Discursos 2001 366

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UN CONGRESO CON OCASIÓN DEL 20 ANIVERSARIO


DE LA "FAMILIARIS CONSORTIO"




Al señor cardenal

ALFONSO LÓPEZ TRUJILLO

Presidente del Consejo pontificio
para la familia

1. Saludo cordialmente a los participantes en el congreso sobre el tema "Veinte años de la Familiaris consortio: dimensión antropológica y pastoral", organizado por ese Consejo pontificio con ocasión del vigésimo aniversario de la publicación de la exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio.

Lo saludo a usted, venerado señor cardenal, que preside las actividades del dicasterio; saludo al secretario, al subsecretario y a todos los colaboradores, así como a cuantos se han ocupado de la preparación de este encuentro, que conmemora un acontecimiento de singular importancia para la vida de la Iglesia y aborda uno de los temas que más me preocupan: la familia. El panorama que pretende analizar es muy vasto y atañe a la identidad y a la misión de la familia querida por Dios para "custodiar, revelar y comunicar el amor" (Familiaris consortio FC 17). Durante los veinte años transcurridos hemos asistido a la formación de una nueva conciencia y de una nueva sensibilidad con respecto a la familia.

Estos veinte años marcan también la existencia del Consejo pontificio para la familia, al que quise encomendar la tarea de profundizar y valorar todos los aspectos de las riquezas contenidas en las Propositiones del Sínodo (cf. ib., 2). Doy gracias a Dios por el trabajo que ha realizado vuestro dicasterio en defensa y al servicio del evangelio de la familia.

2. En este período, aunque no han faltado insidias contra la institución familiar, quizá algunas de las más peligrosas de la historia, han ido consolidándose algunas convicciones comunes. Por ejemplo, hoy se redescubre y promueve en numerosos ámbitos la causa integral de la familia y de la vida como valor y derecho perteneciente al patrimonio de la humanidad. El magisterio de la Iglesia ha proporcionado significativas pistas para esta renovación, con numerosas e importantes intervenciones y enseñanzas. Ya en el tiempo del concilio Vaticano II, la familia era considerada uno de los temas sobre los que era necesario iluminar la conciencia de los cristianos y de la humanidad entera. Se han dado muchos pasos siguiendo esta dirección. La exhortación "Familia, sé lo que eres", recogida en la citada exhortación pastoral (n. 17), ha tenido mucho eco en la opinión pública.

"Familia, sé lo que eres", repito también hoy.

Como institución natural, la comunidad familiar fue querida por Dios desde el "principio", con la creación del hombre y la mujer, para el bien de los hombres. Cristo recuerda este "principio" cuando los fariseos intentan tergiversar su estructura (cf. Mt Mt 19,3-12). Los hombres no tienen poder para cambiar el proyecto originario del Creador.
La exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio profundizó notablemente en las tareas específicas de la institución familiar, de las que ya hablaba la constitución conciliar Gaudium et spes.

367 Cada familia debe ser una verdadera comunión de personas -communio personarum-, respetando la dignidad de cada uno de los miembros que la componen. En este marco de mutua comprensión se sitúa el "servicio a la vida", según los dos significados complementarios, unitivo y procreador, de la sexualidad, como enseñó mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, en la encíclica Humanae vitae.

3. A la progresiva consolidación de la conciencia por parte de la familia de su misión en la Iglesia y en la sociedad han contribuido numerosos acontecimientos, en los que durante estos años han participado cada vez más familias. Pienso, por ejemplo, en los Encuentros mundiales de Roma, con ocasión del Año internacional de la familia de 1994, en el Encuentro de Río de Janeiro, en 1997, y en el del jubileo de las familias, el año pasado. Doy gracias al Señor por esta mayor conciencia que ha mostrado la familia de sí misma y de su misión.

Sin embargo, junto a las consoladoras metas alcanzadas, hay que registrar la agresión violenta (cf. Familiaris consortio
FC 46) por parte de algunos sectores de la sociedad moderna contra la institución familiar y su función social. Se han presentado algunos proyectos de ley que no corresponden al verdadero bien de la familia fundada en el matrimonio monogámico y con la protección de la inviolabilidad de la vida humana, favoreciendo la infiltración de peligrosas sombras de la "cultura de muerte" en el hogar. También suscita preocupación la creciente divulgación en los foros internacionales de concepciones erróneas de la sexualidad y de la dignidad y misión de la mujer, ocultas en determinadas ideologías sobre el "género" (gender).

Y ¿qué decir de la crisis de tantas familias separadas, de las personas solas y de la situación de las así llamadas uniones de hecho? Entre las peligrosas estrategias contra la familia existe también el intento de negar dignidad humana al embrión antes de la implantación en el seno materno y de atentar contra su existencia con diversos métodos.

Cuando se habla de la familia, no se puede por menos de aludir a los hijos, que de diversos modos son víctimas inocentes de las comunidades familiares desarticuladas.

4. En el panorama que acabo de delinear resulta muy necesaria la misión de las familias cristianas. Su ejemplo de alegría y entrega, de esfuerzo y capacidad de sacrificio, siguiendo las huellas de la Sagrada Familia, puede ser decisivo para animar a las demás familias a corresponder a la gracia de su vocación. En efecto, es muy estimulante el modelo de una familia cristiana. En su humildad y sencillez, el testimonio de vida hogareña puede convertirse en un medio de evangelización de primer orden. Por eso, es útil que las diversas instituciones eclesiales le dediquen atención y se preocupen por ella. De igual modo, no hay que dejar de ofrecer el apoyo necesario a las familias que atraviesan situaciones difíciles, las cuales requieren mayor asistencia pastoral, como, por ejemplo, los divorciados vueltos a casar. Se puede decir que después de la publicación de la Familiaris consortio se ha acentuado en la Iglesia el interés por la familia y son innumerables las diócesis y parroquias en las que la pastoral familiar ha llegado a ser un objetivo prioritario. Se difunden asociaciones y movimientos en favor de la familia y de la vida. Personas de buena voluntad contribuyen, con su generoso esfuerzo, a la formación de una nueva cultura en favor de la vida. Con gran aprecio recuerdo aquí los encuentros organizados por vuestro Consejo pontificio durante estos dos decenios. En primer lugar, el celebrado con los obispos responsables de la pastoral de la familia y de la vida en toda la Iglesia, que fue una valiosa ocasión para profundizar en las nuevas problemáticas familiares.

Especial importancia reviste el diálogo con los políticos y legisladores sobre la verdad de la familia fundada en el matrimonio monogámico y sobre la dignidad de la vida humana desde el primer instante de su concepción. Al respecto, los encuentros continentales y nacionales organizados por vuestro Consejo pontificio han abierto prometedores caminos de diálogo, capaces de infundir el espíritu cristiano en los debates parlamentarios y en las legislaciones públicas que regulan la vida de los pueblos. La misma Carta de los derechos de la familia, publicada en 1983, ya había sido solicitada durante el Sínodo ordinario de 1980.

5. "Familia, cree en lo que eres; cree en tu vocación a ser signo luminoso del amor de Dios". Os repito hoy estas palabras que pronuncié durante el Encuentro con las familias el 20 de octubre pasado.

Familia, sé para los hombres de nuestro tiempo "santuario de la vida". Familia cristiana, sé "iglesia doméstica", fiel a tu vocación evangélica. Precisamente porque la "Iglesia es consciente de que el matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad, quiere hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquel que, conociendo ya el valor del matrimonio y de la familia, trata de vivirlo fielmente; a todo aquel que, en medio de la incertidumbre o de la ansiedad, busca la verdad y a todo aquel que se ve injustamente impedido para vivir con libertad el propio proyecto familiar" (Familiaris consortio FC 1).

La familia, cuando vive plenamente las exigencias del amor y del perdón, se convierte en baluarte seguro de la civilización del amor y en esperanza para el futuro de la humanidad.

Que vuestro dicasterio, con la fuerza de esta conciencia, siga trabajando cada vez con más valentía al servicio del evangelio de la familia.

368 A la vez que deseo pleno éxito a vuestro congreso, aseguro mi recuerdo en la oración e, invocando la protección especial de María, Reina de la familia, imparto de corazón a todos una especial bendición apostólica.

Vaticano, 22 de noviembre de 2001







MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


AL SEÑOR MICHEL CAMDESSUS,


PRESIDENTE DE LAS SEMANAS SOCIALES DE FRANCIA




Al señor MICHEL CAMDESSUS
Presidente de las
Semanas sociales de Francia

1. Habéis elegido como tema de la sesión de las Semanas sociales de Francia de este año, que tendrá lugar en París del 23 al 25 de noviembre, "Biología, medicina y sociedad, ¿qué haremos del hombre?". Es particularmente oportuno abordar hoy de manera nueva las cuestiones complejas de la bioética, recurriendo a especialistas en los diferentes campos del saber científico, técnico, filosófico y teológico. En efecto, es importante que nuestros contemporáneos, frecuentemente turbados y extraviados ante los progresos de la ciencia y sus implicaciones éticas, no sólo estén informados de todas las posibilidades que permite la ciencia, sino también, y sobre todo, dispongan de los medios para formar su conciencia, con el fin de tomar decisiones conformes a los valores humanos y morales fundamentales, que manifiestan el lugar insigne del hombre en la creación.

2. La Iglesia católica aprecia y apoya la investigación en biomedicina cuando tiende a la prevención y a la curación de las enfermedades, al alivio del sufrimiento y al bienestar del hombre. Sabe que "si se procede de un modo auténticamente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe" (Gaudium et spes GS 36). Además, la investigación permite descubrir las grandes leyes que rigen el funcionamiento de la materia y de los seres vivos, constatar el orden inscrito en la creación y apreciar las maravillas del hombre, en su inteligencia y en su cuerpo, y penetrar más en el misterio; en él, en cierta medida, se refleja la luz del Verbo, por quien "todo se hizo" (Jn 1,3).

La Iglesia, con el deseo de compartir el sentido del hombre que recibe del Salvador, quiere aportar su contribución a la reflexión para ayudar a los responsables del bien común y a todas las personas que tienen que tomar graves decisiones en estos campos de la vida. En efecto, es importante que la ciencia no reduzca al hombre a un objeto, sino que esté verdadera y plenamente a su servicio. Sin embargo, la Iglesia no ignora la complejidad, a veces dramática, de situaciones dolorosas que viven las personas, y también es consciente de las presiones ejercidas por fuertes intereses económicos. Los fieles de la Iglesia católica y todos los hombres de buena voluntad están llamados a comprometerse en el debate para defender la dignidad del hombre. Por tanto, os aliento a dirigir vuestros trabajos preocupándoos de la verdad, para dar así a los hombres de nuestro tiempo elementos seguros para su reflexión y sus decisiones.

3. Al situar al hombre y su dignidad inalienable en el centro de vuestro enfoque interdisciplinar, manifestáis la urgente necesidad de aprovechar todos los recursos de la sabiduría y la experiencia, de la razón y la ciencia, para servirlo mejor. Los descubrimientos y los cambios que han caracterizado a las disciplinas biomédicas han mostrado que, detrás de los avances fulgurantes que remiten al misterio mismo de la vida, la ciencia se siente a veces como aturdida por su poder y tentada de manipular al hombre como si sólo fuera un objeto o materia. Ante esta situación inédita de los conocimientos y las posibilidades que ofrecen la ciencia y la técnica, espero que vuestros intercambios contribuyan a un análisis lúcido de los riesgos y las consecuencias del progreso, de las oportunidades y de los desafíos para el hombre y la humanidad. Por su dignidad intrínseca, que integra plenamente la dimensión biológica, la persona humana jamás y de ninguna manera puede ser subordinada a la especie ni a la sociedad ni a la voluntad de las demás personas, aunque sean sus padres, como si fuera sólo un medio o instrumento; tiene valor por sí misma. Para los cristianos esta verdad, que de suyo pertenece a la ley natural, recibe una luz nueva en Jesucristo, Verbo encarnado que, como "nuevo Adán (...) manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación" (Gaudium et spes GS 22).

La razón y la fe permiten el compromiso constante de los cristianos, a lo largo de la historia, en defensa de la persona, especialmente de los seres débiles, vulnerables o marginados, y de los niños por nacer. "No hay ningún hombre, ninguna autoridad humana, ninguna ciencia, ninguna indicación médica, eugenésica, social, económica, moral, que pueda exhibir o dar un título jurídico válido para una deliberada disposición directa sobre la vida humana inocente; es decir, una disposición que tienda a su destrucción, bien sea como fin, bien como medio para otro fin que acaso de por sí no sea en modo alguno ilícito" (Pío XII, Discurso a los participantes en el Congreso de la Unión católica italiana de comadronas, 29 de octubre de 1951, n. 12).

4. Hoy la dignidad del hombre está amenazada, sobre todo en las etapas más críticas de la existencia: la concepción y la muerte natural; una nueva tentación se abre paso: la de arrogarse el derecho de fijar, determinar los umbrales de humanidad de una existencia singular. Como recordé en la encíclica Evangelium vitae, no podemos olvidar que "desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces" (n. 60). La genética moderna muestra que desde el primer instante "se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas" (ib.). Esto exige un respeto absoluto del ser humano, desde la fase embrionaria hasta el fin de su existencia, un ser que jamás puede considerarse como un objeto o un material de experimentación. Asimismo, conviene tratar con respeto las células germinales humanas por el mismo patrimonio humano del que son portadoras.

369 5. La experimentación biomédica que no tenga como objetivo el bien del sujeto considerado implica aspectos selectivos y discriminatorios inaceptables; en efecto, toda actividad terapéutica o de investigación debe tener como finalidad el ser en la que se realiza. Los beneficios hipotéticos para la humanidad y para el progreso de la investigación no pueden de ningún modo constituir un criterio decisivo de bondad moral. Esto contribuye indudablemente a un debilitamiento de las convicciones morales que conciernen al ser humano, favoreciendo la aceptación de la práctica de descartar a las personas afectadas por discapacidades congénitas, a las que dan lugar el diagnóstico pre-implantador y un desarrollo abusivo del examen prenatal. Numerosos países ya están llevando a cabo una selección de los niños por nacer, tácitamente incentivada, que constituye un verdadero eugenismo y lleva a una especie de anestesia de las conciencias, hiriendo gravemente, por lo demás, a las personas afectadas por discapacidades congénitas y a las que las acogen. Esta actitud más o menos generalizada, como se comienza a percibir, es también causa de la aparición de un cierto número de patologías conyugales y familiares. Por otra parte, esos comportamientos no pueden por menos de disuadir la realización de los esfuerzos necesarios para descubrir nuevas terapias, acoger e integrar a las personas discapacitadas, acentuando en estas últimas un fuerte sentimiento de anormalidad y exclusión. Doy gracias por los esfuerzos de los padres que han aceptado acoger un niño discapacitado, mostrando con este gesto su aprecio a la vida. Es de desear que los sostenga y ayude continuamente la sociedad, que tiene el deber de ser solidaria. El desarrollo del examen prenatal con finalidad selectiva y el diagnóstico pre-implantador, así como la utilización, la producción y la destrucción de embriones humanos con el mero fin de experimentación y obtención de células madre embrionarias, constituyen graves atentados contra el respeto absoluto debido a toda vida y a la grandeza de todo ser humano, que no depende de su aspecto exterior o de los vínculos que tiene con los demás miembros de la sociedad. Doy las gracias al Consejo permanente de la Conferencia episcopal de Francia por haber puesto en guardia a la opinión pública y haber contribuido a formar las conciencias, publicando en 1998 el documento "Desarrollo de la genética y dignidad humana".

6. Las posibilidades tecnológicas que han aparecido en el campo de la biomedicina exigen la intervención de la autoridad política y del legislador, dado que se trata de una cuestión que supera la mera esfera científica. A la autoridad pública corresponde el deber de "procurar que la ley civil esté regulada por las normas fundamentales de la ley moral en lo que concierne a los derechos del hombre, de la vida humana y de la institución familiar" (Instrucción Donum vitae de la Congregación para la doctrina de la fe, III). También compete al legislador proponer las reglas jurídicas que protejan a las personas de todos los eventuales arbitrios, que constituyen en cierto modo negaciones del ser humano, de su dignidad y de sus derechos fundamentales. Las opciones legislativas y políticas deben orientarse al bien de las personas y de la sociedad entera; y no han de estar sólo en función de las exigencias científicas que, de por sí, no tienen la posibilidad de elaborar y establecer un sistema de criterios morales. El futuro del hombre y de la humanidad está vinculado en gran parte a su capacidad de examinar rigurosamente las diferentes cuestiones bioéticas, en el plano ético, sin temer poner en tela juicio comportamientos que han llegado a ser comunes.

7. La multiplicación de intercambios interdisciplinares y una reflexión filosófica y teológica favorecerán el trabajo de verdad y respeto del misterio del ser humano, y evitarán cualquier tentación de fundar los comportamientos en factores únicamente científicos, en circunstancias particulares, en el deseo de las personas, o en función de presiones de los mercados financieros o de intereses particulares. El diálogo que proseguís con los diferentes interlocutores sociales puede permitir restablecer la armonía entre las exigencias de la investigación y los valores humanos. La construcción de una sociedad donde cada uno tenga el lugar que le corresponde en virtud de su pertenencia a la humanidad no depende ni de su función ni de su utilidad. Particularmente en los momentos en que la enfermedad y el sufrimiento debilitan a las personas, y las hacen más frágiles, es preciso percibir el valor y el sentido de cada existencia. A esta tarea se dedican de modo admirable los que, estando de diversas formas al servicio de los enfermos, les brindan, en el ámbito de un universo médico marcado por un creciente uso de la técnica, el suplemento insustituible de atención y ternura delicada que les manifiesta que son personas con pleno derecho. La Iglesia piensa y expresa su gratitud al personal médico y paramédico, a los equipos de capellanía y de visitantes de hospitales, a todas las personas que están involucradas en los cuidados paliativos y acompañan a los que sufren, a los investigadores, a los filósofos, a los responsables políticos y a todos los que están comprometidos en este trabajo diario al servicio de la dignidad de la persona. Su compromiso y sus convicciones son valiosos y fuente de esperanza.

8. Quiera Dios que los trabajos de las Semanas sociales alienten a cada uno a reafirmar la grandeza y el valor de toda vida humana, valor sin el cual ya no es posible la vida social y el auténtico progreso humano se ve amenazado. Ojalá que sean un lugar de propuestas para un futuro mejor y contribuyan a cultivar en todos una mirada contemplativa, que nace de la fe en el Dios de la vida, "quien ve la vida en su profundidad, percibiendo sus dimensiones de gratuidad, belleza, invitación a la libertad y a la responsabilidad. Es la mirada de quien no pretende apoderarse de la realidad, sino que la acoge como un don, descubriendo en cada cosa el reflejo del Creador y en cada persona su imagen viviente" (Evangelium vitae
EV 83).

Invocando a Cristo, Rey del universo, para que acreciente en el mundo la civilización del amor, le imparto de todo corazón la bendición apostólica a usted, a los organizadores, a los relatores y a los participantes en las Semanas sociales de Francia.

Vaticano, 15 de noviembre de 2001








A UN GRUPO DE TRABAJO DE LA COMISIÓN MIXTA INTERNACIONAL CATÓLICO-ANGLICANA


Sábado 24 de noviembre de 2001



Queridos amigos en Cristo:

1. En la paz del Señor Jesús os saludo a vosotros, que habéis venido a Roma para el encuentro inaugural del nuevo Grupo de trabajo católico-anglicano, un encuentro que comenzó en Londres cuando os reunisteis con el arzobispo Carey de Canterbury. Vuestra presencia aquí es un signo del acercamiento que se ha producido entre anglicanos y católicos desde los días del concilio Vaticano II. "El camino ecuménico es ciertamente laborioso, quizás largo" (Novo millennio ineunte NM 12), pero esto no debería impedirnos ver que ya hemos progresado mucho. No podemos por menos de alabar al Dios de toda misericordia por los numerosos y auténticos progresos del ecumenismo.

2. En esta significativa ocasión nuestro pensamiento se dirige al encuentro entre el Papa Pablo VI y el arzobispo Ramsey, en 1966, del que surgió la primera Comisión internacional católico-anglicana. En su Declaración conjunta, el Papa y el arzobispo hablaron de la necesidad de "un diálogo serio que, basado en los Evangelios y en las antiguas tradiciones comunes, pueda llevar a la unidad en la verdad por la cual Cristo oró". Ahora podemos mirar al pasado y decir que el diálogo ha seguido fructificando desde entonces.

Mi visita a Canterbury, en 1982, durante la cual el arzobispo Runcie y yo acordamos establecer la segunda Comisión internacional católico-anglicana le dio un nuevo impulso. Nuestra Declaración conjunta reconoció que el diálogo teológico "debe ir acompañado del celoso trabajo y de la ferviente oración de los católicos y de los anglicanos extendidos por todo el mundo, procurando crecer en la comprensión mutua, el amor fraterno y el testimonio común del Evangelio" (n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de junio de 1982, p. 8). Fue un signo de crecimiento, porque el diálogo teológico se consideraba esencial, pero no suficiente. Nuestro camino común requería también que anglicanos y católicos aprendieran a orar y trabajar juntos.

370 Otra piedra miliar se colocó en 1996, cuando el arzobispo Carey y yo hicimos pública una Declaración conjunta que exhortaba a nuestros fieles a "arrepentirse del pasado, a orar por la gracia de la unidad y a abrirse al poder transformador de Dios" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de diciembre de 1996, p. 7). Ha resultado cada vez más evidente que la unidad plena y visible no debería ser resultado de la voluntad y la planificación humanas, por importantes que sean, sino de un don divino, en un tiempo que no podemos conocer, pero para el que debemos prepararnos. La Declaración también anunció el encuentro internacional de obispos anglicanos y católicos que tuvo lugar en Mississauga (Canadá) el año pasado, durante el cual se decidió instituir el nuevo grupo de trabajo del que formáis parte.

3. Como grupo internacional de obispos, estáis particularmente cualificados para establecer los próximos pasos concretos que conviene dar no sólo para consolidar los resultados conseguidos, sino también para guiarnos a una comunión más profunda a lo largo del camino hacia la plenitud de la unidad, que es la voluntad de Cristo. Sólo la experiencia de una comunión más profunda nos permitirá dar un testimonio más eficaz de Cristo en el mundo y cumplir la misión que nos ha confiado (cf. Mt
Mt 28,19-20). Es evidente que la desunión ha perjudicado nuestra misión en el mundo. En estos tiempos difíciles el mundo necesita más que nunca el testimonio común de los cristianos en todas las áreas, desde la defensa de la vida y la dignidad humana hasta la promoción de la justicia y la paz.

4. Estoy seguro de que el nuevo grupo de trabajo se sentirá sostenido por "la esperanza de estar guiado por la presencia de Cristo resucitado y por la fuerza inagotable de su Espíritu, capaz de sorpresas siempre nuevas" (Novo millennio ineunte NM 12). Hemos visto muchas de estas sorpresas en las últimas décadas; y cuando nos amenaza el desaliento o surgen nuevas dificultades, debemos concentrar una vez más nuestra atención en el poder del Espíritu, que hace posible lo que a nosotros nos parece imposible. En tiempos de aparente estancamiento, debemos esperar que el Espíritu Santo haga lo que nosotros no podemos hacer. Sin embargo, esta espera no es pasiva. Es la experiencia muy activa de la esperanza cristiana que clama "¡Ven, Espíritu Santo!", pero que implica también el duro trabajo del diálogo y del testimonio común que estáis llevando a cabo. Hoy deseo animaros en esta esperanza y ofrecer mis oraciones con la certeza de que Cristo, "que os llama [a esta obra], es fiel y es él quien la hará" (1Th 5,24).

Pronto comenzará el tiempo de Adviento y nuestra oración será entonces: "¡Ven, Señor Jesús!".
En nuestro camino ecuménico ya es Adviento. Por eso hoy, esperando con confianza el éxito del nuevo grupo de trabajo, nuestra oración común ha de ser: ¡Ven, Señor Jesús! Haz de nosotros uno, como sólo tú puedes hacerlo, para que el mundo vea por fin "a la Esposa del Cordero... que baja del cielo, de junto a Dios, y tiene la gloria de Dios" (Ap 21,9-11). Amén.








EN EL 30 ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN


DE LA CÁRITAS ITALIANA


Sábado 24 de noviembre de 2001



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me uno de buen grado a la alegría de todos vosotros, que celebráis el 30° aniversario de la Cáritas italiana, y os saludo cordialmente.

Saludo ante todo al venerado hermano monseñor Benito Cocchi, arzobispo de Módena y presidente de la Cáritas, a quien agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes, ilustrándome el camino recorrido hasta ahora y las nuevas perspectivas. Saludo también a los demás prelados, que han querido asistir a este encuentro, así como a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas, los voluntarios y cuantos trabajan en este importante organismo pastoral querido por mi predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, "para sensibilizar a las Iglesias locales y a cada uno de los fieles en el sentido y en el deber de la caridad con formas adecuadas a las necesidades y a los tiempos" (Discurso a los participantes en el primer encuentro nacional de estudios de la Cáritas italiana, 28 de septiembre de 1972, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de octubre 1972, p. 9).

Durante estos tres decenios, la Cáritas italiana ha cumplido con fidelidad el mandato recibido y emprende ahora nuevos itinerarios para profundizar y orientar del mejor modo posible cuanto se ha desarrollado hasta ahora.

2. Es imposible repasar, aunque sea sumariamente, todas las etapas de esta experiencia de treinta años. Desde el plan pastoral Evangelización y sacramentos de la década de 1970, pasando por la primera asamblea eclesial sobre Evangelización y promoción humana, hasta la década de 1980, con el documento Iglesia italiana y perspectivas del país, que indicaba a toda la comunidad eclesial el camino de "recomenzar desde los últimos". Es la década del nacimiento de la Consulta de las obras caritativas y asistenciales, que después se transformó en Consulta eclesial de los organismos socio-asistenciales, y de la celebración de la Asamblea eclesial de Loreto, que lanzó la propuesta de los "Observadores permanentes de las necesidades y de las formas de pobreza". Emergencias y problemas internacionales han abierto la Cáritas a un horizonte planetario.

371 En la década de 1990, hasta nuestros días, con el documento Evangelización y testimonio de la caridad, la Conferencia episcopal italiana ha propuesto como objetivo instituir la Cáritas en cada parroquia como lugar pastoral ordinario para la promoción y animación del testimonio de la caridad. Se trata de un testimonio común de amor a todo ser humano, con una opción preferencial por los pobres.

3. Queridos hermanos, a través de la obra de las Cáritas parroquiales, que espero sigan difundiéndose y multiplicándose, seguid alimentando y aumentando una caridad de pueblo y de parroquias, que comprometa a todos los bautizados en actividades pastorales ordinarias: una caridad que se traduzca en educación para la convivencia con personas de todas las culturas del mundo y para la paz, esforzándose por influir eficazmente en el territorio. Así se manifestará el rostro de una Iglesia no sólo preocupada por promover servicios para los pobres, sino también, y sobre todo, por recorrer con ellos caminos de auténtica comunión.

La familia ha de ser el lugar primario donde se aprenda a vivir esta caridad hecha de atención y entrega recíprocas, presencia, complementariedad, participación y comunión. Con este fin, os exhorto a promover, con un estilo conforme a los tiempos, ocasiones de encuentro y comunión entre las familias.

4. Es necesario, además, afrontar los desafíos de la moderna globalización. No sólo se han globalizado la tecnología y la economía, sino también la inseguridad y el miedo, la criminalidad y la violencia, las injusticias y las guerras. Por tanto, urge construir juntos la "civilización del amor" y, para esto, educar en el diálogo respetuoso y fraterno entre culturas y civilizaciones. Es preciso realizar una acción caritativa globalizada, que sostenga el desarrollo de los "humildes" de la tierra. Al estar cerca de cada situación de pobreza, a partir de las recurrentes emergencias nacionales e internacionales, podéis hacer que los pobres se sientan en cada comunidad como "en su casa".
¿No es esta la presentación más eficaz de la buena nueva del Reino? Sin esta forma de evangelización, realizada mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio corre el riesgo de ser incomprendido o de quedar ahogado en un mar de palabras. "La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras" (Novo millennio ineunte
NM 50).

No sólo se trata de educar a cada uno de los fieles, sino también a la comunidad entera para que en su conjunto llegue a ser "sujeto de caridad", dispuesta a hacerse prójimo de los necesitados. Esta cercanía profética y generosa se ha expresado con ejemplar oportunidad con ocasión de terremotos, calamidades naturales y guerras, como, por ejemplo, en Umbria y Las Marcas, en la región de los Grandes Lagos en África, en los Balcanes, en América Central y, en estos días, en la movilización en favor de los prófugos de Afganistán.

5. Cuanto más se logre implicar a cada uno de los miembros y a la comunidad entera, tanto más eficaces resultarán los esfuerzos para prevenir la marginación, influir en los mecanismos generadores de injusticia, defender los derechos de los débiles, eliminar las causas de la pobreza y poner en "contacto solidario" el Sur y el Norte, el Este y el Oeste del planeta. ¡Cuántas posibilidades se abren en este campo para el voluntariado! A vosotros os corresponde la tarea de valorarlas todas. Pienso, de modo singular, en las energías frescas de tantos muchachos y muchachas que, gracias al servicio social, pueden dedicar una parte de su tiempo a intervenciones socio-caritativas en Italia y en otros países. De este modo podréis contribuir a dar vida a un mundo en el que por fin callen las armas y se realicen proyectos de desarrollo sostenible.

6. Sin embargo, queridos hermanos y hermanas, para cumplir el mandato que la Iglesia os confía es indispensable que permanezcáis siempre a la escucha y en contemplación de Cristo. Es preciso que la oración preceda, acompañe y siga cada una de vuestras intervenciones.

Sólo así podréis responder con prontitud al Señor, que está a la puerta de nuestro corazón y de nuestras comunidades y "llama" de modo discreto, pero insistente.

Que la Virgen María, Madre de la caridad, os proteja y asista siempre. Os acompaño con la oración y de buen grado os imparto la bendición apostólica, extendiéndola a cuantos encontráis diariamente en vuestras múltiples actividades.








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