Audiencias 2002 67
67 4. Pero pasemos al segundo cuadro, el que se abre con la proclamación de la realeza del Señor (cf. vv. 10-13). Quien canta aquí es el universo, incluso en sus elementos más misteriosos y oscuros, como el mar, según la antigua concepción bíblica: "Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra" (vv. 11-13).
Como dirá san Pablo, también la naturaleza, juntamente con el hombre, "espera vivamente (...) ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8,19 Rm 8,21).
Aquí quisiéramos dejar espacio a la relectura cristiana de este salmo que hicieron los Padres de la Iglesia, los cuales vieron en él una prefiguración de la Encarnación y de la crucifixión, signo de la paradójica realeza de Cristo.
5. Así, san Gregorio Nacianceno, al inicio del discurso pronunciado en Constantinopla en la Navidad del año 379 o del 380, recoge algunas expresiones del salmo 95: "Cristo nace: glorificadlo. Cristo baja del cielo: salid a su encuentro. Cristo está en la tierra: levantaos. "Cantad al Señor, toda la tierra" (v. 1); y, para unir a la vez los dos conceptos, "alégrese el cielo, goce la tierra" (v. 11) a causa de aquel que es celeste pero que luego se hizo terrestre" (Omelie sulla natività, Discurso 38, 1, Roma 1983, p. 44).
De este modo, el misterio de la realeza divina se manifiesta en la Encarnación. Más aún, el que reina "hecho terrestre", reina precisamente en la humillación de la cruz. Es significativo que muchos antiguos leyeran el versículo 10 de este salmo con una sugestiva integración cristológica: "El Señor reina desde el árbol de la cruz".
Por esto, ya la Carta a Bernabé enseñaba que "el reino de Jesús está en el árbol de la cruz" (VIII, 5: I Padri apostolici, Roma 1984, p. 198) y el mártir san Justino, citando casi íntegramente el Salmo en su Primera Apología, concluía invitando a todos los pueblos a alegrarse porque "el Señor reinó desde el árbol de la cruz" (Gli apologeti greci, Roma 1986, p. 121).
En esta tierra floreció el himno del poeta cristiano Venancio Fortunato, Vexilla regis, en el que se exalta a Cristo que reina desde la altura de la cruz, trono de amor y no de dominio: Regnavit a ligno Deus. En efecto, Jesús, ya durante su existencia terrena, había afirmado: "El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10,43-45).
Saludos
Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los peregrinos de Ecatepec y Hermosillo, de México. Interpelados por este salmo, recordad que la cruz es un trono de amor y no de dominio, y que, por tanto, quien quiera ser grande entre vosotros debe ser siervo de todos. Muchas gracias.
A los peregrinos húngaros les exhortó a confesar su fe en Cristo crucificado, proclamando el escándalo de la cruz.
(En lengua checa)El próximo sábado celebraremos la fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista. Que su respuesta a la llamada de Cristo siga iluminando vuestra vida cristiana.
(En italiano)
68 Por último, saludo a los jóvenes a los enfermos y a los recién casados.
Queridos jóvenes, hoy en Polonia se celebra la fiesta de san Estanislao de Kostka, patrono de los jóvenes. Que la amistad con Jesús sea para vosotros fuente de alegría y motivo inspirador de todas vuestras opciones comprometedoras. Queridos enfermos, hallad en la oración consuelo y serenidad en los momentos de sufrimiento y prueba. Queridos recién casados, que el continuo contacto con el Señor os estimule a corresponder a vuestra vocación familiar.
* * * * * *
Llamamiento del Santo Padre
En los días pasados, después de los vientos de guerra que amenazaban sacudir toda la región de Oriente Medio, ha llegado la noticia de la posibilidad de una reanudación de la colaboración entre Irak y la comunidad internacional. Os exhorto a seguir orando para que el Señor ilumine a los responsables de las naciones, estimule y sostenga los signos de buena voluntad y lleve a la humanidad, ya afligida por tantos males, hacia una convivencia sin guerra y sin el atropello de la violencia.
1. El salmo 84, que acabamos de proclamar, es un canto gozoso y lleno de esperanza en el futuro de la salvación. Refleja el momento entusiasmante del regreso de Israel del exilio babilónico a la tierra de sus padres. La vida nacional se reanuda en aquel amado hogar, que había sido apagado y destruido en la conquista de Jerusalén por obra del ejército del rey Nabucodonosor en el año 586 a.C.
En efecto, en el original hebreo del Salmo aparece varias veces el verbo shûb, que indica el regreso de los deportados, pero también significa un "regreso" espiritual, es decir, la "conversión". Por eso, el renacimiento no sólo afecta a la nación, sino también a la comunidad de los fieles, que habían considerado el exilio como un castigo por los pecados cometidos y que veían ahora el regreso y la nueva libertad como una bendición divina por la conversión realizada.
2. El Salmo se puede seguir en su desarrollo de acuerdo con dos etapas fundamentales. La primera está marcada por el tema del "regreso", con todos los matices a los que aludíamos.
Ante todo se celebra el regreso físico de Israel: "Señor (...), has restaurado la suerte de Jacob" (v. 2); "restáuranos, Dios salvador nuestro (...) ¿No vas a devolvernos la vida?" (vv. 5. 7). Se trata de un valioso don de Dios, el cual se preocupa de liberar a sus hijos de la opresión y se compromete en favor de su prosperidad: "Amas a todos los seres (...). Con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la vida" (Sg 11,24 Sg 11,26).
69 Ahora bien, además de este "regreso", que unifica concretamente a los dispersos, hay otro "regreso" más interior y espiritual. El salmista le da gran espacio, atribuyéndole un relieve especial, que no sólo vale para el antiguo Israel, sino también para los fieles de todos los tiempos.
3. En este "regreso" actúa de forma eficaz el Señor, revelando su amor al perdonar la maldad de su pueblo, al borrar todos sus pecados, al reprimir totalmente su cólera, al frenar el incendio de su ira (cf. Ps 84,3-4).
Precisamente la liberación del mal, el perdón de las culpas y la purificación de los pecados crean el nuevo pueblo de Dios. Eso se pone de manifiesto a través de una invocación que también ha llegado a formar parte de la liturgia cristiana: "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación" (v. 8).
Pero a este "regreso" de Dios que perdona debe corresponder el "regreso", es decir, la conversión del hombre que se arrepiente. En efecto, el Salmo declara que la paz y la salvación se ofrecen "a los que se convierten de corazón" (v. 9). Los que avanzan con decisión por el camino de la santidad reciben los dones de la alegría, la libertad y la paz.
Es sabido que a menudo los términos bíblicos relativos al pecado evocan un equivocarse de camino, no alcanzar la meta, desviarse de la senda recta. La conversión es, precisamente, un "regreso" al buen camino que lleva a la casa del Padre, el cual nos espera para abrazarnos, perdonarnos y hacernos felices (cf. Lc 15,11-32).
4. Así llegamos a la segunda parte del Salmo (cf. vv. 10-14), tan familiar para la tradición cristiana. Allí se describe un mundo nuevo, en el que el amor de Dios y su fidelidad, como si fueran personas, se abrazan; del mismo modo, también la justicia y la paz se besan al encontrarse. La verdad brota como en una primavera renovada, y la justicia, que para la Biblia es también salvación y santidad, mira desde el cielo para iniciar su camino en medio de la humanidad.
Todas las virtudes, antes expulsadas de la tierra a causa del pecado, ahora vuelven a la historia y, al encontrarse, trazan el mapa de un mundo de paz. La misericordia, la verdad, la justicia y la paz se transforman casi en los cuatro puntos cardinales de esta geografía del espíritu. También Isaías canta: "Destilad, cielos, como rocío de lo alto; derramad, nubes, la victoria. Ábrase la tierra y produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, el Señor, lo he creado" (Is 45,8).
5. Ya en el siglo II con san Ireneo de Lyon, las palabras del salmista se leían como anuncio de la "generación de Cristo en el seno de la Virgen" (Adversus haereses III, 5,1). En efecto, la venida de Cristo es la fuente de la misericordia, el brotar de la verdad, el florecimiento de la justicia, el esplendor de la paz.
Por eso, la tradición cristiana lee el Salmo, sobre todo en su parte final, en clave navideña. San Agustín lo interpreta así en uno de sus discursos para la Navidad. Dejemos que él concluya nuestra reflexión: ""La verdad ha brotado de la tierra": Cristo, el cual dijo: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6) nació de una Virgen. "La justicia ha mirado desde el cielo": quien cree en el que nació no se justifica por sí mismo, sino que es justificado por Dios. "La verdad ha brotado de la tierra": porque "el Verbo se hizo carne" (Jn 1,14). "Y la justicia ha mirado desde el cielo": porque "toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto" (Jc 1,17). "La verdad ha brotado de la tierra", es decir, ha tomado un cuerpo de María. "Y la justicia ha mirado desde el cielo": porque "nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo" (Jn 3,27)" (Discorsi, IV/1, Roma 1984, p. 11).
Saludos
Saludo a los peregrinos de lengua española, en especial al grupo Peregrinación mariana de Perú y a los representantes de la Federación catalana de fútbol. Invito a todos a que hagan de esta visita a Roma una ocasión especial de conversión y fortalecimiento de su fe. Os bendigo de todo corazón.
70 Como de costumbre, mi pensamiento va ahora a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Queridísimos jóvenes, sed siempre fieles al ideal evangélico y encarnadlo en vuestras actividades diarias. Amadísimos enfermos, que cada día os sirva de apoyo en vuestros sufrimientos la gracia del Señor. Y a vosotros, queridos recién casados, doy una bienvenida paterna, invitándoos a abrir el alma al amor divino para que vivifique vuestra existencia familiar.
1. En el libro del profeta Isaías convergen voces diversas, distribuidas en un amplio arco de tiempo y todas puestas bajo el nombre y la inspiración de este grandioso testigo de la palabra de Dios, que vivió en el siglo VIII antes de Cristo.
En este vasto libro de profecías que también Jesús desenrolló y leyó en la sinagoga de su pueblo, Nazaret (cf. Lc 4,17-19), se halla una serie de capítulos, que va del 24 al 27, denominada habitualmente por los estudiosos "el gran Apocalipsis de Isaías". En efecto, se encontrará en él una segunda y menor en los capítulos 34-35. En páginas a menudo ardientes y densas de símbolos, se delinea una fuerte descripción poética del juicio divino sobre la historia y se exalta la espera de salvación por parte de los justos.
2. Con frecuencia, como sucederá con el Apocalipsis de san Juan, se oponen dos ciudades contrapuestas entre sí: la ciudad rebelde, encarnada en algunos centros históricos de entonces, y la ciudad santa, donde se reúnen los fieles.
Pues bien, el cántico que acaba de proclamarse, y que está tomado del capítulo 26 de Isaías, es precisamente la celebración gozosa de la ciudad de la salvación. Se eleva fuerte y gloriosa, porque el Señor mismo ha puesto sus fundamentos y sus murallas de protección, transformándola en una morada segura y tranquila (cf. v. 1). Él abre ahora sus puertas de par en par, para acoger al pueblo de los justos (cf. v. 2), que parece repetir las palabras del salmista cuando, delante del templo de Sión, exclama: "Abridme las puertas del triunfo y entraré para gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella" (Ps 177,19-20).
3. Quien entra en la ciudad de la salvación debe cumplir un requisito fundamental: "ánimo firme, ... fiarse de ti, ... confiar" (cf. Is 26,3-4). Es la fe en Dios, una fe sólida, basada en él, que es la "Roca eterna" (v. 4).
Es la confianza, ya expresada en la raíz originaria hebrea de la palabra "amén", profesión sintética de fe en el Señor, que, como cantaba el rey David, es "mi fortaleza, mi roca, mi alcázar, mi libertador; mi Dios, peña mía, refugio mío, mi escudo y baluarte, mi fuerza salvadora" (Ps 17,2-3 cf. 2S 22,2-3).
71 El don que Dios ofrece a los fieles es la paz (cf. Is 26,3), el don mesiánico por excelencia, síntesis de vida en la justicia, en la libertad y en la alegría de la comunión.
4. Es un don reafirmado con fuerza también en el versículo final del cántico de Isaías: "Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú" (v. 12). Este versículo atrajo la atención de los Padres de la Iglesia: en aquella promesa de paz vislumbraron las palabras de Cristo que resonarían siglos más tarde: "Os dejo la paz, mi paz os doy" (Jn 14,27).
En su Comentario al evangelio de Juan, san Cirilo de Alejandría recuerda que, al dar la paz, Jesús da su mismo Espíritu. Por tanto, no nos deja huérfanos, sino que, mediante el Espíritu, permanece con nosotros. Y san Cirilo comenta: el profeta "pide que venga el Espíritu divino, por el cual hemos sido admitidos de nuevo en la amistad con Dios Padre, del que antes estábamos alejados por el pecado que reinaba en nosotros". El comentario se transforma luego en oración: "Oh Señor, concédenos la paz. Entonces admitiremos que tenemos todo, y nos parecerá que no le falta nada a quien ha recibido la plenitud de Cristo. En efecto, la plenitud de todo bien es que Dios more en nosotros por el Espíritu (cf. Col Col 1,19)" (vol. III, Roma 1994, p. 165).
5. Demos una última mirada al texto de Isaías. Presenta una reflexión sobre la "senda recta del justo" (cf. v. 7) y una declaración de adhesión a las decisiones justas de Dios (cf. vv. 8-9). La imagen dominante es la de la senda, clásica en la Biblia, como ya había declarado Oseas, profeta poco anterior a Isaías: "¿Quién es sabio para entender estas cosas, inteligente para conocerlas?: Que rectos son los caminos del Señor, por ellos caminan los justos, mas los rebeldes en ellos tropiezan" (Os 14,10).
En el cántico de Isaías hay otro componente, que es muy sugestivo también por el uso litúrgico que hace de él la liturgia de Laudes. En efecto, se menciona el alba, esperada después de una noche dedicada a la búsqueda de Dios: "Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti" (Is 26,9).
Precisamente a las puertas del día, cuando inicia el trabajo y bulle ya la vida diaria en las calles de la ciudad, el fiel debe comprometerse nuevamente a caminar "en la senda de tus juicios, Señor" (v. 8), esperando en él y en su palabra, única fuente de paz.
Afloran entonces en sus labios las palabras del salmista, que desde la aurora profesa su fe: "Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti. (...) Tu gracia vale más que la vida" (Ps 62,2 Ps 62,4). Así, con el ánimo fortalecido, puede afrontar la nueva jornada.
Saludos
Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los peregrinos de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Lampa, Chile; a los jóvenes de la arquidiócesis de La Habana, Cuba; a los peregrinos de México; de Venezuela; a los alumnos del bachillerato humanista moderno de Salta, Argentina. Afrontad cada jornada, cuando comienza el trabajo y la vida en las calles de la ciudad, con el empeño de seguir "los rectos juicios del Señor" y esperando en su Palabra, única fuente de paz. ¡Muchas gracias!
(A lo fieles húngaros)
En el mes de octubre especialmente la Iglesia recuerda y reza el Rosario. Invocando la intercesión de la bienaventurada Virgen María del Rosario os imparto la bendición apostólica.
(En checo)
72 Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de la República Checa. Hoy festejamos la memoria litúrgica de los Santos Ángeles Custodios. Que os guarden en todos vuestros caminos para que con su guía alcancéis la alegría eterna.
(En italiano)
Saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
La fiesta de los Santos Ángeles Custodios que celebramos hoy, nos invita a pensar en estos celestiales protectores que la providente solicitud de Dios ha colocado al lado de cada persona.
Queridos jóvenes, dejaos guiar por los Ángeles, a fin de que vuestra vida sea cumplimiento fiel de los mandamientos divinos. Vosotros, queridos enfermos, ayudados por los Ángeles Custodios, unid vuestros sufrimientos a los de Cristo para la renovación espiritual de toda la sociedad. Por último, vosotros, queridos recién casados, recurrid a menudo a vuestros Ángeles Custodios para lograr que vuestra familia sea un lugar de comprensión recíproca y de unidad creciente en Cristo.
1. Acaba de resonar la voz del antiguo salmista, que ha elevado al Señor un canto jubiloso de acción de gracias. Es un texto breve y esencial, pero que se abre a un inmenso horizonte, hasta abarcar idealmente a todos los pueblos de la tierra.
Esta apertura universalista refleja probablemente el espíritu profético de la época sucesiva al destierro babilónico, cuando se deseaba que incluso los extranjeros fueran llevados por Dios al monte santo para ser colmados de gozo. Sus sacrificios y holocaustos serían gratos, porque el templo del Señor se convertiría en "casa de oración para todos los pueblos" (Is 56,7).
También en nuestro salmo, el número 66, el coro universal de las naciones es invitado a unirse a la alabanza que Israel eleva en el templo de Sión. En efecto, se repite dos veces esta antífona: "Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben" (vv. 4 y 6).
2. Incluso los que no pertenecen a la comunidad elegida por Dios reciben de él una vocación: en efecto, están llamados a conocer el "camino" revelado a Israel. El "camino" es el plan divino de salvación, el reino de luz y de paz, en cuya realización se ven implicados también los paganos, invitados a escuchar la voz de Yahveh (cf. v. 3). Como resultado de esta escucha obediente temen al Señor "hasta los confines del orbe" (v. 8), expresión que no evoca el miedo, sino más bien el respeto, impregnado de adoración, del misterio trascendente y glorioso de Dios.
73 3. Al inicio y en la parte final del Salmo se expresa el deseo insistente de la bendición divina: "El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros (...). Nos bendice el Señor nuestro Dios. Que Dios nos bendiga" (vv. 2. 7-8).
Es fácil percibir en estas palabras el eco de la famosa bendición sacerdotal que Moisés enseñó, en nombre de Dios, a Aarón y a los descendientes de la tribu sacerdotal: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz" (NM 6,24-26).
Pues bien, según el salmista, esta bendición derramada sobre Israel será como una semilla de gracia y salvación que se plantará en el terreno del mundo entero y de la historia, dispuesta a brotar y a convertirse en un árbol frondoso.
El pensamiento va también a la promesa hecha por el Señor a Abraham en el día de su elección: "De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y serás tú una bendición. (...) Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra" (Gn 12,2-3).
4. En la tradición bíblica uno de los efectos comprobables de la bendición divina es el don de la vida, de la fecundidad y de la fertilidad.
En nuestro salmo se alude explícitamente a esta realidad concreta, valiosa para la existencia: "La tierra ha dado su fruto" (v. 7). Esta constatación ha impulsado a los estudiosos a unir el Salmo al rito de acción de gracias por una cosecha abundante, signo del favor divino y testimonio ante los demás pueblos de la cercanía del Señor a Israel.
La misma frase llamó la atención de los Padres de la Iglesia, que partiendo del ámbito agrícola pasaron al plano simbólico. Así, Orígenes aplicó ese versículo a la Virgen María y a la Eucaristía, es decir, a Cristo que procede de la flor de la Virgen y se transforma en fruto que puede comerse. Desde esta perspectiva "la tierra es santa María, la cual viene de nuestra tierra, de nuestro linaje, de este barro, de este fango, de Adán". Esta tierra ha dado su fruto: lo que perdió en el paraíso, lo recuperó en el Hijo. "La tierra ha dado su fruto: primero produjo una flor (...); luego esa flor se convirtió en fruto, para que pudiéramos comerlo, para que comiéramos su carne. ¿Queréis saber cuál es ese fruto? Es el Virgen que procede de la Virgen; el Señor, de la esclava; Dios, del hombre; el Hijo, de la Madre; el fruto, de la tierra" (74 Omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, p. 141).
5. Concluyamos con unas palabras de san Agustín en su comentario al Salmo. Identifica el fruto que ha germinado en la tierra con la novedad que se produce en los hombres gracias a la venida de Cristo, una novedad de conversión y un fruto de alabanza a Dios.
En efecto, "la tierra estaba llena de espinas", explica. Pero "se ha acercado la mano del escardador, se ha acercado la voz de su majestad y de su misericordia; y la tierra ha comenzado a alabar. La tierra ya da su fruto". Ciertamente, no daría su fruto "si antes no hubiera sido regada" por la lluvia, "si no hubiera venido antes de lo alto la misericordia de Dios". Pero ya tenemos un fruto maduro en la Iglesia gracias a la predicación de los Apóstoles: "Al enviar luego la lluvia mediante sus nubes, es decir, mediante los Apóstoles, que anunciaron la verdad, "la tierra ha dado su fruto" con más abundancia; y esta mies ya ha llenado el mundo entero" (Esposizioni sui Salmi, II, Roma 1970, p. 551).
Saludos
Saludo a todos los peregrinos de lengua española, venidos desde España, Perú, Venezuela, Chile y México. A ellos y a los demás grupos presentes les deseo que esta visita a Roma sea una ocasión propicia para fortalecer la fe. Con mis mejores deseos.
74 (A los fieles lituanos)
El salmo que hemos escuchado hoy nos invita a alabar al Señor para que el mundo conozca la salvación. Sed testigos de Cristo con vuestra alegría y con la fuerza de la fe.
(A los peregrinos húngaros )
Ayer habéis celebrado la fiesta de la Magna Domina Hungarorum, de la Regina Hungariae. Invocando su intercesión os imparto gustoso la bendición apostólica.
(A los peregrinos de la República Checa)
Que este encuentro con el Sucesor de san Pedro sirva para confirmar vuestra fe y vuestro generoso compromiso de testimonio cristiano. Con estos pensamientos, invoco de corazón sobre vosotros y vuestros seres queridos abundantes bendiciones del cielo.
(A los peregrinos eslovacos)
La plegaria del rosario es una oración de comunión. Cread y reforzad también vosotros esta comunión de oración con Jesús y su Madre y con los hermanos. Que os ayude en ello la Virgen del Rosario. Con este deseo os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.
(En italiano)
Saludo con afecto también a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Octubre, mes del rosario, nos invita a valorar cada vez más esta plegaria tan apreciada tradicionalmente por el pueblo cristiano. Os invito, queridos jóvenes, a rezarla cada día. A vosotros, queridos enfermos, os animo a abandonaros con confianza en las manos de María, invocándola incesantemente con el santo rosario. Y a vosotros, queridos esposos, os exhorto a no descuidar nunca esta meditación de los misterios de Cristo, hecha con la mirada de la Virgen.
Mañana se celebra la "Jornada mundial de la vista". Manifiesto mi cercanía espiritual a cuantos padecen enfermedades en los ojos, y animo a los que intervienen para la prevención y la curación de la ceguera a perseverar con empeño en su importante actividad.
75 Llamamiento en favor de la paz en el continente africano
Del continente africano, ya duramente probado por calamidades y conflictos, siguen llegando inquietantes noticias relativas a Costa de Marfil, que corre el peligro de perder el bien fundamental de la paz.
Os invito a uniros a mi oración, para que el Señor inspire a todos propósitos de reconciliación y sostenga los esfuerzos de la comunidad internacional, en especial de la Unión africana, encaminados a favorecer el diálogo.
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Durante el reciente viaje a Polonia, me dirigí a la Virgen María con estas palabras: "Madre santísima, (...) obtén también para mí las fuerzas del cuerpo y del espíritu, para que pueda cumplir hasta el fin la misión que me ha encomendado el Resucitado. En ti pongo todos los frutos de mi vida y de mi ministerio; a ti encomiendo el destino de la Iglesia; (...) en ti confío y te declaro una vez más: Totus tuus, Maria! Totus tuus! Amén" (Homilía en el santuario de Kalwaria Zebrzydowska, 19 de agosto de 2002, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de agosto de 2002, p. 10). Repito hoy estas palabras, dando gracias a Dios por los veinticuatro años de mi servicio a la Iglesia en la sede de Pedro. En este particular día, pongo de nuevo en manos de la Madre de Dios la vida de la Iglesia así como la vida, tan agitada, de la humanidad. A ella le encomiendo también mi futuro. Lo pongo todo en sus manos, a fin de que con amor de madre lo presente a su Hijo, "para alabanza de su gloria" (Ep 1,12).
2. El centro de nuestra fe es Cristo, Redentor del hombre. María no lo eclipsa, ni eclipsa su obra salvífica. La Virgen, elevada al cielo en cuerpo y alma, la primera que gustó los frutos de la pasión y la resurrección de su Hijo, es quien nos conduce del modo más seguro a Cristo, el fin último de nuestro obrar y de toda nuestra existencia. Por eso, al dirigir a la Iglesia entera, en la carta apostólica Novo millennio ineunte, la exhortación de Cristo a "remar mar adentro", añadí que "en este camino nos acompaña la santísima Virgen, a la que (...) junto con muchos obispos (...) consagré el tercer milenio" (NM 58). E, invitando a los creyentes a contemplar sin cesar el rostro de Cristo, expresé mi vivo deseo de que María, su Madre, sea para todos maestra de esa contemplación.
3. Hoy quiero renovar ese deseo con mayor claridad mediante dos gestos simbólicos. Dentro de poco firmaré la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae. Además, juntamente con este documento, dedicado a la oración del Rosario, proclamo el año que va desde octubre de 2002 hasta octubre de 2003 "Año del Rosario". Lo hago no sólo porque este año es el vigésimo quinto de mi pontificado, sino también porque se celebra el 120° aniversario de la encíclica Supremi apostolatus officio, con la que, el 1 de septiembre de 1883, mi venerado predecesor el Papa León XIII comenzó la publicación de una serie de documentos dedicados precisamente al Rosario. Hay, asimismo, otra razón: en la historia de los grandes jubileos existía la buena costumbre de que, después del Año jubilar dedicado a Cristo y a la obra de la Redención, se convocaba uno en honor de María, para implorar de ella la ayuda con el fin de hacer que fructificaran las gracias recibidas.
4. Para la exigente, pero extraordinariamente rica, tarea de contemplar el rostro de Cristo juntamente con María, ¿hay un instrumento mejor que la oración del Rosario? Con todo, debemos redescubrir la profundidad mística que entraña esta oración sencilla, tan querida para la tradición popular. En efecto, esta plegaria mariana en su estructura es sobre todo meditación de los misterios de la vida y de la obra de Cristo. Al repetir la invocación del "Ave María", podemos profundizar en los acontecimientos esenciales de la misión del Hijo de Dios en la tierra, que nos han transmitido el Evangelio y la Tradición. Para que esa síntesis del Evangelio sea más completa y ofrezca mayor inspiración, en la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae he propuesto añadir otros cinco misterios a los actualmente contemplados en el Rosario, y los he llamado "misterios de la luz". Comprenden la vida publica del Salvador, desde el bautismo en el Jordán hasta el inicio de la Pasión. Esta sugerencia tiene como finalidad ampliar el horizonte del Rosario, para que quien lo reza con devoción y no mecánicamente pueda penetrar aún más a fondo en el contenido de la buena nueva y conformar cada vez más su vida a la de Cristo.
5. Os doy las gracias a vosotros, aquí presentes, y a los que en este singular día están unidos espiritualmente a mí. Gracias por la benevolencia, y especialmente por la seguridad del apoyo constante de la oración. Encomiendo este documento sobre el santo Rosario a los pastores y a los fieles de todo el mundo. El Año del santo Rosario, que viviremos juntos, ciertamente producirá buenos frutos en el corazón de todos, renovará e intensificará la acción de la gracia del gran jubileo del año 2000 y se transformará en fuente de paz para el mundo.
María, Reina del Santo Rosario, que está aquí representada en la hermosa imagen venerada en Pompeya, lleve a los hijos de la Iglesia a la plenitud de la unión con Cristo en su gloria.
Saludos
76 Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los peregrinos de la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, de Puebla Nueva; a las corales "Ars Nova" de Plasencia y "Stella Nevadensis", de Granada, España; y a los peregrinos de la arquidiócesis de Concepción (Chile). Agradezco especialmente vuestras oraciones. Os confío este documento que producirá frutos de amor y paz. Que María, Reina del Santo Rosario, os guíe a la plenitud de la unión con su Hijo Jesucristo. Muchas gracias.
(A los eslovacos)
Durante los diversos encuentros con vosotros oigo cantar a menudo: "Señor, bendice al Santo Padre, Vicario de Cristo". Os doy las gracias por las oraciones con las que acompañáis mi ministerio de Pastor de la Iglesia católica.
(En lengua croata)
Habéis venido para estar aquí presentes en este día especial, manifestando vuestra adhesión al Sucesor de Pedro. Os saludo de corazón. Encomendándoos a todos vosotros, a vuestras familias y a todo vuestro pueblo a Aquella que en su rosario nos guía en la meditación de los misterios de Cristo y de la obra de la salvación, os imparto la bendición apostólica.
(En polaco)
La catequesis de hoy está dedicada al rezo del Rosario. Acabo de firmar la nueva carta apostólica "Rosarium Virginis Mariae", que entregaré a los pastores y a los fieles de toda la Iglesia. Además de esta carta, dedicada enteramente al Rosario, he decidido proclamar el año que va de octubre de 2002 a octubre del 2003 "Año del Rosario". Será como una prolongación mariana del gran jubileo.
Doy las gracias a todos los presentes y a los que en este día se unen a mí de modo especial para dar gracias a Dios por mis veinticuatro años de ministerio en la Iglesia en la sede del apóstol Pedro.
Os agradezco vuestra benevolencia y sobre todo el apoyo de vuestra oración. Os ruego que sigáis sosteniéndome con la oración del Rosario. Que el Año del Rosario, que viviremos juntos, produzca abundantes frutos en los corazones de todos.
(En italiano)
Saludo a los participantes en la asamblea general del Movimiento de los Focolares, acompañados de la fundadora Chiara Lubich. Os agradezco vuestra presencia y os encomiendo la tarea de llevar mi cordial saludo a todos los que pertenecen al Movimiento. Gracias por el apoyo de vuestra oración y el calor con el que siempre me acompañáis en mi compromiso apostólico por los caminos del mundo.
77 Dirijo ahora mi cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo con afecto a mons. Domenico Sorrentino, arzobispo de Pompeya, y a los numerosos peregrinos que han querido traer la bella imagen de la Virgen, venerada en ese célebre santuario, fundado por el beato Bartolomé Longo, apóstol del rosario. Si Dios quiere, tengo intención de ir también yo a Pompeya a venerar nuevamente el icono de la Virgen. Desde aquel santuario, colocado junto a las ruinas de la antigua ciudad romana, a la que llegó el anuncio del Evangelio poco antes de que la erupción del Vesubio la destruyera, la invitación a rezar el Rosario adquiere un valor casi simbólico, como expresión de un renovado empeño de los cristianos en la nueva evangelización de un mundo que se ha hecho, en ciertos aspectos, pagano.
Mi pensamiento se dirige, finalmente, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. La plegaria del santo Rosario, rezada con fe y devoción cada día, os ayude a experimentar en vuestra existencia la centralidad del misterio de Jesús, redentor del hombre, y también la ternura materna de María.
Audiencias 2002 67