniros a mi oración.
Pidamos al Señor que no prevalezca la espiral del odio y de la violencia. La Virgen santísima, Madre de misericordia, suscite en el corazón de todos pensamientos de sensatez y propósitos de paz.
(A la peregrinación carmelitana)
Este feliz acontecimiento no sólo afecta a los devotos de la Virgen del Carmen, sino también a toda la Iglesia, ya que el rico patrimonio mariano del Carmelo se ha convertido con el tiempo, gracias a la difusión de la devoción al santo escapulario, en un tesoro para todo el pueblo de Dios. Acudid constantemente a este admirable patrimonio espiritual, para ser cada día testigos creíbles de Cristo y de su Evangelio.
A este compromiso especial os he invitado con la carta que el pasado 25 de marzo dirigí a los superiores generales de la Orden de los Carmelitas y de la Orden de los Carmelitas Descalzos. En ella escribí, entre otras cosas, que el escapulario es esencialmente un hábito que evoca, por una parte, la protección continua de la Virgen María en esta vida y en el tránsito a la plenitud de la gloria eterna; y por otra, la certeza de que la devoción a ella debe constituir un "distintivo", es decir, un estilo de vida cristiana impregnada de oración y vida interior. Ojalá que esta celebración sea para cada uno de vosotros ocasión de conversión personal y renovación comunitaria, respondiendo siempre a la gracia divina, que nos fortalece en el camino hacia la santidad.
El Santo Padre:
Hermanos y hermanas, con gran preocupación, frente al horror de la violencia destructora, pero con la fuerza de la fe que siempre ha guiado a nuestros padres, nos dirigimos al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, salvación de su pueblo, y con confianza de hijos le suplicamos que venga en nuestra ayuda en estos días de luto y de dolor inocente.
Lector:
1. Por las Iglesias de Oriente y de Occidente, y en particular por la Iglesia que vive en Estados Unidos, para que, aunque postrada por el desconcierto y el luto, inspirándose en la Madre del Señor, mujer fuerte al pie de la cruz de su Hijo, alimenten en los corazones deseos de reconciliación y paz y trabajen por la construcción de la civilización del amor, roguemos al Señor.
2. Por todos los que llevan el nombre de cristianos, para que, en las tristes vicisitudes de una humanidad llena de incomprensión y de odio, sigan siendo testigos de la presencia de Dios en la historia y de la victoria de Cristo sobre la muerte, roguemos al Señor.
60 3. Por los responsables de las naciones, para que no se dejen dominar por el odio y el espíritu de venganza, hagan todo lo posible por evitar que las armas de destrucción siembren nuevo odio y nueva muerte, y se esfuercen por iluminar la oscuridad de las vicisitudes humanas con obras de paz, roguemos al Señor.
4. Por los que lloran y sufren por la pérdida violenta de familiares y amigos, a fin de que en esta hora de sufrimiento no se dejen vencer por el dolor, la desesperación y la venganza, sino que sigan teniendo fe en la victoria del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte, y trabajen por construir un mundo mejor, roguemos al Señor.
5. Por los heridos y los que sufren a causa de los insensatos actos terroristas, para que recuperen pronto estabilidad y salud, y ante el don de la vida alimenten en su corazón deseos de construcción, colaboración y servicio a toda forma de vida, sin rencores ni sentimientos de venganza, y se conviertan en artífices de justicia y constructores de paz, roguemos al Señor.
6. Por los hermanos y hermanas que han encontrado la muerte en la locura de la violencia, a fin de que hallen en la paz del Señor su segura alegría y la vida sin fin, y su muerte no sea vana, sino levadura para tiempos nuevos de fraternidad y colaboración entre los pueblos, roguemos al Señor.
El Santo Padre:
Señor Jesús, acuérdate ante tu Padre de nuestros hermanos difuntos y de nuestros hermanos que sufren. Acuérdate también de nosotros y admítenos a rezar con tus palabras:
"Pater noster...".
El Santo Padre:
¡Oh Dios omnipotente y misericordioso, no te puede comprender quien siembra la discordia, no te puede acoger quien ama la violencia!: mira nuestra dolorosa situación humana probada por crueles actos de terror y muerte, conforta a tus hijos y abre nuestros corazones a la esperanza, para que nuestro tiempo pueda conocer todavía días de serenidad y paz. Por Cristo, nuestro Señor. Amén
61 1. Es una noche tenebrosa, en la que merodean fieras voraces. El orante está esperando que despunte el alba, para que la luz venza la oscuridad y los miedos. Este es el telón de fondo del salmo 56, sobre el que hoy vamos a reflexionar: un canto nocturno que prepara al orante para la llegada de la luz de la aurora, esperada con ansia, a fin de poder alabar al Señor con alegría (cf. vv. 9-12). En efecto, el Salmo pasa de la dramática lamentación dirigida a Dios a la esperanza serena y a la acción de gracias gozosa, expresada con las palabras que resonarán también más adelante, en otro salmo (cf. Ps 107,2-6).
En la práctica, se trata del paso del miedo a la alegría, de la noche al día, de una pesadilla a la serenidad, de la súplica a la alabanza. Es una experiencia que describe con frecuencia el Salterio: "Cambiaste mi luto en danzas; me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre" (Ps 29,12-13).
2. Por tanto, son dos los momentos del salmo 56 que estamos meditando. El primero se refiere a la experiencia del miedo ante el asalto del mal que intenta herir al justo (cf. vv. 2-7). En el centro de la escena hay leones preparados para el ataque. Muy pronto esta imagen se transforma en un símbolo bélico, delineado con lanzas, flechas y espadas. El orante se siente asaltado por una especie de escuadrón de la muerte. En torno a él ronda una banda de cazadores, que tiende redes y cava fosas para capturar a su presa. Pero este clima de tensión desaparece en seguida. En efecto, ya al inicio (cf. v. 2) aparece el símbolo protector de las alas divinas, que aluden concretamente al Arca de la alianza con los querubines alados, es decir, a la presencia de Dios entre los fieles en el templo santo de Sión.
3. El orante pide insistentemente a Dios que mande desde el cielo a sus mensajeros, a los cuales atribuye los nombres emblemáticos de "Fidelidad" y "Gracia" (v. 4), cualidades propias del amor salvífico de Dios. Por eso, aunque lo atemorizan el rugido terrible de las fieras y la perfidia de los perseguidores, el fiel en su interior permanece sereno y confiado, como Daniel en la fosa de los leones (cf. Dn Da 6,17-25).
La presencia del Señor no tarda en mostrar su eficacia, mediante el castigo de los enemigos: estos caen en la fosa que habían cavado para el justo (cf. v. 7). Esa confianza en la justicia divina, siempre viva en el Salterio, impide el desaliento y la rendición ante la prepotencia del mal. Más tarde o más temprano, Dios, que desmonta las maquinaciones de los impíos haciéndoles tropezar en sus mismos proyectos malvados, se pone de parte del fiel.
4. Así llegamos al segundo momento del Salmo, el de la acción de gracias (cf. vv. 8-12). Hay un pasaje que brilla por su intensidad y belleza: "Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora" (vv. 8-9). Las tinieblas ya se han disipado: el alba de la salvación se ha acercado gracias al canto del orante.
El salmista, al aplicarse a sí mismo esta imagen, tal vez traduce con los términos de la religiosidad bíblica, rigurosamente monoteísta, el uso de los sacerdotes egipcios o fenicios encargados de "despertar a la aurora", es decir, de hacer que volviera a aparecer el sol, considerado una divinidad benéfica. Alude también a la costumbre de colgar y velar los instrumentos musicales en tiempo de luto y prueba (cf. Ps 136,2) y de "despertarlos" con el sonido festivo en el tiempo de la liberación y de la alegría. Así pues, la liturgia hace brotar la esperanza: se dirige a Dios invitándolo a acercarse nuevamente a su pueblo y a escuchar su súplica. A menudo en el Salterio el alba es el momento en que Dios escucha, después de una noche de oración.
5. Así, el Salmo concluye con un cántico de alabanza dirigido al Señor, que actúa con sus dos grandes cualidades salvíficas, ya citadas con términos diferentes en la primera parte de la súplica (cf. v. 4). Ahora aparecen, casi personificadas, la Bondad y la Fidelidad divina, las cuales inundan los cielos con su presencia y son como la luz que brilla en la oscuridad de las pruebas y de las persecuciones (cf. v. 11). Por este motivo, en la tradición cristiana el salmo 56 se ha transformado en canto del despertar a la luz y a la alegría pascual, que se irradia en el fiel eliminando el miedo a la muerte y abriendo el horizonte de la gloria celestial.
6. San Gregorio de Nisa descubre en las palabras de este salmo una especie de descripción típica de lo que acontece en toda experiencia humana abierta al reconocimiento de la sabiduría de Dios. "Me salvó -exclama- habiéndome cubierto con la sombra de la nube del Espíritu, y los que me habían pisoteado han quedado humillados" (Sui titoli dei Salmi, Roma 1994, p. 183).
Refiriéndose luego a las expresiones finales del Salmo, donde se dice: "Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria", concluye: "En la medida en que la gloria de Dios se extiende sobre la tierra, aumentada por la fe de los que son salvados, las potencias celestiales, exultando por nuestra salvación, alaban a Dios" (ib., p. 184).
Saludos
62 Saludo cordialmente a los peregrinos venidos de España y de Latinoamérica, especialmente al grupo del Pontificio Colegio Mexicano en Roma, al cual aliento a promover constantemente la formación sacerdotal de los alumnos. Saludo también a los miembros del servicio religioso de la Dirección general de la policía de España. Invito a todos a que, con ocasión de esta visita a Roma, renueven su fe y se hagan testigos del Evangelio en su propia patria. Muchas gracias.
(A los eslovacos)
El sábado pasado se ha celebrado en Eslovaquia la fiesta de vuestra patrona, la Virgen de los Dolores. El Salvador crucificado la dio como Madre no sólo al apóstol san Juan, sino a cada uno de nosotros. Que ella os acompañe maternalmente en el camino hacia él, hacia la patria celestial.
(En inglés)
I extend warm greetings to all the English-speaking pilgrims and visitors, especially those from England, Canada, Malta, Japan, Indonesia and the United States of America. I invite you to pray in these days that Almighty God will guide the minds and hearts of world leaders so that the ways of justice and peace may prevail. Upon you and your families I invoke abundant divine blessings.
(En italiano)
Con especial afecto saludo ahora a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Queridos jóvenes, que la amistad con Jesús sea para vosotros fuente de alegría y motivo para realizar opciones con las que os comprometáis.
Que ella os conforte también a vosotros, queridos enfermos, en los momentos difíciles y os infunda alivio en el cuerpo y en el espíritu.
Queridos recién casados, permaneced constantemente unidos a Cristo para corresponder fielmente a vuestra vocación en el amor recíproco y en el generoso servicio a la vida.
Octubre de 2001
63
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Doy gracias al Señor que me concedió realizar felizmente, en los día pasados, el viaje apostólico a Kazajstán y Armenia. Ha sido una experiencia que ha dejado en mi corazón impresiones y emociones muy profundas.
Se ha tratado de una visita con dos dimensiones. En Kazajstán fue una visita pastoral a la comunidad católica, que vive en un país de población en su mayoría musulmana, y que hace diez años salió del duro y opresivo régimen soviético. En Armenia me dirigí como peregrino a rendir homenaje a una Iglesia muy antigua: en efecto, el pueblo armenio está celebrando el XVII centenario de la fecha en que se hizo oficialmente cristiano. Y esta identidad la ha mantenido hasta hoy, a costa del martirio.
Renuevo la expresión de mi gratitud a los presidentes de las Repúblicas de Kazajstán y Armenia, que con su invitación me abrieron la puertas de sus nobles países. Les agradezco su cortesía y la cordialidad con que me han acogido.
Dirijo un saludo afectuoso y mi agradecimiento a los obispos y a los administradores apostólicos, a los sacerdotes y a las comunidades católicas. Asimismo, doy sinceramente las gracias a todos los que han contribuido al éxito de esta peregrinación apostólica, que desde hace tanto tiempo esperaba y para la que me preparé con la oración.
2. En Kazajstán el tema de la visita pastoral fue el mandamiento de Cristo: "Amaos los unos a los otros". Resultó muy significativo llevar este mensaje a ese país, en el que conviven más de cien etnias diversas, que colaboran entre sí para construir un futuro mejor. La ciudad de Astana, donde se desarrolló mi visita, desde hace menos de cuatro años se ha convertido en la capital, y es símbolo de la reconstrucción del país.
En mis encuentros con las autoridades y con la gente percibí claramente la voluntad de superar un duro pasado, marcado por la opresión de la dignidad y de los derechos de la persona humana. En efecto, ¿quién podrá olvidar que a Kazajstán fueron deportadas cientos de miles de personas? ¿Quién podría olvidar que sus estepas han sido utilizadas para realizar experimentos nucleares? Por eso, en cuanto llegué, quise visitar el monumento dedicado a las víctimas del régimen totalitario, para subrayar la perspectiva desde la que conviene mirar hacia el futuro. Kazajstán, sociedad pluriétnica, ha rechazado el armamento atómico y desea trabajar en la construcción de una sociedad solidaria y pacífica. Recuerda simbólicamente esta exigencia el gran monumento a la "Madre Patria", que sirvió de telón de fondo a la santa misa del domingo 23 de septiembre.
La Iglesia, gracias a Dios, está renaciendo, sostenida también por una organización territorial renovada. He querido apoyar de cerca a esa comunidad y a sus pastores, comprometidos en una generosa y ardua labor misionera. Con gran emoción rendí homenaje, juntamente con ellos, a la memoria de los que entregaron su vida entre privaciones y persecuciones para llevar a Cristo a las poblaciones locales.
En la catedral de Astana, con los Ordinarios de los países de Asia central, con los sacerdotes, los religiosos, los seminaristas y los fieles que acudieron también de los Estados limítrofes, encomendé el Kazajstán a María santísima, Reina de la paz, título con que la veneran en el santuario nacional.
3. "Amaos los unos a los otros". Estas palabras de Cristo interpelan en primer lugar a los cristianos. Las dirigí ante todo a los católicos, exhortándolos a la comunión entre sí y con los hermanos ortodoxos, más numerosos. Además, los estimulé a colaborar con los musulmanes para fomentar el auténtico progreso de la sociedad. Desde ese país, en el que conviven pacíficamente seguidores de religiones diversas, reafirmé con fuerza que la religión nunca debe ser motivo de conflicto. Cristianos y musulmanes, juntamente con los creyentes de las demás religiones, están llamados a rechazar con energía la violencia, para construir una humanidad que ame la vida y que se desarrolle en la justicia y la solidaridad.
Audiencias 2001 54