
Audiencias 2001 82
83 Un canto de alegría y de victoria
1. Cuando el cristiano, en sintonía con la voz orante de Israel, canta el salmo 117, que acabamos de escuchar, experimenta en su interior una emoción particular. En efecto, encuentra en este himno, de intensa índole litúrgica, dos frases que resonarán dentro del Nuevo Testamento con una nueva tonalidad. La primera se halla en el versículo 22: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". Jesús cita esta frase, aplicándola a su misión de muerte y de gloria, después de narrar la parábola de los viñadores homicidas (cf. Mt 21,42). También la recoge san Pedro en los Hechos de los Apóstoles: "Este Jesús es la piedra que vosotros, los constructores, habéis desechado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Ac 4,11-12). San Cirilo de Jerusalén comenta: "Afirmamos que el Señor Jesucristo es uno solo, para que la filiación sea única; afirmamos que es uno solo, para que no pienses que existe otro (...). En efecto, le llamamos piedra, no inanimada ni cortada por manos humanas, sino piedra angular, porque quien crea en ella no quedará defraudado" (Le Catechesi, Roma 1993, pp. 312-313).
La segunda frase que el Nuevo Testamento toma del salmo 117 es la que cantaba la muchedumbre en la solemne entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén: "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!" (Mt 21,9 cf. Ps 117,26). La aclamación está enmarcada por un "Hosanna" que recoge la invocación hebrea hoshia' na': "sálvanos".
2. Este espléndido himno bíblico está incluido en la pequeña colección de salmos, del 112 al 117, llamada el "Hallel pascual", es decir, la alabanza sálmica usada en el culto judío para la Pascua y también para las principales solemnidades del Año litúrgico. Puede considerarse que el hilo conductor del salmo 117 es el rito procesional, marcado tal vez por cantos para el solista y para el coro, que tiene como telón de fondo la ciudad santa y su templo. Una hermosa antífona abre y cierra el texto: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (vv. 1 y 29).
La palabra "misericordia" traduce la palabra hebrea hesed, que designa la fidelidad generosa de Dios para con su pueblo aliado y amigo. Esta fidelidad la cantan tres clases de personas: todo Israel, la "casa de Aarón", es decir, los sacerdotes, y "los que temen a Dios", una expresión que se refiere a los fieles y sucesivamente también a los prosélitos, es decir, a los miembros de las demás naciones deseosos de aceptar la ley del Señor (cf. vv. 2-4).
3. La procesión parece desarrollarse por las calles de Jerusalén, porque se habla de las "tiendas de los justos" (v. 15). En cualquier caso, se eleva un himno de acción de gracias (cf. vv. 5-18), que contiene un mensaje esencial: incluso cuando nos embarga la angustia, debemos mantener enarbolada la antorcha de la confianza, porque la mano poderosa del Señor lleva a sus fieles a la victoria sobre el mal y a la salvación.
El poeta sagrado usa imágenes fuertes y expresivas: a los adversarios crueles se los compara con un enjambre de avispas o con un frente de fuego que avanza reduciéndolo todo a cenizas (cf. v. 12). Pero la reacción del justo, sostenido por el Señor, es vehemente. Tres veces repite: "En el nombre del Señor los rechacé" y el verbo hebreo pone de relieve una intervención destructora con respecto al mal (cf. vv. 10-12). En efecto, en su raíz se halla la diestra poderosa de Dios, es decir, su obra eficaz, y no ciertamente la mano débil e incierta del hombre. Por esto, la alegría por la victoria sobre el mal desemboca en una profesión de fe muy sugestiva: "el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación" (v. 14).
4. La procesión parece haber llegado al templo, a las "puertas del triunfo" (v. 19), es decir, a la puerta santa de Sión. Aquí se entona un segundo canto de acción de gracias, que se abre con un diálogo entre la asamblea y los sacerdotes para ser admitidos en el culto. "Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor", dice el solista en nombre de la asamblea procesional. "Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella" (v. 20), responden otros, probablemente los sacerdotes.
Una vez que han entrado, pueden cantar el himno de acción de gracias al Señor, que en el templo se ofrece como "piedra" estable y segura sobre la que se puede edificar la casa de la vida (cf. Mt 7,24-25). Una bendición sacerdotal desciende sobre los fieles, que han entrado en el templo para expresar su fe, elevar su oración y celebrar su culto.
5. La última escena que se abre ante nuestros ojos es un rito gozoso de danzas sagradas, acompañadas por un festivo agitar de ramos: "Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar" (v. 27). La liturgia es alegría, encuentro de fiesta, expresión de toda la existencia que alaba al Señor. El rito de los ramos hace pensar en la solemnidad judía de los Tabernáculos, memoria de la peregrinación de Israel por el desierto, solemnidad en la que se realizaba una procesión con ramos de palma, mirto y sauce.
Este mismo rito evocado por el Salmo se vuelve a proponer al cristiano en la entrada de Jesús en Jerusalén, celebrada en la liturgia del domingo de Ramos. Cristo es aclamado como "hijo de David" (Mt 21,9) por la muchedumbre que "había llegado para la fiesta (...). Tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel" (Jn 12,12-13). En esa celebración festiva que, sin embargo, prepara a la hora de la pasión y muerte de Jesús, se realiza y comprende en sentido pleno también el símbolo de la piedra angular, propuesto al inicio, adquiriendo un valor glorioso y pascual.
84 El salmo 117 estimula a los cristianos a reconocer en el evento pascual de Jesús "el día en que actuó el Señor", en el que "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular". Así pues, con el salmo pueden cantar llenos de gratitud: "el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación" (v. 14). "Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo" (v. 24).
Saludos
Saludo con afecto a todos los presentes de lengua española. En especial, al grupo cultural "Lo Rat Penat", de Valencia, a los alumnos del colegio Sagrado Corazón, de Logroño, y a los alumnos de la escuela de cadetes del Servicio penitenciario de la provincia de Buenos Aires, así como a los demás peregrinos de España y América Latina. Muchas gracias por vuestra atención.
(En lengua croata)
La Eucaristía es sacramento de amor y signo visible de la unidad de cuantos, consagrados en un solo bautismo y ungidos por el Espíritu Santo, se reúnen en torno al obispo, su pastor, y a los sacerdotes, sus colaboradores en el ministerio eclesial. Es fuerza vital de la Iglesia y manifiesta su naturaleza.
(En italiano)
Saludo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El tiempo de Adviento, que acabamos de comenzar, nos presenta en estos días el magnífico ejemplo de la Virgen Inmaculada. Que ella os guíe, queridos jóvenes, en vuestro camino espiritual de adhesión a Cristo.
Para vosotros, queridos enfermos, sea apoyo de renovada esperanza. Y os guíe a vosotros, queridos recién casados, a descubrir cada vez más el amor de Cristo.
Siento la necesidad de expresar mi más sentido pésame por las nuevas víctimas de la absurda violencia que sigue ensangrentando la región de Oriente Próximo. Una vez más repito con apremio que la violencia nunca resuelve los conflictos; sólo agrava sus dramáticas consecuencias.
Hago un nuevo llamamiento apremiante a la comunidad internacional, para que cada vez con mayor determinación y valentía ayude a israelíes y palestinos a romper esta inútil espiral de muerte. Que se reanuden inmediatamente las negociaciones, para que se pueda llegar por fin a la paz tan anhelada.
85 : El cántico de las criaturas
1. El cántico que acabamos de proclamar está constituido por la primera parte de un largo y hermoso himno que se encuentra insertado en la traducción griega del libro de Daniel. Lo cantan tres jóvenes judíos arrojados a un horno ardiente por haberse negado a adorar la estatua del rey babilonio Nabucodonosor. La Liturgia de las Horas, en las Laudes del domingo, en la primera y en la tercera semana del Salterio litúrgico, nos presenta otra parte de ese mismo canto.
Como es sabido, el libro de Daniel refleja las inquietudes, las esperanzas y también las expectativas apocalípticas del pueblo elegido, el cual, en la época de los Macabeos (siglo II a. C.) luchaba para poder vivir según la ley dada por Dios.
En el horno, los tres jóvenes, milagrosamente preservados de las llamas, cantan un himno de bendición dirigido a Dios. Este himno se asemeja a una letanía, repetitiva y a la vez nueva: sus invocaciones suben a Dios como volutas de incienso, que ascienden en formas semejantes, pero nunca iguales. La oración no teme la repetición, como el enamorado no duda en declarar infinitas veces a la amada todo su afecto. Insistir en lo mismo es signo de intensidad y de múltiples matices en los sentimientos, en los impulsos interiores y en los afectos.
2. Hemos escuchado proclamar el inicio de este himno cósmico, contenido en los versículos 52-57 del capítulo tercero de Daniel. Es la introducción, que precede al grandioso desfile de las criaturas implicadas en la alabanza. Una mirada panorámica a todo el canto en su forma litánica nos permite descubrir una sucesión de elementos que componen la trama de todo el himno. Este comienza con seis invocaciones dirigidas expresamente a Dios; las sigue una llamada universal a las "criaturas todas del Señor" para que abran sus labios ideales a la bendición (cf. v. 57).
Esta es la parte que consideramos hoy y que la liturgia propone para las Laudes del domingo de la segunda semana. Sucesivamente el canto seguirá convocando a todas las criaturas del cielo y de la tierra a alabar y ensalzar a su Señor.
3. Nuestro pasaje inicial se repetirá una vez más en la liturgia, en las Laudes del domingo de la cuarta semana. Por eso, ahora sólo elegiremos algunos elementos para nuestra reflexión. El primero es la invitación a la bendición: "Bendito eres, Señor", que al final se convertirá en "Bendecid".
En la Biblia hay dos tipos de bendición, relacionadas entre sí. Una es la bendición que viene de Dios: el Señor bendice a su pueblo (cf. Nm NM 6,34-27). Es una bendición eficaz, fuente de fecundidad, felicidad y prosperidad. La otra es la que sube de la tierra al cielo. El hombre que ha gozado de la generosidad divina bendice a Dios, alabándolo, dándole gracias y ensalzándolo: "Bendice, alma mía, al Señor" (Ps 102,1 Ps 103,1).
La bendición divina a menudo se otorga por intermedio de los sacerdotes (cf. Nm NM 6,22-23 NM 27 Si 50, 20-21), a través de la imposición de las manos; la bendición humana, por el contrario, se expresa en el himno litúrgico, que la asamblea de los fieles eleva al Señor.
4. Otro elemento que consideramos dentro del pasaje propuesto ahora a nuestra meditación está constituido por la antífona. Se podría imaginar que el solista, en el templo abarrotado de pueblo, entonaba la bendición: "Bendito eres, Señor", enumerando las diversas maravillas divinas, mientras la asamblea de los fieles repetía constantemente la fórmula: "A ti gloria y alabanza por los siglos".
Es lo que acontecía con el salmo 135, generalmente llamado "Gran Hallel", es decir, la gran alabanza, en la que el pueblo repetía: "Es eterna su misericordia", mientras un solista enumeraba los diversos actos de salvación realizados por el Señor en favor de su pueblo.
86 Objeto de la alabanza, en nuestro salmo, es ante todo el nombre "santo y glorioso" de Dios, cuya proclamación resuena en el templo, también él "santo y glorioso". Los sacerdotes y el pueblo, mientras contemplan en la fe a Dios que se sienta "en el trono de su reino", sienten sobre sí la mirada que "sondea los abismos" y esta conciencia hace que brote de su corazón la alabanza.
"Bendito..., bendito...". Dios, "sentado sobre querubines", tiene como morada "la bóveda del cielo", pero está cerca de su pueblo, que por eso se siente protegido y seguro.
5. El hecho de que este cántico se vuelva a proponer en la mañana del domingo, Pascua semanal de los cristianos, es una invitación a abrir los ojos ante la nueva creación que tuvo origen precisamente con la resurrección de Jesús. San Gregorio de Nisa, un Padre de la Iglesia griega del siglo IV, explica que con la Pascua del Señor "son creados un cielo nuevo y una tierra nueva (...), es plasmado un hombre diverso, renovado a imagen de su creador por medio del nacimiento de lo alto" (cf. Jn 3,3 Jn 3,7). Y prosigue: "De la misma manera que quien mira al mundo sensible deduce por medio de las cosas visibles la belleza invisible (...), así quien mira a este nuevo mundo de la creación eclesial ve en él a Aquel que se ha hecho todo en todos llevando la mente, por medio de las cosas comprensibles por nuestra naturaleza racional, hacia lo que supera la comprensión humana" (Langerbeck, H., Gregorii Nysseni Opera, VI, 1-22 passim, p. 385).
Así pues, al cantar este cántico, el creyente cristiano es invitado a contemplar el mundo de la primera creación, intuyendo en él el perfil de la segunda, inaugurada con la muerte y la resurrección del Señor Jesús. Y esta contemplación lleva a todos a entrar, casi bailando de alegría, en la única Iglesia de Cristo.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en especial a los oficiales y cadetes de la Escuela penitenciaria de la nación y de la Escuela federal de policía, de Argentina. Invito ardientemente a todos a que, reconociendo y alabando a Dios, creador y padre del género humano, acrecienten su respeto por cada persona y fomenten la paz. ¡Feliz Navidad!
(En lengua ucraniana)
Saludo a los peregrinos ucranianos que han venido a Roma para devolverme la visita que realicé a su país. Queridos hermanos y hermanas, os agradezco vuestra presencia y os deseo de corazón que vuestra peregrinación sea rica en frutos espirituales. Que la visita a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo fortalezca vuestra fe, de forma que seáis testigos cada vez más creíbles del Evangelio.
(A los obispos de Cerdeña por el nuevo Seminario regional pontificio)
Me complace esta importante obra que está a punto de construirse: constituye un motivo de esperanza para toda la Iglesia de Cerdeña. Me alegra bendecir la primera piedra de la capilla y deseo que sea el centro de toda la institución de formación sacerdotal, donde los que se preparan para el presbiterado aprendan a amar a Cristo por encima de todo.
(A los seminaristas de los cursos propedéuticos de Calabria)
87 Os exhorto a fundar vuestra vida en la sólida roca de la palabra de Dios, para que la anunciéis con valentía a los hombres de nuestro tiempo.
(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)
En el clima espiritual del Adviento, tiempo de esperanza que nos prepara para la Navidad, está presente particularmente María, la Virgen de la espera. A ella os encomiendo a vosotros, queridos jóvenes, para que acojáis con entusiasmo la invitación de Cristo a realizar plenamente su reino. Os exhorto a vosotros, queridos enfermos, y de modo especial a vosotros, queridos niños huéspedes del "Pequeño Cottolengo don Orione" de Tortona, a ofrecer vuestros sufrimientos, junto con María, por la salvación de la humanidad. La maternal intercesión de la Virgen os ayude a vosotros, queridos recién casados, a fundar vuestra familia en un amor fiel y abierto a la acogida de la vida.
Hoy, fiesta litúrgica de Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de México y Reina de América, se inaugura el sitio oficial de su insigne y nacional basílica. Allí, en el Tepeyac, la Madre de Dios pidió al beato Juan Diego un lugar para hacer presente el amor de Cristo en aquellas tierras. Desde ese templo, ella, como Madre celeste, ha asistido, consolado y fortalecido en la fe durante siglos a los millones de peregrinos que la han invocado.
Con el nuevo sitio, el mensaje de Guadalupe puede llegar aún más lejos, ayudando a quienes buscan sentido a su vida y razones para la esperanza. Pidamos a Nuestra Señora que esta nueva forma de comunicación haga visible con mayor amplitud su consoladora protección, especialmente a los más pobres y marginados; y que, con la difusión de la imagen mestiza guadalupana, impulse la fraternidad entre las razas, acreciente el diálogo entre las culturas y promueva la paz.
1. La Novena de Navidad, que estamos celebrando en estos días, nos impulsa a vivir de modo intenso y profundo la preparación para la gran fiesta, ya cercana, del nacimiento del Salvador. La liturgia traza un sabio itinerario para el encuentro con el Señor que viene, proponiendo cada día puntos para la reflexión y la oración. Nos invita a la conversión y a la acogida dócil del misterio de la Navidad.
En el Antiguo Testamento los profetas habían anunciado la venida del Mesías y habían mantenido viva la espera vigilante del pueblo elegido. A nosotros también se nos invita a vivir este tiempo con esos mismos sentimientos, para poder saborear así la alegría de las fiestas navideñas, ya inminentes.
Nuestra espera refleja las esperanzas de la humanidad entera y se expresa en una serie de sugestivas invocaciones, que encontramos en la celebración eucarística antes del evangelio y en el rezo de las Vísperas antes del cántico del Magníficat. Son las antífonas llamadas de la "Oh", en las que la Iglesia se dirige a Aquel que está a punto de venir con títulos muy poéticos, que manifiestan claramente la necesidad de paz y de salvación de los pueblos, necesidad que sólo en Dios hecho hombre queda satisfecha de modo pleno y definitivo.
2. Como el antiguo Israel, la comunidad eclesial se hace portavoz de los hombres y mujeres de todos los tiempos para cantar la venida del Señor. De vez en cuando ora así: "Oh Sabiduría que sale de la boca del Altísimo", "Oh Guía de la casa de Israel", "Oh Raíz de Jesé", "Oh Llave de David", "Oh Sol naciente", "Oh Sol de justicia", "Oh Rey de las naciones, Emmanuel, Dios con nosotros".
En cada una de estas apasionadas invocaciones, de clara referencia bíblica, se percibe el deseo que los creyentes tienen de ver cumplidas sus expectativas de paz. Por esto imploran el don del nacimiento del Salvador prometido. Sin embargo, al mismo tiempo sienten con claridad que eso implica un esfuerzo concreto para prepararle una digna morada no sólo en su alma, sino también en su entorno. En una palabra, invocar la venida de Aquel que trae la paz al mundo conlleva abrirse dócilmente a la verdad liberadora y a la fuerza renovadora del Evangelio.
88 3. En este itinerario de preparación para el encuentro con Cristo, que en la Navidad viene al encuentro de la humanidad, se insertó la jornada especial de ayuno y oración que celebramos el viernes pasado, con el fin de pedir a Dios el don de la reconciliación y de la paz. Fue un momento fuerte del Adviento, una ocasión para profundizar en las causas de la guerra y en las razones de la paz. Frente a las tensiones y a las violencias que, por desgracia, afligen también en estos días a varias partes de la tierra, incluida la Tierra Santa, testigo particular del misterio del nacimiento de Jesús, es preciso que nosotros, los cristianos, hagamos resonar aún con mayor fuerza el mensaje de paz que proviene de la cueva de Belén.
Debemos convertirnos a la paz; debemos convertirnos a Cristo, nuestra paz, con la seguridad de que su amor desarmante en el pesebre vence a cualquier oscura amenaza y proyecto de violencia. Y es necesario seguir pidiendo con confianza al Niño Jesús, que nació para nosotros de la Virgen María, que la energía prodigiosa de su paz expulse el odio y la venganza que anidan en el corazón humano. Debemos orar a Dios para que el mal sea derrotado por el bien y el amor.
4. Como nos sugiere la liturgia de Adviento, imploremos del Señor el don de "prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento", para que el nacimiento de Jesús nos encuentre "velando en oración y cantando su alabanza" (Prefacio II de Adviento). Sólo así la Navidad será fiesta de alegría y encuentro con el Salvador que nos da la paz.
¿No es precisamente éste el deseo que quisiéramos intercambiarnos en la felicitación con motivo de las próximas fiestas navideñas? Por ello nuestra oración debe hacerse más intensa y fervorosa en esta semana. "Christus est pax nostra, Cristo es nuestra paz". Que su paz renueve todos los ámbitos de nuestra vida diaria; llene los corazones, para que se abran a la acción de su gracia transformadora; impregne a las familias, para que ante el belén o reunidas en torno al árbol de Navidad fortalezcan su comunión fiel; reine en las ciudades, en las naciones y en la comunidad internacional; y se difunda en todo el mundo.
Como los pastores en la noche de Belén, apresurémonos hacia Belén. Contemplaremos en el silencio de la Noche santa al "Niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre", juntamente con José y María (cf. Lc 2,12 Lc 2,16). Ella, que acogió al Verbo de Dios en su seno virginal y lo estrechó entre sus brazos maternales, nos ayude a vivir con un compromiso más intenso este último tramo del itinerario litúrgico de Adviento.
Con estos sentimientos, os expreso con afecto mis mejores deseos a todos vosotros, aquí presentes, así como a vuestras familias y a vuestros seres queridos.
¡Feliz Navidad a todos!
Saludos
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta audiencia. De modo especial, a los fieles venidos de Lomas de Zamora, en la querida nación argentina. Al volver a vuestra patria, sed portadores de mi palabra de ánimo y esperanza para esta Navidad y el nuevo año. Por intercesión de la santísima Virgen de Luján, pido al Señor que los argentinos con magnanimidad y generosidad encuentren, en estos momentos de dificultad, caminos de reconciliación y de entendimiento mutuo para construir, con la ayuda de Dios y con la colaboración y el aporte de todos, un futuro de paz y prosperidad. A todos, mi bendición apostólica. ¡Feliz Navidad!
(A los peregrinos croatas)
El misterio del Hijo de Dios, que al encarnarse se hizo hermano nuestro, estimule vuestro esfuerzo por construir una sociedad cada vez más humana. El nacimiento de Cristo es fuente de la esperanza que no defrauda nunca y que estamos llamados a anunciar y testimoniar.
(En italiano)
89 Queridos hermanos, os agradezco a todos vuestra participación en este encuentro. Ojalá que, a pocos días de distancia de la solemnidad de la Navidad, el amor que Dios manifiesta a la humanidad en el nacimiento de Cristo aumente en vosotros, queridos jóvenes, el deseo de servir a vuestros hermanos; os infunda fortaleza y esperanza a vosotros, queridos enfermos; y os inspire a vosotros, queridos recién casados, a consolidar vuestra promesa de amor y de fidelidad mutua.
Audiencias 2001 82